GA34 – sombras

Schatten

–¡Iguales a nosotros los hombres! ¿Pues qué crees tú? Seres tales, primeramente, no tienen otra visión de sí mismos y de los otros que las sombras que el resplandor del fuego proyecta sobre la pared de la caverna que hay enfrente de ellos. §2

–¿Pero qué ven de los objetos que llevan los que pasan detrás de ellos? ¿No será lo mismo [es decir, sombras]? §2

–Pero si el calabozo tuviera un eco que resonara desde la pared que hay enfrente y a la que ellos miran, ¿qué sucedería en cuanto alguno de los que pasan [detrás de ellos] hablara? ¿Crees que pensarían que quien habla no son sino las sombras que pasan de largo? §2

«– Tal como he dicho, como lo no-oculto tales encadenados no considerarían otra cosa que las sombras de las cosas confeccionadas. §2

2. Y justamente por eso puede plantearse la pregunta (¿planteada por quién?) de qué sea eso que, en esta situación, está no-oculto para el hombre. Respuesta: eso que él tiene ante sí directa, inmediatamente, sin más intervención suya, tal como justamente se da. Es decir, aquí: las sombras de las cosas, que se proyectan sobre el muro que hay ante él al resplandor del fuego que hay tras él. Pero esta caracterización de lo no-oculto requiere de inmediato una determinación más precisa. §3

3. Los encadenados ven ciertamente las sombras, pero no en tanto que sombras de algo. Si decimos: las sombras son para ellos lo no-oculto, entonces eso es equívoco, y en el fondo estamos diciendo ya demasiado. Sólo nosotros, que abarcamos ya de un vistazo toda la situación, designamos como sombras lo que tienen ante sí. ¿Por qué no pueden hacerlo también los encadenados? Porque no saben nada de un fuego, de algo que dé un resplandor, una luz, en cuya claridad se proyecten por vez primera tales cosas como sombras, en cuya claridad pueda ensombrecerse alguna otra cosa, y porque no saben nada de cosas ni de hombres que, a la luz, puedan proyectar una sombra. Por eso, cuando dijimos (en 2.) que puede preguntarse «qué sea eso» que ahí está no-oculto, eso no es una pregunta que los encadenados puedan plantear, pues en la esencia de su existencia reside que, justamente esto no-oculto que tienen ante sí, les baste, y hasta tal punto que tampoco sepan que eso les basta. Están entregados a eso que les viene al encuentro inmediatamente. §3

6. los hombres no tienen ninguna relación consigo mismos ni con los otros, de sí mismos ven sólo las sombras; §3

–Y si alguien le forzara incluso a mirar a la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y no se daría la vuelta y huiría a aquello que está en sus fuerzas contemplar, y no mantendría la opinión de que esto [las sombras] es de hecho más claro [más visible] que lo que se le quiere mostrar ahora? §3

Sólo que, después de todo, ¿no dijimos que la diferencia se abre? Cierto, la diferencia entre sombras y cosas reales se presenta. Pero el desencadenado no lleva a cabo la diferenciación, no puede captar en cuanto tal la diferencia que se abre y que de este modo se sugiere, ni llevarla a cabo realmente, no puede ponerse a sí mismo en una relación con ella. Pero la diferencia sucede llevando a cabo la diferenciación. Llevar a cabo la diferenciación sería ser-hombre, existir. §4

–Pienso que necesitaría de un acostumbramiento, si es que ha de ver lo que hay arriba. Y, en un primer momento [de este acostumbramiento], podría contemplar del modo más fácil las sombras, y luego, en el agua, la imagen reflejada de hombres y otras cosas, pero más tarde, a ellas mismas [las cosas]. Pero de éstas, a su vez, contemplará más fácilmente por la noche lo que se encuentra en el cielo y la bóveda celeste misma, mirando a la claridad de las estrellas y de la luna, eso más fácilmente que, durante el día, el sol y su luz. §4

