Francisco de Lara
Aquello de lo que tengo experiencia es fácticamente real, existe. ¿Cuál es el sentido de esta «existencia»? Si deseamos responder esta pregunta [116] debemos apartar todo lo relativo al concepto de existencia y toda las pruebas y explicaciones epistemológicas; se trata de llegar a ver el sentido fenoménico de ese «real» en el que vivo y del que en la vida fáctica no sé nada expresa y teóricamente. Mientras vivo fácticamente en todo lo mencionado, me ocupo de ello de tal o cual manera según lo que sea, me implico en ello de tal o cual modo; todo aquello de lo que se tiene experiencia—por heterogéneo que pueda ser en su contenido— tiene el mismo sentido de existencia. Hay que prescindir de toda teorización, no recurrir a lo que un epistemólogo diga al respecto; hay que ver el sentido en que la experiencia fáctica tiene siempre, una y otra vez, lo experienciado por ella en el carácter de la significatividad. Incluso lo más trivial es significativo; incluso lo carente de valor es significativo.
Al beber té, sostengo la taza; al conversar, la tengo delante de mí. No capto algo coloreado, o bien datos sensibles, como una cosa y esa cosa como una taza determinada espado-temporalmente, como algo que se da en una sucesión perceptiva y que podría eventualmente no existir. « La taza de la que bebo» — en la significatividad se cumple su realidad, es ella misma. Vivo siempre atrapado por la significatividad γ cada significatividad está rodeada por nuevas [105] significatividades: horizontes de ocupación, implicación, valoración y destino. Vivo en lo fáctico en cuanto un nexo muy especial de significatividades que se compenetran constantemente; o sea, toda significatividad es tal para y en un nexo de tendencias y expectativas que se forma siempre de nuevo en la vida fáctica [forma propia: situación — abierta]. En este carácter no destacado de la significatividad se encuentra aquello de lo que se tiene experiencia fácticamente en los nexos vitales fácticos.
No se debe comprender esto como si todo aquello de lo que se tiene experiencia fácticamente estuviera para mí en el carácter expreso de tener un significado especial para mí; al contrario, falta justamente esta referencia a mí en cuanto referencia expresa. Eso significa que no hay límites, no hay barreras, para dicho tener experiencia. Preguntas como si el mundo existe en sí e independientemente de mis pensamientos carecen de sentido. No hay pensamientos que existan en algún lugar y de los que dependa un mundo existente (mundo exterior — interior, etc.).
[117] La vida fáctica no repara en teorías epistemológicas. Mientras vive en las relaciones de significatividad fáctícas, éstas no pueden resultar impedimento alguno.
Cuando veo a mi conocido saludarme y, en ese ver fáctico, le devuelvo el saludo afectuosamente, es a él a quien veo saludar, no veo un movimiento de un cuerpo material en el espacio objetivo que entiendo como un signo del que deduzco: «ah, entonces yo también tengo que llevar a cabo un movimiento que es la causa de que el otro perciba unos movimientos particulares y los entienda como mi saludo», sino que lo veo a él saludar; y la existencia de este conocido es su determinada significatividad para mí en esa situación. Si tengo dudas, no le pregunto a mi acompañante: «¿ha habido realmente un movimiento de brazo ahí delante?», sino que pregunto: «¿me ha saludado ese señor?». O bien si, de broma, le pregunto a un conocido: «¿ése todavía existe?, y alguien [106] me responde: «sí, hace poco lo vi una tarde en el Café Schanz», o bien: «acaba de publicar un importante libro». Al tener experiencia de lo dicho, no experimento su existencia al modo de un concebir y deducir de ello: «así pues, está realmente en el espacio y el tiempo, como Marte o el monte Feldberg», sino que la experiencia de la existencia se termina y se basta con la caracterización de la significatividad [1].
De este modo existe la emoción del estanquero; el desaliento del fenomenólogo principiante; la mala educación del muchacho en la calle; el enamoramiento de un conocido, etc.; mi desacierto al expresarme; mi momentáneo enfado por ello; mi cansancio. En la vida fáctica, el sentido de «existencia» está en las significatividades de que se tiene experiencia actualmente, o bien que se recuerdan o esperan, de modo que tal o cual experiencia recordante, experienciante o expectante se efectúa en una unidad concreta plena (situación abierta). Incluso si en aquello de lo que se tiene experiencia hay momentos teóricos, éstos están ahí a modo de inclusión, entran en la significatividad viva del caso. No se les hace justicia en su sentido propio: por [118] ende, tampoco se acredita fenoménicamente ningún comportamiento teórico. Esos momentos no están mentados «como» objetualidades teóricas —como cuando se dice que usamos determinados conceptos ya en la vida cotidiana: sí, pero no como conceptos.
