realidad efectiva

Wirklichkeit

Aquello que sea el hombre, esto es, lo que en el lenguaje tradicional de la metafísica se llama la “esencia” del hombre, reside en su ex-sistencia. Pero, así pensada, la ex-sistencia no es idéntica al concepto tradicional de existentia, que significa realidad efectiva, a diferencia de la essentia, que significa posibilidad. En Ser y tiempo (p. 42) hemos subrayado la frase: “La ‘esencia’ del Dasein reside en su existencia”. Pero aquí no se trata de una oposición entre existentia y essentia, porque aún no se han puesto para nada en cuestión ambas determinaciones metafísicas del ser y mucho menos su mutua relación. Dicha frase encierra todavía menos algo parecido a una afirmación general sobre el Dasein entendido en el sentido de la existencia, en la medida en que esa denominación, que fue adoptada en el siglo XVIII para la palabra “objeto”, quiere expresar el concepto metafísico de realidad efectiva de lo real. Antes bien, lo que dice la frase es que el hombre se presenta de tal modo que es el “aquí”, es decir, el claro del ser. Este “ser” del aquí, y sólo él, tiene el rasgo fundamental de la ex-sistencia, es decir, del extático estar dentro de la verdad del ser. La esencia extática del hombre reside en la ex-sistencia, que sigue siendo distinta de la existentia metafísicamente pensada. La filosofía medieval concibe a esta última como actualitas. Kant presenta la existentia como la realidad efectiva, en el sentido de la objetividad de la experiencia. Hegel define la existentia como la idea de la subjetividad absoluta que se sabe a sí misma. Nietzsche concibe la existentia como el eterno retorno de lo igual. Desde luego, queda abierta la cuestión de si a través de estas interpretaciones de la existentia como realidad efectiva, que sólo a primera vista parecen tan diversas, queda ya suficientemente pensado el ser de la piedra, o incluso la vida en cuanto ser de los vegetales y los animales. En cualquier caso, los seres vivos son como son, sin que por ser como tal estén en la verdad del ser y sin que preserven en dicho estar lo que se presenta de su ser. De entre todos los entes, presumiblemente el que más difícil nos resulta de ser pensado es el ser vivo, porque, aunque hasta cierto punto es el más afín a nosotros, por otro lado está separado de nuestra esencia ex-sistente por un abismo. Por contra, podría parecer que la esencia de lo divino está más próxima a nosotros que la sensación de extrañeza que nos causan los seres vivos, entendiendo dicha proximidad desde una lejanía esencial que, sin embargo, en cuanto tal lejanía, le resulta más familiar a nuestra esencia existente que ese parentesco corporal con el animal que nos sume en un abismo apenas pensable. Semejantes reflexiones arrojan una extraña luz sobre la caracterización habitual, y por eso mismo todavía demasiado prematura, del ser humano como animal rationale. Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque están siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libremente dispuestos en el claro del ser, el único que es “mundo”. Pero no es que permanezcan carentes de mundo en su entorno porque se les haya privado de lenguaje. En la palabra “entorno” se agolpa pujante todo lo enigmático del ser vivo. El lenguaje no es en su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo. Por eso no lo podemos pensar a partir de su carácter de signo y tal vez ni siquiera a partir de su carácter de significado. Lenguaje es advenimiento del ser mismo, que aclara y oculta. Heideggeriana: CartaH

Pensada extáticamente, la ex-sistencia no coincide ni en contenido ni en forma con la existentia. Desde el punto de vista del contenido, ex-sistencia significa estar fuera en la verdad del ser. Por contra, existentia (existente) significa actualitas, realidad efectiva a diferencia de la mera posibilidad como idea. Ex-sistencia designa la determinación de aquello que es el hombre en el destino de la verdad. Existentia sigue siendo el nombre para la realización de lo que algo es cuando se manifiesta en su idea. La frase que dice “el hombre ex-siste” no responde a la pregunta de si el hombre es o no real, sino a la pregunta por la “esencia” del hombre. Esta pregunta la solemos plantear siempre de manera inadecuada, ya sea cuando preguntamos qué es el hombre, ya sea cuando preguntamos quién es el hombre, porque con ese ¿quién? o ¿qué?. nos ponemos en el punto de vista que trata de ver ya una persona o un objeto. Pero sucede que tanto el carácter personal como el carácter de objeto no sólo no aciertan con lo esencial de la ex-sistencia de la historia del ser, sino que impiden verlo. Por eso, en la citada frase de Ser y tiempo se escribe con muchas reservas y entre comillas la palabra “esencia” (p. 42). Esto indica que, ahora, la “esencia” no se determina ni desde el esse essentiae ni desde el esse existentiae, sino desde lo ex-stático del Dasein. En cuanto ex-sistente, el hombre soporta el ser-aquí, en la medida en que toma a su “cuidado” el aquí en cuanto claro del ser. Pero el propio ser-aquí se presenta en cuanto “arrojado”. Se presenta en el arrojo del ser, en lo destinal que arroja a un destino. Heideggeriana: CartaH

Por contra, Sartre expresa de la siguiente manera el principio del existencialismo: la existencia precede a la esencia. Está adoptando los términos existentia y essentia en el sentido de la metafísica que, desde Platón, formula lo siguiente: la essentia precede a la existentia. Sartre invierte esa frase. Lo que pasa es que la inversión de una frase metafísica sigue siendo una frase metafísica. Con esta frase se queda detenido, junto con la metafísica, en el olvido de la verdad del ser. Porque por mucho que la filosofía determine la relación entre essentia y existentia en el sentido de las controversias de la Edad Media o en el sentido de Leibniz o de cualquier otro modo, el hecho es que habría que empezar por preguntarse primero desde qué destino del ser llega al pensar dicha diferencia en el ser entre esse essentiae y esse existentiae. Queda por pensar la razón por la que la pregunta por este destino del ser nunca fue preguntada y la razón por la que nunca pudo ser pensada. ¿O acaso el hecho de que las cosas sean de este modo en lo relativo a la distinción entre essentia y existentia no es una señal del olvido del ser? Podemos suponer que este destino no reside en un mero descuido del pensar humano y mucho menos en una menor capacidad del pensamiento occidental temprano. La distinción entre essentia (esencialidad) y existencia (realidad efectiva), que se encuentra oculta en su origen esencial, domina y atraviesa todo el destino de la historia occidental y de la historia en su conjunto bajo su definición europea. Heideggeriana: CartaH

Pero ¿no es en Ser y tiempo (p. 212) – donde el “se da” toma voz – en donde se dice “sólo mientras el Dasein es, se da el ser”? Es verdad. Esto significa que sólo se traspasará ser al hombre mientras acontezca el claro del ser. Pero que acontezca el “aquí”, esto es, el claro como verdad del ser mismo, es precisamente lo destinado al propio ser. El ser es el destino del claro. Así, la citada frase no significa que el Dasein del hombre, en el sentido tradicional de existentia o, pensado modernamente, como realidad efectiva del ego cogito, sea aquel ente por medio del cual se llega a crear por vez primera el ser. La frase no dice que el ser sea un producto del hombre. En la Introducción a Ser y tiempo (p. 38) se dice clara y sencillamente, y hasta destacándolo con cursivas, que el “ser es lo trascendente por antonomasia”. Así como la apertura de la proximidad espacial sobrepasa cualquier cosa cercana o lejana, vista desde esa misma cosa, así el ser está esencialmente más lejos que todo ente, porque es el claro mismo. Y, por esto, y conforme al principio que en un primer momento es inevitable en la metafísica aún dominante, el ser es pensado desde lo ente. Sólo desde este punto de vista se muestra el ser en un sobrepasamiento y en cuanto tal. Heideggeriana: CartaH