–Pero si antes [en el antiguo lugar de estancia en la caverna] hubieran establecido entre sí ciertos honores, alabanzas y distinciones para aquél que viera del modo más nítido lo que pasa de largo y conservara mejor en la memoria [en el ámbito de las sombras] qué suele pasar primero y qué después y qué al mismo tiempo, es decir, que con base en ello fuera el más capaz de predecir lo que vendrá, ¿crees que anhelaría eso y que envidiaría a los que de entre ellos tienen reputación y poder en la caverna? ¿O que más bien preferiría soportar aquello de lo que Homero dice: «servir a sueldo a otro hombre sin bienes»? ¿No soportará todo esto antes que considerar aquello lo verdadero y vivir de aquel modo? §4

3. Pero este reacostumbramiento de la mirada de lo oscuro a la claridad, se realiza recorriendo diversos dominios. En un primer momento, la mirada que ama lo oscuro y las sombras busca todavía todo aquello que, fuera de la caverna, más conserva todavía una cierta afinidad con lo oscuro, aquello que tampoco aquí da las cosas mismas, sino sólo el reflejo, ya sean sombras o reflejamientos. Sólo desde ahí viene la mirada a las cosas mismas –pero incluso entonces, en un primer momento, el liberado ve mejor por la noche, cuando la mirada se acostumbra lentamente a mirar a lo que alumbra–, a la luz más débil, al resplandor no cegador de las estrellas y de la luna; y sólo entonces, cuando ya está familiarizado con ello, es capaz de contemplar las cosas de día a la luz del sol, luego la luz misma, y finalmente el sol como lo que da la luz, es decir, lo que da el tiempo, por el que todo ente es, como aquello que todo lo administra y todo lo gobierna, lo que es incluso el fundamento de lo que era visible en la caverna: las sombras de ahí y la luz y el fuego de ahí. §5

Ciertamente, lo ente que en cada caso despunta en nuestra vida cotidiana, no puede abarcar todo lo visible que hay. Puede haber algo que aún no conocemos ni jamás conoceremos. Pero este ente desconocido, en tanto que ente, sólo porque no lo conozcamos no es distinto de lo que nos es conocido, y según la imagen simbólica de Platón (es decir, hablando en parábola) habría que incluirlo también entre las sombras, a saber, entre aquellas que todavía no han pasado y que sólo en el futuro se mostrarán en la pared, es decir, entre aquello que hay que calcular y comentar por anticipado. En efecto. Pero Platón no dice que debemos conocer más sombras, sino algo distinto a lo ente que nos ocupa a diario. Justamente aquello que el hombre apegado a las cosas que son y a su variedad, que a la luz del sol es inagotable, es decir, el encadenado, no es capaz de ver. ¿Y qué es eso? La interpretación de la historia dice: eso son las ideas. §6

Ver la idea, es decir, entender el ser-qué y el ser-cómo, dicho brevemente, el ser, nos permite conocer por vez primera lo ente en tanto que el ente respectivo que es: con los ojos corporales jamás vemos lo ente, a no ser que ya estemos viendo «ideas». Los prisioneros en la caverna ven sólo lo ente, sombras, y opinan que sólo hay lo ente. No saben nada del ser, de entender el ser. Por eso tienen que ser conducidos lejos de lo ente –lejos de lo único que para ellos es lo ente: las sombras–, y ser subidos al exterior de la caverna. Tienen que hacer un ascenso y alejarse subiendo por encima de lo inferior, subir alejándose también del fuego en la caverna (del sol real, que, al fin y al cabo, es sólo la imagen de un ente), hacia la claridad del día, hacia la luz, hacia las «ideas». ¿Pero qué tiene que ver la idea y la esencia de la idea con la luz? Sólo así llegamos propiamente a nuestra primera pregunta. §6

