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TEXTOS SOBRE MARTIN HEIDEGGER

Vattimo: Andenken. Heidegger contra Schiller

terça-feira 30 de maio de 2017, por Cardoso de Castro

El pensamiento que «deja de lado al ser como fundamento», saltando en el Boden y respondiendo al Zuspruch de la presencia como Anwesenlassen  , es aquél al que Heidegger define en términos de memoria y rememoración: Denken   como Gedächtnis  , Denken como Andenken. No es casual que, en el mundo de la metafísica desplegada como técnica tal como está descrito en la frase de Nietzsche   sobre el «desierto» que «crece» (cf. WD, 11 y ss.), Mnemosyne no tenga ya derecho de ciudadanía: «la desertización es la expulsión, en grandes etapas, de Mnemosyne». Heidegger habla aquí de Mnemosyne porque, al ilustrar la condición del hombre moderno descrita como crecer del desierto, recuerda algunos versos de Hölderlin   pertenecientes al borrador de un himno que debía llevar, entre otros, este título. Los versos dicen: «Ein Zeichen   sind wir, deutungslos. / Schmerzlos sind wir und haben   fast / Die Sprache   in der Fremde verloren.» Estos versos, con su referencia a la «señal que nada indica» y luego al dolor, contienen un poco el sentido general de cuanto encontraremos en la noción heideggeriana   de Andenken.

¿Qué es lo que caracteriza al pensamiento como Andenken? ¿Por qué el Andenken debería ser ese pensamiento que deja de lado al ser como fundamento y llega a pensar al Anwesen como Anwesenlassen, es decir, que se encamina a pensar realmente al ser? Porque la memoria es el modo de pensar la Schickung, el envío del ser, como envío. En efecto, la Schickung es de tal modo que, en el dar del «Es gibt  », el dar mismo se retrae y sustrae en favor de la presencia del ente que él deja ser. El pensamiento de la fundación se concentra de modo exclusivo en el ente y en su ser como ser presente, sin pensarlo en su proveniencia. El modo en que este pensamiento se relaciona con su objeto es la presentificación (Vergegenwärtigung  ) o representación: el representar es el modo de ser del pensamiento en la época del darse del ser como objetividad. Pero el pensamiento que se esfuerce por pensar no al ser como presencia de lo que está presente, sino la presencia en su proveniencia, no podrá remitirse a esta proveniencia presentificándola y re-presentándola. La Schickung se deja pensar sólo como ya siempre   sucedida, como don en el cual el dar se ha siempre ya sustraído. Es, ciertamente, a esto a lo que alude Heidegger cuando oponiéndose a Hegel   en la segunda sección de Identität   und Differenz  , dice que para él se trata de pensar la diferencia como diferencia (ID, 37). El ser sólo puede ser pensado como diferencia, en un aplazamiento que se contrapone a la presencia del objetum de la representación. Ese pensamiento que piensa al propio objeto siempre como diferido, como constitutivamente no presente, es el Gedächtnis, el Andenken, la memoria. Es verdad que también el computer tiene memoria, es memoria; pero en el sentido en que memoria indica aquella facultad del hombre por la cual el puede erinnern y behalten   (cf. WD, 97); la memoria entendida como facultad queda totalmente en el horizonte de la instrumentalidad, de la objetividad y de la simple presencia; es sólo la capacidad de hacerse presente lo que momentáneamente no lo está. La memoria del computer, además, corresponde estrechamente al procedimiento capturador-tranquilizador de la ciencia, que en su verificar bloquea el remontarse de la memoria más allá del Grund  ; exorcizando, por decirlo así, al Andenken a través de su «parodia» que es el procedimiento de la fundación.

