Unverborgen
¡Quién quiere discutir eso! Pero con tanto mayor apremio tenemos que exigir entonces que se nos muestre si y cómo surgió de la experiencia fundamental correspondiente del hombre antiguo: si una experiencia fundamental semejante existió, qué testimonio tenemos de ello. Si lo «verdadero» significa para el griego lo no-oculto, lo desembarazado del ocultamiento, entonces, en la experiencia de lo verdadero en tanto que lo no-oculto, tiene que estar co-implicada la experiencia de lo oculto en su ocultamiento. §2
«– Tal como he dicho, como lo no-oculto tales encadenados no considerarían otra cosa que las sombras de las cosas confeccionadas. §2
2. Y justamente por eso puede plantearse la pregunta (¿planteada por quién?) de qué sea eso que, en esta situación, está no-oculto para el hombre. Respuesta: eso que él tiene ante sí directa, inmediatamente, sin más intervención suya, tal como justamente se da. Es decir, aquí: las sombras de las cosas, que se proyectan sobre el muro que hay ante él al resplandor del fuego que hay tras él. Pero esta caracterización de lo no-oculto requiere de inmediato una determinación más precisa. §3
3. Los encadenados ven ciertamente las sombras, pero no en tanto que sombras de algo. Si decimos: las sombras son para ellos lo no-oculto, entonces eso es equívoco, y en el fondo estamos diciendo ya demasiado. Sólo nosotros, que abarcamos ya de un vistazo toda la situación, designamos como sombras lo que tienen ante sí. ¿Por qué no pueden hacerlo también los encadenados? Porque no saben nada de un fuego, de algo que dé un resplandor, una luz, en cuya claridad se proyecten por vez primera tales cosas como sombras, en cuya claridad pueda ensombrecerse alguna otra cosa, y porque no saben nada de cosas ni de hombres que, a la luz, puedan proyectar una sombra. Por eso, cuando dijimos (en 2.) que puede preguntarse «qué sea eso» que ahí está no-oculto, eso no es una pregunta que los encadenados puedan plantear, pues en la esencia de su existencia reside que, justamente esto no-oculto que tienen ante sí, les baste, y hasta tal punto que tampoco sepan que eso les basta. Están entregados a eso que les viene al encuentro inmediatamente. §3
Pero el comportamiento de estos prisioneros respecto de lo no-oculto es tan peculiar que ni siquiera ahora lo hemos percibido a fondo. Se requiere una última cosa: §3
8. la diferenciación entre oculto y no-oculto, sombra y cosa real, luz y oscuridad, no se da. §3
«–Pero si uno le arrastrara con violencia a lo largo de la subida escabrosa y empinada que da a la salida de la caverna, y no lo soltara hasta haberlo sacado a la luz del sol, ¿el arrastrado no sentiría dolores y se resistiría? Y cuando saliera a la claridad, con los ojos llenos de un resplandor, ¿no sería incapaz de ver siquiera una de las cosas que ahora se le enseñan como lo no-oculto? §4
a) Grados del no-ocultamiento. Las ideas como lo originalmente no-oculto y como lo más ente en lo ente §9
Una imagen, una visión de algo, es aquello que se adecua con lo propiamente no-oculto que llamamos original. Se replica preguntando: §9
–No, no así, la imagen no es en absoluto un segundo no-oculto, sino lo que se parece a lo no-oculto. §9
Pues bien, ¿quién es este hombre de la parábola de la caverna? No el hombre en general, sino aquel ente totalmente determinado que se comporta respecto de lo ente en tanto que lo no-oculto, y que en tal comportamiento está no-oculto para sí mismo. Pero este no-ocultamiento de lo ente en el que él está y se mantiene, sucede en el vislumbrar proyectante del ser, o diciéndolo en términos platónicos: en las ideas. Pero este vislumbrar proyectante sucede como la liberación de esta esencia para sí misma. El hombre es aquel ente que entiende el ser y que existe sobre la base de este entender el ser, es decir, entre otras cosas: que se comporta respecto de lo ente como lo no-oculto. «Existir», y menos aún «existencia», no se emplean aquí simplemente en una acepción arbitraria y desgastada, en el sentido de suceder y de estar presente, sino en un sentido del todo determinado y suficientemente fundamentado: ex-sistere, ex-sistens, sacándose al no-ocultamiento de lo ente, expuesto a lo ente en su conjunto y, por tanto, emplazado en la confrontación con lo ente así como consigo mismo; no anulado en sí mismo, como las plantas; no perturbado en sí mismo, como los animales en su medio circundante; no meramente apareciendo ahí, como una piedra. Qué haya que entender más en concreto por ello, se hace lo suficientemente claro en las diversas publicaciones particulares, en todo caso lo suficiente como para que sea posible una confrontación con ello. Que el hombre, conforme a su esencia, se haya sacado por sí al no-ocultamiento de lo ente, sólo es posible en la medida en que ha entrado en la zona de peligro de la filosofía. El hombre fuera de la filosofía es alguien totalmente distinto. §9
