toda metafísica

Todo humanismo se basa en una metafísica, excepto cuando se convierte él mismo en el fundamento de tal metafísica. Toda determinación de la esencia del hombre, que, sabiéndolo o no, presupone ya la interpretación de lo ente sin plantear la pregunta por la verdad del ser es metafísica. Por eso, y en concreto desde la perspectiva del modo en que se determina la esencia del hombre, lo particular y propio de toda metafísica se revela en el hecho de que es “humanista”. En consecuencia, todo humanismo sigue siendo metafísico. A la hora de determinar la humanidad del ser humano, el humanismo no sólo no pregunta por la relación del ser con el ser humano, sino que hasta impide esa pregunta, puesto que no la conoce ni la entiende en razón de su origen metafísico. A la inversa, la necesidad y la forma propia de la pregunta por la verdad del ser, olvidada en la metafísica precisamente por causa de la misma metafísica, sólo pueden salir a la luz cuando en pleno medio del dominio de la metafísica se plantea la pregunta: “qué es metafísica?”. En principio hasta se puede afirmar que toda pregunta por el “ser”, incluida la pregunta por la verdad del ser, debe introducirse como pregunta “metafísica”. Heideggeriana: CartaH

Mientras se piense el ser del ente como lo a priori, esta determinación misma impedirá pensar el ser en cuanto ser para, por medio de esto último, experimentar entonces quizá en qué medida el ser en cuanto ser entra en esta relación apriorística respecto del ente; o sea: si esta relación sólo es algo que le sobreviene y se añade al ser, o si el ser mismo es esa relación, y qué quiere decir entonces ser y qué relación. Que toda metafísica, incluso la inversión del platonismo, piensa el ser del ente como lo a priori, testimonia sólo que la metafísica en cuanto tal deja impensado el ser. Heideggeriana: NiilismoSer

Pero si el ser mismo se sustrae en su más lejano reservarse, el ente en cuanto tal, desprendido como lo único que da medida para “el ser”, se alza en la totalidad de su dominio. El ente en cuanto tal aparece como voluntad de poder, en la que el ser llega al acabamiento de su subjetidad como voluntad. La metafísica de la subjetividad deja fuera el ser de manera tan decidida que el ser queda oculto en el pensar en términos de valor y éste ya casi no puede saberse ni aceptarse como metafísica. En cuanto la metafísica se interna en el torbellino de su dejar fuera, éste, irreconocible como tal, se instituye en verdad del ente en la forma del aseguramiento de la existencia consistente y lleva a su acabamiento el bloqueo de la verdad del ente en cuanto tal frente a la verdad del ser. Este bloqueo, sin embargo, de acuerdo con el reinante enmascaramiento de la metafísica respecto de sí misma, aparece como la liberación de toda metafísica (cfr. Ocaso de los ídolos, “Cómo el “mundo verdadero” se convirtió finalmente en fábula”,VIII, pág. 82 s.). Heideggeriana: NiilismoSer

Nadie querrá negar que este tipo de “reflexiones” entran fácilmente y resultan “contundentes”; mientras uno se mueva en el ámbito de lo fácilmente convincente, se maneje con meras palabras y se deje desconcertar por pensamientos vacíos. En efecto, no podemos tratar de la nada, en cuanto lo esencialmente opuesto a todo ente, más que diciendo: la nada “es” esto y aquello. Pero esto en principio “sólo” significa, precisamente, que también e incluso la nada está aún ligada al “es” y al ser. Pero ¿qué quieren decir “ser” y “es”? Al señalar de manera tan convincente esto que ya se ha convertido en una cantinela, al señalar con apariencia de agudeza que es imposible decir algo de la nada sin declarar por ello mismo que es, se pretende que la esencia del “ser” y del “es” , que se atribuye a la nada de modo presuntamente erróneo al hablar de ella, son la cosa más evidente, más clara y menos problemática del mundo. Se suscita la impresión de que se está en posesión clara, comprobada e inquebrantable de la verdad sobre el “es” y el “ser”.Ya hace tiempo, por cierto, que esta opinión anida en la metafísica occidental. Constituye uno de los fundamentos sobre los que descansa toda metafísica. Por eso también se suele liquidar la nada con un breve párrafo. Aparece como un estado de cosas convincente para cualquiera que la nada “es” lo contrario de todo ente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Como caracterización de la esencia de toda metafísica podemos, pues, acuñar el título: ser y pensar o, más claramente: entidad y pensar, formulación en la que se expresa que el ser es comprendido siguiendo el hilo conductor del pensar, partiendo del ente y en dirección a él como lo “más universal” suyo, y donde por pensar se entiende el decir enunciativo. Este pensar del ente en el sentido del fései y techne on, de lo que presencia surgiendo desde sí y de lo que presencia habiendo sido producido, queda como hilo conductor para el pensar filosófico del ser como entidad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Ya en nuestro primer comentario del nihilismo nos chocamos con el hecho de que el nombre y el concepto “nihilismo” aluden a un pensamiento relativo al ser, mientras que Nietzsche piensa el nihilismo por completo desde el pensamiento del valor. Mientras que la pregunta por el ente en cuanto tal en su totalidad era desde muy antiguo, y sigue siendo, la pregunta conductora de toda metafísica, el pensamiento del valor sólo ha llegado a dominar en ella recientemente, y de modo decidido sólo con Nietzsche, realizando de esta manera la metafísica un giro decisivo hacia el acabamiento de su esencia. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Si consideramos además la prueba de la copertenencia esencial entre posición de valores y voluntad de poder, se muestra que: la interpretación nietzscheana de toda metafísica desde el pensamiento del valor hunde sus raíces en la determinación fundamental del ente en su totalidad como voluntad de poder. Este nombre es la palabra fundamental de la metafísica de Nietzsche. Ni Hegel ni Kant, ni Leibniz ni Descartes, ni el pensamiento medieval ni el helenístico, ni Aristóteles ni Platón, ni Parménides ni Heráclito saben de la voluntad de poder como carácter fundamental del ente. Por consiguiente, cuando Nietzsche ve la metafísica como tal y toda su historia en el círculo visual de la posición de valores, esta historia cae con ello en una perspectiva unilateral y la consideración historiográfica regida por ella se vuelve no verdadera. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

