Claro que para eso también es necesario librarse de las representaciones ingenuas que se suelen tener del materialismo, así como de las críticas baratas que se le suelen echar en cara. La esencia del materialismo no consiste en la afirmación de que todo es materia, sino, más bien, en una determinación metafísica según la cual todo ente aparece como material de trabajo. La concepción metafísica moderna de la esencia del trabajo ha sido pensada ya con antelación en la Fenomenología del espíritu de Hegel como el proceso que se dispone a sí mismo de la producción incondicionada, es decir, como objetivación de lo efectivamente real por parte del hombre, experimentado éste como subjetividad. La esencia del materialismo se oculta en la esencia de la técnica, sobre la que ciertamente se escribe mucho, pero se piensa poco. En su esencia, la técnica es un destino, dentro de la historia del ser, de esa verdad del ser que reside en el olvido. En efecto, dicha técnica no sólo procede etimológicamente de la techne griega, sino que también procede desde el punto de vista histórico esencial de la techne comprendida como uno de los modos de la aletheuein, esto es, del hacer que se manifieste lo ente. En cuanto figura de la verdad, la técnica se funda en la historia de la metafísica. Y esta misma es una fase destacada, y hasta ahora la única abarcable, de la historia del ser. Podemos adoptar distintas posturas en relación con las doctrinas del comunismo y su fundamentación, pero lo que no cambia desde el punto de vista de la historia del ser es que en él se expresa una experiencia elemental de lo que es historia universal. El que entienda el “comunismo” solamente como un “partido” o como una “concepción del mundo” piensa tan cortamente como los que bajo el título de “americanismo” sólo entienden, y encima de modo despectivo, un particular estilo de vida. El peligro hacia el que se ve empujada Europa cada vez de modo más visible consiste probablemente en que, sobre todo, su pensar – que antaño fuera su grandeza – queda relegado por detrás del curso esencial del incipiente destino mundial, el cual, sin embargo, sigue estando determinado de modo europeo en lo que respecta a los rasgos fundamentales del origen de su esencia. Ninguna metafísica, ya sea idealista, materialista o cristiana, puede, según su esencia, y de ningún modo recurriendo solamente a los esfuerzos por desplegarse, re-tener y recuperar todavía el destino, es decir, alcanzar y recoger con su pensamiento lo que, en un sentido pleno del ser, es ahora. Heideggeriana: CartaH
¿Pero qué quiere decir aquí “esencia” (Wesen)? De la palabra no rescatamos la idea de “esencialidades” (Wesenheiten). En el término “esencia” percibimos lo esenciante (das Wesende). ¿Cuál es “la esencia” de la metafísica? ¿Cómo esencia (west)? ¿Cómo impera en ella la referencia al ser? Ésta es la pregunta. Nuestro intento de responderla en el entorno de la meditación sobre la metafísica de Nietzsche resulta necesariamente insuficiente. Por otra parte, en la medida en que nuestro pensamiento proviene de la metafísica, queda siempre prendido de lo cuestionable. No obstante, tenemos que arriesgar algunos pasos. Nos atenemos a la pregunta que enunció Aristóteles como permanente pregunta del pensar: ¿qué es el ente? Toda pregunta, en cuanto pregunta, delimita el alcance y el tipo de la respuesta que en ella se pretende. Con ello delimita al mismo tiempo el ámbito de las posibilidades de responderla. Para pensar de modo suficiente la pregunta de la metafísica es necesario en primer lugar pensarla como pregunta, y no pensar en las respuestas que se le han dado en el curso de la historia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoSer
Tal rechazo supondría, sin embargo, que la metafísica, de alguna manera, hubiera introducido y admitido en su campo al ser mismo como lo que hay que pensar. ¿Dónde se encuentra, dentro de la historia de la metafísica una admisión tal? En ninguna parte. Por eso falta también toda huella de un rechazo del ser como lo que propiamente hay que pensar. Heideggeriana: NiilismoSer
Pero esta historia de la metafísica en cuanto historia del desocultamiento del ente en cuanto tal, es la historia del ser mismo. La moderna metafísica de la subjetividad es la permisión (Zulassung) del ser mismo que, en el permanecer fuera de su verdad, ocasiona (veranlasst) el dejar fuera (Auslassen) de ese permanecer fuera. Pero la esencia del hombre, que, de modo oculto, es el albergue, perteneciente al ser mismo, del ser en su advenir, resulta tanto más dejada fuera cuanto más esenciantemente (wesender) se preserva este advenir en la forma de la sustracción del ser. Frente a su propia esencia, que permanece en la sustracción junto con el ser mismo, el hombre se vuelve inseguro, sin poder experimentar el origen ni la esencia de esa inseguridad. En su lugar, busca lo primariamente verdadero y consistente en la seguridad de sí mismo. Por eso aspira a un aseguramiento de sí en medio del ente que sea organizable por él mismo, para lo cual investiga al ente respecto de las posibilidades de aseguramiento nuevas y cada vez más fiables que ofrece. De este modo se muestra que, de entre todos los entes, el hombre se ve llevado a la inseguridad de una manera especial. Esto permite suponer que, precisamente en su relación con su esencia, es quien está puesto en juego en mayor grado. Con ello se alumbra la posibilidad de que el ente en cuanto tal pueda esenciar de modo tal que ponga todo en juego: que sea él mismo ese “juego del mundo”. Heideggeriana: NiilismoSer
Pero en el permanecer fuera, que al mismo tiempo permanece encubierto por el dejar fuera de la verdad de ser en la historia de la metafísica, la necesidad queda velada. En el interior del desocultamiento del ente en cuanto tal, desocultamiento como el cual la historia de la metafísica determina el acontecer fundamental, la necesidad del ser no llega a aparecer. El ente es y suscita la apariencia de que el ser es sin la necesidad. Heideggeriana: NiilismoSer
“Nihilismo”, pensado de modo clásico, significa ahora, en cambio, la liberación de los valores anteriores como liberación hacia una transvaloración de todos (esos) valores. La expresión “transvaloración de todos los valores habidos hasta el momento” le sirve a Nietzsche, junto a la palabra conductora “nihilismo”, como el segundo título capital por medio del cual su posición fundamental metafísica se asigna su lugar y su destinación dentro de la historia de la metafísica occidental. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
La necesidad de tener que pensar la esencia del “nihilismo” en conexión con la “transvaloración de todos los valores”, con la “voluntad de poder”, con el “eterno retorno de lo mismo”, con el “superhombre”, ya hace suponer que la esencia del nihilismo posee en sí misma muchos significados, muchos niveles y muchas formas. El término “nihilismo” permite un uso múltiple. Se puede abusar del título “nihilismo” como una ruidosa consigna carente de contenido que tiene a la vez la función de amedrentar, de descalificar y de ocultar al mismo que comete el abuso ocultando su propia falta de pensamiento. Pero también podemos experimentar toda la gravedad de lo que dice este título en el sentido de Nietzsche. Esto significa entonces: pensar la historia de la metafísica occidental como el fundamento de nuestra propia historia, y esto quiere decir como el fundamento de las decisiones futuras. Finalmente, podemos pensar de modo aún más esencial lo que Nietzsche pensaba con este término comprendiendo su “nihilismo clásico” como ese nihilismo cuya “clasicidad” consiste en que, sin saberlo, tiene que oponer una extrema resistencia al saber de su esencia más íntima. El nihilismo clásico se descubre entonces como ese acabamiento del nihilismo en el que éste se considera dispensado de la necesidad de pensar precisamente aquello que constituye su esencia: el nihil, la nada, en cuanto velo de la verdad del ser del