Ciertamente, la metafísica representa a lo ente en su ser y, por ende, también piensa el ser de lo ente. Pero no piensa el ser como tal, no piensa la diferencia entre ambos (vid. Vom Wesen des Grundes, 1929, p. 8; también Kant und das Problem der Metaphysik, 1929, p. 225, y Sein und Zeit, p. 230). La metafísica no pregunta por la verdad del ser mismo. Por tanto, tampoco pregunta nunca de qué modo la esencia del hombre pertenece a la verdad del ser. Pero no se trata sólo de que la metafísica no haya planteado nunca hasta ahora esa pregunta, sino de que dicha pregunta es inaccesible para la metafísica en cuanto metafísica. El ser todavía está aguardando el momento en que él mismo llegue a ser digno de ser pensado por el hombre. Desde la perspectiva de una determinación esencial del hombre, da igual cómo definamos la ratio del animal y la razón del ser vivo, bien sea como “facultad de los principios”, como “facultad de las categorías” o de cualquier otro modo, pues, en cualquier caso, siempre y en cada ocasión, nos encontraremos con que la esencia de la razón se funda en el hecho de que para toda aprehensión de lo ente en su ser, el ser mismo se halla ya siempre aclarado como aquello que acontece en su verdad. Del mismo modo, con el término “animal”, zoon, ya se plantea una interpretación de la “vida” que necesariamente reposa sobre una interpretación de lo ente como zoe y physis dentro de la que aparece lo vivo. Pero, aparte de esto, lo que finalmente nos queda por preguntar por encima de todo es si acaso la esencia del hombre reside de una manera inicial que decide todo por anticipado en la dimensión de la animalitas. ¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre otros, diferente de las plantas, los animales y dios? Sin duda, se puede proceder así, se puede disponer de ese modo al hombre dentro de lo ente entendiéndolo como un ente en medio de los otros. De esta suerte, siempre se podrán afirmar cosas correctas sobre el ser humano. Pero también debe quedarnos muy claro que, procediendo así, el hombre queda definitivamente relegado al ámbito esencial de la animalitas, aun cuando no lo pongamos al mismo nivel que el animal, sino que le concedamos una diferencia específica. Porque, en principio, siempre se piensa en el homo animalis, por mucho que se ponga al animal a modo de animus sive mens y en consecuencia como sujeto, como persona, como espíritu. Esta manera de poner es, sin duda, la propia de la metafísica. Pero, con ello, la esencia del hombre recibe una consideración bien menguada, y no es pensada en su origen, un origen esencial que sigue siendo siempre el futuro esencial para la humanidad histórica. La metafísica piensa al hombre a partir de la animalitas y no lo piensa en función de su humanitas. Heideggeriana: CartaH
El desterramiento así pensado reside en el abandono del ser de lo ente. Es la señal del olvido del ser, a consecuencia del cual queda impensada la verdad del ser. El olvido del ser se anuncia indirectamente en el hecho de que lo único que el hombre considera y vuelve siempre a tratar es lo ente. Como al hacer esto el hombre no puede evitar tener una representación del ser, también el ser se explica solamente como “lo más general” de lo ente, y que por ende lo abarca por completo, o como una creación del ente infinito o como lo hecho por un sujeto finito. Simultáneamente, y desde tiempos remotos, el “ser” aparece en lugar de “lo ente”, y viceversa, los dos se mezclan y envuelven en una extraña confusión todavía impensada. Heideggeriana: CartaH
Pues bien, si de acuerdo con el significado fundamental de la palabra ethos el término ética quiere decir que con él se piensa la estancia del hombre, entonces el pensar que piensa la verdad del ser como elemento inicial del hombre en cuanto exsistente es ya en sí mismo la ética originaria. Pero este pensar tampoco es que sea ética por ser ontología. Porque la ontología piensa siempre y sólo lo ente (on) en su ser. Pero mientras no sea pensada la verdad del ser, toda ontología permanece sin su fundamento. Por eso el pensar que con Ser y tiempo trataba de pensar por adelantado en la verdad del ser fue designado ontología fundamental. Dicha ontología trata de remontarse al fundamento esencial del que procede el pensar de la verdad del ser. Planteando otro modo de preguntar, este pensar ha salido ya de la “ontología” de la metafísica (también de la de Kant). Pero “la ontología”, ya sea trascendental o precrítica, no está supeditada a la crítica por el hecho de que piense el ser de lo ente y al hacerlo constriña al ser a entrar en el concepto, sino porque no piensa la verdad del ser, y de este modo pasa por alto que existe un pensar que es más riguroso que el conceptual. Atrapado en la difícil situación de ser el primero en abrirse paso hacia la verdad del ser, el pensar que así se anticipa le aporta al lenguaje bien poco de esa dimensión completamente nueva. Además, el propio lenguaje se falsifica a sí mismo desde el momento en que todavía no consigue asir firmemente la ayuda esencial del modo de ver fenomenológico y al mismo tiempo también renuncia a la inadecuada pretensión de “ciencia” e “investigación”. Pero para hacer que se conozca y al mismo tiempo se entienda este intento del pensar dentro de la filosofía de hoy, por el momento sólo era posible hablar desde el horizonte de lo que hay actualmente y desde el uso de los términos o nombres que son más corrientes en ese marco. Heideggeriana: CartaH
La Monadología quiere explicar el ser de lo ente. Así pues, hay que sacar de algún sitio una idea ejemplar del ser. Y se saca de ese sitio en donde a quien se plantea problemas filosóficos se le manifiesta inmediatamente algo parecido al ser. Nos comportamos en relación con lo ente, non sumimos y perdemos en él y nos sentimos dominados y afectados por él. Pero no sólo nos comportamos en relación con lo ente, sino que nosotros mismos somos simultáneamente entes. Lo somos, y no de modo indiferente, sino de tal manera que precisamente lo que non importa es nuestro propio ser. Y por eso, al margen de otros motivos, el hilo conductor es siempre hasta cierto punto el propio ser de quien pregunta, como ocurre también en el proyecto de la Monadología. Ahora bien, lo que se anticipa de este modo sigue quedando ontológicamente incuestionado. Heideggeriana: CursoMarburgo
Con esto tenemos ya la respuesta a la pregunta por la nada. La nada no es ni un objeto ni en absoluto un ente. La nada no aparece por sí misma ni tampoco junto a lo ente al que prácticamente se adhiere. La nada es lo que hace posible el carácter manifiesto de lo ente como tal para el Dasein humano. La nada no es el concepto contrario a lo ente, sino que pertenece originariamente al propio ser. En el ser de lo ente acontece el desistir que es la nada. Heideggeriana: OQM
Este tosco repaso histórico muestra la nada como concepto opuesto al auténtico ente, es decir, como su negación. Pero si la nada se convierte de algún modo en problema, entonces esa relación de oposición no sólo experimenta una determinación más precisa, sino que además surge por fin el auténtico planteamiento metafísico que pregunta por el ser de lo ente. La nada no sigue siendo ya el opuesto indeterminado de lo ente, sino que se revela como perteneciente al ser de lo ente. Heideggeriana: OQM
