realidad de lo real

Lo preocupante, en este tiempo nuestro que da que pensar, se muestra en que todavía no pensamos. Todavía no pensamos porque lo que está por-pensar le da la espalda al hombre, y en modo alguno sólo porque el hombre no se dirija de un modo suficiente a aquello que está por pensar. Lo por-pensar le da la espalda al hombre. Se retira de él reservándose en relación con él. Pero lo reservado (Vorenthalten) nos está ya siempre pre-sentado. Lo que se retira según el modo del reservarse no desaparece. Pero ¿de qué modo podemos saber algo, aunque sea lo más mínimo, de aquello que se retira de esta manera? ¿Cómo podemos llegar siquiera a nombrarlo? Lo que se retira, rehúsa el advenimiento. Pero… retirarse no es lo mismo que nada. Retirada es aquí reserva y como tal… acaecimiento propio. Lo que se retira puede concernirle al hombre de un modo más esencial y puede interpelarlo de un modo más íntimo que cualquier presente que lo alcance y le afecte. A lo que nos afecta de lo real nos gusta considerarlo como lo que constituye la realidad de lo real. Pero precisamente la afección que tiene lugar por obra de lo real puede encerrar al hombre aislándolo de lo que le concierne, que le concierne de un modo ciertamente enigmático: el de concernirle escapándosele al retirarse. La retirada, el retirarse de lo que está por-pensar, podría, por esto, como acaecimiento propio, ser ahora más presente que todo lo actual. Heideggeriana: QuePensar

En el comienzo de la filosofía moderna se encuentra la tesis de Descartes: ego coito, ergo sum, “pienso, luego existo”. Toda conciencia de las cosas y del ente en su totalidad es reconducida a la autoconciencia del sujeto humano como fundamento inquebrantable de toda certeza. En la época subsiguiente la realidad de lo real se determina corno objetividad, como aquello que es comprendido por medio del sujeto y para él como lo que está arrojado y mantenido enfrente de él. La realidad de lo real es el ser representado por medio del sujeto representante y para éste. La doctrina nietzscheana que convierte todo lo que es y tal como es en “propiedad y producto del hombre” no hace más que llevar a cabo el despliegue extremo de la doctrina de Descartes por la que toda verdad se funda retrocediendo a la certeza de sí del sujeto humano. Más aún, si recordamos que ya en la filosofía griega anterior a Platón un pensador, Protágoras, enseñó que el hombre era la medida de todas las cosas, parece en efecto que toda la metafísica, no sólo la moderna, está construida sobre el papel determinante del hombre dentro del ente en su totalidad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Con esto no se dice, sin embargo, que la lucha por el aprovechamiento ilimitado de la tierra como campo de materias primas y por la utilización sin ilusiones del “material humano” al servicio del incondicional dar el poder a la voluntad de poder para llegar a su esencia fundamental recurra como ayuda, o siquiera como fachada, a la invocación de una filosofía. Por el contrario, cabe suponer que la filosofía como doctrina y como figura de la cultura desaparecerá, y que puede desaparecer porque, en la medida en que ha sido auténtica, ya ha nombrado la realidad de lo real, es decir el ser, sólo desde el cual todo ente es llamado a ser lo que es y cómo es. Las “doctrinas filosóficas fundamentales” aluden a lo que se enseña en ellas en el sentido de lo expuesto en una exposición que interpreta el ente en su totalidad en dirección del ser. Las “doctrinas filosóficas fundamentales” aluden a la esencia de la metafísica que llega a su acabamiento y que, de acuerdo con su rasgo fundamental, sustenta la historia occidental, le da la forma europeo-moderna y la destina a la “dominación del mundo”. Lo que se expresa en el pensamiento de los pensadores puede imputarse historiográficamente a la esencia nacional del pensador, pero no puede hacerse pasar jamás por una peculiaridad nacional. El pensamiento de Descartes, la metafísica de Leibniz, la filosofía de Hume, son, en cada caso, europeos, y por ello planetarios. Del mismo modo, la metafísica de Nietzsche no es jamás, en su núcleo, una filosofía específicamente alemana. Es europeo-planetaria. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