¿Pero hay en general algo así como una consideración de la historia que no sea unilateral, una consideración que la abarque por todos sus lados? ¿No tiene cada presente que ver e interpretar el pasado desde su círculo visual? ¿No se vuelve “más vivo” su conocimiento historiográfico cuanto más decididamente asume su función directiva el respectivo círculo visual del respectivo presente? El propio Nietzsche, en una de sus obras tempranas, en la segunda de sus Consideraciones intempestivas, bajo el título “De la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida”, ¿no ha exigido acaso y fundamentado con la mayor insistencia que la historiografía debe servir a la vida, y que sólo puede hacerlo si previamente se libera de la ilusión de una pretendida “objetividad en sí” historiográfica? Si esto es así, nuestra indicación de que Nietzsche interpreta la historia de la metafísica desde su propio planteamiento como una historia de la posición de valores difícilmente puede servir de objeción y reparo, ya que no hace más que confirmar la autenticidad de su pensar histórico. Podría ser, incluso, que con la interpretación nietzscheana de la metafísica desde el pensamiento del valor se “comprendiera mejor” a la metafísica anterior de lo que ella misma podía comprenderse, en la medida en que sólo esa interpretación le concedería la palabra para decir lo que había querido pero aún no había podido decir. Si fuera así, la concepción de Nietzsche de las categorías y de las categorías de la razón como valores supremos y en general, como “valores” no sería una deformación de la realidad histórica sino más bien la liberación de los valores metafísicos anteriores hacia su auténtico contenido creativo o, por lo menos, un enriquecimiento del mismo. Si, además, el fundamento de la concepción nietzscheana de toda metafísica, la interpretación del ente en su totalidad como voluntad de poder, se moviera totalmente en los cauces del pensamiento metafísico anterior y llevara a su acabamiento su pensamiento fundamental, entonces la “imagen de la historia” de Nietzsche estaría en todo aspecto justificada y se mostraría como la única posible y necesaria. Pero en ese caso no habría ya ninguna escapatoria ante la tesis de que la historia del pensar occidental se desarrolla como una desvalorización de los valores supremos y que, de acuerdo con este volverse nulos de los valores y con la caducidad de los fines, es y tiene que volverse “nihilismo”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En lugar de abnegación también podemos decir: renuncia a ponerse uno mismo como el que ordena, es decir impotencia de poder, “abandono de la voluntad de existencia” (n.11). Pero la impotencia de poder es sólo un “caso especial” de la voluntad de poder, y esto implica: “Los valores supremos válidos hasta el momento son un caso especial de la voluntad de poder” (XVI, 428). La posición de estos valores y su transposición a un mundo en sí suprasensible al que el hombre debe someterse surgen de un “empequeñecimiento del hombre” (n. 898). Toda metafísica que se caracterice por la posición de un mundo suprasensible como mundo verdadero por sobre el mundo sensible como mundo aparente surge de la moral. De allí la frase: “Que la verdad sea de más valor que la apariencia no es más que un prejuicio moral” (Más allá del bien y del mal, 34; VII, 55). Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Esta opinión podría admitir también que las tres doctrinas, provenientes de la época griega, del comienzo de la modernidad y de nuestro presente respectivamente, señalarían de una manera confusa el hecho de que en épocas totalmente diferentes y en diversas situaciones históricas siempre vuelve a surgir, y cada vez con más fuerza, la doctrina según la cual todo ente es lo que es sólo sobre la base de una humanización por parte del hombre. Esta opinión podría por último preguntarse: ¿por qué la metafísica no ha de afirmar por fin sin reparos el incondicionado papel de dominador del hombre, hacer de él el principio definitivo de toda interpretación del mundo y poner un fin a todas las recaídas en ingenuas visiones del mundo? Si esto ocurre con razón y en el sentido de toda metafísica, el “antropomorfismo” de Nietzsche no hace más que expresar sin tapujos, como verdad, lo que en la historia de la metafísica ya ha sido pensado y exigido en épocas tempranas, y posteriormente de modo recurrente, como principio de todo pensar. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Para ganar, frente a esta opinión, una visión más libre de la esencia de la metafísica y de su historia, es aconsejable en primer lugar pensar a fondo las doctrinas de Protágoras y de Descartes en sus rasgos fundamentales. Al hacerlo tenemos necesariamente que pasar revista a aquella esfera de preguntas que nos acerca de modo más originario la esencia de la metafísica en cuanto verdad sobre el ente en su totalidad y nos permite reconocer en qué sentido la pregunta “¿qué es el ente en cuanto tal y en su totalidad”? es la pregunta conductora de toda metafísica. Ya el título de la obra capital de Descartes muestra de qué se trata: Meditationes de prima philosophia (1641), “Meditaciones sobre la filosofía primera”. La expresión “filosofía primera” procede de Aristóteles y designa aquello que constituye en primer lugar y de manera propia la tarea de lo que recibe el nombre de filosofía. La prote philosophia trata la pregunta primera por su rango y que domina a todas las otras: qué es el ente, en cuanto que es un ente. Así, el águila, por ejemplo, en cuanto que es un pájaro, es decir, un ser viviente, es decir algo presente desde sí mismo. ¿Qué distingue al ente en cuanto ente? Sin embargo, parece que entretanto, con el cristianismo, se ha respondido definitivamente a la pregunta acerca de qué es el ente y eliminado así la pregunta misma, y todo esto desde un lugar que es esencialmente superior al opinar y al errar contingentes del hombre. La revelación bíblica, que según ella misma lo indica se apoya en la inspiración divina, enseña que el ente ha sido creado por el Dios creador personal y es conservado y dirigido por él. Gracias a la verdad revelada, proclamada como absolutamente vinculante por la doctrina de la Iglesia, aquella pregunta – qué es el ente – se ha vuelto superflua. El ser del ente consiste en su ser creado por Dios (omne ens est ens creatum). Si el conocimiento humano quiere experimentar la verdad sobre el ente sólo le queda, como único camino confiable, recoger y conservar fervientemente la doctrina de la revelación y su tradición por parte de los doctores de la Iglesia. La auténtica verdad es transmitida sólo por la doctrina de los doctores. La verdad tiene el carácter esencial de “doctrina”. El mundo medieval y su historia están construidos sobre esta doctrina. La única forma adecuada en la que puede expresarse de modo completo el conocimiento en cuanto doctrina es la “summa” , la reunión de escritos doctrinales en los que la totalidad del contenido doctrinal transmitido y las diferentes opiniones doctrinales son examinadas, empleadas o rechazadas en función de su concordancia con la doctrina eclesiástica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero una mirada a la metafísica y a su historia nos hará rectificar enseguida. La distinción de ente y ser se revela como ese Mismo desde el que surge toda metafísica del que sin embargo al surgir inmediatamente se escapa, ese Mismo que ella deja detrás de sí y fuera de su ámbito, como aquello que ya no piensa explícitamente y que ya no necesita pensar. La distinción de ente y ser posibilita todo nombrar, todo experimentar y todo comprender del ente en cuanto tal. El ente se dice en griego to on; el interpelar del ente en cuanto ente y, a continuación, el comprender del ente acontece en el logos. Por ello, la esencia de la metafísica, que lleva expresamente el ente en cuanto tal a la palabra y al concepto, puede redefinirse con el nombre de “onto-logia”. Aunque formado con palabras griegas, el nombre no proviene de la época del pensamiento griego sino que fue acuñado en la época moderna y es empleado ya, por ejemplo, por el erudito alemán Clauberg (que era discípulo de Descartes y profesor en Herborn). Heideggeriana: NiilismoEuropeu

