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Fink (1977:1) – a filosofia de um modo filosofante
sábado 10 de fevereiro de 2024
Ortega Rodríguez
En primer término, nos situamos en un mundo con el que, de algún modo, estamos familiarizados, que contemplamos de acuerdo con sus regiones y estructuras. Un mundo en que nosotros mismos tenemos un lugar y una duración; en que estamos localizados, tanto espacial, en el espacio total que se abre infinitamente, como temporalmente, en un período limitado de tiempo en medio del tiempo total sin límites. Sabemos, sin embargo, que solo conocemos un «fragmento» muy limitado del todo del mundo, que por el momento estamos aún encerrados en una pequeña estrella errante, por más que nuestros cohetes sobrevuelen ya el campo gravitatorio de la Tierra. El mundo en su totalidad está más allá del dominio de nuestra experiencia, tanto cotidiana como científica. Y sin embargo, nos parece que conocemos de manera fiable el mundo en su estructura típica. Conocemos el amplísimo dominio de lo material, de lo que se nos señala, en el mundo circundante que nos es visible, como tierra, agua, aire y fuego que da luz. Conocemos el ámbito, más restringido, de la vida vegetal y el de la vida animal, aún más restringido. En este último ámbito, además, conocemos el reino de lo humano, no solo como mera provincia de la naturaleza, sino también como campo originario del «mundo histórico-social», de las ciudades y de los Estados, de los artefactos hechos por el hombre y de las construcciones de sentido. El género humano, sobre el fundamento de una naturaleza disponible, erige el reino de la cultura. Cubre la Tierra con los testimonios de su capacidad creadora. Realiza, en su libertad activa, un titánico instrumental de herramientas, armas, juguetes, objetos de culto y hogares. Asimismo, en el mito, la religión, el arte y, de otro modo, en la filosofía y las ciencias, configura unas formas fundamentales de interpretación del mundo en las que se articula el genio colectivo de los pueblos, así como la capacidad de algunos individuos raros y aislados. El trabajo del espíritu se decanta, también, en creaciones del trabajo, en obras del espíritu, que parecen tener con ello el carácter de la existencia ante los ojos[2] y una accesibilidad general. Así, por ejemplo, a la filosofía, aunque no coincida con el libro en que se encuentra impresa, le es necesario tomar cuerpo en el medio del lenguaje y del escrito. Surge así la impresión de que la filosofía, en cuanto creación cultural, no se diferencia de una obra de arte o un teorema científico. Es necesaria para una comprensión en profundidad de ciertas condiciones, para apercibir creaciones de un nivel cultural más alto. Esta comprensión cotidiana y habitual no es suficiente (y, con todo, es la filosofía documentada en textos la que se toma fundamentalmente en consideración), una comprensión que considera la filosofía como algo disponible, como un fragmento del conjunto de los rendimientos culturales de conjunto y de las autoobjetivaciones de un determinado mundo histórico y social. Nuestra comprensión prefilosófica del ser opera irreflexivamente, y sin haberse parado a pensar en ello, con la representación de la existencia ante los ojos, bajo la que incluye, de un modo confuso, todo lo que, de algún modo, «es», las olas y la piedra, la madera y el arbusto, el escarabajo y el hombre, así como las obras del hombre, todo lo natural y lo artificial.
Pasa mucho tiempo antes de que surja la pregunta de si la comprensión pensante del ser, en la que el mundo y las cosas son interpretados, puede quedar bajo las categorías producidas y utilizadas por dicha comprensión. Con esta pregunta estaríamos ya rondando la filosofía de un modo filosofante, si es que la filosofía es la conmoción y la subversión de la comprensión humana del ser. También los filosofemas nos son conocidos según su tipo más general. Valen como hechos de la historia del espíritu, toman cuerpo y realidad en obras impresas, se presentan a vista de todos como una ligazón de proposiciones (proposiciones sobre el mundo y las cosas, proposiciones sobre cosas y estados de cosas). ¿Cuáles son, sin embargo, las cosas (Sachen[3]) de la filosofía? ¿Podemos, de modo inmediato, declararlas y señalarlas? ¿Se encuentran en el catálogo de los conceptos cotidianamente disponibles?
