Norro
Antes de que busquemos la esencia de la verdad de modo más radical, conviene hacer nuestro con mayor claridad lo dicho hasta aquí y especialmente con respecto a las opiniones tradicionales, y todavía hoy dominantes, que determinan completamente la lógica.
Se podría pensar que hay ser-en-medio-de y además ser subsistente. El ser-en-medio-de pertenece a la subjetividad del sujeto. Pero se piensa que cabe caracterizar la subjetividad mediante la tesis de la relación sujeto-objeto comprendida ésta como un ser mutuamente subsistentes el sujeto y el [161] objeto, en el sentido de que ninguno es sin el otro: con todo sujeto subsiste un objeto (1.°) y con todo objeto, un sujeto (2.°).
Ad 2.° En la tesis ningún objeto sin sujeto’, ‘objeto’ es ambiguo. Es un subsistente por sí -y este subsistente por sí, tomado, en lo que toca a su objetividad, como lo contrapuesto, es, en su estar-contrapuesto, presupuesto y concebido como un ente que subsiste a partir de sí mismo y, en su ser-subsistente, no tiene necesidad en absoluto de ser-comprendido-. En el captar lo subsistente como subsistente se encuentra un franquear el paso a lo subsistente retirándose; el captar tiene el carácter de que lo captado en el captar puede descansar en sí y se comprende a sí mismo como un acoger. Ahora bien, si con ‘objeto’ se mienta lo subsistente por sí, esto es, lo que no necesita ser aprehendido, entonces la tesis es falsa. Este subsistente no necesita de un sujeto y con su ser-subsistente no está puesto el ser-subsistente de un sujeto. En esta tesis se desconoce la esencia del sujeto o se toma al sujeto sólo como un sujeto que aprehende. El sujeto puede ser lo que es, el Dasein existe sin aprehender el ente qua objeto. Al ser-en-medio-de no le pertenece necesariamente el objetivar y menos aún el tematizar teórico. (Si se toma el objeto en su carácter de contrapuesto, entonces, sin duda, es correcto que este carácter de contrapuesto es dependiente de un sujeto que aprehenda.)
Ad 1° ‘Subsiste un objeto con todo sujeto’. A partir de lo dicho, también esta tesis se vuelve ambigua. Ante todo conviene ver que esta tesis no dice nada acerca de la subjetividad del sujeto. El sujeto puede muy bien ser sin objeto; lo que no significa, sin embargo, que el sujeto pueda existir sin ser-en-medio-de, puesto que esto le pertenece al carácter de sujeto como tal. Con otras palabras: con la existencia de un Dasein, en tanto y mientras que exista, ocurre algo, ha comenzado una historia, a saber lo inaudito de que [162] el ente se encuentre y pueda encontrarse con otro y, por supuesto, sin que el sujeto propiamente se dirija a ello.
Cuando se evoca la relación sujeto-objeto y especialmente cuando se hace para caracterizar la subjetividad, entonces hay que decir, que, con esta relación sujeto-objeto y con su referencia a ella, se deja fuera algo esencial y se pierde de vista lo decisivo. Lo que se deja fuera es la característica de esta ‘relación entre’, que es precisamente lo que habría que aclarar. Se pierde de vista el concepto genuino de subjetividad, en la medida en que se pasa por alto que la ‘relación a’ pertenece precisamente a la esencia de la subjetividad. Por supuesto que con la tesis: a la esencia de la subjetividad le pertenece la relación con posibles objetos, todavía no está todo claro. Se puede defender esta tesis sin haberse dado cuenta de su genuino sentido ontológico, que implica que a la existencia le pertenece el ser-en-medio-de en tanto que develante.
Nuestro tema es la aclaración de las relaciones esenciales entre verdad y fundamento. Para ello es necesario el esclarecimiento esencial de la verdad, siguiendo en primer lugar el hilo conductor tradicional: verdad igual a verdad del enunciado; una interpretación del enunciado mismo muestra que éste está fundado en el ser-ya-en-medio-de; aquí se encuentra la verdad más originaria. Sin duda que este ser-en-medio-de es, en tanto que existenciario, un problema, y esto precisamente en razón de la aparente comprensibilidad de suyo de comenzar con una relación sujeto-objeto.