La “ontología” se funda en la distinción de ser y ente. Se denomina a la “distinción” de un modo más adecuado con el nombre de “diferencia”, en el que se señala que ente y ser son de algún modo llevados-fuera-uno-de-otro, separados, y sin embargo referidos uno a otro, y esto desde sí mismos, no por razón de un posterior “acto” de “distinción”. La distinción como “diferencia” quiere decir que entre ser y ente existe un dirimir [Austrag]. De dónde y cómo se llega a ese dirimir, no está dicho; limitémonos ahora a nombrar la diferencia como ocasión e incitación para preguntar por ese dirimir. La distinción de ser y ente es entendida como fundamento de la posibilidad de la ontología. Pero no se introduce la “diferencia ontológica” para resolver con ella la cuestión de la ontología, sino para nombrar aquello que, en cuanto hasta ahora no cuestionado, es lo que en el fondo vuelve digna de cuestión a toda “ontología”, es decir, a la metafísica. La indicación de la diferencia ontológica nombra la base y el “fundamento” de toda ontología y por lo tanto de toda metafísica. El nombrar la diferencia ontológica quiere dar a entender que llega un instante histórico en el que existe la necesidad [Not] y se volverá necesario [notwendig] preguntar por la base y el fundamento de la “onto-logia”. Por eso en Ser y Tiempo se habla de “ontología fundamental”. No es preciso discutir aquí si con ella sólo se intenta ponerle a la metafísica como a un edificio que ya está en pie, un fundamento diferente, o si a partir de la meditación acerca de la “diferencia ontológica” resultan otras decisiones sobre la “metafísica”. La referencia a la diferencia ontológica sólo pretende señalar la conexión interna de nuestra actual meditación sobre el concepto originario de la metafísica con lo expuesto anteriormente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

La distinción de ente y ser es el fundamento desconocido e infundado, pero sin embargo siempre requerido, de toda metafísica Todo empeño en favor de la metafísica y todos los esfuerzos por producir “ontologías” como sistemas doctrinales, pero también toda crítica a la ontología en el interior de la metafísica, no hacen más que dar testimonio de la huida siempre creciente ante este fundamento desconocido. No obstante, para el que sabe, este fundamento es tan digno de cuestión que incluso tiene que quedar abierto si eso que llamamos simplemente la distinción, el dirimir entre ente y ser, puede experimentarse de manera ajustada a su esencia en la dirección de esa denominación. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Aunque, por otra parte, quizás esta denominación sea por de pronto el único apoyo posible para hacer visible lo que es continuamente lo Mismo en toda metafísica, no como una cualidad indiferente sino como el fundamento decisivo que guía y caracteriza históricamente a todo preguntar de la metafísica. Que la metafísica piense el ser continuamente del mismo modo, aunque el ser del ente se interprete de diferentes maneras dentro del espacio del presenciar, tiene que tener su fundamento en la esencia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

No obstante, en la medida en que toda metafísica determina el ser como lo más universal, testimonia ya algo: que se pone sobre el fundamento de una distinción de ser y ente de índole peculiar. Así pues, aunque la metafísica afirme siempre que ser es el concepto más universal, y por ello el más vacío e incapaz de recibir una determinación ulterior, por otra parte, sin embargo, toda posición metafísica fundamental piensa el ser siguiendo una interpretación propia. Aunque al hacerlo, se supone con facilidad la opinión de que, puesto que el ser es lo más universal, también la interpretación del ser se da por sí sola y no precisa ninguna otra fundamentación. Con la interpretación del ser como lo más universal no se dice nada sobre el ser mismo sino sólo sobre el modo en el que la metafísica piensa sobre el concepto de ser. Que la metafísica piensa de modo tan extraordinariamente carente de pensamiento, es decir desde el horizonte y en el modo del opinar y generalizar cotidiano, lo testimonia con toda claridad la circunstancia de que, a pesar de que hace uso de la distinción de ser y ente en todas partes, toda meditación sobre ella le sea tan decididamente lejana. Pero a pesar de esto, la distinción aparece constantemente dentro de la metafísica, y lo hace en un rasgo esencial que domina la estructura de la metafísica en todas sus posiciones fundamentales. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero Tucídides, el pensador de la historia, no era capaz, sin embargo, de superar el platonismo que impera en el fondo del pensamiento nietzscheano. Puesto que la filosofía de Nietzsche es metafísica y toda metafísica es platonismo, en el final de la metafísica el ser tiene que ser pensado como valor, es decir, computado como una condición meramente condicionada del ente. La interpretación metafísica del ser como valor está prefigurada por el comienzo de la metafísica. En efecto, Platón concibió el ser como idea; pero la más elevada de las ideas – y esto quiere decir, al mismo tiempo, la esencia de todas – es lo agathon, pensado en griego, aquello que vuelve apto, aquello que habilita y posibilita al ente para ser ente. Ser tiene el carácter de posibilitar, es condición de posibilidad. Ser es, para decirlo con Nietzsche, un valor. ¿O sea que Platón ha sido el primero en pensar en términos de valor? Esta opinión sería precipitada. La concepción platónica del agathon se diferencia tan esencialmente del concepto nietzscheano de valor como la concepción griega del hombre de la interpretación moderna de la esencia humana como sujeto. Pero la historia de la metafísica comienza su curso desde la interpretación platónica del ser como idea y agathon, para llegar a la interpretación del ser como voluntad de poder que pone valores y piensa todo como valor. Por eso aún hoy pensamos exclusivamente según “ideas” y “valores”. Por eso el nuevo orden de la metafísica no es sólo entendido sino realizado e instaurado como transvaloración de todos los valores. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Lo que Kant dice aquí respecto de la metafísica como una “especulación” desarrollada, o en desarrollo, de la razón, a saber, que es una “disposición natural” (ib., B 22), vale tanto más respecto de aquello sobre lo que se funda toda metafísica. Este fundamento es la distinción de ser y ente. Esta distinción es quizás el auténtico núcleo de la disposición de la naturaleza humana a la metafísica. ¡Pero entonces la distinción sería algo “humano”! ¿Y por qué no habría de ser esta distinción algo “humano”? Esta circunstancia podría servir para aclarar de la mejor manera y de modo definitivo la posibilidad y la necesidad de la exigencia planteada por Nietzsche de que los filósofos tendrían por fin que tomarse en serio la humanización de todo ente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