La proposición del fundamento reza: Nihil est sine ratione. Se traduce: nada es sin fundamento. Cabe transcribir lo que la proposición enuncia de la forma siguiente: todo, es decir, toda suerte de cosas que, de algún modo, sean, tiene un fundamento. Omne ens habet rationem. Aquello que cada vez es efectivamente real tiene un fundamento de su realidad efectiva. Aquello que cada vez es posible tiene un fundamento de su posibilidad. Aquello que cada vez es necesario tiene un fundamento de su necesidad. Nada es sin fundamento. Heideggeriana: Fundamento1956

¿Pero la esencia del nihilismo según la historia del ser no es lo meramente pensado por parte de un pensar exaltado con el que una filosofía romántica huye de la verdadera realidad? ¿Qué significa esta esencia pensada del nihilismo frente a la única realidad efectiva del nihilismo real, que esparce por todas partes confusión y descomposición, empuja al crimen y a la desesperación? ¿Qué pretende esa pensada nada del ser frente a la a-niquil-ación [Ver-nichts-ung] de todo ente que, con su violencia que se inmiscuye por todas partes, hace ya casi inútil toda resistencia? No hace falta ya describir con detalles la violencia en expansión del nihilismo real, que es experimentado de manera suficientemente directa aún sin una definición esencial ajena a la realidad. Por otra parte, a pesar de toda la unilateralidad de su interpretación, la experiencia de Nietzsche ha dado de modo tan penetrante con el nihilismo “real” que, frente a ella, la determinación aquí intentada de la esencia del nihilismo aparece como algo esquemático, por no hablar de su inutilidad. ¿Pues en medio de la amenaza de toda consistencia divina, humana, cósica y natural, quién habría de preocuparse por cuestiones tales como el dejar fuera del permanecer fuera del ser mismo, en caso de que esto acontezca y no sea más bien la escapatoria de una abstracción desesperada? Si por lo menos fuera visible una conexión del nihilismo real, o aunque más no fuera del experimentado por Nietzsche, con la esencia pensada del nihilismo. Entonces se le quitaría a ésta la evidente apariencia de total irrealidad, que parece ser aún mayor que la enigmaticidad que se le ha reconocido. Heideggeriana: NiilismoSer

Queda la pregunta, o más bien sólo ahora se plantea, de si la “esencia” del ser proviene en algún caso del ente, de si lo real, en cuanto aquello que es, es capaz con todos sus manejos de determinar la realidad efectiva [Wirklichkeit], el ser, o si, por el contrario, es la eficacia [Wirksamkeit] proveniente del ser mismo la que ocasiona todo lo real. Heideggeriana: NiilismoSer

En la interpretación platónica de la entidad del ente como idea falta toda huella de una experiencia del ser como “voluntad de poder”. Pero también la fundación cartesiana de la metafísica sobre el representar en cuanto subiectum sólo parece reinterpretar la idea como idea en cuanto perceptio y pensar el ser como re-presentatividad, en lo cual la certeza se vuelve esencial pero falta igualmente el carácter de voluntad de poder. Con qué claridad el proyecto de la entidad como representatividad busca desplegar la esencia de ésta sin saber nada de una voluntad de poder, está testimoniado por la doctrina kantiana de la objetividad de los objetos. La subjetividad trascendental es la presuposición interna de la subjetividad incondicionada de la metafísica de Hegel, en la que la “idea absoluta” (el aparecerse-a-sí-mismo del re-presentar incondicionado) constituye la esencia de la realidad efectiva. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

