Extraño es ser mortal. Extraño es, en efecto, vivir mortalmente propulsados por proyectos que vienen del Uno pasado, e ir muriendo en vida al descifrar las huellas que vienen del Infinito futuro [Zukunft]. Bien podemos llamar mundo a ese acontecer de trasiegos y remisiones entre sucesos (potencialidades) que promueven expectativas (del pasado al futuro) y eventos (posibilidades) que emocionan (que mueven desde… el futuro) al ajustarse, o no, a lo esperado. (Y, a la inversa, no esperaríamos nada si no estuviéramos ya de antemano “motivados”: entonados o afinados, acordes — al gestimmt — con lo Infinito). En el mundo vienen a salvación, a redención las cosas en cuanto cosas, pues a través del mundo se ajustan las distancias y remisiones y referencias, se conectan o separan escorzos o perspectivas. Pero, entonces, de ello se siguen necesariamente dos consecuencias. En primer lugar, el Mundo no está “dado” de siempre, ni es un producto ni menos la creación de Nadie, sino que constituye una tarea infinita a cargo del hombre: la tarea de ajustar sucesos a eventos, proyectos de huellas, potencialidades a posibilidades, para construir a partir de ese ajuste (un ajuste que no está en su mano, que no es hacedero ad libitum) “cosas” en situación. En segundo lugar, sería bien inexacto decir que el Mundo está “lleno” de cosas, en el sentido más amplio de término: asuntos, disposiciones, encuadres, rechazos y atracciones (en ningún caso, empero, hay en él “cosa” alguna acabada, perfecta, desde el momento en que “cosa” no es jamás “hecho”, sino interpretación a partir de una incitación: virtud a partir de una necesidad). Pero el Mundo mismo no es una “cosa”. No se puede interpretar el Universo en cuanto [181] Uni-verso (Vez, Vuelco-a-Infinito). No porque nosotros estemos “también” en el mundo, sino porque nuestro ser es ser-en-el-mundo (cf. la I° sec. de Ser y Tiempo , de Heidegger). Más ajustado sería decir que las cosas están “llenas” de Mundo, transidas por una red de significatividad, de remisiones de “lo que hace al caso”, que las hace precisamente flexibles y flexivas, siempre “casos”, cadencias del decir y del hacer humanos. Así se “salva” a las cosas: poniéndolas en situación y a la vez dejándose abordar por ellas, tejiendo encuentros en una comarca siempre móvil. El hombre, en cuanto “yo”, no puede salir de sus fronteras porque él es la frontera, el límite entre Uno e Infinito (los dos semblantes del Dios-Muerte). Pero sí tiñe en cambio de su mortalidad — espacia y da tiempo — a los diferentes envíos en que se deletrean esos semblantes. Por eso puede decirse con verdad que el hombre — en cuanto mortal — está siempre fuera de sí, a pie de obra: configurando Mundo (cf. Heidegger, Die Grundbegriffe der Metaphysik; GA29-30 ).
Si esto es así, se sigue con absoluto rigor que el Mundo no es un “lugar” (ni el Sitio de todos los lugares: “sitio” es lo cercado, sitiado; y ¿quién podría sitiar al Mundo?), sino Apertura [Verborgenheit], Espaciamiento de vez en vez. Mundo es lo que a través del hombre da lugar a las cosas, pero no por la voluntad del hombre: ¿es la voluntad una propiedad del hombre, o éste lo es por la fuerza de voluntad del Uno para expresarse como Infinito? Pero el mundo no ha lugar (a menos que entendamos por tal “lugar” el margen absurdo — átopon — que es el mortal). El Mundo es lo que permite interpretar todo suceso como e-vento [Er-eignis]. Pero si el Mundo no es cosa, hombre, Dios ni lugar (las cosas son más bien los lugares que reverberan y destilan Mundo), ¿qué es? El mundo no es nada. [182] Die Welt weitet: “El mundo otorga mundo”, mundaniza los fenómenos en cosas (Heidegger nos recuerda que “cosa”, Ding, procede del alto alemán Thing: “asamblea, reunión” de hombres y bienes). Si queremos darle un “ser” (puramente transitivo), bien cabe denominarlo: el Vacío. Mas no el vacío como “privación”o “falta” de cosas (nunca faltan cosas en el Mundo), o como un recipiente que debiera ser llenado con algo externo o ajeno a él, sino el vacío como kénosis, como acción de “vaciamiento” (vaciamiento del Uno en lo Infinito a través del límite humano) que es a la vez “plenificación” de las cosas (pléroma), positiva concesión de espacios. Y este Vacío no “es” (nada es, sin más), sino que se dice y hace de muchas maneras. Llamamos Técnica a esas maneras de decir y hacer Mundo.