Aquello que sea el hombre, esto es, lo que en el lenguaje tradicional de la metafísica se llama la “esencia” del hombre, reside en su ex-sistencia. Pero, así pensada, la ex-sistencia no es idéntica al concepto tradicional de existentia, que significa realidad efectiva, a diferencia de la essentia, que significa posibilidad. En Ser y tiempo (p. 42) hemos subrayado la frase: “La ‘esencia’ del Dasein reside en su existencia”. Pero aquí no se trata de una oposición entre existentia y essentia, porque aún no se han puesto para nada en cuestión ambas determinaciones metafísicas del ser y mucho menos su mutua relación. Dicha frase encierra todavía menos algo parecido a una afirmación general sobre el Dasein entendido en el sentido de la existencia, en la medida en que esa denominación, que fue adoptada en el siglo XVIII para la palabra “objeto”, quiere expresar el concepto metafísico de realidad efectiva de lo real. Antes bien, lo que dice la frase es que el hombre se presenta de tal modo que es el “aquí”, es decir, el claro del ser. Este “ser” del aquí, y sólo él, tiene el rasgo fundamental de la ex-sistencia, es decir, del extático estar dentro de la verdad del ser. La esencia extática del hombre reside en la ex-sistencia, que sigue siendo distinta de la existentia metafísicamente pensada. La filosofía medieval concibe a esta última como actualitas. Kant presenta la existentia como la realidad efectiva, en el sentido de la objetividad de la experiencia. Hegel define la existentia como la idea de la subjetividad absoluta que se sabe a sí misma. Nietzsche concibe la existentia como el eterno retorno de lo igual. Desde luego, queda abierta la cuestión de si a través de estas interpretaciones de la existentia como realidad efectiva, que sólo a primera vista parecen tan diversas, queda ya suficientemente pensado el ser de la piedra, o incluso la vida en cuanto ser de los vegetales y los animales. En cualquier caso, los seres vivos son como son, sin que por ser como tal estén en la verdad del ser y sin que preserven en dicho estar lo que se presenta de su ser. De entre todos los entes, presumiblemente el que más difícil nos resulta de ser pensado es el ser vivo, porque, aunque hasta cierto punto es el más afín a nosotros, por otro lado está separado de nuestra esencia ex-sistente por un abismo. Por contra, podría parecer que la esencia de lo divino está más próxima a nosotros que la sensación de extrañeza que nos causan los seres vivos, entendiendo dicha proximidad desde una lejanía esencial que, sin embargo, en cuanto tal lejanía, le resulta más familiar a nuestra esencia existente que ese parentesco corporal con el animal que nos sume en un abismo apenas pensable. Semejantes reflexiones arrojan una extraña luz sobre la caracterización habitual, y por eso mismo todavía demasiado prematura, del ser humano como animal rationale. Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque están siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libremente dispuestos en el claro del ser, el único que es “mundo”. Pero no es que permanezcan carentes de mundo en su entorno porque se les haya privado de lenguaje. En la palabra “entorno” se agolpa pujante todo lo enigmático del ser vivo. El lenguaje no es en su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo. Por eso no lo podemos pensar a partir de su carácter de signo y tal vez ni siquiera a partir de su carácter de significado. Lenguaje es advenimiento del ser mismo, que aclara y oculta. Heideggeriana: CartaH
Pero el ser, ¿qué es el ser? El ser “es” él mismo. Esto es lo que tiene que aprender a experimentar y a decir el pensar futuro. El “ser” no es ni dios ni un fundamento del mundo. El ser está esencialmente más lejos que todo ente y, al mismo tiempo, está más próximo al hombre que todo ente, ya sea éste una roca, un animal, una obra de arte, una máquina, un ángel o dios. El ser es lo más próximo. Pero la proximidad es lo que más lejos le queda al hombre. El hombre se atiene siempre en primer lugar y solamente a lo ente. Cuando el pensar representa a lo ente como ente, a lo que se refiere es al ser. Pero lo que está pensando de verdad y en todo momento es sólo lo ente como tal y jamás el ser como tal. La “pregunta por el ser” sigue siendo siempre la pregunta por lo ente. La pregunta por el ser no es en absoluto todavía lo que designa ese título capcioso: la pregunta por el ser. Incluso cuando con Descartes y Kant se torna “crítica”, la filosofía también sigue siempre los pasos del representar metafísico. Piensa desde lo ente y hacia lo ente, pasando a través de cierta mirada al ser. Pues, efectivamente, toda salida desde lo ente y todo retorno a lo ente se encuentran ya a la luz del ser. Heideggeriana: CartaH
Pero, suponiendo que podamos preguntar de esta manera, ¿cómo se relaciona el ser con la ex-sistencia? El propio ser es la relación, en cuanto él es el que mantiene junto a sí a la ex-sistencia en su esencia existencial, es decir, extática, y la recoge junto a sí como el lugar de la verdad del ser en medio de lo ente. Es precisamente porque el hombre, en cuanto exsistente, llega a estar en esa relación a la que el ser se destina a sí mismo y llega a estar en la medida en que lo soporta extáticamente o, lo que es lo mismo, lo asume bajo su cuidado, por lo que al principio no reconoce a lo más próximo de todo, ateniéndose sólo a lo siguiente más próximo. Llega a pensar que eso es lo más próximo de todo. Y sin embargo, más próximo que lo que está más próximo de todo, lo ente, y al mismo tiempo, para el pensar corriente, más lejano que lo que resulta más lejano de todo se encuentra la proximidad misma: la verdad del ser. Heideggeriana: CartaH
Lo único que pretende conseguir el pensar que intenta expresarse por vez primera en Ser y tiempo es algo simple. Y como algo simple, el ser permanece lleno de misterio: la simple proximidad de un reinar que no resulta apremiante. Esta proximidad se presenta como el propio lenguaje. Ahora bien, el lenguaje no es mero lenguaje, si por éste nos representamos como mucho la mera unidad de una forma fonética (signo escrito), una melodía y ritmo y un significado (sentido). Pensamos la forma fonética y el signo escrito como el cuerpo de la palabra, la melodía y el ritmo como su alma y la parte significativa como el espíritu del lenguaje. Habitualmente pensamos el lenguaje partiendo de su correspondencia con la esencia del hombre, y nos representamos al hombre como animal racional, esto es, como la unidad de cuerpo-alma-espíritu. Pero así como en la humanitas del homo animalis permanece velada la ex-sistencia y, por medio de ella, la relación de la verdad del ser con el hombre, así también la interpretación metafísica y animal del lenguaje oculta su esencia, propiciada por la historia del ser. De acuerdo con esta esencia, el lenguaje es la casa del ser, que ha acontecido y ha sido establecida por el ser mismo. Por eso se debe pensar la esencia del lenguaje a partir de la correspondencia con el ser, concretamente como tal correspondencia misma, esto es, como morada del ser humano. Heideggeriana: CartaH
Pero ¿no es en Ser y tiempo (p. 212) – donde el “se da” toma voz – en donde se dice “sólo mientras el Dasein es, se da el ser”? Es verdad. Esto significa que sólo se traspasará ser al hombre mientras acontezca el claro del ser. Pero que acontezca el “aquí”, esto es, el claro como verdad del ser mismo, es precisamente lo destinado al propio ser. El ser es el destino del claro. Así, la citada frase no significa que el Dasein del hombre, en el sentido tradicional de existentia o, pensado modernamente, como realidad efectiva del ego cogito, sea aquel ente por medio del cual se llega a crear por vez primera el ser. La frase no dice que el ser sea un producto del hombre. En la Introducción a Ser y tiempo (p. 38) se dice clara y sencillamente, y hasta destacándolo con cursivas, que el “ser es lo trascendente por antonomasia”. Así como la apertura de la proximidad espacial sobrepasa cualquier cosa cercana o lejana, vista desde esa misma cosa, así el ser está esencialmente más lejos que todo ente, porque es el claro mismo. Y, por esto, y conforme al principio que en un primer momento es inevitable en la metafísica aún dominante, el ser es pensado desde lo ente. Sólo desde este punto de vista se muestra el ser en un sobrepasamiento y en cuanto tal. Heideggeriana: CartaH
