calculante

El cogitare es siempre un «pensar» [denken] en el sentido de un reparar [Be-denken], de un reparar que piensa en sólo dejar valer como asegurado y re-presentado en sentido propio lo que no presente reparos [Bedenkenlose]. El cogitare es esencialmente re-presentar que repara, re-presentar que examina y recuenta: cogitare ist dubitare. Si a esto lo tomamos «literalmente» podemos caer con facilidad en un error. Pensar no es dudar en el sentido de que en todas partes se formulen reparos, de que toda toma de posición resulte sospechosa y se rehúse todo asentimiento. El dudar es comprendido, por el contrario, como esencialmente referido a lo indubitable, a lo que no ofrece reparos, y a que esto sea puesto en seguro. En lo que se repara de antemano y continuamente en este pensar que repara es en que lo representado esté en cada caso puesto en seguro dentro del círculo de la disposición calculante. Que todo cogitare es esencialmente un dubitare no dice más que: el re-presentar es un poner en seguro. El pensar que es esencialmente reparar no admite nada como puesto en seguro y cierto, es decir como verdadero, que no esté comprobado como tal ante él mismo, que no tenga el carácter de lo sin reparos, de aquello con lo que el pensamiento, en cuanto reparar, ya ha de cierto modo «acabado», con lo que ya se ha saldado la cuenta. 2588 Heideggeriana: NiilismoEuropeu

2) ¿Qué proyecto del ente en dirección al ser corresponde a esta metafísica? Preguntado de otra manera: ¿cómo se determina la entidad del ente? Entidad quiere decir ahora re-presentatividad del sujeto que representa. Esto no significa de ninguna manera que el ente sea una «mera representación» y ésta algo que suceda en la «conciencia» humana, de manera tal que todo ente se volatilice en la forma etérea de meros pensamientos. Descartes, lo mismo que posteriormente Kant, no dudó nunca de que el ente y lo que se constata como tal no sea en sí y desde sí efectivamente real. Pero queda abierta la pregunta por lo que aquí quiera decir ser y por el modo en que el ente habrá de ser alcanzado y asegurado por el hombre en cuanto éste se ha convertido en sujeto. Ser es la re-presentatividad puesta en seguro en el representar calculante, por medio de la cual se asegura por doquier al hombre el proceder en medio del ente, la investigación del mismo, su conquista, dominio y puesta a disposición, de manera tal que él mismo puede ser, desde sí, amo de su propio aseguramiento y de su propia seguridad. 2666 Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Más allá de una mera acumulación de conocimientos, toda ciencia sólo es saber, es decir custodia de un auténtico conocimiento preñado de decisión y que contribuye a crear historia, en la medida en que – expresado en el modo de pensar tradicional – piensa metafísicamente. Más allá del dominio meramente calculante de una región, toda ciencia sólo es un auténtico saber en cuanto se fundamenta metafísicamente, o cuando ha comprendido que esa fundamentación es una necesidad inamovible para su consistencia esencial. 6459 Heideggeriana: VontadePoder

Comúnmente se entiende por poder [Macht] la institución ordenada, planificante y calculante de una violencia [Gewalt]. El poder se toma como una especie de violencia. Acrecentamiento de poder y predominio significan entonces acumulación y disposición de medios de violencia, así como su posible extensión y empleo siguiendo un cálculo. Lo que ejerce violencia – lo que actúa en el sentido de la violencia, lo violento – se muestra como lo que se desencadena de modo arbitrario, incalculable, ciego. A lo que allí estalla se les denomina fuerzas. La violencia es, entonces, un almacenamiento de fuerzas que impulsa a estallar, que no es dueña de sí misma. Pero fuerza quiere decir capacidad de producir un efecto. Y producir un efecto significa: transformar en otro lo que en cada caso está allí delante. Las fuerzas son puntos de efectuación, donde «punto» señala la concentración en algo que afluye de manera impulsiva y que sólo es en el campo de tal afluir. De ese modo, se comprende al poder como una especie de violencia, a la violencia como fuerza, y a la fuerza como un ciego hervidero de impulsos que no es ulteriormente comprensible y que sin embargo está operante por doquier y es experimentable en sus efectos. 7213 Heideggeriana: VontadePoder

