Se podría estar tentado a ilustrar el papel preponderante que en la ocupación cotidiana desempeñan los signos para la comprensión misma del mundo recurriendo al abundante uso de signos en la existencia primitiva, tal como se puede apreciar, por ejemplo, en el fetichismo y la magia. Sin duda, la creación de signos que se halla a la base de semejante uso no se realiza con una finalidad teórica ni por vía de una especulación teorética. El uso de signos se mantiene aquí enteramente dentro de un «inmediato» estar-en-el-mundo. Pero, mirando las cosas más de cerca, resulta claro que la interpretación del fetichismo y de la magia al hilo de la idea de signo en general no basta para comprender el modo de «estar a la mano» del ente que comparece en el mundo primitivo. Respecto del fenómeno del signo, se podría dar la siguiente interpretación: para el hombre primitivo el signo coincide con lo señalado. El signo mismo puede hacer las veces de lo señalado, no sólo en el sentido de sustituirlo, sino en tanto que el signo mismo es siempre lo señalado. Pero esta curiosa coincidencia del signo con lo señalado no proviene de que la cosa-signo haya recibido ya una cierta «objetivación» y que, experimentada como pura cosa, sea transferida, junto con lo señalado, a la misma región de ser de lo que está-ahí. La «coincidencia» no es una identificación de cosas previamente aisladas, sino un no-liberarse-aún del signo respecto de lo señalado. Semejante uso del signo todavía se absorbe enteramente en el estar vuelto hacia lo señalado, de tal manera que un signo aún no puede en absoluto separarse en cuanto tal. La coincidencia no se funda en una primera objetivación, sino en la total carencia de ella. Pero esto quiere decir que los signos no han sido descubiertos de ningún modo como útiles y que, en último término, lo «a la mano» dentro del mundo no tiene en absoluto el modo de ser del útil. Quizá tampoco este hilo conductor ontológico (ESTAR-A-LA-MANO y útil) aporte nada a una interpretación del mundo primitivo, aunque menos aun lo hará la ontología de la cosidad. Pero, si la comprensión del ser tiene para el Dasein primitivo y para el mundo primitivo en general una función constitutiva, tanto más urgente será la elaboración de la idea «formal» de mundaneidad o, correlativamente, la de un fenómeno que sea de tal manera modificable que todos los enunciados ontológicos según los cuales en un contexto fenoménico dado algo no es aún o no es más tal cosa, reciban un sentido fenoménico positivo desde lo que ese algo no es. STJR §17
El haber-desde-siempre-dejado-ser, que deja en libertad apuntando a la condición respectiva, es un pretérito perfecto a priori que caracteriza el modo de ser del Dasein mismo. El dejar ser, entendido ontológicamente, es la previa puesta en libertad del ente con vistas a su ESTAR-A-LA-MANO dentro del mundo circundante. Desde aquello con respecto a lo cual se deja ser, queda puesto en libertad el ente que está en condición respectiva. Él comparece para la ocupación como este ente a la mano. En la medida en que a la ocupación se le muestra un ente, es decir, en la medida en que éste queda descubierto en su ser, él es un ente a la mano en el mundo circundante y no «primeramente» sólo una «materia cósmica» que estuviera-ahí. STJR §18
Pero, ¿se puede acceder ontológicamente por este camino, prescindiendo del problema específico del mundo, al ser de lo que comparece inmediatamente dentro del mundo? Con la cosidad material, ¿no se está poniendo tácitamente un ser – el constante estar-ahí de una cosa – que por la ulterior atribución al ente de predicados de valor no recibe una complementación ontológica, sino que estos caracteres axiológicos mismos sólo son determinaciones ónticas de un ente que tiene el modo de ser de la cosa? La adición de predicados de valor no puede darnos ni la más mínima nueva información acerca del ser de los bienes, sino que no hace más que presuponer también para éstos el modo de ser del puro estar-ahí. Los valores son determinaciones que están-ahí en una cosa. Los valores tienen en definitiva su origen ontológico únicamente en la previa posición de la realidad de la cosa como el estrato fundamental. Pero ya la experiencia prefenomenológica muestra en el ente presuntamente cósico algo que no es plenamente comprensible por medio de la cosidad. Por ese motivo, necesita el ser cósico de una complementación. ¿Qué significa ontológicamente el ser de los valores o esa «validez» suya que Lotze concebía como un modo de la «afirmación»? ¿Qué significa ontológicamente esa «inherencia» de los valores a las cosas? Mientras estas determinaciones queden en la oscuridad, la reconstrucción de la cosa de uso a partir de la cosa natural es una empresa ontológicamente dudosa, y esto, aun cuando se deje enteramente de lado la radical tergiversación de la problemática que ese planteamiento lleva consigo. Y esta reconstrucción de la cosa usual primeramente «desollada» ¿no está necesitada desde el comienzo de una visión previa y positiva del fenómeno cuya totalidad debe restablecerse en la reconstrucción? Si la estructura de ser más propia de este fenómeno no fuese primero adecuadamente explicitada, ¿no edificaría la reconstrucción sin plan alguno? En la medida en que esta reconstrucción y «complementación» de la ontología tradicional del «mundo» llega en sus resultados al mismo ente de que arrancó el anterior análisis del estar-a-la-mano-del-útil y de la totalidad respeccional, ella despierta la apariencia de que efectivamente el ser de este ente ha quedado aclarado, o que al menos se ha convertido en problema. Del mismo modo como Descartes no acierta, con la extensio como proprietas, en el ser de la sustancia, tampoco el recurso a las cualidades «valiosas» logra poner siquiera ante la vista el ser como ESTAR-A-LA-MANO, y menos aun convertirlo en tema ontológico. STJR §21
