GA34 – caverna

Höhle

La situación del hombre en la caverna subterránea §2

«Represéntate la imagen de hombres en una morada subterránea, con forma de caverna. La entrada, que tiene toda la extensión de la caverna, la tiene hacia arriba, contra la luz del día. En esta morada están los hombres desde la infancia, encadenados por las piernas y el cuello. Por eso permanecen en el mismo sitio y sólo miran a lo que hay ante ellos, lo presente. Debido a las cadenas, no son capaces de girar la cabeza en derredor. Pero la claridad les llega desde atrás, desde un fuego que arde lejos desde allá arriba. Pero entre el fuego y los encadenados, a sus espaldas, discurre un camino, y a lo largo de él, imagínatelo, se ha construido un tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante de los espectadores, un biombo por encima del cual muestran los muñecos. §2

–¡Iguales a nosotros los hombres! ¿Pues qué crees tú? Seres tales, primeramente, no tienen otra visión de sí mismos y de los otros que las sombras que el resplandor del fuego proyecta sobre la pared de la caverna que hay enfrente de ellos. §2

¿Adónde conduce este primer estadio de la parábola, la descripción de la situación de los prisioneros en la caverna? Lo deducimos sin dificultades de la última frase, que debe dar claramente un resumen conclusivo de la descripción anterior: §2

Una «liberación» del hombre dentro de la caverna §3

«–Pero si uno le arrastrara con violencia a lo largo de la subida escabrosa y empinada que da a la salida de la caverna, y no lo soltara hasta haberlo sacado a la luz del sol, ¿el arrastrado no sentiría dolores y se resistiría? Y cuando saliera a la claridad, con los ojos llenos de un resplandor, ¿no sería incapaz de ver siquiera una de las cosas que ahora se le enseñan como lo no-oculto? §4

–Y después, también sobre él llegará ya al resultado de que es él el que concede las horas y administra los años y todo lo que tiene su lugar visible, y que también él es el fundamento por el que es todo aquello que, de alguna manera, ellos ven en la caverna. §4

–Pero si antes [en el antiguo lugar de estancia en la caverna] hubieran establecido entre sí ciertos honores, alabanzas y distinciones para aquél que viera del modo más nítido lo que pasa de largo y conservara mejor en la memoria [en el ámbito de las sombras] qué suele pasar primero y qué después y qué al mismo tiempo, es decir, que con base en ello fuera el más capaz de predecir lo que vendrá, ¿crees que anhelaría eso y que envidiaría a los que de entre ellos tienen reputación y poder en la caverna? ¿O que más bien preferiría soportar aquello de lo que Homero dice: «servir a sueldo a otro hombre sin bienes»? ¿No soportará todo esto antes que considerar aquello lo verdadero y vivir de aquel modo? §4

La exposición del tercer estadio es más extensa que la de los otros. Con este estadio, el suceso descrito llega al objetivo. Con ello queda dicho: la auténtica liberación no es retirar las cadenas dentro de la caverna, sino subir desde la caverna hasta la luz del sol, lejos de la luz artificial en la caverna hacia el sol. §5

En primer lugar, en comparación con el estadio anterior, llama la atención que la liberación que no ha resultado ya no aparece en absoluto en el tercer estadio, no se la vuelve a intentar, y no porque sea incompleta, sino porque no es ninguna liberación. ¿Qué significa esto? Es decisivo entender bien esta renuncia completa al primer intento, y eso significa entender bien la forma de la transición del segundo estadio al tercero. Que el primer intento de liberación ya no sea asumido, se muestra sobre todo en que la luz y el fuego en la caverna simplemente se pasan de largo. El mirar a la luz, si sólo es una luz, no basta. Luz y luz no son lo mismo. De ahí nuestro epígrafe: la auténtica liberación del hombre hacia la luz original. §5

a) Niveles del no-ocultamiento fuera de la caverna §5

3. Pero este reacostumbramiento de la mirada de lo oscuro a la claridad, se realiza recorriendo diversos dominios. En un primer momento, la mirada que ama lo oscuro y las sombras busca todavía todo aquello que, fuera de la caverna, más conserva todavía una cierta afinidad con lo oscuro, aquello que tampoco aquí da las cosas mismas, sino sólo el reflejo, ya sean sombras o reflejamientos. Sólo desde ahí viene la mirada a las cosas mismas –pero incluso entonces, en un primer momento, el liberado ve mejor por la noche, cuando la mirada se acostumbra lentamente a mirar a lo que alumbra–, a la luz más débil, al resplandor no cegador de las estrellas y de la luna; y sólo entonces, cuando ya está familiarizado con ello, es capaz de contemplar las cosas de día a la luz del sol, luego la luz misma, y finalmente el sol como lo que da la luz, es decir, lo que da el tiempo, por el que todo ente es, como aquello que todo lo administra y todo lo gobierna, lo que es incluso el fundamento de lo que era visible en la caverna: las sombras de ahí y la luz y el fuego de ahí. §5

