Heidegger, fenomenologia, hermenêutica, existência

Dasein descerra sua estrutura fundamental, ser-em-o-mundo, como uma clareira do AÍ, EM QUE coisas e outros comparecem, COM QUE são compreendidos, DE QUE são constituidos.

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arrojado

quarta-feira 13 de dezembro de 2023

Geworfenheit  

Respecto de sus modos positivos, la solicitud [Fürsorge  ] tiene dos posibilidades extremas. Puede, por así decirlo, quitarle al otro el «cuidado» [Sorge] y en el ocuparse [Besorgen] tomar su lugar reemplazándolo. Esta solicitud asume por el otro aquello de que hay que ocuparse. El otro es ARROJADO [geworfen] de su sitio; retrocede, para hacerse luego cargo, como de cosa terminada y disponible, de lo que constituía el objeto de su ocupación, o bien para desentenderse por completo de ello. En este tipo de solicitud, el otro puede hacerse dependiente y dominado, aun cuando este dominio sea tácito y le quede oculto a él mismo. Esta solicitud sustitutiva y aliviadora del «cuidado», determina ampliamente el convivir, y afecta por lo general a la ocupación con lo a la mano. STJR   §26

Este carácter de ser del Dasein  , oculto en su de-dónde [Woher  ] y adónde [Wohin], pero claramente abierto en sí mismo, es decir, en el «que es» [Dass  ], es lo que llamamos la condición de ARROJADO [Geworfenheit] de este ente en su Ahí; de modo que, en cuanto estar-en-el-mundo, el Dasein es el Ahí [das Da  ]. El término «condición de ARROJADO» mienta la facticidad de la entrega a sí mismo. El factum de «que es y tiene que ser» [Dass es ist und zu sein   hat], abierto en la disposición afectiva del Dasein, no es aquel «que [es]» [Dass] que ontológico-categorialmente expresa el carácter de hecho, propio del estar-ahí [Vorhandenheit  ]. Este carácter sólo es accesible a la constatación que se origina en la mirada contemplativa. En cambio, el «que [es]» abierto en la disposición afectiva debe concebirse como determinación existencial del ente que es en la forma del estar-en-el-mundo. La facticidad no es el carácter de hecho del factum brutum de algo que está-ahí, sino un carácter de ser del Dasein, asumido en la existencia, aunque, por lo pronto, reprimido. El «que [es]» de la facticidad jamás puede ser hallado en una intuición. STJR §29

El ente que tiene el carácter de Dasein es su Ahí de un modo tal que, explícitamente o no, se encuentra a sí mismo en su condición de ARROJADO. En la disposición afectiva, el Dasein ya está siempre puesto ante sí mismo, ya siempre   se ha encontrado, no en la forma de una auto-percepción, sino en la de un encontrarse afectivamente dispuesto. Como ente que está entregado a su ser, el Dasein queda entregado también al factum de que ya siempre ha debido encontrarse – pero en un encontrarse que, más que en un directo buscar, se origina en un huir. El estado de ánimo no abre mirando hacia la condición de ARROJADO, sino en la forma de una conversión o una aversión. De ordinario, el estado de ánimo no se vuelve hacia el carácter de carga que el Dasein manifiesta en él, y menos aun cuando se encuentra liberado de esa carga en el estado de ánimo elevado. Esta aversión es siempre lo que es, en la forma de la disposición afectiva. STJR §29

Que un Dasein pueda, deba y tenga que enseñorearse fácticamente con el saber y el querer de su estado de ánimo, puede significar, en ciertas posibilidades de existir, una primacía de la voluntad y el conocimiento. Pero esto no debe inducir a negar, desde un punto de vista ontológico, que el estado de ánimo sea un originario modo de ser del Dasein, en el que éste queda abierto para sí mismo antes de todo conocer y querer, y más allá del alcance de su capacidad de abertura. Y, además, jamás seremos dueños de un estado de ánimo sin otro estado de ánimo, sino siempre desde un estado de ánimo contrario. Alcanzamos así el primer carácter ontológico esencial de la disposición afectiva: la disposición afectiva abre al Dasein en su condición de ARROJADO, y lo hace inmediata y regularmente en la forma de la aversión esquivadora. STJR §29

Junto a las dos determinaciones esenciales de la disposición afectiva que acabamos de explicitar – la apertura de la condición de ARROJADO y la apertura del estar-en-el-mundo en su totalidad – es necesario considerar una tercera, que contribuye en forma especial a una comprensión más honda de la mundaneidad del mundo. Como ya dijimos antes, el mundo ya previamente abierto deja comparecer al ente intramundano. Esta previa aperturidad del mundo, propia del estar-en, está con-constituida por la disposición afectiva. El dejar comparecer es primariamente circunspectivo, y no un puro sentir o un quedarse mirando fijamente. El dejar comparecer de la ocupación circunspectiva tiene el carácter de un ser concernido [Betroffenwerden  ], como lo podemos ver ahora más claramente a partir de la disposición afectiva. Desde un punto de vista ontológico, la inservibilidad, resistencia y amenaza de lo a la mano sólo nos pueden concernir porque el estar-en en cuanto tal se halla de tal manera determinado previamente en su estructura existencial que puede ser afectado en esta forma por lo que comparece dentro del mundo. Esta posibilidad de ser afectado se funda en la disposición afectiva y, en cuanto tal, ha abierto el mundo en su carácter, por ejemplo, de amenazante. Sólo lo que está en la disposición afectiva del temor o, correlativamente, de la intrepidez, puede descubrir el ente a la mano del mundo circundante como algo amenazante. El temple de la disposición afectiva es el constitutivo existencial de la apertura del Dasein al mundo. STJR §29

La disposición afectiva no sólo abre al Dasein en su condición de ARROJADO y en su estar-consignado al mundo ya abierto siempre con su ser, sino que ella misma es el modo existencial de ser en el que el Dasein se entrega constantemente al «mundo» y se deja afectar de tal modo por él, que en cierta forma se esquiva a sí mismo. La constitución existencial de este esquivamiento será aclarada con el fenómeno de la caída. STJR §29

El comprender es el ser de un poder-ser que jamás está pendiente como algo que todavía no está-ahí, sino que, siendo por esencia algo que jamás está-ahí, «es» junto con el ser del Dasein, en el sentido de la existencia. El Dasein es en el modo de haber siempre comprendido o no comprendido que es de esta o aquella manera. Siendo tal comprender, «sabe» lo que pasa consigo mismo, es decir, con su poder-ser. Este «saber» no proviene de una autopercepción inmanente, sino que pertenece al ser del Ahí, que es esencialmente comprender. Y sólo porque el Dasein, comprendiendo, es su Ahí, puede extraviarse y malentenderse. Y en la medida en que el comprender está afectivamente dispuesto y, en cuanto tal, existencialmente abandonado a su condición de ARROJADO, el Dasein ya se ha extraviado y malentendido siempre. Él está, pues, entregado en su poder-ser a la posibilidad de reencontrarse en sus posibilidades. STJR §31

¿,Por qué el comprender penetra siempre hasta las posibilidades, en todas las dimensiones esenciales de lo que en él puede ser abierto? Porque el comprender tiene en sí mismo la estructura existencial que nosotros llamamos el proyecto. Con igual originariedad, el comprender proyecta el ser del Dasein hacia el por-mor-de y hacia la significatividad en cuanto mundaneidad de su mundo. El carácter proyectivo del comprender constituye la aperturidad del Ahí del estar-en-el-mundo como el Ahí de un poder-ser. El proyecto es la estructura existencial de ser del ámbito en que se mueve el poder-ser fáctico. Y en cuanto ARROJADO, el Dasein lo está en el modo de ser del proyectar. El proyectar no tiene nada que ver con un comportamiento planificador por medio del cual el Dasein organizara su ser, sino que, en cuanto Dasein, el Dasein ya siempre se ha proyectado, y es proyectante mientras existe. El Dasein, mientras es, ya se ha comprendido y se sigue comprendiendo desde posibilidades. El carácter proyectivo del comprender implica, además, que el comprender no capta lo que él proyecta – las posibilidades – en forma temática. Ese modo de captación priva a lo proyectado precisamente de su carácter de posibilidad, reduciéndolo a la condición de un dato simplemente mentado, mientras que el proyecto, en el proyectar mismo, pro-yecta ante sí la posibilidad en cuanto posibilidad y la hace ser tal. El comprender, en cuanto proyectar, es el modo de ser del Dasein en el que éste es sus posibilidades como posibilidades. STJR §31

Disposición afectiva y comprender caracterizan como existenciales la aperturidad originaria del estar-en-el-mundo. En el modo del temple anímico, el Dasein «ve» posibilidades desde las cuales él es. En la apertura proyectante de estas posibilidades él ya está siempre anímicamente templado. El proyecto del poder-ser más propio está entregado al factum de la condición de ARROJADO en el Ahí. ¿No se torna más enigmático el ser del Dasein con la explicación de la estructura existencial del ser del Ahí en el sentido del proyecto ARROJADO? Efectivamente. Es necesario que dejemos salir primero a luz toda la enigmaticidad de este ser, aunque sólo sea para fracasar de un modo genuino en la «solución» y poder así plantear de nuevo la pregunta por el ser del estar-en-el-mundo ARROJADO y proyectante. STJR §31

La exteriorización del discurso es el lenguaje. Esa totalidad de palabras en la que el discurso cobra un peculiar ser «mundano», puede, de esta manera, en cuanto ente intramundano, ser encontrada como algo a la mano. El lenguaje puede desarticularse en palabras-cosas que están-ahí. El discurso es existencialmente lenguaje porque el ente cuya aperturidad él articula en significaciones tiene el modo de ser del estar-en-el-mundo en condición de ARROJADO y de consignado al «mundo» [NH: Para el lenguaje, la condición de ARROJADO es esencial.]. STJR §34

Al remontar hacia las estructuras existenciales de la aperturidad del estar-en-el-mundo, la interpretación, en cierto modo, ha perdido de vista la cotidianidad del Dasein. El análisis debe recuperar ahora este horizonte fenoménico que fuera antes temáticamente planteado. Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿cuáles son los caracteres existenciales de la aperturidad del estar-en-el-mundo cuando este estar-en-el-mundo se mueve en la cotidianidad en el modo de ser del uno? ¿Tiene el uno una disposición afectiva particular, una forma peculiar de comprender, discurrir e interpretar? La respuesta a estas preguntas se vuelve más apremiante si recordamos que el Dasein inmediata y regularmente se absorbe en el uno y es dominado por él. En cuanto ARROJADO en el estar-en-el-mundo, ¿no está el Dasein ARROJADO ante todo precisamente en lo público del uno? ¿Y qué significa este carácter público sino la específica aperturidad del uno? STJR §34

Si el comprender debe ser concebido primariamente como el poder-ser del Dasein, entonces será necesario partir de un análisis del comprender e interpretar que son propios del uno, si se quiere establecer cuáles son las posibilidades de su ser que el Dasein abre y hace suyas en cuanto uno. Ahora bien, estas posibilidades muestran, por su parte, una esencial tendencia de ser de la cotidianidad. Y ésta, una vez explicitada ontológicamente en forma suficiente, deberá revelar, por último, un modo de ser originario del Dasein, de tal manera que a partir de él se haga ostensible en su concreción existencial el fenómeno de la condición de ARROJADO al que ya nos hemos referido. STJR §34

Es necesario, sin embargo, advertir que la ambigüedad no tiene en modo alguno su origen en una deliberada intención de disimulo y tergiversación, ni es provocada tampoco por el Dasein singular. Subyace en el convivir en cuanto ARROJADO en un mundo. Pero ella está oculta públicamente, y uno se defenderá siempre de que esta interpretación del modo de ser del estado interpretativo del uno sea acertada. Sería un malentendido pretender confirmar la explicación de estos fenómenos mediante el asentimiento del uno. STJR §37