¿Pero la re-presentatividad no es lo que es en el representar y por medio de él? ¿No se ha vuelto visible el re-presentar como la esencia fundamental de la subjetividad del subiectum? Ciertamente; pero con plenitud esencial sólo cuando reconocimos en qué medida la subjetividad no sólo se convirtió en fundamento determinante del ente como objetividad sino, al mismo tiempo, también en fundamento esencial del ente en su realidad efectiva [Wirklichkeit]. Sólo si pensamos la entidad como realidad efectiva se abre una conexión con el efectuar [Wirken] y el llevar a efecto [Erwirken], es decir con el dar poder al poder [Ermächtigen] como esencia de la voluntad de poder. Así existe, en virtud de ello, una relación interna entre la entidad como subjetividad y la entidad como voluntad de poder. Pero tenemos que pensar que sólo en la metafísica de Leibniz la metafísica de la subjetividad lleva a cabo su comienzo decisivo. Todo ente es subiectum, mónada. Pero todo ente es también un obiectum determinado por el subiectum, es objeto. Mediante la subjetividad, la entidad del ente se vuelve ambigua. Ser quiere decir objetividad y al mismo tiempo, realidad efectiva; cada una ocupa el lugar de la otra, ambas se copertenecen. La esencia de la realidad efectiva es la eficacia [Wirksamkeit] (vis); la esencia de la objetividad en cuanto representatividad es la visualidad (idea). La interpretación del subiectum (de la substantia en cuanto monas) en el sentido de vis primitiva activa (eficacia) es puesta por Leibniz en referencia y en contraste con la distinción medieval de potentia y actus, de manera tal que la vis no es ni potentia ni actus sino ambas a la vez de modo más originario, como unidad de perceptio y appetitus. La distinción de potentia y actus remite a la de Aristóteles entre dynamis y energeia. Además, el propio Leibniz señala explícitamente en varias ocasiones la conexión entre la vis primitiva activa y la “entelequia” de Aristóteles. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Así parece haberse encontrado el hilo histórico (¿o sólo historiográfico?) a lo largo del cual puede comprobarse la proveniencia histórica del proyecto del ente como voluntad de poder. Hasta ahora hemos comprendido a la metafísica demasiado exclusivamente como platonismo y con ello hemos menospreciado la repercusión histórica no menos esencial de la metafísica de Aristóteles. Su concepto metafísico fundamental, la energeia, señala sin embargo de modo suficientemente “enérgico” en dirección de la voluntad de poder. Al poder le pertenece “energía”. Pero queda abierta la pregunta, sin embargo, de si la “energía” así entendida acierta siquiera en lo más mínimo con la esencia de la energeia de Aristóteles. Queda abierta la pregunta de si precisamente la referencia del propio Leibniz a la conexión entre vis y energeia no reinterpreta la esencia griega de la energeia en el sentido de la subjetividad moderna, después de que la energeia aristotélica ya experimentara su primera reinterpretación con la interpretación medieval como actus. Pero más esencial que la comprensión de estas reinterpretaciones y del “efecto” ejercido por el pensamiento aristotélico en la metafísica occidental, es lo siguiente: en la esencia de la energeia se mantiene aún originariamente unido lo que posteriormente se separó y entró en alternancia como objetividad y realidad efectiva, y se consolidó entre las determinaciones esenciales de la entidad en la metafísica moderna. La conexión histórico-esencial entre la energeia y la voluntad de poder es más oculta y más rica de lo que podría parecer por la correspondencia extrínseca entre “energía” (fuerza) y “poder”. Esto sólo puede señalarse aquí a grandes rasgos. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Con Leibniz todo ente se vuelve “de tipo subjetivo”, es decir, en sí mismo representante-apetente y por lo tanto eficaz [wirk-sam]. Directa e indirectamente (a través de Herder), la metafísica de Leibniz determinó el “humanismo” alemán (Goethe) y el idealismo (Schelling y Hegel). En la medida en que el idealismo se fundaba sobre todo en la subjetividad trascendental (Kant) y al mismo tiempo, pensaba de modo leibniziano, mediante una peculiar fusión y radicalización en dirección de lo incondicionado, se llegó a pensar aquí la entidad del ente a la vez como objetividad y como eficacia. La eficacia (realidad efectiva) es comprendida como voluntad que sabe (saber volitivo), es decir como “razón” y “espíritu”. La obra capital de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, reúne, junto con una exégesis muy exterior y superficial del platonismo y de la filosofía kantiana, todas las direcciones fundamentales de la interpretación occidental del ente en su totalidad, desarraigándolas y llevándolas a un plano de comprensibilidad que se inclina hacia el emergente positivismo. La obra capital de Schopenhauer se convirtió para Nietzsche en la auténtica “fuente” para la forma y dirección de sus pensamientos. A pesar de ello, Nietzsche no tomó de los “libros” de Schopenhauer el proyecto del ente como “voluntad”. Schopenhauer sólo pudo “cautivar” al joven Nietzsche porque las experiencias fundamentales del pensador que se estaba despertando encontraron en esa metafísica sus primeros e insoslayables apoyos. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Aquí estamos tentados de preguntar: ¿es la subjetividad incondicionada, en el sentido del contar ilimitado, el fundamento de la interpretación de la entidad como voluntad de poder? ¿O, a la inversa, es el proyecto de la entidad como voluntad de poder el fundamento de la posibilidad del dominio de la incondicionada subjetividad del “cuerpo”, sólo mediante el cual se ponen en libertad las auténticas eficiencias de la realidad efectiva? En verdad, esta alternativa no deja de ser insuficiente. Ambas cosas son válidas y ninguna es acertada, incluso las dos juntas no llegan hasta el ámbito de la historia del ser, la cual, en cuanto historicidad propia, proporciona lo que esencia [das Wesende] a toda historia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero, ¿cómo habríamos de experimentar la esencia de la historia de una forma diferente? Es evidente que, en la determinación de la esencia de la historia, el tiempo juega un papel destacado. Lo que no es el caso con la naturaleza, si bien los procesos naturales, sin embargo, transcurren asimismo todos “en el tiempo”. Nunca hemos llamado a la naturaleza, por decir, lo presente, con el mismo énfasis a como caracterizamos la historia como lo pasajero. ¿Qué hay en el fondo de todo esto? ¿En qué sentido tiene la historia una destacada relación con el tiempo? Comencemos otra vez nuestra reflexión con la determinación corriente, que afirma que la historia es lo pasado, y pensémoslo más de cerca y a fondo. Lo pasado nos ha sido dado en el recuerdo. Cuando recordamos la historia – digamos la Guerra de los Siete Años – entonces no nos dirigimos, de ningún modo, a lo pasado como una cosa semejante, esto es, no a ello en su pasar y desaparecer, sino al contrario, a ello en su nacer y venir a ser de entonces. Pues, incluso, allí, cuando observamos de cerca un derrumbamiento histórico en el pasado – por decir, en los estados griegos – , no miramos el proceso de su derrumbe, sino su nacer y su devenir. La historia como lo temprano [Frühere] no es simplemente lo pasado, lo pretérito en su pasar [o transcurrir], sino lo que ha venido a ser [Gewordene] en su devenir. Entendiendo este devenir, empero, no como una culminación anterior, sino como un acontecer que de alguna manera todavía “es”. Éste “es” – en la medida que se despliegue como lo temprano aún, como lo que sigue siendo en esencia desde antaño – renovando así esa vieja palabra alemana – lo sido [Gewesene]. Lo que ha sido y lo que ha pasado no son lo mismo. Se distinguen en su carácter temporal. Lo pasado es un dominio temporal, en el que se halla puesto lo invariable, inmutable. Lo sido, empero, es una fuerza, bajo la cual nos hallamos y, que en cierto sentido, es modificable. Todo lo sido es, en verdad, algo que también ha pasado – pero no cualquier cosa pasada es y puede ser – algo sido. Con todo, ¿qué es lo que se mienta con lo sido – en cuanto que aquello que sigue siendo desde antaño? ¿Encierra acaso la repercusión efectiva de aquello que lo precedió y que aún tiene secuelas sobre nosotros? Aún así, repercusiones en la realidad efectiva actual las hay muy variopintas. Y determinar las repercusiones en cuanto tales depende siempre de qué sea lo que nos reclame de la realidad actual como efectiva realidad. Sólo que, aquello en donde vemos la verdadera realidad, no admite, de ninguna forma, que se lo conciba a partir de lo actual. Heideggeriana: FilosofiaAlema

Por mucho que el artista sea necesariamente el origen de la obra de un modo diferente a como la obra es el origen del artista, lo cierto es que el arte es al mismo tiempo el origen del artista y de la obra todavía de otro modo diferente. Pero ¿acaso puede ser el arte un origen? ¿Dónde y cómo hay arte? El arte ya no es más que una palabra a la que no corresponde nada real. En última instancia puede servir a modo de término general bajo el que agrupamos lo único real del arte: las obras y los artistas. Aun suponiendo que la palabra arte fuera algo más que un simple término general, con todo, lo designado por ella sólo podría ser en virtud de la realidad efectiva de las obras y los artistas. ¿O es al contrario? ¿Acaso sólo hay obra y artista en la medida en que hay arte y que éste es su origen? Sea cual sea la respuesta, la pregunta por el origen de la obra de arte se transforma en pregunta por la esencia del arte. Como de todas maneras hay que dejar abierta la cuestión de si hay algún arte y cómo puede ser éste, intentaremos encontrar la esencia del arte en el lugar donde indudablemente reina el arte. El arte se hace patente en la obra de arte. Pero ¿qué es y cómo es una obra que nace del arte? Qué sea el arte nos los dice la obra. Qué sea la obra, sólo nos lo puede decir la esencia del arte. Es evidente que nos movemos dentro de un círculo vicioso. El sentido común nos obliga a romper ese círculo que atenta contra toda lógica. Se dice que se puede deducir qué sea el arte estableciendo una comparación entre las distintas obras de arte existentes. Pero ¿cómo podemos estar seguros de que las obras que contemplamos son realmente obras de arte si no sabemos previamente qué es el arte? Pues bien, del mismo modo que no se puede derivar la esencia del arte de una serie de rasgos tomados de las obras de arte existentes, tampoco se puede derivar de conceptos más elevados, porque esta deducción da por supuestas aquellas determinaciones que deben bastar para ofrecernos como tal aquello que consideramos de antemano una obra de arte. Pero reunir los rasgos distintivos de algo dado y deducir a partir de principios generales son, en nuestro caso, cosas igual de imposibles y, si se llevan a cabo, una mera forma de autoengaño. Heideggeriana: OOA1935

