»La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber o saber no real. Pero al tomarse de inmediato a sí misma como el saber real, este camino tendrá para ella un significado negativo y, así, lo que es realización de su concepto antes le parece una pérdida de sí misma; porque efectivamente, en este camino pierde su verdad. Por ello, puede ser considerado como el camino de la duda o, más propiamente, como el camino de la desesperación;* en efecto, en este camino no ocurre eso que se suele entender por duda, esto es, una pasajera vacilación acerca de tal o cual supuesta verdad, a la que sucede la correspondiente desaparición de la duda y el retorno a la verdad, de tal modo que al final el asunto es entendido como al principio, sino que este camino es una aceptación consciente de la no verdad del saber que se manifiesta, al que le parece ser más real lo que en realidad sólo es concepto no realizado. Por eso, este escepticismo que se consuma no es eso que seguramente el celo más serio por la verdad y la ciencia cree haber preparado y equipado para ellas, concretamente, el propósito de no rendirse en la ciencia ante la autoridad del pensamiento de otros, sino de comprobarlo todo por sí mismo y seguir sólo la propia convicción o, mejor aún, de producir todo él mismo y tomar únicamente por verdadero su propio hacer. La serie de figuras que recorre la conciencia por este camino es más bien la historia exhaustiva de la formación de la conciencia misma en ciencia. Esta decisión presenta la formación a la manera simple de una decisión como algo inmediatamente hecho y resuelto; pero, frente a esta no verdad, este camino resulta ser la realización efectiva. Es verdad que guiarse por la propia convicción vale más que rendirse a la autoridad de otros, pero mediante la transformación de las creencias basadas en la autoridad en creencias basadas en la propia convicción, no necesariamente cambia el contenido de las mismas ni aparece la verdad en el lugar del error. Permanecer atrapado en el sistema de la opinión y el prejuicio tomando como base la propia convicción o la autoridad de otros, no se diferencia más que en la vanidad inherente a la segunda manera. Por el contrario, el escepticismo, que se dirige sobre todo a lo que abarca la conciencia que se manifiesta, permite que el espíritu examine a fondo qué es la verdad, desde el momento en que consigue que se llegue a desesperar de las representaciones, opiniones y pensamientos naturales, a los que da lo mismo llamar propios o ajenos y de los que todavía está rebosante la conciencia, la cual se lanza directamente al examen de la verdad, pero, por eso mismo es de hecho incapaz de hacer lo que quiere emprender. Heideggeriana: HegelExperiencia
Por eso, a Hegel no le queda más remedio que comenzar la caracterización de la esencia de la presentación mediante una frase con la que diferencia al saber real como tal. «La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber o saber no real.» Heideggeriana: HegelExperiencia
Se distingue al saber natural frente al saber real. Por lo tanto, lo natural no es real y lo real no es natural. Se podría pensar que ambos son lo mismo. Lo natural es aquello que surge de la naturaleza, que forma parte de ella y a ella corresponde. La naturaleza es lo ente mismo sin esfuerzo. Pero, ¿acaso no es esto lo real, bajo lo que se entiende sin embargo a lo efectivo, que no es otra cosa que lo propiamente ente, la naturaleza? Hegel utiliza la distinción entre natural y real en relación con el saber o la conciencia, la cual es en sí misma aquello que se manifiesta. En el modo del manifestarse está presente el sujeto, con el que, al mismo tiempo y concretamente en su relación con él, se presenta el objeto. El sujeto que se manifiesta es el saber que se presenta, la conciencia natural. Pero, según la frase de Hegel, la presentación del saber que se manifiesta probará que la conciencia natural es aquello que no es el saber real. La conciencia natural prueba ser incluso «sólo concepto del saber». Podríamos opinar que Hegel piensa que la naturaleza es un mero concepto y por ende nada efectivamente real. Se podría pensar, a la vista de este desvanecimiento de la naturaleza en una mera abstracción, que hay que devolverle a la naturaleza sus derechos en calidad de aquello efectivamente real. Pero Hegel no niega que la naturaleza sea algo efectivamente real, sino simplemente que no puede ser la realidad efectiva, el ser de lo ente. Por tanto, Hegel tampoco dice en absoluto que la naturaleza sólo sea un concepto. Sin embargo, sí dice que la conciencia natural probará ser «sólo concepto del saber o saber no real». Qué significa aquí «sólo concepto del saber» es algo que sólo se puede determinar a partir de lo que piensa Hegel con la expresión «saber real». Heideggeriana: HegelExperiencia
Lo real es lo verdaderamente ente. Lo verdadero, el ens verum, es desde Descartes el ens certum: lo que se sabe a sí mismo en la certeza, lo que está presente en el saber. Pero el ens certum sólo es verdaderamente sabido cuando es sabido qua ens. Esto ocurre cuando el esse del ens es representado propiamente y cuando lo ente es sabido en su ser, lo real sabido en su realidad. El saber real es el saber que representa en todo momento y en todo lugar a lo ente en su entidad (realidad), a aquello que se manifiesta en su manifestarse. Por eso, el saber de la realidad de lo real se llama el saber real. Cuando el saber natural demuestra ser el saber no real, esto significa que aparece como aquel saber que no representa a lo ente como tal en ningún momento, sino que en su representar sólo se aferra a lo ente. Cuando busca a lo ente en su verdad, siempre intentará explicar lo ente a partir de lo ente. Aquel ente, en el que surge la conciencia, le resulta por eso mismo aquel que sólo se abre para él y por lo tanto vale como lo natural. Debido a que semejante representar surge él mismo en eso ente que se abre en él y de este modo permanece rodeado de él, este saber es el saber natural. Pero incluso este último sólo puede surgir en lo propiamente ente y tomar todo por lo ente en todas partes si, cuando lo hace, y sin saberlo, no tiene ya en el representar la entidad de lo ente en general. El modo de representar natural de lo ente es ya, en sí mismo y necesariamente, ese general representar la entidad de lo ente, de tal manera que no llega a saber propiamente la entidad de lo ente, la realidad de lo real. La conciencia natural no se preocupa del ser a la hora del representar lo ente y sin embargo debe hacerlo. No puede evitar representar al mismo tiempo al ser de lo ente en general, porque sin la luz del ser ni siquiera podría perderse en lo ente. Desde este punto de vista, la conciencia natural sólo es el representar de la entidad en lo general e indeterminado: «sólo concepto del saber», no el saber que alcanza certeza de la realidad de lo real. Heideggeriana: HegelExperiencia
Por el contrario, en cuanto la manifestación del saber que se manifiesta se hace visible, lo que le importa al saber es esa manera de aparecer. La conciencia natural se encuentra puesta bajo otra luz, aunque sin llegar a ver nunca esa luz como tal. En esta luz el saber natural pierde su verdad, desde el momento en que ahora eso verdadero se presenta como lo no-verdadero. En efecto, la manifestación de aquello que se manifiesta y que es él mismo, es su propia verdad y realidad. La presentación de la manifestación realiza aquello que «sólo [es] concepto del saber». Trae delante a lo real en su realidad y hace dominar a ésta en lo real. Así, aquello que se manifiesta no se ve apartado ni separado del saber real. El primero queda salvaguardado en el segundo, que es en verdad lo suyo, esto es, su realidad y verdad. La conciencia natural y el saber real son, de hecho, lo mismo, en la medida en que la primera, en tanto que lo todavía-no-verdadero, forma necesariamente un mismo todo con el segundo, en tanto que su verdad. Pero, precisamente por eso, ambos no son igual. Heideggeriana: HegelExperiencia
La conciencia natural no puede retornar hacia su verdad en la presentación absoluta del saber que se manifiesta. El camino de la presentación de lo que se manifiesta en su manifestación es «la aceptación consciente de la no verdad del saber que se manifiesta, al que le parece ser más real lo que en realidad sólo es concepto no realizado». Por este camino, la conciencia natural pierde definitivamente la verdad que tenía, pero no se pierde nunca a sí misma. Por el contrario, se instala en la nueva verdad, según su antiguo proceder. Desde el punto de vista de la ciencia del saber que se manifiesta, el camino de la presentación es, para la conciencia natural y sin que tenga saber de ello, el camino de la desesperación. Pero la propia conciencia natural nunca desespera. La duda, en el sentido de la desesperación, es asunto de la presentación, esto es, del conocimiento absoluto. Pero, siguiendo este camino, la presentación tampoco desespera de sí misma, sino sólo de la conciencia natural, en la medida en que ésta nunca quiere realizar el mero concepto del saber – ese concepto que ella es permanentemente -, pero sin embargo no cesa nunca de atribuirse la verdad del saber y de hacerse valer como la única medida del saber. Cuanto más a fondo recorre la presentación el camino de la desesperación, tanto más pronto consuma la ciencia su propio manifestarse. Heideggeriana: HegelExperiencia
En el transcurso de la historia de la formación, la conciencia natural demuestra ser «sólo concepto del saber». Pero este «sólo» ya es bastante. Efectivamente, en la medida en que a la hora de representar a lo ente la conciencia natural representa al mismo tiempo inevitablemente y aunque sea de manera no expresa a la entidad de lo ente, la conciencia natural está ya en sí misma por encima de sí misma aunque sin estar fuera de sí. La conciencia natural no sólo no toma conocimiento del «concepto» – concepto que ya es siempre ella misma -, sino que llega a opinar que puede pasarse sin él, mientras que, en verdad, la correspondiente región de lo ente habitada por la conciencia natural sólo se puede determinar, tanto por su extensión como por su dominabilidad, a partir de aquello que sea la propia conciencia en tanto que saber de la entidad de lo ente. Pero la conciencia natural se oculta a sí misma esa inquietud reinante en ella que la impulsa más allá de sí misma. Huye de ella y, de esta manera, se encadena a su modo a sí misma. Toma su opinión por la verdadera, por lo tanto tiene pretensiones de hacer suya la verdad y demuestra que aquello que considera lo suyo no es lo suyo. Su propia opinión delata constantemente la inquietud de ese impulso irrefrenable hacia más allá de sí misma. La presentación del saber que se manifiesta sólo necesita abandonarse a esa inquietud para encontrarse ya en la marcha del progreso. Pero lo irrefrenable del movimiento sólo puede determinarse a partir de aquello en lo que se mantiene la inquietud. Se atiene a lo que la impulsa fuera. Ésta es la realidad de lo real, que sólo es en la medida en que se manifiesta en su verdad. Ella es, vista desde la orientación del progreso, la meta de la marcha. Pensada a partir de la inquietud de la conciencia, la marcha comienza por la meta. Es un movimiento a partir de la meta, de tal manera que no deja a la meta atrás, sino que, con el movimiento, llega precisamente a su despliegue. La meta de su marcha le es fijada al saber en su propia esencia como esta misma. La conciencia es, en su propia inquietud, la autofijación de la meta. Por eso, el octavo párrafo comienza la caracterización de la movilidad de la conciencia con la frase: «Pero para el saber la meta es algo fijado de manera tan necesaria como la serie de la progresión». Pero el párrafo no debate la meta, por lo menos no bajo la forma en la que nos representamos una meta, en la medida en que la tomamos por aquello hacia lo que se ve impulsada una cosa. Si se nos permitiera tomar como expediente el lenguaje de la mecánica, podríamos decir que el progreso en la marcha histórica de la historia de la formación de la conciencia, no se ve empujado hacia adelante y hacia lo aún indeterminado por la correspondiente figura de la conciencia, sino que se ve atraído a partir de la meta ya fijada. La meta atrayente se genera a sí misma en su manifestación en la propia atracción y lleva de entrada a la marcha de la conciencia a la plenitud de su completitud. Heideggeriana: HegelExperiencia
Tal vez ahora la frase que hemos llamado la primera proposición de la conciencia resulte esclarecedora: «Ahora bien la conciencia es para sí misma su concepto…». La proposición dice algo distinto a la indicación que se encuentra al principio del sexto párrafo: «La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber…» . Ya no se habla de conciencia natural, sino de conciencia a secas. Ahora se destaca la palabra «concepto». «Concepto» significa ahora el manifestarse de la conciencia en su verdad. Su esencia consiste en la certeza incondicionada. De acuerdo con ella, algo sabido aún no ha sido entendido conceptualmente si sólo es representado en general. Antes bien, en su ser-sabido, debe ser referido al saber correspondiente y ser representado con él mismo en esta referencia. Es sólo de este modo como lo sabido puede estar