Pero el Andenken «es algo distinto que la efímera presentiticación del pasado» (WD, 159); su relación con aquello a lo que piensa es más bien del tipo del Verabschieden, en uno de los sentidos que el término tiene en alemán: decir adiós a lo que ha quedado anacrónico, que ha pasado según su medida, que se ha cumplido (cf. WD, 158-159); y el ser como Schickung —que resuena aún en palabras esenciales, como en el nexo Denken-Danken-Gedächtnis — es en el fondo de tal modo que no puede no permanecer en lo no dicho y en lo casi­olvidado (cf. WD, 99). Jamás podemos remitirlo a la palabra como tal (WD, 98­99). Esta impotencia que señala la memoria está expresada en la conexión, que vive aún en la lengua, entre Denken-Gedächtnis y Danken, entre pensamiento­memoria y agradecimiento. Precisamente porque no se reduce a la facultad de presentificar lo que está momentáneamente ausente, la memoria, en su sentido esencial, es un encuentro del pensar con lo que el ser-ahí es y tiene como más propio y constitutivo: la memoria es «el reconcentrarse del ánimo» como «permanente reconcentrarse ante lo que a todo Sinnen, sentir, se dirige» (WD, 92-93). En relación con este «objeto» que encuentra la memoria, la actitud del pensamiento se configura como Dank, agradecimiento; lo cual significa ante todo que el pensamiento lo encuentra como aquello por lo que es sostenido y de lo que no dispone; es por esto, en el fondo, que jamás lo puede presentificar como objeto, porque el objeto es asimismo aquello de lo que el sujeto siempre, en principio  , dispone. Aquello que, entre otras cosas, distingue claramente al Andenken heideggeriano de cualquier toma de conciencia historicista.

Pero al enfatizar el nexo entre Denken y Dank no parece que Heidegger considere, como creen algunos intérpretes, una salida religiosa del pensamiento al menos en el sentido habitual; el pensamiento auténtico no es aquel que agradece, sino más bien el que piensa que aquello que auténticamente debe pensarse es el auténtico agradecer (cf. WD, 158). Aquello que el ser-ahí más profundamente es y tiene, y con el cual se encuentra en el Denken-Danken, no es un don para pensar en términos de ente — vida, talento, etc. — por el que se debiera dar las gracias. Aquello que el ser-ahí es y tiene es su permanecer extático en la apertura del ser. La importancia del nexo Denken-Danken-Gedächtnis debe buscarse entonces en el hecho de que el pensamiento como memoria piensa al Awesen como Anwesenlassen, como acontecimiento de la revelación; es la relación del revelar como acontecimiento lo que constituye el ser-ahí, aquello que él es y tiene. Se advierte aquí una precisa conexión del Andenken con la analítica existencial de Sein und Zeit  . Pensar el revelar como acontecimiento significa, en efecto, ver la apertura abierta que constituye nuestra proyección histórica precisamente como una apertura histórica, no idéntica al ser, como por el contrario pretende la metafísica que se nos impone en el Ge-stell   (traducible por lo tanto como im-posición: cf. VA, 14). Pensar cómo rememorar no significa estar ligados al pasado (que es sólo otro presente ya no disponible), ni remitirse agradeciendo a alguna presencia de la cual dependeríamos; significa, en cambio, captar la apertura del ser, en la cual estamos arrojados, como acontecimiento; o también recordar la Schickung como Schickung, como hacer­ser-presente, es decir, estar frente a la totalidad de lo fundante-fundado de la metafísica desplegada en técnica como frente a una posibilidad histórica, y no como frente al ser-mismo.

Precisamente en esta función liberadora, y no por casualidad, Heidegger introduce al Andenken en las páginas finales del curso sobre Der Satz   vom Grund, allí donde el discurso sobre el principio de razón suficiente se apresta a concluir con la remisión al Ab-grund y con la imagen heracliteana del aiòn como niño divino que juega. ¿No será un juego arbitrario e ilógico, una coquetería del pensamiento, introducir aquí una referencia al juego? «Puede parecer así — dice Heidegger — mientras continuemos omitiendo pensar desde el punto de vista del envío (del Geschick  , del don-destino) del ser, es decir, de confiarnos, rememorando, al liberador vínculo que nos coloca dentro de la tradición del pensamiento» (SVG  , 187).