§38. La caída y la condición de ARROJADO STJR §38

La caída no determina tan sólo existencialmente al estar-en-el-mundo. El torbellino [Wirbel  ] pone de manifiesto también el carácter de lanzamiento y de movilidad de la condición de ARROJADO, condición que en la disposición afectiva del Dasein puede imponérsele a éste mismo. La condición de ARROJADO no sólo no es un «hecho consumado», sino que tampoco es un factum plenamente acabado. Es propio de la facticidad de este factum que el Dasein, mientras es lo que es, se halla en estado de lanzamiento y es absorbido en el torbellino [Wirbel] de la impropiedad del uno. La condición de ARROJADO, en la que la facticidad se deja ver fenoménicamente, pertenece a ese Dasein al que en su ser le va este mismo ser. El Dasein existe fácticamente. STJR §38

El Dasein existe fácticamente. Se pregunta, entonces, por la unidad ontológica de la existencialidad y la facticidad, o por la esencial pertenencia de ésta a aquélla. El Dasein tiene, en virtud de la disposición afectiva que esencialmente le pertenece, un modo de ser en el que es llevado ante sí mismo y abierto para sí en su condición de ARROJADO. Pero la condición de ARROJADO es el modo de ser de un ente que siempre es, él mismo, sus posibilidades, de tal suerte que se comprende en y desde ellas (se proyecta en ellas). El estar-en-el-mundo, al que le pertenece con igual originariedad el estar en medio de lo a la mano y el coestar con otros, es siempre por mor de sí mismo. Pero el sí-mismo es inmediata y regularmente el sí-mismo impropio, el uno-mismo. El estar-en-el-mundo ya está siempre caído. La cotidianidad media del Dasein puede ser definida, por consiguiente, como el estar-en-el-mundo cadentemente abierto, ARROJADO-proyectante, al que en su estar en medio del «mundo» y coestar con otros le va su poder-ser más propio. STJR §39

El ente es independientemente de la experiencia, conocimiento y aprehensión por medio de los cuales queda abierto, descubierto y determinado. En cambio, el ser sólo «es» en la comprensión [NH: Pero esta comprensión [debe entenderse] como escuchar. Lo que, sin embargo, no significa jamás que el «Ser» sea sólo «subjetivo», sino que ser [debe ser entendido] (qua ser de lo ente) qua diferencia «en» el Dasein en cuanto ARROJADO de (el arrojamiento).] de aquel ente a cuyo ser le pertenece eso que llamamos comprensión del ser. El ser puede, por consiguiente, no estar conceptualizado, pero nunca queda completamente incomprendido. Desde la antigüedad, la problemática ontológica reunió – e incluso a veces identificó – el ser y la verdad. En este hecho se documenta, aunque quizás oculta en sus fundamentos originarios, la necesaria conexión entre ser y comprensión [NH: por consiguiente: entre ser y Dasein.]. Para que la pregunta por el ser quede suficientemente preparada, se requiere, pues, la aclaración ontológica del fenómeno de la verdad. Esta aclaración se realizará, en primer lugar, en base a lo que la interpretación precedente ha ganado en los fenómenos de la aperturidad y del estar al descubierto, de la interpretación y del enunciado. STJR §39

Aquello por lo que la angustia se angustia se revela como aquello ante lo que ella se angustia: el estar-en-el-mundo. La identidad del ante-qué y del por-qué de la angustia se extiende incluso al angustiarse mismo, porque éste, en cuanto disposición afectiva, es un modo fundamental del estar-en-el-mundo. La identidad existencial del abrir y lo abierto, de tal manera que en este último queda abierto el mundo como mundo y el estar-en en tanto que poder-ser aislado, puro y ARROJADO, deja en claro que con el fenómeno de la angustia se ha hecho tema de interpretación una disposición afectiva eminente. Así la angustia aísla y abre al Dasein como un solus ipse. Pero este «solipsismo» existencial, lejos de instalar a una cosa-sujeto aislada en el inocuo vacío de un estar-ahí carente de mundo, lleva precisamente al Dasein, en un sentido extremo, ante su mundo como mundo, y, consiguientemente, ante sí mismo como estar-en-el-mundo. STJR §40

Ahora resulta fenoménicamente visible ante qué huye la caída en tanto que huida. No huye ante un ente intramundano, sino precisamente hacia él, en cuanto ente en el que la ocupación, perdida en el uno, puede estar en tranquila familiaridad. La huida cadente hacia el estar-en-casa de la publicidad es una huida ante el no-estar-en-casa, es decir, ante la desazón que se encuentra en el Dasein en cuanto estar-en-el-mundo ARROJADO y entregado a sí mismo en su ser. Esta desazón persigue constantemente al Dasein y amenaza, aunque no en forma explícita, su cotidiano estar perdido en el uno. Esta amenaza puede muy bien ir fácticamente unida a una plena seguridad y a una carencia de necesidades de la ocupación cotidiana. La angustia puede surgir en las situaciones más anodinas. No necesita siquiera de la oscuridad, de esa oscuridad en la que uno, de ordinario, más fácilmente se desazona. En una forma especial, en la oscuridad no hay «nada» que ver, si bien el mundo sigue, justamente, estando «presente», e incluso con mayor insistencia. STJR §40

Ciertamente es esencial a toda disposición afectiva abrir siempre el estar-en-el-mundo en su totalidad, según todos sus momentos constitutivos (mundo, estar-en, sí-mismo). Pero sólo en la angustia se da la posibilidad de una apertura privilegiada, porque ella aísla. Este aislamiento recobra al Dasein sacándolo de su caída, y le revela la propiedad e impropiedad como posibilidades de su ser. Estas posibilidades fundamentales del Dasein, Dasein que es cada vez el mío [NH: No egoísticamente, sino ARROJADO para ser asumido.], se muestran en la angustia tales como son en sí mismas, no desfiguradas por el ente intramundano al que el Dasein inmediata y regularmente se aferra. STJR §40

Si queremos captar ontológicamente la totalidad del todo estructural, deberemos preguntar en primer lugar: el fenómeno de la angustia y lo abierto en ella ¿es capaz de dar, en forma fenoménicamente cooriginaria, el todo del Dasein de modo tal que la mirada que busca la totalidad pueda encontrar su cumplimiento en lo así dado? El conjunto de lo que allí se encuentra puede ser resumido en la siguiente enumeración formal  : el angustiarse, en cuanto disposición afectiva, es una manera de estar-en-el-mundo; el ante-qué de la angustia es el estar-en-el-mundo en condición de ARROJADO; aquello por lo que la angustia se angustia es el poder-estar-en-el-mundo. Por consiguiente, el fenómeno de la angustia tomado en su totalidad muestra al Dasein como un estar-en-el-mundo fácticamente existente. Los caracteres ontológicos fundamentales de este ente son la existencialidad, la facticidad y el estar-caído [Verfallensein  ]. Estas determinaciones existenciales no son partes de un compositum   al que pudiera alguna vez faltarle una de ellas, sino que conforman una trama originaria que constituye la totalidad del todo estructural que se busca. En la unidad de dichas determinaciones del ser del Dasein, este ser puede ser aprehendido en cuanto tal. ¿Cómo deberá caracterizarse esta unidad? STJR §41

Ahora bien, esta estructura concierne al todo de la constitución del Dasein. El anticiparse-a-sí no es una tendencia aislada en un «sujeto» sin mundo, sino que caracteriza al estar-en-el-mundo. Pero éste, junto con estar entregado a sí mismo, ya está siempre ARROJADO en un mundo. La entrega del Dasein a sí mismo se muestra originaria y concretamente en la angustia. El anticiparse-a-sí, más plenamente comprendido, significa anticiparse-a-sí-estando-ya-en-un-mundo. Tan pronto como esta estructura esencialmente unitaria ha sido fenoménicamente vista se aclara también lo expuesto más arriba al hacer el análisis de la mundaneidad. El resultado de ese análisis fue que el todo remisional de la significatividad constitutiva de la mundaneidad se «afinca» en un por-mor-de. La trabazón del todo remisional, de los múltiples respectos del «para-algo», con aquello que al Dasein le va, no es la soldadura de un «mundo» de objetos que esté-ahí, con un sujeto. Es, más bien, la expresión fenoménica de la constitución originariamente total del Dasein, cuya totalidad ha quedado ahora explícitamente puesta de relieve como un anticiparse-a-sí-estando-ya-en… Dicho de otra manera: el existir es siempre existir fáctico. La existencialidad está determinada esencialmente por la facticidad. STJR §41

Y a su vez, el fáctico existir del Dasein no sólo es, en general, y de un modo indiferente, un poder-estar-en-el-mundo en condición de ARROJADO, sino que ya está siempre absorto en el mundo de la ocupación. En este cadente estar en medio de se acusa, explícita o implícitamente, comprendido o no comprendido, el huir ante la desazón que habitualmente queda oculta junto con la angustia latente, porque el carácter público del uno reprime todo lo que no es familiar. En el anticiparse-a-sí-estando-ya-en-un-mundo se incluye de modo esencial el cadente estar en medio de lo intramundanamente a la mano de la ocupación. STJR §41

No obstante, el aquietado «querer» regido por el uno no equivale a una extinción del estar vuelto hacia el poder-ser, sino que es sólo una modificación del mismo. El estar vuelto hacia las posibilidades se revela entonces, ordinariamente, como un mero desear. En el deseo, el Dasein proyecta su ser hacia posibilidades que no sólo quedan sin asumir en la ocupación, sino que ni siquiera se piensa ni espera que se cumplan. Por el contrario: el predominio del anticiparse-a-sí en la modalidad del mero deseo lleva consigo una falta de comprensión para las posibilidades fácticas. El estar-en-el-mundo cuyo mundo ha sido primariamente proyectado como un mundo de deseos, se ha perdido irremediablemente en lo disponible, pero de tal manera que, siendo este último lo único a la mano a la luz de lo deseado, sin embargo jamás logra satisfacer. El deseo es una modificación existencial del proyectarse comprensor, que, sumido en la condición de ARROJADO, se limita a añorar las posibilidades. Esta añoranza cierra las posibilidades; lo presente en el añorar desiderativo se convierte en el «mundo real». El deseo pre-supone ontológicamente el cuidado. STJR §41

En el impulso puro, el cuidado no ha quedado todavía liberado, si bien es él quien hace ontológicamente posible que el Dasein esté propulsado desde sí mismo. En la inclinación, en cambio, el cuidado está siempre atado. Inclinación e impulso son posibilidades enraizadas en la condición de ARROJADO del Dasein. El impulso «a vivir» no puede ser aniquilado, la inclinación a ser «vivido» por el mundo no puede ser extirpada. Pero ambos, en cuanto y sólo en cuanto se fundan ontológicamente en el cuidado, pueden ser modificados óntico-existentivamente por éste en tanto que propio. STJR §41

La perfectio del hombre – el llegar a ser eso que él puede ser en su ser libre para sus más propias posibilidades (en el proyecto) – es «obra» del «cuidado». Pero, el «cuidado» determina también con igual originariedad la índole radical de este ente, según la cual está entregado al mundo de que se ocupa (condición de ARROJADO). El «doble sentido» de la «cura» mienta una sola constitución fundamental en su doble estructura esencial de proyecto ARROJADO. STJR §42

2. A la constitución de ser del Dasein le pertenece, como constitutivum de su aperturidad, la condición de ARROJADO. En esta última se revela que el Dasein, en cuanto mío y en cuanto éste [concretísimo], ya está cada vez en un determinado mundo y en medio de un determinado círculo de determinados entes intramundanos. La aperturidad es esencialmente fáctica. STJR §44

La condición ontológico-existencial para la determinación del estar-en-el-mundo por la verdad y la no-verdad se encuentra en esa constitución de ser del Dasein [NH: del Dasein y, por consiguiente, de la insistencia [Inständigkeit  ]] que hemos caracterizado como el proyecto ARROJADO. Ella es un momento constitutivo de la estructura del cuidado. STJR §44

Debemos presuponer la verdad, ella debe ser, en cuanto aperturidad del Dasein, así como éste mismo debe ser cada vez mío y éste. Todo ello pertenece a la esencial condición de ARROJADO del Dasein en el mundo. ¿Ha decidido alguna vez el Dasein libremente y por sí mismo, y podrá decidir jamás, si quiere o no venir a la «existencia»? «En sí» es imposible comprender por qué los entes deban ser descubiertos, por qué hayan de ser la verdad y el Dasein. La refutación usual del escepticismo, es decir, de la negación del ser o de la conocibilidad de la «verdad», se queda a medio camino. Lo que ella muestra en una argumentación formal es solamente que cuando se juzga, se presupone la verdad. Es la apelación al hecho de que la «verdad» es inherente al enunciado, y de que el mostrar es, por su sentido mismo, un descubrir. Pero queda sin aclarar por qué tiene que ser así, cuál es la razón ontológica de esta necesaria conexión de ser entre el enunciado y la verdad. Asimismo queda totalmente oscuro el modo de ser de la verdad y el sentido del presuponer y de su fundamento ontológico en el Dasein mismo. Y se desconoce, además, que, aun cuando nadie juzgara, se presupondría la verdad ya por el solo hecho de que el Dasein es. STJR §44

