GA10:20-24 – axioma – princípio – proposição fundamental

Duque & Pérez de Tudela

La proposición del fundamento como fundamento de la proposición: esta relación extraña trastornó nuestro representar habitual. Tal cosa no debe sorprendernos, en el supuesto de que el trastorno ahora surgido tenga un origen genuino. De ello, ciertamente, cabría dudar, apuntando al hecho de (38) que la confusión resulta únicamente de que estamos jugando con las palabras «fundamento» y «proposición», que constituyen el título de la proposición fundamental acerca del fundamento. Con todo, el juego de palabras se acaba bien pronto, en cuanto nos vemos remitidos a la versión latina de la proposición del fundamento. Esta versión reza: Nihil est sine ratione. Pero, ¿cómo reza el correspondiente título latino? Leibniz llama a la proposición del fundamento el principium rationis. La mejor manera de saber qué signifique aquí principium nos viene dada por la concisa definición de Christian Wolff, el discípulo más influyente de Leibniz, en su Ontología (§ 70): principium dicitur id, quod in se continet rationem alterius. De acuerdo a esto, principium es aquello que contiene en sí la ratio para otra cosa. Por lo tanto, el principium rationis no es otra cosa que la ratio rationis: el fundamento del fundamento. También la denominación latina de la proposición del fundamento nos empuja hacia la misma confusión y enredo: el fundamento del fundamento; el fundamento gira en círculo sobre sí mismo, igual que se anunciaba en la proposición del fundamento como fundamento de la proposición. El hecho de que, al tratar de la proposición del fundamento, no podamos seguir en línea recta sin vernos envueltos enseguida por un movimiento circular no depende, pues, de la forma literal de las denominaciones que la proposición tenga en alemán o en latín. Porque hay que considerar también que la denominación alemana: Der Satz vom Grund, no es en modo alguno traducción literal del título latino principium rationis, aun cuando, en vez de «proposición del fundamento» dijéramos, más adecuadamente, «proposición fundamental del fundamento». En efecto, ni la palabra Grund es traducción literal de la palabra ratio (raison), ni la palabra Grundsatz es traducción literal de la palabra principium. Que proposición y principio nos desconcierten ya por su simple nombre, sin que hayamos reflexionado lo más mínimo sobre el contenido: he aquí lo que forma parte precisamente de lo enigmático de la proposición del fundamento en cuanto principium rationis. Lo enigmático no son las denominaciones, como si pudiéramos jugar fútilmente con esas palabras. Lo enigmático de la proposición del fundamento consiste en que la proposición aquí examinada tiene, en cuanto proposición, rango y función de principio.

La traducción del latín principium con la palabra modernamente acuñada Grundsatz se establece por vez primera en nuestro lenguaje al comienzo del siglo XVIII; aparentemente, un evento insignificante dentro de la historia de la lengua alemana. También palabras como Absicht por intentio, Ausdruck por expressio, Gegenstand por obiectum, Dasein por praesentia, que nos resultan corrientes, se acuñan por vez primera en el siglo XVIII. ¿Quién podría negar que esas palabras alemanas no son de buen cuño? Hoy no se acuña ya entre nosotros nada semejante. ¿Por qué? Porque faltan las (39) posibilidades de un diálogo pensante con una tradición que nos incite y aliente, porque en lugar de un tal diálogo entregamos nuestro lenguaje al funcionamiento de las máquinas de calcular y pensar electrónicas, un proceso que conducirá a la técnica y ciencia modernas a procedimientos totalmente nuevos y a logros imprevisibles, que desplazarán probablemente al pensar meditativo como cosa inútil y de la que por ello cabe prescindir.

En el significado de la palabra latina principium no se halla, de inmediato, nada de lo que dice nuestra palabra Grund-Satz. Sin embargo, tanto en la filosofía como en las ciencias venimos usando los términos principium, Prinzip y Grundsatz indistintamente como sinónimos. Se les podría agregar el término axioma, proveniente del griego. Hablamos de axiomas de la geometría. Euclides, en sus Elementos, especifica grupos de axiomata. Un axioma es para él, por ejemplo, la proposición: «Lo igual a lo mismo es igual entre sí». Los matemáticos griegos no entendían los axiomas como proposiciones fundamentales. Lo que mentaban se muestra en las locuciones que los delimitan. Los axiomata son koinai énnoiai («nociones comunes»). Platón gustaba de usar esta palabra, que quiere decir: mirada, captar algo con la vista, y además con los ojos del espíritu. La paráfrasis de axiomata por koinai énnoiai se traduce habitualmente como «representaciones universalmente captadas». También Leibniz, en cierta manera, se atiene aún a esa interpretación de lo que es un axioma, aunque con la diferencia esencial de que él define al axioma como proposición: Axiomata sunt propositiones, quae ab omnibus pro manifestis habentur; y Leibniz agrega: et attente considerata ex terminis constant. (Couturat, op. cit., p. 32): «axiomas son proposiciones consideradas por todos como patentes y que, atentamente consideradas, constan de términos (conceptos-límite)». El principium rationis, la proposición fundamental acerca del fundamento, es para Leibniz un axioma tal.

