Al habitar llegamos, así parece, solamente por medio del construir. Éste, el construir, tiene a aquél, el habitar, como meta. Sin embargo, no todas las construcciones son moradas. Un puente y el edificio de un aeropuerto; un estadio y una central energética; una estación y una autopista; el muro de contención de una presa y la nave de un mercado son construcciones pero no viviendas. Sin embargo, las construcciones mencionadas están en la región de nuestro habitar. Ésta va más allá de esas construcciones; por otro lado, sin embargo, no se limita a la vivienda. Para el camionero la autopista es su casa, pero no tiene allí su alojamiento; para una obrera de una fábrica de hilados, ésta es su casa, pero no tiene allí su vivienda; el ingeniero que dirige una central energética está allí en casa, sin embargo no habita allí. Estas construcciones albergan al hombre. Él mora en ellas, y sin embargo no habita en ellas, si habitar significa únicamente tener alojamiento. En la actual falta de viviendas, tener donde alojarse es ciertamente algo tranquilizador y reconfortante; las construcciones destinadas a servir de vivienda proporcionan ciertamente alojamiento; hoy en día pueden incluso tener una buena distribución, facilitar la vida práctica, tener precios asequibles, estar abiertas al aire, la luz y el SOL; pero: ¿albergan ya en sí la garantía de que acontezca un habitar? Por otra parte, sin embargo, aquellas construcciones que no son viviendas no dejan de estar determinadas a partir del habitar en la medida en que sirven al habitar de los hombres. Así pues, el habitar sería en cada caso el fin que preside todo construir. Habitar y construir están el uno con respecto al otro en la relación de fin a medio. Ahora bien, mientras únicamente pensemos esto estamos tomando el habitar y el construir como dos actividades separadas, y en esto estamos representando algo que es correcto. Sin embargo, al mismo tiempo, con el esquema medio-fin estamos desfigurando las relaciones esenciales. Porque construir no es sólo medio y camino para el habitar, el construir es en sí mismo ya el habitar. ¿Quién nos dice esto? ¿Quién es que puede darnos una medida con la cual podamos medir de un cabo al otro la esencia de habitar y construir? La exhortación sobre la esencia de una cosa nos viene del lenguaje, en el supuesto de que prestemos atención a la esencia de éste. Sin embargo, mientras tanto, por el orbe de la tierra corre una carrera desenfrenada de escritos y de emisiones de lo hablado. El hombre se comporta como si fuera él el forjador y el dueño del lenguaje, cuando en realidad es éste el que es y ha sido siempre el señor del hombre. Tal vez, más que cualquier otra cosa, la inversión, llevada a cabo por el hombre, de esta relación de dominio es lo que empuja a la esencia de aquél a lo no hogareño. El hecho de que nos preocupemos por la corrección en el hablar está bien, sin embargo no sirve para nada mientras el lenguaje siga sirviendo únicamente como un medio para expresarnos. De entre todas las exhortaciones que nosotros, los humanos, podemos traer, desde nosotros, al hablar, el lenguaje es la suprema y la que, en todas partes, es la primera. Heideggeriana: ConstruirHabitar
El cielo es el camino arqueado del SOL, el curso de la luna en sus distintas fases, el resplandor ambulante de las estrellas, las estaciones del año y el paso de una a otra, la luz y el crepúsculo del día, oscuridad y claridad de la noche, lo hospitalario y lo inhóspito del tiempo que hace, el paso de las nubes y el azul profundo del éter. Cuando decimos cielo, estamos pensando con él los otros Tres, pero no estamos considerando la simplicidad de los Cuatro. Heideggeriana: ConstruirHabitar
Los mortales habitan en la medida en que reciben el cielo como cielo. Dejan al SOL y a la luna seguir su viaje; a las estrellas su ruta; a las estaciones del año, su bendición y su injuria; no hacen de la noche día ni del día una carrera sin reposo. Heideggeriana: ConstruirHabitar
Aquí habría que discutir la cuestión de cómo ningún instrumento de los sentidos, tomado por sí mismo, puede tener una preeminencia respecto de otro cuando se trata de la experiencia del ente. Habría que tener en cuenta que ninguna sensibilidad es capaz de percibir jamás el ente en cuanto ente. Hacia el final del libro sexto de su gran diálogo sobre la República, Platón intenta aclarar la relación del conocer con el ente conocido poniendo en correspondencia esta relación con el ver y lo visto. Dando por supuesto que el ojo esté equipado con la facultad de ver, y dando por supuesto que haya colores en las cosas, la facultad de ver no podrá ver y los colores no se tornarán visibles si no ha aparecido un tercer elemento que, por su esencia, está destinado a posibilitar a la vez el ver y la visibilidad. Este tercer elemento es to phos, la luz, la fuente de luz, el SOL. Él brinda la luz en la que las cosas se vuelven visibles y los ojos videntes. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Análogo a esto es lo que ocurre con nuestro conocer en cuanto captación del ente en su ser, es decir en la idea. El conocer no sería capaz de conocer y el ente no estaría en condiciones de ser conocido, es decir de ser percibido como lo desoculto, si no hubiera un tercer elemento que proporcionara al conocer la capacidad de conocer y a lo conocido el desocultamiento. Este tercer elemento es tou agathou idea, “la idea del bien”. El bien tiene su imagen correspondiente en el SOL. Pero éste no sólo brinda luz, que en cuanto claridad posibilita el ver y la visibilidad, o sea el desocultamiento. Al mismo tiempo también brinda calor, sólo gracias al cual la facultad de ver y las cosas visibles se vuelven “entes”, es decir, en griego, aquello que puede presenciar en lo desoculto, en cada caso según su especie. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Qué hay (welche Bewandtnis hat es) con que la existencia humana se haya procurado un reloj ya antes de todos los relojes de bolsillo y de SOL? ¿Dispongo del ser del tiempo y me refiero también a mí mismo en el ahora? ¿Soy yo mismo el ahora y mi existencia el tiempo? ¿O es, por fin, el tiempo mismo el que en nosotros se procura el reloj [vi]? En el Libro XI de sus Confesiones, Agustín llevó la cuestión hasta el punto de si el espíritu mismo es el tiempo. Y Agustín dejó detenida la cuestión en este punto. “In te, anime meus, tempora metior; noli mihi obstrepere: quod est; noli tibi obstrepere turbis affectionum tuarum. In te, inquam, tempora metior; affectionem quam res praeteruntes in te faciunt, et cum illae praeterierint manet, ipsam metior praesentem, non ea quae praeteriunt ut fieret: ipsam metior, cum tempora metior.” Parafraseando: “En ti, mi espíritu, mido los tiempos; te mido a ti, al medir el tiempo. No te me atravieses con la pregunta: ¿cómo es eso? No me desvíes a mirar lejos de ti por una falsa pregunta. No te salgas tú mismo al camino con la confusión de qué pueda concernirte a ti mismo. En ti, vuelvo a decir una y otra vez, mido el tiempo; las cosas pasajeras que salen al encuentro te traen a un hallarte-dispuesto (Befindlichketi) que permanece, mientras aquellas desaparecen. La disposición la mido en la existencia presente, no las cosas que pasan. Mi propio encontrarme-a-mí-mismo, repito, lo mido cuando mido el tiempo.” Heideggeriana: EL CONCEPTO DEL TIEMPO (1924)
Allí alzado, el templo reposa sobre su base rocosa. Al reposar sobre la roca, la obra extrae de ella la oscuridad encerrada en su soporte informe y no forzado a nada. Allí alzado, el edificio aguanta firmemente la tormenta que se desencadena sobre su techo y así es como hace destacar su violencia. El brillo y la luminosidad de la piedra, aparentemente una gracia del SOL, son los que hacen que se torne patente la luz del día, la amplitud del cielo, la oscuridad de la noche. Su seguro alzarse es el que hace visible el invisible espacio del aire. Lo inamovible de la obra contrasta con las olas marinas y es la serenidad de aquélla la que pone en evidencia la furia de éstas. El árbol y la hierba, el águila y el toro, la serpiente y el grillo sólo adquieren de este modo su figura más destacada y aparecen como aquello que son. Esta aparición y surgimiento mismos y en su totalidad, es lo que los griegos llamaron muy tempranamente physis. La fisis ilumina al mismo tiempo aquello sobre y en lo que el ser humano funda su morada. Nosotros lo llamamos tierra. De lo que dice esta palabra hay que eliminar tanto la representación de una masa material sedimentada en capas como la puramente astronómica, que la ve como un planeta. La tierra es aquello en donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge. Heideggeriana: ObraArte
Pero el hombre que, estando en medio del ente, se comporta respecto del ente que es, en cuanto tal, voluntad de poder y, en su totalidad, eterno retorno de lo mismo, se llama superhombre. Su realización implica que el ente aparezca en el carácter de devenir de la voluntad de poder desde la más resplandeciente claridad del pensamiento del eterno retorno de lo mismo. “Una vez que hube creado el superhombre, coloqué a su alrededor el gran velo del devenir e hice que el SOL estuviera sobre él en el mediodía” (XII, 362). Puesto que la voluntad de poder, en cuanto principio de la transvaloración, hace aparecer a la historia con el rasgo fundamental del nihilismo clásico, también la humanidad de esta historia tiene que confirmarse en ella ante sí misma. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Esta posibilidad no es ni la no contradicción de la lógica ni lo realizable de la praxis, sino el centellear de lo que aún no ha sido osado y que por lo tanto no está aún allí delante. Lo puesto en la apertura que transfigura tiene el carácter de apariencia [Schein]. A esta palabra se le debe mantener su esencial ambigüedad: apariencia en el sentido de lucir y brillar (el SOL brilla) y apariencia en el modo del mero parecer así (el arbusto que en el camino nocturno parece ser un hombre pero es sólo un arbusto). Aquélla es la apariencia como comparecer [Aufschein], ésta la apariencia como parecer [Anschein] — Pero puesto que incluso la apariencia en el sentido de comparecer hace que la totalidad del ente en su devenir se fije y vuelva consistente en determinadas posibilidades, resulta al mismo tiempo una apariencia que no es adecuada a lo que deviene. Así, la esencia del arte, en cuanto voluntad de apariencia como comparecer, muestra también su conexión con la esencia de la verdad, en la medida en que ésta es comprendida como el error necesario para asegurar la existencia consistente, es decir como mera apariencia. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
“Concepto” — lo representado en cuanto tal al pensar, es decir al representar, es decir al remitir a sí, lo representado en el “yo pienso”. Por lo tanto, ante todo y en general, tenemos que distinguir: 1) la reflexión implícita que ya esencia en la re-praesentatio; 2) la reflexión explícita, llevada a cabo propiamente. La reflexión llevada a cabo propiamente: a) Como descomposición lógica (analítica), como comparación lógica (sin referencia al objeto en cuanto tal): la hoja es verde. b) La comparación objetiva como conexión (nexus) de las representaciones entre sí en referencia al objeto: el SOL calienta la piedra. c) La condición trascendental de la posibilidad de b). Si ha de juzgarse a priori sobre objetos, es decir, kantianamente: si ha de establecerse algo acerca de su objetividad, entonces el objeto es repuesto y remitido expresamente a la facultad de representar. El objeto está, en cuanto tal, en la unidad de intuición y concepto. Su unificación es la condición del poner y de la constancia del enfrente. Heideggeriana: HistoriaSer