El desencubrimiento de lo ente como tal es en sí y simultáneamente el ocultamiento de lo ente en su totalidad. En la simultaneidad de desencubrimiento y ocultamiento reina el errar. El ocultamiento de lo oculto y el errar pertenecen a la esencia inicial de la verdad. La libertad, concebida a partir de la ex-sistencia in-sistente del Dasein, es la esencia de la verdad (en el sentido de la conformidad del re-presentar) solamente porque la propia libertad nace de la esencia inicial de la verdad, del reinar del misterio en el errar. El dejar ser a lo ente se consuma en un comportarse que se mantiene abierto. El dejar ser a lo ente como tal en su totalidad sólo ocurre de modo conforme a la esencia cuando, a veces, se asume en su esencia inicial. Entonces la re-solución que se abre al misterio está en el camino del errar como tal. Entonces, la pregunta por la esencia de la verdad se pregunta de modo más originario. Y, así, se desvela el fundamento de la imbricación entre la esencia de la verdad y la verdad de la esencia. La vista del misterio que se obtiene desde el errar es el preguntar en el sentido de la pregunta única: qué sea lo ente como tal en su totalidad. Este preguntar piensa la pregunta por el ser de lo ente, una pregunta que por su esencia conduce a la confusión y a la que, por lo tanto, todavía no se domina en la multiplicidad de sus sentidos. El pensar del ser, del que surge inicialmente este preguntar, se concibe desde Platón como “filosofía”, y sólo más tarde recibe el nombre de “metafísica”. Heideggeriana: EssenciaVerdade
Estas denominaciones no son nombres arbitrarios, porque en ellas habla lo que aquí ya no se puede mostrar: la experiencia fundamental griega del ser de lo ente en el sentido de la presencia. Pero gracias a estas denominaciones se funda la interpretación, desde ahora rectora, de la coseidad de la cosa, así como la interpretación occidental del ser de lo ente. Ésta comienza con la adopción de las palabras griegas por parte del pensamiento romano-latino. Hypokeimenon se convierte en subjectum; hypostasis se convierte en substantia; sumbebekos pasará a ser accidens. Esta traducción de los nombres griegos a la lengua latina no es en absoluto un proceso sin trascendencia, tal como se toma hoy día. Por el contrario, detrás de esa traducción aparentemente literal y por lo tanto conservadora de sentido, se esconde una tras-lación de la experiencia griega a otro modo de pensar. El modo de pensar romano toma prestadas las palabras griegas san la correspondiente experiencia originaria de aquello que dicen, sin la palabra griega. Con esta traducción, el pensamiento occidental empieza a perder suelo bajo sus pies. Heideggeriana: OOA1935
Prueba indiscutible de que la coseidad de la cosa es particularmente difícil de decir y de que pocas veces es posible hacerlo, es la historia de su interpretación aquí esbozada. Esta historia coincide con el destino que ha guiado hasta ahora el pensamiento occidental sobre el ser de lo ente. Pero no nos limitamos a constatarlo. En esta historia vemos también una señal. ¿O es producto del azar el que de todas las interpretaciones de la cosa sea justamente la que se ha guiado según la materia y la forma la que ha alcanzado un predominio más destacado? Esta determinación de la cosa tiene su origen en una interpretación del ser-utensilio del utensilio. Este ente, el utensilio, está particularmente próximo al modo humano de representar, porque llega al ser gracias a nuestra propia creación. Este ente que nos resulta más familiar en su ser, el utensilio, ocupa al mismo tiempo una peculiar posición intermedia entre la cosa y la obra. Vamos a dejarnos guiar por esta señal y buscar en primer lugar el carácter de utensilio del utensilio. Tal vez esto nos proporcione alguna pista sobre el carácter de cosa de la cosa y el carácter de obra de la obra. Únicamente, debemos evitar precipitarnos en convertir a la cosa y a la obra en nuevas modalidades de utensilio. Sin embargo, vamos a olvidarnos de que también, según como sea el utensilio, existen diferencias esenciales en su historia. Heideggeriana: OOA1935
En la obra de arte se ha puesto manos a la obra la verdad de lo ente. “Poner” quiere decir aquí erigirse, establecerse. Un ente, por ejemplo un par de botas campesinas, se establece en la obra a la luz de su ser. El ser de lo ente alcanza la permanencia de su aparecer. Heideggeriana: OOA1935
Nuestra manera de preguntar por la cosa se ha venido abajo, porque no estábamos preguntando por la obra, sino en parte por una cosa y en parte por un utensilio. Sólo que fue la estética la que desarrolló esta manera de preguntar y no nosotros. La manera en que ésta contempla de antemano la obra de arte está dominada por la interpretación tradicional de todo ente. Pero lo esencial no es el desmoronamiento de este planteamiento habitual. De lo que se trata es de empezar a abrir los ojos y de ver que hay que pensar el ser de lo ente para que se aproximen más a nosotros el carácter de obra de la obra, el carácter de utensilio del utensilio y el carácter de cosa de la cosa. A este fin, primero tienen que caer las barreras de todo lo que se da por sobreentendido y se deben apartar los habituales conceptos aparentes. Esta es la razón por la que hemos tenido que dar un rodeo, rodeo que nos devuelve enseguida al camino capaz de llevarnos a una determinación del carácter de cosa de la obra. No hay por qué negar el carácter de cosa de la obra, pero puesto que forma parte del ser-obra de la obra, dicho carácter de cosa habrá de ser pensado a partir del carácter de obra. Si esto es así, el camino hacia la determinación de la realidad de cosa que tiene la obra no conducirá de la cosa a la obra, sino de la obra a la cosa. Heideggeriana: OOA1935
La obra de arte abre a su manera el ser de lo ente. Esta apertura, es decir, este desencubrimiento, la verdad de lo ente, ocurren en la obra. En la obra de arte se ha puesto a la obra la verdad de lo ente. El arte es ese ponerse a la obra de la verdad. ¿Qué será la verdad misma, para que a veces acontezca como arte? ¿Qué es ese ponerse a la obra? Heideggeriana: OOA1935
Estamos reflexionando sobre la esencia de la ciencia moderna con la intención de reconocer su fundamento metafísico. ¿Qué concepción de lo ente y qué concepto de la verdad hacen posible que la ciencia se torne investigación? El conocimiento, en tanto que investigación, le pide cuentas a lo ente acerca de cómo y hasta qué punto está a disposición de la representación. La investigación dispone de lo ente cuando consigue calcularlo por adelantado en su futuro transcurso o calcularlo a posteriori como pasado. En el cálculo anticipatorio casi se instaura la naturaleza, en el cálculo histórico a posteriori casi la historia. Naturaleza e historia se convierten en objeto de la representación explicativa. Dicha representación cuenta con la naturaleza y ajusta cuentas con la historia. Sólo aquello que se convierte de esta manera en objeto es, vale como algo que es. La ciencia sólo llega a ser investigación desde el momento en que se busca al ser de lo ente en dicha objetividad. Heideggeriana: EIM
La palabra imagen hace pensar en primer lugar en la reproducción de algo. Según esto, la imagen del mundo sería una especie de cuadro de lo ente en su totalidad. Pero el término imagen del mundo quiere decir mucho más que esto. Con esa palabra nos referimos al propio mundo, a él, lo ente en su totalidad, tal como nos resulta vinculante y nos impone su medida. Imagen no significa aquí un calco, sino aquello que resuena en el giro alemán: wir sind über etwas im Bilde, es decir, estamos al tanto de algo. Esto quiere decir que la propia cosa se aparece ante nosotros precisamente tal como está ella respecto a nosotros. Hacerse con una imagen de algo significa situar a lo ente mismo ante si para ver qué ocurre con él y mantenerlo siempre ante sí en esa posición. Pero aún falta una determinación esencial en la esencia de la imagen. “Estar al tanto de algo” no sólo significa que lo ente se nos represente, sino que en todo lo que le pertenece y forma parte de él se presenta ante nosotros como sistema. “Estar al tanto” también implica estar enterado, estar preparado para algo y tomar las consiguientes disposiciones. Allí donde el mundo se convierte en imagen, lo ente en su totalidad está dispuesto como aquello gracias a lo que el hombre puede tomar sus disposiciones, como aquello que, por lo tanto, quiere traer y tener ante él, esto es, en un sentido decisivo, quiere situar ante sí (6). Imagen del mundo, comprendido esencialmente, no significa por lo tanto una imagen del mundo, sino concebir el mundo como imagen. Lo ente en su totalidad se entiende de tal manera que sólo es y puede ser desde, el momento en que es puesto por el hombre que representa y produce. En donde llega gen del mundo, tiene lugar una decisión esencial sobre lo ente en su totalidad. Se busca y encuentra el ser de lo ente en la representabilidad de lo ente. Heideggeriana: EIM
