GA34 – liberação

Befreiung

Una «liberación» del hombre dentro de la caverna §3

6. Por otra parte, ¿qué exige el estar vuelto a las cosas mismas? Liberación de las cadenas. Pero eso es sólo la introducción de la liberación. Deben seguir el girarse, el estar vuelto a la luz. Esta liberación fracasa. No llega a realizarse. Demostración: ¡el desencadenado quiere regresar a su situación anterior! ¿Por qué? ¿A causa de qué fracasa esta liberación intentada? §4

8. Por eso, retirar las cadenas no es ninguna liberación real del hombre. Queda como algo externo, no afecta al hombre en su propio sí mismo. Sólo cambian las circunstancias, pero no se modifica su estado interior, su querer. Ciertamente, el desencadenado quiere algo, pero lo que quiere es regresar a la cadenas. Queriendo de este modo, quiere el no querer: no quiere estar él mismo implicado. Elude y retrocede ante una pretensión en la que se exige de él una renuncia completa a su situación anterior. Además, está muy lejos de entender que el hombre, en cada caso, sólo es aquello a lo cual tiene fuerzas para atreverse, y en la medida en que las tiene. §4

Con el fracaso de esta liberación termina el segundo estadio. La liberación fracasa porque el que debe ser liberado no la comprende. La liberación sólo es una auténtica liberación cuando él mismo se hace libre en ella, es decir, cuando viene a sí mismo y llega a estar en el fondo de su esencia. §4

Que la diferencia meramente se presente, ¿a qué se debe? Eso no podemos decirlo sin más. Sólo podemos ver que la liberación iniciada no resulta. De ahí sólo podemos obtener ahora la conjetura de que el suceder y la existencia del no-ocultamiento en cuanto tal guarda relación con la liberación del hombre, o dicho más exactamente: con que la liberación resulte, es decir, con el auténtico ser-libre. Y aún podemos conjeturar una cosa: que la liberación resulte, tiene que darse en la dirección contraria al no resultar. El no resultar se muestra en querer regresar a las cadenas, lejos de la luz. La dirección contraria, en la que la liberación llega a su final, viene indicada entonces por el «hacia la luz», liberarse como «ponerse hacia la luz». En el volverse a la luz, lo ente debe hacerse más ente, y lo desoculto más desoculto. §4

La auténtica liberación del hombre para la luz original §4

La exposición del tercer estadio es más extensa que la de los otros. Con este estadio, el suceso descrito llega al objetivo. Con ello queda dicho: la auténtica liberación no es retirar las cadenas dentro de la caverna, sino subir desde la caverna hasta la luz del sol, lejos de la luz artificial en la caverna hacia el sol. §5

En primer lugar, en comparación con el estadio anterior, llama la atención que la liberación que no ha resultado ya no aparece en absoluto en el tercer estadio, no se la vuelve a intentar, y no porque sea incompleta, sino porque no es ninguna liberación. ¿Qué significa esto? Es decisivo entender bien esta renuncia completa al primer intento, y eso significa entender bien la forma de la transición del segundo estadio al tercero. Que el primer intento de liberación ya no sea asumido, se muestra sobre todo en que la luz y el fuego en la caverna simplemente se pasan de largo. El mirar a la luz, si sólo es una luz, no basta. Luz y luz no son lo mismo. De ahí nuestro epígrafe: la auténtica liberación del hombre hacia la luz original. §5

4. La auténtica liberación no se basa sólo en un acto de violencia, sino que exige al mismo tiempo una perseverancia y un ánimo duradero que baste para recorrer realmente los grados particulares del familiarizarse con la luz: el ánimo que avanza a pasos largos, que puede aguardar, al que no afectan los reveses, que sabe que en todo auténtico devenir y crecer no se puede saltar ningún peldaño, que el ajetreo vacío es tan banal y funesto como el entusiasmo ciego. §5