Por lo demás, el proyecto es esencialmente un proyecto arrojado. El que arroja en ese proyectar no es el hombre, sino el ser mismo, que destina al hombre a la ex-sistencia del ser-aquí en cuanto su esencia. Este destino acontece como claro del ser, y éste sólo es como tal. El claro garantiza y preserva la proximidad al ser. En dicha proximidad, en el claro del “aquí”, habita el hombre en cuanto ex-sistente, sin que sea ya hoy capaz de experimentar propiamente ese habitar ni de asumirlo. La proximidad “del” ser, en que consiste el “aquí” del ser-aquí o Dasein, ha sido pensada a partir de Ser y tiempo en el discurso sobre la elegía de Hölderlin “Heimkunft” (1934), ha sido escuchada en su decir más intenso en el propio poema cantado por el poeta y ha sido nombrada como “patria” desde la experiencia del olvido del ser. Esta palabra está pensada aquí en un sentido esencial que no es ni patriótico ni nacionalista, en el sentido de la historia del ser. Pero, al mismo tiempo, la esencia de la patria ha sido nombrada con la intención de pensar la apatricidad o desterramiento del hombre moderno desde la esencia de la historia del ser. El último que experimentó tal desterramiento fue Nietzsche. Y la única salida que le encontró desde dentro de la metafísica fue la inversión de la metafísica. Pero esto significa la consumación de la falta de salidas. Con todo, cuando compone su poema “Heimkunft”, Hölderlin se preocupa de que sus “paisanos” encuentren su esencia. Y no busca para nada esta esencia en el egoísmo de su pueblo, sino que la ve desde la pertenencia al destino de Occidente. Sólo que Occidente tampoco está pensado de modo regional, como lo opuesto a Oriente, no sólo está pensado como Europa, sino desde el punto de vista de la historia universal, desde la proximidad al origen. Apenas si hemos empezado a pensar todavía las enigmáticas referencias al Este que se han hecho palabra en la poesía de Hölderlin (vid. “Der Ister”, “Die Wanderung”, 3. estrofa y ss.). Lo “alemán” no es algo que se le dice al mundo para que sane y encuentre su salud en la esencia alemana, sino que se le dice a los alemanes para que, partiendo de su pertenencia destinal a los pueblos, entren con ellos a formar parte de la historia universal (vid. sobre el poema de Hölderlin, “Andenken”, el escrito conmemorativo “Tübinger Gedenkschrift”, de 1943, p. 322). La patria de este morar histórico es la proximidad al ser. Heideggeriana: CartaH
En esta proximidad es donde se consuma, si lo hace, la decisión sobre si acaso el dios y los dioses se niegan a sí mismos y permanece la noche, si acaso alborea el día de lo sacro, si puede comenzar de nuevo en ese amanecer de lo sacro una manifestación de dios y de los dioses y cómo será. Pero lo sacro, que es el único espacio esencial de la divinidad, que es también lo único que permite que se abra la dimensión de los dioses y el dios, sólo llega a manifestarse si previamente, y tras largos preparativos, el ser mismo se ha abierto en su claro y llega a ser experimentado en su verdad. Sólo así comienza, a partir del ser, la superación de ese desterramiento por el que no sólo los hombres, sino la esencia del hombre, vagan sin rumbo. Heideggeriana: CartaH
Pero la esencia del hombre consiste en ser más que el mero hombre entendido como ser vivo dotado de razón. El “más” no debe tomarse aquí como una mera adición, algo así como si la definición tradicional del hombre debiera seguir siendo la determinación fundamental, pero luego fuera ampliada añadiéndole el elemento existencial. El “más” significa: de modo más originario y, por ende, de modo más esencial en su esencia. Pero aquí sale a la luz lo enigmático del caso: el hombre es porque ha sido arrojado, es decir, ex-siste contra el arrojo del ser y, en esa medida, es más que el animal rationale por cuanto es menos respecto al hombre que se concibe a partir de la subjetividad. El hombre no es el señor de lo ente. El hombre es el pastor del ser. En este “menos” el hombre no sólo no pierde nada, sino que gana, puesto que llega a la verdad del ser. Gana la esencial pobreza del pastor, cuya dignidad consiste en ser llamado por el propio ser para la guarda de su verdad. Dicha llamada llega en cuanto ese arrojo del que procede lo arrojado del Dasein. En su esencia conforme a la historia del ser, el hombre es ese ente cuyo ser, en cuanto ex-sistencia, consiste en que mora en la proximidad al ser. El hombre es el vecino del ser. Heideggeriana: CartaH
Pero, tendrá usted ganas de replicarme desde hace tiempo, ¿acaso un pensar semejante no piensa precisamente la humanitas del homo humanus? ¿No piensa esa humanitas en un sentido tan decisivo como ninguna metafísica lo ha pensado nunca ni lo podrá pensar jamás? ¿No es eso “humanismo” en el sentido más extremo? Es verdad. Es el humanismo que piensa la humanidad del hombre desde su proximidad al ser. Pero, al mismo tiempo, es un humanismo en el que lo que está en juego ya no es el hombre, sino la esencia histórica del hombre en su origen procedente de la verdad del ser. Pero, ¿acaso en este juego no está y no cae también dentro de él la ex-sistencia del hombre? Así es. Heideggeriana: CartaH
En Ser y tiempo (p. 38) se dice que todo preguntar de la filosofía “repercute sobre la existencia”. Pero la existencia no es aquí la realidad del ego cogito. Tampoco es únicamente la realidad de los sujetos, que actuando los unos con los otros llegan a sí mismos. “Ex-sistencia” es, a diferencia fundamental de toda existentia y “existence”, el morar ex-stático en la proximidad al ser. Es la guarda, es decir, el cuidado del ser. Como en ese pensar se trata de pensar algo simple, por eso le resulta tan difícil al modo de representar que tradicionalmente conocemos como filosofía. Lo que ocurre es que la dificultad no consiste en tener que encontrar un sentido especialmente profundo o en tener que construir conceptos intrincados, sino que se esconde en ese paso atrás que introduce al pensar en un preguntar que es capaz de experimentar, renunciando al opinar habitual de la filosofía. Heideggeriana: CartaH
Pero con esta indicación, el pensar que remite a la verdad del ser en cuanto lo que hay que pensar no se ha decidido en absoluto por el teísmo. No puede ser teísta de la misma manera que no puede ser ateo. Pero no en razón de una actitud indiferente, sino por tomar en consideración los límites que se le plantean al pensar en cuanto tal pensar, concretamente los que le plantea eso que se le ofrece como lo que debe ser pensado, esto es, la verdad del ser. Desde el momento en que el pensar se restringe a su tarea, en este instante del actual destino del mundo se le señala al hombre la dirección que conduce hacia la dimensión inicial de su estancia histórica. En la medida en que dice de este modo la verdad del ser, el pensar se confía a aquello que es más esencial que todos los valores y todo ente. El pensar no supera la metafísica por el hecho de alzarse por encima de ella sobrepasándola y guardándola en algún lugar, sino por el hecho de volver a descender a la proximidad de lo más próximo. El descenso, sobre todo cuando el hombre se ha estrellado ascendiendo hacia la subjetividad, es más difícil y peligroso que el ascenso. El descenso conduce a la pobreza de la ex-sistencia del homo humanus. En la ex-sistencia se abandona el ámbito del homo animalis de la metafísica. El predominio de este ámbito es el fundamento indirecto y muy antiguo en el que toman su raíz la ceguera y la arbitrariedad de eso que se designa como biologismo, pero también de eso que se conoce bajo el título de pragmatismo. Pensar la verdad del ser significa también pensar la humanitas del homo humanus. Lo que hay que hacer es poner la humanitas al servicio de la verdad del ser, pero sin el humanismo en sentido metafísico. Heideggeriana: CartaH