En la obra obra el acontecimiento de la verdad. Pero lo que obra en la obra está, por lo tanto, en la obra. Por consiguiente, aquí ya se presupone la obra efectivamente real como soporte del acontecimiento. De inmediato resurge ante nosotros la pregunta por aquel carácter de cosa de la obra dada. Y así, hay algo que por fin queda claro: por mucho y muy insistentemente que nos preguntemos por la subsistencia de la obra, nunca daremos plenamente con su realidad efectiva mientras no nos decidamos a tomar la obra como algo efectuado. Lo más normal es tomarla así, porque en la palabra obra resuena ya el término ‘efectuado’. El carácter de obra de la obra reside en el hecho de haber sido creada por un artista. Puede parecer extraño que hayamos esperado hasta ahora para dar esta definición de la obra, que además de aclarar todo es la más lógica. Heideggeriana: OOA1935

Pero entonces, ¿qué hilo conductor podremos seguir para pensar la esencia del crear si no es el del oficio manual? ¿Cómo pensarla si no es contemplando aquello que hay que crear, la obra? A pesar de que la obra sólo se torna efectivamente real en el proceso de creación y por lo mismo depende de dicho proceso en su realidad efectiva, la esencia del crear está determinada por la esencia de la obra. Aunque el ser-creación de la obra tenga una relación con el crear, tanto el ser-creación como el crear deben determinarse a partir del ser-obra de la obra. Ahora ya no nos asombraremos por haber tratado primero durante tanto tiempo únicamente de la obra sin detenernos a analizar el ser-creación hasta el último momento. Si el ser-creación forma parte de la obra de manera tan esencial como resuena en la propia palabra obra, tendremos que procurar comprender más esencialmente lo que se ha podido determinar hasta ahora como ser-obra de la obra. Heideggeriana: OOA1935

La pregunta por el ser-creación de la obra debería aproximarnos al carácter de obra de la obra y con ello a su realidad efectiva. El ser-creación se ha desvelado como esa fijación del combate en la figura por medio del rasgo. Por otra parte, el propio ser-creación ha sido expresamente creado dentro de la obra y se encuentra en lo abierto como el callado impulso – que hace destacar a la obra – del “que”. Pero la realidad efectiva de la obra tampoco se agota en el hecho de haber sido creada. Por el contrario, la contemplación de la esencia de su ser-creación nos capacita para consumar ese paso al que tendía todo lo dicho hasta ahora. Heideggeriana: OOA1935

En cuanto el impulso que hace destacar a la obra, dirigido hacia lo inseguro, queda atrapado en lo corriente y ya conocido, se puede decir que ha comenzado la empresa artística en torno a las obras. Ni la más cuidadosa transmisión de obras, ni los ensayos científicos para recuperarlas, consiguen alcanzar ya nunca el propio ser-obra de la obra, sino un simple recuerdo del mismo. Pero también este recuerdo puede ofrecerle todavía a la obra un lugar desde el que puede seguir contribuyendo a configurar la historia. Por el contrario, la realidad efectiva más propia de la obra sólo es fecunda allí donde la obra es cuidada en la verdad que acontece gracias a ella. Heideggeriana: OOA1935

La realidad efectiva de la obra se determina en sus rasgos esenciales a partir de la esencia del ser-obra. Ahora podemos retomar de nuevo la pregunta que introdujo estas cuestiones: ¿qué ocurre con ese carácter de cosa de la obra, que debe ser garantía de su inmediata realidad efectiva? Ocurre que ya no nos planteamos la pregunta por el carácter de cosa de la obra, pues, mientras sigamos planteándola, estaremos tomando inmediata y definitivamente por adelantado la obra como un objeto dado. De esta manera nunca preguntaremos a partir de la obra, sino a partir de nosotros mismos. A partir de nosotros, que no le dejamos a la obra ser una obra, sino que tendemos a representárnosla como un objeto que debe provocar en nosotros determinados estados. Heideggeriana: OOA1935

Los esfuerzos por alcanzar la realidad efectiva de la obra deben preparar el terreno para que podamos encontrar el arte y su esencia en la obra efectivamente real. La pregunta por la esencia del arte, por el camino hacia el saber de ella, debe ser primera y nuevamente dotada de un fundamento. Como toda respuesta auténtica, la respuesta a la pregunta no es más que la salida más extrema al último paso de una larga serie de pasos en forma de preguntas. Las respuestas sólo conservan su fuerza como respuestas mientras siguen arraigadas en el preguntar. Heideggeriana: OOA1935

La realidad efectiva de la obra no sólo se ha tornado más visible para nosotros a partir de su ser-obra, sino también esencialmente más rica. Al ser-creación de la obra le pertenecen con igual carga esencial los cuidadores que los creadores. Pero es la obra la que, por su esencia, hace posible a los creadores y necesita a los cuidadores. Si el arte es el origen de la obra, esto quiere decir que hace que surja en su esencia aquello que se pertenece mutuamente y de manera esencial dentro de la obra: los creadores y los cuidadores. Pero ¿qué es el propio arte, para que podamos llamarlo con todo derecho un origen? En la obra obra el acontecimiento de la verdad precisamente al modo de una obra. En consecuencia, hemos determinado previamente la esencia del arte como ese poner a la obra de la verdad. Pero esta determinación es conscientemente ambigua. Por una parte, dice que el arte es la fijación en la figura de la verdad que se establece a sí misma. Esto ocurre en el crear como aquel traer delante el desocultamiento de lo ente. Pero, por otra parte, poner a la obra significa poner en marcha y hacer acontecer al ser-obra. Esto ocurre como cuidado. Así pues, el arte es el cuidado creador de la verdad en la obra. Por lo tanto, el arte es un llegar a ser y acontecer de la verdad. ¿Quiere decir esto que la verdad surge de la nada? Efectivamente, si entendemos por nada la mera nada de lo ente y si nos representamos a ese ente como aquello presente corrientemente y que debido a la instancia de la obra aparece y se desmorona como ese ente que sólo pretendidamente es verdadero. La verdad nunca puede leerse a partir de lo presente y habitual. Por el contrario, la apertura de lo abierto y el claro de lo ente sólo ocurre cuando se proyecta esa apertura que tiene lugar en la caída. Heideggeriana: OOA1935

El poner a la obra de la verdad hace que se abra bruscamente lo inseguro y, al mismo tiempo, le da la vuelta a lo seguro y todo lo que pasa por tal. La verdad que se abre en la obra no puede demostrarse ni derivarse a partir de lo que se admitía hasta ahora. La obra rebate la exclusividad de la realidad efectiva de lo admitido hasta ahora. Lo que el arte funda no puede nunca, precisamente por eso, verse contrarrestado por lo ya dado y disponible. La fundación es algo que viene dado por añadidura, un don. Heideggeriana: OOA1935