No sólo la referencia a la Ueberlieferung, en este caso a Heráclito  , nos permite introducir la noción de juego, sino que es, más profundamente, la lösende Bindung con la tradición, a la cual nos confiamos en el Andenken, la que nos permite, en general, el juego. Este término no es uno entre tantos del pensamiento heideggeriano. No podemos ahora seguirlo en las acepciones y desarrollos que asume en los diversos textos de Heidegger y en el pensamiento que a Heidegger se remite (por ejemplo, en Gadamer  ), pero queremos llamar la atención sobre dos puntos:

a) Reencontramos aquí una noción sobre la cual insiste también la interpretación de Heidegger en relación a Wittgenstein   y al «pensamiento sin fundamento»; sin embargo, precisamente el significado que el término juego tiene en las páginas a las que nos hemos referido del Satz vom Grund, da una idea   de la abismal distancia (ab-gründlich?) que separa al juego heideggeriano del «juego», definido por el hecho de tener reglas, de Wittgenstein. Juego significa en Heidegger exactamente lo opuesto a la sujeción a reglas: es ese margen de libertad (se dice en castellano que el volante de un coche tiene más o menos juego) que más que confirmar las reglas, las suspende; no en el sentido de que las invalide, sino en el de que las revela dependientes, en su carácter eventual, de acontecimientos, pero, por tanto, también de posibilidades.

b) Esta «imagen» del abrirse de la apertura del ser, del Uebereignen en que se produce el Ereignis   del ser, como juego, no debe hacer olvidar que en la noción de juego tal como Heidegger la usa hay otro componente determinante; es aquel en base al cual el pensamiento del Heidegger de la madurez sobre este punto se remite a, y se clarifica en base a, Sein   und Zeit  . Juego es también, ante todo, ponerse en juego. Es riesgo e incertidumbre, pero sobre todo está inseparablemente ligado al ser mortal del ser-ahí. El juego en base al que debemos pensar el ser como Ab-grund es aquel juego «al cual somos llevados como mortales, como los que somos lo que somos sólo en cuanto que habitamos en la cercanía de la muerte, que, como última posibilidad del ser-ahí, hace posible (vermag) el punto más alto de la iluminación-apertura del ser y de su verdad» (SVG, 186-187). Como se ve incluso en esta breve cita, el hilo conductor del nexo entre juego y ser mortal no es tanto aquel que se remite al concepto de elección y riesgo, sino aquel que se remonta directamente a la función posibilitante que tenía la muerte en Sein und Zeit. Esta función posibilitante, por otra parte, es la que caracteriza, antes que al juego, al Andenken. El Andenken piensa al ser como diferencia, como aquello que difiere en muchos sentidos: primeramente, en el sentido de que, en el dar, no se da como tal, y por lo tanto difiere como lo que se escapa, que ha estado, y de lo cual la proveniencia, en su provenir, también siempre se despide; pero también difiere siempre como aquello que es distinto, que en su no reducirse a la apertura abierta la difiere en cuanto que la dis-loca, la suspende (la hace depender, la cuelga) en su perentorio carácter de presencia. Si quisiéramos decir todo esto en el lenguaje de Sein und Zeit, podríamos decir que el Andenken es el pensamiento que deja ser a lo posible como posible, quitándole la máscara de necesi-dad que la metafísica le ha impuesto, y que le impone principalmente en la identificación final del ser con la objetividad. El Andenken puede esperar pensar «realmente» la presencia como Anwesenlassen y como diferencia en cuanto que es el pensamiento del ser-aquí como mortal, del ser-ahí que «anticipando se libera para la propia muerte» (SUZ, 395). Relacionar explícitamente Andenken y anticipación de la muerte ayuda a poner en claro, tanto en la noción de Verstehen   tal como se desarrolla en Sein und Zeit, como en la idea de pensamiento rememorador del modo en que Heidegger la desarrolla en sus obras de madurez, el peculiar carácter de desfundamentación que las distingue. También la noción de círculo hermenéutico, central para Sein und Zeit, termina por recibir una nueva luz. En esta obra, el discurso sobre el círculo hermenéutico significaba, sobre todo, el reconocimiento de que toda interpretación — y por lo tanto toda tematización, teórica o práctica, de algo como algo — está ya siempre guiada por una pre-comprensión, que es constitutiva de la Geworfenheit   del ser­ahí. El anticipador liberarse para la muerte no estaba explícitamente ligado a la noción de círculo hermenéutico, más que a través de la problemática del existir auténtico e inauténtico. Dentro de ciertos límites, también el discurso sobre el círculo hermenéutico podía aún ser leído en términos de fundación: el porqué del articularse de determinados modos de una cierta interpretación y tematización del ente se buscaba en la precomprensión constitutiva del histórico ser arrojado del ser-ahí interpretante.