Toda experiencia se encuentra en esa caracterización y, por ende, sólo precisa este modo de tener experiencia. Incluso el “algo” del que tengo experiencia en cuanto falto de determinación, como indeterminado, lo experimento en la indeterminación de un determinado nexo de significatividad —un ruido «incomprensible» en la habitación («algo va mal», «algo da mala espina»). Por lo que respecta a su contenido de sentido y su función de sentido, este «algo» de la experiencia fáctica no tiene nada que ver con el [107] algo lógico-formal de la objetualidad, que es correlato del libre proceso de formalización; proceso este que es libre porque, según su génesis de sentido, no está ligado a ninguna fase determinada de la teorización. Mientras que en el sentido del algo en general, lógico-formal, se da una interrupción absoluta y radical de la relación fáctica, viva y personal con la vida (forma «vacía»), el algo pre-teórico lleva en sí la más alta inhospitalidad potencial plena de la vida; a saber, los nexos de expectativas opacos, pero no obstante vivos, de ésta, sin que haya en ello el más mínimo destacar del particular estilo del mundo y la experiencia. — [El «algo» en el mysterium tremendum] [2].
Viviendo en nexos significativos, tengo experiencia del mundo. Éste se manifiesta como verdadero en dichos nexos. La “existencia” en el sentido de la posibilidad de determinación espacio-temporal dentro de un nexo objetivo de acontecimientos no tiene ninguna posibilidad de motivación en la vida fáctica, a menos que lo que se pone como existente sea experimentado en la vida fáctica dentro de las relaciones de significatividad que la dominan. Procesos eléctricos que me interesan a mí personalmente como estudiante pueden tener también la “existencia” de la facticidad de la experiencia. De ese modo, se muestra aquí una vez más la falta de límites del ámbito de [119] dominio de la experiencia fáctica, experiencia que no está destacada, ni encuentra impedimento alguno, ni se adapta expresamente a determinados mundos de experiencia.
La investigación de estos fenómenos topa con muchas dificultades, y la representación de los mismos es muy compleja, pues rara vez son vistos de manera pura y existe la posibilidad de que se realicen en la vida fáctica relaciones teóricas y ya destacadas. Ai ser relativamente más palpables por estar ya conformadas, es fácil guiarse por ellas y desviarse ya en el primer paso del auténtico camino radical.
A fin de dirigir adecuadamente la mirada y evitar decepciones [108] al mirar los fenómenos en consideración, es importante ver los caracteres fenoménicos en su no estar destacados y no estar comentados accesoriamente en la experiencia actual; esto es, no confundir la visibilidad fenomenológica expresada y expuesta con una certeza fenoménica —y, al no poder encontrar esta última, concluir que hay una ilusión y una construcción fenomenológicas.
Así pues, cuando se investiga fenomenológicamente una serie de nexos de experiencia en lo que respecta al sentido inmanente de la realidad del mundo de que se tiene experiencia y se dice que «no considero significativo todo aquello de lo que tengo experiencia, no tengo ninguna conciencia expresa de significatividad», esto: 1) no es una objeción a la tesis pronunciada, pues algo así justamente no podría ser dicho si se pretende aprehender el carácter completamente irreflejo de lo experimentado en el curso fáctico de la vida; 2) es sólo un signo de que el fenómeno, la significatividad misma, no está siendo vista originariamente, especialmente en su vida intacta, es decir, en su nexo vital [3]. Dicho nexo pertenece a la vida fáctica en sí o bien la es derechamente. Los horizontes de expectativas siempre abiertos, aunque no actualmente conscientes, las tendencias que predelinean de una forma peculiar, motivadas a partir del futuro predelineado de algún modo, hacen que la vida fáctica quede absorbida en lo que [120] experiencia en cada caso, que tiene como tal el sentido de significatividad. Lo accidental en la vida, lo sorpresivo y lo nuevo están caracterizados como algo que, de distintos modos, cae fenoménicamente fuera o dentro del nexo de expectativas concreto que, por su parte, está sostenido por la vida fáctica.
