GA34 – luz

Licht

¿Cuál es la «esencia» de la verdad? Conocemos verdades particulares: por ejemplo, 2 + 1 = 3, la tierra gira en torno al sol, al otoño le sigue el invierno, a comienzos de agosto de 1914 comenzó la guerra mundial, Kant es un filósofo, fuera en la calle hay ruido, esta aula está caldeada, aquí en la sala está encendida la luz, etcétera. Eso son «verdades particulares». Las llamamos así porque contienen algo «verdadero». ¿Y en qué está contenido esto «verdadero»? ¿Qué es eso que, de alguna manera, «lleva consigo» esto verdadero? Son los enunciados que acabamos de pronunciar. Cada enunciado particular es verdadero, «algo verdadero», «una verdad». Preguntamos ahora: ¿qué es la verdad en general, de modo universal? Según lo que hemos dicho: ¿qué constituye a cada uno de estos enunciados en verdadero? Esto: que en aquello que dice, coincide con las cosas y las situaciones sobre las que dice algo. Es decir, ser verdadero el enunciado significa tal coincidir. ¿Qué es entonces la verdad? La verdad es coincidencia. Tal coincidencia se da porque el enunciado se rige conforme a aquello sobre lo cual dice. Verdad es rectitud. De este modo, la verdad es la coincidencia, fundada en la rectitud, del enunciado con la cosa. §1

1. Hemos dicho que la esencia de la verdad es la coincidencia. El enunciado coincide con aquello sobre lo cual dice algo. «Aquí en la sala está encendida la luz.» Pero aquello acerca de lo cual se dice algo en este enunciado, aquello conforme a lo cual el enunciado se rige, tiene que estar dado ya como regla para el enunciar, pues ¿cómo si no debería regirse conforme a ello? Es decir, tenemos que saber ya qué y cómo es eso acerca de lo cual enunciamos. Sabemos que aquí está encendida la luz. Pero tal saber sólo lo tenemos a partir de un conocimiento, y el conocimiento capta lo verdadero, pues un conocimiento falso no es conocimiento. ¿Y qué es lo verdadero? Lo conocido es lo verdadero. Precisamente aquello que coincide con la situación. El enunciado coincide con lo conocido en el conocimiento. Es decir, con lo verdadero. ¿Lo verdadero? ¿Así pues, la coincidencia del enunciado es coincidir con algo que coincide? ¡Una definición de esencia ejemplar! La verdad es coincidencia con una coincidencia, y ésta última coincide a su vez con una coincidencia, y así sucesivamente. ¿Y la primera coincidencia a la que nos remontamos? Lo primeramente dado, ¿tiene que ser igual a algo dado, es decir, ser necesariamente ello mismo algo que coincide? ¿Qué es lo que tal vez se desliza en medio, y por qué? Porque todo se está tratando formalmente y sin base, con la concepción de la verdad como coincidencia no obtenemos ni tenemos en absoluto nada comprensible. Lo que se destacaba como algo obvio, es del todo oscuro. §1

8. la diferenciación entre oculto y no-oculto, sombra y cosa real, luz y oscuridad, no se da. §3

–Y si alguien le forzara incluso a mirar a la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y no se daría la vuelta y huiría a aquello que está en sus fuerzas contemplar, y no mantendría la opinión de que esto [las sombras] es de hecho más claro [más visible] que lo que se le quiere mostrar ahora? §3

6. Por otra parte, ¿qué exige el estar vuelto a las cosas mismas? Liberación de las cadenas. Pero eso es sólo la introducción de la liberación. Deben seguir el girarse, el estar vuelto a la luz. Esta liberación fracasa. No llega a realizarse. Demostración: ¡el desencadenado quiere regresar a su situación anterior! ¿Por qué? ¿A causa de qué fracasa esta liberación intentada? §4

Que la diferencia meramente se presente, ¿a qué se debe? Eso no podemos decirlo sin más. Sólo podemos ver que la liberación iniciada no resulta. De ahí sólo podemos obtener ahora la conjetura de que el suceder y la existencia del no-ocultamiento en cuanto tal guarda relación con la liberación del hombre, o dicho más exactamente: con que la liberación resulte, es decir, con el auténtico ser-libre. Y aún podemos conjeturar una cosa: que la liberación resulte, tiene que darse en la dirección contraria al no resultar. El no resultar se muestra en querer regresar a las cadenas, lejos de la luz. La dirección contraria, en la que la liberación llega a su final, viene indicada entonces por el «hacia la luz», liberarse como «ponerse hacia la luz». En el volverse a la luz, lo ente debe hacerse más ente, y lo desoculto más desoculto. §4