Al poner en claro la relación entre Andenken y ser-para-la-muerte, se aclara también el carácter de desfundamentación que tenía ya en Sein und Zeit la decisión anticipadora de la muerte, y por tanto también su conexión con la circularidad del círculo hermenéutico. En efecto, la anticipación de la muerte, como el Andenken, tenía en Sein und Zeit el significado de suspender las posibilidades del ser-ahí a su carácter de posibilidad; haciendo esto, por un lado abría la historicidad de la existencia como continuum hermenéutico, permitiendo que el ser-ahí discurriera de una a otra sin ligarse definitivamente a ninguna, pero también sin saltos; de alguna manera, constituía lo concreto del tejido-texto de la vida subjetiva. Pero, por otro lado, la anticipación de la muerte tenía también el sentido de sostener el tejido-texto de la continuidad histórica de la existencia de un fundamento que en realidad era un Ab-grund, manifestando su total falta de funda-mento; en este sentido, la circularidad del círculo hermenéutico puede convertirse en el principio de un «análisis infinito». Precisamente esta segunda dimensión del círculo hermenéutico y del ser para la muerte se advierte con la elaboración del Andenken. Aquí, el pensamiento mortal ya no aparece sólo como lo que, anticipándose para la propia muerte, constituye la existencia como tejido-texto, como continuidad de sentido, articulada en una totalidad de instrumentos. El pensamiento mortal es aquel que, en tanto mortal, responde al Zuspruch de un dar que, en el acto de dar, se retrae, y con el cual sólo puede ponerse en relación mediante un remontarse in infinitum. El Andenken — en su distinción de la memoria como pura facultad del presentificar — es el pensamiento del remontarse al infinito.

Este remontarse al infinito es juego: tanto porque suspende la perentoria seriedad del tejido-texto de la existencia, moviéndose en un espacio no regido por reglas, como porque en él el ser-ahí entra en juego como mortal. Es, efectivamente, en cuanto mortal que el ser-ahí accede al Ab-grund sobre el que se sostiene toda contextualidad fundante-fundada de su historia: es el ser para la muerte el que revela el continuum histórico como signado, en último término, por una discontinuidad, la del Ab-grund. En este sentido deben entenderse, en rigor, expresiones como «la muerte es el cofre de la nada» (cf. VA, 119). El ser­ahí piensa al ser como diferencia sólo en tanto se proyecta para la propia muerte.