que se hacen visibles en el suceso de la liberación §5

En el suceso expuesto en la parábola, no menos esencial que lo anterior es el estar encadenado, el desencadenamiento, la liberación y el ser libre; dicho brevemente: el fenómeno de la libertad. La imagen simbólica, es decir, todo el suceso que hemos seguido hasta ahora, también nos hace señas sobre cómo tenemos que entender la libertad. El segundo y el tercer estadio muestran que ella no es sólo retirar las cadenas, como ser liberado de algo. Tal libertad es meramente des-vinculación, algo negativo. La desvinculación no tiene en sí consistencia ni asidero. El desvinculado se vuelve inseguro, confuso, desamparado, no se aclara. Incluso le da la preferencia al estar encadenado frente a esta libertad negativa. A saber: quiere regresar a las cadenas. Con ello, el liberado sólo en sentido negativo revela lo que en realidad está buscando pero no entiende, lo «positivo», lo que la libertad en sentido propio quiere y tiene que ofrecerle: asidero y seguridad, reposo, constancia y firmeza. Y es eso lo que ofrece, pues la libertad auténtica y positiva no es un mero ser libre de… (apartado de…), sino ser libre para… (hacia…). El comportamiento con lo que da libertad, con lo que desbloquea (con la luz), es él mismo un hacerse libre. El auténtico hacerse libre es un vincularse que proyecta, no un mero permitir un encadenamiento, sino el «darse a sí mismo para sí mismo una vinculación», y una tal que, de entrada, permanezca vinculante, de modo que todo comportamiento posterior, en sus aspectos particulares, sólo gracias a ella pueda hacerse y ser un comportamiento libre. §7

En la imagen simbólica, esta liberación positiva hacia el auténtico ser libre se anuncia a través de lo que sucede más allá del mero retiramiento de la cadena: un ascender hacia la luz del día. Hacerse libre significa ahora: mirar a la luz, o dicho más exactamente: rehabituar la mirada gradualmente de lo oscuro a lo claro, y en concreto, nuevamente, desde lo visible en la claridad hacia la claridad, hacia la luz misma, para que la mirada se haga un rayo de luz. Qué significa esto, lo trataremos más tarde. §7

El proyecto (como se ha dicho) es, hasta hoy, en principio el mismo. Pero, pese a todo, algo ha cambiado. No tanto las posibilidades del contenido, las revoluciones metódicas, sino sobre todo: el proyecto ha perdido su carácter esencial original de liberación, lo cual se muestra en que lo ente, que hoy es tema por ejemplo en la física teórica y en la física en general, a causa de esta ciencia moderna ya no se nos hizo ni se nos hace más ente, sino al contrario: lo vemos en que eso que hoy se llama filosofía de la naturaleza ha alcanzado su punto más bajo. Es suficiente: al margen de cómo tenga que emitirse la valoración filosófica de la ciencia natural moderna y de su historia, este avanzar hacia la naturaleza sucedió sobre la base y por la vía de un proyecto prefigurante de lo que se quería entender como el ser de este ente, a saber, de la naturaleza. §8

el segundo: lo perceptible dentro de la caverna en la primera liberación (inauténtica); §9

el tercero: lo apropiado por vez primera en la segunda liberación (auténtica), en la rehabituación y el acostumbramiento; lo luminoso, lo aclarante, lo que posibilita por vez primera la visibilidad: las ideas. §9

Si sucede el no-ocultamiento, entonces el ocultamiento y el ocultar son subsanados y eliminados. Al eliminar el ocultamiento, a eso que actúa contra el ocultar, en adelante lo llamamos el des-encubrir. Este peculiar engendrar vislumbrando la idea, este proyecto, es desencubridor. Aparentemente, eso es inicialmente sólo otra palabra. Este vislumbrar como vincularse preconfigurando al ser entendido, la liberación bien entendida, es desencubridora no sólo incidentalmente, sino que este mirar a la luz tiene el carácter del desencubrir, de suyo no es otra cosa que desencubrir. Ser desencubridor es la realización más interna de la liberación. Ella es el cuidado por antonomasia: hacerse libre como vincularse a las ideas, encomendar la guía al ser. Por eso decimos: el hacerse libre, este vislumbrar las ideas, este entender de entrada el ser y la esencia de las cosas, es desencubridor, es decir, eso (el desencubrir) forma parte de la tendencia interna de este ver. El desencubrir es la naturaleza más interna del mirar a la luz. §9

Pero habríamos entendido mal toda la interpretación anterior de la parábola de la caverna si no hubiéramos aprendido ya de dónde debemos dejarnos dar el concepto de hombre. Pues, al fin y al cabo, esta parábola narra justamente la historia en la que el hombre toma conciencia de sí como un ser existente en medio de lo ente. Y en esta historia esencial del hombre, lo decisivo es justamente el suceder el no-ocultamiento, es decir, el desencubrimiento. Así pues, justo al revés, llegamos a saber qué es el hombre sólo a partir de la esencia del no-ocultamiento. Sólo la esencia de la verdad nos permite comprender la esencia del hombre. Cuando dijimos que justamente esta esencia de la verdad (el desencubrimiento) es el suceder que sucede con el hombre, entonces eso significa que el hombre, tal como lo vemos ahí, en la parábola, en su liberación, está trans-puesto en la verdad. Éste es el modo de su existencia, el suceso fundamental del existir. El original no-ocultamiento es el des-encubrir proyectante en cuanto suceso que sucede «en el hombre», es decir, en su historia. La verdad ni está presente en algún lugar por encima del hombre (como validez en sí), ni la verdad está en el hombre como en un sujeto psíquico, sino que el hombre está «en» la verdad. La verdad es más grande que el hombre. Éste está en la verdad sólo si y en la medida en que es dueño de su esencia. Se mantiene en el no-ocultamiento de lo ente y de este modo se comporta respecto de éste. §9