Con ello queda indicado claramente que la esencia de la verdad como no-ocultamiento hay que situarla en la conexión entre libertad, luz y ente, o dicho más exactamente: el ser-libre del hombre, el «mirar a la luz» y el comportamiento respecto de lo ente. Libertad, luz, ente, no-ocultamiento, no se refieren unos a otros como cosas, fragmentos y momentos individuales. ¿Sino? Es más, volvemos a preguntar: ¿cuál es la conexión que estamos buscando? La que el segundo estadio aún no nos muestra, pero que en el tercer estadio de la parábola nos salta a la vista. ¿Habrá una respuesta? §4

La auténtica liberación del hombre para la luz original §4

La exposición del tercer estadio es más extensa que la de los otros. Con este estadio, el suceso descrito llega al objetivo. Con ello queda dicho: la auténtica liberación no es retirar las cadenas dentro de la caverna, sino subir desde la caverna hasta la luz del sol, lejos de la luz artificial en la caverna hacia el sol. §5

En primer lugar, en comparación con el estadio anterior, llama la atención que la liberación que no ha resultado ya no aparece en absoluto en el tercer estadio, no se la vuelve a intentar, y no porque sea incompleta, sino porque no es ninguna liberación. ¿Qué significa esto? Es decisivo entender bien esta renuncia completa al primer intento, y eso significa entender bien la forma de la transición del segundo estadio al tercero. Que el primer intento de liberación ya no sea asumido, se muestra sobre todo en que la luz y el fuego en la caverna simplemente se pasan de largo. El mirar a la luz, si sólo es una luz, no basta. Luz y luz no son lo mismo. De ahí nuestro epígrafe: la auténtica liberación del hombre hacia la luz original. §5

4. La auténtica liberación no se basa sólo en un acto de violencia, sino que exige al mismo tiempo una perseverancia y un ánimo duradero que baste para recorrer realmente los grados particulares del familiarizarse con la luz: el ánimo que avanza a pasos largos, que puede aguardar, al que no afectan los reveses, que sabe que en todo auténtico devenir y crecer no se puede saltar ningún peldaño, que el ajetreo vacío es tan banal y funesto como el entusiasmo ciego. §5

5. El así rehabituado (en su propio sí mismo), mediante semejante liberarse para la luz, es decir, mediante tal familiarizarse con y para la luz, se asegura una nueva posición. Ahora no quiere regresar, porque ahora percibe a fondo que toda la existencia en la caverna no es más que una sombra, que la actividad que ahí reina y la gloria que ahí se dispensa no son más que una apariencia. §5

2. ¿Cuál es la conexión entre luz y libertad? (§ 7) §5

Ciertamente, lo ente que en cada caso despunta en nuestra vida cotidiana, no puede abarcar todo lo visible que hay. Puede haber algo que aún no conocemos ni jamás conoceremos. Pero este ente desconocido, en tanto que ente, sólo porque no lo conozcamos no es distinto de lo que nos es conocido, y según la imagen simbólica de Platón (es decir, hablando en parábola) habría que incluirlo también entre las sombras, a saber, entre aquellas que todavía no han pasado y que sólo en el futuro se mostrarán en la pared, es decir, entre aquello que hay que calcular y comentar por anticipado. En efecto. Pero Platón no dice que debemos conocer más sombras, sino algo distinto a lo ente que nos ocupa a diario. Justamente aquello que el hombre apegado a las cosas que son y a su variedad, que a la luz del sol es inagotable, es decir, el encadenado, no es capaz de ver. ¿Y qué es eso? La interpretación de la historia dice: eso son las ideas. §6

Pero, de todos modos, la respuesta viene desde la teoría física de la luz: la teoría corpuscular de Newton, la teoría de la ondulación de Huyghens, la teoría electromagnética de la luz de Faraday. Pero, al fin y al cabo, así no se capta la luz en su relación con el mirar (nuestro comportamiento inmediatamente observador), sino meramente como un proceso natural entre otros. «Correcto», y sin embargo falso, porque se está transfiriendo a las situaciones un ámbito totalmente inadecuado. §6

Pero esta caracterización es, como se evidencia enseguida, insuficiente. En primer lugar, habrá que distinguir en qué medida es transparente, por ejemplo, una luna de cristal o incluso un cristal coloreado, y en qué medida es transparente la luz. Poner de relieve ambas formas de permitir pasar a través, determinará esencialmente aún con más precisión la esencia de la luz como lo permeable. §6