Pero esta posibilidad más propia, irrespectiva e insuperable no se la procura el Dasein ulterior y ocasionalmente en el curso de su ser. Sino que si el Dasein existe, ya está ARROJADO también en esta posibilidad. Que esté entregado a su muerte y que, por consiguiente, la muerte forme parte del estar-en-el-mundo, es algo de lo que el Dasein no tiene inmediata y regularmente un saber expreso, ni menos aun teorético. La condición de ARROJADO en la muerte se le hace patente en la forma más originaria y penetrante en la disposición afectiva de la angustia. La angustia ante la muerte es angustia «ante» el más propio, irrespectivo e insuperable poder-ser. El «ante qué» de esta angustia es el estar-en-el-mundo mismo. El «por qué» de esta angustia es el poder-ser radical del Dasein. La angustia ante la muerte no debe confundirse con el miedo a dejar de vivir. Ella no es un estado de ánimo cualquiera, ni una accidental «flaqueza» del individuo, sino, como disposición afectiva fundamental del Dasein, la apertura al hecho de que el Dasein existe como un ARROJADO estar vuelto hacia su fin. Con esto se aclara el concepto existencial del morir como un ARROJADO estar vuelto hacia el más propio, irrespectivo e insuperable poder-ser. La diferencia frente a un puro desaparecer, como también frente a un puro fenecer [verenden  ] y, finalmente, frente a una «vivencia» del dejar de vivir, se hace más tajante. STJR §50

El estar vuelto hacia el fin no se produce en y como una actitud que surja de vez en cuando, sino que pertenece esencialmente a la condición de ARROJADO del Dasein, la que se patentiza de tal o cual manera en la disposición afectiva (estado de ánimo). El «saber» o «no saber» acerca del más propio estar vuelto hacia el fin, que de hecho siempre impera en el Dasein, es sólo la expresión de la posibilidad existentiva de mantenerse de distintas maneras en este estar. El hecho de que muchos inmediata y regularmente no quieran saber nada de la muerte no debe presentarse como prueba de que el estar vuelto hacia la muerte no pertenece «universalmente» al Dasein, sino que sólo prueba que el Dasein inmediata y regularmente se oculta su más propio estar vuelto hacia la muerte, huyendo de ella. El Dasein muere fácticamente mientras existe, pero inmediata y regularmente en la forma de la caída. En efecto, el existir fáctico no es sólo de un modo general e indiferente un poder-estar-en-el-mundo que tenga el carácter de ARROJADO, sino que también ya está siempre absorto en el «mundo» de la ocupación. En este cadente estar en medio de… se acusa la huida fuera de lo desazonante, es decir, ahora, la huida frente al más propio estar vuelto hacia la muerte. Existencia, facticidad, caída caracterizan el estar vuelto hacia el fin y son, por consiguiente, constitutivos del concepto existencial de la muerte. El morir se funda, en cuanto a su posibilidad ontológica, en el cuidado [NH: Pero el cuidado se despliega desde la verdad del Ser [des Seyns]]. STJR §50

La explicación del modo cotidiano de estar vuelto hacia la muerte se atuvo a la habladuría del uno: uno también se muere alguna vez, pero por el momento todavía no. Hasta ahora se ha interpretado únicamente el «uno se muere», en cuanto tal. En el «también alguna vez, pero por el momento todavía no», la cotidianidad admite algo así como una certeza de la muerte. Nadie duda de que uno se muere. Sólo que este «no dudar» no alberga necesariamente en sí aquel estar-cierto que corresponde al modo como la muerte – tomada en el sentido de la posibilidad eminente ya antes caracterizada – viene a estar dentro del Dasein. La cotidianidad se queda en este ambiguo reconocimiento de la «certeza» de la muerte – para mitigar dicha certeza, encubriendo aun más el morir, y para hacerse más llevadero el estar ARROJADO en la muerte. STJR §52

Sin embargo, cabría hacer la pregunta si hemos desarrollado ya suficientemente este problema. El estar vuelto hacia la muerte se funda en el cuidado. En cuanto ARROJADO estar-en-el-mundo, el Dasein ya está siempre entregado a su muerte. Estando vuelto hacia su muerte, muere fácticamente, y lo hace en todo momento mientras no haya llegado a dejar de vivir. Que el Dasein muera fácticamente quiere decir, al mismo tiempo, que él ya se ha decidido siempre de ésta o de aquella manera respecto de su estar vuelto hacia la muerte. El esquivamiento cotidiano y cadente de ella es un impropio estar vuelto hacia la muerte. La impropiedad tiene por fundamento una posible propiedad. La impropiedad caracteriza un modo de ser en el que el Dasein se puede emplazar, y en el que generalmente se ha emplazado, sin que deba empero emplazarse necesaria y constantemente en él. Porque el Dasein existe, se determina cada vez – por ser como es – desde una posibilidad que él mismo es y comprende. STJR §52

La posibilidad más propia, irrespectiva, insuperable y cierta es indeterminada en su certeza. ¿Cómo abre el adelantarse este carácter de la eminente posibilidad del Dasein? ¿Cómo se proyecta el adelantarse comprensor hacia un poder-ser cierto que, siendo constantemente posible, lo es de tal manera que el «cuándo» en el que se hace posible la absoluta imposibilidad de la existencia queda constantemente indeterminado? En el adelantarse hacia la muerte indeterminadamente cierta, el Dasein se abre a una constante amenaza que brota desde su mismo «Ahí». El estar vuelto hacia el fin tiene que mantenerse en esta amenaza, y hasta tal punto no puede atenuarla que este hecho debe, más bien, configurar la indeterminación de la certeza. ¿Cómo es existencialmente posible la auténtica apertura de esta amenaza constante? Todo comprender está afectivamente dispuesto. El temple afectivo pone al Dasein ante su condición de ARROJADO, es decir, ante el «factum-de-que-existe» [«dass-es-da-ist»]. Ahora bien, la disposición afectiva capaz de mantener abierta la constante y radical amenaza de sí mismo que va brotando del ser más propio y singular del Dasein es la angustia. Estando en ella, el Dasein se encuentra ante la nada de la posible imposibilidad de su existencia. La angustia se angustia por el poder-ser del ente así determinado, abriendo de esta manera la posibilidad extrema. Como el adelantarse aísla radicalmente al Dasein, haciéndolo estar cierto, en este aislamiento, de la integridad de su poder-ser, a este comprenderse del Dasein desde su fundamento le pertenece la disposición afectiva fundamental de la angustia [NH: pero no sólo angustia, y de ninguna manera angustia como mera emoción]. El estar vuelto hacia la muerte es esencialmente angustia. De ello da testimonio infalible, aunque «sólo» indirecto, el estar vuelto hacia la muerte ya caracterizado, cuando, trocando la angustia en miedo cobarde, anuncia, con la superación de éste, la cobardía ante la angustia. STJR §53

En virtud de la aperturidad, el ente que llamamos Dasein tiene la posibilidad de ser su Ahí. Con su mundo, él está presente para sí mismo y lo está inmediata y regularmente en la forma de haber abierto su poder-ser a partir del «mundo» del que se ocupa. El poder-ser que es el existir del Dasein, ya se ha entregado siempre a determinadas posibilidades. Y esto porque el Dasein es un ente ARROJADO, y su condición de ARROJADO se abre, con mayor o menor claridad y profundidad, por medio del temple anímico. A la disposición afectiva (estado de ánimo) le pertenece cooriginariamente el comprender. Por medio del comprender el Dasein «sabe» lo [NH: Cree saberlo] que pasa con él mismo, y lo sabe en la medida en que se ha proyectado hacia posibilidades de sí mismo, o bien – sumiéndose en el uno – se las ha dejado presentar por el estado interpretativo público. Ahora bien, lo que hace existencialmente posible esta presentación es que el Dasein, en cuanto coestar comprensor, puede escuchar [NH: ¿De dónde viene este oír y poder-oír? El oír sensible por el oído, como una manera arrojada de recibir [Hin-nehmen  ].] a los otros. Perdido en lo público del uno y en su habladuría, el Dasein, al escuchar al uno-mismo, desoye su propio sí-mismo. Si el Dasein ha de poder ser rescatado de esta pérdida del desoírse a sí mismo, y si lo ha de poder por sí mismo, entonces primero deberá poder encontrarse: encontrar al sí mismo que ha sido desoído precisamente en la escucha del uno. Esta escucha del uno ha de ser quebrantada, esto es, ha de recibir del Dasein mismo la posibilidad de un escuchar que la interrumpa. Para que este quebrantamiento sea posible se requiere una interpelación de carácter inmediato. Esta llamada quebrantará la escucha del uno en la que el Dasein se desoye a sí mismo si logra despertar, en virtud de su propio llamar, una escucha de características enteramente contrarias a las del escuchar perdido en el uno. Si éste se aturde en el «bullicio» y la equivocidad de la siempre «nueva» habladuría cotidiana, la llamada ha de llamar silenciosa e inequívocamente, sin dar lugar a la curiosidad. Aquello que da a entender llamando de esta manera es la conciencia. STJR §55

¿Nos muestra el análisis que se ha realizado de la constitución de ser del Dasein alguna vía para hacer ontológicamente comprensible el modo de ser del vocante y, consecuentemente, también, el modo de ser del llamar? Que la llamada no sea realizada explícitamente por mí, sino que, más bien, «algo» llama, no autoriza todavía a buscar al vocante entre entes de carácter diferente al del Dasein. Sin duda el Dasein existe siempre de una manera fáctica. No es un proyectarse desarraigado, sino que, al estar determinado por la condición de ARROJADO en cuanto facticidad del ente que él es, el Dasein ha sido ya siempre y permanece constantemente entregado a la existencia. Pero la facticidad del Dasein se distingue esencialmente del carácter de hecho de lo que está-ahí. El Dasein existente no comparece para sí mismo a la manera de un ente que está-ahí dentro del mundo. Pero la condición de ARROJADO no adhiere tampoco al Dasein como un carácter inaccesible y sin importancia para su existencia. Como ARROJADO, el Dasein está ARROJADO en la existencia. Él existe como un ente que ha de ser tal como es y como puede ser. STJR §57

Que el Dasein fácticamente es, puede estar oculto en lo que concierne al por qué; sin embargo, el «que» mismo está abierto para el Dasein. La condición de ARROJADO de este ente pertenece a la aperturidad del «Ahí» y se revela constantemente en la disposición afectiva en la que cada vez el Dasein se encuentra. Ésta lleva al Dasein, con mayor o menor grado de explicitud y de propiedad, ante el factum «de que es y que como el ente que él es ha de ser en cuanto poder-ser». Pero regularmente el estado de ánimo cierra la condición de ARROJADO. El Dasein huye ante ésta buscando alivio en la presunta libertad del uno-mismo. Esta huida ya ha sido definida como un huir ante la desazón que caracteriza desde lo más hondo el estar-en-el-mundo en su aislamiento. Esta desazón se revela de un modo propio en la disposición afectiva fundamental de la angustia, y, por ser la más elemental aperturidad del Dasein ARROJADO, lleva su estar-en-el-mundo ante la nada del mundo, frente a la cual el Dasein se angustia en la angustia por el poder-ser más propio. ¿Y si el vocante en la llamada de la conciencia fuese el Dasein que se encuentra en lo profundo de su desazón? STJR §57