¿Pero podríamos jamás determinar la esencia del hombre (su naturaleza) sin tomar en consideración la distinción de ser y ente? ¿Esta distinción se obtiene sólo como consecuencia de la naturaleza del hombre o bien la naturaleza y la esencia del hombre se determinan previa y simplemente sobre la base de esta distinción y a partir de ella? En el segundo caso, la distinción no sería un “acto” entre otros que el hombre, que ya estaría previamente, llevaría a cabo alguna vez, sino que, por el contrario, el hombre sólo podría ser como hombre en la medida en que se mantuviera en esa distinción, en la medida en que sea sustentado por ella. En ese caso, la esencia del hombre tendría que construirse sobre una “distinción”. ¿No es éste acaso un pensamiento fantasioso? ¿No es absolutamente fantasioso, puesto que esa distinción misma, de esencia indeterminada, estaría en cierto modo construida en el aire como un espejismo? Tenemos el presentimiento de que entramos aquí en la región, o quizás sólo en la región marginal más externa, de una pregunta decisiva que la filosofía hasta ahora ha eludido, aunque en el fondo ni siquiera ha podido eludirla, pues para ello tendría que haber encontrado previamente la pregunta por la distinción. Presentimos quizás que detrás de la confusión y la tensión que se extienden a propósito del “problema” del antropomorfismo está la citada pregunta decisiva, que, como todas las de su tipo, encierra en sí una determinada riqueza esencial de preguntas concatenadas entre sí. La plantearemos una vez más, limitándonos a lo más próximo para nuestra tarea: ¿Se funda toda metafísica en la distinción de ser y ente? ¿Qué es esta distinción? ¿Se funda esta distinción en la naturaleza del hombre o se funda la naturaleza del hombre en esta distinción? ¿Es esta alternativa insuficiente? ¿Qué quiere decir aquí fundar en cada uno de los casos? ¿Por que pensamos aquí en términos de fundar y preguntamos por el “fundamento”? ¿No es también esto, lo que tiene el carácter de fundamento, un rasgo esencial del ser? ¿Preguntamos por lo tanto en todos estos giros interrogativos por la relación del hombre con el ser, relación que en ninguna pregunta puede pasarse por alto pero a la que no ha llegado, sin embargo, ninguna pregunta? Porque siempre nos encontramos de inmediato obligados a tomar al hombre como algo dado a lo que después le atribuimos esa relación con el ser. A esto corresponde la inevitabilidad que posee el antropomorfismo, que mediante la metafísica de la subjetividad ha recibido incluso su justificación metafísica. ¿No se vuelve de este modo intangible la esencia de la metafísica como la región que no debe transgredir ningún preguntar filosófico? La metafísica sólo podrá a lo sumo referirse a sí misma, y de este modo satisfacer por su parte, en última instancia, la esencia de la subjetividad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

El ser queda para nosotros como algo indiferente y por ello prácticamente tampoco prestamos atención a la distinción de ser y ente, aunque basamos en ella todo comportamiento respecto del ente. Pero no sólo nosotros, los hombres de hoy, estamos fuera de esa discrepancia aún no experimentada de la relación con el ser. Este estar fuera y no conocer es lo que caracteriza a toda metafísica; para ella, en efecto, el ser es necesariamente lo más universal, lo más comprensible. Dentro de este horizonte sólo piensa la universalidad, graduada y estratificada en cada caso de modo diferente, de los diferentes ámbitos del ente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Mediante este acoplamiento de la idea con el valor, al mismo tiempo ha desaparecido de la esencia de la idea el carácter del ser y su distinción respecto del ente. El hecho de que aquí y allá, en círculos eruditos y partiendo de una tradición erudita, se hable de ser, de “ontología” y metafísica, son sólo ecos que no albergan ya ninguna fuerza conformadora de historia. El poder de la cosmovisión se ha apoderado de la esencia de la metafísica. Esto quiere decir: aquello que es peculiar de toda metafísica, que la distinción de ser y ente que la sustenta a ella misma permanezca esencial y necesariamente indiferente e incuestionada, se convierte ahora en lo que caracteriza a la metafísica como “cosmovisión”. En esto se fundamenta el que sólo con el comienzo del acabamiento de la metafísica pueda desplegarse el dominio total e incondicionado sobre el ente, no perturbado ni confundido ya por nada. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Se dice que la cantidad del material, la multiplicidad y la extensión de los diferentes ámbitos en los que habría tenido que probarse que la voluntad de poder era el carácter fundamental del ente, no podían ya ser dominadas de manera uniforme por un único pensador. Porque la filosofía tampoco puede sustraerse ya a la especialización del trabajo en disciplinas reinantes desde mediados del siglo pasado – lógica, ética, estética, filosofía del lenguaje, filosofía política, filosofía de la religión -,siempre que quiera producir algo más que frases hechas generales y vacías sobre lo que de todos modos ya se conoce de modo más fiable gracias a las diferentes ciencias. Puede que en la época de Kant, o quizás aun en la de Hegel fuera aún posible dominar de modo uniforme todos los ámbitos del saber. Mientras tanto, sin embargo, las ciencias del siglo XIX no sólo han ampliado de manera sorprendentemente rica y rápida el conocimiento del ente, sino que, sobre todo, han desarrollado la investigación de todas sus regiones de un modo tan multiforme, fino y seguro que un conocimiento aproximado de todas las ciencias apenas si roza su superficie. Pero el conocimiento de los resultados y de los modos de operar de todas las ciencias resulta necesario si se quiere establecer algo suficientemente fundado sobre el ente en su totalidad. Sin esa base científica toda metafísica no es más que un edificio construido en el aire. Tampoco Nietzsche podía alcanzar ya un dominio uniforme de todas las ciencias. Heideggeriana: VontadePoder

Con frecuencia Nietzsche equipara horizonte y perspectiva y por ello no llega nunca a exponer de manera clara su diferencia y su conexión. Esta falta de claridad se funda no sólo en el modo de pensar de Nietzsche sino también en la cosa misma. En efecto, horizonte y perspectiva están necesariamente coordinados y entrelazados, de modo tal que con frecuencia pueden ocupar uno el lugar del otro. Pero sobre todo, ambos se fundan en una figura esencial más originaria del ser humano (en el ser-ahí), que Nietzsche, lo mismo que toda metafísica anterior a él, ni ve ni puede ver. Heideggeriana: VontadePoder

Para penetrar, por lo tanto, en el núcleo esencial de la esencia de la razón, y con ella de la praxis de la “vida”, tenemos ante todo que seguir pensando en esta dirección. La explicación aparentemente sólo biológica que da Nietzsche de las categorías y de la verdad se traslada así por sí misma y de modo más claro a la región del pensar metafísico y de la pregunta conductora que mantiene en vilo y mueve a toda metafísica. Que las reflexiones de la nota n. 515 culminen en una interpretación del principio de no contradicción, accediendo así a un rasgo culminante de la consideración metafísica, pero que, al mismo tiempo, la interpretación del principio parezca dar pruebas de la forma más grosera de biologismo, lleva a nuestra meditación a su punto más crucial. En el fragmento que se ha colocado con razón a continuación del que comentamos (n. 516; primavera a otoño de 1887 y 1888), Nietzsche trata expresamente del principio de no contradicción. Heideggeriana: VontadePoder

“Inmoralista”: esta palabra nombra un concepto metafísico. “Moral” no quiere decir aquí ni “moralidad” ni “doctrina de las costumbres”. “Moral” tiene para Nietzsche el significado amplio y esencial de posición de lo ideal, en el sentido de que lo ideal, en cuanto es lo suprasensible fundado en las ideas, constituye la medida de lo sensible, mientras que lo sensible es considerado como lo inferior y carente de valor y por lo tanto, como lo que tiene que ser combatido y erradicado. En la medida en que toda metafísica se funda en la distinción del mundo suprasensible como mundo verdadero y el mundo sensible como mundo aparente, todo metafísica es “moral”. El inmoralista se opone a la distinción “moral” que funda toda metafísica, niega la distinción de un mundo verdadero y un mundo aparente y el orden jerárquico puesto en ella. “Nosotros, inmoralistas” quiere decir: nosotros que estamos fuera de la distinción que sostiene a la metafísica. En ese sentido hay que tomar también el título de la obra que publicó Nietzsche en sus últimos años: Más allá del bien y del mal. Heideggeriana: VontadePoder