Si en la caverna no hubiera luz en absoluto, los encadenados ni siquiera verían sombras. Pero ellos no saben nada de la luz, que, de alguna manera, ya está a la vista de ellos, así como el que ve el libro no sabe nada de que ya tiene que ver, que tener a la vista más y otra cosa que lo perceptible con los ojos: que tiene que entender ya qué significa en general «libro». §6

Con ello llegamos a lo segundo: la conexión entre libertad y luz. §6

En el suceso expuesto en la parábola, no menos esencial que lo anterior es el estar encadenado, el desencadenamiento, la liberación y el ser libre; dicho brevemente: el fenómeno de la libertad. La imagen simbólica, es decir, todo el suceso que hemos seguido hasta ahora, también nos hace señas sobre cómo tenemos que entender la libertad. El segundo y el tercer estadio muestran que ella no es sólo retirar las cadenas, como ser liberado de algo. Tal libertad es meramente des-vinculación, algo negativo. La desvinculación no tiene en sí consistencia ni asidero. El desvinculado se vuelve inseguro, confuso, desamparado, no se aclara. Incluso le da la preferencia al estar encadenado frente a esta libertad negativa. A saber: quiere regresar a las cadenas. Con ello, el liberado sólo en sentido negativo revela lo que en realidad está buscando pero no entiende, lo «positivo», lo que la libertad en sentido propio quiere y tiene que ofrecerle: asidero y seguridad, reposo, constancia y firmeza. Y es eso lo que ofrece, pues la libertad auténtica y positiva no es un mero ser libre de… (apartado de…), sino ser libre para… (hacia…). El comportamiento con lo que da libertad, con lo que desbloquea (con la luz), es él mismo un hacerse libre. El auténtico hacerse libre es un vincularse que proyecta, no un mero permitir un encadenamiento, sino el «darse a sí mismo para sí mismo una vinculación», y una tal que, de entrada, permanezca vinculante, de modo que todo comportamiento posterior, en sus aspectos particulares, sólo gracias a ella pueda hacerse y ser un comportamiento libre. §7

La luz ilumina, aclara. Es decir, mirar a la luz significa comportarse de entrada respecto de aquello que desbloquea y libera. Lo desbloqueante es lo liberante, lo que hace libre. Mirar la luz significa hacerse libre para lo liberante respecto de lo cual me comporto. En este comportamiento, me hace ser propiamente libre: vincularme a lo que deja pasar…, ganar poder mediante la vinculación, no desistir. Vinculación no es pérdida de poder, sino tomar en posesión. Así se explica la conexión entre libertad y luz. §7

Entender, dijimos antes, significa: poder presidir una cosa, abarcarla de un vistazo, captar a fondo su estructura. Entender el ser significa: proyectar por anticipado la legalidad esencial y la estructura esencial de lo ente. Hacerse libre para lo ente, mirar a la luz, significa llevar a cabo el proyecto de ser, donde se echa en cara y se hace ver una visión (imagen) de lo ente, para así, con vistas a esta visión, comportarse respecto de lo ente en cuanto tal. Cómo tal libertad, en tanto que proyecto preconfigurador de ser, posibilita por vez primera un aproximarse a lo ente, nos lo queremos aclarar brevemente con tres ejemplos fundamentalmente diferentes. §8

1. El descubrimiento de la naturaleza, que se llevó a cabo a comienzos de la modernidad en las obras de Galileo, Kepler y Newton, ¿en qué se basa en realidad? No, como se cree la mayoría de las veces, en la introducción del experimento. También la investigación antigua de la naturaleza «experimentaba» ya. La base tampoco reside, como se escucha a menudo, en que ahora, en lugar de las cualidades ocultas de las cosas (escolástica), se busquen, se pongan y se determinen relaciones cuantitativas de medida. También la Antigüedad, y asimismo la Edad Media, midieron y contaron ya. Tampoco es la matematización, sino lo que ésta presupone. Lo decisivo que sucedió es que se llevó a cabo un proyecto mediante el cual, anticipándose, se delimitó lo que en el futuro habría de entenderse por naturaleza y por proceso natural: un plexo de movimiento, determinado espacio-temporalmente, de puntos de masa. En principio, pese a todos los progresos y revoluciones, nada ha cambiado hasta hoy en este proyecto de la naturaleza. Sólo ahora, es decir, a la luz de este concepto de naturaleza, se podía preguntar a la naturaleza así concebida en cuanto a la legalidad de sus procesos particulares, y, en cierta manera, ponerla a prueba en el experimento. Ciertamente, si este descubrimiento de la «naturaleza» en su progreso se acercó a la naturaleza o se alejó de ella, es una cuestión que la ciencia natural misma no es capaz de resolver en absoluto. Es una cuestión propia si, con esta ciencia, lo ente se hizo más ente o si, entre lo ente y el hombre cognoscente, no se intercaló algo totalmente distinto merced a lo cual la relación con lo ente quedó triturada, el instinto para la esencia de la naturaleza fue arrancado del hombre, y el instinto para la esencia del hombre resultó estrangulado. §8