Lo decisivo es observar que los principios y los axiomas tienen carácter de proposiciones. Son proposiciones supremas, en la medida en que, cuando se deducen unas de otras en las pruebas e inferencias, están de algún modo en posición superior, inicial. Aristóteles tiene noticia ya de lo pertinente al ámbito de los axiomas. Sin embargo, carecemos hasta ahora de una aclaración suficiente de las intelecciones, más profundas, que Aristóteles desarrolla —no inmediata sino mediatamente— sobre la esencia del axioma. Ello acontece en el contexto del tratamiento, ya mencionado, del principio de contradicción (Met. Γ 3 s.).

¿A qué se pretende apuntar con las formulaciones: axioma, principio, proposición fundamental? Lo que ello quiere hacernos recordar es que, en la filosofía y en las ciencias, esos términos son usados desde hace mucho tiempo unos por otros, por más que cada uno de ellos provenga de una región, en cada caso distinta, del representar. Sin embargo, tienen que (40) mentar lo mismo, aunque sea de un modo desgastado; de lo contrario, sería imposible que el uno tradujera al otro en otro lenguaje. La palabra griega axioma se deriva de axióo: aprecio algo. Pero, ¿qué significa «apreciar algo»? Nosotros, los hombres de hoy, tenemos la cosa prontamente a mano y decimos: apreciar, e.d. dar valor a algo, ponderarlo en su valor. Sin embargo, lo que a nosotros nos gustaría saber es lo que dice axioun, en el sentido de un apreciar entendido al modo griego. Tenemos que pararnos a pensar en lo que podría significar apreciar, pensado al modo griego; pues los griegos no tenían noticia ni de la representación del «valorar» ni del concepto de valor.

¿Qué significa «apreciar algo», en el sentido en el que los griegos pensaban el respecto originario del hombre para con aquello que es? Apreciar significa: hacer aparecer algo en el aspecto en que él se alza, y conservarlo en ese aspecto. El axioma muestra aquello cuyo aspecto tiene la más alta consideración, sin que se trate aquí de una valoración procedente del hombre y otorgada por él. Aquello cuyo aspecto tiene consideración suprema implica desde él mismo esa consideración, se da-a-ver así. Este darse a ver, este aspecto descansa en el hecho de que él se deja ver desde sí, desde su propio respecto. Lo que desde sí mismo está ahí, con la más alta consideración abre el respecto que apunta hacia aquella altura a partir de cuyo «dejar ver desde sí» adquiere en cada caso todo lo demás su respecto y posee su aspecto. El sentido oculto de aquello a lo que remite el axioma —pensado al modo griego— es, en sí, simple. Nosotros, en cambio, sólo con dificultad lo podemos captar. Esto se debe en primer lugar al hecho de que estamos habituados desde hace mucho tiempo a entender el axioma en el sentido de principio y de proposición fundamental, entendimiento favorecido, además, por la concepción tardohelenística de los axiomas como proposiciones. Sólo que tampoco el principium latino, a su vez, dice en forma inmediata nada de aquello que está hablando en el axioma griego. Principium: id quod primum cepit, aquello que ha captado y sujetado primero, y que contiene así lo que es primero, siendo, de esta manera, lo primero emplazado en el orden jerárquico. A su vez, en el principium latino no resuena nada de lo que dice la palabra alemana Grund-Satz. Si quisiéramos retraducir esta palabra en griego, entonces la palabra griega para Grund-Satz (proposición-fundamento, de base), tendría que ser hypóthesis. Platón utiliza esta palabra en un sentido esencial para su entero pensar. Este sentido no cubre lo que mienta nuestro extranjerismo «hipótesis», es decir una tesis no comprobada aún. Hypóthesis significa aquello que sirve ya de fundamento a otra cosa y ya de siempre ha llegado a comparecencia por y a través de ella, aun cuando nosotros, los hombres, no lo hayamos notado en seguida ni siempre del modo apropiado. Si lográramos escuchar nuestra palabra alemana Grund-Satz como un eco puro y literal de la palabra (41) platónica hypó-thesis, entonces adquiriría la denominación principio fundamental tonalidad y peso diferentes. Nuestra localización de la proposición fundamental del fundamento llegaría por ello, en el acto, a otro fundamento y suelo. [GA10ES:37-41]

Original

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

Designed with WordPress