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A ESSÊNCIA DA VERDADE

GA34: percepção, ideia, cérebro, alma

Sobre a parábola da caverna e o Teeteto de Platão

sexta-feira 28 de setembro de 2018, por Cardoso de Castro

§ 24. El alma como la relación con lo perceptible

Alberto Ciria

Antes hay que recordar brevemente el significado general de la palabra que ya hemos tratado: ιδέα es lo avistado, concretamente en su estar avistado. Donde hay ιδέα, ahí hay visión y visibilidad (videncialidad, algo que configura visión). «Visión» es ambiguo: lo vidente, visión como posibilidad de ver, y lo que se muestra, visión como perspectiva. Ambos son «visuales», es decir, ofrecen un aspecto, una comparecencia. Ver es ver una perspectiva, tener perspectiva sobre… Lo que se pertenece mutuamente de ambos y lo que los unifica a ambos en calidad de fundamento, es lo visual.

Pero este «ver» y tal «visión» hay que entenderlos en sentido figurado, no como el ver sensible con los ojos. Esta visión observa en el percibir por vez primera tal cosa como lo que ofrece un aspecto, lo que comparece de tal y cual modo. Lo que se conserva en este sentido figurado del ver, es el ver como la percepción inmediata de algo en su «ofrecer un aspecto»: en aquello como lo que se destaca, en aquello que es. Percibir el propio ser-qué en su comparecencia inmediata. Donde hay ιδέα, hay perceptibilidad en este sentido.

Y ahora, de vuelta al contexto presente de nuestra pregunta. Se trata de lo percibido en los órganos sensoriales particulares. Dicho con más precisión: se hizo el supuesto de que cada órgano se ocupa meramente, y en su lugar respectivo del cuerpo, de su objeto percibido. Este supuesto condujo al destrozamiento de la esencia del hombre. Pero el hombre existe. ¿Y cómo? ¿Qué sucede con lo percibido con los órganos sensoriales particulares? ¿Lo hace en cada caso el ojo por sí mismo, el oído por sí mismo? No, al contrario: en el percibir realmente imparcial, es decir, absorto del todo en sí mismo, el ojo y el oído y la nariz no aparecen en absoluto para nosotros. ¡Pero atendamos con todo rigor a esta circunstancia que en apariencia es demasiado cotidiana! El color no lo vemos en el ojo, y el sonido escuchado no lo oímos en el oído, sino… ¿dónde, pues? ¿Acaso en el cerebro? ¿O tal vez incluso en algún lugar ahí dentro en un alma que trasguea ahí en la corporalidad como un duendecillo que va corriendo de un órgano sensorial a otro? El color, el sonido, etc., no los percibimos en alguna parte «dentro», ni en la corporalidad ni en el alma, sino «fuera». ¿Pero qué significa esto? En cualquier caso, significa que vemos el color en la encuadernación del libro, que oímos el sonido, el ruido de la puerta que alguien cierra de golpe, olemos el olor que [167] despide la cocina de la mensa en el pasillo o en el aula. Libro, puerta, aula: eso en lo que o donde percibimos lo percibido (color, sonido, olor), todo esto se encuentra ahí ello mismo en un círculo de lo presente que nos rodea, del que podemos decir, por ejemplo, que se encuentra en el mismo espacio. Pero también este espacio, por ejemplo el conjunto de las habitaciones de este edificio, sólo se nos da como uno en la medida en que se nos ha abierto en un ámbito de lo perceptible. Esta unidad y mismidad del ámbito desde el cual, por así decirlo, lo perceptible nos salta encima, aun cuando lo perceptible esté en el espacio, no es ella misma ya nada espacial.

Así pues, ¿dónde y hacia dónde se junta todo esto percibido (el color en el libro, el sonido de la puerta)? Εις μίαν τινά ιδέαν, responde Platón  , hacia un cierto elemento único avistado y percibido; μία τις, dice con precaución: no está aún sin más determinado por completo, sino que ahora debe sólo indicarse. Aún no se ha establecido qué sea esto uno. Primeramente sólo debemos mirar y ponernos en claro, hacernos presente antes de toda teoría, que todo lo percibido que encontramos se junta, se extiende junto en cada caso hacia un único ámbito de lo perceptible que nos rodea. Tiene que tenderse propagándose, y concretamente recogiéndose en algo uno, que es algo así como una ιδέα.

Esto uno no surge por vez primera a partir de, mediante y con las percepciones particulares y sus objetos percibidos, el color y el sonido, sino que este ámbito único de la perceptibilidad es tal que εις o…, es «algo hacia donde…», es decir, que ya existe. En cierta manera, está esperando a aquello que se tiende junto adentro de él y que se junta dentro de él, el cual luego nos sale al paso de cuando en cuando, y en el fondo constantemente, en la percepción.

