Heidegger, fenomenologia, hermenêutica, existência

Dasein descerra sua estrutura fundamental, ser-em-o-mundo, como uma clareira do AÍ, EM QUE coisas e outros comparecem, COM QUE são compreendidos, DE QUE são constituidos.

Página inicial > Léxico Alemão > mostrarse

mostrarse

quarta-feira 13 de dezembro de 2023

Como presencia, el ser puede MOSTRARSE en distintos modos de la presencia. Lo que está presente no necesita convertirse en eso que está enfrente. Lo que está enfrente no necesita ser percibido empíricamente como objeto (vid. Heidegger, Nietzsehe, vol. II, secciones VIII y IX). Heideggeriana  : FenoTeo  

A través de la inmediata experiencia del método fenomenológico en diálogos con Husserl   preparose el concepto de fenomenología presentado en la Introducción a Ser y Tiempo   (§ 7). En ella jugó un papel normativo la remisión a las palabras fundamentales del pensar griego, correspondientemente interpretadas: logos   (hacer manifiesto) y phainesthai (MOSTRARSE). [Heidegger presenta, en el semestre de invierno de 1923-24, la remisión por vía etimológica del concepto de fenomenología a sus precedentes griegos. La noción plena — que implica la tematización de ocultamiento y desocultamiento (v. nota 3) — es alcanzada por primera vez en el semestre de verano de 1925.] Heideggeriana  : CartaPrologo  

Un renovado estudio de los tratados aristotélicos (en especial, del noveno libro de la Metafísica y del sexto libro de la Ética Nicomaquea) entregó la visión del aletheuein   como desocultar (entbergen  ) y la caracterización de la verdad como desocultamiento Unverborgenheit  ), a que todo MOSTRARSE del ente pertenece. [NT: Los estudios aristotélicos a que se refiere Heidegger, y que están acreditados por su propia enseñanza en Freiburg y Marburg, se extienden desde 1921 a 1924. La comprensión de aletheia como desocultamiento se configura por primera vez a fines de 1922, en la traducción de textos de la Etica Nicomaquea.] Cierto es que se piensa demasiado poco o incluso nada, cuando se contenta uno con la constatación: Heidegger concibe la verdad como desocultamiento. Como si con la aletheia no compareciese recién de modo liminar y aproximado lo propiamente digno de pensar. Tampoco ayuda al asunto proponer, en vez de “desocultamiento”, la traducción “desolvido” (Unvergessenheit). Pues el “olvido” tiene que ser pensado a la griega, como retirada (Entzug  ) en el ocultamiento. De modo correspondiente, el fenómeno contrario del olvidar, el recordar, tiene que ser interpretado a la griega: como procuración, como solicitación de lo desoculto. La anamnesis   de las ideas de Platón   quiere decir: el volver-a-tener-visión, el desocultar, a saber, el ente en su aspecto. Heideggeriana: CartaPrologo

De todos modos, parece una presunción afirmar que todavía no pensamos. Ahora bien, la afirmación no dice esto. Dice: lo preocupante de nuestro tiempo — un tiempo que da que pensar — se muestra en que todavía no pensamos. En esta afirmación se señala el hecho de que se está mostrando lo preocupante. La afirmación en modo alguno se atreve a emitir el juicio despectivo de que por doquiera no reina más que la ausencia de pensamiento. La afirmación de que todavía no pensamos tampoco quiere marcar con hierro candente una omisión. Lo preocupante es lo que da que pensar. Desde sí mismo nos interpela en vistas a que nos dirijamos a él, y además a que lo hagamos pensando. Lo que da que pensar no es en modo alguno algo que empecemos estableciendo nosotros. Nunca descansa sólo en el hecho de que nosotros lo representemos. Lo que da que pensar da, nos da que pensar. Da lo que tiene cabe sí. Tiene lo que él mismo es. Lo que desde sí da más que pensar, lo preocupante, tiene que MOSTRARSE en el hecho de que nosotros aún no pensamos. ¿Qué dice esto ahora? Dice: todavía no hemos llegado propiamente a la región de aquello que, desde sí mismo, antes que todo lo demás y para todo lo demás, quisiera ser considerado. ¿Por qué no hemos llegado aún hasta aquí? ¿Tal vez porque nosotros, los humanos, todavía no nos dirigimos de un modo suficiente a aquello que ha sido y sigue siendo lo que-da-que-pensar? En este caso, el hecho de que todavía no pensemos, sería sólo un descuido, una negligencia por parte del ser humano. Entonces a esta falta se le debería poder poner remedio de un modo humano, por medio de unas medidas adecuadas que se aplicaran al ser humano. Heideggeriana: QuePensar  

Decimos cosas que son evidentes pero que son poco pensadas en toda su amplitud si tenemos en cuenta lo siguiente. Hablarse los unos a los otros significa: decirse mutuamente algo. mostrar recíprocamente algo. fiarse cada vez a lo que se muestra. hablarse mutuamente significa: decir juntos de algo. MOSTRARSE los unos a los otros lo que lo interpelado dice en lo que esté en cuestión, lo que lleva desde sí al resplandor. Lo inhablado no es solamente lo que carece de sonoridad sino que es lo no dicho, lo todavía no mostrado. lo que aún no ha llegado al aparecer. Mas. lo que debe permanecer inhablado está retenido en lo no dicho. perdura como lo inmostrable en lo oculto. es secreto. La palabra destinada (das Zugesprochene) habla en el sentido de lo asignado. cuyo hablar ni siquiera necesita resonar. Heideggeriana: CaminhoLinguagem  

En lo que se refiere a la estructura del Decir no podemos. sin embargo, atribuir el mostrar en exclusiva ni decisivamente a la actividad humana. El MOSTRARSE como aparecer caracteriza la presencia y la ausencia de lo presente de cualquier clase y rango. Incluso donde el mostrar viene cumplido por obra de nuestro decir, un dejar-se-mostrar precede a este mostrar entendido como indicar. Heideggeriana: CaminhoLinguagem

El Decir es mostrar. En todo lo que nos habla; en todo lo que nos alcanza como lo hablado y lo acordado en lo hablado, en lo que se habla a nosotros, en lo que, en tanto que inhablado, nos espera. pero también en el hablar nuestro gobierna el mostrar que deja aparecer en presencia, que deja des-aparecer en ausencia. El Decir no es de ningún modo la posterior expresión hablante de lo que viene en presencia sino que todo brillo apareciente o des-apareciente reside en el Decir mostrante. Libera cada vez lo presente a su presencia y lleva lo ausente a su ausencia. El Decir prevalece de par en par y vertebra el libre espacio (das Freie) del Claro (die Lichtung  ) al que debe rendir visita todo aparecer y que debe dejar tras de sí todo des-aparecer, este Claro en el que todo venir en presencia e ir en ausencia debe entrar y MOSTRARSE, o sea, venir a decirse. Heideggeriana: CaminhoLinguagem

Lo que prevalece en el Decir, el advenimiento apropiador, sólo lo podemos nombrar diciendo: Él — el advenimiento apropiador — hace propio (Es — das Ereignis   — eignet). Diciendo esto hablamos en nuestra propia lengua ya hablada. Escuchemos unos versos de Goethe   que emplean el verbo eignen, sich eignen (hacer propio; ser apropiado), en la proximidad de sich zeigen   (MOSTRARSE), bezeichnen (designar, señalar), aunque no en la perspectiva de la esencia del habla. Goethe dice: Von Aberglauben früh und spät umgarnt: Es eignet sich, es zeigt sich an, es warnt. [Faust, Segunda parte de la tragedia, acto V: media noche.] (Rodeado de supersticiones mañana y tarde: se hace propio. se viene a mostrar, pone en guardia). Heideggeriana: CaminhoLinguagem

Al mismo tiempo se presenta otra pregunta, la de si y de qué modo este “poner” una “unidad” del ente en su totalidad está en conexión con el “buscar” un “sentido” que se ha señalado antes, si ambos son lo mismo, y, en tal caso, por qué se aprehende esto mismo con conceptos diferentes. Es posible que pueda siempre MOSTRARSE que el hombre busca un sentido y pone una unidad que impera en todo. No obstante, es necesario que ya desde ahora se mantenga despierta para lo que sigue la pregunta acerca de qué es tal buscar y poner y en qué se funda. Al final del segundo párrafo, que caracteriza la posición de la “unidad”, para la que Nietzsche   emplea el título igualmente descolorido de “universalidad”, da una indicación acerca del fundamento de tal posición para señalar con ello al mismo tiempo qué sucede si lo puesto no se acredita y no se cumple. Sólo si la totalidad del ente “opera” a través del hombre y éste resulta integrado en la “unidad” y puede “sumergirse” en ella “como en un elemento de supremo valor”, sólo entonces el hombre tiene para sí mismo un “valor”. Por lo tanto, concluye Nietzsche, el hombre tiene que poner una totalidad y una unidad tal del ente “para poder creer en su valor”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu  

