Escudero (2016) – Dasein

Dasein es, sin duda, uno de los términos centrales de Ser y tiempo. Una correcta lectura y comprensión de esta obra requiere tener una idea muy clara de qué significa dicho concepto. De lo contrario, se corre el riesgo de caer en lecturas existencialistas, antropológicas, sociológicas e, incluso, androcéntricas.

De entrada, hay que recordar que en el lenguaje filosófico y en el corriente, Dasein significa habitualmente «existencia». En el siglo XVII, la locución infinitiva da sein («estar ahí», «presente», «existir», «disponible») se sustantiviza como das Dasein y se utiliza en el sentido de «presencia». En el siglo XVIII, el término «Dasein» empieza a sustituir en los ámbitos filosóficos la expresión latinizada Existenz y en los círculos poéticos se usa en el sentido de Leben («vida»). Heidegger, en cambio, se distancia del significado clásico canonizado por Christian Wolff, según el cual Dasein equivale a Existenz («existencia») en el sentido de Wirklichkeit («realidad efectiva») y Vorhandensein («subsistencia» o «presencia»). Heidegger se sirve de la expresión Dasein exclusivamente para indicar la constitución ontológica [ontologisch] de la vida humana caracterizada por su apertura (Da) al ser (Sein) y por la capacidad de interrogarse por su sentido. El término «Dasein» empieza a adquirir valor técnico en el Informe Natorp (1922) para señalar al ente [Seiende] que se interroga acerca de su propio ser. Este significado se consolida plenamente en las lecciones de 1923, Ontología. Hermenéutica de la facticidad, en las que Heidegger lo determina en su valor de indicación formal como el modo de ser propio de la existencia humana. Así pues, cuando Heidegger utiliza la expresión Dasein en el contexto de su interpretación de los trabajos de otros pensadores (como puedan ser Dilthey, Hegel, Kant, Hegel, Natorp, Jaspers, etcétera), se mantiene mayoritariamente la traducción habitual de «existencia», pero cuando apela al sentido más técnico del término se ha apostado por conservar el término alemán «Dasein» sin cursiva.

Dasein significa literalmente el lugar (Da) del ser (Sein). El hombre está ahí, en la apertura del mundo, pero está ahí como el ahí del ser, como el lugar óntico donde el ser se revela. Heidegger recurre a veces a la grafía Da-sein. El guión resalta la apertura constitutiva del Dasein, una apertura previa y originaria, que no debe confundirse con un aquí meramente local; esa apertura se define en los años posteriores a Ser y tiempo en términos de Seinslichtung («claro del ser»). De hecho, como comenta Leyte, quizá sea esta la única forma posible de traducir «Dasein». El valor del guión, más allá de señalar la marca física de la separación que mantiene unidos los dos márgenes, resalta la idea de un tránsito continuo, de un permanente «entre». Ese «entre», ese «espacio abierto», ese «tránsito» es lo que Heidegger realmente intenta pensar. En la «Introducción» de 1949 al texto «¿Qué es metafísica?», Heidegger justifica el recurso al término «Dasein» de la siguiente manera:

A fin de pensar en una sola palabra y a un mismo tiempo tanto la referencia del ser a la esencia del hombre como la relación esencial del hombre con la apertura (el Ahí) del ser como tal, se eligió para ese ámbito esencial en el que se encuentra el hombre como hombre la palabra «Dasein». […] Con «Dasein» se nombra eso que todavía tiene que ser experimentado y, por ende, tiene que ser pensado como lugar, concretamente como el lugar de la verdad del ser. (GA9: 372-373)

El Dasein se revela así como el lugar del cruce entre lo óntico y lo ontológico [ontologisch]. Ese cruce, ese tránsito, ese espacio intersticial, ese entre —que ha permanecido impensado en la historia de la filosofía— es precisamente el Da, el horizonte de apertura o, como insistirá el Heidegger tardío, la verdad del ser en su doble juego de ocultación y manifestación, donación y retracción. El Dasein es el lugar desde donde puede preguntarse por ese horizonte, es el lugar en que está siempre en juego la diferencia entre ser y ente [Seiende]. En nuestro caso, ofrecemos una interpretación en clave ontológica [ontologisch] del término «Dasein», más próxima a la postura ortodoxa de Herrmann y la ontológica [ontologisch] de Leyte que a la heterodoxa de Haugeland y la óntica de Carman. Haugeland ofrece una lectura del Dasein que parte inicialmente de un holismo normativo que irá matizándose en el transcurso de la década de los noventa y se abandonará en los años sucesivos. Según él, el Dasein es una forma de vida, refleja un patrón general de normas, costumbres, roles sociales y hábitos. Por su parte, Carman sostiene que el Dasein ha de entenderse como una forma de ser de toda persona concreta: Dasein se refiere a cualquier ser humano o persona que se distingue por su peculiar ser-en-cada-mío (Jemeinigkeit) y su particular relación con el ser.