A través de las modificaciones esenciales de la metafísica moderna aparece lo mismo, que es expresado por Platón al comienzo de la metafísica: que el ojo tiene que ser helioeidos. El SOL es la imagen para la “idea del bien”, es decir, para lo incondicionado. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Pero lo que para Aristóteles es la empeiria, la anoticiada intención previa del estado de cosas — “Si…así…, (Si… entonces…) —, no es aún para Kant ninguna “experiencia” sino una “percepción”. Como ejemplo de tales conocimientos Kant pone en los “Prolegomena” la noticia de que cada vez que el SOL brilla la piedra se calienta. Hay una “experiencia” en sentido kantiano recién cuando esta noticia se ha modificado esencialmente en el conocimiento: porque el SOL brilla, entonces la piedra se calienta. La proposición “El SOL calienta la piedra” da por encima de la percepción la noticia moderna de un estado de cosas perceptible sensiblemente, pero a la vez objetivo, válido para todos, a saber de una referencia causa-efecto. Kant dice: “Experiencia es un conocimiento empírico, es decir, un conocimiento que a través de percepciones determina a un objeto. Es por lo tanto una síntesis de percepciones, que en sí misma no está contenida en la percepción, sino que contiene la unidad sintética de lo diverso de las mismas en una conciencia, la cual (unidad) constituye lo esencial de un conocimiento de los objetos de los sentidos, es decir, de la experiencia (no meramente de la intuición o afección de los sentidos)” (Crítica de la Razón Práctica, B 218 y sigs. ). Lo que Kant concibe como “experiencia” está realizado como ciencia matemática de la naturaleza en el sentido de Newton. Heideggeriana: HegelFenomenologia
“Represéntate ahora lo siguiente: Unos hombres se encuentran bajo tierra en un recinto cavernario. A lo largo de éste, y hacia la luz diurna, se extiende el acceso, al que confluye toda la caverna. En esta morada, atados por las muslos y la nuca, desde la infancia tienen los hombres su residencia. También permanecen por ello en el mismo sitio, pudiendo sólo mirar a lo que tienen enfrente de ellos. Mover la cabeza en torno no les es posible, puesto que están encadenados. Sin embargo, les ha sido otorgado un resplandor de luz, de un fuego que arde a sus espaldas, en la parte superior y a la distancia. Entre el fuego y los prisioneros (por lo tanto, a sus espaldas) discurre un camino, a lo largo del cual — imagínatelo así — hay un muro más bajo, construido al modo de esas vallas que los volatineros levantan frente al público, para mostrar por encima de ellos los prodigios. “Lo imagino, dijo Glaucón. “Según eso, figúrate ahora hombres que transportan toda clase de objetos a lo largo de ese pequeño muro, los que sobresalen un poco sobre éste; estatuas. imágenes de piedra y de madera, como también variedad de cosas hechas por el hombre. Como es de esperarse, de entre los cargadores que pasan unos van entretenidos entre sí, otros en silencio. “Insólita imagen propones, dijo, e insólitos prisioneros. Sin embargo son en todo iguales a nosotros los hombres, contesté yo. Pues, ¿qué crees tú? Tal especie de hombres, desde un principio, jamás han obtenido otra visión, sea de sí mismos, sea de los demás, que las sombras que sobre el muro de la caverna que tienen en frente arroja (constantemente) el resplandor del fuego. “Cómo puede ser de otro modo, dijo, si están compelidos a mantener inmóvil la cabeza todo el curso de sus vidas? “¿Qué ven, pues, ellos de las cosas que (a sus espaldas) son transportadas? ¿No es eso precisamente lo que ellos ven (es decir, las sombras)? “En efecto. “Ahora, si estuviesen en condiciones de comunicar y discutir detalladamente entre sí lo visto, ¿no crees que a lo que ellos ven allí tomarían por el ente? “Se verían obligados a ello. “¿Pero qué pasaría si esta prisión también tuviese un eco venido del muro que ellos tienen frontero (hacia el que miran exclusiva y constantemente) ? Tan pronto como uno de los que transitan a espaldas de los prisioneros (transportando cosas) se hiciese oír, ¿crees tú por cierto que ellos tomarían a lo que habla por algo distinto de esas sombras que pasan ante ellos? “Por nada distinto, ¡por Zeus!, dijo. “Absolutamente, contesté yo, los prisioneros tomarían entonces por lo desoculto no otra cosa que las sombras de los objetos. “Seria completamente necesario dijo. “Según eso, contesté yo, sigue ahora con tu mirada el proceso de cómo los cautivos llegan a ser liberados de las ligaduras y, en consecuencia, curados de la falta de discernimiento; y considera, además. de qué especie tendría que ser esta falta de discernimiento, si a los prisioneros les sucediese lo siguiente: tan pronto se desligase a uno y se le forzase, de súbito, a pararse, a volver la cabeza, a caminar y a mirar hacia la luz, (entonces) él haría (siempre) todo esto entre sufrimientos. y tampoco estaría en condiciones de mirar, a través de la constante reverberación, hacia aquellas cosas cuyas sombras anteriormente vio. (Si todo esto sucede con él), qué crees tú que diría él al que le revelase que (sólo) futilidades había visto antes, pero que ahora estaba un poco más cerca del ente y, en consecuencia, vuelto hacia el mayor ente, al que por lo tanto, miraba más rectamente? Y si (entonces) alguien todavía le mostrase cada una de las cosas que van pasando y le forzase, sobre demanda, a contestar qué cosa sea ello, ¿no crees tú que se hallaría sin saber absolutamente nada y, por añadidura, reputaría lo visto anteriormente (con sus propios ojos) por más desoculto que lo que ahora (por intermedio de otro) le es mostrado? “Indudablemente, dijo. “Y si alguien todavía le precisase a mirar hacia el resplandor