La carencia de sentido en la que acaba la estructura metafísica de la época moderna sólo puede llegar a saberse como el cumplimiento esencial de esta época si es vista conjuntamente con aquella transformación del hombre en subjectum y con la determinación del ente como representación y producción de lo objetivo. Entonces se muestra: la carencia de sentido es la consecuencia predeterminada de la validez final [Endgültigkeit] del comienzo de la metafísica moderna. La verdad como certeza se convierte en instaurable conformidad con el ente en su totalidad, previamente preparado para asegurar la existencia consistente del hombre basado sólo sobre sí mismo. Esta concordancia no es ni una imitación ni una compenetración empática con el ente «en sí» verdadero, sino la sobrepotenciación calculante del ente por medio del desprenderse de la entidad a la maquinación. Ésta misma alude a esa esencia de la entidad que se prepara para la factualidad en la que todo, en cuanto factible, está de antemano estatuido en referencia a su factibilidad. En correspondencia con este estatuir, el representar es el calculante y asegurante pasar revista de los horizontes que delimitan todo lo perceptible, su explicabilidad y su utilización. 7422 Heideggeriana: EternoRetorno

Sólo cuando de este modo la razón se ha desplegado metafísicamente como la subjetividad incondicionada y por lo tanto como el ser del ente, la inversión de la anterior preeminencia de la razón en preeminencia de la animalidad puede convertirse ella misma en incondicionada, es decir, en nihilista. La negación nihilista de la preeminencia metafísica, determinante del ser, de la razón incondicionada – no su eliminación total – es la afirmación del papel incondicionado del cuerpo como puesto de mando de toda interpretación del mundo. «Cuerpo» es el nombre de esa forma de la voluntad de poder en la que ésta, por estar siempre en situación, es inmediatamente accesible para el hombre en cuanto «sujeto» eminente. Por eso, Nietzsche dice: «Esencial: partir del cuerpo y utilizarlo como hilo conductor» (La voluntad de poder, n. 532; cfr. n. 489, n. 659). Pero si el cuerpo se convierte en hilo conductor de la interpretación del mundo, esto no quiere decir que lo «biológico» y lo «vital» esté transpuesto a la totalidad del ente y ésta misma sea pensada de modo «vital», sino que significa: el ámbito particular de lo «vital» es concebido metafísicamente como voluntad de poder. La «voluntad de poder» no es nada «vital» ni nada «espiritual», sino que lo «vital» (lo «viviente») y lo «espiritual», en cuanto entes, están determinados por el ser en el sentido de la voluntad de poder. La voluntad de poder se subordina la razón en el sentido del representar, poniéndola a su servicio como pensar calculante (como poner valores). La voluntad racional, hasta el momento al servicio del representar, transforma su esencia en voluntad que, en cuanto ser del ente, se ordena a sí misma. 7682 Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

El gran estilo es el modo en el que la voluntad de poder pone de antemano en su poder la institución de todas las cosas y el adiestramiento de la humanidad como dominación del ente en su totalidad, por esencia carente de meta, y, a partir de ese poder sobrepotencia y prefigura cada paso en un acrecentamiento continuo. Esta dominación planetaria es, metafísicamente, el incondicionado volver consistente lo que deviene en su totalidad. Este volver consistente se resiste, sin embargo, al propósito de poner en seguro sólo un estado final de duración ilimitada, de una uniformidad homogénea; en efecto, con ello la voluntad de poder dejaría de ser ella misma, ya que se quitaría la posibilidad de acrecentamiento. Lo «mismo» que retorna tiene su mismidad en una orden siempre nueva. La «duración relativa» de las relativas formaciones de dominio es algo esencialmente diferente de la consistencia sin peligros de un permanecer paralizado. Aquellas son fijas por un tiempo determinado, que sin embargo resulta calculable. Esta fijeza siempre tiene, en el campo de acción del poder por esencia calculante, la posibilidad de un cambio dominado. 7752 Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

La preeminencia de lo real efectivo activa el olvido del ser. Por esa preeminencia queda también sepultada la esencial referencia al ser que hay que buscar en el pensamiento rectamente pensado. Requerido por el ente, el hombre ocupa el papel de ente que sirve de norma. Como referencia al ente basta el conocer que, de acuerdo con el carácter esencial del ente en el sentido de lo real planificablemente asegurado, tiene que desembocar en la objetivación y convertirse así en cálculo. El signo de la degradación del pensar es el ascenso de la logística al rango de verdadera lógica. La logística es la organización calculante de la absoluta ignorancia acerca de la esencia del pensar, dando por supuesto que el pensar, esencialmente pensado, es aquel saber proyectante que desemboca en la conservación de la esencia de la verdad a partir del ser. 8373 Heideggeriana: RelembrarMetafisica