[109] Así pues, la experiencia mundana fáctica no puede ser caracterizada fenoménicamente, en lo que respecta al sentido de realidad en ei que vive, como un juicio sobre el valor o el significado especial de aquello de que se tiene experiencia en ese momento. Aparte de que al hacerlo se tomaría lo que debe ser explicado como presupuesto explicativo de sí mismo, y de que algo así no puede acreditarse fenoménicamente —de ahí que no fuera eso lo que dice nuestra tesis, como se ha aclarado ya—, en ese caso la significatividad sería considerada erróneamente como el correlato constitutivo de un captar valor o una valoración, o incluso de un juicio de valor expreso [4].
Es cierto que el captar valor, pero también en cuanto no destacado, juega un papel dominante en la experiencia fáctica y dirige las formas de construcción y los mundos de experiencia y, precisamente en su no destacar fáctico, tiene una íntima relación de sentido con el sentido fundamental de la realidad experiencial fáctica. El sentido de “significatividad” en el que vive la experiencia fáctica no es, por tanto, correlato de una forma especial de captar valor. Pues, ¿el valor de qué debería ser captado? De lo real. Pero queremos ver justamente su sentido tal como se da en el nexo de experiencia fáctico y no lo que, por así decir, se le coloca además a lo que es en ese sentido, esto es, a aquello de lo que se tiene experiencia como real. Acotación del sentido de «significatividad» por contraste con «adecuación a un fin» en el sentido de la realización de una idea previamente pensada o pensable. La significatividad es más rica y puede ser más pobre; no se encuentra en la misma esfera de sentido [5].
[121] Así pues, tan sólo decimos io que este sentido no significa, una serie de “noes” que apartan todas las posiciones, tendencias comprensivas y pretensiones de explicación que no son pertinentes. Se muestra [110] aquí una vez más que la fenomenología se «presupone» en su propia fundamentación, pero no como algo que es condición de la validez de los nexos de sentido, sino como un estar fácticamente familiarizado con un modo de ver que puede ponerse en marcha en todas partes. Esta enfatización del «no» en la fenomenología no es una adición arbitraria, azarosa, sino que se mueve en raíles rigurosos, metódicos, y es en sí positivamente creadora para la posible exposición y el nexo expresivo propios de la ciencia fenomenológica. Si bien sólo es posible dentro de un tener positivamente el fenómeno mismo, posee a un tiempo la función metódica de formar situaciones autenticas, fenomenológicamente puras. El hecho de que la dirección metódica deba estar predelineada en cada caso a partir del contexto del problema y la medida en que debe formarse la situación fenomenoíógica para el ajustado ver inmediato de los fenómenos —que, peculiaridad del ver absoluto, sólo se vuelven del todo expresables fenomenológicamente en un contra-ver— hacen muy difícil la investigación fenomenológica, pero no dispensan de la tarea experimentada una vez como necesaria por principio [6].
Original
Was ich da erfahre, ist faktisch wirklich — existiert. Welches ist der Sinn dieser »Existenz«? Wenn wir Antwort auf diese Frage wollen, muß alles über Existenzbegriff und alle erkenntnistheoretischen Beweise und Erklärungen fortbleiben; sondern es kommt darauf an, den phänomenalen Sinn des »wirklich« herauszusehen, in dem ich lebe und von dem ich im faktischen Leben nicht etwas ausdrücklich theoretisch weiß. Sofern ich faktisch in all dem Gesagten lebe, mit ihm je nach seinem Gehalt so und so beschäftigt, daran so und so beteiligt bin, hat alles Erfahrene — es mag inhaltlich so heterogen sein wie immer — denselben Sinn von Existenz. Man muß dabei alle Theoretisierungen wegdenken, nicht das heranziehen, was ein Erkenntnistheoretiker darüber sagt, sondern sehen den Sinn, in dem das faktische Erfahren sein Erfahrenes erneut und immer im Charakter der Bedeutsamkeit hat. Auch das Trivialste ist bedeutsam, nur eben trivial; auch das Wertloseste ist bedeutsam.