Surge ahora la pregunta: ¿hemos juntado estos cuatro respectos de manera simplemente arbitraria o se encuentran ellos mismos en una conexión interna, de manera tal que con la posición de uno resultan ya puestos los tres restantes? Si lo segundo fuera lo acertado y por lo tanto los cuatro respectos designaran una estructura unitaria, surgiría entonces la siguiente pregunta: ¿en qué situación se halla esta estructura circunscrita por los cuatro respectos en referencia a lo que hemos denominado la relación del hombre con el ente? El primer respecto piensa al hombre, de qué modo es él mismo, se sabe como ente y es, sabiendo, este ente que se distingue, sabiendo, de todo ente que él no es. En este ser sí mismo está encerrado que el hombre está en una verdad sobre el ente, sobre el ente que él mismo es y sobre el ente que él no es. De este modo, el primer respecto encierra el tercero: la verdad del ente. En el tercero está ya copensado el segundo, pues la verdad sobre el ente tiene que descubrir y representar a ese ente en aquello que es en cuanto ente, es decir, en su ser. La verdad sobre el ente contiene un proyecto del ser del ente. Pero en cuanto el hombre, siendo él mismo, se mantiene en el proyecto del ser y está en la verdad sobre el ente, tiene que, o bien tomar la verdad sobre el ente como medida de su ser sí mismo, o bien dar desde su ser sí mismo la medida para la verdad del ente. El primer respecto contiene al tercero, en el que se halla incluido el segundo, pero al mismo tiempo comprende en sí también al cuarto. Análogamente puede MOSTRARSE desde el segundo y también desde el tercero la respectiva pertenencia recíproca de los restantes respectos. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

¿Pero nos está permitido inferir de la pluralidad de sentidos e interpretaciones del “es” una riqueza esencial del ser? ¿No proviene la multiplicidad del “es”” de que en los enunciados citados se hace referencia por su contenido a entes de diferente tipo: el hombre, el libro, el enemigo, Dios, China, la copa, la tierra, el campesino, el perro? ¿De todo ello no tendríamos que sacar la consecuencia contraria: puesto que el “es” y el “ser” son en sí indeterminados y vacíos, están prestos a que se los llene de múltiples maneras? La citada multiplicidad de significados determinados del “es” demuestra, por lo tanto, lo contrario de lo que quería MOSTRARSE. El ser tiene que mantenerse absolutamente indeterminado en su significado para resultar determinable por parte de los diferentes tipos de entes de cada caso. Sólo que, apelando a los diferentes tipos de ente ya hemos puesto y admitido la multiplicidad del ser. Si nos atenemos exclusivamente al significado de las palabras “es” y “ser”, este significado mismo, aún con toda la mayor vacuidad e indeterminación posible, tiene que tener, sin embargo, ese tipo de univocidad que admite desde sí una variación en una multiplicidad. La muy invocada “universalidad” del significado de “ser” no es, en efecto, la vacuidad de un contenedor gigante en el que puede entrar toda variación posible. A esta representación conduce, sin embargo, un modo de pensar habitual desde hace tiempo que piensa al “ser” como la determinación más universal de todas y que por lo tanto sólo puede admitir la multiplicidad como lo que rellena esta envoltura, la más amplia y más vacía, del más universal de los conceptos. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

(1) La dialéctica no ve en la fenomenología sino un primer nivel, el de la inicial inmediatez del aprehender (lo que fuere). La fenomenología sólo nos permitiría trabar un primer conocimiento con algo, tener un primer contacto (”hacer conocidos”, por así decir); pero le está vedado el llegar a conocerlos a fondo, el llegar a intimar, es decir, no le es posible alcanzar una inmediatez más alta, esto es, una inmediatez mediada; a la fenomenología sólo le es posible, en todo caso, determinar al espíritu se-mostrante en la primera etapa de éste, es decir, sólo le sería posible determinar la primera etapa de la manifestación del espíritu, es decir, sólo le sería posible determinar la primera etapa del espíritu en cuanto que éste no es sino en su MOSTRARSE, pero le queda cerrado el acceso al espíritu en cuanto propiamente siendo, en cuanto espíritu que se sabe a sí mismo [le queda vedada la manifestación del espíritu en etapas ulteriores]. Heideggeriana: Hermeneutica1923

De combatir eso es de lo que en definitiva se trata para la fenomenología en su puesto de lucha. Cuando se quieren unir ambas cosas [no me queda claro a qué se refiere “con ambas cosas”, pero quizá a fenomenología y dialéctica, MJR], no se está tomando a la fenomenología sino por su lado externo. La fenomenología sólo puede ser objeto de una apropiación fenomenológica, es decir, no repitiendo enunciados, no asumiendo principios o prestando fe a dogmas de escuela, sino mediante Ausweisung  , es decir, mediante mostración de aquello que se dice, esto es, consiguiendo que aquello que se dice se acredite en lo que es, conseguir que aquello que se dice llegue a MOSTRARSE ello solo en lo que es. Heideggeriana: Hermeneutica1923

Las reflexiones que siguen pertenecen quizás a una pre-ciencia, cuyo negocio comprende lo siguiente: conducir indagaciones sobre aquello que en definitiva podría significarse con lo que la filosofía y la ciencia, lo de que el discurso interpretativo de la existencia, dicen acerca de ésta misma y del mundo. Si llegamos a claridad acerca de qué es un reloj, la especie de aprehensión que late en la física cobra vida, y, con ello, [también] el modo en que el tiempo tiene oportunidad de MOSTRARSE. Esta pre-ciencia, dentro de la cual se mueve esta consideración, vive de la presuposición tal vez obstinada de que la filosofía y la ciencia se mueven en el concepto. Su posibilidad consiste en que cada investigador llegue a claridad sobre aquello que entiende y sobre lo que no entiende. Da a conocer cuándo una investigación está en su asunto, o cuándo se nutre de un saber verbal transmitido y desgastado sobre el mismo. Tales indagaciones son, por así decir, el servicio policial en el desfile de las ciencias, ocupación que ciertamente es subordinada, pero a veces urgente, en opinión   de algunos. Su relación con la filosofía es sólo acompañarla, para llevar a cabo de vez en cuando un allanamiento de morada en casa de los antiguos, a fin de ver cómo [fue que] procedieron ellos propiamente. La siguiente reflexión tiene con la filosofía sólo tanto en común, cuanto que no es teología. Heideggeriana: EL CONCEPTO DEL TIEMPO (1924)

La instalación existentiva de la ontología fundamental conlleva la apariencia de un extremo ateismo individualista, radical — ésta es la interpretación cosmovisiva de la que se echa mano. Pero ha de probarse si le asiste la razón, y en caso de ser así, qué sentido metafísico, ontológico-fundamental tiene. No obstante, no se debe perder de vista que con una semejante clarificación ontológico-fundamental no se ha decidido nada todavía; antes bien, deberá MOSTRARSE, precisamente, que de este modo nada es decidible; sin embargo, igualmente persiste siempre la necesidad fáctica de la “presuposición” de una situación fáctica. Heideggeriana: TranscendenciaST  

A menudo dijimos ya que ser es comprendido de antemano en todo aprehender de ente, la previa comprensión de ser da, por así decir, luz a todo aprehender de ente. “Ya de antemano”, “previo” — ¿no es acaso eso anterior? ¡Por cierto! Pero también dijimos que lo anterior no concierne al orden del aprehender — y ahora hablamos de la previa comprensión de ser, de un comprender de antemano; el proteron de la ousia  , de la idea  , no es, empero, un proteron gnosei. Pero cabe observar que gnosis  , bien entendida, significa aquí siempre conocimiento del ente, y el rechazo de este proteron quiere decir solamente, en sentido negativo, que ser no es el ente, y su ser-aprehendido no reside en el orden del aprehender del ente. Así, al fin, el ser es perfectamente anterior por respecto al ser-aprehendido en un sentido amplio, ante toda aprehensión del ente. Y al fin el ser se da de un modo que es totalmente diferente a la aprehensión del ente. El ser se da (gibt sich) “en sí” en un sentido originario — es proteron physei y pros emas; sólo que, bien entendido, no como algo óntico entre otros. El ser es el único “en sí” y el genuino [”en sí”]-de ahí la originariedad de la comprensión de ser, es decir (como habrá de MOSTRARSE) la libertad. Heideggeriana: TranscendenciaST