ente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Pero si la nada no fuese un ente pero tampoco nunca lo meramente nulo? ¿Y si entonces la pregunta por la esencia de la nada no estuviera aún planteada de modo suficiente con el recurso a aquel “o bien – o bien”? ¿Y si, finalmente, la falta de esta pregunta desplegada por la esencia de la nada fuera el fundamento de que la metafísica occidental tenga que caer en el nihilismo? Entonces, el nihilismo, experimentado y comprendido de manera más originaria y esencial, sería esa historia de la metafísica que conduce hacia una posición metafísica fundamental en la que la nada no sólo no puede sino que ya ni siquiera quiere ser comprendida en su esencia. Nihilismo querría decir entonces: el esencial no pensar en la esencia de la nada. Quizás radique en esto el que el propio Nietzsche se vea obligado a pasar al nihilismo – desde su punto de vista – “acabado”. Puesto que reconoce al nihilismo como movimiento, y sobre todo como movimiento de la historia occidental moderna, pero no es capaz, sin embargo, de pensar la esencia de la nada porque no es capaz de preguntar por ella, Nietzsche tiene que convertirse en el nihilista clásico que expresa la historia que ahora acontece. Nietzsche reconoce y experimenta el nihilismo porque él mismo piensa de modo nihilista. El concepto nietzscheano de nihilismo es él mismo un concepto nihilista. A pesar de todo lo que comprende, no es capaz de reconocer la esencia oculta del nihilismo porque lo comprende de antemano y exclusivamente desde la idea de valor, como el proceso de desvalorización de los valores supremos. Nietzsche tiene que comprender así el nihilismo porque, manteniéndose en la senda y en el ámbito de la metafísica occidental, piensa a esta última hasta su final. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Nietzsche no interpreta de ninguna manera al nihilismo como proceso de desvalorización de los valores supremos porque la idea de valor desempeñe un papel importante en su formación, en sus posiciones y opiniones “privadas”. La idea de valor desempeña ese papel en el pensamiento de Nietzsche porque Nietzsche piensa de modo metafísico, porque piensa en los cauces de la historia de la metafísica. Pero en la metafísica, es decir en el núcleo de la filosofía occidental, la idea de valor no ha alcanzado su preeminencia de una manera casual. En la idea de valor se oculta un concepto de ser que contiene una interpretación del ente en cuanto tal en su totalidad. En la idea de valor, la esencia del ser se piensa – sin saberlo – en un respecto determinado y necesario: en su inesencia (Unwesen). Es lo que se tratará de mostrar en las reflexiones siguientes. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Lo segundo que será ante todo necesario para dilucidar la proposición final de la sección A es señalar el modo en que Nietzsche nombra aquí, a modo de resumen, las tres categorías de acuerdo con las cuales ha sido interpretado el ente en su totalidad. En lugar de “sentido” dice ahora “fin”, en lugar de “totalidad” y “sistematización” dice “unidad”, y, lo que es lo más decisivo, en lugar de “verdad” y “mundo verdadero” dice aquí directamente “ser”. Todo esto, nuevamente, sin ningún tipo de explicación. En realidad, no debemos asombrarnos por la falta de explicación de los conceptos y nombres que aquí se utilizan. Lo que tenemos ante nosotros en este fragmento, en forma de una nota, no es una sección de un libro destinado al “público”, ni menos aún una sección de un tratado, sino el monólogo de un pensador. En él no habla con su “yo” ni con su “persona”, habla con el ser del ente en su totalidad y desde el ámbito de lo ya previamente dicho en la historia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Para abarcar el alcance de estas preguntas tenemos que reflexionar acerca de qué significa el dominio del pensamiento del valor en la metafísica. Éste conduce, en primer lugar, a que Nietzsche conciba la tarea de la metafísica futura como transvaloración de los valores. El dominio del pensamiento del valor al mismo tiempo da por supuesto, sin más comentario ni fundamentación, como algo obvio, que toda la metafísica anterior, la que precede históricamente a la metafísica de la voluntad de poder, es también, aunque de modo implícito, una metafísica de la voluntad de poder. Nietzsche concibe la totalidad de la filosofía occidental como un pensar en términos de valor y un contar con valores, como instauradora de valores. El ser, la entidad del ente, es interpretada como voluntad de poder. De improviso y como algo evidente para cualquiera, la historia de la metafísica aparece en todos los escritos y notas de Nietzsche a la luz del pensamiento del valor. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Estamos tentados de pasar simplemente por alto este hecho o de catalogar esta interpretación de la historia de la metafísica como la visión historiográfica de la historia de la filosofía que le resultaba más cercana. Estaríamos entonces sólo ante una visión historiográfica junto a otras. Así, en el curso de los siglos XIX y XX la historiografía erudita se ha representado la historia de la filosofía a veces desde el horizonte de la filosofía de Kant o de la filosofía de Hegel, a veces desde el de la Edad Media, aunque con mayor frecuencia, por cierto, desde un horizonte que, gracias a la mezcla de las más diversas doctrinas filosóficas, aparenta una amplitud y una validez universal por la que todos los enigmas desaparecen de la historia del pensamiento. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Pero el hecho de que Nietzsche interprete la historia de la metafísica desde el horizonte de la voluntad de poder surge de su pensamiento metafísico y no es de ninguna manera un posterior agregado historiográfico de sus propias “opiniones” a las doctrinas de los pensadores anteriores. Al contrario, la metafísica de la voluntad de poder, en cuanto toma de posición transvaloradora respecto de la metafísica habida hasta el momento, determina a ésta de antemano en el sentido de la valoración y del pensamiento del valor. Toda confrontación se mueve sobre la base de la interpretación ya decidida, sustraída a toda discusión. La metafísica de la voluntad de poder no se agota en poner nuevos valores frente a los válidos hasta el momento. Hace que todo lo que haya sido pensado y dicho hasta entonces sobre el ente en cuanto tal en su totalidad aparezca a la luz del pensamiento del valor. En efecto, incluso la esencia de la historia es determinada de modo nuevo por la metafísica de la voluntad de poder, lo que reconocemos por la doctrina nietzscheana del eterno retorno de lo mismo y su íntima conexión con la voluntad de poder. El tipo de historiografía que se da en cada momento es siempre sólo la consecuencia de una determinación esencial de la historia ya establecida. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Por eso Nietzsche habla – como si fuera la cosa más obvia del mundo – de unidad, totalidad, verdad, como “valores supremos”. Que éstos sean “valores” no es simplemente una interpretación agregada por Nietzsche ulteriormente. Es el paso primero y decisivo de la “transvaloración” misma. En efecto, si se piensa bien, la transvaloración llevada a cabo por Nietzsche no consiste en que ponga nuevos valores en lugar de los valores supremos válidos hasta el momento, sino en que concibe ya a “ser”, “fin” y “verdad” como valores y sólo como valores. La “trans-valoración” de Nietzsche es en el fondo el repensar en términos de valor todas las determinaciones del ente. En el fragmento n. 12, al “fin”, la “unidad”, la “totalidad”, la “verdad”, el “ser”, los llama también “categorías de la razón”. Efectivamente lo son para Kant y Fichte, para Schelling y Hegel. También para Aristóteles, y para él en primer lugar, las determinaciones del ente en cuanto tal son categorías, aunque no “categorías de la razón”, suponiendo que se comprenda aquí “razón” como esencia de la subjetividad, tal como ocurre en Kant y en el idealismo alemán. Así pues, cuando Nietzsche trata de las determinaciones del ente y las comprende como “valores cosmológicos”, se está expresando allí la interpretación metafísico-moderna de las determinaciones de ser del ente como categorías de la razón. Pero esa interpretación moderna es transformada a su vez por Nietzsche, de manera tal que ahora las categorías de la razón aparecen como valores supremos. Esta interpretación de las determinaciones de ser del ente, que surge en la época más reciente y en la última metafísica, es retrotraída a la filosofía griega, ya que toda la historia de la metafísica occidental aparece como historia de las posiciones de valores. Las posiciones metafísicas fundamentales anteriores no llegan a la palabra con la verdad que les es propia. Hablan el lenguaje de la filosofía de la voluntad de poder entendida como posición de valores. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Pero hay en general algo así como una consideración de la historia que no sea unilateral, una consideración que la abarque por todos sus lados? ¿No tiene cada presente que ver e interpretar el pasado desde su círculo visual? ¿No se vuelve “más vivo” su conocimiento historiográfico cuanto más decididamente asume su función directiva el respectivo círculo visual del respectivo presente? El propio Nietzsche, en una de sus obras tempranas, en la segunda de sus Consideraciones intempestivas, bajo el título “De la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida”, ¿no ha exigido acaso y fundamentado con la mayor insistencia que la historiografía debe servir a la vida, y que sólo puede hacerlo si previamente se libera de la ilusión de una pretendida “objetividad en sí” historiográfica? Si esto es así, nuestra indicación de que Nietzsche interpreta la historia de la metafísica desde su propio planteamiento como una historia de la posición de valores difícilmente puede servir de objeción y reparo, ya que no hace más que confirmar la autenticidad de su pensar histórico. Podría ser, incluso, que con la interpretación nietzscheana de la metafísica desde el pensamiento del valor se “comprendiera mejor” a la metafísica anterior de lo que ella misma podía comprenderse, en la medida en que sólo esa interpretación le concedería la palabra para decir lo que había querido pero aún no había podido decir. Si fuera así, la concepción de Nietzsche de las categorías y de las categorías de la razón como valores supremos y en general, como “valores” no sería una deformación de la realidad histórica sino más bien la liberación de los valores metafísicos anteriores hacia su auténtico contenido creativo o, por lo menos, un enriquecimiento del mismo. Si, además, el fundamento de la concepción nietzscheana de toda metafísica, la interpretación del ente en su totalidad como voluntad de poder, se moviera totalmente en los cauces del pensamiento metafísico anterior y llevara a su acabamiento su pensamiento fundamental, entonces la “imagen de la historia” de Nietzsche estaría en todo aspecto justificada y se mostraría como la única posible y necesaria. Pero en ese caso no habría ya ninguna escapatoria ante la tesis de que la historia del pensar occidental se desarrolla como una desvalorización de los valores supremos y que, de acuerdo con este volverse nulos de los valores y con la caducidad de los fines, es y tiene que volverse “nihilismo”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Pero para que la historia de la metafísica tal como aún tiene que experimentarse se distinga de modo recto de la concepción de Nietzsche, previamente, sobre la base de lo dicho hasta ahora, tenemos que poner ante los ojos en una forma clara la interpretación nietzscheana de la historia de la metafísica. Hasta ahora sólo sabemos lo siguiente: para Nietzsche las posiciones de valor tienen su fundamento y su necesidad en la voluntad de poder. Por lo tanto, según la opinión de Nietzsche, también una determinada voluntad de poder ha sido determinante para la primera instauración de los valores supremos válidos hasta el momento, es decir para el comienzo de la metafísica. La primera postulación de los valores supremos tiene su peculiaridad en que, según Nietzsche, los valores “fin”, “unidad”, “verdad” fueron “proyectados” de manera errónea ” en la esencia de las cosas”. ¿Cómo se llegó a esa proyección? En el sentido de la interpretación nietzscheana de la historia, esta pregunta reza así: ¿Qué forma de la voluntad de poder operaba aquí? Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Por qué citamos esta nota precisamente ahora, se verá apenas hayamos aclarado nuevamente la marcha de nuestro preguntar. Se trata, frente a lo que Nietzsche deja ver como historia de la metafísica, de lanzar una mirada más originaria hacia ella. Con este propósito tenía que aclararse mejor, en primer lugar, la exposición y la concepción nietzscheana de la metafísica Es una concepción “moral”. “Moral” quiere decir aquí: sistema de las estimaciones de valor. Toda interpretación del mundo, ya sea ingenua o llevada a cabo por medio del cálculo, es una posición de valores y con ello un formar y configurar el mundo a imagen del hombre. Sobre todo la posición de valores que se toma en serio el conocimiento del origen humano de los valores y lleva a su acabamiento el nihilismo tiene que comprender y querer expresamente al hombre como legislador. Tiene que buscar lo verdadero y real en la incondicionada humanización de todo ente. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Por eso, apartaremos ahora provisoriamente nuestra mirada del pensamiento del valor y reflexionaremos sobre la relación del hombre con el ente en cuanto tal en su totalidad, sobre el modo en que ha sido determinada esa relación en la historia de la metafísica Llegamos así a una esfera de preguntas que, si bien nos resultan sugeridas por la metafísica propia de Nietzsche y por su interpretación de la metafísica anterior, al mismo tiempo remiten, sin embargo, a ámbitos más originarios. Éstos también le son conocidos a la metafísica precedente. Suena así casi como un lugar común si aludimos, por ejemplo, a que la metafísica de la época moderna se caracteriza por el papel especial que desempeña en ella el “sujeto” humano y la apelación a la subjetividad del hombre. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Esta opinión podría admitir también que las tres doctrinas, provenientes de la época griega, del comienzo de la modernidad y de nuestro presente respectivamente, señalarían de una manera confusa el hecho de que en épocas totalmente diferentes y en diversas situaciones históricas siempre vuelve a surgir, y cada vez con más fuerza, la doctrina según la cual todo ente es lo que es sólo sobre la base de una humanización por parte del hombre. Esta opinión podría por último preguntarse: ¿por qué la metafísica no ha de afirmar por fin sin reparos el incondicionado papel de dominador del hombre, hacer de él el principio definitivo de toda interpretación del mundo y poner un fin a todas las recaídas en ingenuas visiones del mundo? Si esto ocurre con razón y en el sentido de toda metafísica, el “antropomorfismo” de Nietzsche no hace más que expresar sin tapujos, como verdad, lo que en la historia de la metafísica ya ha sido pensado y exigido en épocas tempranas, y posteriormente de modo recurrente, como principio de todo pensar. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Más esencial parece ser otro reparo que opone Nietzsche a la proposición, un reparo que, sin embargo, también se basa en el prejuicio de que se trata de un silogismo. Pero si prescindimos de este insostenible prejuicio, se muestra que Nietzsche toca, no obstante, algo esencial. A pesar de ello, su confrontación con Descartes sigue siendo confusa en lo decisivo, puesto que, allí donde sus reparos podrían adquirir peso si fueran pensados de modo suficiente, se vuelven precisamente en contra del propio Nietzsche. De antemano cabe presumir que, en el punto propiamente decisivo, Nietzsche ve la posición fundamental de Descartes desde la suya propia, que la interpreta desde la voluntad de poder, es decir, de acuerdo con lo visto antes, la “computa psicológicamente”. Por eso, no hay que asombrarse si, ante la interpretación psicológica de una posición fundamental que ya es en sí misma “subjetiva”, caemos en un confuso conjunto de tomas de posición que a primera vista no resulta fácilmente aclarable. Sin embargo, tenemos que intentarlo, porque todo depende de que se comprenda la filosofa de Nietzsche como metafísica es decir, en el contexto esencial de la historia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Por eso, en este lugar, después de recapitular las comparaciones entre Protágoras y Descartes por un lado, y entre Descartes y Nietzsche por otro, hay que hacer referencia de manera anticipada al fundamento esencial de la historicidad de la historia de la metafísica, en cuanto historicidad de una historia de la verdad del ser. Esta referencia permitirá, al mismo tiempo, aclarar una distinción de la que ya se ha hecho uso en varias ocasiones: la distinción entre la subjetividad condicionada y la subjetividad incondicionada. Esta distinción es requerida, además, por la proposición que ha sido formulada más bien sólo como una afirmación: la metafísica de Nietzsche es, en cuanto acabamiento de la metafísica moderna, al mismo tiempo, el acabamiento de la metafísica occidental en general, y con ello – en un sentido rectamente entendido – el final de la metafísica en cuanto tal. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Para comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica y delimitar su lugar en la historia de la metafísica, no basta con explicar historiográficamente como “metafísicos” algunos de sus conceptos fundamentales. Debemos comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica de la subjetividad. También respecto de este título, “metafísica de la subjetividad”, vale lo que se dijo sobre la expresión “metafísica de la voluntad de poder”. El genitivo tiene el doble sentido de genitivus subiectivus y genitivus obiectivus, expresiones en las que las denominaciones subiectivus y obiectivus tienen y adquieren un significado fuerte y estricto. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
En cada una de estas figuras de la subjetividad incondicionada la esencia del hombre se integra en un papel diferente. De modo general y permanente, la esencia del hombre está fijada a lo largo de la historia de la metafísica como animal rationale. En la metafísica de Hegel, la rationalitas, entendida de modo especulativo-dialéctico, se vuelve determinante para la subjetividad; en la metafísica de Nietzsche, la animalitas (animalidad) se convierte en hilo conductor. Consideradas en su unidad histórico-esencial, ambas llevan la rationalitas y la animalitas a una validez incondicionada. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Queda por decidir, sin embargo, la cuestión de si, y cómo, todas las posibilidades esenciales de la metafísica son abarcables de manera concluyente. ¿No podrían acaso quedar reservadas para el futuro posibilidades de la metafísica de las que nosotros no tenemos ninguna idea? En efecto, no estamos nunca “por encima” de la historia, y menos que nada “por encima” de la historia de la metafísica, si es cierto que es el fundamento esencial de toda historia. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
De acuerdo con su significado real, este título no mienta otra cosa que el saber del ser del ente, ser que se distingue por la aprioridad y que ha sido comprendido por Platón como idea. Con la interpretación platónica del ser como idea comienza, por lo tanto, la metafísica. Ésta marca, en lo sucesivo, la esencia de la filosofía occidental. Su historia es, desde Platón hasta Nietzsche, historia de la metafísica. Y puesto que la metafísica comienza con la interpretación del ser como “idea” y esta interpretación continúa siendo determinante, toda filosofía es, desde Platón, “idealismo”, en el sentido univoco de la palabra según el cual el ser se busca en la idea, en lo que tiene el carácter de idea y en lo ideal. Por lo tanto, visto desde el fundador de la metafísica, puede decirse: toda filosofía occidental es platonismo. metafísica, idealismo, platonismo, significan, en esencia, lo mismo. Siguen siendo determinantes incluso cuando se imponen contramovimientos e inversiones. En la historia de Occidente, Platón se convierte en el prototipo del filósofo. Nietzsche no sólo ha designado a su filosofía como inversión del platonismo. El pensamiento de Nietzsche era y es en todas partes un único y con frecuencia discrepante diálogo con Platón. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Pero Tucídides, el pensador de la historia, no era capaz, sin embargo, de superar el platonismo que impera en el fondo del pensamiento nietzscheano. Puesto que la filosofía de Nietzsche es metafísica y toda metafísica es platonismo, en el final de la metafísica el ser tiene que ser pensado como valor, es decir, computado como una condición meramente condicionada del ente. La interpretación metafísica del ser como valor está prefigurada por el comienzo de la metafísica. En efecto, Platón concibió el ser como idea; pero la más elevada de las ideas – y esto quiere decir, al mismo tiempo, la esencia de todas – es lo agathon, pensado en griego, aquello que vuelve apto, aquello que habilita y posibilita al ente para ser ente. Ser tiene el carácter de posibilitar, es condición de posibilidad. Ser es, para decirlo con Nietzsche, un valor. ¿O sea que Platón ha sido el primero en pensar en términos de valor? Esta opinión sería precipitada. La concepción platónica del agathon se diferencia tan esencialmente del concepto nietzscheano de valor como la concepción griega del hombre de la interpretación moderna de la esencia humana como sujeto. Pero la historia de la metafísica comienza su curso desde la interpretación platónica del ser como idea y agathon, para llegar a la interpretación del ser como voluntad de poder que pone valores y piensa todo como valor. Por eso aún hoy pensamos exclusivamente según “ideas” y “valores”. Por eso el nuevo orden de la metafísica no es sólo entendido sino realizado e instaurado como transvaloración de todos los valores. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Tienen razón, entonces, los que comprenden el agathon de Platón y en general, las “ideas” como valores? De ningún modo. Platón piensa el ser como ousia, como presencia y consistencia y como visualidad, y no como voluntad de poder. Puede resultar tentador equiparar agathon y bonum con valor (cfr. Die Kategorien – und Bedeutungslehre des Duns Scotus,1916). Esta equiparación pasa por alto lo que está entre Platón y Nietzsche, o sea la totalidad de la historia de la metafísica. En la medida en que comprende los valores como condiciones, y más concretamente como condiciones del “ente” en cuanto tal (mejor: de lo real efectivo, de lo que deviene), Nietzsche piensa el ser como entidad a la manera platónica. Pero con ello sigue sin aclararse por qué piensa estas condiciones del ente como “valores”, dando así también una interpretación diferente al carácter “a priori” del ser. Con la interpretación platónica del ser como idea comienza la filosofía como metafísica. Mediante la determinación platónica de la esencia de la ideaen el sentido de lo agathon, el ser y su aprioridad se tornan interpretables como aquello que posibilita, como condición de posibilidad. La prefiguración del pensamiento del valor se lleva a cabo en el comienzo de la metafísica. El pensar en términos de valor lleva a cabo el acabamiento de la metafísica. Pero el pensamiento mismo del valor no le es a Platón menos extraño que la interpretación del hombre como “sujeto”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Vemos que en la historia de la proveniencia del pensamiento del valor la transformación de la idea en perceptio se vuelve