del fuego, ¿no le dolerían los ojos, y no querría apartarse de allí y huir (de vuelta) hacia lo que está en sus posibilidades ver, decidiendo, por lo tanto, que esto (que sin más es visible para él) es, en efecto, más claro que lo que ahora le es mostrado? “Así es, dijo. “Pero si ahora, contesté yo, alguien (a este libre de ligaduras) con violencia lo arrancase de allí arrastrándolo por la escarpada y difícil abertura de la caverna y no le soltase hasta no haberlo traído a la luz del SOL, ¿sentiría quien así es arrastrado dolor e indignación? ¿No sentiría los ojos, llegado a la luz solar, llenos de resplandor, y no sería incapaz de ver siquiera algo de lo que ahora le es revelado como lo desoculto? “En modo alguno estaría en condiciones para ello, dijo; por lo menos no de pronto. “Evidentemente fuera menester, creo yo, un acostumbramiento, caso de que se tratase de aprehender en el ojo lo que está allí en lo alto (fuera de la caverna en la luz del SOL). Y (en tal habituarse) podría, ante todo, muy fácilmente mirar hacia las sombras y después hacia la imagen de los hombres y de las demás cosas reflejadas en el agua, y luego captaría por la visión a éstas mismas (o sea, el ente en lugar de los evanescentes reflejos). Desde el ámbito de estas cosas podría contemplar lo que hay en la bóveda del cielo, y a éste mismo, y desde luego más fácilmente durante la noche, mientras mira hacia la luz de las estrellas y de la luna, (más fácilmente, claro está) que durante el día al SOL y su brillo. “Sin duda alguna. “Pero al fin, creo yo, llegaría a estar en condiciones de mirar al SOL mismo, no ya sólo a su reflejo en el agua o en donde surgiere, sino al SOL mismo, tal cual él es por sí mismo en su propio lugar, y observarlo en su naturaleza. “Necesariamente así sucedería, dijo. “Y una vez que ha dejado detrás de sí todo esto, ya puede acerca de aquél (el SOL) concluir que es él, precisamente el que produce tanto las estaciones del año como los años y el que dispone todo lo que hay en el circuito (ahora) contemplado (de la luz solar); sí que también él (el SOL) es hasta la causa de aquel todo que ellos (los que permanecen allí abajo en la caverna) tienen, en cierta manera, ante sí. “Evidentemente, dijo, llegaría a eso (o sea al SOL y a lo que está en su luz), una vez que hubiera salido de aquello (que sólo es reflejo y sombra). “¿Y qué, pues, pasa ahora? Si se acordase nuevamente de la primera morada y del “saber” que allí es regla y de los entonces encadenados con él, ¿no crees que a sí mismo se tendría por dichoso por el cambio (acontecido), compadeciendo a aquellos, por el contrario? “¡Sí, por cierto! “Pero si ahora (entre los hombres) del anterior lugar de residencia (esto es, en la caverna) se instituyen ciertos honores y premios para quien aprehendiese más nítidamente con la mirada lo transitorio (lo que sucede todos los días) y, además, conservase en la memoria, lo más de lo que habitualmente es transportado primero, luego después y, por último al mismo tiempo, y que (entonces) pudiese decir de antemano lo que fuese a ocurrir en el inmediato futuro, crees que el (salido de la caverna) desearía (todavía) estar entre aquellos (que están en la caverna) para (allí) rivalizar con quienes gozan de poder y consideración, o acaso no querrá adoptar para sí aquello que dice Homero: “servir, asalariado, a un extranjero labrador sin dote”, y no querrá, en general, soportarlo todo, antes que circunvagar entre aquellas opiniones (válidas para la caverna) y ser un hombre según aquella manera? “Yo creo, dijo, que dejaría le sobreviniese todo, antes que ser un hombre según aquella manera (propia de la caverna). “Y ahora, por consiguiente, considera esto, contesté yo: Si el que por tal modo a salido de la caverna, descendiese nuevamente a ella y se sentase en el mismo sitio, no se le llenarían los ojos de tinieblas. en el lugar mismo donde él se sustrajese repentinamente al SOL? “Sí, absolutamente, dijo. “Si de nuevo, entonces, se entregase, con los allí constantemente encadenados. a proponer y afirmar opiniones sobre las sombra. con los ojos todavía debilitados, y antes de haberlos aclimatado de nuevo, la cual habituación no demandaría poco tiempo, ¿no sería al punto entregado al ridículo allí abajo, y no se le daría a entender que había ido allá arriba sólo para volver (a la caverna) con los ojos estragados, de modo que no era de utilidad alguna emprender el camino ascendente? Y a quien pusiese manos a libralos de las ligaduras y conducirlos allá arriba, si ellos pudiesen disponer de él y matarlo, ¿no lo matarían realmente? “Seguramente que sí, dijo.” Heideggeriana: PlatoVerdade
La morada cavernaria es la imagen para ten. . . di opseos phainomenen edran “el distrito de residencia que (cotidianamente) se muestra a la mirada”. El fuego que brilla en la caverna por sobre los que la habitan es la “imagen” para el SOL. La bóveda cavernaria representa a la bóveda del cielo. Bajo esta bóveda, consignados a la tierra y a ella sujetos, viven los hombres. Lo que en ella les circunda y concierne es, para ellos, “lo real”, es decir, el ente. En esta morada cavernaria ellos se sienten “¿en el mundo” y “en su casa”, y encuentran en ella lo seguro. Heideggeriana: PlatoVerdade