Pues bien, ¿quién es este hombre de la parábola de la caverna? No el hombre en general, sino aquel ente totalmente determinado que se comporta respecto de lo ente en tanto que lo no-oculto, y que en tal comportamiento está no-oculto para sí mismo. Pero este no-ocultamiento de lo ente en el que él está y se mantiene, sucede en el vislumbrar proyectante del ser, o diciéndolo en términos platónicos: en las ideas. Pero este vislumbrar proyectante sucede como la liberación de esta esencia para sí misma. El hombre es aquel ente que entiende el ser y que existe sobre la base de este entender el ser, es decir, entre otras cosas: que se comporta respecto de lo ente como lo no-oculto. «Existir», y menos aún «existencia», no se emplean aquí simplemente en una acepción arbitraria y desgastada, en el sentido de suceder y de estar presente, sino en un sentido del todo determinado y suficientemente fundamentado: ex-sistere, ex-sistens, sacándose al no-ocultamiento de lo ente, expuesto a lo ente en su conjunto y, por tanto, emplazado en la confrontación con lo ente así como consigo mismo; no anulado en sí mismo, como las plantas; no perturbado en sí mismo, como los animales en su medio circundante; no meramente apareciendo ahí, como una piedra. Qué haya que entender más en concreto por ello, se hace lo suficientemente claro en las diversas publicaciones particulares, en todo caso lo suficiente como para que sea posible una confrontación con ello. Que el hombre, conforme a su esencia, se haya sacado por sí al no-ocultamiento de lo ente, sólo es posible en la medida en que ha entrado en la zona de peligro de la filosofía. El hombre fuera de la filosofía es alguien totalmente distinto. §9

Pero tenemos que considerar otra cosa. El asesinato a manos de los encadenados en la caverna, ¿tiene que consistir necesariamente en entregar la copa del veneno, como en el caso de Sócrates, y por tanto en la muerte corporal? ¿No es eso también una parábola? ¿Lo grave es el proceso de la muerte corporal? ¿No lo será más bien la inminencia real (real, digo) y constante de la muerte durante la existencia? ¿Y, a su vez, no sólo la muerte en el sentido corporal de morir, sino que la propia existencia se vuelva banal e impotente? Ningún filósofo ha escapado al destino de esta muerte en la caverna. Que el filósofo esté expuesto a la muerte en la caverna significa que el auténtico filosofar es impotente dentro del ámbito de la obviedad imperante. Sólo en la medida en que ésta se transforma, puede apelar la filosofía. Este destino sería hoy, caso de que haya filósofos, más amenazador que nunca. El envenenamiento sería mucho más venenoso, porque estaría más oculto y se propagaría lentamente. El envenenamiento no sucedería mediante un daño externo visible, no mediante ataque y lucha, pues, al fin y al cabo, entonces quedaría siempre la posibilidad de la defensa real, de medir las fuerzas y, por tanto, de una liberación e incremento de las fuerzas. El envenenamiento sucedería de modo que la gente se interesaría por el filósofo en la caverna, que se dirían unos a otros que se tiene que haber leído esta filosofía, que en la caverna se repartirían premios y honores, que al filósofo se le proporcionaría lentamente una fama de periódico y de revista, que se le admiraría. El envenenamiento consistiría hoy en que se empujaría al filósofo al círculo de aquello por lo que la gente se está interesando, sobre lo cual se parlotea y se escribe, es decir, sobre lo que, con toda certeza, al cabo de unos pocos años ya no se interesará nadie. Pues, al fin y al cabo, uno sólo puede interesarse por lo nuevo, y sólo mientras otros también participan haciendo lo mismo. Así se mataría calladamente al filósofo, se lo haría inocuo e inofensivo. Moriría en vida su muerte en la caverna, y tendría que padecerla. Se malentendería a sí mismo y a su tarea si quisiera retirarse de la caverna. Ser libre, ser liberador, es coactuar en la historia de quienes nos pertenecen conforme al ser. Tendría que permanecer en la caverna (junto a los encadenados) y colaborar con quienes ahí son considerados filósofos a la manera de éstos. Tampoco podría retirarse ni por un momento a una superioridad irónica, pues también así estaría tomando parte en su propio envenenamiento. Sólo si y una vez que pudiera hacerse dueño incluso de tal superioridad irónica, sería capaz de morir auténticamente la muerte incesante en la caverna. §10

