digno de pensar

Un renovado estudio de los tratados aristotélicos (en especial, del noveno libro de la Metafísica y del sexto libro de la Ética Nicomaquea) entregó la visión del aletheuein como desocultar (entbergen) y la caracterización de la verdad como desocultamiento Unverborgenheit), a que todo mostrarse del ente pertenece. [NT: Los estudios aristotélicos a que se refiere Heidegger, y que están acreditados por su propia enseñanza en Freiburg y Marburg, se extienden desde 1921 a 1924. La comprensión de aletheia como desocultamiento se configura por primera vez a fines de 1922, en la traducción de textos de la Etica Nicomaquea.] Cierto es que se piensa demasiado poco o incluso nada, cuando se contenta uno con la constatación: Heidegger concibe la verdad como desocultamiento. Como si con la aletheia no compareciese recién de modo liminar y aproximado lo propiamente digno de pensar. Tampoco ayuda al asunto proponer, en vez de “desocultamiento”, la traducción “desolvido” (Unvergessenheit). Pues el “olvido” tiene que ser pensado a la griega, como retirada (Entzug) en el ocultamiento. De modo correspondiente, el fenómeno contrario del olvidar, el recordar, tiene que ser interpretado a la griega: como procuración, como solicitación de lo desoculto. La anamnesis de las ideas de Platón quiere decir: el volver-a-tener-visión, el desocultar, a saber, el ente en su aspecto. Heideggeriana: CartaPrologo

Aquí reconocemos por qué todo decir de esta índole se sigue esforzando en lo que carece de ayuda. Camina siempre a través de la ambigüedad de la palabra y sus giros. La ambigüedad del decir no consiste en absoluto en una mera acumulación de significados que emergen caprichosamente. Consiste en un juego que cuanto más ricamente se desarrolla tanto más rígidamente se atiene a una escondida regla. Por ésta juega la ambigüedad en lo equilibrado, cuyo balanceo raramente experimentamos. Por ello queda el decir ligado a la suprema ley. Ésta es la libertad que libera en la textura, que está en todas partes en juego, de la transformación nunca en reposo. La ambigüedad de aquellas palabras, que “brotan como flores” (Hölderlin, “Pan y vino”), es el jardín de lo silvestre, donde crecimiento [424] y cuidado están sintonizados desde una intimidad incomprensible. No le extrañará a usted que la explicación de la esencia del nihilismo afecte ineludiblemente en cualquier lugar del camino a lo incitante digno de pensar, que nosotros de modo bastante torpe llamamos la cosa del pensar. Este decir no es la expresión del pensar, sino él mismo, su paso y cántico. Heideggeriana: PreguntaSer

Ni al “es” ni a la “palabra” le corresponde la cosidad (Ding-wesen), el ser, y menos todavía a la relación entre el “es” Y la palabra, a la cual le está encomendado asignar en cada caso concreto un “es”. Aun y así, ni el “es” ni la palabra y su decir pueden arrojarse al vacío de la mera nada. ¿Qué es lo que muestra la experiencia poética con la palabra cuando el pensamiento va en derredor suyo? Apunta a lo digno de pensar. a lo memorable que, aunque de modo velado, ha sido encomendado al pensamiento desde antiguo. Muestra aquello que hay pero que, pese a todo, no “es”. La palabra también pertenece a lo que hay, pese a todo, quizás no sólo “también” sino ante todo, de tal manera que en la palabra, en su esencia, se oculta aquello que da. Si pensamos rectamente, nunca podremos decir de la palabra: ella es, sino: ella da (es gibt), no en el sentido de que “se den” palabras. sino en cuanto sea la palabra misma la que da. La palabra: la donante (das Gebende). ¿De qué hace don? De acuerdo con la experiencia poética y según la más antigua tradición del pensamiento, la palabra da: el ser. Entonces, pensando, deberíamos buscar en el “ella, que da” (“es, das gibt”) la palabra como la donante misma, sin estar ella jamás dada. Heideggeriana: EssenciaLinguagem

Estamos familiarizados con el término es gibt, en múltiples usos, tal corno: “es gibt an der sonnigen Halde Erdbeeren”,: (hay fresas en la ladera soleada), il y a: hay, allí, fresas: pueden encontrarse como algo que está allí, en la ladera. En nuestra presente reflexión el término está utilizado de modo distinto. No lo entendemos en el sentido de Es gibt, ello da, sino ella, la palabra, da… De este modo. se desvanece del todo el fantasma del “ello” que muchos temen, con razón. pero lo que es digno de pensar permanece, es más, sólo así llega a la luz relumbrante. Esta simple e inasible situación que denominamos por la frase: Ella, la palabra, da – se revela como lo que es propiamente digno de pensar pero para cuya determinación faltan aún en todas partes las medidas y referencias. Tal vez las conozca el poeta. Pero su poesía ha aprendido la renuncia, aunque sin perder nada por ella. Sin embargo y pese a todo, la joya se le desliza. Cierto. Pero se desliza en el sentido de que la palabra le es denegada. La denegación es la retención (Vorbehalt). Precisamente en esto aparece el sorprendente poder propio de la palabra. La joya no se deshace en modo alguno en una nada inservible. La palabra no se hunde en la llana imposibilidad del decir. El poeta no abdica de la palabra. Es cierto que la joya se retira a lo misterioso y sorpredente que nos asombra. Por ello y tal como dice la introducción a El Canto, el poeta aún medita ahora todavía más que antes: aún está estructurando – en concreto a un decir – de otro modo que antes. Canta cantos. El primer canto que canta, que permanece sin título, canta nada menos que el secreto intuido de la palabra que, al denegarse, nos acerca su esencia retenida. El canto canta el secreto de la palabra sorprendiéndose, esto es, cuestionándose poéticamente, en tres estrofas de tres versos cada una: ¿Qué audaz ligero paso – Anda por el reino más propio. – Del jardín de hadas de la ancestra? – ¿Qué invocación envía – El sonador con clarín plateado – A la durmiente espesura del Decir? – ¿Qué secreto aliento – De la recién desvanecida melancolía – Se insinúa por el alma? Stefan George escribe normalmente todas las palabras en minúsculas, con excepción de las que inician cada verso. Llama la atención que en este poema hay una sola palabra que se inicia con mayúscula. Se encuentra al final de la estrofa central y dice: Sage, Decir. El poeta podía haber intitulado el poema “El Decir”. No lo hizo. El poema canta la misteriosa proximidad del prevalecer de la palabra que permanece ausente en la lejanía. En el poema se dice algo muy distinto de manera diferente – y sin embargo se dice lo Mismo que en lo pensado a propósito de la relación entre el “es” y la palabra que no tiene naturaleza de cosa. ¿Qué hay ahora de la vecindad entre poesía y pensamiento? Nos hallamos perplejos entre dos modos enteramente distintos del decir. En el canto del poeta la palabra aparece como lo que es misteriosamente sorprendente. La meditación pensante, atenta a la relación entre el “es” y la palabra como no-cosa, llega ante algo memorable, digno de ser pensado, y cuyos rasgos se pierden en lo indeterminado. Por un lado, el canto donde el misterio aparece en la plenitud del decir cantante; por el otro, lo que es digno de pensar en un decir apenas determinable, pero, en cualquier caso, no un decir cantante. ¿Es ésta una vecindad en la cual poesía y pensamiento conviven en una proximidad? Parecerá, más bien, que no pueda imaginarse vecindad más divergente. Heideggeriana: EssenciaLinguagem