Ahora bien, cuando el hombre pensado en la “alegoría” mira de pronto, en el interior de la caverna. hacia el fuego detrás de él, y cuyo resplandor produce las sombras que proyectan las cosas transportadas aquí y allí, él siente entonces esta insólita reversión de la mirada inmediatamente como una perturbación del comportamiento habitual y del pensar consuetudinario, rechazando hasta la mera pretensión de que una actitud tan extraña deba llegar a aceptarse dentro de la caverna, puesto que en ésta se está en unívoca y plena posesión de lo real. El hombre cavernario, ávido de su “inspección”, no puede ni siquiera sospechar la posibilidad de que lo que para él es real pueda ser solamente lo semejante a sombra. El no ha de saber tampoco de las sombras, si incluso no quiere conocer nada del fuego cavernario ni de su luz, cuando este fuego es tan sólo uno “artificial” y tiene, en consecuencia, que ser familiar al hombre. Por el contrario, la luz solar de fuera de la caverna no es producida por los hombres. En su claridad muéstranse inmediatamente, naturales y presentes, las cosas mismas, sin que su presentación haya menester de un bosquejo. Estas cosas que se muestran por sí mismas son, en la “alegoría”, la “imagen” para las “ideas”, quedando el SOL como la “imagen” para aquello que hace visible a todas las ideas, o sea como la “imagen” para la idea de todas las ideas. Llamase ésta, según Platón, hee tou agathoú idéa, lo que “literalmente” se traduce, con harto equívoco, por lo demás, por la expresión “la idea del bien”. Heideggeriana: PlatoVerdade
Las correspondencias alegóricas, ahora sólo enumeradas, entre las sombras y lo real, empírico y cotidiano, entre el resplandor del fuego cavernario y la claridad en la que está lo “real” habitual y más próximo, entre las cosas exteriores a la caverna y las ideas, entre el SOL y la idea suprema, no agotan el contenido de la “alegoría”. Sí, lo peculiar aun no ha sido aprehendido del todo, pues la “alegoría” narra procesos e informa no sólo sobre las moradas y situación del hombre dentro y fuera de la caverna, ya que estos procesos narrados son tránsitos de la caverna a la luz diurna y nuevamente de vuelta de ésta a la caverna. Heideggeriana: PlatoVerdade
Esta es alcanzada recién en el tercer escalón. Aquí el liberado de las ligaduras al mismo tiempo se ha desplazado a lo exterior de la caverna, “al aire libre”. Todo aquí yace abiertamente a la luz del día. El aspecto de lo que son las cosas no aparece ya más al resplandor artificial y confuso del fuego dentro de la caverna. Las cosas mismas está ahí en la precisión y forzosidad de su propio aspecto. El aire libre al que ahora el liberado ha sido desplazado no hace mención a lo ilimitado de una mera distancia, sino a esa franja limitante de la claridad que resplandece en la luz del SOL que todos contemplan. Los aspectos de lo que las cosas mismas son, o sea las eídee (las ideas) constituyen la esencia en cuya luz todo ente particular, éste y aquél, se muestra, en cuyo mostrarse lo que aparece llega a ser recién desoculto y accesible. Heideggeriana: PlatoVerdade
La representación de la “alegoría” y la propia interpretación de Platón toman casi naturalmente a la caverna subterránea y a su exterior como el dominio en cuyo ámbito se desarrollan los procesos relatados. Igualmente esenciales son los tránsitos narrados y el ascenso desde el dominio del resplandor del fuego artificial a la claridad de la luz solar, como así también el retroceso desde la fuente de toda luz a la oscuridad de la caverna. En la “alegoría de la caverna” la fuerza ilustrativa no emana de la imagen de la clausura de la bóveda subterránea y de lo preso en lo que está cerrado, como tampoco de la vista de lo abierto en lo exterior de la caverna. La fuerza figurativa de la interpretación de la “alegoría” concéntrase, para Platón, más bien en el rol del fuego, del resplandor del fuego y de las sombras, de la claridad diurna, de la luz solar y del SOL. Todo yace en el resplandecer de lo que aparece y en el hacer posible su visibilidad. La desocultación es mencionada por cierto en sus distintos escalones, aunque sólo lo es para saber de qué modo ella hace accesible en su aspecto (eídos) a lo que aparece y visible a este mostrarse (idéa). La reflexión propiamente dicha se dirige al aparecer del aspecto que se ofrece en la claridad del resplandor. Este aspecto suministra la perspectiva sobre el cómo se esencializa cada ente. La reflexión propiamente dicha pasa a la idéa. La “idea” es el aspecto que proporciona vista en lo que se esencializa. La idéa es el puro resplandecer en el sentido de la expresión “el SOL resplandece”. La “idea” no consiente que ninguna otra cosa (detrás de sí) “aparezca’’; ella misma es lo que resplandece, y lo que resplandece reside únicamente en el resplandecer de sí mismo. La idéa es, pues, lo resplandeciente. Su esencia consiste en la luminosidad y en la visualidad, merced a las cuales tiene lugar la esencialización, o sea la esencialización de lo que cada ente es. En el qué es del ente es donde éste se esencializa. Pero la esencialización es en general la esencia del ser, por lo cual, para Platón, el ser tiene su esencia propiamente dicha en el qué es. Ya no una posterior denominación revela que quidditas es el verdadero esse, la essentia, y no la existentia. Lo que la idea trae a la visión y de ese modo deja ver es, para el mirar dirigido a ella, lo desoculto de aquello que aparece como idea. De este modo, lo desoculto viene a ser concebido de antemano y exclusivamente, como lo apercibido en la apercepción de la idéa, como lo conocido (gignooskómenon) en el conocer (gignóoskein). El noein y el nous (la apercepción) mantienen para Platón, en este giro, la referencia esencial a la “idea”. La disposición en este dirigirse a las ideas determina la esencia de la apercepción y, en consecuencia, pues, la esencia de la “razón”. Heideggeriana: PlatoVerdade