Nada «mundano» puede determinar quién es el vocante. Ese que llama es el Dasein en su desazón, es el originario y ARROJADO estar-en-el-mundo experimentado como un estar fuera de casa [als Un-zuhause  ], el nudo «factum que…» en la nada del mundo. El vocante no es familiar al cotidiano uno-mismo, – es algo así como una voz desconocida. ¿Qué podría haber más extraño al uno, perdido como está en el variado «mundo» de los quehaceres, que el sí-mismo aislado en la desazón y ARROJADO en la nada? «Algo» llama y, sin embargo, no ofrece para el oído atareado y curioso nada que pueda ser comunicado a otros, y discutido públicamente. ¿Y qué podría relatar el Dasein en medio de la desazón en que se encuentra su ser al estar ARROJADO? ¿Qué otra cosa le queda sino el poder-ser-sí-mismo, revelado en la angustia? ¿De qué otro modo podría haber una llamada sino intimando a este poder-ser, que es lo único que para el Dasein está en cuestión? STJR §57

La afirmación: el Dasein es, a la vez, el vocante y el interpelado, ha perdido ahora su vaciedad formal y su aparente evidencia. La conciencia se revela como llamada del cuidado: el vocante es el Dasein que, en su condición de ARROJADO (estar-ya-en…), se angustia por su poder-ser. El interpelado es este mismo Dasein, en cuanto llamado a su más propio poder-ser (anticiparse-a-sí.). Y el Dasein es llamado por la llamada para que salga de la caída en el uno (ya-estar-en-medio-del-mundo del que nos ocupamos). La llamada de la conciencia, es decir, ésta misma, tiene su posibilidad ontológica en el hecho de que el Dasein, en el fondo de su ser, es cuidado. STJR §57

Ya hemos respondido a esta pregunta con la siguiente tesis: la llamada no «dice» nada que hubiera que discutir, no da noticia de algún suceso. La llamada remite al Dasein hacia adelante en dirección a su poder-ser, y lo remite en cuanto ella llama desde la desazón. Es cierto que el vocante queda indeterminado – pero el de-dónde [Woher] de su llamar no es indiferente al llamar mismo – . Este de-dónde [Woher] – la desazón del aislamiento ARROJADO – va implicado en el llamar, es decir, queda también abierto en él. El de-dónde [Woher] del llamar hacia adelante en dirección a… coincide con el hacia-dónde de la llamada hacia atrás. La llamada no da a entender un poder-ser universal o ideal  ; la llamada abre el poder-ser como el poder-ser, en cada caso aislado, de cada Dasein. El carácter aperiente de la llamada no quedará plenamente determinado sino cuando ella sea comprendida como una prevocante llamada hacia atrás. Solamente cuando se la comprenda de esta manera será posible preguntarse qué es lo que ella da a entender. STJR §58

El ser del Dasein es el cuidado. El cuidado comprende facticidad (condición de ARROJADO), existencia (proyecto) y caída. Siendo, el Dasein es una existencia arrojada, no se ha puesto a sí mismo en su Ahí. Siendo, está determinado como un poder-ser que se pertenece a sí mismo y que, sin embargo, no se ha dado él mismo en propiedad a sí mismo. Existiendo, jamás logra ir más atrás de su condición de ARROJADO, de tal suerte que pudiese alguna vez producir formalmente desde su ser-sí-mismo y llevar hasta el Ahí esa condición de «que él es y tiene que ser». Pero, la condición de ARROJADO no yace detrás de él como un acontecimiento que, habiéndole efectivamente ocurrido, en seguida se hubiese desprendido de él, sino que, como cuidado, el Dasein es constantemente – mientras está siendo – su «que es». Estando entregado a ser este determinado ente – única forma como él puede existir como el ente que él es – el Dasein es – existiendo – el fundamento de su poder-ser. Aun cuando él no haya puesto por sí mismo el fundamento, reposa sin embargo en su pesantez, que el estado de ánimo le revela como carga. STJR §58

¿Y cómo es el Dasein este fundamento ARROJADO? Únicamente proyectándose en posibilidades en las que está ARROJADO. El sí-mismo que, como tal, tiene que poner el fundamento de sí mismo, jamás puede adueñarse de éste, y sin embargo, tiene que asumir, existiendo, el ser-fundamento. Tener que ser el propio fundamento ARROJADO es el poder-ser que está en juego en el cuidado. STJR §58

Siendo fundamento, es decir, existiendo como ARROJADO, el Dasein queda constantemente a la zaga de sus posibilidades. Nunca existe antes de su fundamento, sino siempre sólo desde y como él. Ser-fundamento significa, por consiguiente, no ser jamás radicalmente dueño del ser más propio. Este no pertenece al sentido existencial de la condición de ARROJADO. Siendo fundamento, es, él mismo, una nihilidad de sí mismo. Nihilidad no significa, en manera alguna, no-estar-ahí, no subsistir, sino que mienta un no que es constitutivo de este ser del Dasein, de su condición de ARROJADO. El carácter negativo de este «no» se determina existencialmente así: siendo sí-mismo, el Dasein es el ente ARROJADO en cuanto sí-mismo. Dejado en libertad no por sí mismo, sino en sí mismo, desde el fundamento, para ser este fundamento. El Dasein no es, él mismo, el fundamento de su ser en cuanto que éste brotara de un proyectarse del propio Dasein, pero, siendo sí-mismo, el Dasein es, sin embargo, el ser de este fundamento. Éste es siempre tan sólo fundamento de un ente cuyo ser tiene que asumir el ser-fundamento. STJR §58

El Dasein es su fundamento existiendo, es decir, de tal manera que él se comprende desde posibilidades y, comprendiéndose de esta manera, él es el ente ARROJADO. Ahora bien, esto implica que, pudiendo ser, el Dasein está cada vez en una u otra posibilidad, que constantemente no es alguna otra y que ha renunciado a ella en el proyectarse existentivo. El proyecto no sólo está determinado por la nihilidad del ser-fundamento en tanto que aquél siempre está ARROJADO, sino que, incluso como proyecto, es esencialmente negativo [nichtig]. Esta determinación, por su parte, no mienta, en modo alguno, la propiedad óntica del «fracaso» o del «no valer», sino que indica un constitutivo existencial de la estructura de ser del proyectar. La nihilidad a que nos referimos pertenece a la libertad del Dasein para sus posibilidades existentivas. Pero la libertad sólo es en la elección de una de esas posibilidades, y esto quiere decir, asumiendo el no haber elegido y no poder elegir también las otras. STJR §58

Tanto en la estructura de la condición de ARROJADO como en la del proyecto, se da esencialmente una nihilidad. Y ella es el fundamento de posibilidad de la nihilidad del Dasein impropio en la caída, en la cual el Dasein está siempre fácticamente. El cuidado mismo está, en su esencia, enteramente impregnado de nihilidad. El cuidado – el ser del Dasein – consiste, por consiguiente, en cuanto proyecto ARROJADO, en ser-fundamento (negativo) de una nihilidad. Y esto significa que el Dasein como tal es culpable, supuesto que la determinación existencial formal de la culpa como ser-fundamento de una nihilidad sea correcta. STJR §58

¿Pero hay alguna experiencia que atestigüe este originario ser-culpable del Dasein? No se olvide, sin embargo, la contrapregunta: ¿«hay» culpa tan sólo cuando se despierta la conciencia de culpa? ¿No se manifiesta precisamente el ser-culpable originario en el hecho de que la culpa «dormite»? Que inmediata y regularmente este ser-culpable quede sin abrir, que el ser cadente del Dasein lo mantenga en clausura, no hace más que revelar la ya mencionada nihilidad. El ser-culpable es más originario que todo saber de él. Y sólo porque el Dasein es culpable en el fondo de su ser y se cierra a sí mismo en cuanto ARROJADO y cadente, es posible la conciencia, si es verdad que lo que la llamada da a entender en el fondo es este ser-culpable. STJR §58

La llamada es llamada del cuidado. El ser-culpable constituye el ser que llamamos cuidado. En la desazón el Dasein está en originaria solidaridad consigo mismo. La desazón pone a este ente frente a su cruda nihilidad, constitutiva de su más propio poder-ser. En la medida en que el Dasein, en cuanto cuidado, se juega su ser, desde la desazón él se llama a sí mismo, en tanto que uno fáctico-cadente, a despertar a su poder-ser. La llamada es una pre-vocante llamada hacia atrás; pre: a la posibilidad de hacerse cargo por sí mismo, existiendo, del ente ARROJADO que él es; hacia atrás: hacia la condición de ARROJADO, para comprenderla como el fundamento negativo que él tiene que asumir en la existencia. La pre-vocante llamada hacia atrás de la conciencia le da a entender al Dasein que – estando en la posibilidad de su ser como fundamento negativo de su proyecto negativo – debe recuperarse de su pérdida en el uno, y retornar a sí mismo; es decir, le da a entender que es culpable. STJR §58

Pero el «hecho» de que la voz «venga después» ¿excluye la posibilidad de que, en el fondo, la llamada sea un llamar hacia adelante? Que la voz sea captada como un movimiento consecutivo de la conciencia no es de suyo prueba de una comprensión originaria del fenómeno de la conciencia. ¿Y si el hecho de haber incurrido en culpa no fuese sino la ocasión para el clamar fáctico de la conciencia? ¿Y si la interpretación usual de la «mala» conciencia se quedase a medio camino? Que ello es así, resulta claro cuando se considera el «haber previo» ontológico en el que el fenómeno queda puesto en esta interpretación. La voz es algo que emerge, que tiene su lugar dentro de la secuencia de las vivencias que están-ahí, y que sigue a la vivencia del acto. Ahora bien, ni la llamada, ni el acto acaecido, ni la culpa en que se incurre, son eventos con el carácter de algo que está-ahí y que transcurre. La llamada tiene el modo de ser del cuidado. En la llamada el Dasein «es» anticipándose a sí mismo, de tal suerte que a la vez, se dirige hacia atrás, hacia su condición de ARROJADO. La posibilidad de considerar la voz como algo que «viene después», es decir, como algo posterior, que por consiguiente necesariamente remite hacia atrás, surge tan sólo cuando desde la partida se concibe el existir [Dasein] como la trama secuencial de un sucederse de vivencias. Es cierto que la voz llama hacia atrás, pero, por encima del acto acaecido, hacia el ARROJADO ser-culpable, que «precede» a toda caída en culpa. Pero la llamada hacia atrás llama al mismo tiempo hacia adelante, hacia el ser-culpable en cuanto tiene que ser asumido en la existencia propia, de tal suerte que el modo existentivo propio de ser-culpable viene justamente «después» de la llamada, y no a la inversa. La mala conciencia, lejos de ser, en el fondo, tan sólo censurante y remisiva al pasado, llama hacia atrás, hacia la condición de ARROJADO, remitiendo hacia adelante. El orden de sucesión del transcurrir de las vivencias no nos da la estructura fenoménica del existir. STJR §59

Por su esencia ontológica, la resolución es siempre la de un determinado Dasein fáctico. La esencia de este ente es su existencia. La resolución «existe» sólo en cuanto acto resolutorio [Entschluss  ] que se proyecta a sí mismo en comprensión. Pero, ¿a qué se resuelve el Dasein en la resolución? ¿A qué podrá resolverse? La respuesta sólo puede ser dada por el acto resolutorio mismo. Sería comprender el fenómeno de la resolución de un modo completamente equivocado si se lo entendiera como un mero echar mano de posibilidades propuestas y recomendadas. El acto resolutorio es precisamente el primer proyectarse y determinar aperiente de la correspondiente posibilidad fáctica. A la resolución le pertenece necesariamente la indeterminación que caracteriza a todo fáctico y ARROJADO poder-ser del Dasein. La resolución no está segura de sí misma sino como acto resolutorio. Pero la indeterminación existentiva de la resolución, que sólo se determina en cada caso en el acto de resolverse, tiene, como contrapartida, una determinación existencial. STJR §60