El acabamiento de la metafísica instala al ente en el abandono del ser. El abandono del ente por parte del ser es el último reflejo del ser como ocultamiento del desocupar en el que todo ente de cualquier tipo puede aparecer como tal. El abandono del ser contiene la indecisión acerca de si el ente perseverará en su preeminencia. Esto significa, en adelante, acerca de si el ente sepultará y erradicará toda posibilidad de inicio en el ser, continuando así a ocuparse del ente, pero conduciendo también a la devastación que no destruye sino que, en la instalación y la organización, ahoga lo inicial. El abandono del ser contiene la indecisión acerca de si en él, en cuanto extremo de la ocultación del ser, no se despeja ya la desocupación de esta ocultación y, de ese modo, el inicio más inicial. En el plazo de esta indecisión, en la que se despliega el acabamiento de la metafísica y el ser humano es reivindicado por el “superhombre”, el hombre arrebata para sí el rango de lo propiamente real. La realidad de lo real, caracterizada desde hace tiempo como existencia, asigna al hombre esta distinción. El hombre es lo propiamente existente, y la existencia se determina desde el ser hombre, cuya esencia ha decidido el comienzo de la metafísica moderna. Heideggeriana: HistoriaSer

8. La existencia en el sentido schellinguiano es estrechada por Kierkegaard al ente que “es” en la contradicción de temporalidad y eternidad: al hombre que quiere ser él mismo. Existir como fe, es decir, atenerse a la realidad de lo real que el hombre mismo es en cada caso. Heideggeriana: HistoriaSer

Tomado rigurosamente, el lenguaje no tiene ninguna forma “gramática” para estas referencias de la esencia de la conciencia, es decir, para la realidad de lo real pensada moderna-metafísicamente. El lenguaje, que según Hegel siempre “expresa” sólo inmediatamente lo universal y de este modo se aparta de sí, no es capaz entonces de decir lo que se ha de pensar en dirección contraria a toda manifestación del espíritu, a saber, en atención a su regreso a sí mismo. Por ello el lenguaje tiene que desaparecer frente a la “conciencia misma” por pensar en verdad, exactamente como en tanto expresión en la comunicación del sonido se va extinguiendo con éste. Hegel dice una vez en sus “Cursos de Jena”, que en partes esenciales preparan la elaboración de la “Fenomenología del espíritu”: “El lenguaje tiene que ir extinguiéndose en la conciencia, así como se va extinguiendo hacia fuera”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Lo real es lo verdaderamente ente. Lo verdadero, el ens verum, es desde Descartes el ens certum: lo que se sabe a sí mismo en la certeza, lo que está presente en el saber. Pero el ens certum sólo es verdaderamente sabido cuando es sabido qua ens. Esto ocurre cuando el esse del ens es representado propiamente y cuando lo ente es sabido en su ser, lo real sabido en su realidad. El saber real es el saber que representa en todo momento y en todo lugar a lo ente en su entidad (realidad), a aquello que se manifiesta en su manifestarse. Por eso, el saber de la realidad de lo real se llama el saber real. Cuando el saber natural demuestra ser el saber no real, esto significa que aparece como aquel saber que no representa a lo ente como tal en ningún momento, sino que en su representar sólo se aferra a lo ente. Cuando busca a lo ente en su verdad, siempre intentará explicar lo ente a partir de lo ente. Aquel ente, en el que surge la conciencia, le resulta por eso mismo aquel que sólo se abre para él y por lo tanto vale como lo natural. Debido a que semejante representar surge él mismo en eso ente que se abre en él y de este modo permanece rodeado de él, este saber es el saber natural. Pero incluso este último sólo puede surgir en lo propiamente ente y tomar todo por lo ente en todas partes si, cuando lo hace, y sin saberlo, no tiene ya en el representar la entidad de lo ente en general. El modo de representar natural de lo ente es ya, en sí mismo y necesariamente, ese general representar la entidad de lo ente, de tal manera que no llega a saber propiamente la entidad de lo ente, la realidad de lo real. La conciencia natural no se preocupa del ser a la hora del representar lo ente y sin embargo debe hacerlo. No puede evitar representar al mismo tiempo al ser de lo ente en general, porque sin la luz del ser ni siquiera podría perderse en lo ente. Desde este punto de vista, la conciencia natural sólo es el representar de la entidad en lo general e indeterminado: “sólo concepto del saber”, no el saber que alcanza certeza de la realidad de lo real. Heideggeriana: HegelExperiencia