Es sorprendente que el problema que esta tesis enuncia no se haya movido de su sitio. Es tan antiguo como la filosofía y aparece ya en Parménides. Que el alma, el pensar y representar, la conciencia, se refiere a objetos, o para decirlo en el sentido inverso: que el ente se contrapone y se enfrenta (άντίκειται) al representar, intuir y pensar, es una afirmación que hizo desde antiguo y con facilidad la comprensión prefilosófica del Dasein y que se ha mantenido durante mucho tiempo en esta forma general e indeterminada. El problema ofrece justamente la [163] visión seductora de lo que es comprensible de suyo y fácil. De este modo, desde la Antigüedad, en la Edad Media y en la Filosofía moderna, hasta la dialéctica de Hegel , se habló de este problema, especialmente Kant convirtió en problema la relación de la conciencia al objeto. Así, por ejemplo, cando escribe (en una carta a Markus Herz, 21 de febrero de 1772): “Me pregunté a mí mismo en qué fundamento se apoya la relación entre lo que llamamos en nosotros representación y el objeto”.
Sin embargo, es característico que Kant , al igual que los posteriores y especialmente sus epígonos de hoy día, se dé prisa en preguntar por el fundamento de la posibilidad de la relación de la conciencia con el objeto sin haber esclarecido antes suficientemente qué se mienta con esta relación, qué se quiere aclarar, entre qué se da esta relación y qué modo de ser le es propio.
Qué quiere decir propiamente ‘relación’ sigue sin estar claro. Esta falta de claridad repercute en la indeterminación de lo que está en relación. Se pone ante todo de manifiesto la indeterminación del concepto de sujeto y, por otra parte, en la ingenuidad y en no ver como problema todo lo tocante al ser del ente. Su ‘in-dependencia’, por decirlo así, es, por una parte, sólo una determinación negativa y puede, por otra parte, sólo significar in-dependencia del sujeto, y de este modo es precisamente en relación al sujeto como tiene que ser explicar esta in-dependencia, y, en general, convertida en problema.
Respecto de la ‘relación’ de sujeto y objeto, hay que observar dos cosas: la simplicidad del problema tratado en lo relativo a su amplitud y originariedad, y, por tanto: que ha de ser comprendido en su totalidad o no ser comprendido en absoluto. Aquí se encuentra justamente la dificultad, pues la comprensibilidad de suyo del punto de partida lleva a considerar que están dadas como comprensibles de suyo las premisas de la solución y sus condiciones.
La teoría del conocimiento de la segunda mitad del siglo XIX y de las últimas decenas de años ha puesto siempre en la base de los planteamientos de sus cuestiones la relación sujeto-objeto, [164] pero tanto los intentos idealistas como los realistas de explicación tenían que fracasar porque no estaba determinado suficientemente lo que había que explicar. Cómo la explicación precedente del fenómeno que hay que esclarecer determina por completo toda la problemática, se muestra en que, precisamente en nuestro problema, el alcance de la primera aclaración llega hasta un punto, que es el que tiene que ser alcanzado y realizado, donde se esfuma un posible problema, en el sentido de la teoría del conocimiento realista e idealista.
Los intentos más recientes comprenden la relación de sujeto-objeto como una ‘relación del ser’. Precisamente aquí sale a la luz la insuficiencia, la confusión y la incomprensión de la problemática central. Con esta expresión no se ha conseguido nada mientras no se diga en qué tipo de ser se está pensando, y mientras siga siendo oscuro el modo de ser de los entes entre los que se establece esta relación. Se cree que, dejando indiferenciado tanto el ser de la relación como el modo de ser del sujeto y del objeto, el problema se plantea con los menos presupuestos posibles. Ocurre justamente lo contrario; la comprensión anterior es más crítica en la medida en que no habla de una relación de ser, porque el ser -y esto también en Nicolai Hartmann y en Max Scheler - es considerado como ser-subsistente. Esta relación no es una nada, pero ella tampoco es como algo subsistente. Por ello también Hartmann se ve forzado a recaer en el ‘realismo crítico’ (sin duda, el planteamiento de la cuestión menos filosófico respecto de este problema).