Pero el hecho de que la relación con el Ab-grund esté ligada al ser­mortal del ser-ahí quiere decir también otra cosa; que esta relación con el Ab­grund se articula siempre también como relación con el pasado, del cual el ser­ahí en tanto mortal de hecho proviene. Andenken es, entonces, también memoria en sentido literal, regreso historiográfico sobre la Ueberlieferung. El pensamiento rememorante es pensamiento hermenéutico: pensar el ser como Anwesenlassen significa recordar su carácter de acontecimiento localizándolo en la «concatenación» de los «acontecimientos»: es lo que hace Heidegger cuando vuelve a recorrer la historia de la metafísica, la historia de las palabras clave como a-létheia, Grund, logos   y similares. Pero este recorrido tiene objetivos diametralmente opuestos a los de la Historie   como verificación-fundamentación de las circunstancias históricas actuales a través del ha-llazgo de sus condiciones en el pasado. Lo que hace el Anden-ken como pensamiento hermenéutico, por el contrario, es precisamente desfundamentar continuamente los contextos históricos a los cuales se aplica, sometiendo a un análisis infinito a las «palabras» que los constituyen. A este significado desfundamentador de la hermenéutica heideggeriana   se une —legítimamente, en estos términos — aquella ontología hermenéutica que hoy habla de «inagotabilidad» como carácter del ser y de la verdad, y funda sobre ella la infinitud siempre abierta de la interpretación.

El remontarse hermenéutico in infinitum invierte las prescripciones de la lógica, y no tiene jamás fines «constructivos», al menos en el sentido usual del término; sólo que precisamente la desfundamentación reivindica una radical constructividad, en tanto que, al suspender la perentoriedad y la inderogabilidad de los contextos en los cuales la existencia histórica es en cada ocasión arrojada, libera al ser-ahí para otros contextos. El carácter de riesgo que pertenece al juego se ve en esto, en que la liberación de la atadura exclusiva a su contexto histórico pone al ser-ahí en situación, él mismo, de suspensión; una suspensión que lo alcanza hasta en su más profunda constitución de sujeto (también en este sentido debe leerse, creo, el antisubjetivismo de Heidegger): ¿qué sucede con la continuidad que constituye incluso en el plano psicológico, la vida subjetiva, cuando ella se revela signada, en su misma estructura, por la discontinuidad del Ab-grund? ¿No estaremos aquí en la misma situación descrita por Nietzsche en La gaya ciencia, cuando habla (af. 54) del «continuar soñando sabiendo que se sueña»? Pero, como se ve en la obra de Nietzsche, todo esto tiene efectos de gran alcance en el modo de pensar el yo como individualidad-identidad.

Pensar «realmente» al ser significa, según este análisis del Andenken, un pensar que juega saltando hacia el Ab-grund — un pensamiento que se pone en juego, y pone en juego todos los contextos de su existencia histórica, en un análisis infinito. Un durísimo análisis a asimilar por la lógica; pero también frustrante, embarazoso-inquietante para quien espera de Heidegger una teoría de la desalienación. Como por ejemplo Kostas Axelos, cuando escribe: «Hay un Heidegger una teoría de la alienación, pero tal vez no de la desalienación, humana.» El hecho es que, si es correcto cuanto se ha dicho hasta aquí, en Heidegger la alienación, si así se la puede llamar, no tiene ninguna necesidad de suprimirse y superarse. El Schicken del ser es de tal modo que, en su dar, se sustrae y retrae como dar. Con el ser entendido así como diferencia no es nunca posible una relación pensante que no sea de rememoración y, en cierto sentido, de «despedida»; es decir, si se quiere usar el término, una relación alienada (alienación es también aquello que se anuncia en el nexo Denken-Dank, que implica un despojamiento del hombre, y así, despojador, es el Ereignis como Ueber-eignen). Desalienación podría significar una situación en la cual el ser se dé finalmente como tal en su presencia. Me parece evidente que es así si se piensa en los orígenes clasicistas del discurso sobre alienación y desalienación: este discurso se mueve siempre en el horizonte trazado por el modelo winckelmaniano-schilleriano de la humanidad ideal   como totalidad armónica; desalienado es el hombre que alcanza la máxima similitud con la estatua griega, en la cual, como dirá de modo concluyente la Estética hegeliana, se realiza la perfecta coincidencia entre interior y exterior, en la que, por lo demás, no queda nada no dicho (aunque la estatua griega no habla, ya no necesita la palabra; y por otra parte también la Sprache tiene una conexión privilegiada, en Heidegger, con el ser-mortal). En este horizonte de la desalienación como idealización de la presencia desplegada en una totalidad armoniosa (que sigue vigente en todo el pensamiento marxista contemporáneo, con pocas excepciones) se mueve también la recuperación de Heidegger en clave de «pensamiento sin fundamento», para el cual «dejar de lado al ser como fundamento» no significa estar disponible para el salto hacia el Ab-grund, sino corresponder sin rémoras, sin residuos (sin no dicho), a la apelación del principio de razón.

