propria conciencia

“En esta presentación del transcurso de la experiencia hay un momento en el que ésta no parece coincidir con lo que se suele entender por experiencia. Concretamente, la transición desde el primer objeto y el saber del mismo al otro objeto sobre el que se dice haber hecho la experiencia, ha sido presentada de tal manera que el saber del primer objeto o el ser-para-la-conciencia del primer en-sí tiene que convertirse en el segundo objeto. Por el contrario, normalmente parece como si realizáramos la experiencia de la no verdad de nuestro primer concepto sobre otro objeto que encontramos de modo contingente y exterior, de manera que en general sólo recae dentro de nosotros la pura aprehensión de lo que es en sí y para sí. Pero en la concepción que acabamos de ver, el nuevo objeto se muestra como algo que ha llegado al ser por medio de una inversión de la propia conciencia. Esta forma de entender el asunto es una aportación nuestra, por la que la serie de experiencias de la conciencia se eleva a empresa científica, pero no es para la conciencia que contemplamos. Ahora bien, éste es exactamente el mismo estado de cosas del que hablábamos más arriba a propósito de la relación de esta presentación con el escepticismo, esto es, que no deberíamos permitir que cada resultado producto de un saber no verdadero desembocara en una nada vacía, sino que deberíamos entenderlo necesariamente como la nada de aquello de lo que es el resultado, un resultado que contiene lo que el saber precedente tiene en sí de verdadero. Esto se presenta aquí de la siguiente manera: cuando aquello que primero parecía el objeto decae en la conciencia convirtiéndose en un saber del mismo y cuando el en-sí se convierte en un ser para-la-conciencia del en-sí, éste es el nuevo objeto por el que también aparece una nueva figura de la conciencia cuya esencia es algo diferente de la de la figura precedente. Es esta situación la que conduce toda la sucesión de figuras de la conciencia en su necesidad. Pero es esta necesidad misma o el surgimiento del nuevo objeto, el cual se le ofrece a la conciencia sin que ella sepa cómo llega a suceder, lo que para nosotros ocurre por así decir a sus espaldas. Así, en este movimiento surge un momento del ser-en-sí o del ser-para-nosotros que no está presente para la conciencia, que está ella misma comprendida en la experiencia; pero el contenido de lo que vemos surgir ante nosotros es para-ella y sólo concebimos el aspecto formal del mismo o su puro surgimiento; para-ella, eso surgido es sólo como objeto, para-nosotros es a un tiempo como movimiento y como devenir. 8386 Heideggeriana: HegelExperiencia

La conciencia natural no puede retornar hacia su verdad en la presentación absoluta del saber que se manifiesta. El camino de la presentación de lo que se manifiesta en su manifestación es “la aceptación consciente de la no verdad del saber que se manifiesta, al que le parece ser más real lo que en realidad sólo es concepto no realizado”. Por este camino, la conciencia natural pierde definitivamente la verdad que tenía, pero no se pierde nunca a sí misma. Por el contrario, se instala en la nueva verdad, según su antiguo proceder. Desde el punto de vista de la ciencia del saber que se manifiesta, el camino de la presentación es, para la conciencia natural y sin que tenga saber de ello, el camino de la desesperación. Pero la propia conciencia natural nunca desespera. La duda, en el sentido de la desesperación, es asunto de la presentación, esto es, del conocimiento absoluto. Pero, siguiendo este camino, la presentación tampoco desespera de sí misma, sino sólo de la conciencia natural, en la medida en que ésta nunca quiere realizar el mero concepto del saber — ese concepto que ella es permanentemente —, pero sin embargo no cesa nunca de atribuirse la verdad del saber y de hacerse valer como la única medida del saber. Cuanto más a fondo recorre la presentación el camino de la desesperación, tanto más pronto consuma la ciencia su propio manifestarse. 8474 Heideggeriana: HegelExperiencia

La skepsis camina y se sitúa a la luz de ese rayo, bajo cuya forma ya nos toca la absolutez de lo absoluto, que está con nosotros en sí y para sí. El haber-visto de la skepsis es ese vidi (he visto y veo ahora) que la realidad de lo real tiene a la vista. Pero si la realidad es la manifestación del saber que se manifiesta, la manifestación sólo llega a la presentación cuando esta última sigue a la manifestación y se mueve como tal sucesión suya. En este movimiento, la manifestación de lo que se manifiesta llega a la presentación. En esta llegada desaparece eso mismo que se manifiesta, desde el momento en que se considera como lo real. Este ir y venir unido en sí, constituye el movimiento que es la propia conciencia. La conciencia está en la unidad del saber natural y el saber real, unidad en la que, dependiendo del saber que tenga en cada caso, se pone por sí misma para llegar a sí misma y en esa posición aparece. Así, la conciencia es, en cada caso, una figura. La skepsis cae dentro de la propia conciencia, que se despliega en el escepticismo, el cual, en la manifestación de lo que se manifiesta, produce el traslado de una figura de la conciencia a otra. La conciencia es la conciencia al modo del escepticismo consumándose. Ésta es la historia de la propia conciencia, que no es ni solamente la conciencia natural en sí, ni sólo el saber real para sí, sino antes que nada la unidad originaria de ambos en sí y para sí. Este movimiento de la venida de la manifestación y la partida de lo que se manifiesta es el suceso que, de figura en figura, lleva a la conciencia delante del aspecto, esto es, delante de la imagen de su esencia. La historia de la conciencia produce con la imagen a la propia conciencia en su manifestarse. Esta historia es “la historia exhaustiva de la formación de la conciencia misma en ciencia”. Hegel no dice la formación de la conciencia natural en conciencia filosófica, porque sólo piensa en la manifestación de la conciencia que se manifiesta a la vista de su aparición completa, bajo la que la conciencia ya es la propia ciencia. 8478 Heideggeriana: HegelExperiencia

El octavo párrafo esboza el carácter de movimiento de la marcha histórica en la que transcurre la historia de la formación de la conciencia. El progreso a través de la serie completa de figuras del saber, debe darse por sí mismo. “Por sí mismo” sólo puede querer decir aquí a partir de la manera en que la conciencia es, en sí, una marcha. Por eso, ahora hay que dirigir la mirada a la conciencia. De acuerdo con esto, este párrafo conduce a la primera de las tres proposiciones sobre la conciencia que Hegel expresa en el presente fragmento. “Formación de la conciencia” quiere decir que la conciencia se dispone a sí misma en cuanto a su esencia, que consiste en ser la ciencia en el sentido del saber absoluto. Esto quiere decir dos cosas: la conciencia se manifiesta en su manifestación y al mismo tiempo se instala en la luz de su propia esencia según las perspectivas esenciales de su aparición y de este modo se organiza como reino de sus figuras. La propia conciencia no es ni solamente la conciencia natural ni solamente la conciencia real. Tampoco es el mero acoplamiento de ambos. La propia conciencia es la unidad originaria de ambas. Sin embargo, el saber real y natural no residen a modo de elementos inertes en la conciencia. La conciencia es ambos, en la medida en que se manifiesta en la unidad originaria de ambos y en cuanto tal. Ambos son distintos en la conciencia. La diferencia aparece en la medida en que reina como la inquietud del saber natural frente al saber real y viceversa. La propia conciencia es, en sí, la inquietud de un diferenciarse entre el saber natural y el saber real. El movimiento de la marcha de la historia reside en esta inquietud de la propia conciencia y también obtiene de ella su orientación. La conciencia no es llevada a posteriori al movimiento ni le viene señalada a priori su orientación. 8498 Heideggeriana: HegelExperiencia

En el transcurso de la historia de la formación, la conciencia natural demuestra ser “sólo concepto del saber”. Pero este “sólo” ya es bastante. Efectivamente, en la medida en que a la hora de representar a lo ente la conciencia natural representa al mismo tiempo inevitablemente y aunque sea de manera no expresa a la entidad de lo ente, la conciencia natural está ya en sí misma por encima de sí misma aunque sin estar fuera de sí. La conciencia natural no sólo no toma conocimiento del “concepto” — concepto que ya es siempre ella misma —, sino que llega a opinar que puede pasarse sin él, mientras que, en verdad, la correspondiente región de lo ente habitada por la conciencia natural sólo se puede determinar, tanto por su extensión como por su dominabilidad, a partir de aquello que sea la propia conciencia en tanto que saber de la entidad de lo ente. Pero la conciencia natural se oculta a sí misma esa inquietud reinante en ella que la impulsa más allá de sí misma. Huye de ella y, de esta manera, se encadena a su modo a sí misma. Toma su opinión por la verdadera, por lo tanto tiene pretensiones de hacer suya la verdad y demuestra que aquello que considera lo suyo no es lo suyo. Su propia opinión delata constantemente la inquietud de ese impulso irrefrenable hacia más allá de sí misma. La presentación del saber que se manifiesta sólo necesita abandonarse a esa inquietud para encontrarse ya en la marcha del progreso. Pero lo irrefrenable del movimiento sólo puede determinarse a partir de aquello en lo que se mantiene la inquietud. Se atiene a lo que la impulsa fuera. Ésta es la realidad de lo real, que sólo es en la medida en que se manifiesta en su verdad. Ella es, vista desde la orientación del progreso, la meta de la marcha. Pensada a partir de la inquietud de la conciencia, la marcha comienza por la meta. Es un movimiento a partir de la meta, de tal manera que no deja a la meta atrás, sino que, con el movimiento, llega precisamente a su despliegue. La meta de su marcha le es fijada al saber en su propia esencia como esta misma. La conciencia es, en su propia inquietud, la autofijación de la meta. Por eso, el octavo párrafo comienza la caracterización de la movilidad de la conciencia con la frase: “Pero para el saber la meta es algo fijado de manera tan necesaria como la serie de la progresión”. Pero el párrafo no debate la meta, por lo menos no bajo la forma en la que nos representamos una meta, en la medida en que la tomamos por aquello hacia lo que se ve impulsada una cosa. Si se nos permitiera tomar como expediente el lenguaje de la mecánica, podríamos decir que el progreso en la marcha histórica de la historia de la formación de la conciencia, no se ve empujado hacia adelante y hacia lo aún indeterminado por la correspondiente figura de la conciencia, sino que se ve atraído a partir de la meta ya fijada. La meta atrayente se genera a sí misma en su manifestación en la propia atracción y lleva de entrada a la marcha de la conciencia a la plenitud de su completitud. 8500 Heideggeriana: HegelExperiencia

Por medio de la skepsis, el escepticismo que se consuma ya tiene a la vista a la meta así configurada y de este modo se introduce en el medio de la propia inquietud de la conciencia. Como ese medio inicia constantemente el movimiento, la skepsis que reina en la esencia del saber abarca ya todas las posibles figuras de la conciencia. De acuerdo con este abarcar, la extensión de las formas del saber no real está completa. El modo en que la presentación representa todo saber que se manifiesta en su manifestación, no es otra cosa que la consumación conjunta de la skepsis reinante en la esencia de la conciencia. Soporta de antemano eso irrefrenable por lo que la conciencia se ve impulsada más allá de sí, es decir, el saber natural se ve arrastrado al saber real. Por causa de este impulso de arrastre la conciencia natural pierde aquello que considera su verdad y su vida. El impulso de arrastre es, por lo tanto, la muerte de la conciencia natural. En esta muerte permanente la conciencia sacrifica su muerte con el fin de ganar con este autosacrificio su resurrección a sí misma. La conciencia natural sufre una violencia en ese arrastre. Sin embargo esta violencia viene de la propia conciencia. La violencia es el reino de la inquietud en la conciencia misma. Este reino es la voluntad del absoluto, quien en su absolutez quiere estar en sí y para sí junto a nosotros, nosotros quienes permanentemente habitamos al modo de la conciencia natural en medio de lo ente. 8502 Heideggeriana: HegelExperiencia

Tal vez ahora la frase que hemos llamado la primera proposición de la conciencia resulte esclarecedora: “Ahora bien la conciencia es para sí misma su concepto…”. La proposición dice algo distinto a la indicación que se encuentra al principio del sexto párrafo: “La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber…” . Ya no se habla de conciencia natural, sino de conciencia a secas. Ahora se destaca la palabra “concepto”. “Concepto” significa ahora el manifestarse de la conciencia en su verdad. Su esencia consiste en la certeza incondicionada. De acuerdo con ella, algo sabido aún no ha sido entendido conceptualmente si sólo es representado en general. Antes bien, en su ser-sabido, debe ser referido al saber correspondiente y ser representado con él mismo en esta referencia. Es sólo de este modo como lo sabido puede estar omnilateralmente en el saber, el cual — de esta manera — se ha convertido en un representar (o concebir) general en un sentido global y al mismo tiempo incondicionado. En relación con este concepto, en el que la propia conciencia se concibe a sí misma, la conciencia natural no es nunca sino “sólo concepto”. En efecto, en la medida en que es conciencia, tiene en general una representación de lo que es ser-sabido. La conciencia natural — en tanto que parte de la propia conciencia — puede quedarse ahí detenida, es decir, ser sólo concepto del saber, únicamente porque es para sí misma su concepto. De todos modos, sólo entenderemos suficientemente la primera frase sobre la conciencia siempre que no tomemos únicamente en cuenta la distinción remarcada por Hegel entre “concepto” y “sólo concepto”, sino que pensemos también en lo que constituía la meditación en el transcurso de los últimos párrafos. En la proposición “Ahora bien, la conciencia es para sí misma su concepto” el acento recae sobre el “es”. Quiere decir que la conciencia consuma su propio manifestarse, de tal manera, que construye en el manifestarse para sí el lugar de la manifestación, un lugar que forma parte de su esencia. Así es como la conciencia se encuentra a sí misma en su concepto. 8504 Heideggeriana: HegelExperiencia

La presentación del saber que se manifiesta es el escepticismo que se consuma a sí mismo. Al consumarse se desarrolla. La presentación se desarrolla como tal en lugar de limitarse a aparecer en escena. El camino de la presentación no va de la conciencia natural a la real, sino que la propia conciencia, que en cuanto tal diferencia entre la conciencia natural y la real es en cada figura, progresa de una figura hacia la otra. El progreso es una marcha cuyo movimiento se ve determinado desde la meta, esto es, desde la violencia de la voluntad de absoluto. La presentación sigue a la manifestación del saber que se manifiesta que sale a su encuentro. La representación natural del conocimiento absoluto, según la cual éste es un medio, ha desaparecido ahora. Ahora el conocer ya no se deja someter a comprobación o por lo menos no como un medio que se aplica a un objeto. Como, además, la presentación se presenta a sí misma, la comprobación parece haberse tornado completamente superflua. Tras esta aclaración la presentación podría comenzar inmediatamente. Pero no comienza, a no ser que haya comenzado ya. La meditación se sucede en nuevos párrafos. Esto delata que la esencia de la presentación del saber que se manifiesta aún no nos ha acercado suficientemente y que nuestra propia relación con ella aún no ha sido alcanzada. La manera en que la presentación forma parte de aquello que hay que presentar, si acaso y en qué medida ambas cosas son tal vez lo mismo sin por ello desembocar en una uniformidad indistinta, es una cuestión que permanece a oscuras. Si lo absoluto ya está con nosotros en sí y para sí, ¿cómo puede el conocer absoluto ser un camino hacia lo absoluto? Si acaso aún podemos hablar aquí de un camino será sólo del camino que sigue el propio absoluto, en la medida en que es dicho camino. ¿Podría la presentación del saber que se manifiesta ser este camino y marcha? La esencia de la presentación se ha vuelto aún más enigmática. Lo único que queda claro es que, separada de lo absoluto, la presentación no viene a hacerle frente a partir de algún lugar cualquiera al modo en que la conciencia natural se representa el conocer. 8510 Heideggeriana: HegelExperiencia

El noveno párrafo vuelve a retomar sin embargo esta representación natural del conocer. Ahora bien, esto sólo ocurre con el fin de volver a plantear la cuestión de la comprobación del conocer absoluto. El examen del conocer no cae en desuso por el mero hecho de que el conocer no sea un medio, sino que por el contrario es sólo a partir de ahora cuando el conocer puede hacerse valer como aquello cuestionable. Si la presentación produce el saber que se manifiesta en su manifestación, entonces sitúa a la conciencia aún-no-verdadera en su verdad. Mide aquello que se manifiesta, en cuanto tal, según su manifestación. Éste es el rasero por el que se mide. ¿De dónde lo saca la presentación? En la medida en que la ciencia se hace cargo del examen del saber que se manifiesta, ella misma aparece como instancia y por tanto como criterio de dicho examen. Aunque su aparición en escena consista en el desarrollo de la presentación, no por ello deja de tener que aportar desde su primer paso un criterio de examen ya probado. Por un lado, a fin de poder desarrollarse, la ciencia precisa del criterio; por otro lado, tal criterio sólo puede darse en el propio desarrollo, si damos por supuesto que un conocer absoluto no puede sacar su criterio de cualquier sitio. Si verdaderamente tiene que medir el saber no verdadero en su verdad, la presentación se ve obligada a conciliar lo inconciliable. Una imposibilidad se le cruza en el camino. ¿Cómo despejar ese obstáculo? El décimo párrafo prosigue la reflexión de una manera que muestra que Hegel no allana ni aparta con argumentos lógicos lo que se contradice en la esencia de la presentación. Eso que aparentemente es inconciliable no reside en la esencia de la presentación. Reside en la manera insuficiente en la que, dominados todavía por el modo de representar de la conciencia natural, vemos la presentación. La presentación atañe a la manifestación del saber. La presentación también es un saber. Ambos caen dentro de la propia conciencia. Si la cuestión del criterio y del examen tiene algún tipo de apoyo, entonces sólo puede interrogar a aquello por lo que pregunta a partir de la propia conciencia y en ella. En tanto que conciencia ¿es la propia conciencia en sí misma algo así como una medida y criterio? ¿Es la conciencia como tal, a partir de sí misma, un examen? La propia conciencia se sitúa de forma más visible en el horizonte de la esencia. Sin embargo, todavía no se ve a qué rasgo fundamental dentro de la esencia de la conciencia apunta la meditación. 8514 Heideggeriana: HegelExperiencia

¿Qué es entonces la presentación, que en tanto que representar sigue siendo un modo de la conciencia, contemplada desde ambas determinaciones? Representa a lo que se manifiesta en su manifestación. Investiga el saber en relación con su verdad. Examina a aquel respecto a ésta. Se mueve en el distinguir de la distinción que es la propia conciencia. De este modo, con la perspectiva de la distinción, se abre un horizonte para la posibilidad esencial de que la presentación reciba su criterio y el carácter del examen a partir de eso mismo dentro de lo que se mueve. Este horizonte se torna más claro en cuanto se descubre hacia dónde apunta el examen que mide, visto desde la propia conciencia. 8522 Heideggeriana: HegelExperiencia

Esa simple indicación acerca de la naturaleza del objeto que presenta conduce al espacio libre. El objeto es la propia conciencia. Su naturaleza es aquello que a partir de sí mismo se abre en la manifestación. ¿Tiene la conciencia, por su naturaleza, carácter de criterio? Si lo tiene, entonces la conciencia debe ofrecer por sí misma la posibilidad de ser al mismo tiempo la medida y lo medido. Debe ser algo que en sí y desde esta perspectiva sea distinto, pero al mismo tiempo no lo sea. Eso es lo que apareció precisamente en el décimo párrafo. La ambigüedad esencial de la conciencia — ser la distinción del representar, representar que al mismo tiempo no es una distinción —, indica una dualidad en la naturaleza de la conciencia. Allí se cifra la posibilidad de ser en la esencia a la vez lo uno y lo otro: medida y medido. Si no tomamos esta ambigüedad como una carencia de univocidad, sino como la señal distintiva de su propia unidad esencial, entonces la conciencia muestra en lo ambiguo la mutua pertenencia de las determinaciones que en primer lugar se representaron por separado: el saber y la verdad. A partir de la naturaleza de la conciencia se ofrece la posibilidad del medir y de la medida. 8534 Heideggeriana: HegelExperiencia

En la medida en que la conciencia natural representa a lo ente en sí, lo representado es lo verdadero y lo es “para ella”, para la conciencia inmediatamente representadora. De acuerdo con el “en ella misma”, Hegel usa este “para ella” cuando quiere decir que la conciencia toma por verdadero aquello que ella representa directamente. Representando directamente, la conciencia se abre en lo representado y no lo refiere propiamente a sí en tanto que aquello que representa. Es verdad que la conciencia tiene su representado en su representar, pero no para sí, sino sólo “para ella”. Pero con lo verdadero, que la conciencia representa para ella, ha dado al mismo tiempo en ella misma “para nosotros”, que nos preocupamos de la verdad de lo verdadero, la verdad de lo verdadero, esto es, el criterio. Presentando al saber que se manifiesta como tal, tomamos la manifestación a modo de criterio para medir con él el saber que toma por verdadero eso que se manifiesta. En el saber que se manifiesta, lo por él sabido es lo verdadero. Si llamamos a esto verdadero el objeto y al saber el concepto, la presentación examinadora de lo que se manifiesta en relación con su manifestación, consistirá en que comprobemos si el saber, es decir, aquello que la conciencia natural toma por su saber, corresponde a aquello que es lo verdadero. O si, por el contrario, llamamos al saber que examinamos el objeto y al en-sí de lo sabido el concepto, el examen consistirá en comprobar si el objeto corresponde al concepto. Lo decisivo que se trata de captar con esto es lo siguiente: cada vez que representamos aquello que se manifiesta en su manifestación, lo que medimos y aquello con lo que medimos caen dentro de la propia conciencia. La conciencia aporta en ella misma los dos momentos esenciales del examen. Para nosotros, los que presentamos, de ahí resulta la máxima que guía todo representar de lo que se manifiesta en su manifestación. Dicha máxima reza: dejad a un lado vuestras ocurrencias y opiniones acerca de lo que se manifiesta. Según esto, la postura fundamental del conocer absoluto no consiste en atropellar a la conciencia que se manifiesta con un cúmulo de conocimientos y argumentos, sino en dejar todo eso de lado. Con este dejar de lado entramos en la pura contemplación de lo que la manifestación nos pone a la vista. En esta contemplación conseguimos considerar “la cosa tal como es en sí y para sí”. Pero la cosa es el saber que se manifiesta en tanto que aquello que se manifiesta. El carácter de cosa de la cosa, la realidad de lo real, es el manifestarse mismo. 8538 Heideggeriana: HegelExperiencia

La conciencia que se manifiesta es en ella misma aquello que hay que medir y el criterio de medida. La manera en la que Hegel matiza que ambos caen dentro de la propia conciencia, parece un dudoso juego de meras palabras que deja en el aire una sospecha. El saber y lo verdadero sabido por él, forman parte de la conciencia. Parece que acaba siendo lo mismo que llamemos al primero concepto y al segundo objeto o viceversa, a este concepto y a aquel objeto. De hecho viene a ser efectivamente lo mismo. Pero no por eso es en absoluto igual, ni por lo tanto es indiferente, cómo usamos los nombres concepto y objeto. Si aquello verdadero representado en la conciencia natural se llama objeto, entonces éste es el objeto “para ella”, para la conciencia natural. Pero si es al saber al que llamamos objeto, entonces, en tanto que aquello que se manifiesta, el saber es “para nosotros” que contemplamos lo que se manifiesta desde el punto de vista de su manifestación, el objeto. Si el saber por el que la conciencia natural representa lo sabido, se llama concepto, entonces el concebir es el representar algo en cuanto algo. La palabra “concepto” es entendida en el sentido de la lógica tradicional. Si por el contrario nombramos concepto a lo verdadero representado en la conciencia, concepto por el que se mide el saber en tanto que objeto para nosotros, entonces dicho concepto es la verdad de lo verdadero, la manifestación en la que el saber que se manifiesta es conducido a sí mismo. 8540 Heideggeriana: HegelExperiencia

Puesto que, para el examen, tenemos a nuestra disposición el criterio a partir de la propia conciencia, no es necesario a este respecto que añadamos nada más por nuestra parte. Lo que ocurre es que aquello que tenemos a nuestra disposición, en la medida en que nosotros mismos somos conciencia, no está por eso expresamente disponible. Si la presentación está situada bajo la máxima de la pura visión, entonces permanece justamente a oscuras cómo podemos obtener algo por medio de un mero abandono de nuestros puntos de vista y tener ya el criterio en cuanto tal. Admitimos que el saber que hay que medir y el criterio caen dentro de la conciencia, de tal modo que sólo nos resta recibirlos, pero no por eso la medida y su ejecución pueden tener lugar sin nuestra aportación. ¿No queda todo lo esencial de la presentación reservado en última instancia a nuestra propia actuación? ¿Qué ocurre con el propio examen, sin el que ni lo medido ni el criterio de medida son eso que son? El decimotercer párrafo contesta a esta pregunta en la medida en que expresa y explica la tercera proposición sobre la conciencia. La frase se oculta imperceptible dentro de una subordinada. Dice así, bajo la forma de una oración principal: “cuando la conciencia se examina a sí misma”. Esto quiere decir que, en la medida en que es conciencia, la conciencia es el examen. La palabra fundamental de la metafísica moderna, la conciencia, sólo es verdaderamente pensada cuando dentro del “ser” pensamos también ese rasgo del examen, de un examen que se encuentra determinado por el estado de conciencia del saber. 8544 Heideggeriana: HegelExperiencia

En el examen tanto aquello que se trata de medir como la medida, están juntos. Por eso nunca coinciden repentinamente en la conciencia por mor de una aplicación posterior de lo uno a lo otro. La naturaleza de la conciencia consiste en mantener unidos a ambos. Esta naturaleza se ha mostrado desde múltiples perspectivas. La conciencia natural es saber inmediato del objeto que considera verdadero. Al mismo tiempo, la conciencia natural es un saber de su saber del objeto, incluso cuando no se vuelve expresamente hacia ese saber. La conciencia del objeto y la conciencia del saber son eso mismo para lo que ambos, objeto y saber, son lo sabido. Objeto y saber “son para lo mismo”. Para eso mismo, la propia conciencia es al mismo tiempo lo uno y lo otro. La conciencia es para ella la distinción de ambos entre sí. La conciencia es, según su naturaleza, la comparación del uno con el otro. Esta comparación es el examen. “La conciencia se examina a sí misma”. 8546 Heideggeriana: HegelExperiencia

En el transcurso de la explicación de la primera proposición sobre la conciencia se mostró que la conciencia natural es “sólo concepto del saber”. Ciertamente, tiene una representación general de su objeto en cuanto objeto y, asimismo, de su saber en cuanto saber. Pero es precisamente este “en cuanto” lo que no admite la conciencia natural, porque sólo le otorga validez a lo inmediatamente representado, aunque siempre y únicamente con la ayuda de ese “en cuanto”. Como siguiendo su propia idea no admite el “en cuanto” y de acuerdo con su terquedad, nunca va de por sí detrás de lo que, curiosamente, tiene delante de ella a modo de telón de fondo, por eso, la conciencia es la comparación y al mismo tiempo no lo es. La conciencia es, en su representar del objeto y según su naturaleza, la distinción entre el “ser en sí” y el “ser para ella”, entre la verdad y el saber. La conciencia no es sólo la distinción, que al mismo tiempo no es tal, sino que, a la par de ello, es una comparación del objeto con su objetividad, del saber con su estado de sabido. La propia conciencia es la comparación que, naturalmente, la conciencia natural nunca hace propiamente. 8550 Heideggeriana: HegelExperiencia

Por eso, la propia conciencia no es nunca sólo la conciencia natural de manera que se vea prácticamente demarcada por aquello que es su objeto en verdad y aquello que es su saber en certeza. La conciencia natural reposa en su naturaleza. Es según uno de sus modos. Pero no es ella misma su naturaleza. Antes bien, le resulta natural no llegar nunca por sí misma a la naturaleza y por lo tanto a aquello que ocurre permanentemente a sus espaldas. Sin embargo, en tanto que conciencia naturalmente preontológica, se encuentra ya instalada en el camino hacia su verdad. Pero, en camino, también se da ya constantemente la vuelta y permanece para ella. A la opinión corriente no le interesa ver qué es lo que en realidad ocurre y se oculta tras aquello que considera lo verdadero. Se amuralla contra la observación, por ejemplo la de la skepsis, que intenta ver qué es lo que se encuentra en verdad, como verdad, tras lo verdadero. Un buen día la skepsis podría incluso llegar a ver que aquello que para la filosofía sigue siendo algo que está detrás, en verdad es algo que está delante. Su verdad, tras la que nunca va y nunca alcanza la conciencia natural como trasfondo suyo, es ella misma, esto es, es en verdad el primer plano de esa luz en la que ya se encuentra cualquier tipo de saber y de conciencia a modo de un haber visto. 8562 Heideggeriana: HegelExperiencia

En la comparación examinadora, que prevee en la manifestación del saber que se manifiesta, el saber natural del objeto no es el único que no resiste en cuanto único supuesta y auténticamente verdadero, sino que el propio objeto tampoco aguanta como criterio del examen. En ese examen que es la propia conciencia, ni lo examinado ni el criterio aprueban el examen. 8572 Heideggeriana: HegelExperiencia

El decimoquinto párrafo enlaza con la representación que tiene la conciencia natural de aquello que se suele llamar experiencia. Esta representación va en contra de la experiencia pensada por Hegel. Esto quiere decir que la experiencia pensada metafísicamente permanece inaccesible a la conciencia natural. Es la entidad de lo ente y por eso no se puede encontrar nunca dentro de lo ente como parte integrante suya. Cuando se tiene una buena experiencia con un objeto, por ejemplo cuando usamos una herramienta, esa experiencia la tenemos con el objeto sobre el que se aplica ese otro objeto con el que realizamos la experiencia. Cuando tenemos una mala experiencia con una persona, la tenemos en una ocasión concreta, en la situación o circunstancias en las que esa persona tenía que demostrar lo que era. No tenemos la experiencia con el objeto directamente sobre éste, sino sobre otro objeto que aportamos y en el que confiamos. En la experiencia habitual (experiri) vemos el objeto que hay que examinar desde las condiciones bajo las que ha sido situado por otros objetos. Es a partir de estos, desde donde resulta lo que ocurre con el objeto. Si hay que alterar las representaciones que teníamos hasta ahora del objeto que se trata de examinar, lo diferente de la alteración nos vendrá de los nuevos objetos añadidos. La no-verdad del antiguo objeto se muestra en el nuevo objeto que representamos enseguida a fin de situarlo, también representando, en la relación comparativa con el objeto ya conocido, con el que queremos tener la experiencia. Por el contrario, ocurre precisamente a la inversa con la experiencia, que es la propia conciencia. 8622 Heideggeriana: HegelExperiencia

En el manifestarse de la manifestación reina una “inversión de la propia conciencia”. El rasgo fundamental de la experiencia de la conciencia es esta inversión. Es incluso “nuestra aportación”. Lo que se presenta a la conciencia en este tornarse no es “para la conciencia”, concretamente no es para la conciencia natural. Lo que se presenta en la inversión no es “para ella”, la conciencia, a la “que contemplamos”, sino “para nosotros”, que la consideramos. ¿Quiénes son esos “nosotros”? Son los que en la inversión de la conciencia natural, aunque dejan que ésta persista en su opinión, al mismo tiempo y de modo expreso están a la expectativa de la manifestación de lo que se manifiesta. Esta expectación, que observa expresamente la manifestación, es esa observación bajo cuya forma se consuma la skepsis, la cual ha previsto la absolutez de lo absoluto y se ha provisto de ella por adelantado. Lo que hace su aparición en el escepticismo que se consuma, se muestra “para nosotros”, esto es, para aquellos que pensando en la entidad de lo ente ya están provistos del ser. La inversión de la conciencia que reina en la skepsis, es la marcha de ese proveerse por medio del cual la conciencia se provee ella misma de la manifestación. Lo que se muestra a eso así provisto, forma ciertamente parte de la propia conciencia según su contenido y es “para ella”. Pero la manera en que se muestra lo que se manifiesta, a saber, en tanto que manifestación, es el aspecto de lo que se manifiesta, su eidos, que configura todo lo que se manifiesta, lo pone a la vista y lo conforma, la morphe, la forma. Hegel lo llama “lo formal”. Éste no es nunca “para ella”, para la conciencia natural inmediatamente representadora. En la medida en que lo formal es para ella, no lo es siempre más que como objeto, pero nunca como objetividad. Lo formal, la entidad de lo ente, es “para nosotros”, que en la inversión no dirijamos de modo inmediato nuestra mirada a lo que se manifiesta, sino a la manifestación de lo que se manifiesta. La inversión de la conciencia, que es una inversión del representar, no se vuelve desde el representar directo a un camino lateral, sino que se dirige, dentro del representar natural, hacia aquello de donde le viene en primer lugar al representar directo lo que percibe como eso que se presenta. 8626 Heideggeriana: HegelExperiencia

En el párrafo anterior Hegel dice que la experiencia es el movimiento que la propia conciencia ejerce sobre sí misma. Este ejercicio es el reino del poder, bajo cuya forma la voluntad de lo absoluto quiere que éste se haga presente junto a nosotros en su absolutez. La voluntad, que es lo absoluto, reina al modo de la experiencia. Esta es ese alcanzar que sale en pos y ansía llegar, bajo cuya forma se manifiesta la manifestación. En tanto que ese alcanzar (presencia), la experiencia caracteriza la esencia de la voluntad, que se oculta en la esencia del ser con la esencia de la experiencia. La experiencia que hay que pensar aquí, no es ni un modo de conocer ni un modo de querer tal como se representa corrientemente. En tanto que experiencia reina la voluntad de lo absoluto de estar junto a nosotros, esto es, de manifestarse para nosotros como eso que se manifiesta. Para nosotros se presenta lo que se manifiesta en su manifestación, en la medida en que llevamos a cabo la aportación de la inversión. Según esto, la aportación quiere la voluntad de lo absoluto. La propia aportación es lo querido de la absolutez de lo absoluto. La inversión de la conciencia no le añade al absoluto nada egoísta de nuestra parte. Nos restablece en nuestra esencia, que consiste en venir a la presencia en la parusía de lo absoluto. Esto quiere decir para nosotros: presentar la parusía. La presentación de la experiencia es querida a partir de la esencia de la experiencia como aquello que le pertenece. El aporte hace aparecer que estamos y cómo estamos hechos en la expectación de la absolutez de lo absoluto. 8632 Heideggeriana: HegelExperiencia

La inversión de la conciencia es la consumación del ver de la skepsis, que ve en la medida en que ya se ha provisto de la absolutez y, así, por medio de ella, se ve provista de ella. El haber visto (vidi) de la skepsis, es el saber de la absolutez. La inversión de la conciencia es el medio esencial del saber, bajo cuya forma se despliega la presentación del saber que se manifiesta. Así pues, la presentación es la marcha de la propia conciencia en dirección al manifestarse en la manifestación. Es “el camino hacia la ciencia”. La presentación es ella misma ciencia en cuanto ese camino hacia la ciencia así concebido. Efectivamente, el camino en el que se mueve es el movimiento en el sentido de la experiencia. El poder que reina en ella, en tanto que ella, es la voluntad de lo absoluto, que se quiere en su parusía. En esta voluntad, el camino tiene su necesidad. 8640 Heideggeriana: HegelExperiencia

También el ser de aquello que en la certeza es lo sabido tiene el rasgo fundamental de la presencia. Se presenta como manifestación. Pero en la presencia del saber, esto es, del subiectum en el sentido de la res cogitans, la manifestación ya no es el mostrarse de la idea como eidos, sino de la idea como perceptio. La manifestación es ahora la presencia al modo de la presentación en el ámbito de la representación. La manifestación del saber que se manifiesta es la presencia inmediata de la conciencia. Pero esta presencia está presente al modo de la experiencia. Con ella, lo absoluto, el espíritu, accede a “todo el reino de (su) verdad”, el cual se halla desplegado. Pero los momentos de su verdad son las figuras de la conciencia, las cuales, en la marcha de la experiencia, se han desprendido de todo lo que en cada momento parece ser lo verdadero sólo para la conciencia natural, en la medida en que en su historia éste es sólo para ella en cada momento. Si, por el contrario, la experiencia está consumada, la manifestación de lo que se manifiesta ha alcanzado ese puro aparecer bajo cuya forma lo absoluto se presenta absolutamente junto a sí mismo y es la propia esencia. A partir de este puro aparecer reina el poder, que ejerce en la propia conciencia el movimiento de la experiencia. El poder de lo absoluto que reina en la experiencia “empuja a la conciencia a su verdadera existencia”. Existencia significa aquí la presencia al modo del manifestarse. En este punto coincide la pura manifestación de lo absoluto con su esencia. 8656 Heideggeriana: HegelExperiencia

Pero ¿qué es la fenomenología del espíritu, si es la experiencia de la conciencia? Es el escepticismo que se consuma. La experiencia es el diálogo entre la conciencia natural y el saber absoluto. La conciencia natural es el espíritu que existe históricamente en su tiempo en cada ocasión. Pero este espíritu no es ninguna ideología. Es, en tanto que subjetidad, realidad efectiva de lo efectivamente real. Los espíritus históricos permanecen, en toda ocasión, internados en sí mismos en su propio recuerdo. Pero el saber absoluto es la presentación de la manifestación del espíritu existente. Lleva a cabo “la organización” de la constitución del ser del reino del espíritu. La marcha del diálogo se recoge en el lugar que sólo crea y alcanza en su marcha, para, atravesándolo, instalarse en él y, habiéndolo alcanzado, estar presente en él. Esa marcha del diálogo, que sale ansiosa en pos, es el camino de la desesperación, en el que la conciencia pierde en cada caso su todavía-no-verdadero y lo sacrifica a la manifestación de la verdad. En la consumación del diálogo del “escepticismo que se consuma” cae la sentencia: se ha consumado. Cae en el lugar del camino en el que la propia conciencia muere su muerte, a la que es arrastrada por el poder de lo absoluto. Al final de la obra, Hegel llama a la fenomenología del espíritu “el calvario del espíritu absoluto”. 8676 Heideggeriana: HegelExperiencia

La frase: la experiencia de la conciencia es el escepticismo que se consuma, y la frase: la fenomenología es el calvario del espíritu absoluto, vinculan el término de la obra con su inicio. Lo que ocurre es que lo esencial de la Fenomenología del Espíritu no es la obra como resultado de un pensador, sino la obra como realidad efectiva de la propia conciencia. Es porque la fenomenología es la experiencia, esto es, la entidad de lo ente, por lo que es el recogimiento del manifestarse en relación con la manifestación y a partir de la aparición de lo absoluto. 8680 Heideggeriana: HegelExperiencia

Excertos de

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

Twenty Twenty-Five

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