5. El así rehabituado (en su propio sí mismo), mediante semejante liberarse para la luz, es decir, mediante tal familiarizarse con y para la luz, se asegura una nueva posición. Ahora no quiere regresar, porque ahora percibe a fondo que toda la existencia en la caverna no es más que una sombra, que la actividad que ahí reina y la gloria que ahí se dispensa no son más que una apariencia. §5

Todo esto es claro en la imagen. ¿Pero hacia dónde hace señas esta imagen simbólica? Qué pretende la parábola, no se dice. ¿Qué hemos de entender por esta estancia del liberado fuera de la caverna, si, después de todo, la existencia en la caverna simboliza ya el quehacer cotidiano y real del hombre, es decir, justamente el quehacer al sol? §5

Ver la idea, es decir, entender el ser-qué y el ser-cómo, dicho brevemente, el ser, nos permite conocer por vez primera lo ente en tanto que el ente respectivo que es: con los ojos corporales jamás vemos lo ente, a no ser que ya estemos viendo «ideas». Los prisioneros en la caverna ven sólo lo ente, sombras, y opinan que sólo hay lo ente. No saben nada del ser, de entender el ser. Por eso tienen que ser conducidos lejos de lo ente –lejos de lo único que para ellos es lo ente: las sombras–, y ser subidos al exterior de la caverna. Tienen que hacer un ascenso y alejarse subiendo por encima de lo inferior, subir alejándose también del fuego en la caverna (del sol real, que, al fin y al cabo, es sólo la imagen de un ente), hacia la claridad del día, hacia la luz, hacia las «ideas». ¿Pero qué tiene que ver la idea y la esencia de la idea con la luz? Sólo así llegamos propiamente a nuestra primera pregunta. §6

Si en la caverna no hubiera luz en absoluto, los encadenados ni siquiera verían sombras. Pero ellos no saben nada de la luz, que, de alguna manera, ya está a la vista de ellos, así como el que ve el libro no sabe nada de que ya tiene que ver, que tener a la vista más y otra cosa que lo perceptible con los ojos: que tiene que entender ya qué significa en general «libro». §6

el primero: las sombras, lo que sale al paso dentro de la caverna como lo que hay en frente; §9

el segundo: lo perceptible dentro de la caverna en la primera liberación (inauténtica); §9

El descenso de regreso del libre a la caverna §9

«Pues bien, ahora piensa esto: si quien es libre de tal manera volviera a descender a la caverna y se sentara en el mismo sitio, viniendo del sol, ¿no tendría de pronto los ojos llenos de oscuridad? §9

4. El filósofo como liberador de los encadenados se expone al destino de la muerte en la caverna. Hay que entender bien que es el destino de la muerte en la caverna, y a cargo de los habitantes de la caverna, que no son dueños de sí. Evidentemente, Platón quiere recordar la muerte de Sócrates. Por eso se dirá: este enlazamiento del filósofo con la muerte sólo fue un caso singular. Este destino no pertenece necesariamente al filósofo. Por lo demás, en términos generales, a los filósofos les ha ido bien. Están sentados en sus hogares sin que nadie les moleste y se ocupan de cosas hermosas. Hoy el filosofar (suponiendo que haya algo así) sería por completo una ocupación del todo inofensiva. En todo caso, hoy ya no se asesinaría a nadie. Pero de que no haya peligro de ser asesinado, sólo podemos concluir que nadie se atreve a tanto, y por tanto, que ya no hay filósofos. Pero esta pregunta de si hoy hay filósofos o no, podemos dejarla estar. De todos modos, no se resolverá mediante una constatación pública en las revistas y periódicos o en la radio: un público no puede decidirla en modo alguno. §10