Al ideal de la desalienación, Heidegger contrapone un — implícito — ideal de humanidad «auténtica» que hace referencia a términos como ser-para-la­muerte, o bien al Geviert  , a la cuadratura en la que se despliega la relación entre tierra y cielo, mortales y dioses. Para hallar estos elementos de una heideggeriana «imagen del hombre» es probablemente necesario remitirse, con una precisa atención a los «contenidos», a las lecturas heideggerianas de los poetas. Heidegger ha puesto siempre en guardia, quizá por desdén hacia el existencialismo «popular», contra lecturas «existentivas» de su obra y, por tanto, que yo sepa, no se han realizado indagaciones de esta clase, al menos de un nivel que pueda hacerlas significativas. Una investigación de este tipo debería demostrar que el pensamiento heideggeriano no está regido — como a veces se cree, aunque no se tiene la osadía de decirlo — por el ideal de una humanidad agrícola-pastoril de la Selva Negra, regulada en su vida por los ritmos naturales del día y la noche, del nacimiento y la muerte, sino por un esfuerzo de entender la existencia humana alternativo al modelo clasicista, que es dominante, al menos en cuanto a las expresiones artísticas, filosóficas, políticas (aquí se debería abrir un paréntesis sobre el carácter «clasicista» de las ideologías totalitarias), a partir del Renacimiento. En este sentido se puede hablar, un poco provocativamente, de un «Heidegger contra Schiller  », de un Heidegger que, por lo menos en esto, continúa la revolución anticlasicista inaugurada por Nietzsche en El origen de la tragedia. Se trata luego de ver, a propósito de este último nexo, hasta qué punto también se encuentra en Heidegger lo dionisíaco nietzscheano, al menos en dos de sus sentidos: la inclusión de la capacidad de sufrimiento en el ideal de una existencia «auténtica» (el hombre del desierto que crece, en Heidegger, ha perdido también la capacidad de sufrir); y la desfundamentación del principium individuationis también en su sentido de desfundamentación del sujeto. Bajo esta luz también se debería revisar y volver a discutir la interpretación heideggeriana de Nietzsche, reconociendo la proximidad que los vincula. El hilo conductor «Heidegger contra Schiller» es tanto más significativo en cuanto que, en la cultura del siglo XX, hay otras alternativas relevantes que creemos que tienen el mismo sentido y que indican la oposición al ideal clasicista de la desalienación, de una concepción de lo negativo que no deja que se lo incluya, y liquide, en la perspectiva de un posible «rescate» final. Son, por ejemplo, las alternativas que se pueden reconocer entre Bataille y Breton (para lo cual remito al libro de Perniola sobre Bataille), entre Adorno y Marcuse, entre (quizá) Benjamín y Bloch. En todas estas alternativas, en las que el pensamiento negativo, según una expresión de Bataille, es siempre un «viejo topo» (el topo de la revolución de Marx  ) y no se convierte nunca en una «super águila», hay tal vez una señal para proseguir la investigación en la dirección indicada por Heidegger con la noción de Andenken.