Dicha sentencia de Heráclito reza así (frag. 119): ethos anthropo daimon. Se suele traducir de esta manera: “Su carácter es para el hombre su demonio”. Esta traducción piensa en términos modernos, pero no griegos. El término ethos significa estancia, lugar donde se mora. La palabra nombra el ámbito abierto donde mora el hombre. Lo abierto de su estancia deja aparecer lo que le viene reservado a la esencia del hombre y en su venida se detiene en su proximidad. La estancia del hombre contiene y preserva el advenimiento de aquello que le toca al hombre en su esencia. Eso es, según la frase de Heráclito el daimon, el dios. Así pues, la sentencia dice: el hombre, en la medida en que es hombre, mora en la proximidad de dios. Existe un relato contado por Aristóteles (de part. anim. A 5, 645a 17) que guarda relación con la sentencia de Heráclito. Dice así: Herakleitos légetai prós toüs xénous eipeïn toùs boulomènous entycheïn auto, oi, epeide prosióntes eïdon autón therómenon prós tõ ipnõ, éstesan, ekélene gàr autoùs eisienai tharroùntas: eïnai gàr kaì entaütha theoús. Heideggeriana: CartaH
¿Qué significa entonces construir? La palabra del alto alemán antiguo correspondiente a construir, buan, significa habitar. Esto quiere decir: permanecer, residir. El significado propio del verbo bauen (construir), es decir, habitar, lo hemos perdido. Una huella escondida ha quedado en la palabra Nachbar (vecino). El Nachbar es el Nachgebur, el Nachgebauer, aquel que habita en la proximidad. Los verbos buri, büren, beuren, beuron significan todos el habitar, el habitat. Ahora bien, la antigua palabra buan, ciertamente, no dice sólo que construir sea propiamente habitar, sino que a la vez nos hace una seña sobre cómo debemos pensar el habitar que ella nombra. Cuando hablamos de morar, nos representamos generalmente una forma de conducta que el hombre lleva a calo junto con otras muchas. Trabajamos aquí y habitamos allí. No sólo habitamos, esto sería casi la inactividad; tenemos una profesión, hacemos negocios, viajamos y estando de camino habitamos, ahora aquí, ahora allí. Construir (bauen) significa originariamente habitar. Allí donde la palabra construir habla todavía de un modo originario dice al mismo tiempo hasta dónde llega la esencia del habitar. Bauen, buan, bhu, beo es nuestra palabra “bin” (“soy”) en las formas ich bin, du bist (yo soy, tú eres), la forma de imperativo bis, sei, (sé). Entonces ¿qué significa ich bin (yo soy)? La antigua palabra bauen, con la cual tiene que ver bin, contesta: “ich bin”, “du bist” quiere decir: yo habito tú habitas. El modo como tú eres, yo soy, la manera según la cual los hombres somos en la tierra es el Buan, el habitar. Ser hombre significa: estar en la tierra como mortal, significa: habitar. La antigua palabra bauen significa que el hombre es en la medida en que habita; la palabra bauen significa al mismo tiempo abrigar y cuidar; así, cultivar (construir) un campo de labor (einen Acker bauen), cultivar (construir) una viña. Este construir sólo cobija el crecimiento que, desde sí, hace madurar sus frutos. Construir, en el sentido de abrigar y cuidar, no es ningún producir. La construcción de buques y de templos, en cambio, produce en cierto modo ella misma su obra. El construir (Bauen) aquí, a diferencia del cuidar, es un erigir. Los dos modos del construir – construir como cuidar, en latín collere, cultura; y construir como levantar edificios, aedificare – están incluidos en el propio construir. habitar. El construir como el habitar, es decir, estar en la tierra, para la experiencia cotidiana del ser humano es desde siempre, como lo dice tan bellamente la lengua, lo “habitual”. De ahí que se retire detrás de las múltiples maneras en las que se cumplimenta el habitar, detrás de las actividades del cuidar y edificar. Luego estas actividades reivindican el nombre de construir y con él la cosa que este nombre designa. El sentido propio del construir, a saber, el habitar, cae en el olvido. Heideggeriana: ConstruirHabitar
Estamos, pues, ante todo en y con el habla. Un camino hacia el habla no es necesario. Además, tal camino tampoco es posible si es cierto que ya nos hallamos allí a donde el camino debe llevar. Pero, ¿estamos allí? ¿Estamos de tal modo en el habla como para hacer la experiencia de su esencia; de pensarla como tal habla que, estando a la escucha de lo que le es más propio, lo aprehendamos? ¿Acaso moramos ya en la proximidad del habla, incluso sin nuestra cooperación? ¿O es el camino al habla en tanto que habla el más lejano que pueda pensarse? Y no solamente el más largo, sino, además, sembrado de obstáculos que provienen del habla misma, desde el momento en que sin desviar la atención, intentamos pensar puramente el habla hacia sí misma. Heideggeriana: CaminhoLinguagem
Lo que prevalece en el Decir, el advenimiento apropiador, sólo lo podemos nombrar diciendo: Él – el advenimiento apropiador – hace propio (Es – das Ereignis – eignet). Diciendo esto hablamos en nuestra propia lengua ya hablada. Escuchemos unos versos de Goethe que emplean el verbo eignen, sich eignen (hacer propio; ser apropiado), en la proximidad de sich zeigen (mostrarse), bezeichnen (designar, señalar), aunque no en la perspectiva de la esencia del habla. Goethe dice: Von Aberglauben früh und spät umgarnt: Es eignet sich, es zeigt sich an, es warnt. [Faust, Segunda parte de la tragedia, acto V: media noche.] (Rodeado de supersticiones mañana y tarde: se hace propio. se viene a mostrar, pone en guardia). Heideggeriana: CaminhoLinguagem
Pero ¿y si el “habla natural”, que para la teoría de la información no es más que un residuo molesto, entresacara su naturaleza – o lo desplegante de la esencia del habla – del Decir? ¿Y si el Decir, en lugar de sólo molestar a lo destructivo de la información. se hubiera ya adelantado a ella desde lo in-disponible (Unbestellbaren) del advenimiento apropiador? ¿Y si el advenimiento apropiador – nadie sabe cuando ni cómo – se hiciera in-tuito (Eirz-Blick)cuyo fulgor iluminante entra en aquello en lo que es y en lo que se toma por ente? ¿Y si por esta su entrada el advenimiento apropiador sustrajera todo lo presente de su sujeción a la mera disponibilidad y lo devolviera a lo que le es propio? Toda habla humana está apropiada en el Decir y, en tanto que tal, es, en el sentido estricto de la palabra. habla verdadera – si bien según distintas medidas de proximidad al advenimiento apropiados. Toda habla verdadera, por estar dirigida al hombre por la puesta-en-camino del Decir, está asignada, destinada y por ello es de carácter (históricamente) destinado. Heideggeriana: CaminhoLinguagem
Recordemos para terminar, como al comenzar, la frase de Novalis: “Precisamente esto, lo que el habla tiene de propio, a saber, que sólo se ocupa de sí misma, nadie lo sabe”. Novalis entiende “lo propio” en el sentido de lo particular que caracteriza al habla. Por la experiencia del despliegue de la esencia del habla en tanto que Decir, cuyo mostrar reside en el advenimiento apropiador, lo propio llega a la proximidad del hacer propio y del apropiar. Lo propio obtiene de aquí su determinación original, aunque no sea éste el lugar para pensar tras ella. Heideggeriana: CaminhoLinguagem
La invocación llama a venir a una proximidad. Pero la invocación no arranca a lo que está siendo llamado a su lejanía en la que permanece retenido por el “hacia dónde” del llamado. La invocación invoca en sí y, por ello, llama hacia aquí, hacia la presencia y llama hacia allá, en la ausencia. La nieve que cae y la campana de la tarde que suena nos está siendo dicho aquí y ahora por el poema. Llegan a presencia de la invocación. Pero no toman su lugar en medio de lo que es aquí ahora presente en esta sala. ¿Cuál es más alta: la presencia que tenemos ante nuestros ojos o la presencia invocada? Heideggeriana: Linguagem1950