Pero tenemos que considerar otra cosa. El asesinato a manos de los encadenados en la caverna, ¿tiene que consistir necesariamente en entregar la copa del veneno, como en el caso de Sócrates, y por tanto en la muerte corporal? ¿No es eso también una parábola? ¿Lo grave es el proceso de la muerte corporal? ¿No lo será más bien la inminencia real (real, digo) y constante de la muerte durante la existencia? ¿Y, a su vez, no sólo la muerte en el sentido corporal de morir, sino que la propia existencia se vuelva banal e impotente? Ningún filósofo ha escapado al destino de esta muerte en la caverna. Que el filósofo esté expuesto a la muerte en la caverna significa que el auténtico filosofar es impotente dentro del ámbito de la obviedad imperante. Sólo en la medida en que ésta se transforma, puede apelar la filosofía. Este destino sería hoy, caso de que haya filósofos, más amenazador que nunca. El envenenamiento sería mucho más venenoso, porque estaría más oculto y se propagaría lentamente. El envenenamiento no sucedería mediante un daño externo visible, no mediante ataque y lucha, pues, al fin y al cabo, entonces quedaría siempre la posibilidad de la defensa real, de medir las fuerzas y, por tanto, de una liberación e incremento de las fuerzas. El envenenamiento sucedería de modo que la gente se interesaría por el filósofo en la caverna, que se dirían unos a otros que se tiene que haber leído esta filosofía, que en la caverna se repartirían premios y honores, que al filósofo se le proporcionaría lentamente una fama de periódico y de revista, que se le admiraría. El envenenamiento consistiría hoy en que se empujaría al filósofo al círculo de aquello por lo que la gente se está interesando, sobre lo cual se parlotea y se escribe, es decir, sobre lo que, con toda certeza, al cabo de unos pocos años ya no se interesará nadie. Pues, al fin y al cabo, uno sólo puede interesarse por lo nuevo, y sólo mientras otros también participan haciendo lo mismo. Así se mataría calladamente al filósofo, se lo haría inocuo e inofensivo. Moriría en vida su muerte en la caverna, y tendría que padecerla. Se malentendería a sí mismo y a su tarea si quisiera retirarse de la caverna. Ser libre, ser liberador, es coactuar en la historia de quienes nos pertenecen conforme al ser. Tendría que permanecer en la caverna (junto a los encadenados) y colaborar con quienes ahí son considerados filósofos a la manera de éstos. Tampoco podría retirarse ni por un momento a una superioridad irónica, pues también así estaría tomando parte en su propio envenenamiento. Sólo si y una vez que pudiera hacerse dueño incluso de tal superioridad irónica, sería capaz de morir auténticamente la muerte incesante en la caverna. §10

5. Pero al mismo tiempo llegamos a saber cómo el liberador libera. El modo como libera no es una conversación en el lenguaje y con las intenciones y los aspectos de la caverna o de los habitantes de la caverna, sino un abordar y arrancar violentos; no condescendiendo con entablar una conversación con los encadenados en el lenguaje de ellos, tratando de persuadirlos con los criterios, los motivos y las demostraciones de ellos. De ese modo, como dice Platón, en todo caso podría ponerse en ridículo. En la caverna se le diría que eso que está exponiendo no corresponde en absoluto a lo que todos ellos ahí abajo consideran unánimemente lo correcto. Se le diría que es unilateral, que, viniendo de alguna parte, tiene a los ojos de ellos una posición contingente y arbitraria. Y supuestamente, es más, con toda certeza, ellos tienen ahí abajo eso que se da en llamar una «sociología del saber», con cuya ayuda se le da a entender que está trabajando con eso que se da en llamar presupuestos de una visión del mundo, lo cual, como es natural, perturba sensiblemente la comunidad del opinar común en la caverna, y por eso hay que rechazarlo. Aquí, en la caverna (como al fin y al cabo describe Platón), se trata sólo de quién es el más astuto y taimado, de quién es el más rápido en adivinar dónde hay que encuadrar, desde sus puntos de vista, todas las sombras que aparecen llevando ahí todo tipo de cosas, entre ellas también la filosofía, es decir, a qué asignatura, a qué tipo corresponde esta filosofía de dudosa procedencia. Aquí no se quiere saber nada de la filosofía, por ejemplo de Kant, sino que, como mucho, uno se interesa por la Sociedad Kant. El filósofo no acometerá contra este parloteo de la caverna que es demasiado vinculante, sino que lo abandonará a sí mismo, y en lugar de ello, abordará enseguida a uno (o a unos pocos), lo agarrará con dureza y tratará de arrastrarlo afuera, de conducirlo fuera de la caverna en una larga historia. §10