Con toda la provisionalidad aconsejada por el desarrollo que cada uno de los temas hasta aquí indicados, sobre todo poco antes, aún exige, me parece que se pueden delinear al menos dos conclusiones:

1. La insistencia en el tema del pensamiento como Andenken, aunque no sirva para proyectar y realizar un cambio global en la «cultura», no carece de significación y reflejos también en este plano. En efecto, ella tiende a concebir las ciencias humanas de modo no subordinado al modelo de las ciencias de la naturaleza y a los fines de la dominación técnica incondicional del mundo. La producción de los significados sigue una lógica autónoma, que no se deja reducir a la de la producción de los instrumentos de existencia, aunque no necesariamente se contrapone a ella de modo conflictivo; incluso si renuncia a toda pretensión hegemónica que dominaba el ideal de la filosofía propio de la metafísica, y que últimamente, en la época de la metafísica cumplida, se invierte en la sujeción a otra hegemonía, la de la razón técnica, concebida, todavía, siempre como razón soberana y sede del sentido. Es una perspectiva que se centra en la hermenéutica, lo cual no necesariamente significa predominio de la historiografía y de la filología. Por el contrario, este predominio representa aún una malinterpretación del sentido del Andenken, que lo identifica pura y simplemente con la memoria histórica y, por último, con la Historie. El pensamiento hermenéutico, en cambio, es también y quizá más legítimamente aquel saber que se despliega hoy en la crítica de la ideología, y en el psicoanálisis, el cual más bien debe ser explícitamente asumido desde el punto de vista hermenéutico en su alcance de modelo metódico de un «análisis infinito», liberándolo de toda tentación de valer como simple instrumento de una «toma de conciencia» todavía subjetivista y metafísica. En una perspectiva de pensamiento hermenéutico como análisis infinito de los fondos que sostienen todo contexto de significado, caen también las distinciones rígidas entre pensamiento «reflejo» y el pensamiento que se ejercita en la producción del arte: el arte — sobre todo en la forma que asume después de la experiencia de las vanguardias de nuestro siglo — es un modo eminente de análisis infinito; y puede darse que en esto haya que buscar uno de los sentidos del diálogo, del que habla Heidegger, entre pensar y poetizar.

2. La centralidad que asume la técnica en el pensamiento del último Heidegger no debe leerse, desde la perspectiva aquí propuesta, como apelación a corresponder sin rémoras a la provocación de la técnica, quizá con la esperanza, en verdad ingenuamente dialéctica, de que llevar la técnica hasta sus últimas consecuencias — en cuanto a posibilidades producción y, por consiguiente, formas de organización social — conduzca también necesariamente hacia una superación del «desierto» que la técnica lleva consigo. En la técnica resuena, como en el principio de razón suficiente, junto a la apelación a este principio, al cual responde sometiéndose la razón calculante, también un Zuspruch, un llamado-estímulo, al que debe responder el pensamiento meditante, arriesgando el salto hacia el Ab-grund. Pero, en relación con este salto, ¿qué significado «positivo» puede revestir el hecho de que hoy la metafísica haya llegado a su fin, precisamente en la total organización técnica del mundo? ¿En qué sentido «donde crece el peligro, crece también lo que salva»? Sobre este punto no me parecen convincentes ni la respuesta del «pensamiento sin fundamento», ni aquella ingenuamente dialéctica que espera de la extremización de la técnica su superación. De estas respuestas no se aleja, en lo que se refiere a su sentido general, tampoco aquella reciente propuesta según la cual la técnica, al desplegar el pensamiento representativo en su pura representatividad, en su ser un puro «doble» de lo existente, desenmascara definitivamente su carácter ideológico, y libera el pensamiento para otra posición en relación con el ser. En resumen, ¿se puede verdaderamente esperar que la culminación de la metafísica en la técnica prepare otra época del ser? ¿Puede el pensamiento como Andenken dejar su impronta en una época como ha hecho el pensamiento de la metafísica? ¿O no es constitutivo del Andenken el hecho de no poder volverse principio de una organización de la totalidad del ente, debiendo permanecer siempre, incluso en este sentido, como un viejo topo?

