Si para Hegel “la experiencia” no es todo esto, ¿qué es entonces? Experiencia (Erfahrung) es “la experiencia de la conciencia”. ¿Pero qué mienta esto? Intentaremos ahora, en una enumeración aparentemente externa, nombrar los momentos de la esencia de la experiencia, en continua referencia a la dilucidación de la “Introducción” hasta ahora ofrecida. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Si se logra pensar los mencionados momentos de la esencia de la experiencia unitariamente, desde el fundamento de su unidad, entonces estaremos recién en la situación de pensar en verdad, es decir, metafísica-especulativamente el texto de los títulos “la Experiencia de la conciencia” y “la Fenomenología del espíritu”. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Pero si a la esencia de la experiencia de la conciencia pertenece la inversión trascendental y si esta inversión es intervención nuestra, entonces la experiencia no puede ser un “mero mirar”. Ahora bien, ¿nos hemos aclarado suficientemente lo que en el ámbito cuestionable es algo como “el mero mirar”? De ninguna manera. Si aún no conocemos esto en su esencia, tampoco es directamente decidible que “el mero mirar” excluya por sí toda intervención. Podría ser que el “mero mirar” exija “la intervención” en un sentido destacado y no pueda ser sin ésta lo que es. Se trata de aclarar la esencia de esta “intervención” y examinar si y hasta qué punto pertenece al “mero mirar”. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Nuestra intervención es la “inversión de la conciencia”. En tanto preguntamos trascendentalmente, es decir, (en tanto) dirigimos nuestra mira a que se muestre la objetividad del objeto, giramos la dirección de la mirada de la conciencia, que si no va a los objetos, (va) a la dirección opuesta, a saber, a la conciencia de los objetos. El objeto que se muestra en esta percepción trascendental, a saber, el anterior en el cómo de su objetividad, es decir, ésta misma, es el objeto que así recién se origina y (es) con ello nuevo. Hegel denomina a este objeto nuevo, trascendental, en la decisiva determinación de la esencia de la experiencia, pero al mismo tiempo (lo llama) el “objeto verdadero”. La verdad del objeto se encuentra en lo que condiciona y constituye su objetividad en su esencia. Pero la experiencia hegeliana trascendental no se detiene en la autoconciencia como condición de la objetividad del objeto natural sino que – después del proceso de Fichte y Schelling – también interroga a la autoconciencia kantiana trascendental finita, como primer objeto nuevo, en su objetividad, y de este modo se interna a preguntar en un contexto indicador de condiciones y (en) su condicionamiento, que se trasciende hasta lo incondicionado. La novedad del nuevo objeto y la verdad del objeto verdadero consisten en la integridad de su surgimiento, es decir, de su originarse. Esta integridad del aparecer reposa sin embargo originariamente en la autoconciencia incondicionada, absoluta. La conciencia absoluta “es” la verdad del objeto verdadero. La conciencia absoluta, es decir, esencialmente absolverte, “es” el originamiento, es decir, la novedad del nuevo objeto, es decir, su continuo aparecer. El aparecer es precisamente el ser-nuevo.(Un “nuevo libro” nos es “nuevo” en tanto que aparece, concebido en el aparecer). Heideggeriana: HegelFenomenologia
La diversidad de estas condiciones es una unidad desplegada y articulada desde lo incondicionado. La diversidad de estas condiciones que se muestran es irradiada de este modo previamente y por todas partes unida por lo que se muestra, es decir, la idea, que es el mismo espíritu absoluto. Kant dice al final de la “Crítica de la razón pura” en el parágrafo sobre la arquitectónica de la razón pura (A 832, B 860): “Pero yo entiendo por sistema la unidad de los diversos conocimientos bajo una idea”. Según ello la unidad de la diversidad de las condiciones trascendentales de la objetividad del objeto es sistemática. Y por ello habla también de inmediato en el pasaje mencionado, que dilucida la esencia del conocimiento trascendental, de un “sistema de los conceptos”. Para la experiencia hegeliana trascendental la verdad del nuevo objeto es la misma conciencia absoluta. Y conforme a ello la unidad como sistemática tiene que ser una tal del sistema absoluto. En el “Prefacio” a la “Fenomenología del espíritu” se dice: “La verdadera forma en la que la verdad existe sólo puede ser el sistema científico de la misma” (p.12). El sistema, como contexto incondicionado cierto de las condiciones en la