Una de las tareas preparatorias principales de Ser y tiempo es sacar a la luz, de modo radical, esta ‘relación’ en su esencia originaria, y hacerlo con plena intención por razones de principio (cf. §§ 12 y 13 como primeras caracterizaciones introductorias). Con otro método y con otra intención, Max Scheler ha llegado a concepciones similares, y últimamente ha planeado, en parte en referencia a mis investigaciones, [165] un gran tratado Idealismo-realismo [1]]. Este plan de discusión se ha frustrado.
En nuestra última conversación larga, en diciembre de 1927, llegamos a un acuerdo sobre cuatro puntos: primero, el problema de la relación de sujeto-objeto debe ser planteado de un modo totalmente nuevo y, por supuesto, dejando a un lado los intentos llevados a cabo hasta ahora. Segundo, no es una cuestión de la llamada teoría del conocimiento; es decir, primariamente no tiene que plantearse con referencia a un sujeto que capta un objeto; este captar no puede ser puesto en la base al comienzo. Tercero, tiene una importancia central para la posibilidad de la metafísica y está en una relación muy intrínseca con su problema fundamental. Cuarto, lo más esencial: ha llegado el momento, precisamente por la desolación de la situación pública de la filosofía, de atreverse a dar un paso adelante en la auténtica metafísica, o sea, a desarrollarla desde su fundamento. Éste fue el estado de ánimo en el que nos separamos, el alegre estado de ánimo de una esperanzadora batalla; el destino quiso otra cosa, Scheler era optimista; creía tener ya la solución, mientras que yo estaba convencido de que todavía no se había planteado y tratado total y radicalmente el problema. Mi objetivo esencial es, ante todo, plantear el problema y tratarlo de tal manera que lo más esencial de toda la tradición occidental se concentre en la simplicidad de un problema fundamental. (p. 151-155)
Heim
Before pursuing the essence of truth more radically we must assimilate still more clearly what we found in the foregoing. We must relate it to traditional opinions which are still prevalent and which thoroughly shape logic.
One could believe there is a being-by-things and then also a being-present-on-hand [Vorhandensein], the former belonging to the subject’s subjectivity. But subjectivity, it is believed, is characterized by the positing of a subject-object relation. The latter is understood as the being-present-on-hand together of subject and object, in the sense that neither one is without the other; there is (1) an object on hand with every subject, and (2) a subject on hand with every object.
Regarding claim (2), “There is no object without a subject,” the [129] term “object” here is ambiguous. It is something on hand by itself, and, taken in its objectivity as an object, it is supposed and grasped in its objectivity as a being such that it is of itself on hand and, in being on hand, need not be grasped. In grasping something on hand as on hand, there is, in other words, a withdrawing release of what is on hand; grasping it has the character of allowing what is grasped to abide by itself, and this grasping understands itself as an acceptance. Now if, by “object,” is meant what is on hand of itself, what needs not be grasped, then the claim is false. Such a something on hand is not in need of a subject, and its being on hand does not establish a subject’s being on hand. This thesis also fails to understand the essence of the subject; it takes the subject as merely something which grasps. The subject be what it is, Dasein exists, without grasping beings merely qua objects. Objectification, or even theoretical consideration, does not necessarily belong to being-by-things. (Nevertheless, if one were to take the object with regard to its objectification, then it is correct that this objectification is dependent on a subject which grasps.)
Regarding the claim (1), “There is an object on hand with every subject.” From what we have said, this claim is also dubious. It is particularly important to see that the thesis says nothing at all about the subjectivity of the subject. The subject can very well be without an object; this does not mean, however, the subject could exist without a being-by-things, for the latter belongs to being a subject as such. In other words, with the existence of Dasein, insofar and as soon as Dasein exists, something occurs, has begun to have a history, something startling, namely, that a being happens for another being and can happen for another, without the subject explicitly having this in mind.