La verdad es el desocultamiento de lo ente en cuanto ente. La verdad es la verdad del ser. La belleza no aparece al lado de esta verdad. Se manifiesta cuando la verdad se pone en la obra. Esta manifestación – en tanto que ser de la verdad dentro de la obra y en tanto que obra -, es la belleza. Así, lo bello tiene su lugar en el acontecer de la verdad. No es algo relativo al gusto, en definitiva, un mero objeto del gusto. Por el contrario, lo bello reside en la forma, pero únicamente porque antaño la forma halló su claro a partir del ser como entidad de lo ente. En aquel entonces el ser aconteció como eidos. La idea se ordena en la morphe. El sunolon, la totalidad unida de la morphe y la hyle, esto es, el ergon, es al modo de la energeia. Este modo de presencia se convierte en actualitas del ens actu. La actualitas llega a ser a su vez realidad efectiva. La realidad efectiva se torna objetividad. La objetividad pasa a ser vivencia. En ese modo en que lo ente es como efectivamente real para el mundo determinado por Occidente, se esconde una peculiar manera de ir siempre juntas la belleza y la verdad. A la transformación de la esencia de la verdad corresponde la historia de la esencia del arte occidental. Ésta se comprende tan poco a partir de la belleza tomada en sí misma como a partir de la vivencia, suponiendo que el concepto metafísico del arte pueda llegar hasta su esencia. Heideggeriana: OOA1935

El investigador se ve espontánea y necesariamente empujado dentro de la esfera del técnico en sentido esencial. Es la única manera que tiene de permanecer eficaz y, por lo tanto, en el sentido de su época, efectivamente real. Al lado de esto, aún puede sobrevivir cierto tiempo y en determinados lugares el romanticismo cada vez más inconsistente y vacío de la erudición y la universidad. Pero el carácter efectivo de unidad y, por lo tanto, la realidad efectiva de la universidad, no reside en un poder espiritual – que parte de ella por el hecho de haber sido alimentado y preservado por ella – para la unificación originaria de las ciencias. La universidad sólo es efectivamente real en tanto que institución que hace posible y visible de un modo ya exclusivo (por el hecho de estar cerrado administrativamente) la tendencia de las ciencias a separarse y especializarse y la particular unidad de las empresas. Es porque las auténticas fuerzas esenciales de la ciencia moderna se vuelven efectivamente reales en la empresa de modo inmediato y evidente por lo que, paralelamente, sólo las empresas de investigación nacidas espontáneamente pueden diseñar y organizar a partir de sí mismas, junto con otras empresas, la unidad interna que les corresponde. Heideggeriana: EIM

9. La esencia del que-es (realidad efectiva), que queda en la obviedad, permite finalmente la equiparación de la certeza incondicionada con la realidad absoluta. Heideggeriana: HistoriaSer

Ser – realidad efectiva – voluntad Heideggeriana: HistoriaSer

Ser como realidad efectiva – realidad efectiva como voluntad. Heideggeriana: HistoriaSer

La voluntad se arranca hacia la verdad como certeza, y es llevada al origen por esta esencia de la verdad. La voluntad es el efectuar que se-pro-pone de acuerdo con algo re-presentado. Se arranca hacia la certeza por desconocimiento de la esencia de la verdad; este desconocimiento es el más profundo no-saber. La voluntad (como rasgo esencial y fundamental de la entidad) tiene su origen esencial en la esencial ignorancia de la esencia de la verdad como verdad del ser. Por eso, la metafísica es la verdad del ser del ente en el sentido de la realidad efectiva como voluntad. Esta ignorancia reina, sin embargo, en la forma del calcular-todo de la certeza. Heideggeriana: HistoriaSer

Para Kant, ser quiere decir: 1. Objetividad [Gegenständlichkeit-Objektivität] – certeza como representatividad de la experiencia; en lo cual: a) certeza de la síntesis, b) carácter de impresión de la sensación, ambas como realidad [Realität] (cfr. “Los postulados del pensamiento empírico en general”). 2. Realidad efectiva de la libertad – como cosa en sí, es decir, voluntad. 3. Cfr. 1 b. Carácter de impresión de la sensación; influjo [Einwirkung] – eficacia [Wirksamkeit]. Considerar si y cómo estas determinaciones del ser son pensadas unitariamente, o bien si la realidad efectiva (cfr. “Los postulados del pensamiento empírico en general”) puede quedar precisamente incuestionada desde un comienzo y cómo, a pesar de ello, es posible que la ontología exista como filosofía trascendental. Heideggeriana: HistoriaSer

Cómo el concepto de ser del racionalismo (ens certum-objetividad) y del empirismo (impressio-realidad) coinciden en la determinación de la realidad efectiva de lo eficiente. La eficacia, sin embargo, no en sentido formal general sino en el originario de la historia del ser. Heideggeriana: HistoriaSer

la realidad efectiva Heideggeriana: HistoriaSer

La distinción de la existencia en el sentido de realidad como ser sí-mismo, prefigurada desde el primer acabamiento de la metafísica en Schelling, llega, pasando por Kierkegaard, que no es ni teólogo ni metafísico y es sin embargo lo esencial de ambos, a un peculiar estrechamiento. El hecho de que, inmediatamente, la conversión de la realidad efectiva en autocerteza del ego cogito esté determinada por el cristianismo, y de que, mediatamente, el estrechamiento del concepto de existencia esté determinada por la cristianidad, no hace más que testimoniar nuevamente cómo la fe cristiana se ha apropiado de los rasgos fundamentales de la metafísica y bajo esa forma, ha llevado a ésta a dominar en Occidente. Heideggeriana: HistoriaSer

En la “realidad efectiva”, que se vuelve el rasgo fundamental dominante de la entidad del ente, se halla el efectuar y por lo tanto la causalitas (agathon como lo posibilitante). En la “realidad efectiva” se halla el llevar a efecto, y éste esconde en sí el re-presentar y el apetecer, que esencian desde una unidad propia. El llevar a efecto así determinado es un llevar-se a efecto, en él se halla la posible pretensión de asegurar-se, la certeza como autocerteza. Donde hay realidad efectiva, allí hay voluntad; donde hay “voluntad”, allí hay un quererse; donde hay un quererse, allí existen posibilidades de desarrollo esencial de la voluntad como razón, amor, poder. ¿Cuándo y cómo la esencia de voluntad se vuelve esencial para la realidad efectiva? El hecho de que, en el acabamiento de la metafisica, la realidad efectiva entre por último en la esencia de la voluntad, donde “voluntad” no debe pensarse de modo “psicológico” sino que, al contrario, la psicología debe determinarse desde la esencia del llevarse a efecto, manifiesta la decisión con que se lleva a cabo el despliegue de la entidad desde el pro-ceso que sale [Fort-gang] del ser en dirección de ella. El proceso inicial, sin embargo, deja atrás el inicio como algo infundado y por eso puede poner todo el peso en instaurarse como pro-greso [Fort-schritt] y superación. Heideggeriana: HistoriaSer

En la esencia de voluntad de la entidad como realidad efectiva se oculta, por esencia nunca accesible a la metafisica, la maquinación (poiesis) en la que aún resuena, desde los iniciales rasgos esenciales, la energeia, de donde el progreso desde el primer inicio (desde la aletheia) toma su decidido comienzo, que todo lo predetermina. Pero la energeia es, al mismo tiempo, la última salvaguarda de la esencia de la physis, de ese modo, un pertenecer al inicio. Heideggeriana: HistoriaSer

Lo que en general en la metafísica se llama existentia, existencia [Existenz, Dasein], realidad efectiva, es Heideggeriana: HistoriaSer

6. Existencia, en cuanto actualitas, realidad efectiva, ser efectuado y ser eficiente, se convierte en objetividad de la experiencia, y de ese modo en una modalidad junto a la posibilidad y la necesidad. Heideggeriana: HistoriaSer