La “desocultación” mienta ahora lo desoculto, considerado siempre como lo accesible mediante la luminosidad de la idea. Pero en tanto el acceso es logrado necesariamente por medio de un “ver”, la desocultación, puesta en “relación” con el ver. es “relativa” a éste. De ahí que la pregunta desarrollada al final del VI libro de la “República”, sea: Por qué lo visto y el ver son lo que son en su relación? ¿En qué consiste esa tensión como de arco que existe entre ambos? ¿Qué yugo (zygón 508 a. I) los mantiene unidos? La respuesta, cuya ilustración procura la “alegoría de la caverna”, se ofrece en la siguiente imagen: El SOL, como fuente de la luz, proporciona visibilidad a lo que es visto. Pero el ver sólo ve lo visible, en la medida que el ojo es heelioeidés, es decir “semejante al SOL”, o sea mientras tenga una facultad de plena correspondencia con el modo esencial del SOL, es decir, con su resplandecer. El ojo mismo “ilumina” y se entrega al resplandecer, pudiendo de este modo acoger y apercibir lo que aparece. Efectivamente pensada, esta imagen significa una correspondencia que Platón (VI, 508 e) expresa de esta forma: “Esto, pues, es lo que la desocultación proporciona a lo conocido, pero otorgando también al cognocente la facultad (de conocer), eso mismo, digo, es la idea del bien” (touto toínyn, to téen aletheian paréjon tois gignooskoménois kai too gignóoskonti téen dynamin apodidón téen tou agathoú idéan pháthi eínai). Heideggeriana: PlatoVerdade
La “alegoría” menciona al SOL como la imagen para la idea del bien. ¿En qué consiste la esencia de esta idea? Como idéa, el bien es algo que resplandece; como tal, es lo que otorga vista; como esto último mismo, es algo avistable y, en consecuencia, conocible: en too gnoostoó teleutaía hee tou agathou idéan kaí mógis horásdai (517 b, 8), “En el dominio de lo conocible la idea del bien es la visualidad que completa todo resplandecer y, por lo tanto y en última instancia, la visualidad propiamente dicha ya avistada, de modo que, apenas (y sólo con gran esfuerzo) puede ella ser vista propiamente”. Heideggeriana: PlatoVerdade
La expresión “la idea del bien”, que tanto induce en error al pensar moderno, es la denominación para aquella excelente idea que, como idea de las ideas, es lo que siempre hace apto para todo. Esta idea, que sólo puede llamarse “el bien”, es la idéa teleutaía, ya que sólo en ella se consuma la esencia de la idea, es decir, comienza a esencializarse, de modo que sólo de ella surge también la posibilidad de todas las otras ideas. El bien puede ser denominado “la idea suprema” en un doble sentido: ella es la más encumbrada en el rango del hacer posible, y la mirada que hacia ella asciende es la más escarpada y, en consecuencia, la más penosa. A pesar del esfuerzo de su aprehensión peculiar esta idea, que conforme a la esencia de la idea en su significado griego tiene que ser llamada “el bien”, está en cierto modo, sin embargo, constantemente y por doquier en la mirada, allí donde en general un ente se muestra. Todavía allí, donde sólo son contempladas las sombras aun ocultas en su esencia, tiene que irradiar el resplandor de un fuego, aunque este resplandor no sea propiamente aprehendido y experimentado como dádiva del fuego, y aunque aquí, ante todo, no se llegue a reconocer que ese fuego es solamente un vástago (ékgonon Vl, 507 a, 3) del SOL. En lo interior de la caverna el SOL es invisible y, con todo, todavía las sombras se nutren de su luz. Pero el fuego de la caverna que hace posible la apercepción de las sombras. la que en su esencia peculiar no se conoce a sí misma, es la imagen para el fundamento desconocido de toda experiencia del ente, experiencia que, si bien hace mención del ente, no lo conoce empero como tal. El SOL, no obstante, dispensa mediante su resplandecer no sólo la claridad y por consiguiente la visualidad o sea la “desocultación” a todo lo que aparece, sino que, al mismo tiempo, su resplandecer irradia el calor y por medio de su incandescencia hace posible a todo “lo que nace” emerger en lo visual de su consistencia (509 b). Heideggeriana: PlatoVerdade
Pero si el SOL mismo llega a ser propiamente visto (ophtheísa dé), o dicho sin imagen alguna, si llega a contemplarse la idea suprema, sytlogistéa eínai oos ára pási pántoon haútee orthóon te kai kalóon aitía (517 c), “entonces unitariamente puede deducirse (de la idea suprema), que ella es manifiestamente para todos los hombres la causa tanto de todo lo justo (en su comportarse), como de todo lo bello, es decir, de aquello que en su comportamiento se muestra de tal manera, que trae a lo que aparece el resplandecer de su aspecto. Para todas las “cosas” y su cosidad, la idea suprema es el origen, es decir, la cosa-primaria (Ur-sache). “El bien” suministra lo que aparece del aspecto, en lo cual tiene su consistencia lo que se presenta en lo que es. Mediante ese suministrar el ente es conservado y “salvado” en el ser. Heideggeriana: PlatoVerdade
Escuchemos en primer lugar cuáles son las palabras exactas del texto completo, el número 125, de la obra “ La gaya ciencia”. El texto se titula “ El loco” y reza así: El loco.-¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? — así gritaban y reían todos alborotadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Que a dónde se ha ido Dios? — exclamó —, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su SOL? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene siempre noche y más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! !Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ellos? Nunca hubo un acto más grande y quien nazca después de nosotros formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora.” Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó. “Vengo demasiado pronto — dijo entonces —, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas y, sin embargo, son ellos los que lo han cometido.” Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternam deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: “ ¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”. Heideggeriana: NietzscheDeus