La pregunta decisiva (Ser y tiempo, 1927) por el sentido del ser, es decir (S. y t., p. 151) por el ámbito del proyecto, por la apertura, o, lo que es lo mismo, por la verdad del ser y no sólo de lo ente, ha quedado expresamente sin desarrollar. Aparentemente, el pensar se mantiene dentro de la órbita de la metafísica y, sin embargo, con sus pasos decisivos que conducen desde la verdad como conformidad a la libertad ex-sistente y de ésta a la verdad como encubrimiento y errar pone en marcha una transformación en el preguntar que forma parte de la superación de la metafísica. El pensar intentado en esta lección se consuma en la experiencia fundamental que nos hace ver que es sólo a partir del ser-aquí, en el que el hombre puede entrar, en donde se prepara para el hombre histórico una proximidad a la verdad del ser. Aquí, como ya ocurría en Ser y tiempo, no sólo abandonamos todo tipo de antropología y toda subjetividad del hombre como sujeto, y no sólo se busca la verdad del ser como fundamento de una posición histórica fundamental transformada, sino que el transcurso de la lección invita a pensar a partir de este otro fundamento (a partir del ser-aquí). La progresión del preguntar es, en sí misma, el camino de un pensar que en lugar de proporcionar representaciones y conceptos se experimenta y se pone a prueba como transformación de la relación con el ser. Heideggeriana: EssenciaVerdade
¿O tal vez ya hemos aprendido algo acerca del ser-obra de la obra sin darnos cuenta y como de pasada? Ya hemos dado con el ser-utensilio del utensilio. Pero ¿cómo? Desde luego, no ha sido a través de la descripción o explicación de un zapato que estuviera verdaderamente presente; tampoco por medio de un informe sobre el proceso de elaboración del calzado; aún menos gracias a la observación del uso que se les da en la realidad a los zapatos en este u otro lugar. Lo hemos logrado única y exclusivamente plantándonos delante de la tela de Van Gogh. Ella es la que ha hablado. Esta proximidad a la obra nos ha llevado bruscamente a un lugar distinto del que ocupamos normalmente. Heideggeriana: OOA1935
Ha sido la obra de arte la que nos ha hecho saber lo que es de verdad un zapato. Si pretendiéramos que ha sido nuestra descripción, como quehacer subjetivo, la que ha pintado todo eso y luego lo ha introducido en la obra, estaríamos engañándonos a nosotros mismos de la peor de las maneras. Si hay algo cuestionable en todo esto será únicamente el hecho de que hayamos aprendido tan poco en la proximidad a la obra y que lo hayamos expresado de manera tan burda e inmediata. Pero en todo caso, la obra no ha servido únicamente para ilustrar mejor lo que es un utensilio, tal como podría parecer en un principio. Por el contrario, el ser-utensilio del utensilio sólo llega propiamente a la presencia a través de la obra y sólo en ella. Heideggeriana: OOA1935
Un mundo no es una mera agrupación de cosas presentes contables o incontables, conocidas o desconocidas. Un mundo tampoco es un marco únicamente imaginario y supuesto para englobar la suma de las cosas dadas. Un mundo hace mundo y tiene más ser que todo lo aprensible y perceptible que consideramos nuestro hogar. Un mundo no es un objeto que se encuentre frente a nosotros y pueda ser contemplado. Un mundo es lo inobjetivo a lo que estamos sometidos mientras las vías del nacimiento y la muerte, la bendición y la maldición nos mantengan arrobados en el ser. Donde se toman las decisiones más esenciales de nuestra historia, que nosotros aceptamos o desechamos, que no tenemos en cuenta o que volvemos a replantear, allí, el mundo hace mundo. La piedra carece de mundo. Las plantas y animales tampoco tienen mundo, pero forman parte del velado aflujo de un entorno en el que tienen su lugar. Por el contrario, la campesina tiene un mundo, porque mora en la apertura de lo ente. Con su fiabilidad, el utensilio le proporciona a este mundo una necesidad y proximidad propias. Desde el momento en que un mundo se abre, todas las cosas reciben su parte de lentitud o de premura, de lejanía o proximidad, de amplitud o estrechez. En el hecho de hacer mundo se agrupa esa espaciosidad a partir de la cual se concede o se niega el favor protector de los dioses. Hasta la fatalidad de la ausencia del dios es una de las maneras en las que el mundo hace mundo. Heideggeriana: OOA1935
Una de las maneras esenciales en que la verdad se establece en ese ente abierto gracias a ella, es su ponerse a la obra. Otra manera de presentarse la verdad es la acción que funda un Estado. Otra forma en la que la verdad sale a la luz es la proximidad de aquello que ya no es absolutamente un ente, sino lo más ente de lo ente. Otro modo de fundarse la verdad es el sacrificio esencial. Finalmente, otra de las maneras de llegar a ser de la verdad es el cuestionar del pensador, que nombra el pensar del ser como tal en su cuestionabilidad, o lo que es lo mismo, como digno de ser cuestionado. Frente a esto, la ciencia no es ningún tipo de acontecimiento originario de la verdad, sino siempre la construcción de un ámbito de la verdad, ya abierto, por medio de la fundamentación y la aprehensión de aquello que se muestra exacto dentro de su círculo de un modo posible y necesario. Cuando y en la medida en que una ciencia va más allá de lo exacto para alcanzar una verdad, esto es, un desvelamiento esencial de lo ente en cuanto tal, dicha ciencia es filosofía. Heideggeriana: OOA1935
El decir que proyecta es poema: el relato del mundo y la tierra, el relato del espacio de juego de su combate y, por tanto, del lugar de toda la proximidad y lejanía de los dioses. El poema es el relato del desocultamiento de lo ente. Todo lenguaje es el acontecimiento de este decir en el que a un pueblo se le abre histórica-mente su mundo y la tierra queda preservada como esa que se queda cerrada. El decir que proyecta es aquel que al preparar lo que se puede decir trae al mismo tiempo al mundo lo indecible en cuanto tal. Es en semejante decir en donde se le acuñan previamente a un pueblo histórico los conceptos de su esencia, esto es, su pertenencia a la historia del mundo. Heideggeriana: OOA1935
Por eso, el pensar preparatorio se mantiene necesariamente dentro del ámbito de la meditación histórica. Para ese pensar, la historia no es la sucesión de épocas, sino una única proximidad de lo mismo, que atañe al pensar en imprevisibles modos del destino y con diferentes grados de inmediatez. Heideggeriana: NietzscheDeus
Pero sí hemos llegado a un momento en que podemos aprender a ver que, por mucho que tomado históricamente por mor de un título tenga que mostrar otro aspecto, el pensamiento de Nietzsche no es menos concreto y riguroso que el de Aristóteles, quien en el cuarto libro de su metafísica piensa el principio de contradicción como primera verdad sobre el ser de lo ente. La conexión ya habitual, aunque no por eso es menos cuestionable, entre Nietzsche y Kierkegaard, desconoce – a raíz de un desconocimiento de la esencia del pensar -, que, en cuanto pensador metafísico, Nietzsche conserva la proximidad con Aristóteles. Aunque lo cite más a menudo, Kierkegaard permanece esencialmente lejos de Aristóteles y esto se debe a que Kierkegaard no es un pensador, sino un escritor religioso, aunque desde luego no uno entre tantos, sino el único a la altura del destino de su época. En eso reside su grandeza, siempre que hablar así no sea ya un malentendido. Heideggeriana: NietzscheDeus
Esto último que hemos dicho no podemos perderlo de vista; no puede perderlo de vista ante todo el que pasa, y antes el maestro que tiene que mostrarlo. Si no se ve de antemano adónde se va, entonces este pasar carece de dirección, y aquello de lo que tiene que liberarse el que pasa permanece en lo indeterminado. Pero por otro lado, aquello a lo que está llamado el que pasa sólo se muestra a plena luz cuando ya ha pasado allí. Para el que pasa y, de un modo total, para aquel que como maestro tiene que mostrar este paso, para Zaratustra mismo, el adónde está siempre en la lejanía. Lo lejano permanece. En tanto que permanece, permanece en una proximidad, es decir, en aquella que conserva lo lejano como lejano al pensar en lo lejano y en dirección a lo lejano. La proximidad a lo lejano, que conmemora lo lejano, es lo que nuestra lengua llama nostalgia (Sehnsucht). Erróneamente enlazamos la palabra “Sucht” con “suchen” y con “ser arrastrado”. Pero la vieja palabra “Sucht” significa: enfermedad, padecimiento, dolor. Heideggeriana: NietzscheZaratustra