La skepsis camina y se sitúa a la luz de ese rayo, bajo cuya forma ya nos toca la absolutez de lo absoluto, que está con nosotros en sí y para sí. El haber-visto de la skepsis es ese vidi (he visto y veo ahora) que la realidad de lo real tiene a la vista. Pero si la realidad es la manifestación del saber que se manifiesta, la manifestación sólo llega a la presentación cuando esta última sigue a la manifestación y se mueve como tal sucesión suya. En este movimiento, la manifestación de lo que se manifiesta llega a la presentación. En esta llegada desaparece eso mismo que se manifiesta, desde el momento en que se considera como lo real. Este ir y venir unido en sí, constituye el movimiento que es la propia conciencia. La conciencia está en la unidad del saber natural y el saber real, unidad en la que, dependiendo del saber que tenga en cada caso, se pone por sí misma para llegar a sí misma y en esa posición aparece. Así, la conciencia es, en cada caso, una figura. La skepsis cae dentro de la propia conciencia, que se despliega en el escepticismo, el cual, en la manifestación de lo que se manifiesta, produce el traslado de una figura de la conciencia a otra. La conciencia es la conciencia al modo del escepticismo consumándose. Ésta es la historia de la propia conciencia, que no es ni solamente la conciencia natural en sí, ni sólo el saber real para sí, sino antes que nada la unidad originaria de ambos en sí y para sí. Este movimiento de la venida de la manifestación y la partida de lo que se manifiesta es el suceso que, de figura en figura, lleva a la conciencia delante del aspecto, esto es, delante de la imagen de su esencia. La historia de la conciencia produce con la imagen a la propia conciencia en su manifestarse. Esta historia es “la historia exhaustiva de la formación de la conciencia misma en ciencia”. Hegel no dice la formación de la conciencia natural en conciencia filosófica, porque sólo piensa en la manifestación de la conciencia que se manifiesta a la vista de su aparición completa, bajo la que la conciencia ya es la propia ciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

El séptimo párrafo desarrolla la pregunta por “la totalidad de las formas de la conciencia no real”. Se trata de las figuras del saber que se manifiesta, en la medida en que todavía no se ha manifestado a sí mismo en su manifestación y, por consiguiente, tampoco se ha situado en su realidad. La totalidad del surgimiento de las figuras sólo puede resultar de la marcha de este venir. Éste es el proceso del manifestarse. Tiene que ser un proceso necesario, pues sólo entonces le queda garantizado un carácter cerrado que no permite que la duda se introduzca por ningún resquicio. ¿En qué reside la necesidad del proceso en la marcha de la presentación? ¿En qué consiste la esencia del proceso? A fin de contestar de la manera adecuada, no debemos participar del punto de vista que suele tener la conciencia natural respecto a la presentación del saber que se manifiesta. Dicha visión es, en principio, unilateral, porque el representar natural siempre ve un solo lado que, para él, ni siquiera es un lado, sino el todo: el lado de lo que sale directamente al encuentro. Del otro lado, esto es, del lado del ser de lo ente, la conciencia natural nunca mira. Esta esencial unilateralidad de la conciencia natural puede aparecer incluso como una figura propia de la conciencia. Tiene que ofrecerse dentro de la historia de su formación. Se muestra como ese escepticismo que, en todo conocimiento y conducta, desemboca en la conclusión de que el conocimiento supuestamente adquirido nunca es nada. Dicho escepticismo, como mera ansía de duda de una sofística incondicionada, siempre tiene la pura nada como resultado. ¿En qué medida se eleva la unilateralidad del saber natural a principio sabido dentro de esta figura de la conciencia? En la medida en que lo único que encuentra siempre y en todo lugar la conciencia natural es lo ente, aquello que se manifiesta, y juzga todo lo que le sale al encuentro al tenor de esa comprobación. Lo que no es del género de esta constatación cae dentro de la máxima excluyente de que no existe semejante cosa. El ser no entra dentro del género de hallazgos que puede hacer la conciencia natural, la cual sólo encuentra ente. Por eso, dentro de la perspectiva de la conciencia natural, la manifestación de lo que se manifiesta y la realidad de lo real valen como algo nulo. Según el juicio de la conciencia natural, todo paso dado por la presentación del saber que se manifiesta, conduce a la nada. Hasta se puede decir que nunca llega a pasar por encima de su primer paso, que ya la ha conducido a la nada. ¿Cómo puede dicha presentación seguir adelante y hacia dónde a partir de esa situación? Le está vedado cualquier progreso, a no ser que espere a que le caiga de algún sitio otra figura del saber que se manifiesta con el fin de encontrar allí la supuesta manifestación y caer nuevamente con ella en la nada. Heideggeriana: HegelExperiencia