When appeal is made to the subject-object relation, especially for characterizing subjectivity, then it must be said that, in this subject-object relation and in the appeal to it, something essential is omitted and something crucial has been missed. The characteristics of this “relation between” are omitted, the very thing to be explained. The genuine concept of subjectivity is lacking, insofar as it goes unnoticed that the “relationship to” belongs to the essence of subjectivity. To be sure, not all is clear about this claim that the relationship to possible objects belongs to subjectivity. One can maintain this claim without realizing its properly ontological sense, which is that a disclosive being-by-things belongs to existence.
Our theme is to clarify the essential connection between truth [130] and ground. To do so we need to clarify the essence of truth, first along traditional lines which hold that truth is equivalent to propositional truth. Our interpretation of the proposition showed it to be founded in being-already-by-things. In the latter, primordial truth is to be found. Being-by as existential is of course itself a problem. It is a problem precisely because of the seeming selfevidence of the premise of a subject-object relation.
It is remarkable that the problem addressed by this claim cannot be budged. It is as old as philosophy and appears already in Parmenides . The view, developed early and easily in the prephilosophical understanding of Dasein, that the soul, thinking and representing, consciousness, establishes a relationship to objects, or put conversely, that beings occur before and lie opposite to (antikeitai) thinking, seeing, and representing; this view, this understanding of Dasein also persisted for a long time in this general and vague form. The problem offers the seductive look of the obvious and simple. Thus the problem has been discussed since antiquity, in the Middle Ages and in modem philosophy, until Hegel ’s dialectic; especially in Kant , the relation of consciousness to the object becomes a problem. In a letter (to Marcus Herz, February 21, 1772) Kant wrote: “I asked myself, on what basis rests the relation of that in ourselves called ’representation’ to the object?”
But it is typical of Kant , as well as his successors, all the more so of the contemporary epigones, to ask all too hastily about the ground of the possibility of the relation of consciousness to the object, without clarifying sufficiently beforehand what is meant by this relation whose possibility is to be clarified, what this relation is standing between, and what sort of being is applicable to it.
What “relation” really means remains vague. The vagueness falls back on the vagueness of that which stands in relation. It emerges particularly in the vagueness of the concept of the subject, and on the other hand, in the naivete and presumptive obviousness of the being of the being. The being’s “independence” is only a negative determination, and yet it can only mean nondependence from the subject, while this non-dependence precisely in relation to the subject is what is to be explained, to be made as such into a problem.
Two things are to be kept in mind regarding the “relation” of subject and object. The problem we are touching on has a simplicity in its breadth and primordiality, and, correspondingly, it is to be conceived as a whole or not at all. Herein lies the difficulty, since the obviousness of the starting point misleads one [131] into regarding the solution’s premise and conditions as just as self-evidently given.
The theory of knowledge in the second half of the nineteenth century and in the last decades has repeatedly made the subject-object relation the basis of its inquiries. But both idealist and realist explanations had to fail because the explicandum was not sufficiently definite. The extent to which the above clarification of the problem determines all efforts to pose the problem is evident in the fact that the consequences of the first refinement of our problem, where it is really carried out and achieved, lead to the disappearance of a possible problem in the sense of the idealistic or realistic theories of knowledge.
The most recent attempts conceive the subject-object relation as a “being relation.” Here, in particular, we see the misguided incomprehension of the central problematic. Nothing is gained by the phrase ‘being relation,” as long as it is not stated what sort of being is meant, and as long as there is vagueness about the sort of being of the beings between which this relation is supposed to obtain. But leaving indifferent the being of the relation as well as the mode of being of subject and object, one believes he can pose the problem with the greatest possible neutrality. The opposite is the case. The earlier formulation is more self-critical, insofar as it does not speak of a being relation, because being, even with Nicolai Hartmann and Max Scheler , is taken to mean being-on-hand [Vorhandensein]. This relation is not nothing, but it is still not being as something on hand. Thus Hartmann too is pushed back into “critical realism,” (probably the least philosophical of all approaches to the question).