La nostalgia es el dolor de la proximidad de lo lejano. Heideggeriana: NietzscheZaratustra
Sin embargo, podemos seguir preguntando: ¿Qué es eso que llamamos “árbol”? Con la pregunta formulada ahora llegamos ya a la proximidad del ti estin griego. Es aquella forma del preguntar que desarrollaron Sócrates, Platón y Aristóteles. Preguntan, por ej.: ¿Qué es lo bello? ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es el movimiento? Pero ahora debemos observar que en las preguntas recién mencionadas no sólo se busca una delimitación más exacta de lo que es naturaleza, movimiento, belleza, sino que: también al mismo tiempo se da una interpretación de lo que significa el “qué” (“Was”), en qué sentido ha de entenderse el ti. Lo que el qué (Was) significa se lo llama el quid est, ti quid: la quidditas, la Washeit. Sin embargo, la quidditas se la determina de distinta manera en las distintas épocas de la filosofía. Así, por ej., la filosofía de Platón es una peculiar interpretación de lo que significa el ti. Significa, a saber, la idea. Que cuando preguntamos por el ti, por el quid, signifiquemos con ello la “idea”, no es de ningún modo cosa que se comprenda de suyo. Aristóteles da del ti una interpretación distinta de la de Platón. Otra interpretación del ti la da Kant, otra Hegel. Aquello que en el hilo conductor del ti, del quid, del “qué” se pregunta en cada caso, ha de determinarse cada vez de nuevo. De todos modos, vale lo siguiente: cuando en relación con la filosofía preguntamos: ¿Qué es eso?, entonces preguntamos una pregunta originariamente griega. Heideggeriana: QueFilosofia
Pero supongamos por un momento que la diferencia sea algo añadido por nuestra capacidad representativa; en ese caso, surgirá la pregunta: ¿algo añadido a qué? La respuesta es: a lo ente. Bien, pero ¿qué significa “lo ente”? ¿Y qué puede significar, sino lo que es? De esta manera llevamos el supuesto añadido, la representación de la diferencia, al dominio del ser. Pero “ser” quiere decir, por su parte, ser que es ente. Vayamos a donde vayamos con la diferencia en su calidad de supuesto añadido, nos encontraremos ya con lo ente y el ser en su diferencia. Ocurre como en el cuento de Grimm de la liebre y el erizo: “Ya estoy aquí”. Pues bien, este extraño estado de cosas – que lo ente y el ser siempre sean descubiertos a partir de la diferencia y en ella – podría ser aclarado de forma algo tosca de la siguiente manera: nuestro pensar representativo está hecho y organizado de tal manera, que establece en todo lugar, y ya de entrada, la diferencia entre lo ente y el ser, por medio de un proceso que, por así decir, pasa por encima de su cabeza a la vez que nace en ella. Habría mucho que decir y mucho más que preguntar acerca de esta explicación aparentemente esclarecedora pero demasiado apresurada, y antes que nada, lo siguiente: ¿de dónde viene ese “entre” dentro del que debe insertarse la diferencia? Pero dejemos de lado las opiniones y las explicaciones, y en su lugar, fijémonos en lo siguiente: encontramos siempre, en todo lugar y de forma tan indudable, lo que se denomina diferencia en el asunto del pensar, dentro de lo ente como tal, que en un primer momento no caemos en la cuenta de lo que encontramos. Tampoco hay nada que nos obligue a hacerlo. Nuestro pensar es libre de dejar la diferencia impensada o de pensarla propiamente como tal. Pero esta libertad no vale para todos los casos. Sin darnos cuenta, puede ocurrir que el pensar se vea llamado a preguntar: ¿qué es lo que quiere decir entonces este ser tan nombrado? Si el ser se muestra de inmediato como el ser de…, y con ello en el genitivo de la diferencia, entonces la pregunta anterior rezará, si la formulamos de modo más preciso: ¿cómo tiene que ser considerada la diferencia, cuando tanto el ser como lo ente aparecen cada uno a su manera a partir de la diferencia? Para satisfacer esta pregunta, tenemos que situarnos en primer lugar bien enfrente de la diferencia. Esta posición frente a frente se hace posible cuando llevamos a cabo el paso atrás, pues lo próximo sólo se nos ofrece como tal y la proximidad sale por primera vez a la luz, gracias al alejamiento que con él se consigue. Mediante el paso atrás liberamos al asunto del pensar, al ser como diferencia, para que pueda ganar esa posición frente a frente, la cual, por otra parte, debe de permanecer absolutamente libre de objetos. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957
¿Pero no oímos hablar del ser ser en el orden y la consecución históricos del proceso dialéctico que piensa Hegel? Ciertamente. Pero el ser también se deja ver aquí únicamente bajo la luz que brilló para el pensar de Hegel, lo que quiere decir que la forma en la que se da el ser se determina siempre ella misma a partir del modo en que éste se da luz a sí mismo. Pero este modo es un modo destinado, es siempre la marca de una época que sólo se nos manifiesta como tal si le damos la libertad de volver a su propio ser pasado. Sólo podemos llegar a la proximidad de lo destinado por medio de una súbita chispa de recuerdo que surge en un instante. Esto también vale para la experiencia que tenemos de la marca que lleva en cada ocasión la diferencia de ser y ente, a la que corresponde en cada caso una interpretación de lo ente como tal. Lo dicho también vale de modo particular para nuestro intento de salir del olvido de la diferencia como tal por medio del paso atrás, y de pensar en ésta como en la resolución entre la sobrevenida desencubridora y la llegada que se encubre a sí misma. Ciertamente, a un oído más atento se le revela que en nuestro discurso acerca de la resolución, ya dejamos que aquello que ha sido tomase la palabra, en la medida en que pensamos en un desencubrir y un encubrir, esto es, en una sobrevenida (trascendencia) y una llegada (presencia). Tal vez mediante esta explicación de que la diferencia de ser y ente se encuentra en la resolución en calidad de preámbulo de su esencia, salga a la luz algo permanente que atraviesa el destino del ser desde el principio hasta su consumación. Pero con todo, sigue siendo difícil decir cómo debe ser pensada esa permanencia, puesto que, ni es algo general que valga para cada caso, ni una ley que garantice la necesidad de un proceso en sentido dialéctico. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957
¿A dónde ha conducido el camino? A un alto de nuestro pensar en esto simple que nosotros llamamos Ereignis en el sentido más estricto de la palabra. Parece como si ahora cayésemos en el peligro de dirigir nuestro pensar con demasiada despreocupación hacia algo general muy distante, mientras que lo qué sé nos dice con aquello que quiere nombrar la palabra Er-eignis, es sólo lo más próximo de aquella proximidad en la que ya estamos. Pues, ¿qué podría resultarnos más próximo que lo que nos aproxima hacia aquello a lo que pertenecernos, en donde tenemos nuestro lugar, esto es, el acontecimiento de transpropiación? El acontecimiento de transpropiación es el ámbito en sí mismo oscilante, mediante el cual el hombre y el ser se alcanzan el uno a otro en su esencia y adquieren lo que les es esencial al perder las determinaciones que les prestó la metafísica. Heideggeriana: PrincipioIdentidade