Pero ¿en dónde buscaremos la nada? ¿Cómo encontraremos la nada? ¿Acaso para encontrar algo no tenemos que saber ya, en general, que está ahí? ¡Desde luego que sí! Ante todo y generalmente, el hombre sólo es capaz de buscar cuando ya ha dado por supuesta la existencia de lo buscado, cuando presupone que está ahí presente. Pero ahora lo buscado es la nada. ¿Es que después de todo hay un buscar sin ese supuesto, un buscar al que corresponde un puro encontrar? Sea como sea, nosotros ya conocemos la nada, aunque sólo sea como eso sobre lo que charlamos de manera cotidiana. A esta nada común y corriente, que desprende escaso brillo como todo lo que se da por supuesto y se pasea sin sentir por nuestras conversaciones, podemos incluso someterla con toda rapidez a una “definición”: La nada es la completa negación de la totalidad de lo ente. ¿Acaso esta característica de la nada no apunta ya en esa dirección desde la que precisamente es ella la única que puede salir a nuestro encuentro? Tiene que darse previamente la totalidad de lo ente a fin de que, simplemente como tal, dicha totalidad pueda caer bajo la negación, en la que después la nada misma debería MOSTRARSE. Heideggeriana: QueMetafisica

Hablamos de coincidencia dándole distintos significados. Por ejemplo, a la vista de dos monedas de cinco marcos que se encuentran sobre la mesa, decimos: las dos son iguales, coinciden. Ambas coinciden en su aspecto único. Tienen ese elemento en común y, por eso, desde ese punto de vista son iguales. Pero también hablamos de coincidir cuando, por ejemplo, afirmamos sobre una de las dos monedas de cinco marcos: esta moneda es redonda. Aquí, el enunciado coincide con la cosa. Ahora la relación ya no es entre cosa y cosa, sino entre un enunciado y una cosa. ¿Pero en qué pueden coincidir la cosa y el enunciado si los elementos que se han puesto en relación son distintos en lo tocante a su aspecto? La moneda es de metal. El enunciado no es nada material. La moneda es redonda. El enunciado no tiene para nada la naturaleza de algo espacial. Con la moneda se puede comprar algo. El enunciado sobre ella nunca puede ser un medio de pago. Pero, a pesar de toda esta desigualdad entre ambos, en la medida en que el enunciado es verdadero coincide con la moneda. Y, de acuerdo con el concepto corriente de verdad, este modo de concordar tiene que ser una adecuación. Pero cómo puede adecuarse a la moneda algo tan completamente desigual como el enunciado? Tendría que convertirse en moneda y de este modo anularse a sí mismo por completo. Pero eso es algo que el enunciado no puede conseguir nunca. Si lo consiguiera, en ese mismo instante el enunciado ya no podría coincidir con la cosa en cuanto tal enunciado. En la adecuación el enunciado tiene que seguir siendo lo que es o incluso precisamente llegar a serlo. ¿En qué consiste su esencia, absolutamente distinta de cualquier cosa? ¿Cómo consigue el enunciado adecuarse a otro, a la cosa, permaneciendo y persistiendo precisamente en su esencia? Adecuación no significa aquí una igualación real y concreta entre cosas que son distintas. Antes bien, la esencia de la adecuación se determina de acuerdo con la naturaleza de la relación existente entre el enunciado y la cosa. Mientras tal “relación” siga estando indeterminada e infundamentada en su esencia, toda discusión sobre la posibilidad e imposibilidad, así como sobre la naturaleza y el grado de la adecuación, carece de sentido. El enunciado sobre la moneda “se” refiere a esta cosa en la medida en que la re-presenta y dice qué ocurre con lo re-presentado mismo desde el punto de vista que predomina en casa caso. Lo que el enunciado representador dice de la cosa representada lo dice tal como ella es. El “tal como” concierne al re-presentar y a lo re-presentado. Si dejamos a un lado todos los prejuicios “psicológicos” y “de teoría de la conciencia”, representar significa aquí el hacer que la cosa se presente frente a nosotros como objeto. Lo que está enfrente, en cuanto que está puesto así, tiene que atravesar un enfrenteabierto y al mismo tiempo detenerse en sí mismo como cosa y MOSTRARSE como algo estable y permanente. Este aparecer de la cosa que se hace patente atravesando el enfrente tiene lugar dentro de un ámbito abierto cuya apertura no es creada por el representar, sino solamente ocupada y asumida por él como ámbito de referencia. La relación del enunciado representador con la cosa es la consumación de esa conexión que originariamente y siempre se pone en movimiento como un comportarse. Pero todo comportarse destaca por el hecho de que, estando en lo abierto, se atiene siempre a un elemento manifiesto en cuanto tal. Eso que sólo así y en sentido estricto es manifiesto, se experimenta tempranamente en el pensar occidental como “lo presente” y desde hace mucho tiempo recibe el nombre de “ente”. Heideggeriana: EssenciaVerdade  

Physis   quiere decir: brotar, surgir — asi como el brotar de una rosa — , el salir a la luz, mostrar-se, aparecer; aparecer — del mismo modo que cuando decimos: que un libro ha aparecido, que está ahí. Physis como para el Ser dice para los griegos: estar ahí puesto en el MOSTRARSE. El ente, es decir, lo que se alza en si mismo ahí adelante; las estatuas de los griegos y sus templos traen la existencia de este pueblo recién a su ser, al patente y vinculante estarse ahí adelante; no se trata ni de imitación, ni de expresión, sino de la posición fundante y de la ley de su ser. Heideggeriana: EuropaFilosofia  

Pero ¿por qué no nos conformamos con la esencia de la verdad que nos resulta familiar desde hace siglos? Verdad significa hoy y desde hace tiempo concordancia del conocimiento con la cosa. Sin embargo, para que el conocer y la frase que conforma y enuncia el conocimiento puedan adecuarse a la cosa, para que la propia cosa pueda llegar a ser la que fije previamente el enunciado, dicha cosa debe MOSTRARSE como tal. ¿Y cómo se puede mostrar si no es emergiendo ella misma de su ocultamiento, si no es situándose en lo no oculto? La proposición es verdadera en la medida en que se rige por lo que no está oculto, es decir, por lo verdadero. La verdad de la proposición es y será siempre únicamente esa corrección. Los conceptos críticos de verdad, que desde Descartes   parten de la verdad como certeza, son simples transformaciones de la determinación de la verdad como corrección. Ahora bien, esta esencia de la verdad que nos resulta tan habitual y que consiste en la corrección de la representación, surge y desaparece con la verdad como desocultamiento de lo ente. Heideggeriana: ObraArte

Tenemos que cuidarnos, sin embargo, de malinterpretar esta sentencia en un sentido moderno, gnoseológico, y ver en ella, por ejemplo, la distinción kantiana entre “fenómeno” y “cosa en sí”, falseando además el concepto de “fenómeno” hasta convertirlo en “mera apariencia”. El peso de la antigua sentencia griega descansa, por el contrario, en que lo que se muestra, lo que ofrece una visión, y por lo tanto la visión misma, vale como ente, porque “ente” quiere decir: surgir, phyein. Pero el presenciar que surge es un imperar que presencia, physis. Sólo bajo el poder de esta predeterminación inicial del ente como physis puede entenderse la posterior interpretación griega de la entidad del ente, o sea la interpretación platónica. En efecto, cómo habría de ser la “idea” lo más ente del ente si no estuviera previamente decidido que ser-ente quiere decir: MOSTRARSE que surge y que presencia: ofrecer el aspecto (eidos  ), la visión (idea) que tiene una “cosa”. dokeonta, “lo que en cada caso se muestra”, no equivale para Heráclito   a la opinión meramente subjetiva entendida en sentido moderno, y esto por dos razones: 1) porque dokein significa MOSTRARSE, aparecer, dicho esto desde el ente mismo; 2) porque los primeros pensadores y los griegos en general nada sabían del hombre como un yo-sujeto. Precisamente el que goza de mejor parecer — y esto quiere decir: el más digno de fama — es aquel que tiene la fuerza de prescindir de sí y dirigir la mirada exclusivamente a lo que “es”. Pero esto y precisamente esto es lo que se muestra, la visión y la imagen que se ofrece. El carácter de imagen no consiste en ser algo preparado, como por ejemplo en la copia que reproduce la imagen de algo. El sentido griego de “imagen” — si es que podemos utilizar esta palabra — es el llegar al aparecer, phantasia  , y ésta comprendida a su vez como: entrar en la presencia. Con las mutaciones del concepto griego de ser en el curso de la historia de la metafísica se transforma correlativamente el concepto de imagen reinante en occidente. La “imagen”, en la Antigüedad, en la Edad Media y en la Edad Moderna, no sólo se diferencia por su contenido y su nombre, sino por su propia esencia. Heideggeriana: VontadePoder  