En principio no existe la menor razón para considerar a la filosofía de Nietzsche como el acabamiento de la metafísica Occidental; en efecto, gracias a la abolición del “mundo suprasensible” como “mundo verdadero” es más bien el rechazo de toda metafísica y el paso hacia su negación definitiva. Es cierto que el pensamiento fundamental de Nietzsche, “la voluntad de poder”, contiene aún una referencia a la interpretación de la entidad del ente en su totalidad como voluntad. La voluntad va junto con el saber. Saber y voluntad constituyen, según el proyecto de Schelling y Hegel, la esencia de la razón. Según el proyecto leibniziano de la substancialidad de la substancia, se los piensa como vis primitiva activa et passiva. Sin embargo, el pensamiento de la voluntad de poder, especialmente en su forma biológica, parece caer fuera del ámbito de estos proyectos y, más que llevar a su acabamiento la tradición de la metafísica parece interrumpirla, desfigurándola y aplanándola. Heideggeriana: EternoRetorno

Que ambos pensamientos piensan lo mismo, la voluntad de poder en términos modernos, el eterno retorno de lo mismo en términos de la historia final, resultará visible si sometemos a una meditación el proyecto conductor de toda metafísica. En la medida en que éste representa el ente en general en dirección de su entidad, pone al ente en cuanto tal en lo abierto de la consistencia y de la presencia. Sin embargo, desde qué ámbito son re-presentados [vor-gestellt] la consistencia y el presenciar y, más aún, el volver consistente del presenciar, es algo que no le inquieta jamás al proyecto conductor de la metafísica. La metafísica se mantiene simplemente en lo abierto de su proyecto y da al volver consistente del presenciar una interpretación en cada caso diferente, de acuerdo con la experiencia básica de la entidad del ente ya previamente determinada. Pero si se despierta una meditación para la cual lo despejante [Lichtende] que hace acaecer [ereignet] toda apertura de lo abierto entre en la mirada, entonces el volver consistente y el presenciar mismos son interrogados respecto de su esencia. Ambos muestran entonces su esencia temporal y exigen al mismo tiempo que desaparezca de la mente lo que se comprende habitualmente con la palabra “tiempo”. Heideggeriana: EternoRetorno

La metafísica de la voluntad de poder – y sólo ella – es, con derecho y necesariamente, un pensar en términos de valor. En el contar con valores y en el estimar de acuerdo con relaciones de valor, la voluntad de poder cuenta consigo misma. La auto-conciencia de la voluntad de poder consiste en pensar en términos de valor, donde el término “conciencia” no significa ya un representar indiferente sino el contar consigo mismo que ejerce y da poder. El pensar en términos de valor forma parte esencial de la identidad de la voluntad de poder, del modo en que ésta es subjectum (basada sobre sí, subyacente a todo). La voluntad de poder se desvela como la subjetividad que se distingue por pensar en términos de valor. Apenas se experimenta el ente en cuanto tal en el sentido de esta subjetividad, es decir como voluntad de poder, toda metafísica, en cuanto verdad sobre el ente en cuanto tal, tiene que ser considerada en su conjunto como un pensar en términos de valor, como un poner valores. La metafísica de la voluntad de poder interpreta todas las posiciones metafísicas fundamentales que le preceden bajo la luz del pensamiento del valor. Toda confrontación metafísica es un decidir sobre el orden jerárquico de los valores. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

NietzschePlatón, con cuyo pensar comienza la metafísica, concibe el ente en cuanto tal, es decir el ser del ente, como idea. Las ideas son en cada caso lo uno respecto de lo múltiple, lo cual sólo aparece bajo su luz y sólo al aparecer así es. En cuanto son este uno que unifica, las ideas son al mismo tiempo lo consistente, verdadero, a diferencia de lo cambiante y aparente. Comprendidas desde la metafísica de la voluntad de poder, las ideas tienen que ser pensadas como valores y las unidades más altas como valores supremos. El propio Platón aclara la esencia de la idea a partir de la idea más alta, de la idea del bien (agathon). Pero “bien” es para los griegos aquello que hace apto para algo y lo posibilita. Las ideas, en cuanto ser, hacen al ente apto para ser algo visible, o sea presente, es decir, para ser un ente. Desde entonces el ser, en cuanto es lo uno que unifica, tiene en toda metafísica el carácter de “condición de posibilidad”. A este carácter del ser Kant le ha dado, mediante la determinación trascendental del ser como objetividad, una interpretación determinada desde la subjetividad del “Yo pienso”. Nietzsche, desde la subjetividad de la voluntad de poder, ha comprendido estas condiciones de posibilidad como “valores”. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

El concepto platónico del bien no contiene, sin embargo, el pensamiento del valor. Las ideas de Platón no son valores; en efecto, el ser del ente no ha sido aún proyectado como voluntad de poder. No obstante, Nietzsche, desde su posición metafísica fundamental, puede interpretar la comprensión platónico del ente, las ideas y por lo tanto lo suprasensible, como valores. En esta interpretación, toda la filosofía desde Platón se convierte en metafísica de los valores. El ente en cuanto tal se comprende en su totalidad desde lo suprasensible y se reconoce a éste, al mismo tiempo, como lo verdaderamente ente, ya sea lo suprasensible en el sentido del Dios creador y redentor del cristianismo, la ley moral, o la autoridad de la razón, el progreso, la felicidad de la mayoría. En todos los casos, lo sensible que está allí delante se mide respecto de algo deseable, de un ideal. Toda metafísica es platonismo. El cristianismo y las formas de su secularización moderna son “platonismo para el pueblo” (VII, 5). Lo deseable lo piensa Nietzsche como “valores supremos”. Toda metafísica es un “sistema de estimaciones de valor o, como dice Nietzsche, una moral, “entendida como doctrina de las relaciones de dominio bajo las que se origina el fenómeno “vida”” (Más allá del bien y del mal, n. 19). Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

La interpretación de toda metafísica llevada a cabo desde el pensamiento del valor es la interpretación “moral”. Pero Nietzsche no realiza esta interpretación de la metafísica y de su historia como una consideración historiográfico-erudita del pasado sino como una decisión histórica de lo venidero. Si el pensamiento del valor se convierte en hilo conductor de la reflexión histórica sobre la metafísica en cuanto fundamento de la historia occidental, esto quiere decir ante todo: la voluntad de poder es el principio único de la posición de valores. Allí donde la voluntad de poder osa reconocerse como el carácter fundamental del ente, todo tiene que estimarse en referencia a si acrecienta o disminuye e inhibe la voluntad de poder. En cuanto carácter fundamental, la voluntad de poder condiciona todo ente en su ser. Esta condición suprema del ente en cuanto tal es el valor determinante. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