unidad de lo incondicionado, pone en sí la diversidad de las condiciones en el orden de una “serie”. En el hacer nacer una respectiva condición de condiciones condicionantes originarias de la objetividad, inaugura previamente la experiencia, como el hacer surgir al nuevo verdadero objeto, el ámbito sistemático de la serie de experiencias. La experiencia trascendental es, como incondicionalmente trascendental, en sí sistemática. Y recién a partir de la plena esencia de la experiencia trascendental incondicionalmente-sistemática se puede inferir qué se entiende por “inversión de la conciencia”, perteneciente a la esencia de la experiencia como una “intervención” de parte nuestra. Heideggeriana: HegelFenomenologia
La pureza del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace mostrarse sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de Hegel. (“Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden mostrarse. El acusar es un mostrarse y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant – y con él el idealismo alemán – denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, (en tanto) conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello Hegel, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia
9. A una con este momento del “pasar por” de las experiencias, la experiencia es “dolorosa”. El dolor de la experiencia no es una consecuencia de ella misma al modo de una repercusión sobre nuestro estado corporal-anímico. El dolor es antes bien la más íntima esencia de la experiencia, en la que todos los momentos antes mencionados tienen su unidad y determinalidad. El dolor es esencialmente conciencia y saber. El dolor es la esencia del saber, en tanto éste es continuamente un pasaje por las rectificaciones, que cada experiencia contiene. Toda experiencia, esencialmente entendida, es un des-engaño. Hace resultar lo antes sujetado como no sólido. Aún la así llamada “buena experiencia” que hacemos con algo, es un des-engaño. Somos en tales casos “gratamente” des-engañados. Pero entonces ¿puede no ser, sin embargo, toda experiencia “dolorosa”? No obstante, toda experiencia es un dolor, dolor en el sentido de la conciencia de traslado a la necesidad del pasar por del des-engaño, como el único camino de la verdad de la conciencia a sí misma. Porque la conciencia es autoconciencia, nunca es la diferenciación indiferente de sí misma con respecto a sí misma, sino en este diferenciado sí mismo sólo es igual a sí misma como el ser otro con respecto a otro. Este múltiple acorde diferenciación de la conciencia en sí misma, el sí misma en el modo del absoluto ser otra, es el fundamento esencial del desgarro, que aparece en cada grado de la conciencia, en tanto no es absoluto en sentido absoluto. Pero porque la experiencia en el volverse a la alienación y desde ella de retorno pasa por el desgarro de la conciencia, es – como saber de éste – el dolor mismo (Acerca del desgarro, el dolor y el trabajo de la negatividad come. el Prefacio, p.29, especialmente p.20 sobre la esencia del absoluto. – “Dolor” comp. también conclusión de “Fe y saber” I, 157. – Experiencia como valor – el ánimo sabedor.). Heideggeriana: HegelFenomenologia
De tan abismal esencia es la experiencia. Hegel, si por otra parte había concebido el aparecer de la conciencia como un curso de esencial des-engaño, tenía que haberse encontrado con esta esencia de la experiencia, que es la esencia misma de la vida. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Con esta ambigüedad, la conciencia delata el rasgo fundamental de su esencia: ser ya algo que al mismo tiempo todavía no es. El ser en el sentido de conciencia significa mantenerse en el todavía-no del ya, y eso de tal modo que el ya esté presente en el todavía-no. La presencia es en sí el autorremitirse al ya. Se pone en camino hacia éste. Se construye a sí misma el camino. El ser de la conciencia consiste en que se mueve creando camino. El ser, que Hegel piensa como experiencia, tiene el carácter fundamental del movimiento. Hegel comienza la frase que expresa la esencia de la experiencia con las palabras: «Este movimiento dialéctico …» es propiamente eso que se llama experiencia y concretamente, aquí, en la meditación sobre lo que presenta la ciencia del saber que se manifiesta. Opinar que Hegel sólo caracteriza la presentación como un tipo de experiencia con el fin de destacar que debe atenerse a los fenómenos y guardarse de pervertirse convirtiéndose en una construcción, sería la peor manera de malinterpretar el texto. La experiencia que se trata de pensar aquí, no forma parte de la presentación como una característica de su naturaleza particular, sino que forma parte de la esencia de la experiencia. Ésta es la manifestación de lo que se manifiesta como tal. La presentación del manifestarse forma parte de la manifestación y le pertenece como al movimiento en el que la conciencia realiza su realidad. Heideggeriana: HegelExperiencia