omnilateralmente en el saber, el cual – de esta manera – se ha convertido en un representar (o concebir) general en un sentido global y al mismo tiempo incondicionado. En relación con este concepto, en el que la propia conciencia se concibe a sí misma, la conciencia natural no es nunca sino «sólo concepto». En efecto, en la medida en que es conciencia, tiene en general una representación de lo que es ser-sabido. La conciencia natural – en tanto que parte de la propia conciencia – puede quedarse ahí detenida, es decir, ser sólo concepto del saber, únicamente porque es para sí misma su concepto. De todos modos, sólo entenderemos suficientemente la primera frase sobre la conciencia siempre que no tomemos únicamente en cuenta la distinción remarcada por Hegel entre «concepto» y «sólo concepto», sino que pensemos también en lo que constituía la meditación en el transcurso de los últimos párrafos. En la proposición «Ahora bien, la conciencia es para sí misma su concepto» el acento recae sobre el «es». Quiere decir que la conciencia consuma su propio manifestarse, de tal manera, que construye en el manifestarse para sí el lugar de la manifestación, un lugar que forma parte de su esencia. Así es como la conciencia se encuentra a sí misma en su concepto. Heideggeriana: HegelExperiencia
Puesto que con la primera proposición sobre la conciencia se ha tornado visible la verdad de la misma, Hegel ya puede explicar ahora la conciencia natural desde la perspectiva de que es el saber no real. También llama a la conciencia natural la no-verdadera, pero esto no significa que la conciencia natural sólo sea el depósito de lo falso, engañoso y erróneo. Significa más bien que la conciencia natural es en cada caso la que todavía no es verdadera y se ve poseída y dominada por la violencia que la arrastra a su verdad. La conciencia natural siente esta violencia y cae en el temor por su propia subsistencia. Hegel, cuyo racionalismo nunca podrá ser suficientemente alabado ni desdeñado, habla en ese pasaje decisivo en el que nombra la relación del saber natural con el ser de lo ente, del «sentimiento de violencia». Este sentir la violencia de la voluntad, bajo cuya forma lo absoluto es, caracteriza el modo en que la conciencia natural «sólo es concepto del saber». Pero sería absurdo pensar que Hegel opina que el temor natural que hace retroceder a la conciencia ante el ser de lo ente, en tanto que esa relación natural con el ser, es también la manera en la que, o el órgano por el que la filosofía piensa el ser de lo ente, como si allí donde el pensar se ve obligado a remitir al sentimiento, la filosofía se viera entregada al puro sentimiento en un juego de manos en lugar de verse fundamentada sobre la ciencia. Esta opinión superficial, que hoy como ayer sigue haciendo escuela, forma parte por sí misma de la vanidad del entendimiento, que se recrea en la inercia de su falta de pensamiento y disuelve todo en ella. Al final del mismo párrafo, que con su primera frase sobre la conciencia se adentra en la visión de la verdad del saber, la no-verdad del mismo se manifiesta bajo la figura del «Yo escueto», que encuentra su única satisfacción en su limitación a eso ente que sale a su encuentro. Heideggeriana: HegelExperiencia
En el transcurso de la explicación de la primera proposición sobre la conciencia se mostró que la conciencia natural es «sólo concepto del saber». Ciertamente, tiene una representación general de su objeto en cuanto objeto y, asimismo, de su saber en cuanto saber. Pero es precisamente este «en cuanto» lo que no admite la conciencia natural, porque sólo le otorga validez a lo inmediatamente representado, aunque siempre y únicamente con la ayuda de ese «en cuanto». Como siguiendo su propia idea no admite el «en cuanto» y de acuerdo con su terquedad, nunca va de por sí detrás de lo que, curiosamente, tiene delante de ella a modo de telón de fondo, por eso, la conciencia es la comparación y al mismo tiempo no lo es. La conciencia es, en su representar del objeto y según su naturaleza, la distinción entre el «ser en sí» y el «ser para ella», entre la verdad y el saber. La conciencia no es sólo la distinción, que al mismo tiempo no es tal, sino que, a la par de ello, es una comparación del objeto con su objetividad, del saber con su estado de sabido. La propia conciencia es la comparación que, naturalmente, la conciencia natural nunca hace propiamente. Heideggeriana: HegelExperiencia