Cuando hoy se oye decir de muchas maneras: al fin y al cabo, pese a todo, el progreso de la ciencia entre tanto ha sacado a la luz tal cantidad de material y conocimientos que un individuo solo ya no puede realizar una síntesis, frente a ello cabe decir: en primer lugar, ya el hecho de que se esté hablando de una síntesis demuestra que no se comprende de qué se trata. ¡Ciertamente no de escribirlo todo junto compilándolo! Pero en segundo lugar, todo el argumento es una inversión. Que el material se haya incrementado y los llamados progresos se hayan hecho tan grandes, no es la causa de la imposibilidad de una relación real con la historia, sino a la inversa: es justamente la consecuencia de un empobrecimiento y una impotencia internos de la existencia humana que existen ya desde hace tiempo, justamente la impotencia de entender el suceder de la historia, es decir, en primer lugar, de ser realmente histórico desde el fondo, en lugar de practicar el historicismo o la vulgaridad de la «sociología». Ciertamente, sería una malcomprensión de lo dicho si ustedes creyeran ahora que el conocimiento histórico no exige ningún trabajo. ¡Todo lo contrario! La pregunta es sólo dónde comienza y quién tiene el derecho y puede tomarse el derecho de trabajar históricamente. §8

3. Todavía una indicación, que conduce totalmente fuera del ámbito de las ciencias que hemos considerado hasta ahora, pero que revela tanto más la fuerza interior de la comprensión del ser que tiene el hombre, del rayo de luz. Me refiero al arte, y en él, por ejemplo, a la poesía. §8

Si abarcamos de un vistazo los cinco puntos, entonces el cuarto estadio nos da más que pensar de lo que al comienzo supusimos. De hecho, nos dice también algo que hasta ahora no habíamos experimentado, aunque el primer y el segundo estadio ya trataban de la estancia dentro de la caverna. Al fin y al cabo, vemos que no se trata simplemente de una mera segunda estancia en la caverna, sino de una tal que resulta del regreso desde la luz del sol. Pero ni siquiera esta versión del contenido del cuarto estadio es atinada. En modo alguno es sólo el reaparecer en la caverna del hombre que ya antes había estado ahí, sino el regreso de quien se ha hecho libre como liberador. Se trata del suceder del libre y de la liberación misma, y esta historia es precisamente, después de todo, el contenido de la parábola. §11

Pero de ahí resulta que, con el mero ascenso al sol, la liberación no ha acabado en absoluto. La libertad no es ni estar liberado de las cadenas, ni tampoco sólo el haber sido liberado para la luz, sino que el auténtico ser libre es ser liberador desde la oscuridad. Descender de vuelta a la caverna no es una diversión posterior que el supuestamente libre pudiera permitirse una vez para variar, quizá por curiosidad, para experimentar cómo se divisa la existencia en la caverna cuando se la mira desde arriba, sino que descender de vuelta a la caverna es, por vez primera y propiamente, la culminación del hacerse libre. §11

En una correspondencia exacta, dice Platón en la Carta VII (344 b 3) en cuanto al sentido: sólo una vez que todo este camino de la liberación se ha recorrido de un lado a otro en todos sus niveles y con todo el despliegue del esfuerzo de preguntar e investigar, se llega a que el entendimiento se encienda y se haga luz: §15

«Así pues, esto [toda esta transformación de la liberación desde la caverna hasta la luz] no es, como parece, un mero girar un fragmento de vidrio en la mano [un juego infantil de los griegos], sino un hacer girar y sacar afuera la esencia del hombre desde una especie de día nocturno hacia lo propiamente no-oculto. Es el ascenso a lo ente, del que decimos que es el filosofar en sentido propio.» §15

Tener algo muestra para nosotros siempre el carácter de «terminado» o incluso de «consumado»: «he visto», «he arrojado». ¡Perfecto, terminado! Un comportamiento que ha llegado al reposo, que ha dejado tras de sí la inquietud del tender. Pero tener siempre queda todavía, de algún modo, a la luz de la inconsumación, del tender. §30