decisiva. Sólo mediante la metafísica de la subjetividad se pone en libertad y entra entonces en juego sin trabas el rasgo esencial de la idea – ser lo que posibilita y condiciona – que en un principio estaba aún oculto y retenido. Lo más íntimo de la historia de la metafísica moderna consiste en el proceso por el que el ser adquiere el indiscutido rasgo esencial de ser condición de posibilidad del ente, es decir, en términos modernos, de lo re-presentado, de lo que está enfrentado, de los objetos. El paso decisivo en este proceso lo da la metafísica de Kant. Dentro de la metafísica moderna, constituye el centro, no sólo por la cronología sino desde una perspectiva histórico-esencial, por el modo en que se recoge en ella el comienzo de Descartes y se lo transforma en la confrontación con Leibniz. La posición metafísica fundamental de Kant se expresa en la proposición que el propio Kant determina, en la Crítica de la Razón Pura, como el principio supremo de su fundamentación de la metafísica (A 158, B 197). La proposición dice así: “Las condiciones de posibilidad de la experiencia en general son al mismo tiempo condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Aquí estamos tentados de preguntar: ¿es la subjetividad incondicionada, en el sentido del contar ilimitado, el fundamento de la interpretación de la entidad como voluntad de poder? ¿O, a la inversa, es el proyecto de la entidad como voluntad de poder el fundamento de la posibilidad del dominio de la incondicionada subjetividad del “cuerpo”, sólo mediante el cual se ponen en libertad las auténticas eficiencias de la realidad efectiva? En verdad, esta alternativa no deja de ser insuficiente. Ambas cosas son válidas y ninguna es acertada, incluso las dos juntas no llegan hasta el ámbito de la historia del ser, la cual, en cuanto historicidad propia, proporciona lo que esencia (das Wesende) a toda historia de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
La meditación de la metafísica acerca de la metafísica sería entonces “la metafísica de la metafísica”. De ella habla, en efecto, aquel pensador que ocupa dentro de la historia de la metafísica moderna una posición entre Descartes y Nietzsche que no puede delimitarse con unas pocas palabras. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Desde que Platón interpretó la entidad del ente como idea hasta la época en la que Nietzsche determina el ser como valor, el ser se conserva de modo obvio a través de toda la historia de la metafísica como el a priori con el que se relaciona el hombre en cuanto ser racional. Puesto que la relación con el ser ha desaparecido de cierto modo en la indiferencia, tampoco la distinción de ser y ente puede volverse digna de cuestión para la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Sólo desde este estado de cosas reconocemos el carácter metafísico de la época histórica de hoy. El “hoy” – no contado por el calendario ni por los sucesos de la historia mundial – se determina desde el tiempo más propio de la historia de la metafísica: es la determinación metafísica de la humanidad histórica en la época de la metafísica de Nietzsche. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Pero si el ser tiene una referencia originaria al tiempo, y si la comprensión de ser pertenece originariamente a la esencia del Dasein, a su interna posibilidad, entonces el tiempo tiene que co-determinar esta posibilidad interna; es decir, hay que evidenciar la temporeidad como la constitución fundamental del Dasein, y esto en vista del problema del ser y conducido por éste. Pero a través de esto cambia el concepto mismo de tiempo. De aquí surge una posición fundamental con respecto a la historia de la metafísica en general. Escuchamos antes: ser – el apriori. Si el apriori es un carácter fundamental del ser, y si el apriori es una determinación de tiempo, pero tiempo y ser están interconectados, de modo tal que la comprensión de ser está arraigada en la temporeidad del Dasein, entonces subsiste una conexión interna entre el apriori y la temporeidad, es decir, la constitución de ser del Dasein, la subjetividad del sujeto. Entonces, por ende, no es ningún prejuicio idealista arbitrario, según se proclama hoy gustosamente, el que el problema del apriori, en Platón y Aristóteles, lo mismo que en Descartes, Leibniz, Kant y el idealismo alemán, esté entrelazado de la manera más estrecha con el problema del sujeto, por mucho que la conexión haya sido tan oscura hasta ahora. Heideggeriana: TranscendenciaST
Tenemos que cuidarnos, sin embargo, de malinterpretar esta sentencia en un sentido moderno, gnoseológico, y ver en ella, por ejemplo, la distinción kantiana entre “fenómeno” y “cosa en sí”, falseando además el concepto de “fenómeno” hasta convertirlo en “mera apariencia”. El peso de la antigua sentencia griega descansa, por el contrario, en que lo que se muestra, lo que ofrece una visión, y por lo tanto la visión misma, vale como ente, porque “ente” quiere decir: surgir, phyein. Pero el presenciar que surge es un imperar que presencia, physis. Sólo bajo el poder de esta predeterminación inicial del ente como physis puede entenderse la posterior interpretación griega de la entidad del ente, o sea la interpretación platónica. En efecto, cómo habría de ser la “idea” lo más ente del ente si no estuviera previamente decidido que ser-ente quiere decir: mostrarse que surge y que presencia: ofrecer el aspecto (eidos), la visión (idea) que tiene una “cosa”. dokeonta, “lo que en cada caso se muestra”, no equivale para Heráclito a la opinión meramente subjetiva entendida en sentido moderno, y esto por dos razones: 1) porque dokein significa mostrarse, aparecer, dicho esto desde el ente mismo; 2) porque los primeros pensadores y los griegos en general nada sabían del hombre como un yo-sujeto. Precisamente el que goza de mejor parecer – y esto quiere decir: el más digno de fama – es aquel que tiene la fuerza de prescindir de sí y dirigir la mirada exclusivamente a lo que “es”. Pero esto y precisamente esto es lo que se muestra, la visión y la imagen que se ofrece. El carácter de imagen no consiste en ser algo preparado, como por ejemplo en la copia que reproduce la imagen de algo. El sentido griego de “imagen” – si es que podemos utilizar esta palabra – es el llegar al aparecer, phantasia, y ésta comprendida a su vez como: entrar en la presencia. Con las mutaciones del concepto griego de ser en el curso de la historia de la metafísica se transforma correlativamente el concepto de imagen reinante en occidente. La “imagen”, en la Antigüedad, en la Edad Media y en la Edad Moderna, no sólo se diferencia por su contenido y su nombre, sino por su propia esencia. Heideggeriana: VontadePoder
La fundamentación del privilegio de la vida tiene su fundamento no en una perspectiva biológica particular y aislada de Nietzsche, sino en que éste lleva a su acabamiento la esencia de la metafísica occidental en la vía histórica que le había sido consignada, en que es capaz de llevar a la palabra lo que estaba contenido de manera aún implícita en la esencia inicial del ser como physis y se volvió un pensamiento inevitable en la posterior interpretación del ente en el curso de la historia de la metafísica. Heideggeriana: VontadePoder
En la parte final del n. 507, Nietzsche vuelve a recoger el decisivo contenido que poseía la determinación de la esencia de la verdad hecha al comienzo y lo convierte en un enunciado de principio con el que a la vez traslada expresamente toda la consideración acerca de la esencia de la verdad al centro más interno de la historia de la metafísica: “El mundo verdadero y el mundo aparente”: esta contraposición la reconduzco a relaciones de valor. Hemos proyectado nuestras condiciones de conservación como predicados del ser en general. El hecho de que tengamos que ser estables en nuestras creencias para poder prosperar lo hemos convertido en que el mundo “verdadero” no es un mundo cambiante y en devenir sino un mundo que es.” Heideggeriana: VontadePoder