Ambas frases gráficamente destacadas nos ofrecen la interpretación de la sentencia “Dios ha muerto”. Dicha frase no tiene el significado de una negación llena de odio mezquino del tipo: no hay ningún Dios. En realidad, el significado de la frase es mucho peor: han matado a Dios. Sólo así es como aparece el pensamiento decisivo. Pero la comprensión se hace al mismo tiempo más difícil. En efecto, sería más fácil entender la frase “Dios ha muerto” en el sentido de que el propio Dios se ha alejado por propia voluntad de su presencia viva. Pero que Dios haya sido matado por otros, y a mayores, por los hombres, es algo impensable. El propio Nietzsche se asombra de semejante pensamiento y es sólo por eso por lo que inmediatamente después de la frase “Lo hemos matado, vosotros y yo. !Todos somos sus asesinos!”, le hace preguntar al loco: “¿Pero cómo hemos podido hacerlo?”. Nietzsche explica la pregunta repitiendo lo mismo que acaba de preguntar a través de tres perífrasis en forma de imágenes: “¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su SOL?”. Heideggeriana: NietzscheDeus
A la última pregunta podemos responder: la historia europea de los últimos tres siglos y medio nos dice qué hicieron los hombres cuando desencadenaron a la tierra de su SOL. Pero ¿qué ha ocurrido en el fondo de esta historia con lo ente? Cuando se refiere a la relación entre el SOL y la tierra, Nietzsche no sólo piensa en el giro copernicano, según la moderna comprensión de la naturaleza. El nombre SOL nos recuerda de inmediato el símil de Platón. Según este, el SOL y el ámbito que abarca su luz, son el terreno en el que aparece lo ente según su aspecto, según sus caras (ideas). El SOL conforma y delimita el horizonte en el que se muestra el ente como tal. El “horizonte” significa el mundo suprasensible en cuanto verdaderamente ente. Éste es, al mismo tiempo, la totalidad que todo lo abarca y engloba igual que el mar. La tierra, como lugar de residencia de los hombres está desencadenada de su SOL. El ámbito de lo suprasensible que es en sí, ya no se encuentra sobre los hombres a modo de luz normativa. Todo el horizonte ha sido borrado. La totalidad de lo ente como tal, el mar, ha sido bebido por los hombres. En efecto, el hombre se ha subvertido en el Yo del ego cogito. Por esta subversión, todo ente se convierte en objeto. Lo ente, en cuanto objetivo, es absorbido dentro de la inmanencia de la subjetividad. El horizonte ya no luce a partir de sí mismo. Ya no es más que el punto de vista dispuesto en las instauraciones de valor de la voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus
Siguiendo el hilo conductor de las tres imágenes (SOL, horizonte y mar), que para el pensar presumiblemente son algo más que imágenes, se pueden aclarar las tres preguntas acerca de qué se quiere decir con el suceso de la muerte de Dios. Matar significa la eliminación por parte del hombre del mundo suprasensible que es en sí. Este matar alude al proceso en el que lo ente como tal no es exactamente aniquilado, pero sí se vuelve otro en su ser. En este proceso, también y sobre todo, el hombre se vuelve otro. Se vuelve aquel que aparta lo ente entendido como lo ente en sí. La subversión del hombre a la subjetividad, convierte a lo ente en objeto. Pero lo objetivo es aquello que ha sido detenido por la representación. Apartarse de lo ente en sí, esto es, la muerte de Dios, se consuma en ese aseguramiento de las existencias por medio del cual el hombre se asegura dichas existencias materiales, corporales, psíquicas y espirituales, pero sólo por mor de su propia seguridad, que quiere el dominio sobre lo ente en cuanto posible elemento objetivo con el fin de corresponder al ser de lo ente, a la voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus
En el agua del obsequio demora el manantial. En el manantial demora el roquedo: en él, el oscuro sopor de la tierra que recibe las lluvias y el rocío del cielo. En el agua del manantial demoran las nupcias de cielo y tierra. Demoran en el vino que da el fruto de la cepa, un fruto en el que el elemento nutricio de la tierra y el SOL del cielo están confiados el uno al otro. En el obsequio del agua, en el obsequio del vino demoran siempre cielo y tierra. Pero el obsequio de lo vertido es el carácter de jarra de la jarra. En la esencia de la jarra demoran tierra y cielo. Heideggeriana: Coisa1949
El cielo es la marcha del SOL, el curso de la luna, el fulgor de los astros, las estaciones del año, la luz y el crepúsculo del día, la oscuridad y la claridad de la noche, la bondad y la inclemencia del tiempo, el paso de las nubes y la profundidad azul del éter. Heideggeriana: Coisa1949
Según estas proposiciones, Zaratustra, el portavoz, es un “maestro”. A ojos vista, enseña dos cosas: el eterno retorno de lo Igual y el ultrahombre. Sólo que, de buenas a primeras, no se ve si, y de qué modo, estas dos cosas que enseña se pertenecen mutuamente. Pero aun en el caso de que se aclarara esta conexión, seguiría siendo cuestionable si estamos oyendo al portavoz, si estamos aprendiendo de este maestro. Sin este oír y aprender no sabremos nunca bien quién es Zaratustra. Así que no basta con que nos limitemos a poner unas junto a otras proposiciones de las cuales sale lo que el portavoz y el maestro dice de sí mismo. Tenemos que prestar atención a cómo lo dice y además en qué ocasión y con qué intención. Las palabras decisivas: “Tú eres el maestro del eterno retorno”, no las dice Zaratustra desde sí mismo a sí mismo. Se las dicen sus animales. Se las nombra al principio mismo del prólogo de la obra y, de un modo más claro, al final (n. 10). Aquí se dice: “… cuando el SOL estuvo en el mediodía, miró (Zaratustra) interrogativamente a lo alto; porque, por encima de él, oía la llamada clara y nítida de un pájaro. Y he aquí que un águila describía amplios círculos en el aire, y de ella colgaba una serpiente, no como una presa sino como una amiga: pues el águila la tenía enroscada en tomo a su cuello”. En