GA20:435-438 – a possibilidade mais extrema da morte…

Aspiunza

La cotidianidad del Dasein está caracterizada por el quedar absorbido en el uno. En la publicidad del estar-con-otros la muerte es un acontecer cotidiano fijo. Un acontecer que se interpreta así: «alguna vez tiene uno que morir» 1. Ese «morirse uno» encierra cierta ambigüedad: pues ese uno es justamente el que nunca se muere ni puede nunca morirse. Al decir el Dasein: «morirse uno» está a la vez diciendo «nadie se muere», es decir, yo mismo en este caso no. La muerte es algo que acontece en el estar-con-otros para lo cual el uno tiene ya dispuesta la correspondiente interpretación. En el «morirse uno» se halla la muerte ya de antemano reducida a una posibilidad de ser que en cierto sentido no es posibilidad de nadie. Pero de ese modo de un golpe nos quitamos de en medio ya de antemano lo que la muerte sea. El «morirse uno» es la interpretación mediante la cual el Dasein remarca lo que es su posibilidad más propia con el sello del estar interpretado público, corriente en la cotidianidad, y así, además, la aleja de sí.

En ese quitársela de en medio, alejándola, se encuentra otra ambigüedad más: «uno tiene que morir, pero lo cierto es que entretanto no llega la muerte». Se discurre así, como si la muerte antes de nada tuviera que venir (394) de algún sitio, cuando lo cierto es que el propio Dasein ya es en todos los casos esa su posibilidad. Ese alejar el verdadero ser de la muerte resulta, por supuesto, tranquilizador, es decir, la interpretación pública del Dasein llega hasta el punto de, por ejemplo, intentar convencer al que se está muriendo de que, ya verá, pronto va a estar otra vez de pie, esto es, va a regresar a la cotidianidad del Dasein. Esa interpretación mediana que el mundo hace del propio Dasein pretende incluso que con ese consolar al otro se está llegando a un auténtico estar-con él, cuando en realidad por medio de tales consuelos sólo se le empuja al Dasein a que vuelva a quedar de nuevo absorbido en el mundo, con lo que precisamente la situación específica de su ser en ese momento le quedará encubierta.

Ese estar interpretado público regula también de antemano el modo de ser público para con la muerte, en el sentido de que tiene ya decidido lo que hay que considerar acerca del pensar en la muerte. El pensar en la muerte se considera públicamente miedo cobarde, triste huida del mundo. La publicidad no tolera que haya, frente al miedo a la muerte, lo que se dice valor, sino que promueve el olvido, y al tiempo lo interpreta como si fuera una ventaja del Dasein, la de la seguridad en sí mismo, frente a aquel supuesto ensombrecimiento de la vida. Son ésos los rasgos que caracterizan el modo de ser del uno, y debería quedar claro que aquí, una vez más, vuelve a aparecer la cotidianidad en su manera de ser, a saber, la del abandonarse.

Al hacer ambigua la muerte, el uno no sólo se la quita de en medio en lo que la muerte es; alejándola, al mismo tiempo se tranquiliza y se aliena, al ocuparse de que en la muerte no se piense. Queriendo no pensar en la muerte, la cotidianidad del Dasein es una constante huida de la muerte. Mas justamente ahí se pone de manifiesto en el fenómeno que la muerte no viene de ningún sitio, sino que se halla bien afincada en el propio Dasein. No queriendo pensar en la muerte viene a atestiguar el Dasein que la muerte misma está en su ser. Dicho al revés, no por pensar en la muerte va a estar ésta en el Dasein. Aquello de lo que huye el Dasein en su huida cotidiana abandonándose, aun cuando no piense en la muerte, no es sino el propio Dasein, por cuanto la muerte es para él constituyente.

Ahora bien, el modo de ser del abandonarse es también un encubrir, es decir, descansa en un reinterpretar, en un no querer ver lo que la muerte sea. No obstante, eso implica un ver previo y constante, es decir, lo que ahí se oculta es el ser propio. Ese ocuparse, sin que se note, de no pensar en la muerte encubre uno de sus rasgos básicos, a saber, su certeza. La ambigüedad del «alguna vez tiene uno que morir» reinterpreta esa certeza transformándola en incertidumbre. La certeza despunta en ese interpretado público (395) que dice: «Todos tendremos que creer en ella alguna vez», enunciado acerca de la muerte que, como quien dice, no va dirigido a nadie y en el que, sin embargo, justamente se ve que el sentido de la muerte es que se trata de una posibilidad mía de ser. Esa certeza de que soy yo mismo el que va a morir es la certeza básica del propio Dasein; y un enunciado auténtico acerca del Dasein, mientras que el cogito sum no lo es más que en apariencia. En caso de que tales fórmulas aforísticas signifiquen algo en absoluto, el enunciado pertinente al ser del Dasein sería: sum moribundus, y no moribundus por estar gravemente enfermo o herido, sino que, sólo por ser, soy ya moribundus —el moribundus es lo que antes que nada da su sentido al sum.

La incertidumbre con la que el Dasein se encubre su originaria certeza de ser viene además a consolidarse gracias a que uno, como quien dice, calcula y determina que en ningún caso ahora —según la opinión general, que es como se suelen ver las cosas— hay por qué esperar la muerte. En cierto sentido se calcula la posible llegada de la muerte, pasando, sin embargo, por alto que esa indeterminación, el hecho de que la muerte pueda venirnos en cualquier momento, es inherente en esencia a la certeza de que va a venirnos. Esa indeterminación del cuándo vendrá supone en términos positivos la posibilidad de que venga en cualquier momento; no mitiga en absoluto la certeza de que va a venir, sino que es justo lo que antes que nada le confiere el acicate y el carácter de posibilidad permanente y extrema que es el Dasein. Estos dos rasgos, el que la muerte sea algo absolutamente cierto y el que esa certeza sea al mismo tiempo indeterminada, constituyen el modo de ser de esa posibilidad que es la muerte. La muerte es la posibilidad extrema y, aunque indeterminada, sin embargo, cierta que el Dasein tiene por delante de sí, y a la vez la posibilidad de la que el Dasein huye en la vida cotidiana, con lo que dicha posibilidad se vuelve ambigua. Eso quiere decir que la cotidianidad no tiene la relación-de-ser más verdadera y originaria para con la muerte, al no tener en cuenta, o al encubrirlo, uno de los caracteres de ser de la muerte, el de que la muerte es en cada caso siempre la mía.

Kisiel

Original

  1. Por supuesto, sonaría mejor «alguna vez hay que morir», pero había que conservar ese «uno» impersonal, que es como se dice en alemán: man stirbt eben auch einmal. (N del T.)[↩]
Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

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