Cuando se afirma que en la intelección se actualiza la realidad como un prius a su intelección misma, ¿se da con la forma más originaria de la intelección? ¿No es, más [156] bien, esta intelección así enfocada, ella misma una forma de intelección, y precisamente una forma derivada? Es lo que nosotros pensamos.
El mismo Zubiri sostiene, y con razón, que la sensibilidad en el hombre es ordinariamente sensibilidad intelectiva, así como recíprocamente, la inteligencia es inteligencia sentiente [1]. Ahora bien, en el dominio inmediato de la vida, anterior a toda reflexión especulativa, las cosas no se dan como un prius a su intelección, sino que simplemente “funcionan” para el hombre siendo. No se trata de que las pensemos “como ser”, sino de algo más radical y simple: las vemos a la luz del ser. El anteojos que llevo, en la medida en que lo llevo y me entrego a la visión a través de él, no es algo así como “cosa-real”, sino que “anteojea” (permítasenos la palabra) para mí. Ese su “anteojear” consiste tan sólo en permitirme “ver” a través de él. Lo llevo sin percatarme de él; lo soy, en cierto modo, o él “es” para mí. Mientras menos piense en él, mejor me sirve como anteojos. Está olvidado, pero esto no significa que no sea inteligido, sino que este “olvido” es justamente la forma más originaria de inteligirlo. La prueba de ello está en que cuando reflexiono sobre él y su presunta realidad, tengo que referirme a eso que él ya era para mí antes de toda reflexión. ¿Qué hay en este conocimiento inmediato y vital del anteojos que permita decir de él que es una cosa real? No hay todavía ningún prius a la intelección, sino solamente una presencia intelectiva del anteojos a la luz del ser. Ese ser no se presenta siquiera como el ser “del” anteojos. Más bien habría que decir que el anteojos “es” (Heidegger diría west) sin más, en mi usarlo. Puedo, en una reflexión posterior, pensar ese ser como el ser del anteojos; pero ya antes era en el sentido de “estar anteojeando”.
Se objetará a esto que para que el anteojos “funcione” intelectivamente como anteojos, es decir, como “cosa-sentido”, se requiere previamente (con una prioridad formal, no temporal), que el anteojos se muestre como “cosa-real”, como cosa dotada de ciertas propiedades o notas sobre las que se apoya su ser como posibilidad de vida [2]. Pero, ¿es esto así? ¿Empieza el anteojos o cualquier ente que sea por mostrársenos como cosa real? Hay ciertamente un momento de la intelección en que el ente es “una cosa” y, como tal, está dotado de notas o propiedades que la cosa posee “de suyo”. Esto es innegable. Pero, ¿es esto lo más originario? Y, sobre todo, ¿es el ser mismo (el Sein selbst de Heidegger) este ser de las cosas? ¿O es todo esto algo ya derivado de un conocimiento primario del ser mismo, anterior al conocimiento de la realidad y del ser “de” la realidad? Estas son las preguntas de fondo que hay que hacer a Zubiri .
Si entendemos por realidad el “de suyo” de las cosas, hay, evidentemente, una cierta prioridad de este “de suyo” sobre el ser que las cosas tienen. En esto estamos plenamente de acuerdo con Zubiri . Pero lo que nos parece discutible es que las cosas empiecen por aparecer así. Creemos, por el contrario, que las cosas empiezan por “funcionar” en la existencia humana, y que este su funcionar es precisamente el ser. No se trata, por supuesto, de que el ser sea entonces temáticamente aprehendido, sino por el contrario, el ser se presenta ocultándose. Y de tal manera se oculta el ser, que la cosa funciona precisamente como esta determinada cosa. Pero no podría funcionar como [157] esta cosa que ella es (como ente) si no fuera a la luz de su funcionar mismo. Por eso el ser, aun ocultándose, es lo des-velador mismo y, como tal, es la des-velación de todo lo des-velado.
Las cosas son primero, para la intelección, “cosas-sentido”. Y su “tener sentido” es justamente el ser. Sólo después es posible enfrentar esas “cosas-sentido” como algo que ya es “de suyo” antes de su intelección. Este “antes” es justamente una forma del tiempo originario en el que el ser “hace de ser” (west). Las cosas son cosas reales dentro de una modificación del ser. El ser mismo es anterior a la realidad de las cosas y fundamento de ella.
Por eso, cuando Heidegger habla del “dejar que” las cosas sean, no se refiere, como a veces el modo de expresarse de Zubiri lo sugiere [3], a un especial comportamiento del hombre frente a las cosas. Ese comportamiento también tiene lugar frente a las cosas ya reales y es precisamente el fundamento de la actitud racional. Pero antes de eso hay un comportamiento fundamental del Dasein en cuanto tal, que es justamente el ser del Dasein, gracias al cual las cosas quedan “siendo” para el hombre. Ese comportamiento fundamental es el “dejar-que”, el sein lassen originario. “Hablamos de ordinario de un dejar-ser cuando, por ejemplo, nos abstenemos de una empresa que nos habíamos propuesto. ‘Dejamos ser algo’, significa: no lo tocamos más ni nos ocupamos más con ello. El dejar-ser tiene aquí el sentido negativo de prescindir de algo, renunciar a algo; el sentido de la indiferencia y hasta del abandono.
“En cambio, la expresión, necesaria aquí, de dejar-ser al ente, no piensa en abandono ni en indiferencia, sino justo en lo contrario. Dejar-ser es el embargarse en el ente. Y una vez más no ha de entenderse esto último como una mera explotación, guarda, cuidado o planeamiento del ente que nos sale al encuentro o que buscamos. Dejar-ser — es decir: dejar que el ente sea el ente que es — significa embargarse en lo abierto y en su abertura, abertura en la que todo ente — que ella, por decirlo así, trae consigo — ya se encuentra. Este abierto fue pensado en los comienzos del pensar occidental como τά άληθεα, lo no-oculto… El embargarse en el des-ocultamiento del ente, no se pierde en este desocultamiento, sino que se despliega en el sentido de un retroceder ante el ente, a fin de que éste se manifieste en lo que es y cómo es, y que el asimilarse representativo tome de él la dirección y la medida. Entonces el dejar-ser se ex-pone al ente como ente y transpone su comportamiento a lo abierto” (Heidegger: Vom Wesen der Wahrheit, pp. 14-15).