Hemos indicado ya (§ 14) que el pasar por alto el mundo y el ente que primero comparece no es algo casual, ni un error fácilmente reparable, sino que se funda en un esencial modo de ser del Dasein mismo. Cuando la analítica del Dasein haya hecho transparentes aquellas estructuras fundamentales del Dasein que son las más importantes dentro de los límites de esta problemática, cuando se le haya asignado al concepto de ser en general el horizonte de su posible comprensibilidad, y de esta manera logren hacerse ontológicamente comprensibles de un modo originario el ESTAR-A-LA-MANO y el estar-ahí, sólo entonces la crítica que hemos hecho a la ontología cartesiana del mundo, ontología que es fundamentalmente la usual todavía hoy, podrá ser filosóficamente legitimada. STJR §21
Las zonas no se constituyen mediante cosas que están-ahí juntas, sino que ya están siempre a la mano en los correspondientes lugares propios. Los lugares propios les son asignados a los entes a la mano en la circunspección del ocuparse, o son descubiertos como tales. Lo que está constantemente a la mano y que el estar-en-el-mundo circunspectivo toma en cuenta de antemano, tiene, por eso, su lugar propio. El «donde» de su ESTAR-A-LA-MANO es tomado en cuenta en la ocupación y se orienta hacia los demás entes a la mano. De esta manera, el sol, cuya luz y calor son usados cotidianamente, tiene, por la variable empleabilidad de aquello que él dispensa, sus lugares especiales, circunspectivamente descubiertos: levante, mediodía, poniente, medianoche. Los lugares propios de este ente que está constantemente a la mano de manera variable pero regular, se convierten en «indicadores» fuertes de las zonas que hay en ellos. Estos puntos cardinales [Himmelsgegenden], que no tienen todavía necesariamente un significado geográfico, proporcionan el previo adónde de toda particular conformación de zonas susceptibles de ser ocupadas con lugares propios. La casa tiene su lado del sol y su lado de la sombra; por ellos se orienta la distribución de los «espacios» y, dentro de éstos, la disposición del alhajamiento de acuerdo, en cada caso, al carácter que tiene como útil. Las iglesias y las tumbas, por ejemplo, están situadas de acuerdo con la salida y la puesta del sol, zonas de la vida y de la muerte, desde las cuales el Dasein mismo está determinado desde el punto de vista de sus más propias posibilidades-de-ser en el mundo. La ocupación del Dasein, a quien en su ser le va este mismo ser, descubre previamente las zonas con las cuales él tiene cada vez una relación decisiva. El previo descubrimiento de las zonas está codeterminado por la totalidad respeccional con vistas a la cual lo a la mano es puesto en libertad en su comparecer. STJR §22
Si atribuimos espacialidad al Dasein, evidentemente ese «ser en el espacio» deberá comprenderse a partir del modo de ser de este ente. La espacialidad del Dasein – el cual por su misma esencia no es un estar-ahí – no puede significar ni un encontrarse en alguna parte dentro del «espacio cósmico», ni un ESTAR-A-LA-MANO en el lugar propio. Ambas cosas son modos de ser de los entes que comparecen dentro del mundo. En cambio, el Dasein está «en» el mundo en el sentido del ocupado y familiar habérselas con el ente que comparece dentro del mundo. Y, por consiguiente, si la espacialidad le corresponde en alguna forma, será únicamente sobre la base de este estar-en. Ahora bien, la espacialidad de este último presenta los caracteres de la des-alejación [Ent-fernung] y la direccionalidad [Ausrichtung]. STJR §23
Cuando el Dasein pone algo cerca de sí en la ocupación, esto no significa que lo fije en un lugar del espacio a la menor distancia de algún punto de su cuerpo. «En la cercanía» significa: en el ámbito de lo inmediatamente a la mano en la circunspección. El acercamiento no toma como punto de referencia la «cosa-yo» dotada de un cuerpo, sino el ocupado estar-en-el-mundo, es decir, lo que en este estar-en-el-mundo comparece inmediatamente. Por eso, la espacialidad del Dasein tampoco puede determinarse indicando el lugar en el que está presente una cosa corpórea. Es cierto que también del Dasein decimos que siempre ocupa un lugar. Pero este «ocupar» es fundamentalmente distinto del ESTAR-A-LA-MANO en un lugar propio dentro de una zona. La ocupación de un lugar por parte del Dasein debe concebirse como una desalejación de lo a la mano en el mundo circundante en una zona previamente descubierta por la circunspección. El Dasein comprende su aquí desde el allí del mundo circundante. El aquí no mienta el dónde de algo que estuviera-ahí, sino el en-medio-de-qué de un desalejante estar-en-medio-de… y, junto con él, la des-alejación misma. En virtud de su peculiar espacialidad, el Dasein no está jamás primeramente aquí, sino más bien allí; y desde ese allí viene a su aquí; y esto ocurre, una vez más, tan sólo interpretando su ocupado estar vuelto hacia desde lo que está allí a la mano. Esto se vuelve enteramente claro si se considera una característica fenoménica de la estructura de des-alejación del estar-en. STJR §23