Teetrinkend nehme ich meine Tasse in die Hand; im Gespräch habe ich meine Tasse vor mir stehen. Es ist nicht so, daß ich etwas Farbiges oder gar Empfindungsdaten in mir als Ding auffasse und dieses Ding als Tasse, die in Raum und Zeit bestimmt ist, etwas, das in Wahrnehmungssukzessionen sich gibt, eventuell auch nicht existieren könnte. »Meine Tasse aus der ich trinke« — in der Bedeutsamkeit erfüllt sich ihre Wirklichkeit, sie ist sie selbst. Ich lebe faktisch immer bedeutsamkeitsgefangen, und jede Bedeutsamkeit hat ihren Umring von neuen [105] Bedeutsamkeiten: Beschäftigungs-, Beteiligungs-, Verwertungs-, Schicksalshorizonte. Ich lebe im Faktischen als einem ganz besonderen Zusammenhang von Bedeutsamkeiten, die sich ständig durchdringen, d. h. jede Bedeutsamkeit ist Bedeutsamkeit für und in einem Tendenz- und Erwartungszusammenhang, der immer neu im faktischen Leben sich bildet [eigentliche Form: Situation — geöffnete], ln diesem unabgehobenen Charakter der Bedeutsamkeit steht das faktisch in faktischen Lebenszusammenhängen Erfahrene.
Das darf nicht so verstanden werden, als hätte alles faktisch Erfahrene für mich jeweils den ausdrücklichen Charakter der besonderen Bedeutung für mich; im Gegenteil, diese Mich-Bezogenheit, in der Weise einer solchen ausdrücklichen, fehlt gerade. Das heißt, es gibt für dieses Erfahren keine Schranken, keine Barrieren. Fragen wie: ob die Welt unabhängig von meinen Gedanken an sie existiert, sind sinnlos. Es gibt keine Gedanken, die lediglich irgendwo existieren und von denen eine existierende Welt abhängig sein soll (Außenwelt — Innenwelt u. ä.).
Das faktische Leben stößt sich nicht an erkenntnistheoretischen Theorien. Diese sind keine möglichen Hemmungen, sofern es in faktischen Bedeutsamkeitsbezügen lebt.
Wenn ich den Bekannten mich grüßend sehe und im faktischen Sehen den Gruß herzlich erwidere, sah ich ihn grüßen, nicht etwa eine Bewegung eines materiellen Körpers im objektiven Raum, die ich als Zeichen für Gruß auffasse und daraus schließe: also muß ich auch eine Bewegung vollziehen, die die Ursache dafür ist, daß der andere besondere Bewegungen wahmimmt und sie als mein Grüßen auffaßt, sondern ich sehe ihn grüßen; und die Existenz des Bekannten ist seine bestimmte Bedeutsamkeit für mich in dieser Situation. Wenn ich im Zweifel bin, frage ich nicht meinen Begleiter: »War da drüben eine Armbewegung wirklich?«, sondern ich frage: »Hat der Herr gegrüßt oder nicht?« Oder wenn ich scherzhaft einem Bekannten nachfrage: »Existiert der eigentlich noch?«, und es [106] antwortet mir jemand: »Ja, ich saß neulich mit ihm abends im Cafe Schanz«, oder: »Er hat dieser Tage ein bedeutendes Buch erscheinen lassen.« Das Gesagte erfahrend, erfahre ich seine Existenz, nicht so, daß ich auffasse und daraus schließe: Also ist er wirklich in Raum und Zeit wie der Mars oder der Feldberg, sondern die Existenzerfahrung endigt und genügt sich in der Bedeutsamkeitscharakteristik. [7]
So existiert faktisch die Begeisterung des erzählenden Herrn hinterm Ladentisch; die Mutlosigkeit des anfangenden Phänomenologen; die Unartigkeit des Straßenjungen; die Verliebtheit einer Bekannten und ähnliches; mein Versagen im Ausdruck; mein momentaner Arger darüber; meine Müdigkeit. Der Sinn von »Existenz« liegt im faktischen Leben in den aktuell erfahrenen, erinnerten oder erwarteten Bedeutsamkeiten, so daß das so und so bestimmte erinnerungs- oder erfahrungs- oder erwartungsmäßige Erfahren in einer vollen konkreten Einheit sich vollzieht (geöffnete Situation). Auch wo in bestimmt Erfahrenem theoretische Momente stecken, sind diese einschlußweise da, eingegangen in die jeweils lebendige Bedeutsamkeit. Sie kommen ihrem Eigen-Sinn nach nicht zum Recht; entsprechend ist auch phänomenal kein theoretisches Verhalten anweisbar. Sie werden nicht im »Als« der theoretischen Gegenständlichkeit gemeint — so, wenn man sagt, man gebraucht schon im täglichen Leben bestimmte Begriffe, aber nicht als Begriffe.
