figuras de la conciencia

Nuevamente se abre paso la opinión diaria con una pregunta. Si el presentarse del saber que aparece es un curso en el sentido de la caracterizada historia de la conformación de las figuras de la conciencia, ¿de dónde toma entonces este curso el principio de integridad de las figuras y de dónde toma en general su meta y con ello la norma de la serie de pasos del progreso? Hegel contesta a estas preguntas en los parágrafos 7 y 8. La respuesta a estas preguntas que plantea la opinión no filosófica, sólo puede sin embargo, como por doquier en esta “Introducción”, consistir en que las preguntas mismas sean “planteadas correctamente”. Ello sucede a través de la referencia de que esas preguntas del opinar habitual no preguntan en vista de aquello solo que está en cuestión: el absoluto y el conocimiento del absoluto. 7839 Heideggeriana: HegelFenomenologia

El curso es el curso del absoluto que aparece hacia su esencia, que está en sí misma. La meta del curso no está de modo alguno fuera del mismo, ni tampoco sólo en su término. La meta es el comienzo, a partir del cual el curso se inicia y anda en cada uno de sus pasos. Las figuras de la conciencia no se suceden unas a otras de manera que por último aparezca la figura-meta, sino que ya la primera es como tal una figura del absoluto; es de antemano elevada (elevare) a la absolutez del absoluto. Expresado de otro modo: lo que aparece como primer grado del aparecer de la esencia del absoluto, es determinado por el absoluto. Si, pues, la “Fenomenología del espíritu”, [según] lo que externamente indica el índice de la obra, se “inicia” con la certeza sensible y “termina” con el espíritu absoluto, entonces este inicio en la certeza sensible no es puesto en consideración al hombre, que se detiene primero en este tipo de saber. Antes bien la “Fenomenología del espíritu” se inicia con el aparecer de la esencia de la certeza sensible por esto, porque esta figura del saber es la extrema enajenación en la que el absoluto se pueda desprender. Si se desprende allí, entonces está con respecto a las figuras de su esencia en la más vacía y pobre y de este modo lo más alejado posible de la integridad de sí mismo. Pero este alejamiento esencial de sí mismo es la condición fundamental para que el absoluto se dé la posibilidad del recorrido de un curso del retorno a sí mismo, y a saber desde sí mismo para sí mismo. Si el curso del saber absoluto hacia sí mismo, como recorrido a través de las figuras esenciales de su aparecer, tiene el rasgo esencial de la sobreasunción, entonces esta sobrasunción es según su esencia verdadera y fundamental en primer lugar elevation — elevación al absoluto. No olvidemos las observaciones aparentemente sólo incidentales del primer parágrafo: El absoluto está ya en nosotros, es decir, está ya en la figura más baja de la conciencia, y nuestro conocimiento es el rayo, que nos toca como verdad absoluta. 7841 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Sólo que este medir y ponderar (librare) trascendental es, en tanto probare y pervagari, un curso, que examinando recorre la sucesión esencial de las figuras de la conciencia, es decir, pasa-por. La experiencia es un “pasar por”; y ello por una parte en el sentido de soportar y sufrir, a saber la violencia esencial en la conciencia de su propia esencia absoluta. El pasar por es un ser arrebatado a la altura esencial de la oculta e incondicionada elevation; pero es al mismo tiempo “pasar por” en el sentido de absolver, del pasaje por la integridad de los grados y figuras del ser de la conciencia, predeterminados desde la elevación. 7906 Heideggeriana: HegelFenomenologia

La pureza del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace mostrarse sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de Hegel. (“Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden mostrarse. El acusar es un mostrarse y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant — y con él el idealismo alemán — denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, [en tanto] conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello Hegel, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. 7972 Heideggeriana: HegelFenomenologia