Aquello a lo que la resolución se resuelve está ontológicamente bosquejado en la existencialidad del Dasein en cuanto tal como un poder-ser en el modo de la solicitud ocupada. El Dasein, empero, está determinado como cuidado por la facticidad y la caída. Estando abierto en su «Ahí», el Dasein se mueve con igual originariedad en la verdad y en la no-verdad. Esto vale «propiamente» justo de la resolución en cuanto modo propio de la verdad. La resolución hace suya en forma propia la no-verdad. El Dasein está desde siempre, y volverá quizás a estar de nuevo, en la irresolución. Este término no hace más que expresar el fenómeno que anteriormente interpretamos como el estar entregado al dominio del estado interpretativo del uno. El Dasein como uno-mismo es «vivido» en la ambigüedad de la comprensión común de lo público, en donde nadie se resuelve, y donde, sin embargo, ya todo está siempre decidido. La resolución significa dejarse despertar desde la pérdida en el uno. La irresolución del uno se mantiene empero vigente, aunque ella ya no puede contrariar a la existencia resuelta. La irresolución, como antítesis de la resolución existencialmente comprendida, no mienta un estado psíquico óntico, en el sentido de un estar afectado por inhibiciones. También el acto resolutorio tiene que contar con el uno y su mundo. Comprender esto forma parte de lo que él abre, puesto que sólo la resolución le da al Dasein su auténtica transparencia. En la resolución le va al Dasein su más propio poder-ser que, en cuanto ARROJADO, sólo puede proyectarse hacia determinadas posibilidades fácticas. El acto resolutorio no se substrae a la «realidad», sino que descubre por vez primera lo fácticamente posible, y lo descubre de un modo tal que lo asume como aquello que, en cuanto poder-ser más propio, es posible en el uno. La determinación existencial del cada vez posible Dasein resuelto, abarca los momentos constitutivos de aquel fenómeno existencial, hasta ahora pasado por alto, que nosotros llamamos situación. STJR §60

Resuelto, el Dasein se hace cargo propiamente, en su existencia, del hecho de que él es el fundamento negativo de su nihilidad. Hemos concebido existencialmente la muerte como la posibilidad ya caracterizada de la imposibilidad de la existencia, es decir, como la absoluta nihilidad del Dasein. La muerte no se añade al Dasein al «final», sino que el Dasein es, en cuanto cuidado, el fundamento ARROJADO (es decir, negativo) de su muerte. La nihilidad que atraviesa originariamente el ser del Dasein de un extremo al otro dominándolo, se le revela a él mismo en el estar vuelto en forma propia hacia la muerte. El anticiparse manifiesta el ser-culpable tan sólo desde el fundamento del íntegro ser del Dasein. El cuidado lleva consigo con igual originariedad muerte y culpa. Sólo la resolución precursora comprende en forma propia e íntegra, es decir, originaria, el poder-ser-culpable [El ser-culpable, originariamente inherente a la constitución de ser del Dasein, debe distinguirse con todo cuidado de lo que la teología entiende por el status corruptionis. La teología puede encontrar en el ser-culpable existencialmente concebido una condición ontológica de su posibilidad fáctica. La culpa incluida en la idea   de este status es una culpabilidad fáctica de índole enteramente peculiar. Ella tiene su propia atestiguación, principialmente inaccesible a toda experiencia filosófica. El análisis existencial del ser-culpable no prueba nada en pro ni en contra de la posibilidad del pecado. Estrictamente hablando, no puede decirse siquiera que la ontología del Dasein deje abierta, desde sí misma, esta posibilidad, ya que, en cuanto cuestionamiento filosófico, ella no «sabe» absolutamente nada del pecado.]. STJR §62

Pero el Dasein también está cooriginariamente en la no-verdad. La resolución precursora le da al mismo tiempo la certeza originaria de su estar cerrado. Precursoramente resuelto, el Dasein se mantiene abierto para la posible pérdida en la irresolución del uno, que constantemente amenaza desde el fondo de su propio ser. La irresolución, en cuanto posibilidad permanente del Dasein, es concomitantemente cierta [mitgewiss]. La resolución transparente para sí misma comprende que la indeterminación del poder-ser sólo se determina cada vez en el acto de resolverse a la correspondiente situación. Sabe de la indeterminación que impera de un extremo al otro en el ente que existe. Pero este saber, si ha de corresponder al modo propio de la resolución, tiene que surgir, también él, de un abrir en el modo propio. La indeterminación del poder-ser propio, hecha cierta en el acto resolutorio, sólo se manifiesta, sin embargo, en su integridad en el estar vuelto hacia la muerte. El adelantarse lleva al Dasein ante una posibilidad que, siendo constantemente cierta, permanece empero en todo momento indeterminada respecto de cuándo dicha posibilidad se convertirá en imposibilidad. Ella pone de manifiesto que el Dasein está ARROJADO en la indeterminación de su «situación límite», y que, resolviéndose por ella alcanza su modo propio de poder-estar-entero. La indeterminación de la muerte se abre originariamente en la angustia. Pues bien, la resolución se esfuerza por hacerse capaz de esta angustia originaria. Ella remueve todo encubrimiento del estar entregado a sí mismo del Dasein. La nada, frente a la cual lleva la angustia, desvela la nihilidad que determina al Dasein en su fundamento, fundamento que, por su parte, es en cuanto arrojamiento en la muerte. STJR §62

El Dasein es propiamente él mismo en el aislamiento originario de la callada resolución dispuesta a la angustia [NH: e.d. el claro del ser en cuanto ser]. El ser-sí-mismo propio en cuanto silente precisamente no dice «yo, yo», sino que en su silenciosidad «es» el ente ARROJADO que él puede ser en cuanto propio. El sí-mismo revelado en la silenciosidad de la existencia resuelta es la base fenoménica originaria para la pregunta por el ser del «yo». La orientación fenoménica por el sentido del ser del poder-ser-sí-mismo propio permite establecer el derecho ontológico que se le puede asignar a la sustancialidad, simplicidad y personalidad como caracteres de la mismidad. La pregunta ontológica acerca del ser del sí-mismo debe ser arrancada de la idea previa de un sí-mismo-cosa que perdura en su estar-ahí, idea constantemente sugerida por el uso predominante del decir «yo». STJR §64

La resolución precursora comprende al Dasein en su ser-culpable esencial. Este comprender quiere decir hacerse cargo, existiendo, del ser-culpable, ser el fundamento ARROJADO de la nihilidad. Ahora bien, hacerse cargo de la condición de ARROJADO significa para el Dasein ser en forma propia como él ya siempre era. Pero, hacerse cargo de la condición de ARROJADO sólo es posible en tanto que el Dasein venidero puede ser su más propio «como él ya siempre era», es decir, su «haber-sido». Sólo en la medida en que el Dasein es, en general, un «yo he sido», puede venir futurientemente hacia sí mismo, volviendo hacia atrás. Siendo venidero en forma propia, el Dasein es propiamente sido. El adelantarse hasta la posibilidad más propia y extrema es el retornar comprensor hacia el más propio haber-sido. El Dasein sólo puede haber sido en forma propia en la medida en que es venidero. El haber-sido [Gewesenheit  ] emerge en cierta manera del futuro. STJR §65

Asimismo, el «ya» mienta el sentido existencial y tempóreo de ser del ente que, en cuanto es, ya está siempre ARROJADO. Sólo porque el cuidado se funda en el haber-sido, puede el Dasein existir como el ente ARROJADO que él es. «Mientras» el Dasein exista fácticamente, jamás será algo pasado, pero será siempre algo ya sido, en el sentido del «yo he sido» [literalmente: «yo soy sido»: «ich   bingewesen»]. Y sólo puede haber sido [lit.: ser sido], mientras está siendo. En cambio, llamamos pasado a un ente que ya no está-ahí. Por consiguiente, mientras exista el Dasein, no podrá jamás constatarse a sí mismo como un hecho que está-ahí y que «con el tiempo» llegará a ser o dejará de ser, y que ya en parte ha dejado de ser. Siempre «se encuentra» tan sólo al modo de un factum ARROJADO. En la disposición afectiva, el Dasein se sorprende a sí mismo como aquel ente que él, mientras es, ya era, es decir, constantemente ha sido [ist gewesen]. El sentido existencial primario de la facticidad radica en el haber-sido. La formulación de la estructura del cuidado indica, con las expresiones «antes» y «ya», el sentido tempóreo de la existencialidad y de la facticidad. STJR §65

El cuidado es estar vuelto hacia la muerte. La resolución precursora fue definida como el estar vuelto en forma propia hacia la posibilidad de la absoluta imposibilidad del Dasein, tal como fue caracterizada. En semejante estar vuelto hacia su fin, el Dasein existe en forma propia y en su integridad, como aquel ente que él – «ARROJADO en la muerte» – puede ser. El Dasein no tiene un fin en el que solamente termine, sino que existe de un modo finito. El futuro propio, temporizado primariamente por la temporeidad que constituye el sentido de la resolución precursora, se revela así, también él, como finito. Es cierto, pero ¿«no sigue el tiempo su marcha» a pesar de que yo no exista más? ¿Y no puede haber todavía «en el futuro» una cantidad ilimitada de cosas que vendrán desde él? STJR §65

El comprender impropio se temporiza como un presentante estar a la espera de cuya unidad extática debe formar parte un correspondiente haber-sido. El modo propio de venir-a-sí en la resolución precursora constituye, a la vez, un retorno al más propio sí-mismo, ARROJADO en su aislamiento. Este éxtasis hace posible que el Dasein pueda asumir resueltamente el ente que él ya es. En el adelantarse el Dasein se re-toma [wiederholt] [e.d., se repite] a sí mismo, adelantándose hasta su más propio poder-ser. A este modo propio del haber-sido lo llamamos repetición. Ahora bien, el proyectarse impropio hacia las posibilidades que han sido extraídas de lo que es objeto de ocupación mediante la presentación de este último, sólo es posible si el Dasein se ha olvidado de su más propio y ARROJADO poder-ser. Este olvido no es una nada, ni sólo falta de recuerdo, sino un modo extático, peculiar y «positivo» del haber-sido. El éxtasis (salida fuera de sí) del olvido tiene el carácter de un escapar, cerrado a sí mismo, ante el más propio haber-sido, y en tal forma que este escapar ante… cierra extáticamente el «ante qué», cerrándose, junto con él, a sí mismo. El olvido, como modo impropio del haber-sido, se relaciona, pues, con el ARROJADO ser de cada cual; es el sentido tempóreo del modo de ser según el cual inmediata y regularmente yo he sido. Y sólo sobre la base de este olvido la presentación ocupada y que está a la espera, puede conservar algo, vale decir, conservar el ente distinto del Dasein, que comparece en el mundo circundante. A esta conservación corresponde una «no conservación», que es el olvido en un sentido derivado. STJR §68

El comprender no flota jamás en el vacío, sino que está siempre afectivamente dispuesto. Siempre el Ahí es abierto o cerrado cooriginariamente por el estado de ánimo. El temple anímico lleva al Dasein ante su condición de ARROJADO, pero de tal manera que ésta no queda conocida como tal, sino incluso mucho más originariamente abierta en el modo «como uno se siente». Estar ARROJADO significa existencialmente encontrarse de esta o aquella manera. La disposición afectiva se funda, pues, en la condición de ARROJADO. El estado de ánimo representa la manera como cada vez yo soy primariamente el ente ARROJADO. ¿Cómo puede hacerse visible la constitución tempórea de la disposición afectiva? ¿Cómo puede descubrirse, a partir de la unidad extática de la correspondiente temporeidad, la conexión existencial entre la disposición afectiva y el comprender? STJR §68

El estado de ánimo abre en el modo de la conversión o de la aversión respecto del propio Dasein. Llevar ante el factum de la propia condición de ARROJADO – sea desvelándolo en forma propia o encubriéndolo en forma impropia – sólo es existencialmente posible si, por su mismo sentido, el ser del Dasein constantemente ha sido. El llevar ante el ente ARROJADO que es uno mismo no crea el haber sido, sino que es el éxtasis del haber sido el que hace posible el encuentro consigo mismo en la forma del encontrarse afectivo. El comprender se funda primariamente en el futuro; en cambio, la disposición afectiva se temporiza primariamente en el haber-sido. El estado de ánimo se temporiza, y esto quiere decir que su éxtasis específico pertenece a un futuro y a un presente, pero de tal modo que el haber-sido modifica los otros éxtasis cooriginarios. STJR §68