La pregunta ¿Qué es metafísica? sigue siendo pregunta. Para el que persevera tenazmente en esta pregunta, el siguiente epílogo es más bien un prólogo más inicial. La pregunta Qué es metafísica pregunta más allá de la metafísica. Nace de un pensamiento que ya se ha introducido en la superación de la metafísica. Es parte de la esencia de estos tránsitos el que tengan que hablar todavía, dentro de ciertos límites, en la lengua de eso mismo que contribuyen a superar. La circunstancia particular en la que se ha planteado la pregunta por la esencia de la metafísica no debe hacernos creer que este preguntar está obligado a partir de las ciencias. La investigación moderna, con otros modos de representar y producir ente, se encuentra involucrada en el rasgo fundamental de esa verdad según la cual todo ente se define por medio de la voluntad de voluntad, cuya primera aparición tuvo lugar bajo la forma preliminar de la «voluntad de poder». «Voluntad» entendida como rasgo fundamental de la entidad de lo ente es la equiparación de lo ente con lo real, de tal modo que la realidad de lo real obtiene el poder para llevar a cabo la factibilidad sin condiciones de la objetivación total. La ciencia moderna no sirve a una meta que le haya sido antepuesta ni tampoco busca una «verdad en sí». Como modo de la objetivación calculante de lo ente, es una condición planteada por la propia voluntad de voluntad y mediante la cual ésta se asegura el dominio de su esencia. Pero como, no obstante, toda objetivación de lo ente se sume en la procura y aseguramiento de lo ente y a partir de ahí se hace con las posibilidades para su desarrollo, la objetivación se queda detenida en lo ente y lo toma por el ser. Así, toda conducta en relación con lo ente denota un saber del ser, a la vez que la incapacidad para mantenerse por sí mismo dentro de los límites de la ley de la verdad de este saber. Esta verdad es la verdad sobre lo ente. La metafísica es la historia de esta verdad. Ella dice qué es lo ente desde el momento en que lleva al concepto la entidad de lo ente. La metafísica piensa el ser en la entidad de lo ente aunque sin poder pensar la verdad del ser en el modo de su pensar. La metafísica se mueve siempre en el ámbito de la verdad del ser, que, desde un punto de vista metafísico, sigue siendo para ella el fundamento desconocido e infundamentado. Pero suponiendo que no sólo el ente nace del ser, sino que también y de modo aún más inicial el propio ser reposa en su verdad y la verdad del ser se presenta como el ser de la verdad, entonces es necesaria la pregunta acerca de qué es la metafísica en su fundamento. Este preguntar debe pensar metafísicamente y al mismo tiempo desde el fundamento de la metafísica, o, lo que es lo mismo, ya no metafísicamente. Semejante preguntar sigue siendo ambiguo en un sentido esencial. 9899 Heideggeriana: MetafisicaEpilogo

Todo calcular disuelve lo contable en lo contado a fin de usarlo para el próximo recuento. El calcular no permite que surja otra cosa más que lo contable. Toda cosa es únicamente aquello que ella cuenta. Lo contado en cada caso asegura la progresión del contar. Dicho contar usa y gasta progresivamente los números y es, a su vez, un progresivo consumirse a sí mismo. Que el calcular se encuentre con lo ente vale como explicación del ser de lo ente. El calcular utiliza de antemano a todo ente como elemento contable y desgasta a lo contado en el recuento. Este uso corrosivo de lo ente delata el carácter de consunción del cálculo. Sólo en la medida en que el número es aumentable hasta el infinito, y ello indistintamente en la dirección de lo grande o de lo pequeño, puede la esencia consuntiva del cálculo esconderse tras sus productos y prestarle al pensar calculante la apariencia de la productividad, mientras ya anticipadamente, y no sólo en sus resultados posteriores, confiere validez a todo ente sólo bajo la forma de la disponibilidad y lo consumible. El pensar calculante se constriñe a sí mismo a dominar todo desde la perspectiva de la coherencia de su proceder. Ni siquiera puede imaginar que todo lo calculable del cálculo sea ya un todo antes de las diversas sumas y productos calculados por él, un todo cuya unidad pertenece indudablemente a lo incalculable, que se sustrae a sí mismo y a su carácter inquietante de las garras del cálculo. Sin embargo, aquello que siempre y en todo lugar está cerrado de antemano a las intenciones del cálculo y, asimismo, y siempre en una enigmática desconocibilidad, se halla más cercano al hombre que cualquier ente en el que el hombre se instala a sí mismo y a su pretensión puede conducir a veces a la esencia del hombre a un pensar cuya verdad no puede ser captada por ninguna «lógica». Ese pensar cuyos pensamientos no sólo no cuentan, sino que en general están determinados por eso otro distinto a lo ente, se llama pensar a esencial. En lugar de calcular con lo ente, contando con lo ente, dicho pensar se prodiga y desgasta en el ser de cara a la verdad del ser. Este pensar contesta a la exigencia del ser, en la medida en que el hombre confía su esencia histórica a la simplicidad de esa única necesidad que obliga sin apremiar, limitándose simplemente a crear la necesidad que se satisface en la libertad del sacrificio. La necesidad es que la verdad del ser quede a salvo pase lo que pase con el hombre o cualquier ente. El sacrificio es ese prodigarse del hombre – libre de toda constricción, porque surge del abismo de la libertad – en la preservación de la verdad del ser para lo ente. En el sacrificio acontece aquella escondida gratitud única en saber apreciar la gratuidad con que el ser se ha transpropiado a la esencia del hombre en el pensar, a fin de que éste asuma la guarda del ser en la relación con lo ente. El pensar inicial es el eco del favor del ser en el que se aclara y acontece y a eso único: que lo ente es. Ese eco es la respuesta del hombre a la palabra de la voz silenciosa del ser. La respuesta del pensar es el origen de la palabra humana, palabra que es la única que consiente que surja el lenguaje a modo de entonación sonora de la palabra en palabras. Si no hubiera a veces un pensar escondido en el fundamento esencial del hombre histórico, éste nunca sería capaz de agradecer, puesto que en todo pensamiento y en todo agradecimiento tiene que haber necesariamente un pensar que piense inicialmente la verdad del ser. ¿De qué otro modo podría llegar jamás una humanidad al agradecer originario si el favor del ser, por medio de la abierta referencia a sí mismo, no le concediese al hombre la nobleza de esa pobreza en la que la libertad del sacrificio esconde el tesoro de su esencia? El sacrificio es la despedida de lo ente en ese camino que conduce a la preservación del favor del ser. Es verdad que el sacrificio puede ser preparado y favorecido trabajando productivamente en lo ente, pero nunca podrá llegar a ser consumado por estos medios. Su consumación procede de la instancia desde la que cada hombre histórico actúa – pues también el pensar esencial es un actuar – y conserva la existencia, existencia adquirida para la preservación de la dignidad del ser. Esta insistencia es la imperturbable indiferencia, que no permite que se altere su oculta disposición para la esencia de despedida de todo sacrificio. El sacrificio se encuentra en casa en la esencia de ese acontecimiento propio, en el cual el ser reclama al hombre para la verdad del ser. Por eso, el sacrificio no tolera ninguno de esos cálculos por los que siempre se cae en el error de cálculo de tomar solamente en cuenta su utilidad o inutilidad, por altas o bajas que se hayan dispuesto las metas. Este error de cálculo deforma la esencia del sacrificio. La búsqueda de metas enturbia la claridad del temor, dispuesto a la angustia, del ánimo de sacrificio, que se atreve a asumir la vecindad a lo indestructible. 9915 Heideggeriana: MetafisicaEpilogo

Casi al mismo tiempo que Descartes, Pascal descubre frente a la lógica de la razón calculante, la lógica del corazón. Lo interno y lo invisible del ámbito del corazón no es sólo más interno que lo interno de la representación calculadora, y por ello más invisible, sino que al mismo tiempo alcanza más lejos que el ámbito de los objetos únicamente producibles. Es sólo en la más profunda interioridad invisible del corazón donde el hombre se siente inclinado a amar a los antepasados, los muertos, la infancia, los que aún están por venir. Esto forma parte del más amplio círculo, que ahora se muestra como la esfera de la presencia de la completa y salva percepción. Es verdad que dicha presencia, como la de la conciencia habitual de la producción calculante, es una presencia de la inmanencia. Pero el interior de la conciencia inhabitual sigue siendo el espacio íntimo en el que, para nosotros, todo ha pasado por encima de lo numérico del cálculo y, libre de semejantes límites, puede fluir y derramarse en la totalidad ilimitada de lo abierto. Esto superfluo que excede al número surge, en relación con su presencia, en el interior y lo invisible del corazón. La última frase de la novena elegía, que canta la pertenencia de los hombres a lo abierto, dice así: «Nace en mi corazón una existencia que excede al número». 10759 Heideggeriana: ParaQuePoetas