Platón diferencia entre el ontos on y el me on  , entre lo entitativamente ente [das seiendhaft Seiende  ] y lo “ente” que no debería ser ni llamarse así. El ontos on, el ente que tiene carácter de ser, lo que es propiamente, es decir conforme a la esencia del ser, es to eidos, el aspecto, aquello en lo que algo muestra su semblante, su idea, es decir lo que algo es, su qué-es. El me on también es y por lo tanto — pensado de modo griego — también se presenta, muestra un aspecto y un semblante, un eidos; pero el semblante está deformado, desfigurado, el aspecto y la vista están ensombrecidos y enturbiados; por ello el me on es to eàdvlon. Las cosas llamadas reales, las cosas palpables para el hombre — esta casa, aquel barco, aquel árbol, este cartel, etc. — son, pensadas de modo platónico, en todos los casos eàdvla, algo que ofrece un aspecto pero que sólo tiene el aspecto del aspecto en sentido propio: me onta, cosas que ciertamente son que en cierto modo presencian y tienen su semblante, pero cuyo aspecto está sin embargo menoscabado de tal o cual manera porque tiene que MOSTRARSE en la impronta de una materia sensible. Pero en esta casa determinada, que tiene tal o cual tamaño, que ha sido construida con tal o cual material, se muestra no obstante la casidad, y el ser casa de esta casa consiste en el presenciar de la casidad. La casidad, lo que hace que una casa sea una casa, es lo propiamente ente en ella; lo verdaderamente ente es el eidos, la “idea”. Heideggeriana: VontadePoder

Aristóteles   pensaba ciertamente de modo griego: el ser era inmediatamente avistado en su esencia como presencia. Con sólo echar de ver el ser del ente en esta esencia suya como ousia, energeia   y entelechia con decir lo así avistado y diciéndolo ponerlo allí, con ello le era suficiente. Esto era tanto más suficiente cuanto que los pensadores griegos sabían que el ser, la esencia del ente, no se deja nunca contabilizar y deducir del ente que está allí delante, sino que, por el contrario, tiene que MOSTRARSE él mismo desde sí como idea, e incluso así sólo resulta accesible para un mirar que le corresponda. Heideggeriana: VontadePoder

Con lo dicho se revela que entonces la exposición que hemos hecho hasta ahora de la concepción nietzscheana de la esencia de la verdad tampoco podía brindar el resultado definitivo; que aún tenemos que dar el paso decisivo en su curso de pensamientos, si bien es cierto que sólo podremos darlo si sabemos lo anterior; en efecto, el paso extremo que da Nietzsche para determinar la esencia de la verdad no aparece de improviso. Pero tampoco se da “de suyo”, como podría pensarse con posterioridad, sino que surge de la falta de miramientos del pensar que vuelve siempre a comenzar de nuevo. En efecto, el pensar pensante tiene su propia continuidad. Consiste en la sucesión de inicios cada vez más iniciales, un modo de pensar que le es tan lejano al pensar científico que ni siquiera se puede decir que le sea simplemente opuesto. Ahora bien, si el curso de pensamientos hacia la voluntad de poder despliega el pensamiento único de Nietzsche, el conocimiento y la verdad tendrán que MOSTRARSE desembozadamente como una forma de la voluntad de poder sólo allí donde ellas mismas sean pensadas en su esencia extrema. Heideggeriana: VontadePoder

El pensamiento de la justicia domina desde temprano el pensar de Nietzsche. Historiográficamente puede MOSTRARSE que se le ilumina en una meditación sobre la metafísica preplatónica, en especial la de Heráclito. Pero el hecho de que precisamente este pensamiento griego de la justicia, de la dike  , se encendiera en él y siguiera ardiendo de modo cada vez más oculto y silencioso a lo largo de todo su pensar, inflamándolo continuamente, no tiene su razón en esas ocupaciones “historiográficas” con la filosofía preplatónica sino en la destinación histórica a la que se somete el último metafísico de occidente. Por ello Nietzsche ha creado en la figura de Zaratustra el ideal   de ese pensar que era para él mismo inalcanzable. Por eso también, en la época del Zaratustra el pensamiento de la justicia se expresa, aunque rara vez, de la manera más decidida. Los pocos pensamientos capitales sobre la “justicia” no fueron publicados. Se encuentran en breves notas redactadas en la época del Zaratustra. Después, en los últimos años, Nietzsche calla completamente sobre lo que llama justicia. Sobre todo, en ninguna parte se encuentra el menor intento de establecer, de modo explícito y partiendo de los fundamentos primeros de su pensar, una conexión estructurada entre el pensamiento de la justicia y los comentarios acerca de la esencia de la verdad. Además, falta toda indicación de que, y por qué, la abolición de la distinción metafísica de un mundo verdadero y un mundo aparente obliga a volver a la antigua determinación metafísica de la esencia de la verdad como omoiosis y al mismo tiempo, a interpretarla sin embargo como ajusticia”. Heideggeriana: VontadePoder

Sólo desde la esencia de la nueva justicia se decide también el tipo de justificación que le es adecuada. Ésta no consiste ni en la adecuación a algo allí delante ni en la apelación a leyes válidas en sí. Toda pretensión de una justificación de este tipo queda sin fundamento ni eco en el ámbito de la voluntad de poder. La justificación consiste, por el contrario, en lo único que satisface la esencia de la justicia en cuanto “supremo representante de la voluntad de poder”. Es la representación. Por el hecho de MOSTRARSE en el campo del poder como una forma de la voluntad de poder, un ente está ya en su derecho, es decir en la voluntad que se ordena a sí misma su sobrepotenciación. Sólo de este modo puede decirse de él que es un ente en el sentido de la verdad del ente en cuanto tal en su totalidad. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche  

3. La subyugación de la aletheia es el despuntar del aparecer y del MOSTRARSE, de la idea; lo en como phainotaton. Heideggeriana: HistoriaSer  

Pero el desaparecer sólo puede MOSTRARSE al intentar hacer visible la diferencia: voluntad de poder como essentia  ; eterno retorno de lo mismo como existentia   (cfr. “La metafisica de Nietzsche”). Heideggeriana: HistoriaSer