Mientras que la metafísica existente hasta el momento no conoce propiamente a la voluntad de poder como principio de la posición de valores, en la metafísica de la voluntad de poder ésta se convierte en “principio de una nueva posición de valores”. Puesto que desde la metafísica de la voluntad de poder toda metafísica se comprende de modo moral como una valoración, la metafísica de la voluntad de poder se vuelve una posición de valor, una “nueva” posición de valor. Su novedad consiste en una “transvaloración de los valores validos hasta el momento”. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

Anteriormente, todo ente es subiectum, es decir algo que yace delante por sí mismo. Sólo por eso yace y está a la base (hypokeimenon, substans) de todo lo que nace y perece, es decir de todo lo que llega al ser (al presenciar en el modo del yacer delante) y se va de él. La entidad (ousia) del ente es, en toda metafísica, subjetividad en el sentido originario. El término más corriente, pero que no nombra nada diferente, es: “substancialidad”. La mística medieval (Tauler y Suso) traduce subjectum y substancia por “understand” y, en correspondencia literal, objectum por “gegenwurf”. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

La esencia de la verdad asumida y preservada, aunque más no sea en el completo olvido, por toda metafísica, es el hacer aparecer como desocultar de lo oculto: el desocultamiento. Por lo tanto la “justicia”, por ser el modo supremo de la voluntad de poder, es auténtico fundamento determinante de la esencia de la verdad. En la metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada de la voluntad de poder, la verdad esencia [west] como “justicia”. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

¿Es pues, necesariamente, toda metafísica verdad del ente en cuanto tal en su totalidad en ese doble sentido? ¿Verdad sobre el ente porque verdad que proviene del ser del ente? ¿Si es así, esta proveniencia de la esencia de la verdad dice algo sobre ella misma? ¿En cuanto proviene de este modo, no es en sí misma histórica? ¿Esta proveniencia de la esencia de la verdad no dice al mismo tiempo algo de la esencia de la metafísica? Efectivamente, dice lo siguiente, expresado en primer lugar sólo de modo negativo: La metafísica no es una fabricación del hombre. Pero por eso tiene que haber pensadores. Éstos se sitúan en cada caso primeramente en el desocultamiento que se prepara el ser del ente. La “metafísica de Nietzsche”, es decir, ahora, la verdad del ente en cuanto tal en su totalidad preservada en la palabra desde su posición fundamental, es, conforme a su esencia histórica, el rasgo fundamental de la historia de la época que, sólo desde su incipiente acabamiento, se da comienzo a sí misma como tiempo de la modernidad: “Un período en el que la vieja mascarada y el aderezamiento moral de los afectos provoca repugnancia: la naturaleza desnuda; en el que las cantidades de poder son simplemente reconocidas como decisivas (como determinantes del rango); en el que vuelve a aparecer el gran estilo, como consecuencia de la gran pasión.” (La voluntad de poder, n. 1024 Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

Insistencia en la verdad del ser, fundada en la fundación explícita de la diferencia ontológica, es decir de la distinción entre ente y ser. (Fuera de toda metafísica y filosofia de la existencia.) Heideggeriana: HistoriaSer

En tanto Hegel dice “El absoluto ya está en nosotros” y “el conocer es el rayo del absoluto que nos toca”, dice lo mismo. Pero dice esto mismo a la vez de otro modo – a saber desde una última incondicionalidad, que plantea como lo primero. A esta posición expresa y sabedora primera del primer supuesto de toda metafísica determinada ontoteológicamente, tenemos que concebirla finalmente como lo que es. Es la máxima decisión de la autorreflexión crítica, iniciada con Descartes, llevada recién por Kant a su ámbito (trascendental). Es lo contrario de una especulación sin límites, que dejara tras suyo los mojones fronterizos de la crítica. El saber de la esencia del saber absoluto se sabe ya a sí mismo como saber absoluto. Es el saber en su esencialidad, “la” ciencia simplemente, la única que puede y tiene que saber su propia esencia. Es la “Teoría de la ciencia”. Así reza según Fichte el nombre alemán y moderno para la metafísica absoluta. Esta metafísica no es el deshecho de la “crítica”, sino que concibe la “crítica” misma en su incondicionalidad. Considera que la máxima circunspección con respecto al conocimiento del absoluto reside en un previo comenzar en serio con lo que aquí es conocido. Pero si ahora “la ciencia” se expresa así, en forma directa, sobre el absoluto y el conocimiento del absoluto, entonces entra simplemente en cierto modo en medio del opinar diario y entre los hechos que aparecen como una entre otros. Mas el mero entrar y abrirse paso no es sin embargo legitimación alguna. Por ello Hegel dice hacia la conclusión del capítulo I de la “Introducción” (parágrafo 4): “Pero la ciencia por el hecho de que entra en escena, es ella misma un fenómeno; su entrar en escena no es aún ella llevada a cabo y desplegada en su verdad” (WW II, 62). Heideggeriana: HegelFenomenologia

¿Qué es “la Fenomenología del espíritu”? La respuesta a esta pregunta la tomamos de la “Introducción”, que Hegel hace preceder a la obra después de un extenso “Prefacio”. ¿Qué y cómo introduce la “Introducción”? Ella es la preparación del arranque del salto al pensar, que en la obra piensa. La preparación del salto se realiza como dilucidación del título “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. Pero este titulo falta en la obra publicada en 1807, igualmente en la publicación de 1832. Por ello no es de inmediato manifiesta la verdadera determinación de la “Introducción”. Que Hegel denomine “sistema” a una parte esencial misma del “Sistema de la ciencia”, es comprensible después del precedente de la “Teoría de la ciencia” de Fichte. Del mismo modo no puede extrañar que para el sistema de la metafísica moderna, que ha encontrado su fundamento y suelo en la “conciencia”, “la conciencia” sea tema. La caracterización de la metafísica como “ciencia de la conciencia” parece evidente. Por el contrario nos sorprende que en el título de una obra de la metafísica especulativa absoluta asome la palabra “experiencia”; pues lo “empírico” es, sin embargo, justamente aquello que en toda metafísica, no sólo en la moderna, permanece inesencial y sólo menesteroso de la esencialidad de la esencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La realidad efectiva de esto efectivamente real, la subjetidad del sujeto, es el propio manifestarse. Ahora bien, el ser de esto ente, el manifestarse, sólo llega a la representación – como todo ser de todo ente en toda metafísica – cuando lo ente se presenta en tanto que lo ente (on he on). Pero ahora el on es el ens qua ens perceptum. Se presenta en la presentación por medio de las cogitationes, que son en tanto que conscientia. Ahora lo que hay que presentar es el sujeto como sujeto, aquello que se manifiesta como aquello que se manifiesta. La presentación del saber que se manifiesta es la ontología de la conciencia efectivamente real en tanto que efectivamente real. Heideggeriana: HegelExperiencia