Empezaremos el análisis mostrando la temporeidad del miedo. El miedo fue caracterizado como una disposición afectiva impropia. ¿Hasta qué punto es el haber-sido el sentido existencial que hace posible el miedo? ¿Qué modalidad de este éxtasis caracteriza la específica temporeidad del miedo? Éste consiste en tener miedo ante algo amenazante que, siendo perjudicial para el poder-ser fáctico del Dasein, se acerca de la manera ya descrita, en el ámbito de lo a la mano y de lo que está-ahí. El miedo abre en la forma de la circunspección cotidiana algo que amenaza. Un sujeto puramente intuitivo jamás podría descubrir nada semejante. Pero este abrir del tener miedo ante… ¿no es acaso un dejar venir a sí? ¿No se ha definido, con razón, el miedo como la espera de un mal venidero (malum futurum  )? ¿No es el futuro el sentido tempóreo primario del miedo, más bien que el haber-sido? Indiscutiblemente el miedo no sólo se «relaciona» con «algo futuro», en el sentido de lo que ha de venir «en el tiempo», sino que ese relacionarse mismo es venidero en el sentido tempóreo originario. Manifiestamente, a la constitución tempóreo-existencial del miedo le pertenece también un estar a la espera. Pero esto sólo significa, por lo pronto, que la temporeidad del miedo es impropia. ¿Es el tener miedo ante… tan sólo la espera de algo amenazador que se aproxima? La espera de algo amenazador que se aproxima no es necesariamente miedo, y tan poco lo es, que a ella le falta precisamente el específico carácter afectivo del miedo. Este carácter consiste en que el estar a la espera que es inherente al miedo retrotrae lo amenazante hacia el ocupado poder-ser fáctico. Retrocediendo hacia el ente que soy yo, lo amenazante sólo puede ser aguardado y, por consiguiente, el Dasein amenazado, si el «hacia qué» del retroceder hacia ya está extáticamente abierto en general. El carácter de estado de ánimo o carácter afectivo del miedo consiste en que el estar a la espera – sintiendo miedo – «se» atemoriza, es decir, que el miedo ante es siempre un miedo por… El sentido tempóreo-existencial del miedo se constituye por un olvido de sí, por el confuso escapar ante el propio poder-ser fáctico en que el amenazado estar-en-el-mundo se ocupa de lo a la mano. Aristóteles   define, con razón, el miedo como lype tis he tarache, como un abatimiento o confusión. El abatimiento obliga al Dasein a volver a su condición de ARROJADO, pero de tal manera que ésta precisamente se cierra. La confusión se funda en un olvido. El escapar olvidante que huye de un poder-ser fáctico resuelto se atiene a las posibilidades de salvarse y de evadirse descubiertas de antemano por la circunspección. Presa del miedo, la ocupación salta de una posibilidad a otra, porque, al olvidarse de sí, no asume ninguna determinada. Todas las posibilidades «posibles», es decir, también las imposibles, se le ofrecen. El que tiene miedo no se detiene en ninguna de ellas; el «mundo circundante» no desaparece, sino que comparece en un ya no saber a qué atenerse dentro de él. Al olvido de sí que tiene lugar en el miedo, le es propia esta confusa presentación de lo primero que viene. Sabido es, por ejemplo, que los habitantes de una casa en llamas muchas veces «salvan» lo menos importante, lo primero que tienen a mano. La presentación auto-olvidada de una maraña de posibilidades flotantes hace posible la confusión que constituye el carácter afectivo del miedo. El olvido, propio de la confusión, modifica también el estar a la espera y le confiere el carácter de un abatido o confuso estar a la espera, diferente de una pura espera de algo. STJR §68

¿Cómo se relaciona con la temporeidad del miedo la de la angustia? Hemos llamado al fenómeno de la angustia una disposición afectiva fundamental. La angustia pone al Dasein ante su más propio estar ARROJADO, desvelando lo desazonante del modo cotidianamente familiar del estar-en-el-mundo. Al igual que el miedo, la angustia está determinada formalmente por un ante-qué del angustiarse y un porqué. Sin embargo, el análisis ha mostrado que estos dos fenómenos coinciden. Esto no significa que los caracteres estructurales del ante-qué y del por-qué se confundan, como si la angustia no se angustiara ni ante… ni por… Que el ante-qué y el por-qué coincidan debe entenderse, más bien, en el sentido de que el ente en que se realizan es el mismo, a saber, el Dasein. En forma especial, el ante-qué de la angustia no comparece como una cosa particular de la que hubiera que ocuparse; la amenaza no viene de lo a la mano ni de lo que está-ahí, sino, al contrario, precisamente de que todo lo que está a la mano o ahí ya no le «dice» a uno absolutamente nada. El ente circunmundano ha perdido su condición respectiva. El mundo en el que existo se ha hundido en la insignificancia, y el mundo así abierto sólo puede dejar en libertad entes de carácter irrespectivo. La nada del mundo frente a la cual la angustia se angustia, no significa que en la angustia se experimente una especie de ausencia de lo que debiera estar-ahí dentro del mundo. Lo que está-ahí debe justamente comparecer para que de este modo pueda no tener ninguna condición respectiva y mostrarse en una vacía inexorabilidad. Esto implica, sin embargo, que el ocupado estar a la espera no encuentra nada desde donde pudiera comprenderse a sí mismo, y que, al intentar asir algo, sólo encuentra la nada del mundo; al tropezar con el mundo, el comprender es llevado por la angustia hacia el estar-en-el-mundo en cuanto tal; pero este ante-qué de la angustia es también su por-qué. El angustiarse ante no tiene el carácter de una espera de algo, ni, en general, el de un estar a la espera. El ante-qué de la angustia ya está, sin embargo, «ahí», es el Dasein mismo. ¿No queda entonces constituida la angustia por un futuro? Ciertamente, pero no por el futuro impropio del estar a la espera. STJR §68

La insignificancia del mundo abierta en la angustia desvela la nihilidad de todo lo que puede ser objeto de ocupación, es decir, la imposibilidad de proyectarse en un poder-ser de la existencia primariamente fundado en las cosas que nos ocupan. Ahora bien, la desvelación de esta imposibilidad significa dejar resplandecer la posibilidad de un modo propio de poder-ser. ¿Qué sentido tempóreo tiene esta desvelación? La angustia se angustia por la nuda existencia en cuanto arrojada en la desazón. Devuelve hacia el puro «que…» de la más propia y aislada condición de ARROJADO. Esta vuelta atrás no tiene el carácter de un olvido esquivador, pero tampoco el de un recuerdo. Asimismo, no se da en la angustia una repetición que asuma la existencia dentro del acto resolutorio. Es cierto, en cambio, que la angustia lleva de vuelta hacia la condición de ARROJADO como posibilidad repetible. Y de esta manera ella revela también la posibilidad de un modo propio de poder-ser, que en la repetición debe retornar, como poder-ser venidero, hacia el Ahí ARROJADO. Llevar ante la posibilidad de ser repetido es el modo extático específico del haber-sido que constituye la disposición afectiva de la angustia. STJR §68

El olvido constitutivo del miedo confunde al Dasein y lo hace ir de un lado a otro entre posibilidades «mundanas» no asumidas. Al contrario de esta presentación incontenida, el presente de la angustia está retenido en el volverse hacia la más propia condición de ARROJADO. Por su sentido existencial, la angustia no puede perderse en un posible objeto de ocupación. Si algo semejante sucede en alguna disposición afectiva similar a ella, lo será en el miedo, que el entendimiento cotidiano confunde con la angustia. Aunque el presente de la angustia está retenido, no tiene empero todavía el carácter del instante, que se temporiza en el acto resolutorio. La angustia sólo lleva al estado de ánimo de un posible acto resolutorio. Su presente mantiene al instante – que es el modo como ese presente, y sólo él, es posible – a punto de producirse [auf   dem Sprung  ]. STJR §68

Sin embargo, ninguno de estos dos estados de ánimo – el miedo y la angustia – se «presenta» jamás en forma puramente aislada en la «corriente de las vivencias», sino que ellos determinan siempre afectivamente un comprender, o, correlativamente, se determinan a sí mismos desde él. El miedo es provocado por el ente de la ocupación circunmundana. La angustia, en cambio, emerge desde el Dasein mismo. El miedo sobreviene desde lo intramundano. La angustia se eleva desde el estar-en-el-mundo como un ARROJADO estar vuelto hacia la muerte. Este «irrumpir» de la angustia desde el Dasein, comprendido tempóreamente, significa: el futuro y el presente de la angustia se temporizan desde un haber-sido originario que tiene el sentido de un traer de vuelta hacia la posibilidad de la repetición. Pero la angustia sólo puede irrumpir de un modo propio en un Dasein resuelto. Quien está resuelto no conoce el miedo, pero comprende, precisamente, la posibilidad de la angustia como aquel estado de ánimo que no lo paraliza ni confunde. La angustia libera de las posibilidades «nihílicas» [«nichtigen»] y hace libre para las propias. STJR §68

Sin embargo, la tesis de la temporeidad de los estados de ánimo ¿no será quizás solamente válida para los fenómenos que se ha escogido para el análisis? ¿Cómo encontrar un sentido tempóreo en la descolorida indeterminación afectiva que impregna la «cotidiana monotonía»? ¿Y qué pasa con la temporeidad de estados de ánimo y afectos tales como la esperanza, el gozo, el entusiasmo, la alegría? Que no sólo el miedo y la angustia se fundan existencialmente en un haber-sido, sino también otros estados de ánimo, resulta claro con sólo nombrar fenómenos como el hastío, la tristeza, la melancolía, la desesperación. Sin embargo, su interpretación debería hacerse sobre la base más amplia de una analítica existencial del Dasein plenamente elaborada. Pero, incluso un fenómeno como la esperanza, que parece estar enteramente fundado en el futuro, debe ser analizado de un modo análogo al del miedo. A diferencia del miedo, que se refiere a un malum futurum, la esperanza ha sido definida como espera de un bonum   futurum. Pero lo decisivo para la estructura de este fenómeno no es tanto el carácter «futuro» de aquello con lo que la esperanza se relaciona, sino más bien el sentido existencial del esperar mismo. El carácter afectivo reside también aquí, primariamente, en el esperar en cuanto esperar-algo-para-sí. El que espera se pone, en cierto modo, también a sí mismo dentro de la esperanza, saliendo así al encuentro de lo esperado. Ahora bien, esto supone un haberse-ganado-a-sí-mismo. Que la esperanza, a diferencia de la medrosidad deprimente, aligere, significa que también esta disposición afectiva queda referida, en el modo del haber-sido, a una carga. Un estado de ánimo alto, o mejor, elevador, no es ontológicamente posible sino en una relación extático-tempórea del Dasein con el fundamento ARROJADO de sí mismo. STJR §68

La descolorida indeterminación afectiva de la indiferencia que no adhiere a nada ni tiende a nada, y se abandona a lo que trae cada vez el momento presente, llevándose empero en cierta manera todo consigo, hace ver, finalmente, en la forma más aguda, el poder del olvido en los estados de ánimo cotidianos de la ocupación inmediata. El vivir al día, que deja que «todo sea» como es, se funda en un olvidado abandonarse a la condición de ARROJADO. Tiene el sentido extático de un haber-sido impropio. La indiferencia [Gleichgültigkeit  ], que puede ir a la par con una afanosa actividad, debe distinguirse rigurosamente de la serenidad [Gleichmut]. Este estado de ánimo surge de la resolución, que es como una mirada instantánea sobre las posibles situaciones del poder-estar-entero abierto en el adelantarse hacia la muerte. STJR §68

Cuanto más impropio es el presente, es decir, cuanto más la presentación viene hacia sí «misma», tanto más huye ella, en su cerrar, de un determinado poder-ser, y tanto menos puede entonces el futuro retornar al ente ARROJADO. En el «saltar fuera» que es propio del presente, se da, al mismo tiempo, un creciente olvido. Que la curiosidad esté siempre en lo que viene después y que haya olvidado lo de «antes», no es una consecuencia que se siga de la curiosidad, sino la condición ontológica para ella misma. STJR §68

El modo de temporización del «saltar fuera» propio del presente se funda en la esencia finita de la temporeidad. Arrojado en el estar vuelto hacia la muerte, el Dasein, inmediata y regularmente huye de esta condición de ARROJADO, que con mayor o menor explicitud le está desvelada. El presente salta fuera de su futuro y haber-sido propios, y hace que el Dasein llegue a la existencia propia tan sólo mediante el rodeo a través de sí [a través del presente]. El origen del «saltar fuera», propio del presente, es decir, de la caída en el estar perdido, es la temporeidad originaria y propia misma, temporeidad que hace posible el ARROJADO estar vuelto hacia la muerte. STJR §68