Pero en cualquier lugar en el que lo ente no sea interpretado en este sentido, el mundo tampoco puede llegar a la imagen, no puede haber ninguna imagen del mundo. Es el hecho de que lo ente llegue a ser en la representabilidad lo que hace que la época en la que esto ocurre sea nueva respecto a la anterior. Las expresiones “imagen del mundo de la Edad Moderna” y “moderna imagen del mundo” dicen lo mismo dos veces y dan por supuesto algo que antes nunca pudo haber: una imagen medieval y otra antigua del mundo. La imagen del mundo no pasa de ser medieval a ser moderna, sino que es el propio hecho de que el mundo pueda convertirse en imagen lo que caracteriza la esencia de la Edad Moderna. Por el contrario, para la Edad Media, lo ente es el ens creatum, aquello creado por un dios creador personal en su calidad de causa suprema. Ente quiere decir aquí pertenecer a un determinado grado dentro del orden de lo creado y, en tanto que elemento así causado, corresponder a la causa creadora (analogía entis) (7). Pero el ser de lo ente nunca reside en el hecho de que, llevado ante el hombre en tanto que elemento objetivo, se vea dispuesto en su sector de asignación y disponibilidad y sólo consiga ser de ese modo. Heideggeriana: EIM
La interpretación moderna de lo ente está aún más alejada del mundo griego. Una de las más antiguas sentencias del pensamiento griego sobre el ser de lo ente dice así: to gar auto noein estin te kai einai. Esta frase de Parménides quiere decir que la percepción de lo ente pertenece al ser porque es él el que la exige y determina. Lo ente es aquello que surge y se abre y que, en tanto que aquello presente, viene al hombre como a aquel que está presente, esto es, viene a aquel que se abre él mismo a lo presente desde el momento en que lo percibe. Lo ente no accede al ser por el hecho de que el hombre lo haya contemplado primero, en el sentido, por ejemplo, de una representación como las de la percepción subjetiva. Es más bien el hombre el que es contemplado por lo ente, por eso que se abre a la presencia reunida en torno a él. Contemplada por lo ente, incluida y contenida dentro de su espacio abierto y soportada de este modo por él, involucrada en sus oposiciones y señalada por su ambigüedad: ésta era la esencia del hombre durante la gran época griega. Por eso, a fin de llevar su esencia a su cumplimiento, este hombre tenía que reunir (legein) eso que se abre a sí mismo en su espacio abierto, salvarlo (sozein) mantenerlo atrapado y preservarlo y permanecer expuesto (aletheuein) a todas las disensiones de la confusión. El hombre griego es en tanto que percibe lo ente, motivo por el que en Grecia el mundo no podía convertirse en imagen. Por el contrario, el hecho de que para Platón la entidad de lo ente se determine como eidos (aspecto, visión), es el presupuesto, que condicionó desde siempre y reinó oculto largo tiempo de modo mediato, para que el mundo pudiera convertirse en imagen (8). Heideggeriana: EIM
(7) La correspondencia, pensada como rasgo fundamental del ser de lo ente, nos ofrece el esbozo necesario de determinadas posibilidades y maneras de poner en obra la verdad de dicho ser dentro de lo ente. La obra de arte de la Edad Media y la falta de una imagen del mundo en dicha época son inseparables. Heideggeriana: EIM Apéndices
(8) Pero ¿no hubo en época de Sócrates un sofista que se atrevió a decir que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, porque son, de las que no son, porque no son? ¿Acaso esta frase de Protágoras no parece salir de boca de Descartes? Y además ¿no comprende Platón el ser de lo ente como aquello que se ha visto, la idea? ¿Y la relación con lo ente en cuanto tal no es para Aristóteles la theoria, el puro mirar? Lo que pasa es que la frase sofista de Protágoras no es ningún subjetivismo, desde el momento en que sólo Descartes podía llevar a cabo la inversión del pensamiento griego. No cabe duda de que gracias al pensamiento de Platón y las preguntas de Aristóteles se lleva a cabo un cambio decisivo en la interpretación de lo ente y el hombre, pero aún está encerrado dentro de la comprensión fundamental de lo ente propia del mundo griego. Dicha interpretación es precisamente tan decisiva respecto a ella, que se convierte en el punto final del mundo griego, un final que colabora indirectamente en la posibilidad de preparación de la Edad Moderna. Es por eso por lo que, más tarde, no sólo en la Edad Media, sino a lo largo de toda la Edad Moderna, el pensamiento platónico y aristotélico pudo pasar por ser el pensamiento griego por antonomasia y todo el pensamiento preplatónico por una mera preparación para Platón. Esta larga costumbre de contemplar el mundo griego a través del tamiz de una interpretación moderna y humanista nos impide pensar el ser que se abría a los antiguos griegos en lo que tiene de propio y extraño. La frase de Protágoras reza así: “El hombre es la medida de todas las cosas (concretamente de aquellas que usa y necesita y por lo tanto siempre tiene a su alrededor, chremata chresthai), de las que están presentes, de que están presentes tal como están presentes, y de aquellas a las que les ha sido negada la posibilidad de estar presentes, de que no están presentes.” Aquel ente sobre cuyo ser se decide se entiende aquí como aquello que está presente a partir de sí mismo en esta región, dentro de la esfera del hombre. Pero ¿quién es el hombre? Platón nos informa de ello en el mismo pasaje cuando le hace decir a Sócrates: “¿Acaso no lo entiende (Protágoras) de este modo? ¿Tal como se presenta a mí una cosa en cada ocasión, tal apariencia tiene entonces para mí, pero tal como se te presenta a ti, así es como es esa cosa para ti? Pero hombre lo eres tú igual que yo”. Heideggeriana: EIM Apéndices
Según esto, el hombre es el que es en cada caso (yo y tú y él y ellos). Y ¿no coincide este ego con el ego cogito de Descartes? En ningún caso, porque todo elemento esencial que determina con la misma necesidad ambas posiciones metafísicas fundamentales, la de Protágoras y la de Descartes, es distinto. Lo esencial de una posición metafísica fundamental abarca lo siguiente: 1. El modo y la manera en que el hombre es hombre, es decir, en que es él mismo; el tipo de esencia de su mismidad, que no es en absoluto igual al de su Yo, sino que se determina como tal a partir de la relación con el ser. 2. La interpretación de la esencia del ser de lo ente. 3. El proyecto de esencia de la verdad. 4. El sentido según el cual el hombre es medida aquí y allá. Heideggeriana: EIM Apéndices
Ahora también se ha aclarado en qué sentido el hombre quiere y debe ser, en tanto que sujeto, medida y centro de lo ente, lo que significa ahora, de los objetos. El hombre ya no es metron en el sentido de la medida que constriñe la captación al correspondiente círculo de desocultamiento de lo presente, círculo en el que también todo hombre viene a la presencia. Como subjectum, el hombre es la co-agitatio del ego. El hombre se fundamenta a si mismo como medida para todas las escalas que se utilizan para medir de alguna manera (para calcular) qué puede pasar por cierto, esto es, por verdadero, por algo que es. La libertad es nueva en tanto que libertad del subjectum. En las “Meditationes de prima philosophia” se reconduce la liberación del hombre en favor de una nueva libertad a su fundamento, al subjectum. Pero ni la liberación del hombre moderno comienza con el ego cogito ergo sum, ni la metafísica de Descartes es una metafísica construida a posteriori y desde fuera para esa libertad, al modo de una ideología. En la coagitatio el representar reúne todo lo objetivo en la unión de 1a representabilidad. El ego del cogitare encuentra ahora su esencia en esa reunión autoaseguradora de la representabilidad, en la con-scientia. La conscientia es la reunión representadora de lo objetivo con el hombre representador dentro del círculo de la representabilidad garantizada por éste. Todo lo presente recibe de ella el sentido y género de su presencia, que son concretamente los de la presencia en la raepresentatio. La con-scientia del ego, en tanto que sujectum de la coagitatio determina el ser de lo ente en tanto que subjetividad del subjectum así destacado. Heideggeriana: EIM Apéndices
