espaciosidad

Un mundo no es una mera agrupación de cosas presentes contables o incontables, conocidas o desconocidas. Un mundo tampoco es un marco únicamente imaginario y supuesto para englobar la suma de las cosas dadas. Un mundo hace mundo y tiene más ser que todo lo aprensible y perceptible que consideramos nuestro hogar. Un mundo no es un objeto que se encuentre frente a nosotros y pueda ser contemplado. Un mundo es lo inobjetivo a lo que estamos sometidos mientras las vías del nacimiento y la muerte, la bendición y la maldición nos mantengan arrobados en el ser. Donde se toman las decisiones más esenciales de nuestra historia, que nosotros aceptamos o desechamos, que no tenemos en cuenta o que volvemos a replantear, allí, el mundo hace mundo. La piedra carece de mundo. Las plantas y animales tampoco tienen mundo, pero forman parte del velado aflujo de un entorno en el que tienen su lugar. Por el contrario, la campesina tiene un mundo, porque mora en la apertura de lo ente. Con su fiabilidad, el utensilio le proporciona a este mundo una necesidad y proximidad propias. Desde el momento en que un mundo se abre, todas las cosas reciben su parte de lentitud o de premura, de lejanía o proximidad, de amplitud o estrechez. En el hecho de hacer mundo se agrupa esa espaciosidad a partir de la cual se concede o se niega el favor protector de los dioses. Hasta la fatalidad de la ausencia del dios es una de las maneras en las que el mundo hace mundo. 5080 Heideggeriana: OOA1935

Desde el momento en que una obra es una obra, le hace sitio a esa espaciosidad. Hacer sitio significa aquí liberar el espacio libre de lo abierto y disponer ese espacio libre en el conjunto de sus rasgos. Este disponer surge a la presencia a partir del citado erigir. La obra, en tanto que obra, levanta un mundo. La obra mantiene abierto lo abierto del mundo. Pero levantar un mundo es sólo uno de los rasgos esenciales del ser-obra de la obra que hay que citar aquí. El rasgo que falta por nombrar intentaremos hacerlo visible de la misma manera, a partir de lo que más sobresale en la superficie de la obra. 5082 Heideggeriana: OOA1935

En una carta desde Muzot del 11 de agosto de 1924, Rilke escribe así: Por muy extendido que esté lo ‘externo’ apenas soporta con todas sus distancias siderales una comparación con las dimensiones, con la dimensión profunda de nuestro interior, que ni siquiera precisa la generosa espaciosidad del universo para ser casi interminable en sí. Así pues, si los muertos, si los que están por venir precisan una estancia, ¿qué refugio les podría resultar más agradable y señalado que este espacio imaginario? A mí siempre me parece como si nuestra conciencia habitual habitara la cima de una pirámide cuya base se extendiera tan completamente por dentro de nosotros (y hasta cierto punto por debajo de nosotros), que cuanto más capaces nos vemos de aposentarnos en ella, tanto más universalmente inscritos nos sentimos en aquellas cosas que, independientes del espacio y del tiempo, nos son dadas en la existencia terrestre o, en el sentido más amplio, en la existencia mundanal. Heideggeriana: ParaQuePoetas