Si abarcamos de un vistazo los cinco puntos, entonces el cuarto estadio nos da más que pensar de lo que al comienzo supusimos. De hecho, nos dice también algo que hasta ahora no habíamos experimentado, aunque el primer y el segundo estadio ya trataban de la estancia dentro de la caverna. Al fin y al cabo, vemos que no se trata simplemente de una mera segunda estancia en la caverna, sino de una tal que resulta del regreso desde la luz del sol. Pero ni siquiera esta versión del contenido del cuarto estadio es atinada. En modo alguno es sólo el reaparecer en la caverna del hombre que ya antes había estado ahí, sino el regreso de quien se ha hecho libre como liberador. Se trata del suceder del libre y de la liberación misma, y esta historia es precisamente, después de todo, el contenido de la parábola. §11

¿Pero por qué volvemos a contar todo esto? ¡Después de todo, eso ya lo hemos escuchado bastante en la interpretación del primero y del segundo estadio! No. Sólo ahora entendemos por qué pudimos interpretar así en general el primero y el segundo estadio, aunque en ello siempre tuvimos ya que indagar y que decir demasiado en relación con lo que los encadenados mismos tienen ante sí. Sólo ahora entendemos que la liberación que aconteció del primer estadio al tercero presupone ya un ser-libre. Que ése que libera no es uno cualquiera. §11

Pero de ahí resulta que, con el mero ascenso al sol, la liberación no ha acabado en absoluto. La libertad no es ni estar liberado de las cadenas, ni tampoco sólo el haber sido liberado para la luz, sino que el auténtico ser libre es ser liberador desde la oscuridad. Descender de vuelta a la caverna no es una diversión posterior que el supuestamente libre pudiera permitirse una vez para variar, quizá por curiosidad, para experimentar cómo se divisa la existencia en la caverna cuando se la mira desde arriba, sino que descender de vuelta a la caverna es, por vez primera y propiamente, la culminación del hacerse libre. §11

En una correspondencia exacta, dice Platón en la Carta VII (344 b 3) en cuanto al sentido: sólo una vez que todo este camino de la liberación se ha recorrido de un lado a otro en todos sus niveles y con todo el despliegue del esfuerzo de preguntar e investigar, se llega a que el entendimiento se encienda y se haga luz: §15

Es decir, la liberación y el despertar del poder más interno de la esencia del hombre es de lo que se trata en esta liberación en la parábola de la caverna. De modo correspondiente, dice Platón en un pasaje que sigue a continuación, donde interpreta prácticamente el suceso expuesto en su sentido (521 c 5 ss.): §15

«Así pues, esto [toda esta transformación de la liberación desde la caverna hasta la luz] no es, como parece, un mero girar un fragmento de vidrio en la mano [un juego infantil de los griegos], sino un hacer girar y sacar afuera la esencia del hombre desde una especie de día nocturno hacia lo propiamente no-oculto. Es el ascenso a lo ente, del que decimos que es el filosofar en sentido propio.» §15

Pero la parábola nos dice, pese a todo, que la mirada que se eleva hacia la luz tiene que ser en último término y sobre todo una mirada hacia el propio sol, hacia la fuente de luz, y que sólo así la liberación pasa a ser auténtica. APÉNDICE

El impulso y la inquietud de esta historia es la liberación del hombre para la esencia del ser: espíritu, proyecto de mundo, visión del mundo, una realidad fundamental y un modo de pensar en los que hay luz y espacio para el epos, el desarrollo del Estado, la tragedia, la arquitectura cultual, las artes plásticas, la filosofía. Con el comienzo de esta historia, comienza la verdad, y con este comienzo, el hombre entra en la no-verdad en el sentido más profundo de la no-verdad, es decir, del ocultamiento de lo ente. Tampoco este ocultamiento se da por sí mismo, sino sólo y justamente donde ya hay lo manifiesto, cuyos límites y determinación es justamente lo oculto. Qué sea el no-ocultamiento, eso sólo se muestra en su determinación desde el ocultamiento. APÉNDICE

 

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

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