La relación de la técnica desplegada con la posibilidad, para el pensamiento, de colocarse en una posición de Andenken no puede ser una relación directa; ni el pensamiento andenkend se identifica con el pensamiento técnico, ni está preparado por él como su salida dialéctica; la relación del Andenken con la técnica sólo puede ser una relación oblicua. Esto significa que, como el viejo topo del pensamiento de Bataille, el pensamiento andenkend se anida dentro del pensamiento calculante, escucha como éste la apelación del principio de razón suficiente, pero la malinterpreta deliberadamente, es decir, la entiende – como demuestra Heidegger en las lecciones sobre el Satz vom Grund – acentuado de modo distinto lo que ella dice; no: Nada existe sin fundamento, sino: Nada existe sin fundamento (cf. p. ej., SVG, 204); acentuación que abre el camino para escuchar seinsgeschicklich la coincidencia entre ser y Grund,y prepara por lo tanto para el salto hacia el Ab-grund. La manera en que el pensamiento andenkend escucha la tradición metafísica tiene este carácter de oblicuidad, que en los textos heideggerianos se configura sobre todo como dis­locación hermenéutica, como extrañamiento; pero que también podría pensarse con el término klossowskiano de la parodia.

Lo cual quiere decir, en el plano histórico, que el pensamiento andenkend, al rechazar la apelación a la asignación de la razón suficiente y al dominio de la técnica, se anida más bien en los intersticios de este dominio, como los subproletarios que viven de la asistencia pública en las metrópolis de occidente (sub-productos necesarios de estas metrópolis); y de tal modo instaura, paradójicamente, una relación «positiva» con la técnica. ¿Pero la distinción entre una sociedad tecnológica fuerte y una sociedad de subproductos de ella es verdaderamente tan clara? ¿No implicará, en el plano sociológico, una indebida mitificación; aquélla según la cual hay una humanidad totalmente dedicada al dominio técnico del mundo, que vive hasta el fondo los imperativos de la técnica, un poco como los stakanovistas rusos vivían hasta el fondo los imperativos de la productividad «revolucionaria»? A esta figura mitificada de hombre técnico, de puro «trabajador» (que no necesariamente es un «explotado», pero sí, al menos un poco, un autómata) se contrapone otra figura igualmente mítica, la del subproletario como último refinado flâneur; el cual, quizá, precisamente porque no tiene una relación activa con la técnica, tampoco tiene probablemente la capacidad de nidificar de verdad en sus intersticios, en las desmalladuras de la ratio. ¿No habrá una relación más compleja, ya que el Zuspruch del ser se capta sólo cuando se sabe escuchar, también, aunque no sea exclusivamente, al Anspruch   del principio de razón suficiente? Por lo demás, así como el pensamiento del andenkend no parece estar en condiciones de dar lugar a una época del ser, a una organización global del ente, del mismo modo es probable que tampoco pueda informar sobre sí mismo a una clase o a un grupo social del cual sería el patrimonio y el principio de legitimación; ni siquiera si se trata de un grupo social definido sólo negativamente, como el subproletariado (pero también en Marx el proletariado es definido negativamente). Si esto es correcto, el viejo topo del Andenken puede anidarse también, o precisamente, en el hombre de la técnica, como instancia permanente de desfundamentación de su existencia. (Nietzsche: «Qué importa de mí — está escrito sobre la puerta del pensador futuro.») Pero si el Andenken tiene su lugar histórico en el centro de las metrópolis, o en su periferia, es una cuestión que no puede decidirse teóricamente, y quizá ni siquiera sea teóricamente relevante. Lo que la teoría puede saber es que la relación del Andenken con la técnica sólo puede ser una relación oblicua. Cómo se articula esta oblicuidad, también, pero no sólo, en el plano histórico, es un problema abierto; y tal vez también por esto, para el pensamiento del andenkend, la cuestión de la técnica merece ser continuamente repropuesta.


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