Cuando Hegel   en la conclusión del mencionado discurso dice del “universum  ”, y esto es, para él, a la vez, del absoluto, que no tiene en sí fuerza alguna de resistencia, de afirmar su esencia cerrada, ante el ánimo explorador del conocimiento metafísico, surge entonces la pregunta de por qué le falta al absoluto esta fuerza de resistencia. La respuesta reza: porque el absoluto según su esencia no puede resistirse a la exploración, sino por el contrario se quiere manifestar. Esta voluntad de MOSTRARSE es su esencia. El aparecer es la voluntad esencial del espíritu. Desde la mirada a esa voluntad esencial del absoluto está pronunciada aquella frase de Hegel. Esta determinación esencial del absoluto es entonces el supuesto del sistema-Enciclopedia. ¿Pero qué ocurre con este supuesto mismo? ¿Puede el sistema elevar la pretensión de ser absoluto cuando reposa en un supuesto, que él mismo no fundamenta y a saber absolutamente? Hegel ha desarrollado de hecho la fundamentación de esta esencia del absoluto y denunciado este desarrollo en la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. Si el absoluto quiere manifestarse, porque él mismo es voluntad de manifestación, entonces tiene que pertenecer a la esencia del absoluto el manifestarse, es decir, el aparecer. Esencia y aparecer son aquí idénticos. El absoluto es espíritu. El espíritu es lo que se sabe a sí mismo y en tal saber, saber de sí mismo que se quiere, como fundamento esencial de todo ente. El espíritu es el saber absoluto. Mas como a su esencia pertenece el aparecer, el saber absoluto tiene que presentarse (darstellen) como saber que aparece. Sólo así el saber absoluto concede a partir de sí al ánimo del conocimiento humano la posibilidad de estar abierto para este conocimiento y en general en lo conocido de este conocer. Viceversa el conocer humano tiene, en tanto sabe el absoluto, antes que todo llevar a ejecución (Ausführung) el presentarse del saber que aparece. Pero esta ejecución del presentarse del absoluto que aparece sólo puede ser ella misma absoluta, si debe adecuarse al absoluto. Por su parte la ciencia tiene que llevar este absoluto presentarse a absoluta ejecución. Si la “Fenomenología del espíritu” es esta ejecución, entonces la obra con este título ha osado una tarea metafísica como antes nunca necesitó ser planteada ni posteriormente nunca más podía serlo. Por ello esta “obra” es un instante único y en un particular sentido destacado de la historia de la metafísica. Y mentamos con la “obra” no la producción pensante del hombre Hegel, sino la “obra” como acaecimiento de una historia, en medio de la cual y para la cual se exige a toda realización (Vollbringen  ) humana una propia estabilidad y determinación (la instancia del ser-ahí). Heideggeriana: HegelFenomenologia  

La experiencia es “el movimiento dialéctico”. Es un viajar (pervagari), que recorre un “camino”. Pero el camino no existe en sí para el viajar. El camino es un curso en el doble sentido de andar (curso por el campo) y pasaje (curso subterráneo). Dicho más precisamente, recién en el curso como andar es experimentado (er-fahren) el curso como pasaje, es decir, es andado (er-gangen), y ello quiere decir: inaugurado, de modo que puede MOSTRARSE algo manifiesto. Lo que anda de ese andar y la abertura del pasaje es la conciencia como re-presentar. El re-presentar-se se adelanta e inaugura y presenta y se convierte de este modo en el éter del MOSTRARSE y aparecer. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero el experimentar como alcanzar es sólo el despliegue de la conciencia hacia la verdad de su ser. La experiencia de la conciencia no es sólo ni en primer lugar un tipo de conocimiento, sino un ser, y a saber el ser del absoluto que aparece, cuya esencia misma descansa en el incondicionado aparecer de sí mismo. El absoluto es para Hegel “el concepto”, en el sentido del incondicionado concebirse a sí misma de la razón. Y este concepto incondicionado es la esencia del espíritu. El espíritu es en sí y para sí “la idea absoluta”. “Idea” quiere decir: el MOSTRARSE, pero pensado modernamente: como representarse al mismo que representa — representación incondicionada, manifestación de sí mismo en la verdad incondicionada de su propia esencia, que modernamente determinada es certeza y saber. El espíritu es el saber absoluto. La experiencia de la conciencia es el presentarse del saber en su aparecer. “La experiencia de la conciencia” es la esencia de la “Fenomenología”. Pero ésta es “la Fenomenología del espíritu”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La experiencia como el hacer surgir trascendental del nuevo verdadero objeto está necesariamente referida a una infinitud, es decir, a la conciencia como lo in-finito, o sea, no finito, sino originariamente uno, es decir, a la conciencia como lo incondicionado que todo lo condiciona. Pero la referencia de la experiencia trascendental a lo incondicionado de la conciencia es de tal tipo que esta “experiencia de la conciencia” hace aparecer a ésta en su incondicionada verdad y MOSTRARSE en su completo condicionamiento, que determina unitariamente a todo objeto en su posibilidad. Según ello, el concepto hegeliano de “experiencia” es no sólo en general — a diferencia del concepto kantiano, óntico ontológico —, expresado kantianamente, trascendental, sino que la experiencia en sí trascendental se dirige a lo incondicionado de todo condicionamiento y de este modo a todo el contexto de condicionamiento. La “experiencia” es incondicionalmente un trascendental hacer surgir la conciencia, el hacer aparecer sus figuras en la incondicionalidad de su condicionar de todo objeto condicionado como tal. Hegel — y la metafísica del idealismo alemán en general — toma con seriedad el “asomarse a esa infinitud de representaciones y conceptos de propia autoría”. Pero tomar con seriedad no significa aquí sólo agregar este asomarse como complemento al planteo trascendental kantiano y recién en él ver el fin, sino iniciar con este asomarse en lo incondicionado y hacer determinarse todo “ver” desde aquí. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La inversión trascendental de la conciencia, como incondicionada y sistemática, asegura previamente la mirada en lo incondicional de todo condicionamiento y su sucesión. Para el hacer nacer al nuevo verdadero objeto, lo incondicionado se encuentra en la mirada previa como omnicondicionante. Pero ¿cómo se manifiesta lo condicionante como condicionante en su condicionamiento? Solamente de modo que en lo condicionado se muestre lo condicionante. Mas si debe aparecer no sólo cualquier condicionante sino lo incondicionado en el modo en que todo lo condiciona, tiene que partirse de lo que es lo máximamente condicionado. Pero éste está lo más ampliamente alejado de lo incondicionado. Por lo tanto tiene que MOSTRARSE primero la objetividad de ese objeto, que está lo más ampliamente alejado de la verdad de la autoconciencia incondicionada, es decir, del espíritu no sensible absoluto, y en el término más extremo, opuesto a él. Mas la objetividad del objeto más condicionado sólo puede ser, dado que como condición está lo más alejada de lo incondicionado, la más vacía y pobre. Pero en tanto también esta objetividad, la más pobre y vacía de un objeto, es todavía condición, es también ella de la esencia del absoluto y perteneciente a él. Por ello en el giro trascendental se encuentra, en tanto es incondicional y sistemático, la necesidad de que la conciencia absoluta, para poder hacer aparecer su incondicional condicionar en todo condicionamiento, se aleje ella misma de si, y de su plenitud y de sus derechos. La conciencia absoluta se aparta de sí hacia su figura más externa y vacía. Heideggeriana: HegelFenomenologia

En lo que Hegel denomina la “inversión de la conciencia” se encuentra entonces, contemplado con rigor, una doble inversión: por una parte, el giro del objeto a su objetividad, perteneciente a la esencia de lo trascendental en general; por otra, el volverse a la alienación, exigida necesariamente a partir de la incondicionalidad y la sistemática de la conciencia absoluta trascendental, volverse que, como renuncia dirigida a lo incondicional recién inaugura el curso del regreso. Pero esta en sí doble “inversión de la conciencia”, el giro trascendental y el absoluto volverse a la alienación es pues, según el enunciado mencionado de Hegel “nuestra intervención”. Como tal parece estorbar al “puro mirar”, cuando no aniquilarlo. Sólo que es verdad lo contrario. Pues sólo cuando a través de la doble inversión está abierta y allanada la mirada a lo incondicional y en la vía del regreso a él, se da en esta vía abierta la posibilidad de MOSTRARSE del “nuevo verdadero objeto”. Recién esta intervención de la inversión da al mirar la posibilidad de vista y parecer. Pero el “puro mirar” no es tampoco nunca un mero pasivo tomar, sino que todo mirar es en sí un perseguir que acompaña, un arrojar una mirada, que requiere previamente de un pasaje inaugurado. Tampoco el dejar y no aplicar nuestras “ocurrencias” es nada. El dejar no se hace por sí mismo. El poder dejar lo inadecuado está esencialmente determinado por el continuo previo aventurarse en el nuevo verdadero objeto y su verdad incondicionada, como la misma regla de medida que aparece. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La pureza   del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace MOSTRARSE sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de Hegel. (”Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden MOSTRARSE. El acusar es un MOSTRARSE y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant   — y con él el idealismo alemán — denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, [en tanto] conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal  ” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello Hegel, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Entonces tiene que realizar una inversión — ¿y hasta qué punto se adecua a lo que el mismo absoluto tiene que exigir, para MOSTRARSE en su curso? Heideggeriana: HegelFenomenologia