Schelling y Kierkegaard : Existencia: un ser sí mismo – subjetividad (voluntad del entendimiento, ego cogito) – volverse manifiesto – contradicción-distinción – “pasión”-“impulso”-“voluntad que sabe”-“devenir” – En Kierkegaard, en cambio: 1. Restringido al hombre, sólo él existe. 2. Existencia – interés en la existencia, realidad efectiva. 3. Este interés, no un representar sino un creer en…, un adscribirse a lo real, un hacer que lo real importe. 4. Creer en otro, no como referencia a una doctrina y su verdad sino a lo verdadero en cuanto real, crecer junto con él, concretamente. Existencia en sentido moderno. 5. Creer que Dios ha estado como hombre, infinitamente interesado – creer como ser cristiano, es decir, devenir cristiano. La incredulidad como pecado. – Schelling: “Querer es ser originario.” – Todo ser es existir: existencia. Pero existencia es existencia del fundamento. Al ser le pertenece la existencia y el fundamento de la existencia. Al ser le pertenece esta distinción [Unter-scheidung] en cuanto “real” [reell]. El ser mismo es de manera tal que el ente en cuanto tal se distingue. Esta distinción se halla en la esencia del querer. La distinción: voluntad del fundamento y voluntad del entendimiento. ¿De qué modo? La voluntad en la voluntad es el entendimiento. La “distinción” de Schelling alude a un enfrentamiento (lucha) que ensambla y reina en todo ser (todo ente en su entidad), todo esto siempre sobre la base de la subjetividad. Ser originario – es querer. El ser (aún no ser-un-ente) clausura. El ente (de modo substantivo, verbal-transitivo): el sí mismo. Ser-en-sí. Heideggeriana: HistoriaSer

Lo real efectivo es de modo tal que todo lo real se incauta en todas partes del hombre como efectuante y eficiente, como coefectuante y efectuado. Lo existencial, tomado en su aparente indiferencia histórica, no tiene que entenderse necesariamente de modo cristiano, como en Kierkegaard, sino en cualquier aspecto de la intervención del hombre como aquel que lleva a efecto lo efectivamente real. El eco que ha encontrado lo existencial en las últimas décadas está basado en la esencia de la realidad efectiva, que, en cuanto voluntad de poder, ha hecho del hombre un instrumento del hacer (producir, llevar a efecto). Esta esencia del ser, a pesar de Nietzsche, e incluso en él mismo, puede permanecer encubierta. Por ello, lo existencial admite múltiples interpretaciones. Heideggeriana: HistoriaSer

La exposición del estrechamiento de la esencia de la existencia parte de la distinción de Schelling entre “fundamento y existencia”. Hay que mostrar: 1. En qué medida detrás de esta distinción se esconde aún la distinción corriente entre essentia y existentia. 2. Por qué esta distinción cae en versiones peculiares, que incluso se contradicen (por ejemplo, “el ser y el ente”; “existencia y el existente”, donde ahora “existencia” ocupa el lugar de “fundamento” y lo que antes se comprendía como existencia se concibe como el “existente”. De hecho, esta denominación es más acertada, ya que expresa el rango de la efectiva realización y de quien la efectúa, el autoaseguramiento como efectuar y voluntad). 3. Cómo asume Kierkegaard esta distinción, estrechando el concepto de existencia a la cristiandad del ser cristiano, con lo que no quiere decirse que lo no-existente sea lo no-real. Si sólo el hombre es lo existente, precisamente entonces Dios es lo absolutamente real y la realidad efectiva. Heideggeriana: HistoriaSer

El ente es lo real efectivo. La realidad efectiva salva su esencia en el efectuar, el cual, como su esencia propia, lleva a efecto que la voluntad que sabe se vuelva la eficacia determinante. La realidad efectiva traslada su esencia a la multiformidad de la voluntad. La voluntad se lleva a efecto a sí misma en la exclusividad de su egoísmo como voluntad de poder. Pero en la esencia del poder se encubre el más extremo abandono del ser a la entidad, en virtud de lo cual ésta se transforma en maquinación. Superficialmente, aparece en la forma de la preeminencia de lo planeado y lo planeable en el sector de lo real previamente calculado. La preeminencia de lo real efectivo como lo único ente frente al ser es incondicionada. El ser ya sólo aparece para ser entregado al desprecio. El nombre de este desprecio es “abstracción”. Heideggeriana: RelembrarMetafisica

El primer párrafo nombra el asunto de la filosofía. “Ella contempla lo presente en cuanto presente y de este modo (contempla) lo que ya predomina en él (en lo presente) de antemano y por sí mismo”,(Aristóteles, Met. L, 1, 1.003 a 21). El predominio concierne el venir-a-la-presencia en el desocultamiento. La filosofía contempla lo que se presenta en su presencia. La contemplación considera lo que se presenta. De tal manera lo pone en su punto de mira que sólo ve lo que se presenta en cuanto tal. La filosofía observa: lo que se presenta en cuanto a su aspecto. En la visión de esta contemplación no se oculta ningún sentido profundo. La theoria es el desencanto de todo conocimiento. Hegel dice en el lenguaje de su pensar: la filosofía es “el conocimiento efectivamente real de lo que es de verdad”. Mientras tanto, aquello verdaderamente ente se ha mostrado como lo efectivamente real cuya realidad efectiva es el espíritu. Pero la esencia del espíritu reside en la autoconciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

La realidad efectiva de esto efectivamente real, la subjetidad del sujeto, es el propio manifestarse. Ahora bien, el ser de esto ente, el manifestarse, sólo llega a la representación – como todo ser de todo ente en toda metafísica – cuando lo ente se presenta en tanto que lo ente (on he on). Pero ahora el on es el ens qua ens perceptum. Se presenta en la presentación por medio de las cogitationes, que son en tanto que conscientia. Ahora lo que hay que presentar es el sujeto como sujeto, aquello que se manifiesta como aquello que se manifiesta. La presentación del saber que se manifiesta es la ontología de la conciencia efectivamente real en tanto que efectivamente real. Heideggeriana: HegelExperiencia

Se distingue al saber natural frente al saber real. Por lo tanto, lo natural no es real y lo real no es natural. Se podría pensar que ambos son lo mismo. Lo natural es aquello que surge de la naturaleza, que forma parte de ella y a ella corresponde. La naturaleza es lo ente mismo sin esfuerzo. Pero, ¿acaso no es esto lo real, bajo lo que se entiende sin embargo a lo efectivo, que no es otra cosa que lo propiamente ente, la naturaleza? Hegel utiliza la distinción entre natural y real en relación con el saber o la conciencia, la cual es en sí misma aquello que se manifiesta. En el modo del manifestarse está presente el sujeto, con el que, al mismo tiempo y concretamente en su relación con él, se presenta el objeto. El sujeto que se manifiesta es el saber que se presenta, la conciencia natural. Pero, según la frase de Hegel, la presentación del saber que se manifiesta probará que la conciencia natural es aquello que no es el saber real. La conciencia natural prueba ser incluso “sólo concepto del saber”. Podríamos opinar que Hegel piensa que la naturaleza es un mero concepto y por ende nada efectivamente real. Se podría pensar, a la vista de este desvanecimiento de la naturaleza en una mera abstracción, que hay que devolverle a la naturaleza sus derechos en calidad de aquello efectivamente real. Pero Hegel no niega que la naturaleza sea algo efectivamente real, sino simplemente que no puede ser la realidad efectiva, el ser de lo ente. Por tanto, Hegel tampoco dice en absoluto que la naturaleza sólo sea un concepto. Sin embargo, sí dice que la conciencia natural probará ser “sólo concepto del saber o saber no real”. Qué significa aquí “sólo concepto del saber” es algo que sólo se puede determinar a partir de lo que piensa Hegel con la expresión “saber real”. Heideggeriana: HegelExperiencia