Las señas “señan” de múltiples modos. Haciendo seña, la seña puede hacer visible aquello hacia donde “seña” de modo tan simple y cumplido que vamos a ello sin equívoco alguno. Pero una seña puede asimismo hacer seña de modo que nos remite primero y por mucho tiempo a lo que tiene de no claro, (Bedenkliche) aquello desde donde hace seña, mientras que aquello hacia donde hace seña solo deja suponer que es digno de pensar y para lo que todavía se carece del adecuado modo de pensamiento. La seña que nos da la frase rectora es de esta clase. La esencia del habla nos es tan conocida por múltiples determinaciones, que difícilmente podemos desatarnos de ellas. Pero el desatarse no tolera ningún acto de violencia porque la tradición permanece rica en verdad. Por esto estamos primero requeridos a reflexionar sobre nuestras nociones habituales del habla, aunque sólo sea desde una amplia perspectiva, pero con la visión hacia delante, hacia donde hace seña la vecindad de ambos modos del decir, la poesía y el pensamiento: a la proximidad entendida como Decir. Se encuentra el habla, cuando se la representa como algo existente, como actividad del hablar, como manipulación de las herramientas del habla: la boca, los labios, la lengua. El habla se revela en el hablar como un fenómeno que ocurre con el hombre. Que se haya hecho la experiencia del habla y se la haya representado y determinado desde aquí hace ya mucho tiempo, lo atestiguan los nombres que las diversas lenguas occidentales se han dado a sí mismas: glossa, lingua, langue, language. El habla es la lengua. En el segundo capítulo de la historia de los apóstoles, que relata el milagro de pentecostés, el verso 3 y 4 dice: La Vulgata traduce: Et apparuerunt illis dispertitae linguae tamquam ignis… et coeperunt loqui variis linguis. Lutero traduce: “Y se les aparecieron lenguas, divididas, como de fuego… y comenzaron a predicar con otras lenguas”. De todos modos, no se concibe aquí el hablar como mera locuacidad, sino en la plenitud del pneuma agion, del sagrado aliento. Esta representación bíblica del habla viene precedida por la caracterización griega del habla en su ser esencial que Aristóteles eleva a figura canónica. El logos, el enunciar, se representa inicialmente en los términos del fenómeno fónico del hablar. Aristóteles dice lo siguiente al comienzo de un tratado que más tarde obtuvo el título de Peri hermeneias, de interpretatione, sobre el enunciar: “Lo que tiene lugar en el fonar de la voz (los sonidos), son signos de aquello que le acaece al alma como padecimientos y lo escrito (es) signo de los sonidos vocales. Pues del mismo modo que la escritura no es la misma para todos, así tampoco son iguales los sonidos vocales. Pero de lo que éstos (sonidos y letras escritas) son primeramente signos, esto lo son los mismos padecimientos del alma para todos los hombres y las cosas de las cuales éstos (los padecimientos) configuran las representaciones semblantes, son asimismo los mismos.” Heideggeriana: EssenciaLinguagem

La puesta en camino del en-frente-mutuo en la Cuaternidad de mundo hace advenir proximidad. es la proximidad en tanto que Nahnis ¿Debería acaso la misma puesta-en-camino llamarse el advenimiento apropiador del silencio? Ahora bien esto que se acaba de indicar – ¿dice todavía algo de la esencia del habla? Ciertamente, e incluso en el sentido de lo que han intentado las tres conferencias: llevarnos ante la posibilidad de hacer una experiencia con el habla y esto de tal modo. que en lo venidero nuestra relación con el habla venga a ser lo digno de pensar. Heideggeriana: EssenciaLinguagem

Observamos que quedaba algo digno de pensar en el poema. a saber: qué significa: una cosa es. Digno de pensar se nos hizo al mismo tiempo la relación de la palabra sonante. que redobla en cuanto no falta. con el “es”. Heideggeriana: EssenciaLinguagem

En la medida en que la renuncia asintió al secreto de la palabra, el poeta guarda memoria de la joya por la renuncia. De este modo la joya deviene aquello que el poeta. en tanto que diciente, venera y dignifica por encima de todo. La joya deviene así. propiamente dicho, lo que es digno de pensar para el poeta. Heideggeriana: Palavra1958

Dejarse decir lo que es digno de pensar se llama – pensar. Heideggeriana: Palavra1958

Lo que a primera vista parece un título para un tema – poesía y pensamiento – se revela corno la inscripción inmemorial del destino humano. La inscripción señala que poesía v pensamiento se pertenecen mutuamente. Su encuentro es de procedencia lejana. Si regresamos a ella pensativamente, llegamos frente a lo que es digno de pensar desde tiempo inmemorial y acerca de lo cual nunca se cansará uno de pensar. Es la misma cuestión digna de pensar que fulminó súbitamente al poeta y a la cual él no se negó, diciendo: Ninguna cosa sea donde falta la palabra. Heideggeriana: Palavra1958

Todo decir esencial es retorno para prestar oído a esta mutua pertenencia velada de decir y ser, palabra y cosa. Ambos, poesía y pensamiento, son un decir eminente en la medida en que ambos permanecen librados al secreto de la palabra como a lo que les es lo más digno de pensar: así y desde siempre. permanecen juntados en el parentesco del uno y del otro. Heideggeriana: Palavra1958