Esta “reflexión” es el reflejar de la propia luz en sí misma y de este modo el MOSTRARSE — el irradiar. El rayo es reflexión. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Esta es alcanzada recién en el tercer escalón. Aquí el liberado de las ligaduras al mismo tiempo se ha desplazado a lo exterior de la caverna, “al aire libre”. Todo aquí yace abiertamente a la luz del día. El aspecto de lo que son las cosas no aparece ya más al resplandor artificial y confuso del fuego dentro de la caverna. Las cosas mismas está ahí en la precisión y forzosidad de su propio aspecto. El aire libre al que ahora el liberado ha sido desplazado no hace mención a lo ilimitado de una mera distancia, sino a esa franja limitante de la claridad que resplandece en la luz del sol que todos contemplan. Los aspectos de lo que las cosas mismas son, o sea las eídee (las ideas) constituyen la esencia en cuya luz todo ente particular, éste y aquél, se muestra, en cuyo MOSTRARSE lo que aparece llega a ser recién desoculto y accesible. Heideggeriana: PlatoVerdade

Nuevamente determínase el escalón de la morada ahora alcanzado conforme a lo desoculto propiamente dicho que es allí regulador. Es por eso que ya al comienzo de la descripción del tercer escalón se habla inmediatamente de toon nyn legoménoon aleethon (516 a, 3) “de lo que ahora es tratado como lo desoculto”. Esto desoculto vale por aleethésteron, es decir, todavía más desoculto que las cosas artificialmente iluminadas en el interior de la caverna, en su diferenciación con las sombras. De modo que lo desoculto ahora alcanzado es lo más desoculto, tá aleethéstata. A decir verdad Platón no se sirve en ese pasaje de tal denominación, pero si dice to aeethéstaton para designar lo más desoculto en la correspondiente y a la vez esencial dilucidación del comienzo del VI libro de la República. Aquí (484 c, 5) son mencionados hoi… eís to aleethéstaton apoblépontes “los que miran hacia lo más desoculto”. Lo más desoculto muéstrase en lo que el ente es en todo tiempo. Sin este MOSTRARSE del qué es o esencia (es decir, de las ideas) quedaría oculto esto y aquello y todo lo tal y, en consecuencia y en general, todo. Y lo “más desoculto” llámase así porque en todo lo que aparece él se muestra antes y hace accesible lo que aparece. Heideggeriana: PlatoVerdade

La representación de la “alegoría” y la propia interpretación de Platón toman casi naturalmente a la caverna subterránea y a su exterior como el dominio en cuyo ámbito se desarrollan los procesos relatados. Igualmente esenciales son los tránsitos narrados y el ascenso desde el dominio del resplandor del fuego artificial a la claridad de la luz solar, como así también el retroceso desde la fuente de toda luz a la oscuridad de la caverna. En la “alegoría de la caverna” la fuerza ilustrativa no emana de la imagen de la clausura de la bóveda subterránea y de lo preso en lo que está cerrado, como tampoco de la vista de lo abierto en lo exterior de la caverna. La fuerza figurativa de la interpretación de la “alegoría” concéntrase, para Platón, más bien en el rol del fuego, del resplandor del fuego y de las sombras, de la claridad diurna, de la luz solar y del sol. Todo yace en el resplandecer de lo que aparece y en el hacer posible su visibilidad. La desocultación es mencionada por cierto en sus distintos escalones, aunque sólo lo es para saber de qué modo ella hace accesible en su aspecto (eídos) a lo que aparece y visible a este MOSTRARSE (idéa). La reflexión propiamente dicha se dirige al aparecer del aspecto que se ofrece en la claridad del resplandor. Este aspecto suministra la perspectiva sobre el cómo se esencializa cada ente. La reflexión propiamente dicha pasa a la idéa. La “idea” es el aspecto que proporciona vista en lo que se esencializa. La idéa es el puro resplandecer en el sentido de la expresión “el sol resplandece”. La “idea” no consiente que ninguna otra cosa (detrás de sí) “aparezca’’; ella misma es lo que resplandece, y lo que resplandece reside únicamente en el resplandecer de sí mismo. La idéa es, pues, lo resplandeciente. Su esencia consiste en la luminosidad y en la visualidad, merced a las cuales tiene lugar la esencialización, o sea la esencialización de lo que cada ente es. En el qué es del ente es donde éste se esencializa. Pero la esencialización es en general la esencia del ser, por lo cual, para Platón, el ser tiene su esencia propiamente dicha en el qué es. Ya no una posterior denominación revela que quidditas   es el verdadero esse, la essentia, y no la existentia. Lo que la idea trae a la visión y de ese modo deja ver es, para el mirar dirigido a ella, lo desoculto de aquello que aparece como idea. De este modo, lo desoculto viene a ser concebido de antemano y exclusivamente, como lo apercibido en la apercepción de la idéa, como lo conocido (gignooskómenon) en el conocer (gignóoskein). El noein   y el nous (la apercepción) mantienen para Platón, en este giro, la referencia esencial a la “idea”. La disposición en este dirigirse a las ideas determina la esencia de la apercepción y, en consecuencia, pues, la esencia de la “razón”. Heideggeriana: PlatoVerdade

Como consecuencia de esta interpretación del ente, la esencialización no es ya, como al comienzo del pensar occidental, el ascenso desde lo que yace oculto a la desocultación, en la que ésta misma, como rescate, constituía el rasgo fundamental de la esencialización. Platón concibe a la esencialización (ousía) como idéa, la que, sin embargo no está sujeta a la desocultación en tanto que es ella la que hace aparecer lo que yace oculto, poniéndose a su servicio. Más bien a la inversa, lo que resplandece (el MOSTRARSE) es lo que determina aquello que en lo interior de su esencia y en la exclusiva reflexión sobre sí mismo puede luego denominarse desocultación. La idéa no es, en consecuencia, un primer plano representativo de la aletheia, sino el fundamento que a ésta hace posible, pero con el resultado que, de este modo, la idéa toma todavía en caución algo de la primaria, pero desconocida esencia de la aletheia. Heideggeriana: PlatoVerdade

Qué ocurre con la entrada en escena de la ciencia? Tiene que manifestarse, si es que entra en escena. Pero lo que importa es qué sea esa manifestación, la única en la que puede manifestarse la ciencia. En primer lugar, manifestarse significa emerger al lado del otro bajo el modo del afirmarse. Después, manifestarse significa aparecer y en esa aparición señalar también hacia otra cosa que todavía no aparece. Manifestarse significa ser la señal precursora de algo que a su vez aún no se ha manifestado o nunca se manifestará. Estos modos de la manifestación permanecen inadecuados al surgimiento de la ciencia, porque en ellos ésta nunca puede desplegarse como ella misma y por lo tanto nunca puede formarse por completo. Por otro lado, la ciencia tampoco puede aparecer de un golpe como conocimiento absoluto. Tiene que producirse a sí misma en su verdad, pero también tiene que producir simultáneamente a ésta. En cada fase en la que aparece la ciencia, entra ella en escena como absoluta y entra absolutamente en escena. Por eso, la manifestación adecuada a ella sólo puede consistir en que se presenta a sí misma en su aparecerse y de este modo se expone como saber que se manifiesta. La ciencia sólo puede entrar de este modo en escena si consuma la presentación del saber que se manifiesta. En este proceso debe y sólo allí puede MOSTRARSE, por vez primera, qué sea la manifestación en la que la ciencia aparece verdaderamente como ella misma. Heideggeriana: HegelExperiencia  

También el ser de aquello que en la certeza es lo sabido tiene el rasgo fundamental de la presencia. Se presenta como manifestación. Pero en la presencia del saber, esto es, del subiectum en el sentido de la res cogitans  , la manifestación ya no es el MOSTRARSE de la idea como eidos, sino de la idea como perceptio. La manifestación es ahora la presencia al modo de la presentación en el ámbito de la representación. La manifestación del saber que se manifiesta es la presencia inmediata de la conciencia. Pero esta presencia está presente al modo de la experiencia. Con ella, lo absoluto, el espíritu, accede a “todo el reino de [su] verdad”, el cual se halla desplegado. Pero los momentos de su verdad son las figuras de la conciencia, las cuales, en la marcha de la experiencia, se han desprendido de todo lo que en cada momento parece ser lo verdadero sólo para la conciencia natural, en la medida en que en su historia éste es sólo para ella en cada momento. Si, por el contrario, la experiencia está consumada, la manifestación de lo que se manifiesta ha alcanzado ese puro aparecer bajo cuya forma lo absoluto se presenta absolutamente junto a sí mismo y es la propia esencia. A partir de este puro aparecer reina el poder, que ejerce en la propia conciencia el movimiento de la experiencia. El poder de lo absoluto que reina en la experiencia “empuja a la conciencia a su verdadera existencia”. Existencia significa aquí la presencia al modo del manifestarse. En este punto coincide la pura manifestación de lo absoluto con su esencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