Con ello está por otro lado (lo que ya conocemos) la posibilidad de tener en la mirada el ser, el ser-qué de lo percibido (es decir, de lo duro, de lo coloro), es decir, la dureza y la coloreidad. Asimismo, el hecho de que lo percibido en cada caso sea así y así (su ser-que, etc.). Es más: la propia alma, por sí misma, no sólo tiene ya a la vista todas esas cosas, sino que también puede incluso orientarse específicamente a ellas, por ejemplo en el sentido de que el ser diverso, el ser opuesto de uno respecto del otro, a la luz de lo cual experimenta dos cosas (color y sonido), en cada caso los toma específicamente en su mirada, y pregunta acaso por el ser-qué del propio «ser opuesto» y destaca la esencia de la opositoriedad en general. Así sucede con cualquiera de los caracteres del ser que se encuentran en el círculo de visión de su aspiración al ser. §33

Sólo con ello llegamos al resultado decisivo del tercer paso. Consiste en una revisión de la conexión entre lo percibido con los sentidos y lo que inicialmente captamos como «sobreexcedente». Lo percibido en la percepción, esto y aquello que en cada caso está determinado de tal y cual modo (lo coloro, lo sonoro), sólo lo podemos tener ante nosotros sobre la base de la aspiración al ser. Sólo porque el alma aspira al ser, puede a la luz de lo aspirado tener ante sí, es decir, percibir, es decir, tomar como verdadero, en cada caso esto o aquello dado como algo conseguido y tenido. Todo «tener ante sí» y tener en general lo ente, se funda en una aspiración al ser. Es decir, el ser (ser-qué, ser otro, etc., pero también la coloreidad, la dureza), está siempre ya vislumbrado y en juego en una percepción de lo ente. Está contenido ahí en la aspiración, aunque no se lo perciba, y lo pretendido en la tendencia está orientado rumbo a nosotros, para que nos haga poseíble esto y aquello como coloro y sonoro. Por eso, el ser en la unidad de todos los caracteres correspondientes se lo caracteriza de forma totalmente inadecuada cuando, como hasta ahora, lo tomábamos meramente como el «sobreexcedente» que cabe mostrar además de lo sentido y percibido (lo coloro, lo sonoro) dentro del círculo de lo percibido. ¿Por qué Sócrates designa estos caracteres como sobreexcedente? Sólo cuando, en la investigación de lo percibido, partimos inicialmente del color y el sonido, etc., y luego constatamos que, en ello, todavía se percibe más, topamos también con el ser, ser diferente, etc. Es decir, en el orden de la investigación, en la prosecución hacia lo que todavía vendrá, podemos decir: este más es un añadido a lo sentido. Pero lo que luego encontramos también ahí posteriormente, en cuanto al asunto y en cuanto a su esencia, no es el «más», el añadido, sino, a la inversa, lo que está dado previamente: el dato previo (pero no reconocido ni mucho menos concebido o cuestionado en cuanto tal). Más exactamente: en la medida en que no está dado ya expresamente en la atención a algo, es lo que, en el vislumbrar tendente, nos es puesto delante, lo tenido previamente (a priori) a la vista, eso que ya tiene que estar entendido para que, en general, algo perceptible podamos percibirlo como un ente, es más, justamente como no otra cosa que lo que constituye conjuntamente el ámbito que nos es puesto delante de posible perceptibilidad. §33

2. no se tiene en cuenta que lo que sale al encuentro corpóreamente da la impresión de ser uno y también el otro justamente a la luz de ambos hechos presentes de antemano. §45

Pero la parábola nos dice, pese a todo, que la mirada que se eleva hacia la luz tiene que ser en último término y sobre todo una mirada hacia el propio sol, hacia la fuente de luz, y que sólo así la liberación pasa a ser auténtica. APÉNDICE

El impulso y la inquietud de esta historia es la liberación del hombre para la esencia del ser: espíritu, proyecto de mundo, visión del mundo, una realidad fundamental y un modo de pensar en los que hay luz y espacio para el epos, el desarrollo del Estado, la tragedia, la arquitectura cultual, las artes plásticas, la filosofía. Con el comienzo de esta historia, comienza la verdad, y con este comienzo, el hombre entra en la no-verdad en el sentido más profundo de la no-verdad, es decir, del ocultamiento de lo ente. Tampoco este ocultamiento se da por sí mismo, sino sólo y justamente donde ya hay lo manifiesto, cuyos límites y determinación es justamente lo oculto. Qué sea el no-ocultamiento, eso sólo se muestra en su determinación desde el ocultamiento. APÉNDICE

 

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

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