En cualquier caso, hay que tener claro que el término heideggeriano «Dasein» posee un sentido eminentemente formal, esto es, carece de un contenido específico. Dasein no puede equipararse con «hombre», «ser humano», «animal racional», «espíritu», «alma», «persona», «conciencia» o «sujeto», pues eso equivale a determinarlo de una manera objetiva:

Todos estos términos nombran determinados dominios fenoménicos «susceptibles de desarrollo», pero su empleo va siempre unido a una curiosa no necesidad de preguntar por el ser del ente [Seiende] así designado. No es, pues, un capricho terminológico el que nos lleva a evitar estos términos, como también las expresiones «vida» y «hombre», para designar al ente [Seiende] que somos nosotros mismos. (GA2:62 / STJR:71)

El Dasein, como se verá más adelante, es pura posibilidad e indeterminación. A este respecto, resultan interesantes las observaciones realizadas en las lecciones del semestre de verano de 1928, Principios metafísicos de la lógica a partir de Leibniz, a propósito de la asexualidad y neutralidad metafísica del Dasein. La peculiar neutralidad del término «Dasein» resulta fundamental para el análisis formal de sus modos de ser, pues la «interpretación de este ente [Seiende] se realiza antes de cualquier concreción fáctica» (GA26: 171-172, la cursiva es mía, J.A.). La neutralidad del Dasein es anterior, previa a cualquier concretización óntica de su individualidad. Todo Dasein puede determinarse fácticamente por su género, sexo, religión, cultura, ideología y etnicidad, pero solo puede hacerlo en cuanto es un ser de posibilidades. Ontológicamente hablando, el Dasein es asexual. Pero esta ausencia de sexo no es simple negatividad; al contrario, encarna una positividad originaria que encierra la posibilidad de una concreción humana fáctica elegida y asumida en cada caso por el propio Dasein. El Dasein no es un existente concreto, una mujer concreta o un hombre concreto, una persona concreta de cierta etnia o confesión religiosa, sino fuente originaria de toda posibilidad previa a cualquier determinación concreta. Por tanto, este Dasein neutral tampoco es un yo encapsulado, un «individuo óntico aislado» (GA26: 172). Heidegger habla de la peculiar neutralidad metafísica del Dasein por la que este no se halla previamente determinado por nada concreto. El Dasein encierra la posibilidad de toda determinación. Como es obvio, Heidegger no niega el hecho evidente de que todo individuo vive en un cuerpo y tiene una determinada sexualidad, sino que se remonta al ámbito de posibilidad ontológica [ontologisch] que hace posible toda determinación, que no es otro que el espacio de la libertad y la elección. El Dasein no está predeterminado. Su existencia consiste en estar abierto a cualquier determinación. Podemos ilustrar esta idea parafraseando a Simone de Beauvoir: «Uno no nace hombre o mujer, sino que llega a serlo». El Dasein es esencialmente libertad y pura posibilidad.

En definitiva, el término «Dasein» nos invita a pensarnos de una manera diferente, a mirarnos a nosotros mismos con ojos frescos, a cuestionarnos la imagen usual de ser humano transmitida por siglos de tradición filosófica. Cuando el lector topa con «Dasein», debe pensar en las implicaciones de esta expresión tan sencilla y, a la vez, tan enigmática.

a) Llama la atención que el sustantivo que utiliza Heidegger para designarnos sea la forma infinita de un verbo. Ello sugiere que nuestro rasgo distintivo es la actividad, la movilidad, la temporalidad.

b) Nuestra existencia no solo se caracteriza por ser un proceso activo, sino por un modo de ser. Lo que nos distingue es nuestro modo de existencia, que es cualitativamente distinto al modo como existe una piedra.

c) ¿Qué nos distingue de manera constitutiva del resto de los entes? Nuestro peculiar ser ahí. Por supuesto que una piedra y un animal están ahí, en el sentido de que ocupan una localización espacial. Pero nosotros estamos ahí en un sentido radicalmente diferente: nosotros habitamos el mundo, somos capaces de darle un significado y comprenderlo. De hecho, una parte importante de Ser y tiempo se dedica a analizar este fenómeno.

d) No solo formamos parte del mundo, sino que no seríamos nada sin él. Y viceversa, el mundo nada sería sin nosotros. El campeonato ganado por la Selección Española de fútbol en el Mundial de 2010 no hubiera sido posible sin los jugadores que conformaban parte de aquella selección. Y, a su vez, los jugadores de 2010 no hubieran sido lo que fueron sin la selección.

e) Finalmente, como señala el Heidegger tardío, nosotros somos el Ahí del ser, el lugar donde el ser se manifiesta. Los otros entes continuarían siendo, pero no habría nadie que diera fe de su existencia. Su ser no tendría significado.