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Rivera (2001:34-36) – ser-cada-vez-meu [Jemeinigkeit]

quinta-feira 31 de outubro de 2024, por Cardoso de Castro

El segundo momento esencial del Dasein lo expresa Heidegger de la siguiente manera: “El ser que está en cuestión para este ente en su ser es cada vez el mío (je meines). Por eso, el Dasein no puede concebirse jamás ontológicamente como caso y ejemplar de un género del ente que está-ahí. A este su ser le es ‘indiferente’, o más exactamente, él ‘es’ de tal manera que su ser no puede serle ni indiferente ni no-indiferente. La referencia al Dasein — en conformidad con el carácter de ser-cada-vez-mío [34] Jemeinigkeit de este ente — tiene que connotar siempre el pronombre personal·, ‘yo soy’, ‘tú eres’ [Heidegger añade de su mano, al margen de su ejemplar: “e.d. ser-cada-vez-mío quiere decir estar entregado a sí mismo como propio Ubereignetheit”]” (p. 68).

El lector habrá notado que ya ha aparecido la palabra que le da su título a este trabajo, la Jemeinigkeit, vale decir, el ser-cada-vez-mío. Este ser “cada vez mío” (jemeinig) significa, pues, en primer lugar, que el Dasein no es jamás un “caso” singular de un género, esto es, de un universal perfectamente definido en sí mismo, sino que el Dasein es siempre único: el mío, el tuyo. El Dasein es esencialmente individual. Pero — se dirá-, “está bien: el Dasein es cada vez el de cada cual, pero todos ellos son Dasein, o sea, algo universal; no se ve la diferencia con los otros entes, con los entes que están-ahí dentro del mundo”. El lector tiene toda la razón al plantearse esta pregunta, si es que se la ha planteado. Y se podría decir incluso más. Porque, siempre las cosas reales son individuales o singulares. No hay realidades universales. Y así no se ve en qué sentido el ser siempre cada vez éste y no otro ente singular, constituye una peculiaridad del Dasein. También un gato es cada vez este o aquel gato: Micifuz o Clorinda. Al hacer esta objeción, estamos cayendo, sin darnos cuenta, en una manera de entender al Dasein que es precisamente la que Heidegger quiere descartar aquí: estamos pensando el Dasein como algo que está-ahí en el mundo. Y eso, justamente, es lo que según Heidegger el Dasein no es jamás. La “individualidad” del Dasein no es la de un ente individual de tal o cual especie, es decir, de algo que se nos pone delante como teniendo tales o cuales caracteres generales — los de un gato o los de un trozo de hierro — y que, además, es todo ello “en singular”. La singularidad, en este caso, no afecta a “lo que” esa cosa es en sus caracteres constitutivos, no afecta a su qué, sino que se añade, en alguna forma, a éste. Cabría, desde luego, preguntar: ¿de dónde sacamos la certeza con que afirmamos que la realidad tiene que ser individual? ¿Por qué tiene que serlo? Yo no sé si se puede dar una razón a priori de esto. Por lo menos no lo sé, si partimos de la concepción tradicional del ser como algo que se despliega ahí delante de nosotros. Que las cosas reales sean singulares, es algo de lo que no cabe la menor duda. Pero que tengan que ser singulares, es cosa más difícil de probar. Podría intentarse, por supuesto, demostrar que, si hay universales, tiene que haber singulares, puesto que un uni-versal es siempre universal de singulares, a los que reúne en algo que es común a todos ellos. Pero, ¿por qué habrían de ser los singulares lo único real, lo único verdadera y últimamente ente! Nada menos que Platón   pensó, justamente, lo contrario: lo όντως ον, lo “entemente ente” es el universal, la idea.

A decir verdad, la única “demostración” posible de que lo real tiene que ser singular deberá partir de que lo real es lo que está-ahí delante de nosotros, lo que nos sale al encuentro dentro del mundo en que vivimos y se nos pre-senta como siendo él en la abertura que se abre por medio de nuestro propio ser. El hecho de que lo real tenga que ponérsenos por delante, implica que se nos da dentro del ámbito de singularidad que se constituye a partir de nuestra propia singularidad. Lo real tiene que ser singular porque el Dasein es esencialmente singular. Pero el Dasein es singular de otra manera; no por estar delante, puesto que el Dasein no está delante de nosotros, sino que lo somos nosotros mismos. Esto significa que el Dasein tiene una singularidad muy particular: una singularidad que podríamos llamar “ejecutiva”. El modo de ser individual del Dasein es ejecutando los actos de la propia existencia, es decir, siendo activamente su propio ser. [35] Y a esto es a lo que se refiere Heidegger en el texto que estamos interpretando. Por eso Heidegger dice repetidamente que el Dasein es “el ente al que en su ser le va este mismo ser” o, como también se podría traducir: es el ente en cuyo ser se trata de su propio ser, está en cuestión su propio ser. El Dasein está vertido activamente a su propio ser como suyo propio, y por eso es esencialmente singular. Que al Dasein en su ser le “vaya” su propio ser significa que el Dasein tiene un ser que consiste precisamente en tener que ser su ser, y tenerlo que ser poniéndose en juego a sí mismo, ejecutando su ser prácticamente. Esta ejecución, este proceso de autorealización, es la última y radical singularidad, porque lo que en ella se “pone en juego” es precisamente su ser, el suyo propio, y ninguno otro.

Por eso, cuando se habla del Dasein en general, como es el caso de todo lo que estamos diciendo aquí, no se habla de un género, de un eidos universal que “reuniera” a unos singulares que estarían-ahí delante, sino que se habla de algo que por su propia índole jamás puede ser universal en este sentido. ¿En qué sentido es entonces universal el Dasein? En el sentido de una estructura formal, que cada vez se realiza de una manera propia y diferente, que tiene que ser cada vez de una determinada manera. Y ser de una determinada manera es algo que forma parte esencial de esa estructura formal. Es lo que se quiere decir con la pequeñísima palabra je, que constantemente aparece en Ser y tiempo   (403 veces en forma separada y muchas más en compuestos). Je significa “cada vez” o “en cada caso”, aunque aquí no se trata propiamente de “casos” de un género universal, sino de algo distinto, que se expresa perfectamente en la palabra “vez”, del latín vicis, donde significa alternativa, turno, vuelta o también situación, condición. “Cada vez” significa, pues, que esa estructura formal adquiere en cada turno, en cada situación, una modalidad propia y diferente. Je aparece también en la palabra Jemeinigkeit, que expresa el factum de que cada vez el Dasein es el mío, y que, por consiguiente, el Dasein sólo es en la absoluta singularidad de su ser propio, de ese ser que él tiene que ejecutar siendo.


Ver online : Jorge Rivera


RIVERA, Jorge E. Heidegger y Zubiri. Santiago de Chile: Ed. Universitaria, 2001