Hablamos de una «parábola». Decimos también: Sinn-Bild, «imagen simbólica», «imagen con un sentido». Eso significa: una imagen visible, de modo que lo contemplado hace de inmediato una seña. La imagen no quiere ser considerada por sí misma: hace una seña, una seña hacia el hecho de que hay algo que entender en esta imagen y mediante esta imagen, y hacia qué sea eso. La imagen hace una seña, conduce a algo que hay que entender, es decir, hacia el ámbito de la inteligibilidad (la dimensión dentro de la cual se comprende): hacia un sentido, Sinn (de ahí: Sinn-Bild). Pero hay que prestar atención a que lo que hay que entender no es un sentido, sino un suceso. «Sentido» significa sólo que se trata de algo que de alguna forma es comprensible. Lo que se entiende, no es nunca ello mismo un sentido. No entendemos algo como sentido, sino siempre sólo algo «en el sentido de…» El sentido no es nunca el tema de la comprensión. §2
La exposición del tercer estadio es más extensa que la de los otros. Con este estadio, el suceso descrito llega al objetivo. Con ello queda dicho: la auténtica liberación no es retirar las cadenas dentro de la caverna, sino subir desde la caverna hasta la luz del sol, lejos de la luz artificial en la caverna hacia el sol. §5
que se hacen visibles en el suceso de la liberación §5
Por muy claramente trazada que pueda estar la parábola, por muy simple y clara que se evidencie incluso la interpretación platónica, ¿entendemos mucho o siquiera sólo un poco de ella? Tampoco sirve la salida de preguntar cómo interpreta la parábola el propio Platón. Entonces sólo hallamos que Platón hace una perífrasis de las circunstancias y que aclara la situación del liberado diciendo que el lugar del liberado está por encima del cielo, pero que en este lugar hay ideas, y entre ellas, una idea suprema. Qué significa todo eso, no lo llegamos a saber. En un primer momento no entendemos nada, sobre todo si pensamos que se trata de una historia que sucede con el hombre. ¿Con el hombre? ¿Quién es ése? Nosotros mismos, y sólo nosotros. Cada uno mismo, en la medida en que es ahora, es decir, en la medida en que es puesto por Platón ante esta parábola, y que se deja poner ante este suceso. Es decir, no aquellos que escuchan ahora unas lecciones de Heidegger: ésos tendrán ya bastante al cabo de unas semanas, y desaparecerán igual que han venido. Pero que uno esté sentado ahí regularmente hasta la última clase del semestre, ¿es eso una prueba de que se ha dejado poner ante esta parábola? No, y lo menos que puede probarlo es un examen, es decir, no puede probarse en absoluto. Pero confirmarse como verdadero: ¡eso sí! Cómo y ante quién y cuándo y dónde y en qué medida, eso sólo lo sabe cada uno. Únicamente en ello consiste la misteriosa «eficiencia» de una filosofía, si es que la tiene. §5
En el suceso expuesto en la parábola, no menos esencial que lo anterior es el estar encadenado, el desencadenamiento, la liberación y el ser libre; dicho brevemente: el fenómeno de la libertad. La imagen simbólica, es decir, todo el suceso que hemos seguido hasta ahora, también nos hace señas sobre cómo tenemos que entender la libertad. El segundo y el tercer estadio muestran que ella no es sólo retirar las cadenas, como ser liberado de algo. Tal libertad es meramente des-vinculación, algo negativo. La desvinculación no tiene en sí consistencia ni asidero. El desvinculado se vuelve inseguro, confuso, desamparado, no se aclara. Incluso le da la preferencia al estar encadenado frente a esta libertad negativa. A saber: quiere regresar a las cadenas. Con ello, el liberado sólo en sentido negativo revela lo que en realidad está buscando pero no entiende, lo «positivo», lo que la libertad en sentido propio quiere y tiene que ofrecerle: asidero y seguridad, reposo, constancia y firmeza. Y es eso lo que ofrece, pues la libertad auténtica y positiva no es un mero ser libre de… (apartado de…), sino ser libre para… (hacia…). El comportamiento con lo que da libertad, con lo que desbloquea (con la luz), es él mismo un hacerse libre. El auténtico hacerse libre es un vincularse que proyecta, no un mero permitir un encadenamiento, sino el «darse a sí mismo para sí mismo una vinculación», y una tal que, de entrada, permanezca vinculante, de modo que todo comportamiento posterior, en sus aspectos particulares, sólo gracias a ella pueda hacerse y ser un comportamiento libre. §7
c) Desencubrimiento como suceso fundamental de la ex-sistencia del hombre §9
