Ya las primeras lecciones de Heidegger muestran la acuñación de una peculiaridad propia y una orientación independiente en el contenido de este método. El tema de dichas lecciones, la pregunta fundamental de su pensamiento en aquella época, es la «vida fáctica». «Vida» significa aquí una relación del hombre consigo mismo, la cual en la mayoria de los casos no es temática. Es una especie de «autosuficiencia». Vivo desde mí mismo hacia mí mismo. La «facticidad de la vida», es decir, el hecho de que ella está dada, consiste en la realización fáctica del existir y de sus motivaciones. Por así decirlo, la vida nos acontece por sí misma en cada momento. Heidegger lo expresa mediante una manera de hablar acuñada: «Así es de hecho la vida, así se da» (GA58 , 35). Según él, una filosofia de la «vida fáctica» tiene que enfrentarse con sus «maneras de estar dada». Un fenómeno se presenta como una inmemorial «donación del fenómeno» (GA61 , 89). La fenomenologia es un pensamiento que retiene, pues toma en consideración lo que «hay».
Heidegger, en forma no carente por completo de problemas, mantiene libre de todos los matices biológicos o corporales el fenómeno fundamental de su pensamiento temprano, su concepto de «vida». La fenomenologia es «ciencia absoluta del origen del espíritu en general» (GA58 , 19). Por tanto, no es la vida del cuerpo, sino la vida del «espíritu», la que interesa al joven filósofo, con anterior formación teológica. Se nota el influjo de la lectura de algunas obras de Georg Wilhelm Priedrich Hegel (cf. GAi, 410 s.) y de Wilhelm Dilthey (cf. GA56/57, 164 s.). Hegel , en la Fenomenologia del espíritu, por ejemplo, habia desplegado la «vida del espíritu» en sus propias metamorfosis.
La vida no está ante nosotros como un objeto aislado. Tiene en cada caso su propio lugar y su propio tiempo. «Nuestra vida es nuestro mundo» (ibíd., p. 33), escribe Heidegger; con ello quiere decir que la vida se desarrolla de múltiples maneras en relaciones impenetrables con los otros hombres y con las cosas. Una fenomenologia de la vida se ocupa de «mundos de la vida» (GA61 , 146), en los que el hombre queda envuelto práctica y teóricamente en su peculiar manera.
El concepto de «mundo» o «mundo de la vida», antes ya usado por Husserl , se corresponde estupendamente con este concepto de «vida». Ofrece posibilidades de una diferenciación, que el concepto de «vida» exige para su enriquecimiento. Así el «mundo» es siempre «entorno», «mundo compartido» y «mundo propio» (GA58 , 33). Vivimos en «mundos» concéntricos que pasan los unos a los otros, que en definitiva posiblemente forman un «mundo» unitario. Vivo con mis amigos, personas amadas y enemigos, etc., y vivo en un «ritmo personal» en cada caso. Heidegger lleva a cabo sus análisis fenomenológicos con base en una comprensión del «mundo» así diferenciada. Veremos en qué medida investiga una y otra vez el «problema del mundo», que él toma tan en serio.
La vida, que Heidegger convierte en tema de estudio en sus lecciones a principio de los años veinte, es un «existir» «fáctico». La «existencia» implica una fundamental inseguridad y finitud. Hay, dice, «vida extraviada», lo mismo que hay «vida auténtica» (ibíd., 22). Una «vida» que cae en el extravío y la «vida auténtica» no se excluyen. Ambas tendencias se encuentran juntas en la inseguridad de la «vida». La «vida» ostenta el «sello de lo problemático», al que no puede sustraerse. La realización de la «vida fáctica» consiste precisamente en experimentar una y otra vez este «carácter problemático». Constituye un «nexo fáctico de experiencia». «Experiencia» es la expresión primaria de la «vida fáctica», también es el acceso a ella. Esta «experiencia» tiene que ver poco o nada con un concepto empírico de experiencia. La concepción que Heidegger tiene de la «experiencia» está siempre inmersa en una determinada afección, en un pathos. Una experiencia no «se hace», «se padece», es siempre una «experiencia» padecida, por así decirlo, una actividad pasiva.