El segundo párrafo toca el núcleo de la crítica bajo cuyo dominio se encuentra, gracias a la ciencia, toda crítica filosófica del conocimiento hecha hasta ahora. He el ya no va a usar el nombre filosofía en el resto de los párrafos. Va a hablar de ciencia. Porque entretanto la filosofía moderna ha alcanzado la consumación de su esencia, desde el momento en que ha tomado completamente bajo su dominio la tierra firme pisada por ella por primera vez. Dicha tierra es la autocerteza del representar en relación consigo mismo y con lo representado por él. Tomar esa tierra completamente bajo su dominio significa saber en su esencia incondicionada la autocerteza de la autoconciencia y estar en ese saber como en el saber por excelencia. La filosofía es ahora el saber incondicionado dentro del saber de la autocerteza. La filosofía se encuentra dentro del saber como tal como en su casa. Toda la esencia de la filosofía está formada por el saberse incondicionado del saber. La filosofía es la ciencia. Este nombre no significa que la filosofía haya tomado como modelo al resto de las ciencias existentes y que realice perfectamente ese modelo en el ideal. Si el nombre “la ciencia” aparece en lugar del nombre filosofía dentro de la metafísica absoluta, esto revela que toma su significado de la esencia de la incondicionada autocerteza del sujeto que se sabe a sí misma. El que verdaderamente, esto es, el que con toda certeza subyace ahora es éste, el subiectum, el hypokeimenon, que la filosofía tiene que reconocer como lo presente desde sus inicios. La filosofía se ha convertido en la ciencia porque sigue siendo la filosofía. Es a ella a quien toca contemplar a lo ente en cuanto ente. Ahora bien lo ente se aparece desde Leibniz de tal manera al pensar, que todo ens qua ens es una res cogitans y en este sentido es sujeto. Que esto sea así no depende de la concepción de dicho pensador, sino del ser de lo ente. Desde luego, el sujeto no es lo subjetivo entendido como el egoísmo que sólo mira por sí mismo. El sujeto se presenta en la relación representadora que mantiene con el objeto. Pero en tanto que tal relación, es ya la relación representadora consigo mismo. El representar presenta al objeto representándoselo al sujeto y en dicha representación el propio sujeto se presenta como tal. La presentación es el rasgo fundamental del saber en el sentido de la autoconciencia del sujeto. La presentación es un modo esencial de la presencia (parousia). Como tal, esto es, como presencia, es el ser de lo ente bajo el modo del sujeto. La autocerteza, en tanto que saberse condicionado en sí, esto es, incondicionado, es la entidad (ousia) del sujeto. El ser sujeto del sujeto, es decir, la relación sujeto-objeto, es la subjetidad del sujeto. La subjetidad consiste en el saberse incondicionado. En el modo del saberse se dispone la esencia del sujeto de tal manera que, para ser sujeto, el sujeto sólo se ocupa del saber por medio de esta disposición. La subjetidad del sujeto es como autocerteza absoluta, “la ciencia”. Lo ente (to on) es en cuanto ente (he on), en la medida en que se encuentra en el modo del saberse incondicionado del saber. Por eso, la presentación que representa dicho ente en cuanto ente, la filosofía, es ella misma la ciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Se distingue al saber natural frente al saber real. Por lo tanto, lo natural no es real y lo real no es natural. Se podría pensar que ambos son lo mismo. Lo natural es aquello que surge de la naturaleza, que forma parte de ella y a ella corresponde. La naturaleza es lo ente mismo sin esfuerzo. Pero, ¿acaso no es esto lo real, bajo lo que se entiende sin embargo a lo efectivo, que no es otra cosa que lo propiamente ente, la naturaleza? Hegel utiliza la distinción entre natural y real en relación con el saber o la conciencia, la cual es en sí misma aquello que se manifiesta. En el modo del manifestarse está presente el sujeto, con el que, al mismo tiempo y concretamente en su relación con él, se presenta el objeto. El sujeto que se manifiesta es el saber que se presenta, la conciencia natural. Pero, según la frase de Hegel, la presentación del saber que se manifiesta probará que la conciencia natural es aquello que no es el saber real. La conciencia natural prueba ser incluso “sólo concepto del saber”. Podríamos opinar que Hegel piensa que la naturaleza es un mero concepto y por ende nada efectivamente real. Se podría pensar, a la vista de este desvanecimiento de la naturaleza en una mera abstracción, que hay que devolverle a la naturaleza sus derechos en calidad de aquello efectivamente real. Pero Hegel no niega que la naturaleza sea algo efectivamente real, sino simplemente que no puede ser la realidad efectiva, el ser de lo ente. Por tanto, Hegel tampoco dice en absoluto que la naturaleza sólo sea un concepto. Sin embargo, sí dice que la conciencia natural probará ser “sólo concepto del saber o saber no real”. Qué significa aquí “sólo concepto del saber” es algo que sólo se puede determinar a partir de lo que piensa Hegel con la expresión “saber real”. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Lo real es lo verdaderamente ente. Lo verdadero, el ens verum, es desde Descartes el ens certum: lo que se sabe a sí mismo en la certeza, lo que está presente en el saber. Pero el ens certum sólo es verdaderamente sabido cuando es sabido qua ens. Esto ocurre cuando el esse del ens es representado propiamente y cuando lo ente es sabido en su ser, lo real sabido en su realidad. El saber real es el saber que representa en todo momento y en todo lugar a lo ente en su entidad (realidad), a aquello que se manifiesta en su manifestarse. Por eso, el saber de la realidad de lo real se llama el saber real. Cuando el saber natural demuestra ser el saber no real, esto significa que aparece como aquel saber que no representa a lo ente como tal en ningún momento, sino que en su representar sólo se aferra a lo ente. Cuando busca a lo ente en su verdad, siempre intentará explicar lo ente a partir de lo ente. Aquel ente, en el que surge la conciencia, le resulta por eso mismo aquel que sólo se abre para él y por lo tanto vale como lo natural. Debido a que semejante representar surge él mismo en eso ente que se abre en él y de este modo permanece rodeado de él, este saber es el saber natural. Pero incluso este último sólo puede surgir en lo propiamente ente y tomar todo por lo ente en todas partes si, cuando lo hace, y sin saberlo, no tiene ya en el representar la entidad de lo ente en general. El modo de representar natural de lo ente es ya, en sí mismo y necesariamente, ese general representar la entidad de lo ente, de tal manera que no llega a saber propiamente la entidad de lo ente, la realidad de lo real. La conciencia natural no se preocupa del ser a la hora del representar lo ente y sin embargo debe hacerlo. No puede evitar representar al mismo tiempo al ser de lo ente en general, porque sin la luz del ser ni siquiera podría perderse en lo ente. Desde este punto de vista, la conciencia natural sólo es el representar de la entidad en lo general e indeterminado: “sólo concepto del saber”, no el saber que alcanza certeza de la realidad de lo real. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Hegel usa en este pasaje la palabra “concepto” en el sentido tradicional de la doctrina de la lógica, que determina el pensar natural en sus formas y reglas. El concepto es la representación de algo en general; “sólo concepto” quiere decir que este representar ni siquiera capta propiamente aquello que representa. Sin embargo, es parte del carácter de la conciencia natural no surgir siempre y únicamente en ese ente representado, sino también considerar a dicho ente como lo único verdadero y, por lo tanto, tomar a su saber por el saber real. Por eso, Hegel continúa en el texto: “Pero al tomarse de inmediato a sí misma (la conciencia natural) como el saber real, este camino (es decir, el camino de la presentación del saber que se manifiesta en su manifestación), tendrá para ella un significado negativo, …”. Por mucho que el saber real saque a la luz al ser de lo ente, el saber natural no se interesa por ello, porque, de hacerlo, su propia verdad quedaría en tela de juicio. El saber natural se atiene a lo suyo. Todo lo que se presenta ante él cae dentro de la proposición: es y permanece lo mío y es, en tanto que eso mío mentado, lo ente. Cuando Hegel comprende el representar como opinión, escucha y agrupa en esta palabra varios significados: el opinar como ese inmediato dirigirse hacia; opinar (minne) como la aceptación confiada de lo dado, y opinar en el sentido de conservar y afirmar algo como suyo dentro de uno mismo. Este opinar es la constitución fundamental de todo representar en el que se mueve la conciencia natural. Por eso puede decir Hegel en este párrafo que la conciencia natural “se oculta en el sistema del opinar”. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
La presentación del saber que se manifiesta se conduce por completo a sí misma a lo permanente de la desesperación. Ella es la consumación de la desesperación. Hegel dice que es el “escepticismo que se consuma”. Con ello recuperamos el significado originario de la palabra skepsis; skepsis significa, el ver, el mirar, el observar, que inspecciona qué es lo ente en cuanto ente y cómo es. La skepsis así entendida persigue con su mirada al ser de lo ente. Su observar ha visto de antemano el ser de lo ente. Desde esta visión contempla a la cosa misma. Los pensadores son, por su origen, los escépticos de lo ente a partir de la skepsis en el ser. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El escepticismo que se consuma es la historicidad de la historia, esa bajo cuya forma la conciencia se configura en la manifestación del saber absoluto. El escepticismo ya no vale aquí sólo como una conducta del sujeto humano singular. Así, sólo sería la propuesta subjetiva de no construir nunca basándose en una autoridad extraña, sino de comprobar todo uno mismo, es decir, en el sentido de este sujeto. Es verdad que este escepticismo se reclama de la concepción propia de un Yo que se representa a sí mismo, pero no es una skepsis del ser de lo ente. Tal skepsis no se repliega dentro del estrecho horizonte de una evidencia limitada. En la medida en que mira por encima de la manifestación del saber que se manifiesta, contempla toda la extensión que abarca el saber que se manifiesta. El ego cogito que se representa aisladamente a sí mismo, permanece prisionero de esa extensión. Pero tal vez, pensada de manera más esencial de lo que podía hacerlo Hegel, dicha extensión sólo sea el recuerdo del esse del ens certum del ego cogito, concretamente bajo la figura de su ampliación dentro de la realidad del saber absoluto. Ahora bien, tal ampliación precisa de la skepsis previa en la extensión del manifestarse de la subjetidad incondicionada. Pero este proceso previo es al mismo tiempo la vuelta decidida y completa a aquella verdad de lo ente que como certeza absoluta se toma por el propio ser. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El séptimo párrafo desarrolla la pregunta por “la totalidad de las formas de la conciencia no real”. Se trata de las figuras del saber que se manifiesta, en la medida en que todavía no se ha manifestado a sí mismo en su manifestación y, por consiguiente, tampoco se ha situado en su realidad. La totalidad del surgimiento de las figuras sólo puede resultar de la marcha de este venir. Éste es el proceso del manifestarse. Tiene que ser un proceso necesario, pues sólo entonces le queda garantizado un carácter cerrado que no permite que la duda se introduzca por ningún resquicio. ¿En qué reside la necesidad del proceso en la marcha de la presentación? ¿En qué consiste la esencia del proceso? A fin de contestar de la manera adecuada, no debemos participar del punto de vista que suele tener la conciencia natural respecto a la presentación del saber que se manifiesta. Dicha visión es, en principio, unilateral, porque el representar natural siempre ve un solo lado que, para él, ni siquiera es un lado, sino el todo: el lado de lo que sale directamente al encuentro. Del otro lado, esto es, del lado del ser de lo ente, la conciencia natural nunca mira. Esta esencial unilateralidad de la conciencia natural puede aparecer incluso como una figura propia de la conciencia. Tiene que ofrecerse dentro de la historia de su formación. Se muestra como ese escepticismo que, en todo conocimiento y conducta, desemboca en la conclusión de que el conocimiento supuestamente adquirido nunca es nada. Dicho escepticismo, como mera ansía de duda de una sofística incondicionada, siempre tiene la pura nada como resultado. ¿En qué medida se eleva la unilateralidad del saber natural a principio sabido dentro de esta figura de la conciencia? En la medida en que lo único que encuentra siempre y en todo lugar la conciencia natural es lo ente, aquello que se manifiesta, y juzga todo lo que le sale al encuentro al tenor de esa comprobación. Lo que no es del género de esta constatación cae dentro de la máxima excluyente de que no existe semejante cosa. El ser no entra dentro del género de hallazgos que puede hacer la conciencia natural, la cual sólo encuentra ente. Por eso, dentro de la perspectiva de la conciencia natural, la manifestación de lo que se manifiesta y la realidad de lo real valen como algo nulo. Según el juicio de la conciencia natural, todo paso dado por la presentación del saber que se manifiesta, conduce a la nada. Hasta se puede decir que nunca llega a pasar por encima de su primer paso, que ya la ha conducido a la nada. ¿Cómo puede dicha presentación seguir adelante y hacia dónde a partir de esa situación? Le está vedado cualquier progreso, a no ser que espere a que le caiga de algún sitio otra figura del saber que se manifiesta con el fin de encontrar allí la supuesta manifestación y caer nuevamente con ella en la nada. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Puesto que con la primera proposición sobre la conciencia se ha tornado visible la verdad de la misma, Hegel ya puede explicar ahora la conciencia natural desde la perspectiva de que es el saber no real. También llama a la conciencia natural la no-verdadera, pero esto no significa que la conciencia natural sólo sea el depósito de lo falso, engañoso y erróneo. Significa más bien que la conciencia natural es en cada caso la que todavía no es verdadera y se ve poseída y dominada por la violencia que la arrastra a su verdad. La conciencia natural siente esta violencia y cae en el temor por su propia subsistencia. Hegel, cuyo racionalismo nunca podrá ser suficientemente alabado ni desdeñado, habla en ese pasaje decisivo en el que nombra la relación del saber natural con el ser de lo ente, del “sentimiento de violencia”. Este sentir la violencia de la voluntad, bajo cuya forma lo absoluto es, caracteriza el modo en que la conciencia natural “sólo es concepto del saber”. Pero sería absurdo pensar que Hegel opina que el temor natural que hace retroceder a la conciencia ante el ser de lo ente, en tanto que esa relación natural con el ser, es también la manera en la que, o el órgano por el que la filosofía piensa el ser de lo ente, como si allí donde el pensar se ve obligado a remitir al sentimiento, la filosofía se viera entregada al puro sentimiento en un juego de manos en lugar de verse fundamentada sobre la ciencia. Esta opinión superficial, que hoy como ayer sigue haciendo escuela, forma parte por sí misma de la vanidad del entendimiento, que se recrea en la inercia de su falta de pensamiento y disuelve todo en ella. Al final del mismo párrafo, que con su primera frase sobre la conciencia se adentra en la visión de la verdad del saber, la no-verdad del mismo se manifiesta bajo la figura del “Yo escueto”, que encuentra su única satisfacción en su limitación a eso ente que sale a su encuentro. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El “Yo escueto” es el nombre para la conducta arbitraria de la opinión vulgar dentro de la filosofía. Pero este nombre no nombra al yo aislado hacia sí mismo a diferencia de la comunidad en el nosotros. El “Yo escueto” es más bien precisamente el sujeto de esos muchos en su común opinar. El “Yo escueto” vive en el egoísmo del “se” *, el cual se salva del temor al escepticismo que se consuma en el dogmatismo del opinar. El principio del dogmatismo es cerrar los ojos ante la presentación del saber que se manifiesta y negarse a acompañar al progreso de la presentación. Por eso, el dogmatismo de las opiniones corrientes debe ser abandonado a sí mismo. Por medio de esta decisión la filosofía no rechaza a la conciencia natural. ¿Cómo iba a hacerlo, cuando la ciencia es la verdad de lo aún-no-verdadero y por lo tanto precisamente eso mismo, pero en su verdad? Lo primero que hace la filosofía es descubrir a la conciencia natural en su naturalidad y reconocerla. Por el contrario, la filosofía pasa perfectamente de largo junto a la conciencia natural cuando ésta se envanece con el título de filosofía a fin de borrar las fronteras de la filosofía y darle la espalda en cuanto reconocimiento del ser de lo ente. Pero, procediendo así, la filosofía sólo pasa de largo junto a eso que ya le había dado la espalda y se había alejado de ella, pero sin embargo sí se abre a la conciencia natural y sólo a ella para ser el camino en el que aparece la verdad de la conciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El decimocuarto párrafo comienza con la frase: “Este movimiento dialéctico que ejerce la conciencia sobre sí misma, tanto en su saber como en su objeto, en la medida en que de él surge para ella su nuevo y verdadero objeto, es propiamente aquello que denominamos experiencia”. ¿Qué nombra Hegel con la palabra experiencia? Nombra al ser de lo ente. Entretanto, lo ente se ha convertido en sujeto y, con él, en objeto y objetivo. Ser significa desde tiempo inmemorial: estar presente. El modo en que la conciencia, lo que es a partir del estado de sabido, se hace presente, es la manifestación. La conciencia es, en cuanto eso ente que es, el saber que se manifiesta. Con el nombre experiencia, Hegel nombra a lo que se manifiesta en cuanto aquello que se manifiesta, el on he on. En la palabra experiencia está pensado el he. A partir del he (qua, en tanto que) lo ente es pensado en su entidad. Experiencia no es ya el nombre para un tipo de conocimiento. Experiencia es ahora la palabra para el ser, en la medida en que éste es percibido a partir de lo ente en cuanto tal. Experiencia nombra a la subjetidad del sujeto. Experiencia dice lo que significa el “ser” en la palabra ser-consciente [conciencia], de tal modo que sólo a partir de este “ser” se torna claro y vinculante lo que queda por pensar en la palabra “consciente”. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Por lo tanto, como nombre para el ser de lo ente la extraña palabra experiencia recae dentro de la meditación porque ha llegado a su madurez. Cierto que su uso cae completamente fuera del uso lingüístico corriente, así como del filosófico, pero cae como fruto del propio asunto, ante el que el pensar de Hegel sigue detenido. La justificación del uso lingüístico, que es algo esencialmente distinto a la simple manera de hablar en cada caso, reside en eso que Hegel ha traído a la vista por medio de los anteriores párrafos en relación con la naturaleza de la conciencia. Las tres proposiciones sobre la conciencia bosquejan la estructura de esa naturaleza esquemáticamente. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
La experiencia es el modo de la presencia de lo que se presenta, que se hace presente en el representarse. El nuevo objeto, que le surge a la conciencia en la historia de su formación, no es algún tipo de verdadero o de ente, sino la verdad de lo verdadero, el ser de lo ente, la manifestación de lo que se manifiesta, la experiencia. Según la frase final del decimocuarto párrafo, el nuevo objeto no es más que la propia experiencia. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
Cuando representamos la objetividad de un objeto, la verdad de algo verdadero, se realiza la experiencia con el antiguo objeto, de tal modo, que precisamente es en el antiguo objeto donde surge el nuevo, la objetividad. En el antiguo objeto y a partir de él, se alza el nuevo en su estado. Por eso, no sólo se trata de no marcharse hacia otro objeto que se encuentra inmediatamente presente, sino de empezar por introducirse primero expresamente en el antiguo. La conciencia natural representa inmediatamente su representado y su representar como ente, sin cuidarse del ser, al que ya representa con ello. Si, por lo tanto, debe percatarse del ser de lo ente, no sólo debe quedarse en lo ente, sino penetrar en él de tal manera que regrese a aquello que, en su representar lo ente, ya estaba en la representabilidad. En la medida en que hace su aparición la manifestación de lo que se manifiesta, la conciencia ya ha abandonado hasta cierto punto el modo habitual de representar y se ha vuelto, ha retornado, desde lo que se manifiesta a la manifestación. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
En la inversión de la conciencia nos dirijamos hacia eso a lo que ninguna conciencia natural puede llegar. Dirijamos nuestra mirada hacia aquello que “ocurre a nuestras espaldas”. También la inversión forma parte de ello. Por medio de la inversión, la manifestación de lo que se manifiesta llega a la presentación. La inversión invierte y es la primera que establece la experiencia dentro de una presentación. La experiencia de la conciencia se ve “elevada a empresa científica” por medio de la inversión. La presentación representa el ser de lo ente. Es la ciencia del on he on. La inversión, en la que la expectación se vuelve hacia lo que se manifiesta como aquello que se manifiesta, lleva la mirada a la marcha seguida por la ciencia. La skepsis en relación con el ser de lo ente restablece lo ente en sí mismo, de tal modo que se muestra como ente en el “en tanto que”. La inversión deja expresamente que ocurra el he en relación con el on. De este modo, lo decisivo de la experiencia, gracias a la cual la conciencia se manifiesta a sí misma en su manifestación, reside en la inversión. Ahora bien, ésta es “nuestra aportación”. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
¿Pero no ha recurrido Hegel en los párrafos anteriores (sobre todo en el duodécimo) a todo el poder de la meditación para mostrar que a la hora de la presentación del saber que se manifiesta debemos dejar precisamente de lado todas nuestras ocurrencias y pensamientos con el fin de que nos quede “la pura visión”? ¿Acaso no dice expresamente en el decimotercer párrafo que la conciencia se examina a sí misma y, por eso, se vuelve superflua “muestra aportación”? Abandonando todas las aportaciones debemos conseguir que eso que se manifiesta se muestre por sí mismo en su manifestación. Pero este abandono no se logra por sí mismo. Si alguna vez un dejar hacer es un hacer, es desde luego en este caso del abandono. Este hacer es necesariamente el hacer de una aportación. Porque sólo gracias a que la skepsis del escepticismo que se consuma a sí mismo pre-vee el ser de lo ente, es como lo ente puede manifestarse libremente a partir de sí mismo y dejar que aparezca su manifestación. La aportación de la inversión de la conciencia es el dejar manifestarse a lo que se manifiesta como tal. La aportación no le impone a la experiencia algo que le sea ajeno. Por el contrario, la experiencia sólo produce expresamente a partir de sí misma lo que reside en ella a modo de ser de la conciencia, la cual, según la primera frase sobre la conciencia, es para sí misma su concepto. Por eso, la aportación no puede eliminar nunca la pura expectación necesaria para la presentación. En la aportación y por medio de ella más bien comienza la pura expectación. Por eso, la expectación permanece en la aportación. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