Alles Erfahren steht in dieser Charakterisierung und bedarf daher nur dieser Weise des Erfahrens. Auch das „etwas‟, das ich so erfahre, das ich als bestimmungslos, unbestimmt erfahre, erfahre ich in der Unbestimmtheit eines bestimmten Bedeutsamkeitszusammenhangs — ein »unerklärliches« Geräusch im Zimmer (»es ist etwas nicht in Ordnung«, »es ist etwas nicht geheuer«). Dieses »Etwas« des faktischen Erfahrens hat seinem Sinngehalt und seiner Sinnfunktion nach nicht das mindeste zu tun mit dem [107] formallogischen Etwas der Gegenständlichkeit, das Korrelat ist des freies Prozesses der Formalisierung, der frei ist, weil er sinngenetisch an keine bestimmte Stufe der Theoretisierung gebunden ist. Während im Sinne des formallogischen Etwas überhaupt liegt absolute und radikalste Unterbindung faktisch lebendigen personalen Lebensbezugs (»Leer«-form), trägt das vortheoretische Etwas die höchste potentielle und volle Unheimlichkeit des Lebens und zwar seiner undurchsichtigen, aber doch lebendigen Erwartungszusammenhänge, ohne daß gerade die geringste Abgehobenheit des besonderen Welt- und Erfahrungsstils vorläge. — [Das »Etwas« im mysterium tremendum.] [8]
In Bedeutsamkeitszusammenhängen lebend erfahre ich die Welt. Sie bekundet sich als wirkliche in jenen. „Existenz‟ im Sinne der räumlich-zeitlichen Bestimmbarkeit innerhalb eines objektivierten Geschehenszusammenhangs hat im faktischen Leben keine Motivierungsmöglichkeit, es sei denn, daß existenzial so Gesetztes selbst erfahren wird im faktischen Leben innerhalb seiner herrschenden Bedeutsamkeitsbezüge. Elektrische Vorgänge, die mich persönlich als zu studierende interessieren, können auch die „Existenz‟ der Erfahrungsfaktizität haben. Damit zeigt sich nur erneut die Unbegrenztheit des Herrschaftsbereichs des unangehobenen, hemmungslosen, auf bestimmte Erfahrungswelten ausdrücklich nicht zugeschnittenen faktischen Erfahrene.
Die Erforschung dieser Phänomene ist deshalb mit so vielen Schwierigkeiten behaftet und die Vorstellung verwickelt, weil sie selten rein gesehen werden und die Möglichkeit besteht, daß im faktischen Leben theoretische und schon abgehobene Bezüge sich realisieren. So kommt es, daß man sich gerade an sie als die relativ handgreiflicheren, weil schon ausgeformten hält und so mit dem ersten Schritt schon vom echten radikalen Weg abbiegt.
Für die echte Blickstellung und zur Vermeidung von Enttäuschungen [108] beim Hinsehen auf die in Betrachtung stehenden Phänomene ist wichtig, daß gerade die phänomenalen Charaktere in ihrer Nichtabgehobenheit als im aktuellen Erfahren nicht noch akzessorisch Mitgemeinte gesehen werden; daß man also die ausgedrückte, dargestellte phänomenologische Sichtigkeit nicht umdeutet in eine phänomenale Gewußtheit und beim Nichtvorfindenkönnen dieser schließt auf eine phänomenologische Täuschung und Konstruktion!