[FINK , Eugen. Hegel : Interpretaciones fenomenológicas de la Fenomenología del Espirítu. Tradução: Ivan Ortega Rodriguez. Madrid: Herder, 2011]
original
Zunächst halten wir uns auf in einer Welt, in der wir uns einigermaßen auskennen, die wir nach ihren Bereichen und Strukturen übersehen, — in der wir selbst einen Ort und eine Dauer haben, eingeräumt sind in den endlos-offenen All-Raum und verzeitigt in eine begrenzte Zeitweile inmitten der grenzenlosen All-Zeit. Wir wissen zwar, daß wir nur einen eng begrenzten „Ausschnitt“ des Weltalls kennen, vorläufig noch auf einem kleinen Wandelstern gefangen sind, wenngleich unsere Projektile bereits das Schwerefeld der Erde überfliegen. Die Welt im ganzen liegt über alle unsere Erfahrungsbereiche hinaus, sowohl der alltäglichen, als auch der wissenschaftlichen Erfahrung. Und dennoch scheint sie in ihrer Typik uns verläßlich bekannt zu sein, wir kennen den weitesten Bezirk des Stofflichen, des Materiellen, das uns in der anschaulichen Umwelt sich als Erde, Wasser, Luft und lichthaftes Feuer zeigt, — wir kennen den engeren Bereich des vegetativen, den noch engeren des animalischen Lebens und darin wieder das Menschenreich nicht bloß als eine Provinz der Natur, sondern auch als Ursprungsfeld der „geschichtlich-gesellschaftlichen Welt“, der Städte und Staaten, der menschengemachten Artefakte und Sinngebilde. Das Menschengeschlecht errichtet auf dem Untergrund einer vorhandenen Natur das Kulturreich, überzieht den Erdball mit den Zeugnissen seiner Schaffenskraft, erwirkt in werktätiger Freiheit ein riesenhaftes Instrumentarium von Arbeitsgeräten, Waffen, Spielzeug, Kultgegenständen, Wohnstätten und bildet im Mythos, in der Religion, in der Kunst — und anders in der Philosophie und in den Wissenschaften Grundformen der Weltauslegung aus, in welchen der kollektive Genius der Völker ebenso wie die schöpferische Kraft rarer und seltener Individuen sich ausspricht. Die Arbeit des Geistes schlägt sich gleichsam in Arbeitsgebilden, in Geistwerken nieder, die damit den Charakter des Vorhandenseins und einer allgemeinen Zugänglichkeit zu haben scheinen. Wenn z. B. eine Philosophie auch nicht zusammenfällt mit dem Buch, worin sie gedruckt steht, so ist ihr eine Verkörperung im Medium der Sprache und der Schrift nötig. Es entsteht der Anschein, sie sei als Kulturgebilde nicht viel anders vorgegeben als ein Kunstwerk oder ein Theorem der Wissenschaften. Es bedarf zum Nach Verständnis gewisser Bedingungen, um Gebilde eines höheren Kultumiveaus zu apperzipieren. Das alltägliche und gewöhnliche Verständnis reicht nicht aus — und doch wird prinzipiell die literarisch dokumentierte Philosophie angesehen — wie etwas Vorhandenes, wie ein Stück aus der kulturellen Gesamtleistung und Selbstobjektivation einer bestimmten geschichtlich-gesellschaftlichen Welt. Unser vor-philosophisches Seinsverständnis operiert unbedenklich und unbedacht mit der Vorstellung vom Vorhandensein, subsumiert darunter wahllos alles, was irgendwie „ist“, Welle und Stein, Baum und Strauch, Maikäfer und Mensch — und auch die menschlichen Werke, alles Natürliche und Künstliche.
Die Frage bleibt lange aus, ob das denkende Seinsverstehen, in welchem Welt und Dinge ausgelegt werden, selber unter die von ihm produzierten und gebrauchten Kategorien fallen kann. Mit dieser Frage wäre bereits philosophierend nach der Philosophie ausgespäht, wenn anders sie die Erschütterung und Umwälzung des menschlichen Seinsverständnisses ist. Auch Philosopheme sind uns ihrem allgemeinsten Typus nach bekannt, gelten als Tatsachen der Geistesgeschichte, sind verkörpert und realisiert in Druckwerken, sie liegen offensichtlich vor als ein Verband von Sätzen, — von Sätzen über Welt und Dinge, von Sätzen über Sachen und Sachverhalte. Was sind aber die Sachen der Philosophie? Kann man sie unmittelbar angeben und bezeichnen, stehen sie im Katalog der alltäglich verfügbaren Begriffe?
[FINK , E.; HOLL, J. Hegel : phänomenolog. Interpretationen d. “Phänomenologie des Geistes”. Frankfurt am Main: Klostermann, 1977]
[FINK , Eugen. Proximité et distance: essais et conférences phénoménologiques. Tr. Jean Kessler. Grenoble: Jérôme Millon, 1994b]
Ver online : Eugen Fink