En el transcurso de la historia de la formación, la conciencia natural demuestra ser “sólo concepto del saber”. Pero este “sólo” ya es bastante. Efectivamente, en la medida en que a la hora de representar a lo ente la conciencia natural representa al mismo tiempo inevitablemente y aunque sea de manera no expresa a la entidad de lo ente, la conciencia natural está ya en sí misma por encima de sí misma aunque sin estar fuera de sí. La conciencia natural no sólo no toma conocimiento del “concepto” – concepto que ya es siempre ella misma -, sino que llega a opinar que puede pasarse sin él, mientras que, en verdad, la correspondiente región de lo ente habitada por la conciencia natural sólo se puede determinar, tanto por su extensión como por su dominabilidad, a partir de aquello que sea la propia conciencia en tanto que saber de la entidad de lo ente. Pero la conciencia natural se oculta a sí misma esa inquietud reinante en ella que la impulsa más allá de sí misma. Huye de ella y, de esta manera, se encadena a su modo a sí misma. Toma su opinión por la verdadera, por lo tanto tiene pretensiones de hacer suya la verdad y demuestra que aquello que considera lo suyo no es lo suyo. Su propia opinión delata constantemente la inquietud de ese impulso irrefrenable hacia más allá de sí misma. La presentación del saber que se manifiesta sólo necesita abandonarse a esa inquietud para encontrarse ya en la marcha del progreso. Pero lo irrefrenable del movimiento sólo puede determinarse a partir de aquello en lo que se mantiene la inquietud. Se atiene a lo que la impulsa fuera. Ésta es la realidad de lo real, que sólo es en la medida en que se manifiesta en su verdad. Ella es, vista desde la orientación del progreso, la meta de la marcha. Pensada a partir de la inquietud de la conciencia, la marcha comienza por la meta. Es un movimiento a partir de la meta, de tal manera que no deja a la meta atrás, sino que, con el movimiento, llega precisamente a su despliegue. La meta de su marcha le es fijada al saber en su propia esencia como esta misma. La conciencia es, en su propia inquietud, la autofijación de la meta. Por eso, el octavo párrafo comienza la caracterización de la movilidad de la conciencia con la frase: “Pero para el saber la meta es algo fijado de manera tan necesaria como la serie de la progresión”. Pero el párrafo no debate la meta, por lo menos no bajo la forma en la que nos representamos una meta, en la medida en que la tomamos por aquello hacia lo que se ve impulsada una cosa. Si se nos permitiera tomar como expediente el lenguaje de la mecánica, podríamos decir que el progreso en la marcha histórica de la historia de la formación de la conciencia, no se ve empujado hacia adelante y hacia lo aún indeterminado por la correspondiente figura de la conciencia, sino que se ve atraído a partir de la meta ya fijada. La meta atrayente se genera a sí misma en su manifestación en la propia atracción y lleva de entrada a la marcha de la conciencia a la plenitud de su completitud. Heideggeriana: HegelExperiencia