Si en la caverna no hubiera luz en absoluto, los encadenados ni siquiera verían sombras. Pero ellos no saben nada de la luz, que, de alguna manera, ya está a la vista de ellos, así como el que ve el libro no sabe nada de que ya tiene que ver, que tener a la vista más y otra cosa que lo perceptible con los ojos: que tiene que entender ya qué significa en general «libro». §6

el primero: las sombras, lo que sale al paso dentro de la caverna como lo que hay en frente; §9

–Y si tuviera que volver a competir con los que están ahí permanentemente encadenados en el pronunciamiento de opiniones acerca de las sombras, mientras que los ojos los sigue teniendo débiles, antes de que se haya vuelto a adaptar a la oscuridad, lo que exigiría un tiempo no breve de habituamiento, ¿no quedaría ahí abajo expuesto a ser ridiculizado, y no se le diría que sólo ha ascendido para regresar con ojos estropeados, y que no merece la pena ir arriba? Y a quien se dispusiera a liberarlos de las cadenas y a conducirlos arriba, si [los encadenados] pudieran apresarlo y matarlo, ¿no lo matarían realmente? §9

5. Pero al mismo tiempo llegamos a saber cómo el liberador libera. El modo como libera no es una conversación en el lenguaje y con las intenciones y los aspectos de la caverna o de los habitantes de la caverna, sino un abordar y arrancar violentos; no condescendiendo con entablar una conversación con los encadenados en el lenguaje de ellos, tratando de persuadirlos con los criterios, los motivos y las demostraciones de ellos. De ese modo, como dice Platón, en todo caso podría ponerse en ridículo. En la caverna se le diría que eso que está exponiendo no corresponde en absoluto a lo que todos ellos ahí abajo consideran unánimemente lo correcto. Se le diría que es unilateral, que, viniendo de alguna parte, tiene a los ojos de ellos una posición contingente y arbitraria. Y supuestamente, es más, con toda certeza, ellos tienen ahí abajo eso que se da en llamar una «sociología del saber», con cuya ayuda se le da a entender que está trabajando con eso que se da en llamar presupuestos de una visión del mundo, lo cual, como es natural, perturba sensiblemente la comunidad del opinar común en la caverna, y por eso hay que rechazarlo. Aquí, en la caverna (como al fin y al cabo describe Platón), se trata sólo de quién es el más astuto y taimado, de quién es el más rápido en adivinar dónde hay que encuadrar, desde sus puntos de vista, todas las sombras que aparecen llevando ahí todo tipo de cosas, entre ellas también la filosofía, es decir, a qué asignatura, a qué tipo corresponde esta filosofía de dudosa procedencia. Aquí no se quiere saber nada de la filosofía, por ejemplo de Kant, sino que, como mucho, uno se interesa por la Sociedad Kant. El filósofo no acometerá contra este parloteo de la caverna que es demasiado vinculante, sino que lo abandonará a sí mismo, y en lugar de ello, abordará enseguida a uno (o a unos pocos), lo agarrará con dureza y tratará de arrastrarlo afuera, de conducirlo fuera de la caverna en una larga historia. §10