La experiencia es el ser de lo ente. Entretanto, lo ente ha aparecido en el carácter de la conciencia y es en la representación a modo de lo que se manifiesta. Pero si ahora la presentación forma parte de la esencia de la experiencia, si la presentación se funda en la inversión, si la inversión, en tanto que aportación nuestra, es la consumación de nuestra relación esencial con la absolutez de lo absoluto, entonces, nuestra propia esencia forma parte de la parusía de lo absoluto. La inversión es la skepsis en la absolutez. Invierte todo lo que se manifiesta en su manifestación. En la medida en que se provee por adelantado de la manifestación, supera a todo lo que se manifiesta en cuanto tal, lo rodea y abre todo lo que abarca ese lugar en el que se manifiesta la manifestación. En este lugar y a través de él, la presentación sigue su marcha, desde el momento en que avanza siempre ante sí escépticamente. En la inversión, la presentación tiene ante sí la absolutez de lo absoluto y, por lo tanto, tiene a lo absoluto junto a sí. La inversión abre y delimita el lugar de la historia de la formación de la conciencia. Así pues, asegura la completitud y el progreso de la experiencia de la conciencia. La experiencia camina en la medida en que avanza ante sí y al avanzar ante sí retorna a sí misma y en este retorno se despliega en la presencia de la conciencia y en tanto que presencia se vuelve permanente. El estado de presencia permanente y absuelto de la conciencia, es el ser de lo absoluto. Por medio de la inversión la conciencia que se manifiesta se muestra en su manifestación y sólo en ella. Lo que se manifiesta se enajena en su manifestación. A través de dicha enajenación, la conciencia alcanza lo más extremo de su ser. Pero de esta manera no se marcha ni de sí misma ni de su esencia, ni tampoco el absoluto cae por la enajenación en el vacío de sus debilidades. Antes bien, la enajenación es un aferrarse de la plenitud de la manifestación a partir de la fuerza de la voluntad, bajo cuya forma reina la parusía de lo absoluto. La enajenación de lo absoluto es su repliegue en la marcha de la manifestación de su absolutez. La enajenación es en tan poca medida el extrañamiento dentro de la abstracción, que es precisamente por medio de ella como la manifestación encuentra su hogar en lo que se manifiesta como tal. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
¿Por qué abandona Hegel el título escogido en primer lugar, “Ciencia de la experiencia de la conciencia”? No lo sabemos. Pero podemos suponerlo. ¿Se asustó de la palabra destacada por él mismo en el centro del título, “experiencia”? La palabra es ahora el nombre para el ser de lo ente. Para Kant es el nombre que designa el único conocimiento teórico posible de lo ente. ¿Es que parecía demasiado atrevido darle una nueva sonoridad a la resonancia que ya tenía el significado originario de la palabra “experimentar” y que seguramente vibraba todavía en el pensamiento de Hegel, esto es, entender experiencia como ese alcanzar que sale ansioso en pos y dicho alcanzar como el modo de la presencia, del einai, del ser? ¿Parecía demasiado atrevido elevar ese antiguo tono a la categoría de tono fundamental del lenguaje en el que habla la obra, incluso allí donde la palabra experiencia no aparece? Aparece en todos los pasajes decisivos de su marcha, en los pasajes de transición. Cierto que desaparece en la última parte principal, que presenta la manifestación de la conciencia como espíritu. Por otra parte, el prólogo escrito después de concluir la obra habla todavía de “sistema de la experiencia del espíritu”. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
En el “junto a nosotros”, del comienzo de la obra, la esencia del “nosotros” aún está impensada. En el ” no sin nosotros”, del final de la obra, la esencia del “nosotros” se ha determinado. Somos aquellos que consideran expresa y escépticamente el ser de lo ente y de este modo le muestran verdadera consideración. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El rótulo “Introducción” no se encuentra en la edición original de 1807. Sólo en el índice añadido a esta edición algo más tarde se presenta el texto que sucede al prólogo bajo el título “Introducción”, presumiblemente debido a la dificultad surgida a la hora de tener que establecer un índice. Porque, de acuerdo con su asunto, el texto en cuestión no es ninguna introducción, motivo por el que seguramente sólo se redactó un prólogo, mucho más largo, después de la conclusión de la obra. El fragmento de los dieciséis párrafos no es una introducción, porque no puede ser tal cosa. No puede ser tal cosa, porque no existe introducción alguna a la fenomenología. No existe ninguna, porque no puede haber una introducción a la fenomenología. La fenomenología del espíritu es la parusía de lo absoluto. La parusía es el ser de lo ente. Para el ser de lo ente no hay introducción alguna desde el punto de vista del hombre, porque la esencia del hombre es, en el séquito del ser, el propio séquito. En la medida en que reina el “estar junto a nosotros” de lo absoluto, ya estamos en la parusía. Nunca podremos introducirnos en ella desde cualquier otro lugar. ¿Pero, cómo estamos en la parusía de lo absoluto? Estamos en ella según la costumbre de la conciencia natural. A ésta, todas las cosas se le manifiestan como si todo lo que se presenta estuviera próximo. También lo absoluto se le manifiesta habitualmente como algo que está junto al resto. También lo que se encuentra por encima de eso ente habitualmente representado, está para la conciencia natural por encima y frente a ella. Se trata de ese junto a que se encuentra en la dirección ascendente y junto al que estamos nosotros mismos. Siguiendo el rasgo de su representar, la conciencia natural se atiene a lo ente y no se vuelve hacia el ser, por mucho que éste la atraiga de antemano e incluso debido a ese rasgo hacia el ser de lo ente. Sin embargo, si se la conmina a fijarse en el ser, la conciencia natural asegura que el ser es algo abstracto. La conciencia da por abstracto aquello por lo que es atraída hacia su propia esencia. A la conciencia natural no le cabe mayor perversión de su esencia que esta opinión. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
En comparación con esta perversión, palidecen otras perversiones entre las que se mueve la conciencia natural intentando eliminar una perversión por medio de la organización de otra sin pararse a pensar en la verdadera perversión. Por eso, lo que verdaderamente se sigue necesitando, es que la conciencia salga de este no volverse hacia el ser de lo ente y se vuelva hacia la manifestación de lo que se manifiesta. La conciencia natural no puede introducirse en donde ya está. Pero en su inversión tampoco debe abandonar su estancia en medio de lo ente. Debe hacerse expresamente cargo de ella en su verdad. Heideggeriana: HegelExperiencia Apéndices
El valor es valor en la medida en que vale. Vale, en la medida en que es dispuesto en calidad de aquello que importa. Así, es dispuesto por un enfocar y mirar hacia aquello con lo que hay que contar. El punto de visión, la perspectiva, el círculo de visión significan aquí vista y ver en un sentido determinado por los griegos, aunque teniendo en cuenta la transformación sufrida por la idea desde el significado de eidos al de perceptio. Ver es ese representar que, desde Leibniz, es entendido expresamente bajo el rasgo fundamental de la aspiración (appetitus). Todo ente es representador, en la medida en que al ser de lo ente le pertenece el nisus el impulso de aparecer en escena que ordena a algo que aparezca (manifestación) y de este modo determina su aparición. La esencia caracterizada como nisus de todo ente se entiende de esta manera y pone para sí misma un punto de vista que indica la perspectiva que hay que seguir. El punto de vista es el valor. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
