medida del valor

Resultado final: todos los valores con los que hasta ahora hemos buscado, en primer lugar, hacernos apreciable el mundo y por ello mismo, finalmente, lo hemos desvalorizado al demostrarse que eran inaplicables, todos estos valores, recalculados psicológicamente, son resultados de determinadas perspectivas de utilidad para conservar y acrecentar formaciones de dominio humanas: y sólo falsamente proyectadas en la esencia de las cosas. Sigue siendo la ingenuidad hiperbólica del hombre lo que le hace ponerse a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR de las cosas.” Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Repitamos la oración principal del párrafo final: “todos estos valores, recalculados psicológicamente, son resultados de determinadas perspectivas de utilidad para conservar y acrecentar formaciones de dominio humanas: y sólo falsamente proyectadas en la esencia de las cosas. Sigue siendo la ingenuidad hiperbólica del hombre lo que le hace ponerse a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR de las cosas.” Heideggeriana: NiilismoEuropeu

El “hombre bueno” de la “moral” es, pensado metafísicamente, aquel hombre que nada sabe del origen de los valores a los que se subordina como ideales incondicionados. Este no saber acerca del origen de los valores mantiene por lo tanto al hombre alejado de toda reflexión explícita sobre la proveniencia de los valores: o sea, sobre el hecho de que son condiciones de sí misma puestas por la propia voluntad de poder. La “ingenuidad” es equivalente a la “inocencia psicológica”; de acuerdo con lo dicho antes, esto significa: ignorar cualquier cómputo del ente, y por lo tanto de la vida y sus condiciones, respecto de la voluntad de poder. Puesto que, de este modo, al hombre psicológicamente inocente (”ingenuo”) le permanece oculto que los valores provienen de la estimación que hace de ellos el hombre en términos de poder, este hombre ingenuo toma a los valores (fin, unidad, totalidad, verdad) como si le llegaran de algún lado, como si descendieran del cielo y estuvieran en sí por encima de él como algo ante lo que simplemente tendría que inclinarse. La ingenuidad, en cuanto desconocimiento del origen de los valores en la voluntad de poder humana, es, por lo tanto, “hiperbólica” (de Hyperbollein). El “hombre bueno”, sin saberlo, arroja los valores más allá de sí y hace que se arroguen ser algo en sí. Lo que está condicionado únicamente por el hombre lo considera, al revés, como lo incondicionado que plantea exigencias al hombre. Por eso Nietzsche concluye su recálculo del origen de la creencia en los valores supremos y en las categorías de la razón, y con él todo el fragmento n. 12, con la afirmación: “Sigue siendo la ingenuidad hiperbólica del hombre lo que le hace ponerse a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR de las cosas.” Heideggeriana: NiilismoEuropeu

A pesar del comentario que acaba de realizarse de la expresión “ingenuidad hiperbólica”, aún subsiste el peligro de que esta importante afirmación final del fragmento n. 12 sea profundamente mal comprendida. Ella encierra el resumen muy comprimido, y por ello fácilmente equívoco, de un importante pensamiento. Efectivamente, apelando a la afirmación de Nietzsche se podría sugerir que éste, de acuerdo con el tenor literal de la misma, dice lo contrario de lo que nosotros hemos dilucidado como esencia de la ingenuidad hiperbólica. Si la ingenuidad consiste en no saber que el origen de los valores está en que son puestos por los propios hombres en términos de poder, ¿cómo puede ser una “ingenuidad hiperbólica” “ponerse a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR de las cosas”? Esto último es algo totalmente diferente de la ingenuidad. Es la suma consciencia del hombre que se apoya sobre sí mismo, es explícita voluntad de poder y de ningún modo impotencia de poder. Si tuviéramos que comprender la afirmación de ese modo, Nietzsche estaría diciendo: la “ingenuidad hiperbólica” consiste en no ser en absoluto ingenuo. No podemos atribuirle tamaña insensatez. ¿Qué dice entonces la afirmación? De acuerdo con la determinación que hace Nietzsche de la esencia de los valores, incluso aquellos que se ponen desconociendo el origen de los valores tienen que surgir de las posiciones humanas, es decir, de modo tal que el hombre se ponga a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR: la ingenuidad no consiste en que el hombre ponga los valores y actúe como sentido y MEDIDA DEL VALOR. El hombre es ingenuo en la medida en que pone los valores como la “esencia de las cosas” que recae sobre él, sin saber que es él que las pone y que lo que las pone es una voluntad de poder. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

El hombre permanece en la ingenuidad hasta tanto no tome en serio el saber de que sólo él es quien pone los valores, de que los valores sólo pueden ser condiciones, condicionadas por él, de la conservación, aseguramiento y acrecentamiento de su vida. Si se la lee superficialmente, la afirmación lleva a la opinión de que — contraponiéndose al proceder de la posición de valores ingenua, que traslada a las cosas mismas los valores humanos de cada caso y humaniza así todo ente — Nietzsche exigiría una experiencia y una determinación del ente en las que se evitara toda humanización. Pero precisamente esta interpretación de la afirmación sería errónea, puesto que la falta de la ingenuidad no está en la humanización de las cosas sino en que la humanización no es llevada a cabo conscientemente. La ingenuidad es en sí misma una falta de voluntad de poder, ya que se le escapa el conocimiento de que la posición del mundo a imagen del hombre y por parte del hombre es el único modo verdadero de interpretar el mundo y por lo tanto, aquél hacia el que finalmente tiene que ir la metafísica de modo decidido y sin prevenciones. Los valores supremos válidos hasta el momento han podido alcanzar su rango y validez porque el hombre se puso a sí mismo como sentido y MEDIDA DEL VALOR de las cosas, pero no lo hizo de modo consciente sino que, en lugar de ello, se quedó en la opinión de que lo puesto por él era un regalo de las cosas que éstas le brindaban por sí mismas. En la posición ingenua de valores impera esencialmente, como en toda posición de valores, la voluntad de poder. Pero la voluntad de poder es aquí aún impotencia de poder. El poder todavía no ejerce aquí el poder como algo expresamente sabido y que se tiene a sí mismo en su poder. Heideggeriana: NiilismoEuropeu