Llegados aquí no se puede esquivar por más tiempo la necesaria explicación de la terminología empleada. Desde la época de la fijación de su terminología, Hegel llama con el nombre “ente” a eso que se torna objetivo para la conciencia en el representar inmediato. Eso objetivo es lo que aparece representado unilateralmente, sólo desde el lado de lo que está enfrente, sin tomar en consideración al representar ni al que representa. El ser, en cuanto nombre para lo ente así denominado, es el nombre para aquello que, en verdad, todavía no es lo verdadero y real. Hegel usa “ser” para nombrar a la realidad que a su modo de ver aún no es verdadera También interpreta la filosofía antigua de acuerdo con esa pauta. Como ésta todavía no ha pisado la tierra de la filosofía, la autoconciencia, en la que por primera vez aquello objetivo representado es como tal, piensa lo real sólo como lo ente. “Ser” vale siempre para Hegel únicamente dentro de la limitación del “sólo ser”, porque lo verdaderamente ente es el ens acto, lo efectivamente real, cuya actualitas, realidad efectiva, consiste en el saber de la certeza que se sabe a sí misma. Ésta es la única que puede pretender ahora, a partir de la certeza del saber absoluto, ser siempre toda realidad esto es, “ser” la realidad. Y así es como el ser vuelve al lugar del que se supone tenía que haber desaparecido. Pero el saber absoluto de la ciencia no se hace cargo de ello. Heideggeriana: HegelExperiencia

A diferencia del uso lingüístico de Hegel, usamos el nombre “ser” tanto para aquello que Hegel, junto con Kant, llama la objetividad, como para aquello que él representa como lo verdaderamente efectivo, llamándolo realidad efectiva del espíritu. No interpretamos el einai, el ser de los griegos, desde el punto de vista de Hegel, como objetividad del representar inmediato de una subjetividad que aún no ha llegado a sí misma, esto es, no lo interpretamos desde tal, sino desde el griego aletheia, en tanto que venida a la presencia a partir de y en el desocultamiento. Pero la presencia, que acontece en la representación de la skepsis de la conciencia, es un modo de presencia que, como la ousiade los griegos, está presente a partir de una esencia todavía impensada de una época oculta. La entidad de lo ente, que desde los inicios del pensamiento griego hasta la doctrina de Nietzsche del eterno retorno de lo igual, ha acontecido como verdad de lo ente, para nosotros sólo es un modo del ser, si bien decisivo, que de ningún modo aparece necesariamente sólo como presencia de lo que se presenta. A juzgar por el modo en que Hegel emplea la palabra ser, desde un punto de vista riguroso, no debería seguir llamando a aquello que considera la verdadera realidad efectiva de lo efectivamente real, el espíritu, por medio de un nombre que todavía contiene la palabra “ser”. Sin embargo, eso es lo que ocurre en todas partes, desde el momento en que la esencia del espíritu permanece autoconciencia [ser-consciente-de sí]. Desde luego, este uso de la lengua no es el resultado de una terminología imprecisa o inconsecuente, sino que tiene su fundamento en la oculta manera en la que el ser se desvela y se oculta a sí mismo. Heideggeriana: HegelExperiencia

Pero ¿qué es la fenomenología del espíritu, si es la experiencia de la conciencia? Es el escepticismo que se consuma. La experiencia es el diálogo entre la conciencia natural y el saber absoluto. La conciencia natural es el espíritu que existe históricamente en su tiempo en cada ocasión. Pero este espíritu no es ninguna ideología. Es, en tanto que subjetidad, realidad efectiva de lo efectivamente real. Los espíritus históricos permanecen, en toda ocasión, internados en sí mismos en su propio recuerdo. Pero el saber absoluto es la presentación de la manifestación del espíritu existente. Lleva a cabo “la organización” de la constitución del ser del reino del espíritu. La marcha del diálogo se recoge en el lugar que sólo crea y alcanza en su marcha, para, atravesándolo, instalarse en él y, habiéndolo alcanzado, estar presente en él. Esa marcha del diálogo, que sale ansiosa en pos, es el camino de la desesperación, en el que la conciencia pierde en cada caso su todavía-no-verdadero y lo sacrifica a la manifestación de la verdad. En la consumación del diálogo del “escepticismo que se consuma” cae la sentencia: se ha consumado. Cae en el lugar del camino en el que la propia conciencia muere su muerte, a la que es arrastrada por el poder de lo absoluto. Al final de la obra, Hegel llama a la fenomenología del espíritu “el calvario del espíritu absoluto”. Heideggeriana: HegelExperiencia

La frase: la experiencia de la conciencia es el escepticismo que se consuma, y la frase: la fenomenología es el calvario del espíritu absoluto, vinculan el término de la obra con su inicio. Lo que ocurre es que lo esencial de la Fenomenología del Espíritu no es la obra como resultado de un pensador, sino la obra como realidad efectiva de la propia conciencia. Es porque la fenomenología es la experiencia, esto es, la entidad de lo ente, por lo que es el recogimiento del manifestarse en relación con la manifestación y a partir de la aparición de lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia

El “estar junto a nosotros” forma parte de la absolutez de lo absoluto. Sin ese “junto a nosotros” lo absoluto sería lo solitario, que no podría manifestarse en eso que se manifiesta. No podría surgir en su desocultamiento. Sin este surgimiento (physis) no estaría en vida (zoe). La experiencia es el movimiento del diálogo entre el saber natural y el saber absoluto. Es ambos a partir de la unidad unificadora, forma en la que recoge. Es la naturaleza de la conciencia natural, que es históricamente en el azar de sus figuras y su manifestación. Es el concebirse de estas figuras en la organización de su manifestarse. Por eso, la obra concluye con la frase: “ambas cosas juntas, la historia concebida, forman la memoria y el calvario del espíritu absoluto, la realidad efectiva, verdad y certeza de su trono, sin el cual sería la soledad carente de vida”. Lo absoluto precisa en su absolutez del trono como de ese lugar elevado en el que se puede aposentar sin rebajarse. Heideggeriana: HegelExperiencia

Aquí se hace evidente que los valores son las condiciones de la voluntad de poder puestas por ella misma. Sólo allí, en donde la voluntad de poder hace su aparición como rasgo fundamental de todo lo efectivamente real, esto es, allí en donde se torna verdadera y, por consiguiente, es concebida como la realidad efectiva de todo lo efectivamente real, se muestra de dónde surgen los valores y por medio de qué es soportada y guiada toda valoración. Ahora se reconoce el principio de la instauración de valores. La instauración de valores es a partir de ahora realizable “principalmente”, esto es, a partir del ser en tanto que fundamento de lo ente. Heideggeriana: NietzscheDeus