La condición de ARROJADO, ante la cual el Dasein puede, sin duda, ser llevado en forma propia a fin de comprenderse a sí mismo en ella de un modo propio, le queda, sin embargo, cerrada en lo relativo al «de dónde» y al «cómo» ónticos. Pero esta obstrucción no es en modo alguno el mero hecho de no saber, sino que constituye la facticidad misma del Dasein. Codetermina el carácter extático de la entrega de la existencia al fundamento negativo de ella misma. STJR §68

El arrojamiento [Wurf] del estar ARROJADO al mundo no es, por lo pronto, cogido en forma propia por el Dasein; la «movilidad» de ese arrojamiento no se «detiene» por el hecho de que el Dasein ahora «existe». El Dasein es arrastrado por el movimiento del estar ARROJADO; es decir, en cuanto ARROJADO en el mundo se pierde en el «mundo», en su fáctico estar consignado a aquello de lo que hay que ocuparse. El presente, que constituye el sentido existencial de ese «ser llevado», no gana nunca por sí mismo un horizonte extático diferente, a menos que en el acto resolutorio sea traído de vuelta de su estado de pérdida, para abrir, como instante retenido, la respectiva situación y, junto con ella, la originaria «situación límite» del estar vuelto hacia la muerte. STJR §68

El Dasein existe por mor de un poder-ser de sí mismo. Existiendo, está ARROJADO y, como ARROJADO, entregado al ente del que ha menester para poder ser como es, a saber, por mor de sí mismo. En la medida en que el Dasein existe fácticamente, se comprende a sí mismo en esta conexión del por-mor-de sí mismo con su correspondiente para-algo. Aquello dentro de lo cual el Dasein existente se comprende, «ex»-siste con la existencia fáctica del Dasein. El «dentro de lo cual» de la comprensión primaria de sí mismo tiene el modo de ser del Dasein. El Dasein, existiendo, es su mundo. STJR §69

Hemos definido ya el ser del Dasein como cuidado. El sentido ontológico del cuidado es la temporeidad. Ya se ha mostrado que la temporeidad constituye la aperturidad del Ahí, y el modo como la constituye. En la aperturidad del Ahí el mundo está coabierto. La unidad de la significatividad, es decir, la estructura ontológica del mundo, también deberá entonces fundarse en la temporeidad. La condición tempóreo-existencial de la posibilidad del mundo se encuentra en el hecho de que la temporeidad en cuanto unidad extática tiene algo así como un horizonte. Los éxtasis no son simplemente salidas de sí mismo hacia…, sino que al éxtasis le pertenece también un «hacia qué» de la salida. A este «hacia qué» del éxtasis lo llamamos esquema horizontal. El horizonte extático es diferente en cada uno de los tres éxtasis. El esquema en el que el Dasein viene venideramente hacia sí, de un modo propio o impropio, es el por-mor-de sí. El esquema en el que en la disposición afectiva el Dasein está abierto para sí mismo como ARROJADO, lo concebimos como el ante-qué de la condición de ARROJADO o, correlativamente, como el a-qué del estar entregado. Caracteriza la estructura horizontal del haber-sido. Existiendo por mor de sí en el estar entregado a sí mismo como ARROJADO, el Dasein, en cuanto está en medio de…, es también presentante. El esquema horizontal del presente se determina por medio del para-algo. STJR §69

El fáctico estar ocupado en medio de los entes a la mano, la tematización de lo que está-ahí y el descubrimiento objetivante de este ente, presuponen ya un mundo, esto es, sólo son posibles como modos del estar-en-el-mundo. Por estar fundado en la unidad horizontal de la temporeidad extática, el mundo es trascendente. El mundo tiene que estar ya extáticamente abierto para que el ente intramundano pueda comparecer desde él. La temporeidad se mantiene extáticamente ya [desde un comienzo] en los horizontes de sus éxtasis y, temporizándose, retorna al ente que comparece en el Ahí. Con la existencia fáctica del Dasein comparece también el ente intramundano. Que semejante ente quede descubierto con el propio Ahí de la existencia no depende del arbitrio del Dasein. De su libertad depende, aunque dentro de los límites de su condición de ARROJADO, tan sólo lo que el Dasein descubre y abre cada vez, y la dirección, amplitud y modo de ese descubrimiento y apertura. STJR §69

Lejos de recorrer, precisamente a través de las fases de sus realidades momentáneas, una trayectoria y un trecho «de la vida», que de alguna manera ya estuviesen-ahí, el Dasein mismo se extiende, de tal modo que su propio ser queda constituido, desde un comienzo, como extensión. En el ser del Dasein se encuentra ya el «entre» del nacimiento y la muerte. En cambio, no se trata en modo alguno de que el Dasein sea real en un punto del tiempo y que, además, esté «rodeado» por lo no-real de su nacimiento y de su muerte. Comprendido existencialmente, el nacimiento no es jamás algo pasado, en el sentido de algo que ya no está-ahí, como tampoco le pertenece a la muerte el modo de ser de lo pendiente que aún no está-ahí, pero que vendrá. El Dasein fáctico existe nativamente [gebürtig], y nativamente muere también, en el sentido de estar vuelto hacia la muerte. Nacimiento y muerte, al igual que su «entre», sólo son mientras el Dasein existe fácticamente, y son de la única manera como ello es posible: en base al ser del Dasein como cuidado. En la unidad del estar ARROJADO y del estar vuelto rehuyente o precursantemente hacia la muerte, nacimiento y muerte se conectan en la forma característica del Dasein. En cuanto cuidado, el Dasein es el «entre». STJR §72

La resolución fue caracterizada como un callado proyectarse, en disposición de angustia, hacia el propio ser-culpable. Su propiedad la alcanza la resolución en cuanto resolución precursora . En la resolución precursora el Dasein se comprende de tal manera en lo que respecta a su poder-ser, que se presenta ante la muerte para asumir plenamente, en su condición de ARROJADO, el ente que es él mismo. Este resuelto asumir del propio «Ahí» fáctico significa, a la vez, el acto de resolverse a la situación. Por principio  , el análisis existencial no puede dilucidar a qué cosa se resuelve fácticamente el Dasein en cada caso. Pero la presente investigación excluye también el proyecto existencial de posibilidades fácticas de existencia. En cambio, es necesario preguntar de dónde pueden ser extraídas, en general, las posibilidades en las que el Dasein se proyecta fácticamente. El adelantarse que se proyecta en la posibilidad insuperable de la existencia, es decir, en la muerte, sólo garantiza la integridad y propiedad de la resolución. Pero las posibilidades de la existencia abiertas fácticamente no pueden ser tomadas de la muerte. Tanto menos, cuanto que el adelantarse hasta la posibilidad no consiste en una especulación acerca de ella, sino, justamente, en una vuelta al Ahí fáctico. La toma entre manos del estar ARROJADO del sí-mismo en su propio mundo ¿abrirá acaso un horizonte del cual la existencia podría extraer sus posibilidades fácticas? ¿No hemos dicho – además – que el Dasein no retrocede nunca más allá de su condición de ARROJADO? No podemos decidir precipitadamente si el Dasein extrae o no de la condición de ARROJADO sus posibilidades propias de existencia, antes de asegurarnos del concepto plenario de esta determinación fundamental del cuidado. STJR §74

Por estar ARROJADO, el Dasein está entregado a sí mismo y a su poder-ser, pero en cuanto estar-en-el-mundo. Por estar ARROJADO, está consignado a un «mundo» y existe fácticamente con otros. Inmediata y regularmente, el sí-mismo está perdido en el uno. Se comprende a partir de las posibilidades de existencia «que circulan» en el estado interpretativo público «mediano» vigente en cada caso. Ordinariamente esas posibilidades se han hecho irreconocibles por su ambigüedad, pero ciertamente son conocidas. El comprender existentivo propio no se sustrae al estado interpretativo recibido, sino que, por el contrario, en el acto resolutorio asume siempre desde él y contra él, y, sin embargo, en pro de él, la posibilidad escogida. STJR §74

La resolución, en la que el Dasein retorna a sí mismo, abre las posibilidades fácticas del existir propio a partir del legado que ese existir asume en cuanto ARROJADO. El retorno resuelto a la condición de ARROJADO encierra en sí una entrega de posibilidades recibidas por tradición, aunque no necesariamente en cuanto tales. Si todo «bien» es un legado y si el carácter de la «bondad» consiste en la posibilitación de la existencia propia, entonces en la resolución se constituye siempre la transmisión de un patrimonio. Cuanto más auténticamente se resuelva el Dasein, es decir, cuanto más inequívocamente se comprenda a sí mismo desde su más propia y eminente posibilidad en el adelantarse hasta la muerte, tanto más certera y menos fortuita será la elección y hallazgo de la posibilidad de su existencia. Sólo el adelantarse hasta la muerte elimina toda posibilidad fortuita y «provisional». Sólo el ser libre para la muerte le confiere al Dasein su finalidad plenaria y lanza a la existencia a su finitud. La finitud, cuando es asumida, sustrae a la existencia de la infinita multiplicidad de posibilidades de bienestar, facilidad, huida de responsabilidades, que inmediatamente se ofrecen, y lleva al Dasein a la simplicidad de su destino [Schicksal]. Con esta palabra designamos el acontecer originario del Dasein que tiene lugar en la resolución propia, acontecer en el que el Dasein, libre para la muerte, hace entrega de sí mismo a sí mismo en una posibilidad que ha heredado, pero que también ha elegido. STJR §74

Sólo un ente que es esencialmente venidero en su ser de tal manera que, siendo libre para su muerte y estrellándose contra ella, pueda dejarse arrojar hacia atrás, hacia su «Ahí» fáctico, es decir, sólo un ente que como venidero sea cooriginariamente un ente que está siendo sido, puede, entregándose a sí mismo la posibilidad heredada, asumir la propia condición de ARROJADO y ser instantáneo para «su tiempo». Tan sólo la temporeidad propia, que es, a la vez, finita, hace posible algo así como un destino, es decir, una historicidad propia. STJR §74

La pregunta no es: ¿cómo logra el Dasein la unidad de una trama para la ulterior concatenación de la serie de «vivencias» acontecidas y por acontecer?, sino, más bien: ¿cuál es ese modo de ser en el que el Dasein de tal manera se pierde que, como consecuencia, necesita posteriormente reunirse a sí mismo, recuperándose de su dispersión, y excogitar para lo así reunido una unidad que lo haga coherente? La pérdida en el uno y en lo mundi-histórico se reveló más arriba como huida ante la muerte. Esta huida ante… manifiesta al estar vuelto hacia la muerte como una determinación fundamental del cuidado. La resolución precursora lleva a este estar vuelto hacia la muerte a la existencia propia. Ahora bien, el acontecer de esta resolución, es decir, la repetición del legado de posibilidades, repetición que, anticipándose, hace entrega de sí misma, fue interpretado como historicidad propia. ¿No será esta historicidad propia el extenderse originario, sin pérdida, innecesitado de concatenación, de la existencia entera? La resolución del sí-mismo en contra de la inestabilidad de la dispersión constituye como tal la continuidad extensa en la que el Dasein en cuanto destino mantiene «incorporados», dentro de su existencia, tanto el nacimiento y la muerte, como su «entre», de tal manera que en esta estabilidad el Dasein se ha hecho «instantáneo» para lo mundi-histórico de su situación concreta. En la destinal repetición de posibilidades que han sido, el Dasein se retrotrae «inmediatamente», es decir, tempóreo-extáticamente, hacia lo ya sido antes de él. Ahora bien, con esta autotransmisión del legado, el «nacimiento» queda incorporado en la existencia mediante la vuelta hacia atrás desde la posibilidad insuperable de la muerte, pero tan sólo para que la existencia, libre de ilusiones, asuma la condición de ARROJADO de su propio Ahí. STJR §75