En verdad, Karlsruhe le resultaba extraña, pues la proximidad de su tierra natal, que era también la de su infancia, ocupó constantemente sus pensamientos y recordaba de manera irresistible al habitante de Wiesental. La savia y el vigor de su provincia permanecieron vivos en el corazón y el espíritu de Hebel, lo mismo que el alma robusta y jovial de sus amigos de allá. Aunque no pudo realizar el único sueño de su vida, poder vivir en la Markgraeflerland ejerciendo sus funciones de pastor de pueblo, Hebel permaneció siempre bajo el encanto seductor de su tierra natal. De la inmensa nostalgia que tenia de su tierra nacieron sus Poemas alemánicos, que aparecieron en 1803. Hebel escribe en el Prólogo: “El dialecto en que están escritos estos poemas puede justificar su titulo. Domina en el ángulo del Rin, entre el Frictal y el antiguo Sundgau, y se extiende con algunas modificaciones hasta los Vosgos y los Alpes. Vuelve a encontrárselo finalmente, más allá de la Selva Negra, en gran parte de Suevia”. Heideggeriana: HebelAmigo
Los relatos y consideraciones del calendario hebeliano hacen que esta obra llegue a ser una lengua alemana de las más nobles. Hebel quien vivía en una proximidad luminosa de la lengua, conocía, bien ese tesoro. Escogió de acuerdo con su propia apreciación poética los trozos más bellos que había publicado en el “Calendario del Amigo Renano de la Casa”. Limita así el tesoro a lo que tenía de más precioso, le confeccionó un pequeño cofre y lo ofreció en 1811 al mundo de lengua alemana cono “Schatzkaestlein”. Heideggeriana: HebelAmigo
Si nosotros llamamos a este “Entre” multiforme el mundo, el mundo es entonces la casa que habitan los mortales. En cambio, las casas particulares, las aldeas, las ciudades son construcciones que reúnen en ellas y en torno a ellas este “Entre” multiforme. Las construcciones disponen la tierra, es decir el paisaje habitado, en la proximidad del hombre y establecen al mismo tiempo bajo la extensión del cielo la dimensión de la. vecindad. Solamente en la medida en que el hombre habita la casa del mundo en cuanto mortal, está destinado a construirle a los Dioses su casa, lo mismo que construye su propia morada. Heideggeriana: HebelAmigo
Entonces, el poeta debería alegrarse de semejante experiencia, pues le brinda la mayor alegría que pueda serle acordada a un poeta. En su lugar el poema dice: “Así aprendí triste la renuncia”. El poeta está, por tanto, abatido por su renuncia porque significa una pérdida. Pero la renuncia, tal como vimos, no es una pérdida. El “triste” tampoco se refiere a la renuncia sino al aprendizaje de la misma. A su vez, la tristeza no es ni mero abatimiento ni melancolía. La verdadera tristeza está en una relación de consonancia con lo que es verdadera alegría, por cuanto que esta alegría se retira, vacila en su retirada y se mantiene en reserva. Al aprender esta renuncia. el poeta hace la experiencia con el alto reino de la palabra. Recibe el conocimiento inaugural (Ur-Kunde) de la tarea asignada al decir poético: las sublimes y permanentes cuestiones que le son prometidas a la vez que retenidas. El poeta no podría hacer la experiencia que hace con la palabra si esta experiencia no estuviese templada por la tristeza, esto es, por la serena disposición de ánimo para la proximidad de lo que se ha retirado y que así está, a la vez, reservado para un advenimiento inaugural. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
En cambio, para nosotros deberá quedar abierto de si somos capaces de entrar adecuadamente en esta experiencia poética con el habla. Existe el peligro de sobrecargar el poema, es decir, de atribuirle un exceso de pensamientos y que nos cerremos a ser alcanzados por su poesía. Más grande aún – aunque hoy en día se admite poco – es el peligro de que pensemos demasiado poco, y que rechacemos el pensamiento de que la verdadera experiencia con el habla sólo pueda ser una experiencia del pensamiento, además de que todo elevado canto poético de toda gran poesía vibra en el ámbito de un pensamiento. Pero si lo que ante todo importa es la experiencia del pensamiento con el habla, ¿para qué, entonces, esta indicación de una experiencia poética? Porque, a su vez, el pensamiento anda por caminos vecinos a la poesía. Por esto es bueno pensar en el vecino, en aquel que vive en la misma proximidad. Poesía y pensamiento se necesitan mutuamente en su vecindad, cada uno a su modo cuando se llega al límite. La región en la que la vecindad misma tiene su ámbito, esto la poesía y el pensamiento lo determinan de modos distintos, pero siempre de forma tal que se encuentra en el mismo ámbito. Puesto que estamos atrapados por un prejuicio secular donde el pensamiento es una cuestión de raciocinio, o sea, de cálculo en el sentido más amplio, se desconfía, ya de entrada, al hablar de una vecindad del pensamiento con la poesía. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
De entrada, exigiremos inmediatamente una explicación de lo que se supone significa “vecindad”, y con qué derecho se habla y puede hablarse de ella. Vecino (Nachbar), como la propia palabra dice, es uno que habita en proximidad (Nähe) y junto a otro. Este otro deviene así él mismo vecino del uno. La vecindad es de este modo la relación que resulta del hecho de que uno se establece en la cercanía del otro. La vecindad es el resultado, es decir, la consecuencia y el efecto del hecho de que uno viene a establecerse frente al otro. En consecuencia, la frase relativa a la vecindad entre poesía y pensamiento quiere decir que ambos habitan frente a frente, que uno se ha establecido frente a otro, que uno ha venido a la proximidad del otro. Esta indicación sobre lo característico de la vecindad se mueve en un modo de hablar figurativo. ¿O acaso estamos ya diciendo algo pertinente sobre la cuestión? ¿Qué quiere realmente decir “un hablar figurativo”? Prestos estamos con una respuesta sin pensar que no podemos basarnos en ella como forma fiable mientras permanezca indeterminado lo que es hablar y lo que es figurativo y en qué modo el habla habla en imágenes e incluso si habla así. Consecuentemente aquí lo dejamos todo ampliamente abierto. Mantengámonos en lo que es más necesario, en la búsqueda de la vecindad entre poesía y pensamiento; esto significa ahora: el en-frente-mutuo (Gegen-einander-über). Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Estamos familiarizados con el término es gibt, en múltiples usos, tal corno: “es gibt an der sonnigen Halde Erdbeeren”,: (hay fresas en la ladera soleada), il y a: hay, allí, fresas: pueden encontrarse como algo que está allí, en la ladera. En nuestra presente reflexión el término está utilizado de modo distinto. No lo entendemos en el sentido de Es gibt, ello da, sino ella, la palabra, da… De este modo. se desvanece del todo el fantasma del “ello” que muchos temen, con razón. pero lo que es digno de pensar permanece, es más, sólo así llega a la luz relumbrante. Esta simple e inasible situación que denominamos por la frase: Ella, la palabra, da – se revela como lo que es propiamente digno de pensar pero para cuya determinación faltan aún en todas partes las medidas y referencias. Tal vez las conozca el poeta. Pero su poesía ha aprendido la renuncia, aunque sin perder nada por ella. Sin embargo y pese a todo, la joya se le desliza. Cierto. Pero se desliza en el sentido de que la palabra le es denegada. La denegación es la retención (Vorbehalt). Precisamente en esto aparece el sorprendente poder propio de la palabra. La joya no se deshace en modo alguno en una nada inservible. La palabra no se hunde en la llana imposibilidad del decir. El poeta no abdica de la palabra. Es cierto que la joya se retira a lo misterioso y sorpredente que nos asombra. Por ello y tal como dice la introducción a El Canto, el poeta aún medita ahora todavía más que antes: aún está estructurando – en concreto a un decir – de otro modo que antes. Canta cantos. El primer canto que canta, que permanece sin título, canta nada menos que el secreto intuido de la palabra que, al denegarse, nos acerca su esencia retenida. El canto canta el secreto de la palabra sorprendiéndose, esto es, cuestionándose poéticamente, en tres estrofas de tres versos cada una: ¿Qué audaz ligero paso – Anda por el reino más propio. – Del jardín de hadas de la ancestra? – ¿Qué invocación envía – El sonador con clarín plateado – A la durmiente espesura del Decir? – ¿Qué secreto aliento – De la recién desvanecida melancolía – Se insinúa por el alma? Stefan George escribe normalmente todas las palabras en minúsculas, con