¿Qué sucede, pues? El que se ha hecho libre regresa a la caverna con la mirada para el ser. Debe estar en la caverna, es decir, el hombre, el colmado del rayo de luz para el ser de lo ente, debe pronunciar junto con los habitantes de la caverna y para ellos sus opiniones acerca de lo no-oculto ahí y para éstos, es decir, acerca de lo que para éstos es lo ente. Eso sólo puede hacerlo si se mantiene fiel a sí mismo, es decir, desde la postura del libre. Dirá qué ve en la caverna con su mirada esencial. ¿Qué vislumbra en general de antemano gracias a la mirada esencial? Entiende el ser de lo ente. Es decir, vislumbrando la idea, sabe qué forma parte de un ente y de su no-ocultamiento. Por eso puede decidir si algo es un ente, por ejemplo el sol, o sólo su imagen reflejada en el agua. Puede decidir si algo es sólo una sombra o una cosa real. Gracias a la mirada esencial, sabe ahora de antemano, antes de regresar a la caverna, qué significa en general «sombra», en qué se basa tal cosa en su posibilidad. Sólo porque ahora lo sabe de antemano, regresando a la caverna, puede constatar desde ahora que lo no-oculto que se muestra en la pared, es co-engendrado por el fuego en la caverna, que es una sombra. Con su mirada esencial, tiene ahora por vez primera la mirada para lo que sucede en la caverna. Sólo ahora comprenderá la situación de los encadenados. Comprenderá por qué no pueden conocer las sombras como sombras, sino que, lo que se les muestra, tienen que considerarlo el ser y atenerse a él. Por eso, tampoco se intranquilizará si los habitantes de la caverna se ríen de él y de sus discursos, y si tratan de hacerse los superiores con fáciles objeciones en un mero hablar opinando sin ton ni son. Al contrario: se mantendrá firme y para él será importante que los encadenados le odien. Incluso pasará al ataque, se dispondrá a liberar a uno y a familiarizarlo primero con la luz en la caverna. No les discutirá a los habitantes de la caverna que ellos se comportan respecto de algo no-oculto, pero tratará de mostrarles que esto no-oculto es algo que, justamente en tanto que se muestra, es decir, en tanto que no está oculto, no muestra lo ente, sino que lo esconde, lo oculta. Tratará de hacerles comprensible que, aunque en la pared se muestra algo que tiene una apariencia, sin embargo sólo aparenta ser como lo ente, pero no lo es; que, más bien, en la pared acontece un constante ocultar lo ente, y que ellos mismos, los encadenados, están arrebatados y anulados por este ocultamiento que acontece constantemente. §11

En este aparecer enfrentándose lo manifiesto y lo ocultante, se muestra justamente que la mera existencia del no-ocultamiento en general no es lo relevante. Al contrario: el no-ocultamiento, el mostrarse las sombras, se obstinará aferrándose a sí mismo, sin saber que es un ocultar, y la manifestabilidad de lo ente sólo llegará a serlo en la superación del ocultar. Es decir, la verdad no es sin más no-ocultamiento de lo ente, abandonando en algún lado el ocultamiento anterior, sino que la manifestabilidad de lo ente es necesariamente en sí misma superación de un ocultamiento: el ocultamiento forma parte esencialmente del no-ocultamiento, como el valle de la montaña. §11

¿Pero –así preguntaremos– todo esto reside en el cuarto estadio? ¿O sólo lo hemos metido ahí violentamente? Al fin y al cabo, Platón no habla en ninguna parte del ocultamiento: esta palabra no aparece aquí en absoluto. Pero tampoco se trata por extenso sobre las sombras como apariencia. ¿Acaso no sabía Platón que la no-verdad es la adversaria de la verdad? No sólo lo sabía, sino que los grandes diálogos que escribió inmediatamente después de El Estado no tienen por tema otra cosa que la no-verdad. §11

¿¡Ella es, pese a todo, lo opuesto a la verdad!? Ciertamente. Pero esta no-verdad, ¿podemos llamarla sin más ocultamiento? El ocultamiento de lo ente no es ya no-verdad qua falsedad, incorrección. Después de todo, por ejemplo, con que yo no sepa algo, con que algo me esté oculto y no me sea conocido, no por ello sé algo falso, no verdadero. Ocultamiento y ocultar son aquí equívocos. Por otro lado, vemos que justamente lo opuesto a lo verdaderamente ente, las sombras, la apariencia, conforme a su esencia exige que se manifieste, que esté manifiesto, es decir, no oculto. De la apariencia y lo falso forma parte el no-ocultamiento, la verdad. Así tenemos lo curioso: lo oculto no es sin más lo falso, y la apariencia, lo falso, es siempre y necesariamente algo no oculto, y eso significa, en este sentido, verdadero. ¿Cómo conciliar eso? §11

 

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

Designed with WordPress