La esencia del arte concebida a partir de la voluntad de poder consiste en que el arte excita a la voluntad de poder en primer lugar hacia sí misma y la estimula para querer pasar más allá de sí misma. Como Nietzsche también llama a menudo vida a la voluntad de poder, en tanto que realidad efectiva de lo efectivamente real y con resonancias de la zoe y la physis de los primeros pensadores griegos, puede decir que el arte es “el gran estímulo de la vida” (Voluntad de Poder, afor. 851 del año 1888). Heideggeriana: NietzscheDeus

El arte es la condición dispuesta en la esencia de la voluntad de poder para que dicha voluntad, en cuanto tal, pueda llegar al poder y aumentarlo. Desde el momento en que condiciona de esta manera, el arte es un valor. En tanto que condición que prevalece en el rango del condicionamiento del aseguramiento de las existencias, y por lo tanto precede a todo condicionamiento, el arte es el valor que abre en primer lugar todo aumento, de grado. El arte es el valor supremo. En relación con el valor llamado verdad, es un valor más elevado. El uno reclama al otro, cada uno a su manera. Ambos valores determinan en su relación de valor la esencia unitaria de la voluntad de poder que dispone valores dentro de sí misma. Dicha voluntad es la realidad efectiva de lo efectivamente real o, tomando el término en un sentido más amplio del que suele usar Nietzsche, el ser de lo ente. Si la metafísica tiene que decir lo ente en relación con el ser y si con ello nombra a su manera el fundamento de lo ente, entonces la proposición fundamental de la metafísica de la voluntad de poder debe enunciar el fundamento. Dice qué valores son dispuestos esencialmente y según qué rango de valor son dispuestos dentro de la esencia de la voluntad de poder instauradora de valores en cuanto “esencia” de lo ente. La proposición dice así: “El arte tiene más valor que la verdad” (Voluntad de Poder, afor. 853 del año 1887-88). Heideggeriana: NietzscheDeus

¿Qué ocurre con los anteriores valores supremos? ¿Qué significa la desvalorización de dichos valores en relación con la transvaloración de todos los valores? Como el pensamiento según valores se basa en la metafísica de la voluntad de poder, la interpretación que hace Nietzsche del nihilismo, en cuanto proceso de desvalorización de los valores supremos y de transvaloración de todos los valores, es una interpretación metafísica, concretamente en el sentido de la metafísica de la voluntad de poder. Pero en la medida en que Nietzsche concibe su propio pensamiento, la doctrina de la voluntad de poder como “principio de la nueva instauración de valores”, en el sentido de la auténtica consumación del nihilismo, ya no comprende el nihilismo de manera sólo negativa, en tanto que desvalorización de los valores supremos, sino también de manera positiva, como superación del nihilismo; en efecto, la realidad efectiva de lo efectivamente real, ahora experimentada de manera expresa, la voluntad de poder, se convierte en origen y medida de una nueva instauración de valores. Dichos valores determinan de modo inmediato el representar humano y al mismo tiempo estimulan la actuación del hombre. El ser hombre se alza a otra dimensión del acontecer. Heideggeriana: NietzscheDeus

Con la conciencia de que “Dios ha muerto” se inicia la conciencia de una transvaloración radical de los valores anteriormente supremos. Gracias a esta conciencia, el propio hombre se muda a otra historia que es más elevada, porque en ella el principio de toda instauración de valores, la voluntad de poder, es experimentada y tomada expresamente en tanto que realidad efectiva de lo efectivamente real, en tanto que ser de lo ente. La autoconciencia, en la que tiene su esencia la humanidad moderna, consuma de este modo su último paso. Quiere ser ella misma la ejecutora de la voluntad de poder incondicionada. La decadencia de los valores normativos toca a su fin. El nihilismo, el hecho de “que los valores supremos se desvalorizan”, ha sido superado. Esa humanidad que quiere su propio ser hombre como voluntad de poder y experimenta tal ser hombre como parte de la realidad efectiva determinada en su totalidad por la voluntad de poder, se ve determinada por una figura esencial del hombre que pasa por encima del hombre anterior. Heideggeriana: NietzscheDeus

El nombre para la figura esencial de la humanidad que pasa más allá y por encima del anterior tipo humano es “transhombre”. Con este término Nietzsche no entiende algún ejemplar aislado del ser humano en que las capacidades y miras del hombre normalmente conocido se hubieran acrecentado y aumentado hasta lo gigantesco. “El transhombre” no es tampoco ese tipo de hombre que pudiera surgir de una aplicación de la filosofía de Nietzsche a la vida. El término “transhombre” nombra la esencia de la humanidad que, en tanto que moderna, empieza a penetrar en la consumación esencial de su época. “El transhombre” es el hombre que es hombre a partir de la realidad efectiva determinada por la volunta de poder y para dicha realidad. Heideggeriana: NietzscheDeus

El hombre antiguo se llama antiguo en la metafísica de Nietzsche, porque si bien su esencia está determinada por la voluntad de poder como rasgo fundamental de todo ente, él no ha experimentado ni asumido la voluntad de poder como tal rasgo fundamental. El hombre que pasa por encima del hombre antiguo, asume la voluntad de poder como rasgo fundamental de todo ente en su propio querer y, de esta manera, se quiere a sí mismo en el sentido de la voluntad de poder. Todo ente es en tanto que elemento dispuesto en dicha voluntad. Lo que antes condicionaba y determinaba al modo de meta y medida la esencia del hombre, ha perdido su poder operativo incondicionado e inmediato y, sobre todo, infaliblemente efectivo en todas partes. Ese mundo suprasensible de las metas y medidas ya no despierta ni soporta la vida. Ese mundo ha perdido a su vez la vida: ha muerto. Habrá aquí y allá algo de fe cristiana, pero el amor que reina en ese mundo no es el principio eficiente y efectivo de lo que ahora ocurre. El fundamento suprasensible del mundo suprasensible, pensado como realidad efectiva y eficiente de todo lo efectivamente real, se ha vuelto irreal. Este es el sentido metafísico de la frase metafísica “Dios ha muerto”. Heideggeriana: NietzscheDeus

¿Queremos seguir cerrando los ojos a la verdad que hay que pensar en esta frase? Si es lo que queremos, esa extraña ceguera no será, desde luego, la que torne falsa dicha frase. Dios no va a ser un dios vivo porque sigamos obstinándonos en domeñar a lo efectivamente real sin tomar primero en serio su realidad efectiva y cuestionarla, sin pensar si el hombre ha alcanzado tanta madurez en la esencia a la que ha sido arrastrado sacándolo del ser como para hacerle frente a ese destino que surge de su esencia en vez de recurrir a toda suerte de medidas aparentes. Heideggeriana: NietzscheDeus

Con esto no se dice que la lucha por la explotación sin límites de la tierra, en tanto que territorio de las materias primas, y por la utilización no ilusa del “material humano” al servicio de una incondicionada toma de poder de la voluntad de poder en su esencia, vaya a reclamar expresamente la ayuda de una filosofía. Al contrario, se puede suponer que en cuanto teoría y construcción cultural la filosofía desaparecerá y también puede desaparecer en su forma actual, porque, en la medida en que ha sido auténtica, ha llevado ya al lenguaje la realidad efectiva de lo efectivamente real y, de este modo, ha conducido a lo ente como tal a la historia de su ser. Esas “teorías filosóficas fundamentales” no aluden a las doctrinas de los eruditos, sino al lenguaje de la verdad de lo ente como tal, verdad que es la propia metafísica bajo la figura de la metafísica de la subjetidad incondicionada de la voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus