traditionellen Ontologie
Hemos mostrado al comienzo (§ 1) que la pregunta por el sentido del ser no sólo no ha sido resuelta, ni tampoco siquiera suficientemente planteada, sino que, pese a todo el interés por la «metafísica», ella ha caído en el olvido. La ontología griega y su historia, que todavía hoy, a través de diversas filiaciones y distorsiones, determinan el aparato conceptual de la filosofía, son la prueba de que el Dasein se comprende a sí mismo y al ser en general a partir del «mundo», y de que la ontología que de este modo ha nacido sucumbe a la tradición, una tradición que la degrada a la condición de cosa obvia y de material que ha de ser meramente reelaborado (como en Hegel). Esta ontología griega desarraigada llega a ser en la Edad Media un cuerpo doctrinal consolidado. Su sistemática es todo lo contrario de un ensamblaje en un único edificio de piezas heredadas de la tradición. Dentro de los límites de una recepción dogmática de las concepciones fundamentales del ser, tomadas de los griegos, hay en esta sistemática mucho trabajo creativo que aún no ha sido puesto de relieve. En su formulación escolástica, lo esencial de la ontología griega pasa a la «metafísica» y a la filosofía trascendental de la época moderna por la vía de las Disputationes metaphysicae de Suárez, y determina todavía los fundamentos y fines de la Lógica de Hegel. En el curso de esta historia, ciertos dominios particulares del ser – tales como el ego cogito de Descartes, el sujeto, el yo, la razón, el espíritu y la persona – caen bajo la mirada filosófica y en lo sucesivo orientan primariamente la problemática filosófica; sin embargo, de acuerdo con la general omisión de la pregunta por el ser, ninguno de esos dominios será interrogado en lo que respecta a su ser y a la estructura de su ser. En cambio, se extiende a este ente, con las correspondientes formalizaciones y limitaciones puramente negativas, el repertorio categorial de la ONTOLOGÍA TRADICIONAL, o bien se apela a la dialéctica con vistas a una interpretación ontológica de la sustancialidad del sujeto. STJR §6
Frente al problema de un análisis ontológico de la mundaneidad del mundo, la ONTOLOGÍA TRADICIONAL – cuando llega siquiera a ver el problema – se mueve en un callejón sin salida. Por otra parte, una interpretación de la mundaneidad del Dasein y de las posibilidades y especies de su mundanización deberá mostrar por qué el Dasein en el modo de ser del conocimiento del mundo omite, óntica y ontológicamente, el fenómeno de la mundaneidad. Pero, el factum de esta omisión implica, a la vez, la advertencia de que se requiere particulares precauciones si se desea lograr, para el acceso al fenómeno de la mundaneidad, el adecuado punto de partida fenoménico que haga imposible aquella omisión. STJR §14
En la exposición del problema de la mundaneidad (§ 14), se hizo notar la importancia de alcanzar una correcta vía de acceso a este fenómeno. En la discusión crítica del planteamiento cartesiano deberemos preguntar, por consiguiente, qué modo de ser del Dasein se establece como el modo apropiado de acceso al ente con cuyo ser, entendido como extensio, Descartes equipara el ser del «mundo». La única y auténtica vía de acceso a este ente es el conocimiento, la intellectio, especialmente en el sentido del conocimiento físico-matemático. El conocimiento matemático es considerado como aquel modo de aprehensión del ente que puede estar en todo momento cierto de poseer en forma segura el ser del ente aprehendido en él. Lo que por su modo de ser es tal que se conforma a las exigencias del ser que es accesible en el conocimiento matemático, es en sentido propio. Este ente es aquel que siempre es eso que él es; de ahí que el ser propio del ente experimentado en el mundo esté constituido por aquello de lo que puede mostrarse que tiene el carácter de la permanencia constante, vale decir, lo remanens capax mutationum. Propiamente es lo perdurantemente permanente. Lo que es tal lo conocen las matemáticas. Lo accesible en el ente por medio de ellas, constituye su ser. Y así, a partir de una determinada idea de ser, veladamente implicada en el concepto de sustancialidad, y de la idea de un conocimiento que conoce lo que es así, se le dictamina, por así decir, al «mundo» su ser. Descartes no se deja dar el modo de ser del ente intramundano por éste mismo, sino que, basándose en una idea de ser no justificada y de origen no desvelado (ser = permanente estar-ahí), le prescribe, en cierto modo, al mundo su «verdadero» ser. Lo que determina su ontología del mundo no es primariamente el recurso a una ciencia eventualmente apreciada en forma especial, las matemáticas, sino la fundamental orientación ontológica hacia el ser como permanente estar-ahí, cuya aprehensión se lleva a cabo en forma eminentemente satisfactoria por el conocimiento matemático. Descartes realiza de esta manera explícitamente la transposición filosófica que permite que la ONTOLOGÍA TRADICIONAL influya sobre la física matemática moderna y sobre sus fundamentos trascendentales. STJR §21
Descartes no tiene necesidad de plantear el problema de la vía de acceso adecuada al ente intramundano. El predominio incuestionado de la ONTOLOGÍA TRADICIONAL ha decidido de antemano cuál sea el auténtico modo de aprehensión de lo propiamente ente. Ese modo consiste en el noein, la «intuición», en sentido latísimo, de la cual el dianoein, el «pensar», es sólo un modo fundado de realización. Y desde esta orientación ontológica fundamental, establece Descartes su «crítica» de la otra posible vía de acceso intuitivo-aprehensora a los entes, la sensatio (aisthesis), contrapuesta a la intellectio. STJR §21
Pero, ¿se puede acceder ontológicamente por este camino, prescindiendo del problema específico del mundo, al ser de lo que comparece inmediatamente dentro del mundo? Con la cosidad material, ¿no se está poniendo tácitamente un ser – el constante estar-ahí de una cosa – que por la ulterior atribución al ente de predicados de valor no recibe una complementación ontológica, sino que estos caracteres axiológicos mismos sólo son determinaciones ónticas de un ente que tiene el modo de ser de la cosa? La adición de predicados de valor no puede darnos ni la más mínima nueva información acerca del ser de los bienes, sino que no hace más que presuponer también para éstos el modo de ser del puro estar-ahí. Los valores son determinaciones que están-ahí en una cosa. Los valores tienen en definitiva su origen ontológico únicamente en la previa posición de la realidad de la cosa como el estrato fundamental. Pero ya la experiencia prefenomenológica muestra en el ente presuntamente cósico algo que no es plenamente comprensible por medio de la cosidad. Por ese motivo, necesita el ser cósico de una complementación. ¿Qué significa ontológicamente el ser de los valores o esa «validez» suya que Lotze concebía como un modo de la «afirmación»? ¿Qué significa ontológicamente esa «inherencia» de los valores a las cosas? Mientras estas determinaciones queden en la oscuridad, la reconstrucción de la cosa de uso a partir de la cosa natural es una empresa ontológicamente dudosa, y esto, aun cuando se deje enteramente de lado la radical tergiversación de la problemática que ese planteamiento lleva consigo. Y esta reconstrucción de la cosa usual primeramente «desollada» ¿no está necesitada desde el comienzo de una visión previa y positiva del fenómeno cuya totalidad debe restablecerse en la reconstrucción? Si la estructura de ser más propia de este fenómeno no fuese primero adecuadamente explicitada, ¿no edificaría la reconstrucción sin plan alguno? En la medida en que esta reconstrucción y «complementación» de la ONTOLOGÍA TRADICIONAL del «mundo» llega en sus resultados al mismo ente de que arrancó el anterior análisis del estar-a-la-mano-del-útil y de la totalidad respeccional, ella despierta la apariencia de que efectivamente el ser de este ente ha quedado aclarado, o que al menos se ha convertido en problema. Del mismo modo como Descartes no acierta, con la extensio como proprietas, en el ser de la sustancia, tampoco el recurso a las cualidades «valiosas» logra poner siquiera ante la vista el ser como estar-a-la-mano, y menos aun convertirlo en tema ontológico. STJR §21
Sólo cuando se haya respondido a estas preguntas se alcanzará la comprensión positiva de la problemática del mundo, se mostrará cuál es el origen de su omisión y se hará ver el fundamento del derecho a recusar la ONTOLOGÍA TRADICIONAL del mundo. STJR §21
No es un azar que Yorck denomine al ente no histórico lo «óntico» a secas. Esta denominación no es sino el reflejo del dominio inquebrantado de la ONTOLOGÍA TRADICIONAL que, nacida del cuestionamiento acerca del ser planteado por la antigüedad, mantiene la problemática ontológica en un fundamental estrechamiento. El problema de la diferencia entre lo óntico y lo histórico sólo puede ser elaborado como un problema digno de investigación si ha llegado a asegurarse previamente el hilo conductor por medio de la aclaración ontológico-fundamental de la pregunta por el sentido del ser en general. De esta manera se aclara el sentido en que la analítica tempóreo-existencial y preparatoria del Dasein está resuelta a cultivar el espíritu del Conde Yorck, a fin de servir a la obra de Dilthey. STJR §77