Lo dialógico de la conciencia óntico-ontológica sólo se puede destacar a partir de lo tético de su representar, motivo por el que la caracterización de la dialéctica por medio de la unidad de tesis, antítesis y síntesis es siempre correcta, pero también siempre sólo derivada. Lo mismo se puede decir de la interpretación de lo dialéctico como negatividad in-finita. Esta se funda en el recogerse – que todo lo atraviesa – de las figuras del diálogo de la conciencia en el concepto absoluto, el cual es la conciencia en su verdad consumada. Lo tético-posicional y la negación negadora presuponen la manifestación originariamente dialéctica de la conciencia, pero no constituyen nunca la composición de su naturaleza. Lo dialéctico no se deja explicar lógicamente a partir de la posición y negación del representar, ni se deja comprobar ónticamente en tanto que una actividad y una forma de movimiento especiales dentro de la conciencia real. Lo dialéctico, en tanto que modo de la manifestación, pertenece al ser, que se despliega como entidad de lo ente a partir de la presencia. Hegel no concibe la experiencia dialécticamente, sino que piensa lo dialéctico a partir de la esencia de la experiencia. Esta es la entidad de lo ente, que en cuanto subiectum se determina a partir de la subjetidad. Heideggeriana: HegelExperiencia
La experiencia atañe a lo que se presenta en su presencia. Pero desde el momento en que la conciencia es, en la medida en que se examina a sí misma, sale en busca de su presencia con el fin de alcanzarla. De la manifestación del saber que se manifiesta forma parte el hecho de representarse en su presencia, es decir, de presentarse. La presentación forma parte de la experiencia, concretamente de su esencia. No es sólo la contrapartida de la experiencia, que también podría faltar. Por eso, la experiencia sólo es pensada en su esencia completa – en tanto que entidad de lo ente en el sentido del sujeto absoluto – cuando sale a la luz el modo bajo el que la presentación del saber que se manifiesta forma parte de la manifestación como tal. El penúltimo párrafo del texto da el último paso dentro de la esencia de la experiencia como existencia de lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia
En el párrafo anterior Hegel dice que la experiencia es el movimiento que la propia conciencia ejerce sobre sí misma. Este ejercicio es el reino del poder, bajo cuya forma la voluntad de lo absoluto quiere que éste se haga presente junto a nosotros en su absolutez. La voluntad, que es lo absoluto, reina al modo de la experiencia. Esta es ese alcanzar que sale en pos y ansía llegar, bajo cuya forma se manifiesta la manifestación. En tanto que ese alcanzar (presencia), la experiencia caracteriza la esencia de la voluntad, que se oculta en la esencia del ser con la esencia de la experiencia. La experiencia que hay que pensar aquí, no es ni un modo de conocer ni un modo de querer tal como se representa corrientemente. En tanto que experiencia reina la voluntad de lo absoluto de estar junto a nosotros, esto es, de manifestarse para nosotros como eso que se manifiesta. Para nosotros se presenta lo que se manifiesta en su manifestación, en la medida en que llevamos a cabo la aportación de la inversión. Según esto, la aportación quiere la voluntad de lo absoluto. La propia aportación es lo querido de la absolutez de lo absoluto. La inversión de la conciencia no le añade al absoluto nada egoísta de nuestra parte. Nos restablece en nuestra esencia, que consiste en venir a la presencia en la parusía de lo absoluto. Esto quiere decir para nosotros: presentar la parusía. La presentación de la experiencia es querida a partir de la esencia de la experiencia como aquello que le pertenece. El aporte hace aparecer que estamos y cómo estamos hechos en la expectación de la absolutez de lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia
La experiencia es el ser de lo ente. Entretanto, lo ente ha aparecido en el carácter de la conciencia y es en la representación a modo de lo que se manifiesta. Pero si ahora la presentación forma parte de la esencia de la experiencia, si la presentación se funda en la inversión, si la inversión, en tanto que aportación nuestra, es la consumación de nuestra relación esencial con la absolutez de lo absoluto, entonces, nuestra propia esencia forma parte de la parusía de lo absoluto. La inversión es la skepsis en la absolutez. Invierte todo lo que se manifiesta en su manifestación. En la medida en que se provee por adelantado de la manifestación, supera a todo lo que se manifiesta en cuanto tal, lo rodea y abre todo lo que abarca ese lugar en el que se manifiesta la manifestación. En este lugar y a través de él, la presentación sigue su marcha, desde el momento en que avanza siempre ante sí escépticamente. En la inversión, la presentación tiene ante sí la absolutez de lo absoluto y, por lo tanto, tiene a lo absoluto junto a sí. La inversión abre y delimita el lugar de la historia de la formación de la conciencia. Así pues, asegura la completitud y el progreso de la experiencia de la conciencia. La experiencia camina en la medida en que avanza ante sí y al avanzar ante sí retorna a sí misma y en este retorno se despliega en la presencia de la conciencia y en tanto que presencia se vuelve permanente. El estado de presencia permanente y absuelto de la conciencia, es el ser de lo absoluto. Por medio de la inversión la conciencia que se manifiesta se muestra en su manifestación y sólo en ella. Lo que se manifiesta se enajena en su manifestación. A través de dicha enajenación, la conciencia alcanza lo más extremo de su ser. Pero de esta manera no se marcha ni de sí misma ni de su esencia, ni tampoco el absoluto cae por la enajenación en el vacío de sus debilidades. Antes bien, la enajenación es un aferrarse de la plenitud de la manifestación a partir de la fuerza de la voluntad, bajo cuya forma reina la parusía de lo absoluto. La enajenación de lo absoluto es su repliegue en la marcha de la manifestación de su absolutez. La enajenación es en tan poca medida el extrañamiento dentro de la abstracción, que es precisamente por medio de ella como la manifestación encuentra su hogar en lo que se manifiesta como tal. Heideggeriana: HegelExperiencia
Hegel resume el resultado de la meditación, que se ofrece en el decimocuarto y decimoquinto párrafo versados sobre la esencia de la experiencia, en una frase que separa y aísla del resto del texto, el cual sigue su curso. De este modo, la frase reagrupa todos los párrafos precedentes del texto en un pensamiento decisivo que dice así: Heideggeriana: HegelExperiencia
El rótulo «Ciencia de la experiencia de la conciencia» desaparece en favor de uno nuevo: «Ciencia de la Fenomenología del Espíritu». El nuevo rótulo se ha construido siguiendo el mismo esquema exacto. Tenemos que pensar también sus genitivos de manera dialéctico-especulativa. En lugar de la palabra «experiencia» tenemos ahora un nombre ya usual en la filosofía escolar: «fenomenología». La esencia de la experiencia es la esencia de la fenomenología. phainesthai el manifestarse del sujeto absoluto, que es llamado «el espíritu», se recoge al modo de diálogo entre la conciencia óntica y la ontológica. La «-logía», en la fenomenología, es la legesthai en el sentido del ambiguo dialegesthai que caracteriza al movimiento bajo cuya forma la experiencia de la conciencia es el ser de ésta. La fenomenología es el recogerse del doble diálogo del espíritu con su parusía. Fenomenología es aquí el nombre para la existencia del espíritu. El espíritu es el sujeto de la fenomenología no su objeto. La palabra no significa aquí ni una disciplina de la filosofía, ni tan siquiera el nombre para un tipo especial de investigación cuya preocupación es describir lo dado. Como, sin embargo, el recogerse de lo absoluto en su parusía exige esencialmente la presentación, la determinación de ser ciencia forma ya parte de la esencia de la fenomenología, pero no en la medida en que es un representar del espíritu, sino en la medida en que es la existencia, la presencia del espíritu. Por eso, bien mirado, el título abreviado, «La Fenomenología del Espíritu», no cae en lo indeterminado. Obliga al pensar al último recogimiento posible. «La Fenomenología del Espíritu» quiere decir la parusía de lo absoluto en su reinar. Una década después de la aparición de la Fenomenología del Espíritu, la «fenomenología» decayó dentro del sistema escolar de la Enciclopedia (1817) al nivel de una parte estrechamente limitada de la filosofía del espíritu. El nombre «fenomenología» es nuevamente, como en el siglo XVIII, el nombre para una disciplina que se encuentra a medio camino entre la antropología y la psicología. Heideggeriana: HegelExperiencia