Pero habríamos entendido mal toda la interpretación anterior de la parábola de la caverna si no hubiéramos aprendido ya de dónde debemos dejarnos dar el concepto de hombre. Pues, al fin y al cabo, esta parábola narra justamente la historia en la que el hombre toma conciencia de sí como un ser existente en medio de lo ente. Y en esta historia esencial del hombre, lo decisivo es justamente el suceder el no-ocultamiento, es decir, el desencubrimiento. Así pues, justo al revés, llegamos a saber qué es el hombre sólo a partir de la esencia del no-ocultamiento. Sólo la esencia de la verdad nos permite comprender la esencia del hombre. Cuando dijimos que justamente esta esencia de la verdad (el desencubrimiento) es el suceder que sucede con el hombre, entonces eso significa que el hombre, tal como lo vemos ahí, en la parábola, en su liberación, está trans-puesto en la verdad. Éste es el modo de su existencia, el suceso fundamental del existir. El original no-ocultamiento es el des-encubrir proyectante en cuanto suceso que sucede «en el hombre», es decir, en su historia. La verdad ni está presente en algún lugar por encima del hombre (como validez en sí), ni la verdad está en el hombre como en un sujeto psíquico, sino que el hombre está «en» la verdad. La verdad es más grande que el hombre. Éste está en la verdad sólo si y en la medida en que es dueño de su esencia. Se mantiene en el no-ocultamiento de lo ente y de este modo se comporta respecto de éste. §9
Así pues, si vislumbrar las ideas constituye el fundamento para que el hombre, en tanto que ente, se relacione con lo ente, entonces con la idea suprema tiene que corresponderse un vislumbrar que suceda en lo más profundo de la esencia del hombre. El llegar preguntando hasta la idea suprema es entonces, al mismo tiempo, un descender preguntando hasta el más profundo vislumbrar que le sea posible a la esencia del hombre como un existente, es decir, el preguntar por la historia esencial del hombre con vistas a entender qué es lo que capacita al ser y al no-ocultamiento del ente para aquello que son. Esta pregunta por la historia esencial del hombre la hemos preguntado junto con Platón, a lo largo de un trecho, al ir comprendiendo por nuestra parte la parábola de la caverna, y vimos que es un suceso enteramente determinado, con estadios y con tránsitos de un estadio a otro enteramente determinados. §15
Es decir, la liberación y el despertar del poder más interno de la esencia del hombre es de lo que se trata en esta liberación en la parábola de la caverna. De modo correspondiente, dice Platón en un pasaje que sigue a continuación, donde interpreta prácticamente el suceso expuesto en su sentido (521 c 5 ss.): §15
¿Tenemos aquí una elección? ¿Nosotros? ¿Quiénes somos, pues, nosotros? Pese a todos los progresos y las revoluciones, somos sólo los usufructuarios del comienzo de la filosofía occidental, usufructuarios en lo que concierne a lo esencial de nuestra existencia: todo su existir, que consiste justamente en que nos comportamos respecto de lo ente que no somos nosotros, y respecto del ente que nosotros mismos somos, y en que para este comportamiento tenemos que buscar siempre ya un afianzamiento. Mientras seamos de este modo, seguimos sujetos y obligados a aquel comienzo, tanto si lo sabemos como si no, tanto si sabemos mucho o poco de ello, tanto si nos lo preparamos por la profusa vía de una reflexión prolija y erudita como si lo podemos rastrear inmediata y continuamente en cada elemento cotidiano, es decir, en el suceso trivial de un viaje cualquiera con el tranvía a través de la ciudad. Por ejemplo, sólo podemos viajar con el tranvía (para formularlo del modo más extremo) porque nuestra existencia está en la historia del comienzo de la filosofía occidental, en la pregunta por el sentido de lo ente, en la posibilidad de elaboración de la pregunta teórica por un único ente, en la ciencia de la naturaleza: de la «física». Que viajemos con un cosa así, no significa más que esto: el comienzo de la filosofía occidental es –por muy irreconocible y completamente oculto que sea– inmediatamente poderoso, aun cuando, impedidos por nuestras muchas irreflexiones, no pensemos en tal cosa. Ciertamente, si tal cosa como ésta: que viajemos o incluso tengamos que viajar con el tranvía, es un éxito del hombre, de la existencia humana, o no más bien lo contrario, no puede resolverse en un momento. §16
Pero, pese a todo, ¿no demuestra la parábola de la caverna lo contrario? Después de todo, hemos tratado profusamente de mostrar que en todos los estadios sucede una transición de un elemento no-oculto a otro, y que el no-ocultamiento constituye el suceso fundamental de esta historia. ¿Cómo podemos negar ahora nuestra propia interpretación? §17
La pregunta por la esencia de la verdad se determinó inicialmente como pregunta por la esencia del no-ocultamiento. Qué forma parte de esta pregunta, se puso de relieve mediante una interpretación de la parábola de la caverna. Un carácter fundamental del no-ocultamiento consiste en que es algo que sucede con lo ente mismo. Pero este suceso, sin embargo, forma parte de un modo determinado de la historia de la existencia del hombre en tanto que existente. El no-ocultamiento no existe en sí mismo en alguna parte, y ni siquiera como propiedad de las cosas. El ser sucede como historia del hombre, como historia de un pueblo. A este suceso del no-ocultamiento de lo ente, lo hemos llamado el desencubrimiento. §19