En la medida en que la conciencia natural representa a lo ente en sí, lo representado es lo verdadero y lo es “para ella”, para la conciencia inmediatamente representadora. De acuerdo con el “en ella misma”, Hegel usa este “para ella” cuando quiere decir que la conciencia toma por verdadero aquello que ella representa directamente. Representando directamente, la conciencia se abre en lo representado y no lo refiere propiamente a sí en tanto que aquello que representa. Es verdad que la conciencia tiene su representado en su representar, pero no para sí, sino sólo “para ella”. Pero con lo verdadero, que la conciencia representa para ella, ha dado al mismo tiempo en ella misma “para nosotros”, que nos preocupamos de la verdad de lo verdadero, la verdad de lo verdadero, esto es, el criterio. Presentando al saber que se manifiesta como tal, tomamos la manifestación a modo de criterio para medir con él el saber que toma por verdadero eso que se manifiesta. En el saber que se manifiesta, lo por él sabido es lo verdadero. Si llamamos a esto verdadero el objeto y al saber el concepto, la presentación examinadora de lo que se manifiesta en relación con su manifestación, consistirá en que comprobemos si el saber, es decir, aquello que la conciencia natural toma por su saber, corresponde a aquello que es lo verdadero. O si, por el contrario, llamamos al saber que examinamos el objeto y al en-sí de lo sabido el concepto, el examen consistirá en comprobar si el objeto corresponde al concepto. Lo decisivo que se trata de captar con esto es lo siguiente: cada vez que representamos aquello que se manifiesta en su manifestación, lo que medimos y aquello con lo que medimos caen dentro de la propia conciencia. La conciencia aporta en ella misma los dos momentos esenciales del examen. Para nosotros, los que presentamos, de ahí resulta la máxima que guía todo representar de lo que se manifiesta en su manifestación. Dicha máxima reza: dejad a un lado vuestras ocurrencias y opiniones acerca de lo que se manifiesta. Según esto, la postura fundamental del conocer absoluto no consiste en atropellar a la conciencia que se manifiesta con un cúmulo de conocimientos y argumentos, sino en dejar todo eso de lado. Con este dejar de lado entramos en la pura contemplación de lo que la manifestación nos pone a la vista. En esta contemplación conseguimos considerar “la cosa tal como es en sí y para sí”. Pero la cosa es el saber que se manifiesta en tanto que aquello que se manifiesta. El carácter de cosa de la cosa, la realidad de lo real, es el manifestarse mismo. Heideggeriana: HegelExperiencia

Destacándolo gráficamente, Hegel llama a este movimiento “dialéctico”. No aclara esta apelación, que sólo usa aquí, ni en los párrafos precedentes ni en los siguientes. En consecuencia, intentamos comprender lo dialéctico de acuerdo con la precedente meditación sobre la naturaleza de la conciencia. Se podría querer explicar lo dialéctico a partir de la unidad de tesis, antítesis y síntesis o a partir de la negación de la negación. Sin embargo, todo lo que es tético de algún modo tiene su esencia en la conciencia, en la que también se funda la negatividad en la medida en que es comprendida a partir de la negación. Pero la esencia de la conciencia debe determinarse en primer lugar a través del despliegue de su naturaleza. Asimismo, habrá que dejar de lado el problema de si la dialéctica es sólo un método del conocimiento o si forma parte de lo real objetivo mismo en tanto que algo real. El problema es sólo aparente mientras no se determine en qué consiste la realidad de lo real, en qué medida esa realidad reside en el ser de la conciencia y qué relación guarda con dicho ser. Las explicaciones sobre la dialéctica se parecen al método que intenta explicar el brotar del manantial a partir de la aguas residuales estancadas. Tal vez el camino a la fuente aún esté lejos. Pero debemos intentar orientarnos en su dirección recabando la ayuda de Hegel. Heideggeriana: HegelExperiencia

