GA42 (1971:120-122) – liberdade = faculdade para o bem e para o mal

Rosales

Schelling plantea de nuevo la pregunta por la libertad humana y por cierto en una dirección, cuyo acceso es obstruido precisamente por el idealismo.

El idealismo entendía la libertad como determinación del yo puro, como determinarse a sí mismo en tanto ley, como autolegislación en la buena voluntad. Sólo ésta es buena.

La libertad es entendida en Schelling, por el contrario, como la facultad para el bien y para el mal (6. Concepto de libertad). El mal no es un añadido y un complemento; sino la libertad se transforma desde su base en algo diverso. La pregunta por la libertad tiene que ser planteada como pregunta.

La pregunta por el mal se convierte en la metafísica del mal y por cierto en vista del sistema. La tarea de la investigación principal es preparada en la parte final de la introducción. Ella da una primera visión panorámica del territorio de la indagación.

¿Cómo puede la realidad del mal ser puesta de acuerdo con el sistema? El sistema precedente se ha vuelto imposible.

¿Cómo puede pensarse la realidad del mal?

El preconcepto del mal.

En el panteísmo, en su sentido más amplio, nos ha legado la tradición diversos intentos de hacer compatible el mal con el sistema:

1) Inmanencia, permanecer dentro.

2) Concursus, acompañamiento.

3) Sistema de la emanación, efluvio de las cosas a partir de Dios.

Ad. 1) (p. 453 arriba). Primera proposición: la posibilidad de la inmanencia se ve estremecida desde su fundamento por el hecho del mal. Si el mal es un ente real, pero Dios es el fundamento del ente, entonces habría que admitir aquél en la voluntad originaria misma y declarar que Dios es malo. Desde el punto de vista de la inmanencia, sólo queda la escapatoria de negar la realidad del mal, pero esto —según la nueva determinación— equivale a negar la libertad. Si bien la discusión de la primera tentativa de insertar al mal en el sistema resulta exigua, su resultado es de la mayor importancia para la estructuración de todo el tratado y con ello para la cuestión del sistema. Queda dicho ahora, si bien no de manera expresa, que el sistema es imposibile en tanto inmanencia de las cosas en Dios, aun cuando no se conciba esa inmanencia como ‘‘ser uno y lo mismo”. En lo anterior se ha asestado ya dos golpes contra la inmanencia: 1) Inmanencia no es ‘‘ser uno y lo mismo”. 2) La inmanencia no debe ser entendida como inmanencia de las cosas en Dios, en tanto cosa. 3) Ahora se sucede otro golpe: ser y permanecer adentro son algo en absoluto imposible (cfr. abajo). Pero en tanto la inmanencia, como veíamos, constituye en general la forma del panteísmo, también éste se ve estremecido, al menos en su forma anterior (cfr. I, vil, pp. 358-9, 410-11).

Ad 2) (p. 353: “Sin embargo, no menor es la dificultad… también esto positivo de Dios”). Las mismas dificultades hacen utópica la segunda escapatoria. Si el fundamento del ente en total es pensado sólo como aquello que permite el mal, ese consentimiento equivale precisamente a su autoría, cuando el ente en el que se permite el mal es esencialmente, en su Ser, una consecuencia del fundamento. O se viene de nuevo a negar la realidad del mal y por consiguiente a la negación de la libertad, con lo cual toda la cuestión se vuelve carente de sentido.

Ambos sistemas, el de la inmanencia y el del concurso, son planteados de tal manera que todo ente positivo es concebido como proveniente de Dios mismo. Pero si el mal es algo positivo, entonces se anulan ellos mismos, pues Dios es pensado por supuesto siempre como el ens perfectissimum, como el ente más alto, que excluye toda “falta”. Por ello se recae cada vez en el subterfugio de pensar que el mal no es nada positivo, para salvar al sistema.

Ad 3) (pp. 354 abajo-355 abajo: “Por esto, aunque uno finalmente…”). El tercer camino consiste en hacer que el mal se origine sólo poco a poco, por el creciente alejamiento de Dios, en admitirlo primero en el lugar en que las cosas están más alejadas de Dios, y concebirlo incluso como esa completa lejanía de las cosas respecto de él. Pero es fácil de ver que ese camino es inútil. En el sistema del efluvio de las cosas a partir de Dios (sistema de la emanación), la dificultad de hacer compatible al mal con Dios no está solventada, sino sólo pospuesta. Pues para que las cosas puedan dimanar de Dios, ellas tienen que ser ya de alguna manera en él. La doctrina de la emanación se ve rechazada hacia la teoría de la inmanencia y se enreda de nuevo en sus imposibilidades. Además: si la mayor distancia posible de Dios ha de constituir la maldad, ¿a partir de qué ha de explicarse el alejamiento mismo? Si su causa no yace en las cosas mismas, entonces es Dios, de todos modos, la causa del alejamiento y con ello del mal así entendido; o las cosas se desprenden a sí mismas, y este desprendimiento es la primera culpa, y queda la pregunta acerca de dónde procede el mal en las cosas.

Los tres sistemas no cumplen lo que ellos debían cumplir: explicar la posibilidad de la coexistencia y Ser del mal con Dios. Esto nos hace presumir que: 1) el fundamento del ente en total no ha sido concebido suficientemente; 2) que el Ser del mal es determinado de manera inadecuada, y 3) que falta ante todo un concepto de Ser, que posibilite concebir al fundamento del ente en unidad con el mal como un ente.

Courtine

Original

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

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