Wenn also eine Reihe von lebendigen Erfahrungszusammenhängen bezüglich des immanenten Sinnes der erfahrenen Weltwirklichkeit phänomenologisch durchforscht werden und gesagt wird: »Ich halte aber doch nicht alles und jedes, was ich erfahre, für bedeutsam, habe kein ausdrückliches Bedeutsamkeitsbewußtsein«, so ist das: 1) kein Einwand gegen die ausgesprochene These, denn so etwas dürfte gerade nicht gesagt werden, sofern der ganz unreflektierte Charakter des im faktischen Lebenszuge Erfahrenen ergriffen werden sollte; 2) nur ein Anzeichen dafür, daß das Phänomen, die Bedeutsamkeit selbst, nicht ursprünglich gesehen ist, vor allem nicht in seinem unangetasteten Leben, d.h. in seinem Lebenszusammenhang. [9] Dieser gehört selbst zum faktischen Leben an sich oder ist es geradezu. Die ständig offenen, wenn auch nicht aktuell gewußten Erwartungshorizonte, die merkwürdig vorzeichnenden, aus der irgendwie vorgezeichneten Zukunft motivierenden Tendenzen lassen das faktische Leben jeweils aufgehen in seinem Erfahrenen, das als solches den Sinn von Bedeutsamkeit hat. Das Zu-fällige im Leben, das Überraschende, Neue sind charakterisiert als phänomenal in verschiedener Weise herausfallend oder einfallend aus und in den jeweiligen Erwartungszusammenhang, der seinerseits vom faktischen Leben getragen ist.
[109] Es ist also nicht so, daß das faktische Welterfahren bezüglich des Sinnes von Wirklichkeit, in dem es lebt, phänomenal charakterisiert werden dürfte als Urteil über den Wert oder die besondere Bedeutung des gerade Erfahrenen. Abgesehen davon, daß hieraus das zu Klärende geradezu als erklärende Voraussetzung seiner selbst genommen würde, und abgesehen davon, daß so etwas phänomenal nicht aufweisbar ist — daher in unserer These, wie oben klargestellt, nicht gesagt wurde —, ist Bedeutsamkeit hier fälschlicherweise genommen als konstitutives Korrelat eines Wertnehmens oder Wertung oder gar ausdrücklichen Wertbeurteilung [10].
Gewiß spielt das Wertnehmen, aber wieder als unabgehobenes, im faktischen Erfahren eine beherrschende Rolle und leitet die Aufbaugestalten und Erfahrungswelten und hat gerade bei seiner faktischen Unabgehobenheit einen innigen Sinnbezug zum Grundsinn der faktischen Erfahrungswirklichkeit. Der Sinn „Bedeutsamkeit‟, in dem das faktische Erfahrungsbewußtsein lebt, ist also auch nicht Korrelat einer besonderen Art des Wertnehmens. Denn was sollte wertgenommen werden? Das Wirkliche. Aber dessen Sinn, wie er im faktischen Erfahrungszusammenhang sich gibt, wollen wir gerade selbst sehen und nicht, was mit dem in solchem Sinn, d. h. als wirklich erfahren wird, noch sonst gleichsam erlebnismäßig angestellt wird. Abgrenzung des Sinnes von »Bedeutsamkeit« gegen »Zweckmäßigkeit« im Sinne der Verwirklichung einer vorher gedachten oder denkbaren Idee. Bedeutsamkeit ist reicher und kann ärmer sein; liegt nicht in derselben Sinnsphäre. [11]
Also immer nur, was dieser Sinn nicht besagt, eine Reihe von „Nicht‟, die alle nicht treffenden Einstellungen und Auffassungstendenzen und Erklärungsvorhaben ablenken. Es zeigt [110] sich hier wiederum, daß Phänomenologie »vorausgesetzt« wird bei ihrer eigenen Grundlegung, aber nicht als Bedingungsbestand der Geltung der Sinnzusammenhänge, sondern als faktisches Vertrautsein mit der Weise des Sehens, das überall einsetzen kann. Diese Steigerung des »Nicht« ist in der Phänomenologie keine willkürliche, wahllose Summierung, sondern bewegt sich in streng methodischen Bahnen und ist in sich positiv schöpferisch für die mögliche Darstellung und den Ausdruckszusammenhang der phänomenologischen Wissenschaft selbst, zwar nur möglich innerhalb eines positiven Habens des Phänomens selbst, zugleich aber methodisch in der Funktion der Bildung echter, phänomenologisch reiner Situationen. Die methodisch jeweils aus dem Problemzusammenhang vorgezeichnete Richtung und das Ausmaß der phänomenologischen Situationsbildung für das einschnappende unmittelbare Sehen der Phänomene, die — Eigenartigkeit des absoluten Sehens — gerade doch nur im Gegensehen voll phänomenologisch ausdrückbar werden, macht die phänomenologische Forschung sehr schwierig, entbindet aber nicht von der einmal als prinzipiell notwendig erfahrenen Aufgabe. [12]