“La completitud de las formas de la conciencia no real surgirá por sí misma de la necesidad de progreso y cohesión. Para que esto sea concebible señalaremos de manera general y por adelantado que la presentación de la conciencia no verdadera en su no verdad no es un movimiento solamente negativo. Ésta es la visión unilateral y limitada que tiene de ella la conciencia natural, pero un saber que convierte de este modo la unilateralidad en su esencia, es una de las figuras de la conciencia incompleta que forma parte del propio camino y se presenta en él. Es precisamente el escepticismo, el que, en el resultado, ve siempre y únicamente la pura nada y abstrae el hecho de que esa nada es de manera determinante la nada de aquello de lo que resulta. Pero de hecho, tomada como la nada de aquello de lo que resulta, la nada sólo es el resultado verdadero y, de este modo es ella misma una nada determinada y tiene un contenido. El escepticismo, que termina con la abstracción de la nada o con el vacío, no puede ir más lejos desde aquí, sino que tiene que aguardar para ver si se le ofrece algo nuevo, a fin de arrojarlo al mismo abismo vacío. Si, por el contrario, el resultado es entendido tal como es de verdad, esto es, en calidad de negación determinada, surge inmediatamente una nueva forma y se efectúa dentro de la negación la transición por la que tiene lugar espontáneamente la progresión a través de la serie completa de figuras. 8370 Heideggeriana: HegelExperiencia

“En esta presentación del transcurso de la experiencia hay un momento en el que ésta no parece coincidir con lo que se suele entender por experiencia. Concretamente, la transición desde el primer objeto y el saber del mismo al otro objeto sobre el que se dice haber hecho la experiencia, ha sido presentada de tal manera que el saber del primer objeto o el ser-para-la-conciencia del primer en-sí tiene que convertirse en el segundo objeto. Por el contrario, normalmente parece como si realizáramos la experiencia de la no verdad de nuestro primer concepto sobre otro objeto que encontramos de modo contingente y exterior, de manera que en general sólo recae dentro de nosotros la pura aprehensión de lo que es en sí y para sí. Pero en la concepción que acabamos de ver, el nuevo objeto se muestra como algo que ha llegado al ser por medio de una inversión de la propia conciencia. Esta forma de entender el asunto es una aportación nuestra, por la que la serie de experiencias de la conciencia se eleva a empresa científica, pero no es para la conciencia que contemplamos. Ahora bien, éste es exactamente el mismo estado de cosas del que hablábamos más arriba a propósito de la relación de esta presentación con el escepticismo, esto es, que no deberíamos permitir que cada resultado producto de un saber no verdadero desembocara en una nada vacía, sino que deberíamos entenderlo necesariamente como la nada de aquello de lo que es el resultado, un resultado que contiene lo que el saber precedente tiene en sí de verdadero. Esto se presenta aquí de la siguiente manera: cuando aquello que primero parecía el objeto decae en la conciencia convirtiéndose en un saber del mismo y cuando el en-sí se convierte en un ser para-la-conciencia del en-sí, éste es el nuevo objeto por el que también aparece una nueva figura de la conciencia cuya esencia es algo diferente de la de la figura precedente. Es esta situación la que conduce toda la sucesión de figuras de la conciencia en su necesidad. Pero es esta necesidad misma o el surgimiento del nuevo objeto, el cual se le ofrece a la conciencia sin que ella sepa cómo llega a suceder, lo que para nosotros ocurre por así decir a sus espaldas. Así, en este movimiento surge un momento del ser-en-sí o del ser-para-nosotros que no está presente para la conciencia, que está ella misma comprendida en la experiencia; pero el contenido de lo que vemos surgir ante nosotros es para-ella y sólo concebimos el aspecto formal del mismo o su puro surgimiento; para-ella, eso surgido es sólo como objeto, para-nosotros es a un tiempo como movimiento y como devenir. 8386 Heideggeriana: HegelExperiencia

“La experiencia que la conciencia hace de sí misma no puede, según su concepto, comprender en ella nada menos que la totalidad del sistema de la conciencia o todo el reino de la verdad del espíritu, de manera que los momentos de la verdad se presentan allí en su determinabilidad: la de no ser momentos abstractos y puros, sino ser tal como son para la conciencia o como aparece dicha conciencia en su relación con ellos, razón por la que los momentos de la totalidad son figuras de la conciencia. Conduciéndose adelante en dirección hacia su verdadera existencia la conciencia alcanzará un punto en el que se despojará de su apariencia de tener adherido a ella algo ajeno que sólo es para ella y es como otro, un punto en el que el fenómeno es igual a la esencia y, por lo tanto, la presentación de la experiencia coincide con la ciencia auténtica del espíritu; finalmente, cuando la conciencia capte esa esencia que le es propia designará la naturaleza del propio saber absoluto.” 8390 Heideggeriana: HegelExperiencia