Como esencia de la voluntad, la esencia de la voluntad de poder es el rasgo fundamental de todo lo efectivamente real. Nietzsche dice (Volunta de Poder, afor. 693 del año 1888) que la voluntad de poder es “la esencia más íntima del ser”. “ El ser” significa en este caso, según el lenguaje de la metafísica, lo ente en su totalidad. La esencia de la voluntad de poder y la propia voluntad de poder en tanto que carácter fundamental de lo ente, no se dejan por ello constatar por medio de la observación psicológica, sino que, por el contrario, es la propia psicología la que recibe su esencia, esto es, la posibilidad de disponer y conocer su objeto, de manos de la voluntad de poder. Por lo tanto, Nietzsche no concibe la voluntad de poder psicológicamente, sino que, por el contrario determina nuevamente la psicología como “morfología y teoría del desarrollo de la voluntad de poder” (Más allá del bien y del mal, afor. 23). La morfología es la ontología del on, cuya morphe   transformada en perceptio debido al cambio del eidos, se manifiesta en el appetitus de la perceptio como voluntad de poder. El hecho de que la metafísica — que piensa desde siempre lo ente como hypokeimenon   sub-jectum, en relación con su ser —, se convierta en esta psicología así determinada, demuestra, aunque sólo como manifestación colateral, la existencia de este acontecimiento esencial que consiste en la transformación de la entidad de lo ente La ousia (entidad) del subjectum se convierte en subjetidad de la autoconciencia, la cual hace aparecer a su esencia como voluntad de voluntad. La voluntad, en cuanto voluntad de poder, es la orden para adquirir más poder. A fin de que, en la superación de su propio poder, la voluntad pueda superar el grado alcanzado en cada caso, hay que alcanzar previamente ese grado, asegurarlo y conservarlo. El aseguramiento de cada grado de poder correspondiente es la condición necesaria para la superación del poder. Pero esta condición necesaria no es suficiente para que la voluntad pueda quererse a sí misma, esto es, para que ese querer ser más fuerte, para que ese aumento de poder, sea. La voluntad tiene que dirigir su mirada a un campo de visión y empezar por abrirlo para que de allí empiecen a MOSTRARSE posibilidades que le indiquen el camino a un aumento de poder. La voluntad debe por tanto disponer una condición de ese querer ir más allá de sí misma. La voluntad de poder debe disponer a la vez las condiciones de conservación de poder y las de aumento de poder. Forma parte de la voluntad la disposición de esas condiciones que se pertenecen mutuamente. Heideggeriana: NietzscheDeus  

Todo ente es ahora o lo efectivamente real, en cuanto objeto, o lo eficiente en cuanto objetivación en la que se forma la objetividad del objeto. Representando, la objetivación dispone el objeto sobre el ego cogito  . En este disponer se evidencia el ego   cómo aquello que subyace a su propio hacer (el dis-poner poniendo-delante o re-presentando), esto es, se evidencia como subiectum. El sujeto es sujeto para sí mismo. La esencia de la conciencia es la autoconciencia. Por eso, todo ente es o bien objeto del sujeto o bien sujeto del sujeto. En todas partes, el ser de lo ente reside en el poner-se-ante-sí-mismo y, de esta manera, im-poner-se. En el horizonte de la subjetidad de lo ente el hombre se alza a la subjetividad de su esencia. El hombre accede a la subversión. El mundo se convierte en objeto. En esta objetivación subvertidora de todo ente, aquello que en principio   debe pasar a disposición del representar el producir, esto es la tierra es desplazado al centro de toda posición y controversia humana. La propia tierra ya sólo puede MOSTRARSE como objeto del ataque que en cuanto objetivación incondicionada, se instaura en el querer del hombre. Por haber sido querida a partir de la esencia del ser, la naturaleza aparece en todas partes como objeto de la técnica. Heideggeriana: NietzscheDeus

¿Es, esta palabra, sus derivaciones y sus ocultas formas en el articulado ensamble del lenguaje, sólo una excepción entre las palabras, es un extraño en medio de las constancias lingüísticas, o es la palabra de todas las palabras, en la cual todas las palabras pueden, ante todo, ser palabras? Si fuera así, entonces el Ser primeramente regala (schenkt) al ente, expresamente o no (ob ausgesprochen oder nicht  ), el aparecer y el MOSTRARSE, de forma tal que puede ser lo designable y lo designado en el sentido del significar habitualmente entendido. Heideggeriana: Palavra1944  

En qué medida dentro de la consumación de la moderna metafísica la relación con semejante ser forma parte del ser de lo ente, en qué medida la esencia del ángel de Rilke  , a pesar de todas las diferencias de contenido, es metafísicamente lo mismo que el Zarathustra de Nietzsche, sólo puede MOSTRARSE a partir de un desarrollo más originario de la esencia de la subjetividad. Heideggeriana: ParaQuePoetas  

Sin embargo, ¿cómo vamos a demostrar que Hölderlin   piensa la esencia del poetizar como toma-de-medida? Aquí no necesitamos demostrar nada. Toda demostración es sólo siempre algo que se hace después, una empresa fundamentada en presupuestos. Según como éstos se establezcan, se puede demostrar todo. Pero prestar atención sólo podemos prestar atención a pocas cosas. Por esto basta con que prestemos atención a la palabra propia del poeta. Pues bien, en los versos siguientes, antes que nada lo que hace Hölderlin es preguntar por la medida, no hace otra cosa. Esta es la divinidad, con la que el hombre se mide. Esta pregunta empieza en el verso 29 con las palabras: “¿Es desconocido Dios?” Está claro que no. Pues si lo fuera, ¿cómo podría ser, como desconocido, la medida? Sin embargo — y ahora hay que escuchar esto y retenerlo —, Dios, en tanto que es El que es, es desconocido para Hölderlin, y como tal Desconocido es precisamente la medida para el poeta. Es por esto por lo que le desconcierta esta incitante pregunta: ¿Cómo es posible que lo que según su esencia es siempre lo desconocido pueda convertirse alguna vez en medida? Pues aquello con lo que el hombre se mide tiene que comunicarse (dar parte de sí), tiene que aparecer Pero si aparece, entonces ya es conocido. El dios, sin embargo, es desconocido y, no obstante, es la medida. No solamente esto, sino que el dios que permanece desconocido, al MOSTRARSE como El que es, tiene que aparecer como el que permanece desconocido. La Revelabilidad de Dios, no sólo El mismo, es misteriosa. Por esto el poeta pregunta inmediatamente la siguiente pregunta: “¿Es revelable como el cielo?” Hölderlin contesta: “Esto es lo que creo más bien”. Heideggeriana: HomemHabita  

La diferencia de ente y ser es el ámbito dentro del cual la metafísica, el pensamiento occidental en la totalidad de su esencia, puede ser lo que es. Por ello, el paso atrás va desde la metafísica hasta la esencia de la metafísica. La observación sobre el uso que hace Hegel de la palabra conductora de múltiples sentidos “ser”, nos permite ver que el discurso sobre el ser y lo ente nunca se puede restringir a una época determinada de la historia de la manifestación del ser. El discurso sobre el ser tampoco entiende nunca este nombre en el sentido de un género dentro de cuya generalidad vacía tuvieran su lugar como casos singulares las doctrinas de lo ente concebidas históricamente. El “ser” habla en todo tiempo de modo destinado, de un modo, por lo tanto, penetrado por la tradición. Pero el paso atrás desde la metafísica hasta su esencia, recaba una duración y una capacidad de resistencia cuya medida desconocemos. Sólo está clara una cosa: el paso precisa de una preparación que debe ser intentada aquí y ahora, pero teniendo presente a lo ente en cuanto tal en su conjunto tal y como es ahora y como empieza a MOSTRARSE cada vez de modo más claro. Lo que es ahora, se encuentra marcado por el dominio de la esencia de la técnica moderna, dominio que se manifiesta ya en todos los campos de la vida por medio de características que pueden recibir distintos nombres tales como funcionalización, perfección, automatización, burocratización e información. De la misma manera que llamamos biología a la representación de lo vivo, la representación y formación de ese ente dominado por la esencia de la técnica puede ser llamada tecnología. La expresión también puede servir para designar a la metafísica de la era atómica. El paso atrás desde la metafísica a la esencia de la metafísica es, visto desde la actualidad y a partir de la idea que nos hemos formado de ella, el paso que va desde la tecnología y la descripción e interpretación tecnológica de la época, a esa esencia de la técnica moderna que todavía está por pensar. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957  