De este estado de cosas se desprende ya para el Heidegger temprano un problema, que lo ocupará hasta el final. Si «experiencia» es el auténtico acceso al problema fundamental de la filosofía, si el filósofo solo puede hablar sobre su tema si él «vive» este tema, hay que plantear la pregunta por el «carácter científico» de la filosofia en general. Normalmente tenemos la filosofia por una «ciencia». Heidegger caracteriza la ciencia como una «conducta cognoscente, racional» (GA60 , 8). Pero la «vida» solo en el margen consiste en tal «conducta». Por lo general, experimento la «vida» no precisamente «conociendo». De ahí que Heidegger llame pronto la atención sobre el hecho de que «el problema de la propia comprensión de la filosofia se enfocó siempre con excesiva ligereza».
Si el tema de la filosofia es la «vida», y si este tema solo puede lograrse por el hecho de que el filósofo no rehúye su vida, cabe concluir «que la filosofia brota de la experiencia fáctica de la vida». Desde el principio la filosofia es para Heidegger una actividad finita del que piensa; tan finito como la «vida» es el pensamiento, que convierte en tema suyo esta vida llena. La filosofía, que brota de «la experiencia fáctica de la vida», «salta […] de nuevo a esta». De ahí se deduce un entrelazamiento del pensamiento con la vida, el cual dificulta conservar para la filosofia el «ideal de la ciencia». Y con ello al mismo tiempo se manifiesta que una separación entre la biografia y el pensamiento resulta problemática, una separación afirmada más tarde por Heidegger mismo.
Esta visión inicial del lazo entre pensamiento y vida muy pronto condujo a Heidegger a reflexionar sobre la relación entre filosofia y universidad. Ya en el semestre de la guerra, en 1919, Heidegger comenta la posibilidad de una «auténtica reforma en el ámbito de la universidad» (GA56/57, 4). Tres años más tarde vuelve a preguntar por el «nexo vital» en relación con la «universidad» y reflexiona sobre si «la universidad ha de seguir guiándose por el patrón de las necesidades» (GA61 , 70). Cuando en 1933 Heidegger habla de la «autoafirmación de la universidad alemana», recurre a un complejo de temas que ya eran de su agrado al comienzo de su filosofar. Si la «vida» es el comienzo de la filosofía, ¿no será la «universidad» su final?
«Facticidad» es el título para la implicación recíproca entre pensamiento y vida. Aun cuando Heidegger no retendrá este título en el curso de su carrera, podemos ver que él permaneció fiel al fenómeno de la «facticidad». El pensamiento filosófico, en su finitud, está de tal manera entretejido con los entreveros mundanos del que filosofa en cada caso, que no puede darse un conocimiento liberado por completo de estas conexiones. Dos elementos esenciales del entrelazamiento con la «facticidad» son el «lenguaje» y la «historia».
Aristóteles define al hombre como un ser vivo que tiene lenguaje (zoon lógon éjon). La vida humana está caracterizada por la peculiaridad de que puede comprenderse en lo que ella misma es. Para el hombre es característico que «la vida se dirige a sí misma la palabra y se responde siempre en su propia lengua» (GA58 , 42). «Vida» y «leguaje» no son fenómenos independientes para el hombre, sino que de antemano se pertenecen recíprocamente. La acentuación de esta conexión recíproca apunta a una tendencia importante del pensamiento de Heidegger. La vida en la que él pone la mirada es la poética o práctica que yo desarrollo con el otro a través del trabajo y de la acción, por cuanto yo me hallo en un constante diálogo con él. Aunque Heidegger se interesa precisamente por los aparentes ámbitos marginales de este diálogo y hablar, es decir, por el «callar» o el «silencio», se muestra escéptico frente a los supuestos instintos y tendencias de la vida no verbalizados.
Una fenomenologia de la «vida» tiene que abordar el hecho de que esta vida se expresa. La vida acontece en un espacio de juego de significaciones o «significatividades» (significaciones importantes). Nuestra acción está dirigida a un fin, nosotros perseguimos fines. Así, yo vivo «en lo fáctico como un nexo muy especial de significatividades que se compenetran constantemente» (ibíd., 105). Las «significatividades» se remiten las unas a las otras, se contradicen, se cruzan. Cuando observamos la «vida», hemos de dirigirnos a esta aparición constante de «significatividades».
Las «significatividades» de la «vida» se muestran al hombre que actúa, por una parte, en la «percepción». Ellas «aparecen» y, como «apariciones», constituyen el objeto de la «fenomenología». Claman por ser «interpretadas». La acción fáctica consiste en una interpretación sin cesar de fines y metas que desaparecen y aparecen de nuevo. Por ello la «fenomenología» es un contacto interpretativo con lo que aparece. La fenomenologia de Heidegger es desde el principio una «fenomenologia hermenéutica» (GA61 , 187).