Así pues, sin nada de psicología ni fisiología experimental ni cosas semejantes, topamos con esta circunstancia: que hay ya un ámbito unitario de perceptibilidad que está a disposición de y se ofrece a lo percibido en cada caso y a su multiplicidad. Esta circunstancia no es menos significativa porque pueda y tenga que evidenciarse sin aparatos, experimentos ni una presentación científica, sino al contrario, por muy indispensable que todo eso pueda seguir siendo en su campo. A esto, a este ámbito único, que ya se nos ofrece en cada caso, de posible perceptibilidad de lo percibido en su estar ofrecido, Platón   dice que, si uno [168] quiere, se le puede llamar «alma». Entonces, ¿qué es el alma? Este ámbito único de perceptibilidad que nos rodea, o dicho más exactamente: esto avistado en su estar avistado. El «alma» es lo que ofrece este ámbito único de perceptibilidad, junto con este ámbito mismo. Este ámbito que se mantiene y que nos abarca forma parte de nosotros mismos, siendo en ello constantemente lo mismo, como Platón   dice con toda nitidez: αυτό τι ήμών αυτών, algo en ello mismo en nosotros mismos.

Se ha obtenido un concepto de alma que constituye el fundamento para las consideraciones siguientes. Este concepto no es nada artificioso, sino que ha surgido de la tremenda seguridad de la mirada de los griegos para circunstancias obvias, que son lo que justamente constituye el auténtico milagro y lo propiamente cuestionable. (p. 166-168)

Ted Sadler

First we should recall the earlier treated general word-meaning: Ιδέα is what is sighted, specifically in its being-sighted. Where Ιδέα, there sight and visibility (envisability, the formation of vision). ’Sight’ is ambiguous: that which sees, sight as the power of seeing; and self-showing, sight as view. Both are ’sight’, i.e. offering a view or presence. Seeing is the seeing of a view or look, having a view of… What binds the two together, as their ground, is the envisable [das Sichtsame].

However, this kind of seeing’ and ’sight’ must be understood in a transposed meaning rather than as sensory seeing with one’s eyes. It is this sight which in perception first makes out something like a look, something present in such and such a way. What is retained in this transposed meaning is seeing as the immediate perception of something in its ’look’, i.e. in its self-presentation, in that which it is; perception of what-being itself in its immediate presence. Where ιδέα, therefore perceivability in this sense.

And now back to the context of our questioning. We are concerned with what is perceived by the individual sense-organs. More precisely, the assumption was made that every organ is occupied, from its own place on the body, merely with its own perceptual object. This assumption led to the collapse of human essence. Human beings do exist; but how? How do things stand in regard to what is perceived by the individual sense-organs? Do the eyes and ears determine this for themselves? No, on the contrary: in genuinely unprejudiced, self-absorbed perception, the eyes and ears are not noticed by us at all. Let us pay close attention to this all too everyday state of affairs! We do not see colour in our eyes, and we do not hear sounds in our ears, but rather - where then? Perhaps in the brain? Or perhaps somewhere in a soul which haunts the body like a goblin and runs from one sense-organ to another? We perceive colour, sound etc. nowhere ’inside’, neither in the body nor in the soul, but ’outside’. But what does that mean? At any rate this: we see colour on the book cover, we hear the sound of the door that someone slams, we smell, [126] [GA34   173-174] in the corridor or in the lecture room, the aroma coming from the cafeteria. Book, door, lecture room, on or in which we perceive the object of perception (colour, sound, smell): these themselves all belong to the circle of present things that surrounds us, and of which we can say it is one and the same space. But this space too, e.g. the whole spatiality of this building, is given to us only as one, in so far as it discloses itself to us in one region of the perceivable. The unity and self-identity of the region from which the perceivable so to speak springs out, is itself, even if the perceivable is in space, no longer anything spatial.

Where, therefore, and to where, do these perceivable objects (colour on the book, sound of the door) converge? είς μίαν τινά ιδέαν, answers Plato  , in a certain singular sighted nature; μία τις, Plato   says cautiously, for it is not yet fully determined but at this stage is supposed only to announce itself. It is not yet settled what this singularity is. To begin with we are only to look, and make clear to ourselves that, prior to all theory, every perceived thing whatsoever encountered by us converges in one region of the perceivable surroundings; what is perceived must maintain itself over a broad field, yet concentrate itself into the singularity which is ιδέα.

This singularity does not first originate from, through, and with, individual perceptions and their perceptual objects, e.g. colour and sound, but this one region of perceivability is such, εις δ … - it is ’something, toward which …’, which is therefore already there. It waits, as it were, upon what converges in it, upon what at this time and at that time, indeed constantly, we encounter in perception.

Therefore, without any experimental psychology, physiology and the like, we discover the fact that a unitary region of perceivability stands ready and open beforehand for the perceptual object and its plurality. This fact is not of any lesser importance because it can and must be demonstrated without any scientific instruments and experiments, however indispensable these may remain in their field. This single pre-given region of possible perceivability, says Plato  , one could, if one wishes, call ’soul’.

So, what is the soul? It is just this singular environing region of perceivability, more precisely, it is this sighted nature in its being-sighted. The ’soul’ is what holds up this one region of perceivability, as one with this region itself. This self-maintaining region which surrounds us belongs to ourselves, and is thereby a constant sameness, as Plato   says quite emphatically: αύτό τι ήμών αυτών, something in itself that is in or by ourselves.

A concept of soul is obtained which lays the foundation for the [GA34   174-176] [127] reflections that follow. This concept is nothing artificial, but arises from the unprecedented sureness with which the Greeks see those self-evident states of affairs which make up the genuinely questionable. (p. 126-128)


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