La respuesta a nuestra pregunta acerca de qué ha ocurrido con la esencia de la verdad después de la abolición del mundo verdadero y el mundo aparente, reza: “Incipit Zaratustra”. Pero para nosotros, esta respuesta es de momento sólo un conglomerado de preguntas. Sólo ahora, con la abolición de la distinción que sustenta a la metafísica occidental, comienza Zaratustra. ¿Quien es “Zaratustra”? Es el pensador cuya figura Nietzsche ha creado por anticipado y tenido que crear porque es el extremo, el extremo dentro de la historia de la metafísica. El “incipit Zaratustra” dice que con el pensar de este pensador se vuelve necesaria y dominante aquella esencia de la verdad que Zaratustra ya ha expresado, “sobre” la cual, en la medida en que ese pensar comienza, ya no está permitido hablar, porque, como consecuencia de esa esencia de la verdad, tiene que actuarse de modo pensante con el “incipit”;pues el “incipit Zaratustra” tiene también otro nombre: “incipit tragoedia” (La gaya ciencia, n. 342). Heideggeriana: VontadePoder
En el curso de pensamiento nietzscheano que conduce a la voluntad de poder no sólo llega a su acabamiento la metafísica de la edad moderna sino la metafísica occidental en su totalidad. Desde un comienzo, la pregunta de esta última reza: ¿qué es el ente? Los griegos determinaron el ser del ente como consistencia del presenciar. Esta determinación del ser permanece inconmovible a lo largo de toda la historia de la metafísica. Heideggeriana: VontadePoder
Si pensamos desde el proyecto conductor de la entidad del ente que sustenta y sobrepasa inicialmente toda la historia de la metafísica, reconoceremos el carácter metafísicamente necesario y definitivo de la doctrina de eterno retorno de lo mismo. La determinación de la conexión de esta doctrina con el pensamiento fundamental de la voluntad de poder hace que la filosofía de Nietzsche aparezca como la eminente posición histórica final de la metafísica occidental. Para un saber tal, ella se coloca a su vez en la necesidad de esa confrontación (Aus-einander-setzung) en la cual y para la cual la metafísica occidental, en cuanto totalidad de una historia acabada, se retrotrae a lo esencialmente sido (Gewesenheit), es decir, a su definitivo carácter futuro. Lo esencialmente sido es la liberación hacia su esencia (Wesen) de lo que aparentemente no es más que pasado, la tra-ducción del inicio, aparentemente hundido de modo definitivo, a su carácter inicial, gracias al cual sobrepasa todo lo que le sigue y es así futuro. Lo pasado que esencia (wesende), la entidad proyectada en cada caso como velada verdad del ser, predomina por encima de todo lo que en el presente, gracias a su eficacia, vale como lo efectivamente real. Heideggeriana: EternoRetorno
¿En qué tiene su fundamento esta distinción y por lo tanto el no impugnado y cada vez más obvio predominio de lo allí distinguido a lo largo de toda la historia de la metafísica? El qué-es (to ti estin) y el que-es (to estin) se superponen en su diferenciación con la distinción que sustenta en todas partes la metafísica y que se consolida por vez primera y al mismo tiempo de modo definitivo – aunque con una capacidad de variar hasta volverse irreconocible en la distinción platónica del ontos on y el me on (cfr. Aristóteles, Met. Z 4, 1030a 17). El ontos on, lo entitativamente, es decir, lo “verdaderamente” ente en el sentido de la aletheia, es el “semblante”, el aspecto presente. En tal presencia (Anwesenheit) esencian (wesen) unidos al mismo tiempo qué es un ente y que es, a saber, en el presente (Gegenwart) del aspecto. El “mundo verdadero” es el mundo de antemano decidido en cuanto a su que-es. En la medida en que, sin embargo, en cuanto “verdadero” se distingue del aparente y éste muestra sólo turbiamente el qué-es y por consiguiente no “es” “verdaderamente”, aunque al mismo tiempo tampoco es nada sino que es un ente, precisamente en el me on aparece el que-es de modo más llamativo, ya que está despojado del puro semblante en el que se muestra el qué-es. Con y en la distinción entre el ontos on y el me on se separan to ti estin y to estin (el ti y el oti). El que-es se vuelve una característica del “éste” respectivo (tode ti) y del ekaton, que al mismo tiempo, sin embargo, hace aparecer en cada caso el qué-es (eidos) y sólo de ese modo determina un que del ser y con ello un ente como ente del caso. La idea se convierte ahora expresamente en eidos en el sentido de la morphe de una hyle, de manera tal que la entidad se traslada al sunolon, sin que se haya eliminado aquella distinción (acerca del sentido griego originario de morphe, fundamentalmente diferente de la distinción de forma y materia, cfr. Aristóteles, Phys. B l). Posteriormente, y especialmente gracias a la interpretación teológica de la concepción bíblica de creación, aparece en múltiples formas (existentia, essentia y el principium individuationis). Heideggeriana: EternoRetorno
Por lo tanto la interpretación de la metafísica de Nietzsche tiene que intentar ante todo, a partir de la citada experiencia fundamental, repensar el pensamiento de Nietzsche como metafísica, es decir, desde los rasgos fundamentales de la historia de la metafísica. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Cuando Hegel en la conclusión del mencionado discurso dice del “universum”, y esto es, para él, a la vez, del absoluto, que no tiene en sí fuerza alguna de resistencia, de afirmar su esencia cerrada, ante el ánimo explorador del conocimiento metafísico, surge entonces la pregunta de por qué le falta al absoluto esta fuerza de resistencia. La respuesta reza: porque el absoluto según su esencia no puede resistirse a la exploración, sino por el contrario se quiere manifestar. Esta voluntad de mostrarse es su esencia. E1 aparecer es la voluntad esencial del espíritu. Desde la mirada a esa voluntad esencial del absoluto está pronunciada aquella frase de Hegel. Esta determinación esencial del absoluto es entonces el supuesto del sistema-Enciclopedia. ¿Pero qué ocurre con este supuesto mismo? ¿Puede el sistema elevar la pretensión de ser absoluto cuando reposa en un supuesto, que él mismo no fundamenta y a saber absolutamente? Hegel ha desarrollado de hecho la fundamentación de esta esencia del absoluto y denunciado este desarrollo en la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. Si el absoluto quiere manifestarse, porque él mismo es voluntad de manifestación, entonces tiene que pertenecer a la esencia del absoluto el manifestarse, es decir, el aparecer. Esencia y aparecer son aquí idénticos. El absoluto es espíritu. El espíritu es lo que se sabe a sí mismo y en tal saber, saber de sí mismo que se quiere, como fundamento esencial de todo ente. El espíritu es el saber absoluto. Mas como a su esencia pertenece el aparecer, el saber absoluto tiene que presentarse (darstellen) como saber que aparece. Sólo así el saber absoluto concede a partir de sí al ánimo del conocimiento humano la posibilidad de estar abierto para este conocimiento y en general en lo conocido de este conocer. Viceversa el conocer humano tiene, en tanto sabe el absoluto, antes que todo llevar a ejecución (Ausführung) el presentarse del saber que aparece. Pero esta ejecución del presentarse del absoluto que aparece sólo puede ser ella misma absoluta, si debe adecuarse al absoluto. Por su parte la ciencia tiene que llevar este absoluto presentarse a absoluta ejecución. Si la “Fenomenología del espíritu” es esta ejecución, entonces la obra con este título ha osado una tarea metafísica como antes nunca necesitó ser planteada ni posteriormente nunca más podía serlo. Por ello esta “obra” es un instante único y en un particular sentido destacado de la historia de la metafísica. Y mentamos con la “obra” no la producción pensante del hombre Hegel, sino la “obra” como acaecimiento de una historia, en medio de la cual y para la cual se exige a toda realización (Vollbringen) humana una propia estabilidad y determinación (la instancia del ser-ahí). Heideggeriana: HegelFenomenologia