One of the main preparatory tasks of Being and Time is to bring this “relation” radically to light in its primordial essence and to do so with full intent (cf. §§ 12 and 13 as the first introductory characterizations). Max Scheler came to similar insights by another path and with another purpose, and he ultimately planned, partially with reference to my investigations, a large treatise, “Idealism — Realism." [2]] But the plan for this exchange came to naught.
In our last long conversation in December 1927, we agreed on four points: 1) The problem of the subject-object relation needs to be raised completely afresh, free of the previous efforts to solve it. 2) It is not a question of so-called epistemology; that is, it is not to [132] [GA26 165-166] be raised primarily with regard to a subject that grasps an object; such a grasping may not be presupposed from the outset. 3) The problem has central import for the possibility of metaphysics and is intimately related to its basic problem. 4) the fourth and most important point of accord was that the moment is here, now when the official philosophical situation is hopeless, to risk again the step into an authentic metaphysics, that is, to develop metaphysics from the ground up. This was the atmosphere in which we parted, the glad mood of a propitious struggle; destiny wanted it otherwise. Scheler was optimistic and believed he had found the solution, while I was convinced we had not yet even raised and developed the problem radically and totally. My essential intention is to first pose the problem and work it out in such a way that the essentials of the entire Western tradition will be concentrated in the simplicity of a basic problem. (p. 128-132)
Original
Bevor wir das Wesen der Wahrheit radikaler verfolgen, gilt es, das Bisherige noch deutlicher anzueignen, und zwar gerade in Rücksicht auf traditionelle und immer noch herrschende Meinungen, wie sie auch durch und durch die Logik bestimmen.
Man könnte nun denken: es gibt Sein-bei und daneben Vorhandensein. Sein-bei gehört zur Subjektivität des Subjektes. Die Subjektivität aber glaubt man gerade durch die These von der Subjekt-Objekt-Beziehung zu kennzeichnen, und diese versteht man als ein Zusammenvorhandensein von Subjekt und [161] Objekt, in dem Sinne, daß keines ohne das andere ist: Mit jedem Subjekt ist ein Objekt vorhanden (1.) und mit jedem Objekt ein Subjekt (2.).
Ad 2. In der These »Kein Objekt ohne Subjekt« ist »Objekt« zweideutig: Es ist ein Vorhandenes für sich — und dieses für sich Vorhandene hinsichtlich seiner Objektivität als Gegenstand genommen, in welcher Gegenständlichkeit es aber gerade vermeint und erfaßt ist als solches Seiendes, das von sich aus vorhanden und in seinem Vorhandensein der Erfaßtheit durchaus unbedürftig ist. Im Erfassen des Vorhandenen als Vorhandenen liegt nämlich ein sich zurückziehendes Freigeben des Vorhandenen; das Erfassen hat den Charakter, daß es das Erfaßte im Erfassen auf sich beruhen läßt und sich selbst als ein Hinnehmen versteht. Wenn nun mit Objekt das für sich Vorhandene, d. h. das der Erfaßtheit Unbedürftige, gemeint ist, dann ist die These falsch. Dieses Vorhandene bedarf nicht eines Subjektes, und mit seinem Vorhandensein ist nicht das Vorhandensein des Subjektes gesetzt. In dieser These wird auch das Wesen des Subjektes verkannt, bzw. das Subjekt lediglich als ein erfassendes genommen. Das Subjekt kann sein, was es ist, das Dasein existiert, ohne gerade Seiendes qua Objekt zu erfassen. Zum Sein-bei gehört nicht notwendig Verge genständlichung oder gar theoretische Thematisierung. (Nimmt man allerdings das Objekt hinsichtlich seiner Gegenständlichkeit, dann ist freilich richtig, daß diese Gegenständlichkeit abhängig ist von einem erfassenden Subjekt.)