En tanto la esencia de la posición se determina por la apercepción trascendental, relacionada a la afección sensible, como proposición objetiva, como juicio objetivo, también el “punto máximo” del pensar, es decir, la posibilidad del entendimiento mismo debe MOSTRARSE como el fundamento de todas las proposiciones posibles y en consecuencia, como principio (Grundsatz  ). Así dice el título del § 17 (B 136): “El principio (Grundsatz) de la unidad sintética de la apercepción es el principio (Prinzip) supremo de todo uso del entendimiento”. Heideggeriana: KantSer  

Merced a ello tiene que MOSTRARSE el modo como se da el ser y como se da el tiempo. En este dar se torna claro cómo haya de determinarse ese dar, que, como relación interna que es entre uno y otro, los mantiene a ambos en su recíproca pertenencia y los dispensa como don. Heideggeriana: TempoYSer  

Con alguna mayor nitidez podría MOSTRARSE el “Se da”, si nos disponemos a seguir más decididamente con el pensamiento las trazas del aquí mencionado dar. Ello se logra si dirigimos nuestra atención a la riqueza de transformaciones de lo que harto indeterminadamente es denominado el ser, al que se desconoce a la vez en lo que tiene de más propio mientras se lo tenga por el más vacío de todos los conceptos vacíos. Esta representación del ser como lo puramente abstracto tampoco es todavía en principio abandonada, sino sólo confirmada, si el ser como lo puramente abstracto es conservado y superado en lo puramente concreto de la realidad del espíritu absoluto, lo cual ha alcanzado su culminación en el más potente pensar de los tiempos modernos, en la dialéctica especulativa de Hegel, quien así lo expone en su Ciencia de la Lógica. Heideggeriana: TempoYSer

Ahora parece como si al hacer referencia al hombre nos hubiéramos desviado del camino por el que queríamos seguir el rastro con el pensamiento a lo propio del ser. En cierto modo, así es. Sin embargo, estamos más cerca de lo que creemos de esa cosa, de ese asunto que se llama tiempo y que debe MOSTRARSE propiamente desde el presente como presencia. Heideggeriana: TempoYSer

Pero, ¿qué es entonces aquello en que la ciencia moderna de la naturaleza y la técnica moderna concuerdan siendo de esta forma lo mismo? ¿Qué es lo propio y genuino de ambas? Para traer y poner esto ante nuestra vista, al menos de forma aproximada, es menester reflexionar sobre lo nuevo de la ciencia moderna de la naturaleza. Ésta de forma más o menos consciente viene determinada por la siguiente pregunta que le sirve de hilo conductor: ¿cómo hay que proyectar de antemano la naturaleza como ámbito objetual [como ámbito de conocimiento MJR] para que los procesos naturales resulten de antemano susceptibles de cálculo? Esta pregunta encierra dos cosas: por un lado una decisión acerca del carácter de la realidad de la naturaleza. Max Planck, el fundador de la física cuántica, expresó esta decisión con una frase muy breve: “Es real lo que puede medirse”. Sólo lo que de antemano es susceptible de cálculo y medición, sólo lo que ya de entrada resulta abordable en términos de cálculo, puede considerarse ente. Además la pregunta rectora de la ciencia de la naturaleza incluye el principio del primado del método, es decir, del primado del procedimiento sobre aquello que en tal proceder contra la naturaleza, es decir, que en tal procedimiento, queda asegurado como un objeto susceptible de determinarse y someterse a comprobación. Un rasgo característico de este procedimiento es que en la física teórica el principio de no contradicción de los enunciados y la simetría de las ecuaciones se consideran de antemano determinantes. Mediante la proyección matemática de la naturaleza, que la física teórica efectúa, y mediante una inquisición experimental adecuada a esa proyección, la naturaleza es desafiada a responder, se le exige, por así decir, que dé razón de sí en determinados aspectos. A la naturaleza se la pone por así decir en la perspectiva de un haber de MOSTRARSE en una objetualidad u objetividad susceptible de cálculo (Kant). Heideggeriana: LinguagemTecnica

Ahora bien, precisamente este disponer y obligar a MOSTRARSE por vía de urgimiento y desafío es a la vez rasgo básico de la técnica moderna. La técnica moderna exige a la naturaleza suministrar energía. Hay que hacer aflorar esa energía, pro-ducirla, volverla disponible. Este sacar a la luz urgiendo, desafiando y volviendo disponible, que domina a toda la técnica moderna, se despliega en diversas fases y formas relacionadas unas con otras. La energía encerrada en la naturaleza se la hace salir a la luz, lo así alumbrado es transformado, lo transformado reforzado, lo reforzado almacenado, lo almacenado distribuido. Estas formas conforme a las que nos aseguramos de la energía natural, son objeto de regulación y control, regulación y control que a su vez hay que asegurar y afianzar. Heideggeriana: LinguagemTecnica

Mediante lo dicho parece sugerirse por sí sola la idea de que la ciencia moderna de la naturaleza, la consideración y descripción que hace de la naturaleza obligándola a MOSTRARSE en su objetualidad susceptible de cálculo y medida, podría ser una modalidad de la técnica moderna. Entonces habría que invertir la representación que habitualmente nos hacemos de la relación entre la ciencia de la naturaleza y la técnica: no es la ciencia de la naturaleza la base de la técnica sino la técnica moderna la característica básica y sustentadora de la ciencia moderna de la naturaleza. Aun cuando tal inversión se acerca más a la cosa, no atina sin embargo con su núcleo. En lo que respecta a la relación entre ciencia moderna y técnica moderna hay que tener presente que lo más propio de ambas, su origen común, se oculta en aquello que hemos llamado disponer y traer a la luz por vía de urgir, obligar y desafiar. Pero, ¿qué queremos decir con esto, en qué consiste ello en realidad? Manifiestamente, se trata de un hacer del hombre, de un proceder del hombre contra la naturaleza por vía de hacerse representación de cosas y de fabricar cosas. La interpretación de la técnica moderna que ahora hemos obtenido no sólo confirma la idea antropológica de la técnica en el derecho que ésta tiene, sino que la refuerza. ¿O es que lo que acabamos de señalar convierte en enteramente cuestionable esa representación? Habremos de posponer la respuesta hasta tanto no hayamos pensado el otro fenómeno de la técnica moderna, a saber, lo incontenible de su dominación sin límites. Heideggeriana: LinguagemTecnica

Primero fue dilucidada la palabra “señalado” (”Ser, aquello por lo que es señalado cada ente como tal…) que fue elegida con mucha prudencia, para nombrar la concernencia de lo ente por el ser. Señalar — emparentado con indicar — alude al contorno, a la figura, por así decirlo al “qué” gestáltico, que le es propio a lo ente como tal. El ser es con relación a lo ente aquello que muestra, hace visible, sin MOSTRARSE a sí mismo. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer  

Sin embargo, ¿qué es lo que queda por pensar en la “cosa” de la Filosofía, como también en su método? La dialéctica especulativa es una de las formas en que la “cosa” de la Filosofía — desde sí y para sí misma — aparece, haciéndose así presente. Este aparecer tiene lugar, necesariamente, en una claridad [Helle]. Lo que aparece sólo puede MOSTRARSE, aparecer, a través de ella. Por su parte, la claridad se basa en lo abierto y libre, que puede alumbrar aquí y allá, en uno u otro momento. La claridad juega en lo abierto y lucha allí con lo oscuro. Dondequiera que algo presente sale al encuentro de otro o permanece tan sólo frente a frente — e incluso donde, como Hegel, uno se refleja especulativamente en el otro —, allí reina ya la apertura, un espacio libre está en juego. Y sólo esta apertura le permite también a la marcha del pensamiento especulativo pasar a través de lo que piensa. Heideggeriana: TarefaPensar