De manera introductoria y casi incidentalmente, encubierta en proposiciones subordinadas, Hegel expresa en el primer parágrafo de la “Introducción” lo que sostiene su metafísica: el absoluto está ya en nosotros y quiere estar en nosotros. El conocer es el rayo del absoluto que nos toca, no un propósito que obtenemos “posteriormente” en dirección hacia el absoluto. Desde el auténtico recuerdo de la historia de la metafísica, debiéramos saber que ésta desde Platón y Aristóteles sólo piensa el ente como ente, en tanto a la vez piensa al máximo ente (timietaton on = to theion) y a su vez éste como el fundamento y la causa (arche – aition) de todo ente y con ello del ser. En tanto el ente es pensado como ente (on he on), la metafísica es ontológica. En tanto el ente como ente es pensado desde el máximo ente, la metafísica es teológica. La metafísica es en su esencia ontoteológica. Ello rige no sólo para la metafísica de Platón y para la de Aristóteles o hasta para la metafísica cristiana. También la metafísica moderna es de Descartes a Nietzsche ontoteológica. La fundamentación y evidencia del principio de autocerteza del ego cogito tiene su fundamento en la idea innata substantiae infinitae, es decir, Dei. Cada mónada divisa en una determinada perspectiva el universo y con él la mónada central de Dios. Toda razón del hombre, como relación fundamental de su esencia con el ente, está determinada según Kant por los postulados de la razón práctica, en los que está planteada la existencia del máximo bien como de lo incondicionado. Y el ser como “voluntad de poder” es también según Nietzsche sólo posible sobre el fundamento de lo incondicionado, que él sólo puede expresar todavía como “el eterno retorno de lo igual”. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Se traduce to agathón mediante la expresión aparentemente inteligible de “el bien”. Se piensa en ella generalmente el “bien moral”, llamado así porque es conforme a la ley moral, interpretación ésta que es ajena al pensar griego, por más que Platón, al interpretar el agathón como idea, haya dado la base para pensar “el bien” como “bien moral” y, finalmente, registrarlo erróneamente como un “valor”. El concepto de valor que prospera en el siglo XIX como intrínseca consecuencia de la moderna concepción de la “verdad” es el más tardío y a la vez el más endeble retoño del agathón. En tanto “el valor” y la interpretación en base a los “valores” sustentan la metafísica de Nietzsche, y esto en la forma incondicionada de una “transvaluación de todos los “valores”, es también Nietzsche, en virtud de que para él todo saber procede del origen metafísico del “valor”, el platónico más desenfrenado en la historia de la metafísica occidental. Vale decir, en tanto él concibe el valor como la condición puesta por la “vida misma” para la posibilitación de la “vida”, Nietzsche ha asido la esencia del agathón, más libre de prejuicios que los que corren detrás de esa deformidad absurda de los “valores válidos en sí”. Heideggeriana: PDT
El pensar de Platón se conforma a la mutación de la esencia de la verdad, mutación que luego se convierte en historia de la metafísica, la cual por último en el pensar nietzscheano inicia su incondicionado acabamiento. La doctrina de Platón sobre la verdad no es, por consiguiente, algo que pertenece al pasado; ella es históricamente “actual”, mas no sólo como un trozo doctrinario cuya “repercusión” es objeto de comentario histórico, ni como resurrección, ni tampoco como imitación de la Antigüedad, ni como mera preservación de lo que se ha recibido. La actualidad de aquella mutación de la esencia de la verdad proviene de ser ella la realidad dominante fundamental, afianzada hace largo tiempo y aun no desplazada, de la historia universal planetaria que se desarrolla en su más reciente modernidad. Heideggeriana: PDT
La siguiente explicación intenta orientar hacia ese lugar desde el que, tal vez, podrá plantearse un día la pregunta por la esencia del nihilismo. La explicación tiene su raíz en un pensamiento que comienza a ganar claridad por primera vez en lo tocante a la posición fundamental de Nietzsche dentro de la historia de la metafísica occidental. La indicación ilumina un estadio de la metafísica occidental que, presumiblemente, es su estadio final, porque en la medida en que con Nietzsche la metafísica se ha privado hasta cierto punto a sí misma de su propia posición esencial, ya no se divisan otras posibilidades para ella. Tras la inversión efectuada por Nietzsche, a la metafísica solo le queda pervertirse y desnaturalizarse. Lo suprasensible se convierte en un producto de lo sensible carente de toda consistencia. Pero, al rebajar de este modo a su opuesto, lo sensible niega su propia esencial la destitución de lo suprasensible también elimina a lo meramente sensible y, con ello, a la diferencia entre ambos. La destitución de los suprasensible termina en un “ni esto… ni aquello” en relación con la distinción entre lo sensible (aistheton) y lo no-sensible (noeton). La destitución aboca en lo sin-sentido. Pero aún así, sigue siendo el presupuesto impensado e inevitable de los ciegos intentos por escapar a lo carente de sentido por medio de una mera aportación de sentido. Heideggeriana: NietzscheDeus
Lo que acabamos de explicar sobre la voluntad de poder y su manera de ser conocida es ciertamente esclarecedor, pero, por así decir, pasa de largo ante lo que piensa Nietzsche con la fórmula “voluntad de poder” y cómo lo piensa. El título “voluntad de poder” nombra una palabra fundamental de la filosofía definitiva de Nietzsche. Por eso, se la puede llamar metafísica de la voluntad de poder. Nunca comprenderemos lo que significa voluntad de poder, en el sentido de Nietzsche, basándonos en alguna representación popular acerca del querer y el poder, sino sólo siguiendo el camino de una meditación sobre el pensamiento metafísico, es decir, al mismo tiempo sobre el conjunto de la historia de la metafísica occidental. Heideggeriana: NietzscheDeus
La conservación del grado de poder alcanzado por la voluntad en cada ocasión consiste en que la voluntad se rodea de un círculo al que puede recurrir en todo momento y con toda confianza para afianzar su seguridad. Este círculo delimita las existencias de presencia (de ousia, según el significado cotidiano de la palabra entre los griegos) disponibles inmediatamente para la voluntad. Estas existencias sin embargo sólo se convierten en algo permanente y estable esto es en algo que está siempre a disposición, cuando se las establece por medio de un poner. Este poner tiene la naturaleza de un producir que pone algo delante, que representa Lo que se torna estable de esta manera es lo que permanece. Nietzsche llama a eso estable, fiel a la esencia del ser que reina en la historia de la metafísica (ser = presencia constante), “lo ente”. Mostrándose fiel al lenguaje del pensar metafísico una vez más, a menudo nombra a eso estable “el ser”. Desde el inicio del pensamiento occidental, lo ente pasa por ser lo verdadero y la verdad, aunque el sentido de ‘ente’ y ‘verdadero’ se han transformado en múltiples ocasiones. A pesar de todas las inversiones y transvaloraciones que lleva a cabo, Nietzsche no se sale una vía nunca rota de las tradiciones metafísicas cuando llama simplemente ser, ente o verdad a eso que se ha fijado dentro de la voluntad de poder a fin de asegurar su conservación. De acuerdo con esto, la verdad es una condición dispuesta en la esencia de la voluntad de poder, concretamente la de la conservación de poder. La verdad es, en cuanto tal condición, un valor. Pero como la voluntad sólo puede querer si dispone de algo estable, la verdad es el valor necesario para la voluntad de poder que parte de la esencia de dicha voluntad de poder. El nombre verdad no significa ahora ni el desocultamíento de lo ente, ni la coincidencia de un conocimiento con su objeto, ni la certeza que se ocupa de disponer y asegurar lo representado. Verdad es ahora – concretamente teniendo presente un origen esencial histórico a partir de los modos citados de su esencia -, el estable aseguramiento de las existencias del círculo a partir del que la voluntad de poder se quiere a sí misma. Heideggeriana: NietzscheDeus