Ad 1. »Mit jedem Subjekt ist ein Objekt vorhandene Mit dem Gesagten ist auch diese These schon zweifelhaft geworden. Vor allem gilt es zu sehen, daß diese These gerade nichts über die Subjektivität des Subjektes sagt. Das Subjekt kann sehr wohl ohne Objekt sein; was aber nicht besagt, das Subjekt könnte ohne ein Sein-bei existieren, denn dieses gehört zum Subjektsein als solchem. Mit anderen Worten: mit der Existenz eines Daseins, sofern und sobald Dasein existiert, geschieht etwas, hat Geschichte begonnen, — nämlich das Unerhörte, daß [162] Seiendes für ein anderes begegnet und begegnen kann, und zwar ohne daß sich das Subjekt eigens darauf richtet.
Wenn man die Subj ekt-Objekt-Beziehung herbeiruft, und zwar gerade zur Charakterisierung der Subjektivität, dann ist zu sagen, daß mit dieser Subjekt-Objekt-Beziehung und der Berufung auf sie gerade das Wesentliche ausgelassen und das Entscheidende verfehlt ist. Ausgelassen ist die Charakteristik dieser »Beziehung zwischen«, die es gerade zu klären gilt. Verfehlt wird der echte Begriff der Subjektivität, sofern man übersieht, daß die »Beziehung auf« gerade zum Wesen der Subjektivität gehört. Allerdings ist auch mit dieser These: Zum Wesen der Subjektivität gehört die Beziehung auf mögliche Objekte, noch nicht alles im reinen. Man kann diese These vertreten, ohne auch schon den rechten ontologischen Sinn dessen erfaßt zu haben, was es besagt: Zur Existenz gehört das Sein-bei als enthüllendes.
Unser Thema ist die Aufhellung des Wesenszusammenhanges zwischen Wahrheit und Grund. Dazu bedarf es der Wesenserhellung von Wahrheit, zunächst am traditionellen Leitfaden: Wahrheit gleich Aussagewahrheit; eine Interpretation der Aussage selbst erwies diese als fundiert im Schon-sein-bei; in diesem liegt ursprünglicher Wahrheit. Dieses Sein-bei ist freilich als Existenzial selbst ein Problem, und das gilt gerade aufgrund der scheinbaren Selbstverständlichkeit des Ansatzes einer Subjekt-Objekt-Beziehung.
Merkwürdig ist, daß das mit dieser These angesprochene Problem nicht von der Stelle rückt. Es ist so alt wie die Philosophie und zeigt sich schon bei Parmenides . Daß sich die Seele, das Denken und Vorstellen, das Bewußtsein auf Gegenstände bezieht, bzw. aus der Gegenrichtung gesprochen: daß Seiendes dem Vorstellen, Anschauen und Denken entgegensteht und entgegenliegt (άντίκειται), ist eine Feststellung, die früh und leicht dem vorphilosophischen Daseinsverständnis erwachsen ist und sich auch lange in dieser allgemeinen und unbestimmten Form erhalten hat. Das Problem bietet eben den [163] verführensehen Anblick des Selbstverständlichen und Einfachen. So ist seit der Antike, im Mittelalter und in der neueren Philosophie, bis hin zu Hegels Dialektik, von diesem Problem die Rede; insbesondere bei Kant wird die Beziehung des Bewußtseins auf den Gegenstand zum Problem, so wenn er schreibt (an Marcus Herz, 21. Feb. 1772): »Ich frug mich nämlich selbst: auf welchem Grunde beruhet die Beziehung desjenigen, was man in uns Vorstellung nennt, auf den Gegenstand?«
Aber es ist charakteristisch, daß Kant sowohl wie die Späteren, und die heutigen Epigonen erst recht, allzu eilig nach dem Grund der Möglichkeit der Beziehung des Bewußtseins auf den Gegenstand fragen, ohne zuvor einmal hinreichend klarzustellen, was denn nun mit dieser Beziehung gemeint sei, deren Möglichkeit erklärt werden soll, wozwischen diese Beziehung besteht und welche Seinsart ihr zukommt.