El chocante pensamiento de la muerte de un dios, del morir de los dioses, ya le era familiar al joven Nietzsche. En un apunte de la época de elaboración de su primer escrito, “El origen de la tragedia”, Nietzsche escribe (1870): “Creo en las palabras de los primitivos germanos: todos los dioses tienen que morir”. El joven Hegel dice así al final del tratado ” Fe y saber” (1802): el “sentimiento sobre el que reposa la religión de la nueva época es el de que Dios mismo ha muerto”. La frase de Hegel piensa algo distinto a la de Nietzsche, pero de todos modos existe entre ambas una conexión esencial escondida en la esencia de toda metafísica. La frase que Pascal toma prestada de Plutarco: “Le gran Pan est mort” (Pensées, 695), también entra en el mismo ámbito, aunque sea por motivos opuestos. Heideggeriana: NietzscheDeus

Por eso, la voluntad de poder es al mismo tiempo, en tanto que ese principio reconocido y por consiguiente querido, el principio de una nueva instauración de valores. Es nueva, porque se consuma por primera vez conscientemente a partir del saber de su principio. Es nueva, porque se asegura ella misma de su principio y mantiene fijamente esa seguridad a modo de un valor planteado a partir de dicho principio. Pero la voluntad de poder es, en cuanto principio de la nueva instauración de valores y en relación con los valores anteriores, el principio de la transvaloración de todos los valores anteriores. Como, sin embargo, los valores hasta ahora supremos dominaban sobre lo sensible desde las alturas de lo suprasensible y dado que la estructura de este dominio es la metafísica, tenemos que con la instauración del nuevo principio de transvaloración de todos los valores se consuma la inversión de toda metafísica. Nietzsche considera esta inversión como una superación de la metafísica. Pero, cegándose a sí misma, toda inversión de este tipo sigue estando siempre implicada en lo mismo, que se ha vuelto irreconocible. Heideggeriana: NietzscheDeus

A partir de la proposición suprema de valor se hace evidente que la instauración de valores es, en cuanto tal, esencialmente doble. En ella se disponen respectivamente, expresamente o no, un valor necesario y un valor suficiente, pero ambos a partir de la mutua relación que prevalece en ellos. Esta duplicidad de la instauración de valores corresponde a su principio. Eso a partir de lo cual es soportada y conducida la instauración de valores como tal, es la voluntad de poder. A partir de la unidad de su esencia, exige y alcanza las condiciones de aumento y conservación de ella misma. La mirada a la doble esencia de la instauración de valores conduce expresamente al pensamiento ante la pregunta por la unidad esencial de la voluntad de poder. En la medida en que ella es la “esencia” de lo ente como tal, pero que decir esto es lo verdadero de la metafísica, cuando pensamos en la unidad esencial de la voluntad de poder nos preguntamos por la verdad de eso verdadero. Con ello, llegamos al punto supremo de ésta y de toda metafísica. Pero ¿qué significa aquí punto supremo? Explicaremos lo que pensamos por medio de la esencia de la voluntad de poder, permaneciendo dentro de los límites previstos para la presente meditación. Heideggeriana: NietzscheDeus

Pero este dar muerte que afecta a la raíz misma ¿no es solamente la naturaleza de la metafísica de la voluntad de poder? ¿Es sólo la interpretación del ser como valor la que no permite que el propio ser sea el ser que es? Si así fuera, la metafísica de las épocas anteriores a Nietzsche tendría que haber experimentado y pensado al propio ser en su verdad o, por lo menos, hubiera debido preguntarse por él. Pero no encontramos en ningún lugar semejante experiencia del ser mismo. En ningún lugar nos sale al encuentro un pensar que piense la verdad del ser mismo y, por tanto, la propia verdad en cuanto ser. Incluso allí, donde el pensamiento preplatónico prepara el despliegue de la metafísica por medio de Platón y Aristóteles, en su calidad de inicio del pensamiento occidental, incluso allí, tampoco es pensado el ser. El estin (eon) gar einai nombra ciertamente al propio ser. Pero no piensa precisamente la presencia como presencia a partir de su verdad. La historia del ser comienza, y además necesariamente, con el olvido del ser. Así pues, no es culpa de la metafísica en cuanto voluntad de poder el que el ser mismo permanezca impensado en su verdad. Entonces, esta extraña carencia sólo depende de la metafísica en cuanto metafísica. Pero ¿qué es metafísica? ¿Conocemos acaso su esencia? ¿Puede ella misma saber dicha esencia? Si la comprende, lo hace metafísicamente. Pero el concepto metafísico de la metafísica permanece siempre retrasado respecto a su esencia. Esto también es válido para toda lógica, suponiendo que todavía sea capaz de pensar qué es el logos. Toda metafísica de la metafísica y toda lógica de la filosofía, que de alguna manera intentan trepar por encima de la metafísica, caen del modo más seguro por debajo de ella sin experimentar siquiera dónde caen ellas mismas. Heideggeriana: NietzscheDeus

Puesto que la pregunta por la existencia está siempre sólo al servicio de la única cuestión del pensamiento, es decir, debe desarrollarse en primer término la pregunta por la verdad del ser; como el oculto fundamento de toda metafísica, por ello, pues, el título del tratado que ensaya un retorno al fundamento de la metafísica, se llama no “Existencia y Tiempo”, tampoco “Conciencia y Tiempo”; sino “Ser y Tiempo”. Pero este, título no se puede pensar en correspondencia con lo habitualmente ordinario: Ser y devenir, ser y apariencia, ser y pensamiento, ser y deber ser. Aquí el ser es representado, sobre todo como si el “devenir”, la “apariencia”, el “deber ser” no pertenecieran al Ser, cuando notoriamente son, más que nada (son algo) y por ello, pertenecen al ser. “Ser” en “Ser y Tiempo” no es otra cosa que, “Tiempo”, en tanto en cuanto el “tiempo” es llamado cómo el pre-nombre para la verdad del ser cuya .verdad. es lo constitutivo del ser, y así, del ser mismo. Por qué, pues, ahora. “Tiempo” y “Ser” ? El recuerdo de los comienzos de la historia, en los que el ser se descubrió en el pensamiento de los griegos puede señalar que los griegos apuntaron al ser del ente como el afincamiento de lo presente, Cuando traducimos einai ¿por ser, la traducción es en realidad correcta: Sin embargo, nosotros sólo sustituimos un texto original con otra cosa. Examinémonos y entonces resultará, al poco rato, que ni pensamos einai al modo griego ni pensamos tampoco una ,correspondiente, clara y unívoca determinación de, “ser”. Qué decimos cuando decimos en vez de einai “ser” y en vez de “ser” einai y esse? No decimos nada. La palabra griega, la latina y la alemana (española) quedan en igual forma truncas. Nos traicionamos fácilmente en el uso habitual, como los guías de la más grande carencia del pensamiento qué jamás haya surgido dentro, del pensamiento, y que ha permanecido en dominio hasta el momento. Aquel einai empero, quiere decir: presencia. La esencia de esta presencia está profundamente entrañada en el nombre originario del ser. Para nosotros, no obstante, einai y ousia como parousia y arousia dicen, en primer término esto: en la presencia reinan impensada y ocultamente actualidad y persistencia; el tiempo es esencialmente. El ser como tal se da en el tiempo como estado de no oculto. Así, apunta el tiempo al estado de no oculto, esto es, a la verdad del ser. Pero el tiempo que ahora está por pensar no se experimenta en el transcurso cambiante del ente. El tiempo es patentemente de esencia totalmente otra, que no sólo no es pensada a través del concepto de tiempo de la metafísica, sino que jamás es para pensarlo a su través. De este modo será el tiempo el primer pre-nombre para reconocer como lo más total para la experimentada verdad del ser. Heideggeriana: EWM