Si abarcamos de un vistazo los cinco puntos, entonces el cuarto estadio nos da más que pensar de lo que al comienzo supusimos. De hecho, nos dice también algo que hasta ahora no habíamos experimentado, aunque el primer y el segundo estadio ya trataban de la estancia dentro de la caverna. Al fin y al cabo, vemos que no se trata simplemente de una mera segunda estancia en la caverna, sino de una tal que resulta del regreso desde la luz del sol. Pero ni siquiera esta versión del contenido del cuarto estadio es atinada. En modo alguno es sólo el reaparecer en la caverna del hombre que ya antes había estado ahí, sino el regreso de quien se ha hecho libre como liberador. Se trata del suceder del libre y de la liberación misma, y esta historia es precisamente, después de todo, el contenido de la parábola. §11

¿Qué sucede, pues? El que se ha hecho libre regresa a la caverna con la mirada para el ser. Debe estar en la caverna, es decir, el hombre, el colmado del rayo de luz para el ser de lo ente, debe pronunciar junto con los habitantes de la caverna y para ellos sus opiniones acerca de lo no-oculto ahí y para éstos, es decir, acerca de lo que para éstos es lo ente. Eso sólo puede hacerlo si se mantiene fiel a sí mismo, es decir, desde la postura del libre. Dirá qué ve en la caverna con su mirada esencial. ¿Qué vislumbra en general de antemano gracias a la mirada esencial? Entiende el ser de lo ente. Es decir, vislumbrando la idea, sabe qué forma parte de un ente y de su no-ocultamiento. Por eso puede decidir si algo es un ente, por ejemplo el sol, o sólo su imagen reflejada en el agua. Puede decidir si algo es sólo una sombra o una cosa real. Gracias a la mirada esencial, sabe ahora de antemano, antes de regresar a la caverna, qué significa en general «sombra», en qué se basa tal cosa en su posibilidad. Sólo porque ahora lo sabe de antemano, regresando a la caverna, puede constatar desde ahora que lo no-oculto que se muestra en la pared, es co-engendrado por el fuego en la caverna, que es una sombra. Con su mirada esencial, tiene ahora por vez primera la mirada para lo que sucede en la caverna. Sólo ahora comprenderá la situación de los encadenados. Comprenderá por qué no pueden conocer las sombras como sombras, sino que, lo que se les muestra, tienen que considerarlo el ser y atenerse a él. Por eso, tampoco se intranquilizará si los habitantes de la caverna se ríen de él y de sus discursos, y si tratan de hacerse los superiores con fáciles objeciones en un mero hablar opinando sin ton ni son. Al contrario: se mantendrá firme y para él será importante que los encadenados le odien. Incluso pasará al ataque, se dispondrá a liberar a uno y a familiarizarlo primero con la luz en la caverna. No les discutirá a los habitantes de la caverna que ellos se comportan respecto de algo no-oculto, pero tratará de mostrarles que esto no-oculto es algo que, justamente en tanto que se muestra, es decir, en tanto que no está oculto, no muestra lo ente, sino que lo esconde, lo oculta. Tratará de hacerles comprensible que, aunque en la pared se muestra algo que tiene una apariencia, sin embargo sólo aparenta ser como lo ente, pero no lo es; que, más bien, en la pared acontece un constante ocultar lo ente, y que ellos mismos, los encadenados, están arrebatados y anulados por este ocultamiento que acontece constantemente. §11

Ahora entendemos todavía más. Quien ascendiera fuera de la caverna sólo para perderse exclusivamente en el «resplandecer» de las ideas, no las entendería verdaderamente, es decir, no las entendería como lo que deja pasar, lo que desbloquea lo ente, lo que lo arranca del ocultamiento, como el engendrar vislumbrando que supera el ocultamiento. Se limitaría a reducir las ideas mismas a un ente, a un estrato superior de lo ente. El desencubrimiento no sucedería en absoluto. §11

Pero de ahí resulta que, con el mero ascenso al sol, la liberación no ha acabado en absoluto. La libertad no es ni estar liberado de las cadenas, ni tampoco sólo el haber sido liberado para la luz, sino que el auténtico ser libre es ser liberador desde la oscuridad. Descender de vuelta a la caverna no es una diversión posterior que el supuestamente libre pudiera permitirse una vez para variar, quizá por curiosidad, para experimentar cómo se divisa la existencia en la caverna cuando se la mira desde arriba, sino que descender de vuelta a la caverna es, por vez primera y propiamente, la culminación del hacerse libre. §11

«Así pues, esto [toda esta transformación de la liberación desde la caverna hasta la luz] no es, como parece, un mero girar un fragmento de vidrio en la mano [un juego infantil de los griegos], sino un hacer girar y sacar afuera la esencia del hombre desde una especie de día nocturno hacia lo propiamente no-oculto. Es el ascenso a lo ente, del que decimos que es el filosofar en sentido propio.» §15

 

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

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