¿Qué sucede, pues? El que se ha hecho libre regresa a la caverna con la mirada para el ser. Debe estar en la caverna, es decir, el hombre, el colmado del rayo de luz para el ser de lo ente, debe pronunciar junto con los habitantes de la caverna y para ellos sus opiniones acerca de lo no-oculto ahí y para éstos, es decir, acerca de lo que para éstos es lo ente. Eso sólo puede hacerlo si se mantiene fiel a sí mismo, es decir, desde la postura del libre. Dirá qué ve en la caverna con su mirada esencial. ¿Qué vislumbra en general de antemano gracias a la mirada esencial? Entiende el ser de lo ente. Es decir, vislumbrando la idea, sabe qué forma parte de un ente y de su no-ocultamiento. Por eso puede decidir si algo es un ente, por ejemplo el sol, o sólo su imagen reflejada en el agua. Puede decidir si algo es sólo una sombra o una cosa real. Gracias a la mirada esencial, sabe ahora de antemano, antes de regresar a la caverna, qué significa en general «sombra», en qué se basa tal cosa en su posibilidad. Sólo porque ahora lo sabe de antemano, regresando a la caverna, puede constatar desde ahora que lo no-oculto que se muestra en la pared, es co-engendrado por el fuego en la caverna, que es una sombra. Con su mirada esencial, tiene ahora por vez primera la mirada para lo que sucede en la caverna. Sólo ahora comprenderá la situación de los encadenados. Comprenderá por qué no pueden conocer las sombras como sombras, sino que, lo que se les muestra, tienen que considerarlo el ser y atenerse a él. Por eso, tampoco se intranquilizará si los habitantes de la caverna se ríen de él y de sus discursos, y si tratan de hacerse los superiores con fáciles objeciones en un mero hablar opinando sin ton ni son. Al contrario: se mantendrá firme y para él será importante que los encadenados le odien. Incluso pasará al ataque, se dispondrá a liberar a uno y a familiarizarlo primero con la luz en la caverna. No les discutirá a los habitantes de la caverna que ellos se comportan respecto de algo no-oculto, pero tratará de mostrarles que esto no-oculto es algo que, justamente en tanto que se muestra, es decir, en tanto que no está oculto, no muestra lo ente, sino que lo esconde, lo oculta. Tratará de hacerles comprensible que, aunque en la pared se muestra algo que tiene una apariencia, sin embargo sólo aparenta ser como lo ente, pero no lo es; que, más bien, en la pared acontece un constante ocultar lo ente, y que ellos mismos, los encadenados, están arrebatados y anulados por este ocultamiento que acontece constantemente. §11
«Así pues, esto [toda esta transformación de la liberación desde la caverna hasta la luz] no es, como parece, un mero girar un fragmento de vidrio en la mano [un juego infantil de los griegos], sino un hacer girar y sacar afuera la esencia del hombre desde una especie de día nocturno hacia lo propiamente no-oculto. Es el ascenso a lo ente, del que decimos que es el filosofar en sentido propio.» §15
1. Originalmente verdadero, es decir, no-oculto, no es precisamente el enunciado sobre un ente, sino el ente mismo, una cosa, un objeto. Un ente es verdadero, entendiéndolo en el sentido griego, cuando se muestra a sí mismo como aquello y en aquello que es: oro verdadero. Por el contrario, el oro aparente se muestra como algo que no es. Esconde, oculta su ser-qué, se esconde como el ente que es propiamente. Es decir, verdadero es primariamente un carácter del ente mismo. §16
2. El enunciado es verdadero en la medida en que se adecua a algo ya verdadero, es decir, al ente como lo no-oculto en su ser. La verdad como tal rectitud presupone el no-ocultamiento. §16
Pero, pese a todo, ¿no demuestra la parábola de la caverna lo contrario? Después de todo, hemos tratado profusamente de mostrar que en todos los estadios sucede una transición de un elemento no-oculto a otro, y que el no-ocultamiento constituye el suceso fundamental de esta historia. ¿Cómo podemos negar ahora nuestra propia interpretación? §17
De este modo, vemos ya que la no-verdad como lo que no está no-oculto es equívoco en un sentido totalmente esencial, quizá polisémico en un sentido que todavía no calibramos y que se vuelve para nosotros pregunta. §17
Conocer es tener presente lo compareciente en cuanto tal, tenerlo a disposición en su comparecencia, aun cuando haya de estar ausente, es decir, también y justamente cuando la cosa singular no está a disposición. Ello implica que, para tal disponer, lo ente se muestra en su sentido, que está manifiesto, no-oculto en cuanto tal. De este modo, saber (entender de algo) pasa a ser disponer sobre el no-ocultamiento de lo ente, es decir, tener y poseer la verdad. Ver significa tener a disposición algo en su comparecencia y constancia, disponer sobre aquello como lo cual lo ente se muestra y tiene que mostrarse en cuanto tal, es decir, sobre el modo como está manifiesto y no-oculto. Entender de algo es disponer sobre el no-ocultamiento de lo ente. Saber y entender de algo es: mantenerse en el no-ocultamiento del ente comprendido, poseer su verdad. §21