Por significar el ser, desde los comienzos del pensar occidental, para toda metafísica: presencia, el ser, si quiere pensárselo en última instancia, tiene que pensarse como el puro estar presente, es decir, como la presencia presente, como la actualidad permanente, como el constante y estático “ahora”. […] Heideggeriana: GA8

Por un lado, el movimiento del nihilismo se ha vuelto más patente en su irresistibilidad multiforme que devora todo. Ninguna persona inteligente querrá aún negar hoy que el nihilismo en las formas mas diversas y escondidas es “el estado normal” de la humanidad (véase Nietzsche, La voluntad de poder, n. 23). Lo prueban muy bien los intentos exclusivamente re-activos contra el nihilismo que, en lugar de entrar a una discusión con su esencia, se dedican a la restauración de lo anterior. Buscan la salvación en la huida, a saber, en la huida de la mirada a la problematicidad de la posición metafísica del hombre. La misma huida apremia también allí donde en apariencia se abandona toda metafísica y se la sustituye por Logística, Sociología y Psicología. La voluntad de saber que aquí irrumpe y su dúctil organización conjunta señalan un aumento de la voluntad de poder, de distinta clase de aquella que Nietzsche caracterizó como nihilismo activo. Heideggeriana: PreguntaSer

Su escrito Sobre la línea habla del nihilismo como “poder fundamental” (pág. 22); plantea la pregunta por el “valor fundamental” futuro (pág. 51); nombra de nuevo la “forma”, “también la forma del trabajador” (pág. 65). Esta ya no es, si lo veo bien, la única forma, “en la que mora el sosiego” (Ibíd). Usted dice, más bien, (pág. 23) que el ámbito de poder del nihilismo es de una clase tal que allí “falta la aparición principesca del hombre”. ¿O es, quizá, la forma del trabajador aquélla “nueva” en la que todavía se oculta el aparecer principesco? También para el ámbito de la línea cruzada lo importante es “la seguridad”. También ahora sigue siendo el dolor la piedra de toque. Lo “metafísico” impera también en el nuevo ámbito. ¿Habla aquí la palabra fundamental “dolor” todavía desde la misma significación que delimita su tratado Sobre el dolor, en el que la posición de El trabajador se lleva hasta el extremo? ¿Mantiene también lo metafísico más allá de la línea el mismo sentido que en El trabajador, a saber, el de lo “conformable”? ¿O es que ahora ocupa el lugar de la representación de la forma de una esencia humana, como única forma anterior de legitimación de lo real, el “trascender” hacia una [404] “trascendencia” y excelencia de especie no-humana sino divina? ¿Se manifiesta lo teológico imperante en toda metafísica? (Sobre la línea, págs. 26, 31, 33). Cuando usted dice en su escrito El libro del reloj de arena (1954), pág. 106: “En el dolor se prueba la forma”, entonces usted se mantiene, por lo que veo, en la estructura fundamental de su pensar, pero deja que las palabras fundamentales “dolor” y “forma” hablen en un sentido cambiado, pero todavía no propiamente explicado. ¿O me equivoco? Sería aquí el lugar de entrar en su tratado Sobre el dolor y sacar a la luz la conexión interna entre “trabajo” y “dolor”. Esta conexión se muestra en relaciones metafísicas que se le aparecen a usted desde la posición metafísica de su obra El trabajador. Para poder dibujar más claramente las relaciones que sustentan la conexión entre “trabajo” y “dolor”, sería necesario nada menos que repensar el rasgo fundamental de la metafísica de Hegel, la unidad unitiva de la Fenomenología del Espíritu y de la Ciencia de la Lógica. El rasgo fundamental es la “absoluta negatividad” como “fuerza infinita” de la realidad, es decir, del “concepto existente”. En la misma (no la idéntica) copertenencia para con la negación de la negación manifiestan trabajo y dolor su más íntimo parentesco metafísico. Esa referencia basta ya para indicar qué explicaciones de largo alcance serían aquí exigibles para corresponder a la cosa. Incluso si alguien se atreviera a repensar de nuevo sobre la Lógica de Hegel las relaciones entre “trabajo”, como el rasgo fundamental del ente, y el “dolor”, entonces se hablaría primero de la palabra griega para dolor, o saber algos. Presumiblemente algos está emparentado con alego, que como intensivo de lego significa el congregar íntimo. Entonces el dolor sería lo congregante en lo más íntimo. El concepto hegeliano de “concepto” y su “esfuerzo” correctamente entendido dicen lo mismo en el suelo cambiado de la metafísica absoluta de la subjetividad. [405] Heideggeriana: PreguntaSer

Pasemos a considerar ahora la procedencia de la esencia de la estructura onto-teológica de toda metafísica, dando ese paso. Nos preguntamos: ¿cómo entra el Dios, y de acuerdo con él, la teología, y junto con ella, la característica fundamental onto-teo-lógica, dentro de la metafísica? Planteamos esta pregunta en el marco de un diálogo con toda la historia de la filosofía. Pero al mismo tiempo, preguntamos con la mirada puesta particularmente en Hegel. Y esto nos conduce a contemplar en primer lugar un asunto singular. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

La metafísica piensa lo ente en cuanto tal, es decir, en lo general. La metafísica piensa lo ente en cuanto tal, es decir, en su conjunto. La metafísica piensa el ser de lo ente, tanto en la unidad profundizadora de lo más general, es decir, de lo que tiene igual valor siempre, como en la unidad fundamentadora de la totalidad, es decir, de lo más elevado sobre todas las cosas. De este modo, el ser de lo ente es pensado ya de antemano en tanto que fundamento que funda. Este es el motivo por el que toda metafísica es, en el fondo, y a partir de su fundamento, ese fundar que da cuenta del fundamento, que le da razones, y que, finalmente, le pide explicaciones. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

¿Y la tesis de Kant sobre el ser como pura posición? Si la posicionalidad, la objetividad, se manifiesta como una modificación de la presencialidad, entonces la tesis de Kant sobre el ser pertenece a aquello que ha quedado sin pensar en toda metafísica. Heideggeriana: KantSer

Pensar propiamente el ser exige hacer caso omiso del ser tal y como es justificado e interpretado al estilo de toda metafísica, exclusivamente desde y para lo ente, como fundamento suyo. Pensar propiamente el ser exige dejar que siga su ruta el ser como fundamento de lo ente, mientras otorgamos nuestra preferencia al dar que entra ocultamente en juego en el desocupar, es decir, al Se da. En tanto que don, en tanto que donación de este Se da, el ser pertenece al dar. El ser como don no queda al margen del dar. El ser, el estar presente, se transfigura. Como dejar-estar-presente pertenece al desocupar, como don de éste queda retenido en el dar. El ser no es. El ser Se da como el desocupar del estar presente. Heideggeriana: TempoYSer