este misterioso abrazo presentimos ya de qué forma, sin que se diga de un modo explícito, en los círculos que describe el águila y en el enroscamiento de la serpiente se enroscan círculo y anillo. Así resplandece el anillo, que se llama anulus aeternitatis: anillo sigilar y año de la eternidad. En el aspecto de los dos animales se muestra adónde ellos mismos pertenecen con su girar y su enroscarse. Porque no son ellos nunca los que empiezan haciendo círculo y anillo, sino que se ensamblan en él para, de este modo, tener su esencia. En el aspecto de los dos animales aparece Aquello que le concierne al Zaratustra que levanta su mirada interrogativa hacia lo alto. De ahí que el texto continúe: “Son mis animales”, dijo Zaratustra, y se alegró de todo corazón. — El más orgulloso de los animales que hay bajo el SOL y el más inteligente de los animales que hay bajo el SOL — los dos han salido de exploración. — Quieren averiguar si Zaratustra aún vive. ¿En verdad, aún vivo?” Heideggeriana: NietzscheZaratustra
El verdadero “Amigo de la Casa” de la tierra es la luna. ¿Quién osaría expresar sucintamente y, por esta misma razón, con palabras inevitablemente desprovistas de fineza, lo que aquí aparece como la característica del Amigo de la Casa? Hebel, el terrestre .Amigo dé., la Casa, aporta con su decir, lo mismo que la luna con su brillo, una dulce luz. La luna alumbra nuestras noches. Pero la luz que aporta, no la alumbra por sí misma. No es más que el reflejo de aquélla que ha recibido previamente de su SOL, cuyo esplendor ilumina al mismo tiempo la tierra. Heideggeriana: HebelAmigo
El reflejo del SOL, que la luna suaviza y remite a la tierra, constituye, en su calidad de reflejó, la imagen del decir poético confiado al Amigo de la Casa. Así iluminado, éste repite entonces lo que le ha sido confiado a quienes habitan la tierra con él. En todo cuanto dice, el Amigo de la Casa salvaguarda lo esencial a que se remiten los hombres en cuanto habitantes (de la tierra) , pero sobre el que se adormecen, sin embargo, muy fácilmente. Heideggeriana: HebelAmigo
¿Qué tipo de diálogo tiene en miras el amigo de esta casa que es el mundo? ¿Sobre qué quisiera el Amigo de la Casa comenzar a conversar? Respuesta: de las reflexiones con las que él mismo comienza su decir en la “Schatzkaestlein”. Son las “Consideraciones generales sobre la estructura del mundo”, cuya introducción concluye Hebel con esta frase: “El Amigo de la Casa quiere ahora hacer una prédica, tomando por tema primero la tierra y el SOL, y enseguida la luna y las estrellas”. Heideggeriana: HebelAmigo
La primera página del “Shatzkaestlein” comienza con las frases siguientes: “Esté sentado en su casa, en medio de los suyos y rodeado de sus montañas y árboles familiares, o se encuentre sentado en una taberna frente a un jarro de cerveza, el amigo lector se siente a sus anchas y no va a buscar más lejos. Pero ignora de dónde viene el SOL cuando éste se levanta, a la aurora, en su apacible magnificencia. Ignora también de dónde se retira este astro, cuando el crepúsculo lo ve desaparecer en el horizonte, ignora dónde se oculta su luz durante la noche y por qué misterioso camino vuelve a encontrar las montañas de su salida. Cuando la luna se pasea en la noche, unas veces pálida y delgada, otras redonda y plena, el lector ignora también a qué se debe esto y si levanta los ojos hacia un cielo constelado de estrellas cada una más bella, más radiante y más esplendorosa que la otra, se imagina que todas están allí para él, sin saber sin embargo exactamente lo que ellas quieren. Mi buen amigo, no es loable ver así cada día la misma cosa y no cuidarse jamás de lo que ella significa”. Heideggeriana: HebelAmigo
Lo natural de la naturaleza es levantarse — y — ocultarse del SOL, de la luna, de las estrellas que concierne directamente a los hombres en su calidad de habitantes en lo que les sugiere lo misterioso del mundo. Si el SOL, en la explicación científica de la estructura del mundo, está pensado de acuerdo con la forma copernicana, esto no le impide, dentro de la naturaleza natural, continuar siendo — según dos poemas de Hebel — “esta extraña mujer de la que todo ser desea recibir luz y calor”, “de quien cada uno solicita los favores’”y que “sin embargo .(permanece) tan buena y amistosa” (Das Habermus 1, 104 ss., Der Sommerabend 1, 78 ss.). Heideggeriana: HebelAmigo
Hebel transforma aquí el SOL en campesina, pues en la simplicidad de una mujer del campo y de todo ser humano, ¿acaso no nos parece como si el SOL y las estrellas de la naturaleza natural nos iluminaran con su calmado esplendor? Es cierto que Goethe escribía en su comentario sobre los “Poemas Alemánicos” de Hebel: “El autor transforma los objetos de la naturaleza en campesinos y hace campesino todo el universo, de la manera más ingenua y encantadora; el paisaje en que siempre evocamos al campesino parece constituir en esta forma uno solo con aquel, en nuestra imaginación exaltada y febricitante”. Heideggeriana: HebelAmigo
Para oír de nuevo la voz de la experiencia poética con la palabra de Stefan George, aunque en clave distinta, leeré, para terminar, un poema de dos estrofas de los Poemas estáticos de Gottfried Benn (pág. 36). El tono de este poema es más tenso y a la vez más vehemente, porque está más abandonado y al mismo tiempo resuelto al extremo. El poema está encabezado por una característica modificación del título, presumiblemente buscada: Una palabra: Una palabra, una frase — : Ascienden de las cifras — vida reconocida, súbito sentido, — el SOL inmóvil, guardan silencio las esferas — y hacia ella todo toma cuerpo. — Una palabra — un fulgor, un vuelo, un fuego, — una llamarada, una ráfaga estelar — , — y de nuevo oscuridad inmensa, — en el espacio vacío alrededor de mundo y yo. Heideggeriana: EssenciaLinguagem