excepción de las que inician cada verso. Llama la atención que en este poema hay una sola palabra que se inicia con mayúscula. Se encuentra al final de la estrofa central y dice: Sage, Decir. El poeta podía haber intitulado el poema “El Decir”. No lo hizo. El poema canta la misteriosa proximidad del prevalecer de la palabra que permanece ausente en la lejanía. En el poema se dice algo muy distinto de manera diferente – y sin embargo se dice lo Mismo que en lo pensado a propósito de la relación entre el “es” y la palabra que no tiene naturaleza de cosa. ¿Qué hay ahora de la vecindad entre poesía y pensamiento? Nos hallamos perplejos entre dos modos enteramente distintos del decir. En el canto del poeta la palabra aparece como lo que es misteriosamente sorprendente. La meditación pensante, atenta a la relación entre el “es” y la palabra como no-cosa, llega ante algo memorable, digno de ser pensado, y cuyos rasgos se pierden en lo indeterminado. Por un lado, el canto donde el misterio aparece en la plenitud del decir cantante; por el otro, lo que es digno de pensar en un decir apenas determinable, pero, en cualquier caso, no un decir cantante. ¿Es ésta una vecindad en la cual poesía y pensamiento conviven en una proximidad? Parecerá, más bien, que no pueda imaginarse vecindad más divergente. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Debemos abdicar de la opinión de que la vecindad entre poesía y pensamiento se agota en la turbia y vociferante amalgama de ambos modos del decir, donde cada uno se apropia de aspectos inciertos del otro. Aquí y allá puede, a veces, parecerlo. Pero en verdad, y en virtud de su esencia, a la poesía y al pensamiento los mantiene separados una delicada aunque, luminosa diferencia, cada uno sostenido en su propia oscuridad: dos paralelas, en griego, …., la una al lado de la otra; una frente a otra, trascendiendo, sobrepasándose cada uno a su modo. Poesía y pensamiento no están separados si por separación se entiende: relegado a no poder sostener relación alguna. Las paralelas se entrecruzan en el in-finito. Allí se entrecruzan en un cruce que no hacen ellas mismas. Por este cruce están primeramente cortadas, esto es, dibujadas al designio de su esencia vecinal. Este dibujo es el trazo (Riss). Traza abriendo de golpe la poesía y el pensamiento a su mutua proximidad. La vecindad entre poesía y pensamiento no es el resultado de un proceso por el que poesía y pensamiento vendrían – no se sabe de donde – primeramente a juntarse, originándose de este modo una proximidad; una vecindad. La proximidad que aproxima es el advenimiento apropiador (Ereignis) mismo, desde el cual poesía y pensamiento están remitidos a lo propio de su esencia. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Sin embargo, si la proximidad de poesía y pensamiento es la del decir, entonces nuestro pensamiento llega a la suposición de que el advenimiento apropiador prevalece como aquel Decir donde el habla nos dice su esencia. Su consentimiento no divaga en la vaciedad. De hecho, ya ha dado en la meta. ¿A quién sino al ser humano? Porque el ser humano sólo lo es en la medida en que es prometido al decir confiador del habla; en que está puesto en uso y necesitado para el habla, para hablar el habla. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
La tercera conferencia quisiera llevarnos propiamente ante la posibilidad, es decir, ante lo que haría posible que tuviéramos una experiencia con el habla. Lo que es necesario aquí no es sólo que permanezcamos en el camino emprendido dentro de la vecindad de poesía y pensamiento. En esta vecindad debemos dirigir nuestra mirada en derredor por si nos da a ver y cómo nos da a ver lo que transforma nuestra relación con el habla. Pero del camino que debe llevarnos hasta aquello que posibilita se ha dicho que conducía sólo allí donde ya nos hallamos. El “sólo” no indica aquí una limitación sino que señala la pura simplicidad de este camino. El camino nos deja llegar a lo que nos de-manda y en cuyo ámbito ya nos hallamos. ¿Para qué entonces, podría preguntarse, tan sólo un camino hacia allí? Respuesta: porque allí donde ya nos hallamos, lo estamos de tal modo que al mismo tiempo no estamos allí, en la medida en que aún no hemos alcanzado propiamente aquello que de-manda a nuestra esencia. El camino que nos deja llegar adonde ya nos hallamos requiere, a diferencia de cualquier otro camino, algo que lo acompañe y que alcance ampliamente hacia adelante. Esto que acompaña está contenido en la palabra rectora que hemos indicado de paso, al término de la primera conferencia. No hemos dilucidado todavía el carácter indicador de camino de la palabra rectora. Tampoco era posible que esta dilucidación tuviera lugar. Porque la segunda conferencia debía señalarnos antes propiamente el ámbito al que pertenece el camino; el camino al que hace de séquito la palabra rectora, haciendo señas hacia adelante. Este ámbito se manifiesta en la vecindad de poesía y pensamiento. Vecindad significa: morar en la proximidad. Poesía y pensamiento son modos del decir. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Ahora, a la proximidad que conduce poesía y pensamiento a su mutua vecindad, la llamamos die Sage, el Decir. Suponemos que en él reside la esencia del habla. Sagen, sagan, decir, significa mostrar: dejar aparecer; liberación luminosa-ocultadora, entendida como ofrecimiento (lichtend-verbergend frei-geben als dar-reichen…) de lo que llamamos mundo. El luminoso-velador, enmascarante ofrecimiento del mundo es la naturaleza esencial del decir. La frase rectora para el camino dentro de la vecindad entre poesía y pensamiento contiene una indicación; siguiéndola quisiéramos llegar a la proximidad desde la cual se determina esta vecindad. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
En la frase que precede al doble punto y que dice “la esencia del habla”. el habla es el sujeto. aquello acerca de lo cual debe establecerse lo que es. Esto que algo es, to ti estin, el “qué es” (Wassein), contiene desde Platón lo que habitualmente denominamos das Wesen, essentia, la esencia de una cosa. La esencia así entendida se enmarca en lo que más tarde se denomina der Begriff, el concepto, die Vorstellung, la representación, con la ayuda de los que nos procuramos y asimos lo que una cosa es. Entendida menos estrictamente, la frase que precede al doble punto dice: lo que el habla es, lo comprendemos cuando entramos allá hacia donde el doble punto, por así decirlo. abre una perspectiva. Esto es el habla de la esencia. En esta frase. “esencia” asume el rol de sujeto al que le es propia el habla. Pero ahora, la palabra “esencia” no significa ya aquello que algo es. Oímos “esencia” como verbo; wesend, “esenciante”, en el sentido de presente y ausente (Wesend wie anwesend und abwesend). “Esencia” significa perdurar, permanecer. Con todo, la expresión es west, es “esenciante”, dice más que sólo: esto perdura y permanece. Es west quiere decir: esto “esencia” en presencia (es west an) y perdurando nos concierne, nos en-camina y nos de-manda. La esencia entendida de este modo nombra lo que perdura (das Währende), lo que viene hacia nosotros y en todo nos concierne porque en-camina. La segunda versión de la frase rectora: “El habla de la esencia” dice, por consiguiente: el habla pertenece a esto que “esencia”, es propio a lo que lo en-camina todo como su propiedad más propia. Lo que en-camina toda cosa, en-camina por el hecho de que habla. Con todo, permanece oscuro cómo debemos pensar lo que es “esenciante”; oscuro del todo en qué medida habla lo que es “esenciante”, y permanece en lo más oscuro lo que entonces significa hablar. Pues es a esto a lo que se dirige nuestra meditación cuando reflexionamos acerca de la esencia del habla. Pero esta reflexión está ya encaminada en un cierto camino, esto es, dentro de la vecindad de poesía y pensamiento. La frase rectora nos hace una seña para la andanza por este camino, pero no da respuesta alguna. Mas, ¿hacia dónde puede hacer seña cuando hace seña. Solamente hacia lo que determina la vecindad de poesía y pensamiento como vecindad. Lo vecinal, el habitar en la proximidad, obtiene su determinación desde la proximidad. Poesía y pensamiento, sin embargo, son modos del decir, aún más, son modos eminentes. Si los dos modos del decir deben ser vecinales desde su proximidad, entonces la proximidad misma debe prevalecer por el modo del Decir. La proximidad y el Decir serían entonces lo Mismo. Pensar esto es una severa exigencia. Su severidad no debe en absoluto ser atenuada. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Las señas “señan” de múltiples modos. Haciendo seña, la seña puede hacer visible aquello hacia donde “seña” de modo tan simple y cumplido que vamos a ello sin equívoco alguno. Pero una seña puede asimismo hacer seña de modo que nos remite primero y por mucho tiempo a lo que tiene de no claro, (Bedenkliche) aquello desde donde hace seña, mientras que aquello hacia donde hace seña solo deja suponer que es digno de pensar y para lo que todavía se carece del adecuado modo de pensamiento. La seña que nos da la frase rectora es de esta clase. La esencia del habla nos es tan conocida por múltiples determinaciones, que difícilmente podemos desatarnos de ellas. Pero el desatarse no tolera ningún acto de violencia porque la tradición permanece rica en verdad. Por esto estamos primero requeridos a reflexionar sobre nuestras nociones habituales del habla, aunque sólo sea desde una amplia perspectiva, pero con la visión hacia delante, hacia donde hace seña la vecindad de ambos modos del decir, la poesía y el pensamiento: a la proximidad entendida como Decir. Se encuentra el habla, cuando se la representa como algo existente, como actividad del hablar, como manipulación de las herramientas del habla: la boca, los labios, la lengua. El habla se revela en el hablar como un fenómeno que ocurre con el hombre. Que se haya hecho la experiencia del habla y se la haya representado y determinado desde aquí hace ya mucho tiempo, lo atestiguan los nombres que las diversas lenguas occidentales se han dado a sí mismas: glossa, lingua, langue, language. El habla es la lengua. En el segundo capítulo de la historia de los apóstoles, que relata el milagro de pentecostés, el verso 3 y 4 dice: La Vulgata traduce: Et apparuerunt illis dispertitae linguae tamquam ignis… et coeperunt loqui variis linguis. Lutero traduce: “Y se les aparecieron lenguas, divididas, como de fuego… y comenzaron a predicar con otras lenguas”. De todos modos, no se concibe aquí el hablar como mera locuacidad, sino en la plenitud del pneuma agion, del sagrado aliento. Esta representación bíblica del habla viene precedida por la caracterización griega del habla en su ser esencial que Aristóteles eleva a figura canónica. El logos, el enunciar, se representa inicialmente en los términos del fenómeno fónico del hablar. Aristóteles dice lo siguiente al comienzo de un tratado que más tarde obtuvo el título de Peri hermeneias, de interpretatione, sobre el enunciar: “Lo que tiene lugar en el fonar de la voz (los sonidos), son signos de aquello que le acaece al alma como padecimientos y lo escrito (es) signo de los sonidos vocales. Pues del mismo modo que la escritura no es la misma para todos, así tampoco son iguales los sonidos vocales. Pero de lo que éstos (sonidos y letras escritas) son primeramente signos, esto lo son los mismos padecimientos del alma para todos los hombres y las cosas de las cuales éstos (los padecimientos) configuran las representaciones semblantes, son asimismo los mismos.” Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Cuando la palabra se denomina la flor de la boca y florecimiento, entonces oímos la resonancia del habla surgir en su sustancia terrenal. ¿Desde dónde? Desde el decir dentro del cual se cumple el dejar-aparecer de mundo. La sonoridad resuena a partir de la resonancia, de la llamada congregadora. que, abierta a lo Abierto, deja aparecer mundo en las cosas. Así, lo resonante de la voz ya no es solamente del orden de los órganos físicos. Está desligado ahora de la perspectiva de una explicación físico-fisiológica de lo que es un mero hecho fonético. Lo resonante, lo terrenal del habla está sostenido en la armonía que entona mutuamente las regiones de la estructura del mundo. haciéndolas jugar las unas hacia las otras. Esta indicación a lo resonante del hablar y su origen desde el decir, se nos presenta inicialmente como oscura y extraña. Y, sin embargo, señala hacia un simple estado de cosas. Lo podemos percibir cuando atendemos nuevamente en qué medida estamos en todas partes caminando en la vecindad de modos del decir. Como tales, la poesía y el pensamiento siempre fueron preeminentes. Su vecindad no les ha caído del cielo, como si, por sí solos, pudieran ser lo que son fuera de su vecindad. Por ello debemos hacer la experiencia de ellos dentro de y desde su vecindad, esto es, desde aquello que determina la vecindad como tal. La vecindad, se ha dicho, no procura primero proximidad sino que la proximidad hace advenir vecindad. ¿Pero qué significa proximidad? Desde el momento que intentamos meditar esta cuestión, nos hemos comprometido ya a un largo camino de pensamiento. Aquí sólo podemos lograr dar unos pocos pasos. No conducen hacia adelante, sino hacia atrás, hacia donde ya nos encontramos. Los pasos no constituyen una secuencia progresiva de unir de esto a lo otro, en todo caso sólo como semblanza externa. Los pasos se juntan más bien en un recogimiento sobre lo Mismo y se juegan a un retorno a lo Mismo. Lo que tiene aspecto de ser disgresión es, de hecho, entrada en la puesta-en-camino propiamente dicha, en la Bewëgung desde la que se determina la vecindad. Esto es la proximidad. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Cuando se piensa la proximidad, aparece de inmediato la lejanía. Ambos se hallan en una cierta contraposición como distintas magnitudes de la separación de objetos. La medición de la magnitud se efectúa cuando medimos distancias según su longitud o cortedad. Así, la medición de las distancias medidas está tomada cada vez de una extensión por la cual y a lo largo de la cual se calcula el número de unidades en la distancia medida. Medir algo en base a algo, pasando a lo largo del mismo, esto en griego significa parametrein. Las extensiones a lo largo de las que medimos proximidad y lejanía entendidas como distancias, son la secuencia de “ahoras”, o sea, el tiempo y el “al lado”, “delante”, “detrás”, “sobre” y “debajo” de lugares “aquí” y “allá”, esto es, el espacio. Para el pensamiento calculador el tiempo y el espacio aparecen como parámetros, de la medición de proximidad y lejanía, como estados que dependen de distancias. Pero espacio y tiempo no sirven sólo como parámetros; su esencia queda pronto exhausta en este carácter, cuyas formas seminales se dibujan en el albor del pensamiento occidental, y que en el transcurso de los tiempos se convierte en la representación canónica por medio de este pensamiento. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
Pero ¿qué tiene todo esto que ver con la esencia del habla? Más de lo que hoy podamos pensar. De todos modos, algo podemos haber presentido a la vista de la deliberada atribución que entiende la proximidad y la lejanía como formas de medición de distancias en el espacio y en el tiempo entendidos como parámetros. Heideggeriana: EssenciaLinguagem
¿Qué es aquí lo que nos inquieta? El hecho de que así no puede hacerse la experiencia (erfahrbar) de la proximidad a la que pertenece la vecindad. Si la proximidad y lo vecinal pudieran ser representados parametralmente, entonces la distancia de la magnitud de una millonésima de segundo y de un milímetro darían la proximidad más cercana a una vecindad – comparada a la cual una distancia de un metro y de un minuto representarían ya la lejanía más extrema. De todos modos, se insistirá en que una relación recíproca espacio-tiempo pertenece a toda vecindad. Dos casas aisladas – en la medida que todavía quedan separadas por un paseo de una hora a través de los