La devastación de la tierra empieza como proceso querido, pero que en su esencia no es sabido ni se puede saber, un proceso que se da en el tiempo en el que la esencia de la verdad se cerca como certeza en la que lo primero que se asegura a sí mismo es el representar y el producir del hombre. Hegel concibe este momento de la historia de la Metafísica como aquel en el que la absoluta autoconciencia se convierte en principio del pensar. Heideggeriana: SM
Del mismo modo que en el primer nombre metafísico del ser se anuncia una oculta esencia del tiempo, igualmente, pues, en el último: “el eterno retorno de lo idéntico”. (Hace referencia a la historia de la metafísica que va desde Anaximandro hasta Nietzsche. Trad.). La historia del ser está dominada en la época. dé la metafísica por, una impensada esencia del tiempo. Este tiempo no se halla en segundo término del espacio, pero tampoco está ordenado a él. ” Heideggeriana: EWM
¿Quién es el Zaratustra de Nietzsche? Esto pregunta ahora: ¿quién es este maestro? ¿Quién es esta figura que en el estadio del acabamiento de la Metafísica aparece dentro de los límites de ella? En la historia de la Metafísica occidental en ninguna parte como aquí se poetiza o, digámoslo de un modo más adecuado, y literalmente, se ex-cogita (se consigue con el pensar) la figura esencial del pensador de cada momento; en ninguna parte excepto en los comienzos del pensar occidental, en Parménides, Y aquí sólo en perfiles velados. Heideggeriana: NietzscheZaratustra
Lo único que interesa ahora a nuestro propósito es contemplar la posibilidad de pensar la diferencia en su calidad de resolución, de un modo tal, que se vuelva más claro hasta qué punto la constitución onto-teológica de la metafísica tiene el origen de su esencia en esa resolución que inicia la historia de la metafísica y que reina en todas sus épocas, pero que siempre permanece encubierta en tanto que resolución, y con ello, olvidada dentro de un olvido que todavía se sigue substrayendo a sí mismo. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957
Una de las clásicas pruebas de este estado de cosas, en el ámbito de la historia de la metafísica, se encuentra en un texto de Leibniz que ha pasado prácticamente desapercibido y que llamaremos para abreviar Las 24 tesis de la metafísica (Gerh. Phil., VII, pp. 289 ss.; compárese con El principio del fundamento, 1957, pp. 51 y ss.). Heideggeriana: OntoTeoLogia1957
En este seminario fue menester dar por supuesto el conocimiento y la experiencia de la historia de la metafísica, pues no se disponía de la oportunidad de hacer referencia explícita de los nexos históricos ni de las posiciones metafísicas particulares. La única excepción fue Hegel, al que se trató con detención y propiedad, y ello por el hecho, digno de nota, de que, cada vez más y de las más distintas maneras, el pensar de Heidegger ha sido comparado con el hegeliano. Aun cuando Hegel se encuentra en cierta manera más alejado, según la cosa, de la empresa heideggeriana que toda otra posición metafísica, se nos impone casi irresistiblemente, sin embargo, la apariencia de una identidad, y por ende la posibilidad de comparar ambas posiciones. ¿En qué medida? ¿Qué significa el despliegue especulativo del ser (qua “objeto”) en el ser (qua “concepto”)? ¿Cómo se mantiene aquí el “ser” como “presencia”? ¿Por qué guarda con él correspondencia el “pensamiento” como dialéctica especulativa? Así pues, al dirigir retrospectivamente nuestra mirada a la dilucidación hegeliana del ser con la intención de ver más claro el camino propio de Heidegger y de comprender el pensar de éste, se hace perentorio trazar una línea de demarcación respecto de Hegel que no se limite a negar que ambos pensamientos son semejantes, sino que busque alumbrar la razón de que así nos lo parezca. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer
En esta sesión fue nuevamente abordado el discurso, iniciado en una sesión anterior, en torno a modelos ónticos – por ejemplo, el ofrecer, el don, etc., como procesos ónticos en el tiempo-. Un pensar que piensa en modelos no debe ser inmediatamente caracterizado por ello como un pensar técnico, porque no hay que entender aquí modelo en el sentido técnico, como réplica o proyecto de algo a escala reducida. Modelo es más bien aquello de lo cual el pensar ha necesariamente menester de desembarazarse como de una presuposición natural, de manera tal que este “aquello de lo cual” sea a la par el “aquello mediante lo cual” se desembaraza. En la necesidad de usar modelos, el pensar coincide con el lenguaje. El lenguaje del pensar sólo puede partir del lenguaje natural. Pero éste está, en el fondo, determinado por la historia de la metafísica. En él está ya dada de antemano – al modo de lo evidente de suyo – una interpretación. Desde esta perspectiva, sólo se da para el pensar la posibilidad de buscar modelos a utilizar y consumar así el tránsito a lo especulativo. Como ejemplos de contenidos temáticos pensados a partir de modelos se nombraron: 1) la proposición especulativa en Hegel, que es desarrollada tomando por modelo la proposición ordinaria y ciertamente de manera que ésta libra el modelo a utilizar para la proposición especulativa; 2) el modo de movimiento del noein, tal y como es dilucidado en Las Leyes de Platón, a saber, tomando por modelo el automovimiento de los seres vivos. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer
SPIEGEL: Bien. Pero ahora se plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de necesidades inevitables, o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos? HEIDEGGER: Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no “estiremos la pata”, sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente. SPIEGEL: ¿Hay una relación entre su pensamiento y la venida de ese dios? ¿Hay entre ellos, a su juicio, una relación causal? ¿Cree Vd. que podemos traer al dios con el pensamiento? HEIDEGGER: No podemos traerlo con el pensamiento, lo más que podemos es preparar la disposición para esperarlo. SPIEGEL: Pero, ¿podemos ayudar a ello? HEIDEGGER: Preparar esa disposición sería la primera ayuda. El mundo no es lo que es y como es por el hombre, pero tampoco puede serlo sin él. Esto guarda relación, en mi opinión, con que lo que yo denomino “el ser” – usando una palabra que viene de muy antiguo, equívoca y hoy ya gastada – necesita del hombre, que el ser no es ser sin que el hombre le sea necesario para su manifestación, salvaguardia y configuración. La esencia de la técnica la veo en lo que denomino la “im-posición” (Ge-stell). Este nombre, malentendido con facilidad por los primeros oyentes, remite lo que dice, rectamente entendido, a la más íntima historia de la metafísica, que aún hoy determina nuestra existencia. El imperio de la “im-posición” significa: el hombre está colocado, requerido y provocado por un poder, que se manifiesta en la esencia de la técnica. Precisamente en la experiencia de que el hombre está colocado por algo, que no es él mismo y que no domina, se le muestra la posibilidad de comprender que el hombre es necesitado por el ser. En lo que constituye lo más propio de la técnica moderna se oculta justamente la posibilidad de experimentar el ser necesitado y el estar dispuesto para estas nuevas posibilidades. Ayudar a comprender esto: el pensamiento no puede hacer más. La filosofía ha llegado a su fin. Heideggeriana: DerSpiegel
En la historia de la metafísica, una serie de respuestas es dada a esta cuestión. Por ejemplo: energeia. Observamos aquí que la respuesta aristotélica a la pregunta “¿qué es el ente en cuanto ente?” es energeia y no hypokeimenon. En efecto, el hypokeimenon es la interpretación del ente, no del ser. Más concretamente, hypokeimenon