La pregunta ¿Qué es metafísica? sigue siendo pregunta. Para el que persevera tenazmente en esta pregunta, el siguiente epílogo es más bien un prólogo más inicial. La pregunta Qué es metafísica pregunta más allá de la metafísica. Nace de un pensamiento que ya se ha introducido en la superación de la metafísica. Es parte de la esencia de estos tránsitos el que tengan que hablar todavía, dentro de ciertos límites, en la lengua de eso mismo que contribuyen a superar. La circunstancia particular en la que se ha planteado la pregunta por la esencia de la metafísica no debe hacernos creer que este preguntar está obligado a partir de las ciencias. La investigación moderna, con otros modos de representar y producir ente, se encuentra involucrada en el rasgo fundamental de esa verdad según la cual todo ente se define por medio de la voluntad de voluntad, cuya primera aparición tuvo lugar bajo la forma preliminar de la “voluntad de poder”. “Voluntad” entendida como rasgo fundamental de la entidad de lo ente es la equiparación de lo ente con lo real, de tal modo que la realidad de lo real obtiene el poder para llevar a cabo la factibilidad sin condiciones de la objetivación total. La ciencia moderna no sirve a una meta que le haya sido antepuesta ni tampoco busca una “verdad en sí”. Como modo de la objetivación calculante de lo ente, es una condición planteada por la propia voluntad de voluntad y mediante la cual ésta se asegura el dominio de su esencia. Pero como, no obstante, toda objetivación de lo ente se sume en la procura y aseguramiento de lo ente y a partir de ahí se hace con las posibilidades para su desarrollo, la objetivación se queda detenida en lo ente y lo toma por el ser. Así, toda conducta en relación con lo ente denota un saber del ser, a la vez que la incapacidad para mantenerse por sí mismo dentro de los límites de la ley de la verdad de este saber. Esta verdad es la verdad sobre lo ente. La metafísica es la historia de esta verdad. Ella dice qué es lo ente desde el momento en que lleva al concepto la entidad de lo ente. La metafísica piensa el ser en la entidad de lo ente aunque sin poder pensar la verdad del ser en el modo de su pensar. La metafísica se mueve siempre en el ámbito de la verdad del ser, que, desde un punto de vista metafísico, sigue siendo para ella el fundamento desconocido e infundamentado. Pero suponiendo que no sólo el ente nace del ser, sino que también y de modo aún más inicial el propio ser reposa en su verdad y la verdad del ser se presenta como el ser de la verdad, entonces es necesaria la pregunta acerca de qué es la metafísica en su fundamento. Este preguntar debe pensar metafísicamente y al mismo tiempo desde el fundamento de la metafísica, o, lo que es lo mismo, ya no metafísicamente. Semejante preguntar sigue siendo ambiguo en un sentido esencial. Heideggeriana: MetafisicaEpilogo

La referencia histórica a la copertenencia entre forma, idea y Ser no quisiera confundir históricamente respecto a su obra, sino mostrar que sigue siendo natural de la metafísica. Conforme a ésta, todo ente, el cambiante y movido, móvil y movilizado, se representa desde un “Ser en reposo”, y esto también aun allí donde, como en Hegel y Nietzsche, el “Ser” (la realidad de lo real) es pensado como devenir puro y movilidad absoluta. La forma es “poder metafísico” (El trabajador, págs. 113, 124, 146). [396] Heideggeriana: PreguntaSer

Usted ha experimentado y reconocido lo nuevo y especial en el “trabajo” como el carácter total de la realidad de lo real. Por ello es sacado el representar metafísico a la luz de la voluntad de poder más decididamente del ámbito biológico-antropológico, que confundió con demasiada intensidad el camino nietzscheano, lo que puede atestiguar un apunte como el que sigue: “¿Quiénes se mostrarán entonces como los más fuertes? (en el ascenso de la doctrina del eterno retorno de lo mismo)…, – hombres, que son conscientes de su poder y que representan con orgullo consciente la fuerza alcanzada del hombre” (Voluntad de poder, n. 55, final). “Dominio” es (El trabajador, pág. 192) “hoy sólo posible como representación de la forma de el trabajador, que plantea la exigencia de validez planetaria”. “Trabajo” en sentido supremo y que impera en toda la movilización es “representación de la forma de el trabajador” (o.c., pág. 202). “Pero el modo y manera cómo la forma de el trabajador comienza a penetrar el mundo es el carácter total del trabajo” (o.c., pág. 99). Casi idéntica sigue después (o.c., pág. 150) la proposición: “La técnica es el modo y manera en que la forma de el trabajador moviliza el mundo”. Heideggeriana: PreguntaSer