Was »Beziehung« eigentlich besagt, bleibt ungeklärt. Diese Ungeklartheit schlägt zurück auf die Unbestimmtheit dessen, was da in Beziehung steht. Sie tritt vor allem in der Unbestimmtheit des Subjektsbegriffes hervor und auf der anderen Seite in der Naivität und Problemlosigkeit in Bezug auf das Sein des Seienden. Dessen »Un-abhängigkeit« etwa ist einerseits nur eine negative Bestimmung und kann andererseits doch nur Un-abhängigkeit vom Subjekt meinen, mithin ist doch gerade in Beziehung auf das Subjekt diese Un-abhängigkeit zu erklären, ja überhaupt zum Problem zu machen.
Hinsichtlich der »Beziehung« von Subjekt und Objekt ist ein Doppeltes zu beachten: die Einfachheit des angerührten Problems in seiner Weite und Ursprünglichkeit, und entsprechend: daß es nur im Ganzen zu fassen ist oder gar nicht. Hier liegt gerade die Schwierigkeit, denn die Selbstverständlichkeit des Ausganges verleitet dazu, den Lösungsansatz und seine Bedingungen als ebenso selbstverständlich gegeben anzusehen.
Die Erkenntnistheorie der zweiten Hälfte des 19. Jahrhunderts und der letzten Jahrzehnte hat immer wieder die Sub-jekt-Objekt-Beziehung ihren Fragestellungen zugrunde gelegt, [164] aber die idealistischen, ebenso wie die realistischen Versuche einer Erklärung mußten scheitern, weil das zu Erklärende nicht hinreichend bestimmt war. Wie sehr die vorgängige Klärung des zu klärenden Phänomens alle Problematik bestimmt, zeigt sich darin, daß gerade bei unserem Problem die Tragweite der ersten Klärung so weit geht, daß, wo sie wirklich gewonnen und durchgeführt wird, ein mögliches Problem im Sinne der idealistischen bzw. realistischen Erkenntnistheorie überhaupt verschwindet.
Jüngste Versuche fassen die Subjekt-Objekt-Beziehung als eine »Seinsbeziehung«. Gerade hierbei kommt das Unzureichende und Mißleitete und das Unverständnis der zentralen Problematik an den Tag. Mit diesem Titel ist nichts gewonnen, solange nicht gesagt wird, welche Art von Sein gemeint ist, und· solange die Seinsart des Seienden, wozwischen diese Beziehung sein soll, dunkel bleibt. Man glaubt dadurch, daß man das Sein der Beziehung wie die Seinsart von Subjekt und Objekt indifferent läßt, das Problem möglichst vorurteilslos zu stellen. Das Gegenteil trifft zu; die frühere Fassung ist insofern kritischer, als sie nicht von Seinsbeziehung spricht, weil Sein — und auch bei Nicolai Hartmann und Max Scheler — als Vorhandensein genommen wird. Diese Beziehung ist nicht nichts, aber sie ist eben nicht seiend als etwas Vorhandenes. Daher wird denn auch Hartmann zum Rückfall in den »kritischen Realismus« gedrängt (wohl die unphilosophischste aller Fragestellungen bezüglich dieses Problems).
Eine der vorbereitenden Hauptaufgaben von »Sein und Zeit «ist, diese »Beziehung« in ihrem ursprünglichen Wesen radikal ans Licht zu stellen, und zwar in einer ganz prinzipiellen Absicht (vgl. die §§ 12 und 13 als erste einführende Charakteristiken). Auf anderem Wege und in anderer Absicht ist Max Scheler zu ähnlichen Einsichten gekommen, und er plante zuletzt noch zum Teil mit Rücksicht auf meine Untersuchungen [165] eine große Abhandlung »Idealismus — Realismus« [3]. Dieser Plan der Auseinandersetzung aber ist zunichte geworden. (p. 160-165)