En todo caso, la presentación de ningún modo conduce al representar natural por el museo de las figuras de la conciencia para luego, al final de la visita, despedirla en el saber absoluto por una puerta especial. Por el contrario, con su primer paso, por no decir incluso antes del mismo, la presentación despide a la conciencia natural en calidad de aquello que por su naturaleza permanece completamente incapaz de seguir a la presentación. La presentación del saber que se manifiesta no es un paso por el que se introduce la conciencia natural. Pero tampoco es un camino que se aleje paso a paso de la conciencia natural, para después desembocar en algún momento de su transcurso en el saber absoluto. Sin embargo, la presentación es un camino. Sin embargo, ella avanza siempre en un constante estar a medio camino de aquí para allá que se desenvuelve entre la conciencia natural y la ciencia. 8446 Heideggeriana: HegelExperiencia

Por medio de la skepsis, el escepticismo que se consuma ya tiene a la vista a la meta así configurada y de este modo se introduce en el medio de la propia inquietud de la conciencia. Como ese medio inicia constantemente el movimiento, la skepsis que reina en la esencia del saber abarca ya todas las posibles figuras de la conciencia. De acuerdo con este abarcar, la extensión de las formas del saber no real está completa. El modo en que la presentación representa todo saber que se manifiesta en su manifestación, no es otra cosa que la consumación conjunta de la skepsis reinante en la esencia de la conciencia. Soporta de antemano eso irrefrenable por lo que la conciencia se ve impulsada más allá de sí, es decir, el saber natural se ve arrastrado al saber real. Por causa de este impulso de arrastre la conciencia natural pierde aquello que considera su verdad y su vida. El impulso de arrastre es, por lo tanto, la muerte de la conciencia natural. En esta muerte permanente la conciencia sacrifica su muerte con el fin de ganar con este autosacrificio su resurrección a sí misma. La conciencia natural sufre una violencia en ese arrastre. Sin embargo esta violencia viene de la propia conciencia. La violencia es el reino de la inquietud en la conciencia misma. Este reino es la voluntad del absoluto, quien en su absolutez quiere estar en sí y para sí junto a nosotros, nosotros quienes permanentemente habitamos al modo de la conciencia natural en medio de lo ente. 8502 Heideggeriana: HegelExperiencia

La conciencia es en cuanto conciencia su movimiento, porque es la comparación entre el saber óntico-preontológico y el saber ontológico. Aquél apela a éste. Este le exige a aquél que sea su verdad. Entre (dia) el uno y el otro está el habla de estas exigencias, está un legein. En este diálogo la conciencia se asigna su verdad. El dialegein es un dialegesthai. Pero el diálogo no se queda detenido en una figura de la conciencia. Corre, como ese diálogo que es, a través (dia) de todo el campo de figuras de la conciencia. En este recorrido se recoge en la verdad de su esencia. Ese recogimiento que todo lo atraviesa, dialegein, es un recogerse (dialegesthai). 8606 Heideggeriana: HegelExperiencia

También el ser de aquello que en la certeza es lo sabido tiene el rasgo fundamental de la presencia. Se presenta como manifestación. Pero en la presencia del saber, esto es, del subiectum en el sentido de la res cogitans, la manifestación ya no es el mostrarse de la idea como eidos, sino de la idea como perceptio. La manifestación es ahora la presencia al modo de la presentación en el ámbito de la representación. La manifestación del saber que se manifiesta es la presencia inmediata de la conciencia. Pero esta presencia está presente al modo de la experiencia. Con ella, lo absoluto, el espíritu, accede a “todo el reino de [su] verdad”, el cual se halla desplegado. Pero los momentos de su verdad son las figuras de la conciencia, las cuales, en la marcha de la experiencia, se han desprendido de todo lo que en cada momento parece ser lo verdadero sólo para la conciencia natural, en la medida en que en su historia éste es sólo para ella en cada momento. Si, por el contrario, la experiencia está consumada, la manifestación de lo que se manifiesta ha alcanzado ese puro aparecer bajo cuya forma lo absoluto se presenta absolutamente junto a sí mismo y es la propia esencia. A partir de este puro aparecer reina el poder, que ejerce en la propia conciencia el movimiento de la experiencia. El poder de lo absoluto que reina en la experiencia “empuja a la conciencia a su verdadera existencia”. Existencia significa aquí la presencia al modo del manifestarse. En este punto coincide la pura manifestación de lo absoluto con su esencia. 8656 Heideggeriana: HegelExperiencia