El Dasein en cuanto histórico sólo es posible en virtud de la temporeidad. Ésta se temporiza en la unidad extático-horizontal de sus éxtasis. El Dasein en cuanto venidero existe de un modo propio en la apertura resuelta de una posibilidad que él ha elegido. Retornando resueltamente a sí, está repitentemente abierto para las posibilidades «monumentales» de la existencia humana. El saber histórico que brota de esta historicidad es «monumental». En cuanto está-siendo-sido, el Dasein está entregado a su condición de ARROJADO. En la apropiación repitente de lo posible está bosquejada, a la vez, la posibilidad de la conservación venerante de la existencia que ya existió, existencia en la que se hizo manifiesta la posibilidad ahora asumida. Por consiguiente, en cuanto monumental, el saber histórico propio es «anticuarial». En la unidad del futuro y el haber-sido, el Dasein se temporiza como presente. El presente, en cuanto instante, abre el hoy en forma propia. Pero, en la medida en que el hoy queda interpretado desde el comprender venideramente-repitente de una posibilidad de existencia que se ha asumido, el modo propio del saber histórico se convierte en des-presentación del hoy, esto es, en un penoso desligarse del cadente carácter público del hoy. El saber histórico monumental-anticuarial es, en cuanto propio, necesariamente una crítica del «presente». El modo propio de la historicidad es el fundamento que hace posible la unidad de las tres modalidades de la ciencia histórica. Pero, el fundamento del fundamento [der Grund   des Fundamente] del modo propio del saber histórico es la temporeidad, en cuanto sentido existencial del ser del cuidado. STJR §76

El Dasein existe como un ente al que en su ser le va este mismo ser. Anticipándose esencialmente a sí mismo, él se ha proyectado hacia su poder-ser antes de toda mera y ulterior consideración de sí mismo. En el proyecto, el Dasein se revela como ARROJADO. Arrojadamente abandonado al «mundo», ocupándose, cae en él. En cuanto cuidado, esto es, existiendo en la unidad del proyecto ARROJADO y cadente, el Dasein queda abierto como Ahí. Coestando con otros, se mantiene en un estado interpretativo mediano que queda articulado en el discurso y expresado en el lenguaje. El estar-en-el-mundo ya se ha expresado siempre, y, estando en medio de los entes que comparecen dentro del mundo, se expresa constantemente al referirse a aquello de lo que se ocupa y al decir algo de ello. El ocuparse circunspectivo de la comprensión común se funda en la temporeidad, y lo hace en el modo de la presentación que está a la espera y retiene. En cuanto ocupación que calcula, planifica, previene y precave, ella dice siempre, audiblemente o no: «luego» – deberá ocurrir tal cosa; «antes» – deberá terminarse aquella otra; «ahora» – debe recuperarse lo que «entonces» fracasó y se perdió. STJR §79

El Dasein fácticamente ARROJADO puede «tomarse» tiempo y perderlo tan sólo porque a él en cuanto temporeidad extáticamente extendida, con la aperturidad del Ahí fundada en esa temporeidad le ha sido asignado un «tiempo». STJR §79

Si bien es cierto que el ocuparse del tiempo puede ocurrir en la forma descrita de una datación hecha a base de acontecimientos del mundo circundante, sin embargo, en el fondo, esto ya sucede siempre en el horizonte de un ocuparse del tiempo que nos es conocido como cómputo astronómico del tiempo especificado por medio del calendario. Este cómputo no ocurre ocasionalmente, sino que tiene su necesidad ontológico-existencial en la constitución fundamental del Dasein, que es el cuidado. Puesto que el Dasein existe esencialmente como ARROJADO y cadente, en su ocupación interpreta el tiempo en la forma de un cómputo del tiempo. En él se temporiza el verdadero hacerse público del tiempo; y de esta manera se debe decir que la condición de ARROJADO del Dasein es la razón de que «haya» un tiempo público. Para asegurar la comprensibilidad de la demostración del originarse del tiempo público en la temporeidad fáctica, fue necesario caracterizar previamente en forma general el tiempo interpretado en la temporeidad del ocuparse, aunque sólo fuera para dejar en claro que la esencia del ocuparse del tiempo no consiste en la aplicación de determinaciones numéricas en la datación. Por consiguiente, lo que, desde un punto de vista ontológico-existencial es lo decisivo en el cómputo del tiempo, tampoco debe ser puesto en la cuantificación del tiempo sino que ha de ser concebido más originariamente, desde la temporeidad del Dasein que cuenta con el tiempo. STJR §80

El ser del Dasein es el cuidado. En cuanto ARROJADO, el Dasein existe cayendo. Abandonado al «mundo» que queda descubierto con la facticidad de su Ahí y consignado a ese «mundo» en su ocupación, el Dasein está de tal modo a la espera de su poder-ser-en-el-mundo, que no puede menos de «contar» con y apoyarse en aquel ente que, con miras a este poder-ser, tiene, en definitiva, una condición respectiva especialísima. Para poder tratar en la ocupación con lo a la mano dentro de lo que está-ahí, el cotidiano y circunspectivo estar-en-el-mundo necesita poder ver, es decir, necesita de la claridad. En virtud de la aperturidad fáctica de su mundo, la naturaleza queda descubierta para el Dasein. Por su condición de ARROJADO, el Dasein está a merced de la fluctuación de día y noche. El día con su claridad hace posible la visión, la noche la imposibilita. STJR §80

Estando, en su ocupación circunspectiva, a la espera de la posibilidad de ver, el Dasein que se comprende a sí mismo desde su quehacer cotidiano, se da su propio tiempo en base a un «luego, cuando amanezca». El «luego» que es objeto de su ocupación es datado en función de aquello que, dentro del mundo circundante, está en una inmediata conexión respeccional con el aclarar: la salida del sol. Luego, cuando salga el sol, será tiempo para… De esta manera, el Dasein data el tiempo que él debe tomar para sí, en función de aquello que, en el horizonte del estar entregado al mundo, comparece dentro de éste como algo que está en una condición respectiva especialísima con el circunspectivo poder-ser-en-el-mundo. El ocuparse recurre al «estar a la mano» del sol, dispensador de luz y calor. El sol sirve para datar el tiempo interpretado en el ocuparse. De esta datación surge la medida «más natural» del tiempo: el día. Y como la temporeidad del Dasein que debe tomarse su tiempo es finita, también sus días ya están contados. El «mientras es de día» ofrece al estar a la espera de la ocupación la posibilidad para que éste determine previsoramente los «luegos» de aquello de lo que hay que ocuparse, es decir, la posibilidad de subdividir el día. Esta subdivisión se realiza, a su vez, tomando en consideración aquello por lo que se data el tiempo: el sol peregrinante. Así como su salida, también el ocaso y el cenit del sol son «lugares» eminentes que ocupa el astro. Su periódico transitar lo toma en cuenta el Dasein ARROJADO en el mundo, el Dasein que – temporizando – se da tiempo a sí mismo. En virtud de la interpretación datante del tiempo, bosquejada desde el estar ARROJADO en el Ahí, el acontecer del Dasein es un acontecer cotidiano. STJR §80

Esta datación realizada en función del astro dispensador de luz y calor y de sus más importantes «posiciones» en el cielo, es una forma de indicar el tiempo que, en la convivencia «bajo el mismo cielo», «cualquiera» puede realizar en cualquier momento y de la misma manera, y, en la que, dentro de ciertos límites, todos están – por lo pronto – de acuerdo. Lo datante es disponible dentro del mundo circundante y, sin embargo, no está limitado al mundo de útiles del que nos ocupamos en cada caso. En cambio, en éste ya está co-descubierta siempre la naturaleza que nos rodea y el mundo público circundante. Todos pueden «contar» con esta datación pública en la que cada cual señala para sí mismo su propio tiempo, pues ella usa una medida públicamente disponible. Esta datación toma en cuenta el tiempo, en el sentido de una medición del tiempo, y, por consiguiente, necesita de un medidor del tiempo, es decir, de un reloj. Esto implica que con la temporeidad del Dasein ARROJADO, abandonado al mundo y que se da tiempo, ya está descubierto algo así como el «reloj», es decir, un ente a la mano que, en su regular periodicidad, se ha hecho accesible en la presentación que está a la espera. El estar ARROJADO entre los entes a la mano se funda en la temporeidad. La temporeidad es el fundamento del reloj. Como condición de posibilidad de la necesidad fáctica del reloj, la temporeidad condiciona también la posibilidad de descubrirlo; porque, efectivamente, tan sólo la presentación a la espera y retinente del curso del sol que comparece con el estar al descubierto del ente intramundano, posibilita y a la vez exige, cuando se interpreta a sí misma, la datación hecha en función de lo públicamente a la mano en el mundo circundante. STJR §80

El reloj «natural» ya siempre descubierto con el fáctico estar ARROJADO del existir fundado en la temporeidad, motiva y a la vez posibilita la producción y el uso de relojes de manejo más fácil, de tal suerte que estos relojes «artificiales» tienen que «sincronizarse» con el reloj «natural» para que puedan, a su vez, hacer accesible el tiempo primariamente descubierto en este último. STJR §80

La patentización del reloj natural que es propia del Dasein existente en cuanto ARROJADO y cadente, implica, a la vez, un modo privilegiado de hacer público el tiempo de la ocupación, publicidad que es llevada a cabo desde siempre por el Dasein fáctico, y que se acrecienta y consolida con el perfeccionamiento del cómputo del tiempo y con el refinamiento del uso del reloj. No necesitamos aquí una presentación historiográfica de la evolución histórica del cálculo del tiempo y del uso del reloj en todas sus posibles variaciones. En cambio, nos preguntaremos ontológico-existencialmente por el modo de la temporización de la temporeidad del Dasein que se manifiesta en la dirección que toma el desarrollo del cálculo del tiempo y del uso del reloj. Con la respuesta a esta pregunta deberá obtenerse una comprensión más originaria del hecho de que la medición del tiempo, es decir, el explícito hacerse público del tiempo de la ocupación, se funda en la temporeidad del Dasein y, más concretamente, en una muy determinada temporización de ella. STJR §80

Pero, ¿en qué se funda esta nivelación del tiempo del mundo y este encubrimiento de la temporeidad? En el ser del Dasein mismo, que ya hemos interpretado de un modo preparatorio como cuidado. En su cadente estar ARROJADO, el Dasein se halla inmediata y regularmente perdido en aquello de lo que él se ocupa. Pero, en esta pérdida se manifiesta la encubridora huida del Dasein ante su existencia propia, existencia ya caracterizada como resolución precursora. Esta huida que la ocupación lleva consigo es una huida ante la muerte, e.d. un apartar la vista del fin del estar-en-el-mundo. Este apartar la vista de… es, en sí mismo, un modo del extático estar venideramente vuelto hacia el fin. La temporeidad impropia del Dasein cotidiano-cadente, en cuanto soslayamiento de la finitud, tiene que desconocer la futuridad propia y, por ende  , la temporeidad en general. Y, puesto que la comprensión vulgar del Dasein está guiada por el uno, puede consolidarse la «representación» de la «infinitud» del tiempo público, que se basa en el olvido de sí. El uno no muere jamás, porque no puede morir; en efecto, la muerte es siempre mía, y sólo puede ser existentivamente comprendida de un modo propio en la resolución precursora. Ese uno que no muere jamás y que desconoce el estar vuelto hacia el fin, le da, en cambio, a la huida ante la muerte una interpretación característica. Siempre, hasta el fin, uno «tiene todavía tiempo». Aquí aparece un modo de «tener tiempo» que equivale a poder perderlo: «ahora, por lo pronto, aún esto, luego aquello y tan sólo aquello, y luego.». Aquí la finitud del tiempo no llega a ser comprendida, sino que el ocuparse anhela, por el contrario, coger lo más posible del tiempo que está aún por venir y que «sigue pasando». Públicamente, el tiempo es algo que cualquiera toma y puede tomar para sí. En el convivir cotidiano resulta enteramente imposible reconocer el origen de la secuencia de los ahoras en la temporeidad del Dasein individual. ¿Cómo podría afectar siquiera mínimamente al «tiempo» en su marcha el hecho de que un hombre que ha estado-ahí «en el tiempo» ya no exista más? El tiempo sigue su marcha, del mismo modo como ese tiempo también ya «era» cuando un ser humano «entró en la vida». El único tiempo que se conoce es el tiempo público que, a fuer de nivelado, le pertenece a cualquiera, es decir, no le pertenece a nadie. STJR §81