Los medios esenciales son las condiciones de sí misma que dispone la propia voluntad de poder. Nietzsche llama a dichas condiciones, valores. Dice así(XII, afor. 395 del año 1884): “En toda voluntad hay una estimación”. Estimar significa establecer y fijar el valor. La voluntad de poder estima en la medida en que establece la condición de aumento y fija la condición de conservación. Según su esencia, la voluntad de poder es la voluntad que dispone valores. Los valores son las condiciones de conservación y aumento dentro del ser de lo ente. La voluntad de poder es ella misma, en la medida en que aparece expresamente en su pura esencia, el fundamento y el ámbito de la instauración de valores. La voluntad de poder no tiene su fundamento en un sentimiento de carencia, sino que es ella misma el fundamento de la vida más rica posible. Aquí, vida significa voluntad de voluntad. “Vivo: esto ya significa estimar” (loc. cit.). Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
El arte es la condición dispuesta en la esencia de la voluntad de poder para que dicha voluntad, en cuanto tal, pueda llegar al poder y aumentarlo. Desde el momento en que condiciona de esta manera, el arte es un valor. En tanto que condición que prevalece en el rango del condicionamiento del aseguramiento de las existencias, y por lo tanto precede a todo condicionamiento, el arte es el valor que abre en primer lugar todo aumento, de grado. El arte es el valor supremo. En relación con el valor llamado verdad, es un valor más elevado. El uno reclama al otro, cada uno a su manera. Ambos valores determinan en su relación de valor la esencia unitaria de la voluntad de poder que dispone valores dentro de sí misma. Dicha voluntad es la realidad efectiva de lo efectivamente real o, tomando el término en un sentido más amplio del que suele usar Nietzsche, el ser de lo ente. Si la metafísica tiene que decir lo ente en relación con el ser y si con ello nombra a su manera el fundamento de lo ente, entonces la proposición fundamental de la metafísica de la voluntad de poder debe enunciar el fundamento. Dice qué valores son dispuestos esencialmente y según qué rango de valor son dispuestos dentro de la esencia de la voluntad de poder instauradora de valores en cuanto “esencia” de lo ente. La proposición dice así: “El arte tiene más valor que la verdad” (Voluntad de Poder, afor. 853 del año 1887-88). Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
Pero este modo en el que es, es también la manera en que se dispone a sí misma en el desocultamiento de sí misma. Pues bien, allí reside su verdad. La pregunta por la unidad esencial de la voluntad de poder es la pregunta por la manera de esa verdad en la que la voluntad es como ser de lo ente. Pero esa verdad es al mismo tiempo la verdad de lo ente como tal, bajo cuya forma la metafísica es. La verdad por la que se pregunta ahora, no es por tanto esa que dispone la propia voluntad de poder como condición necesaria de lo ente en cuanto ente, sino esa en la que la voluntad de poder instauradora de condiciones se presenta como tal. Ese Uno, en el que se presenta, su unidad esencial, atañe a la propia voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
¿Pero de qué tipo es entonces esta verdad del ser de lo ente? Sólo puede determinarse a partir de aquello cuya verdad es. Pero en la medida en que dentro de la metafísica moderna el ser de lo ente se ha determinado como voluntad y por tanto como querer-se, pero el querer-se es en sí el saber-se a sí mismo, lo ente, el hypokeimenon, el subiectum, se presenta al modo del saber-se a sí mismo. Lo ente (subiectum) se presenta, concretamente a sí mismo, al modo del ego cogito. Este presentarse a sí mismo, este ponerse delante que llamamos re-presentación, es el ser de lo ente qua suiectum. El saber-se a sí mismo se convierte en sujeto por antonomasia. En ese saber-se a sí mismo se reúne todo saber y lo conocible por él. Es reunión de saber, del mismo modo que la cordillera es la reunión de las montañas. La subjetividad del sujeto es, en cuanto tal reunión, co-agitatio (cogitatio), conscientia, Ge-wissen [reunión de saber], conscience. Pero la co-agitado ya es en sí un velle, un querer [wollen]. Con la subjetidad del sujeto aparece la voluntad en calidad de su esencia. La metafísica moderna piensa el ser de lo ente, en tanto que metafísica de la subjetidad , en el sentido de la voluntad. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
Dentro de la metafísica moderna es Leibniz el primero en pensar el subiectum como ens percipiens et appetens. A partir del carácter de vis del ens, piensa por primera vez claramente la esencia del ser de lo ente como voluntad. Piensa de manera moderna la verdad de lo ente como certeza. En sus 24 tesis sobre la metafísica, Leibniz dice así (tesis núm. 20): “iustitia nihil aliud est quam ordo seu perfectio circa mentes”. Las mentes, esto es, las res cogitantes, son, según la tesis 22, las primariae Mundi unitates. Verdad como certeza es aseguramiento de la seguridad, es orden (ordo) y comprobación ** permanente, esto es, acabamiento total, perfección (perfectio) ***. El carácter de esa puesta en seguridad o aseguramiento **** de lo que es en primer lugar y verdaderamente ente en su ser, es la iustitia (justicia). Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
En la esencia de la verdad como certeza, pensada ésta como verdad de la subjetidad y ésta como el ser de lo ente, se esconde la justicia experimentada a partir de la justificación de la seguridad. Es verdad que reina como esencia de la verdad de la subjetidad, pero no es pensada dentro de la metafísica de la subjetidad como verdad de lo ente. Por el contrario, la justicia tiene que presentarse ante el pensamiento de la metafísica moderna como el ser de lo ente que se sabe a sí mismo, en cuanto el ser de lo ente aparece como voluntad de poder. Dicha voluntad se sabe como esa que esencialmente instaura valores, que en dicha instauración de valores, como condiciones de su propia estabilidad esencial, se asegura y se hace justicia constantemente a sí misma y en este devenir es justicia. En ésta y como tal, la propia esencia de la voluntad de poder tiene que representar, lo que para el pensamiento metafísico moderno, significa ser. Así como en la metafísica de Nietzsche el pensamiento del valor es más fundamental que el pensamiento básico de la certeza en la metafísica de Descartes, en la medida en que la certeza sólo puede pasar por justa si vale como valor supremo, del mismo modo, en la era de la consumación de la metafísica occidental en Nietzsche, la autocerteza que mira a sí misma de la subjetidad, se manifiesta en tanto que justificación de la voluntad de poder, de acuerdo con la justicia que reina en el ser de lo ente. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices
Una explicación exacta de estos pensamientos sobrepasaría el marco de la meditación aquí emprendida. Será suficiente remitir al ámbito esencial del que forma parte la justicia pensada por Nietzsche. Para prepararnos a la comprensión de la justicia que Nietzsche tiene a la vista, tendremos que apartar de nuestra mente todas las representaciones sobre la justicia procedentes del ámbito de la moral cristiana, humanista, ilustrada, burguesa y socialista. Efectivamente, Nietzsche no entiende en absoluto la justicia primordialmente como una determinación del ámbito ético y jurídico. Antes bien, la piensa a partir del ser de lo ente en su totalidad, esto es, a partir de la voluntad de poder. Así, justo es lo que se adecua a derecho. Pero qué sea de derecho es algo que se determina a partir de eso que es en cuanto ente. Por eso dice Nietzsche (XIII, afor. 462 del año 1883: “Derecho = la voluntad de eternizar una relación de poder determinada. Estar satisfecho con est