habitar

Significa: talar, liberar lo selvático. El espaciar conlleva lo libre, lo abierto, para un situarse y HABITAR del hombre. Heideggeriana: ArteEspacio

El espaciar origina el situar que prepara a su vez el HABITAR. Heideggeriana: ArteEspacio

¿Cómo acontece el espaciar? ¿No es acaso un situar en relación, considerado en su doble modo del conceder y disponer? Una vez el situar admite algo acorde. Se deja actuar la apertura, que entre otras admite la aparición de las cosas a las cuales se ve dirigida el HABITAR humano. Heideggeriana: ArteEspacio

La plástica sería la corporeización de sitios, que en la apertura de un paraje que lo encierra, condiciona una liberación en su encuentro, permitiendo la presencia de las cosas en ese instante, y el HABITAR del hombre en medio de las cosas. Heideggeriana: ArteEspacio

Las observaciones precedentes no van ciertamente tan lejos como para mostrar con suficiente luminosidad la mismidad de la plástica como un modo del arte constructivista. La plástica: una corporeización de la puesta en obra de sitios; y en ellos una apertura de parajes que conceden el HABITAR humano y la permanencia de las cosas encontrándose, relacionándose. Heideggeriana: ArteEspacio

Pero si el hombre quiere volver a encontrarse alguna vez en la vecindad al ser, tiene que aprender previamente a existir prescindiendo de nombres. Tiene que reconocer en la misma medida tanto la seducción de la opinión pública como la impotencia de lo privado. Antes de hablar, el hombre debe dejarse interpelar de nuevo por el ser, con el peligro de que, bajo este reclamo, él tenga poco o raras veces algo que decir. Sólo así se le vuelve a regalar a la palabra el valor precioso de su esencia y al hombre la morada donde HABITAR en la verdad del ser. Heideggeriana: CartaHumanismo

La metafísica se cierra al sencillo hecho esencial de que el hombre sólo se presenta en su esencia en la medida en que es interpelado por el ser. Sólo por esa llamada “ha” encontrado el hombre dónde habita su esencia. Sólo por ese HABITAR “tiene” el “lenguaje” a modo de morada que preserva el carácter extático de su esencia. A estar en el claro del ser es a lo que yo llamo la ex-sistencia del hombre. Sólo el hombre tiene ese modo de ser, sólo de él es propio. La ex-sistencia así entendida no es sólo el fundamento de la posibilidad de la razón, ratio, sino aquello en donde la esencia del hombre preserva el origen de su determinación. Heideggeriana: CartaHumanismo

Por lo demás, el proyecto es esencialmente un proyecto arrojado. El que arroja en ese proyectar no es el hombre, sino el ser mismo, que destina al hombre a la ex-sistencia del ser-aquí en cuanto su esencia. Este destino acontece como claro del ser, y éste sólo es como tal. El claro garantiza y preserva la proximidad al ser. En dicha proximidad, en el claro del “aquí”, habita el hombre en cuanto ex-sistente, sin que sea ya hoy capaz de experimentar propiamente ese HABITAR ni de asumirlo. La proximidad “del” ser, en que consiste el “aquí” del ser-aquí o Dasein, ha sido pensada a partir de Ser y tiempo en el discurso sobre la elegía de HölderlinHeimkunft” (1934), ha sido escuchada en su decir más intenso en el propio poema cantado por el poeta y ha sido nombrada como “patria” desde la experiencia del olvido del ser. Esta palabra está pensada aquí en un sentido esencial que no es ni patriótico ni nacionalista, en el sentido de la historia del ser. Pero, al mismo tiempo, la esencia de la patria ha sido nombrada con la intención de pensar la apatricidad o desterramiento del hombre moderno desde la esencia de la historia del ser. El último que experimentó tal desterramiento fue Nietzsche. Y la única salida que le encontró desde dentro de la metafísica fue la inversión de la metafísica. Pero esto significa la consumación de la falta de salidas. Con todo, cuando compone su poema “Heimkunft”, Hölderlin se preocupa de que sus “paisanos” encuentren su esencia. Y no busca para nada esta esencia en el egoísmo de su pueblo, sino que la ve desde la pertenencia al destino de Occidente. Sólo que Occidente tampoco está pensado de modo regional, como lo opuesto a Oriente, no sólo está pensado como Europa, sino desde el punto de vista de la historia universal, desde la proximidad al origen. Apenas si hemos empezado a pensar todavía las enigmáticas referencias al Este que se han hecho palabra en la poesía de Hölderlin (vid. “Der Ister”, “Die Wanderung”, 3. estrofa y ss.). Lo “alemán” no es algo que se le dice al mundo para que sane y encuentre su salud en la esencia alemana, sino que se le dice a los alemanes para que, partiendo de su pertenencia destinal a los pueblos, entren con ellos a formar parte de la historia universal (vid. sobre el poema de Hölderlin, “Andenken”, el escrito conmemorativo “Tübinger Gedenkschrift”, de 1943, p. 322). La patria de este morar histórico es la proximidad al ser. Heideggeriana: CartaHumanismo

En lo que sigue intentamos pensar sobre el HABITAR y el construir. Este pensar sobre el construir no tiene la pretensión de encontrar ideas sobre la construcción, ni menos dar reglas sobre cómo construir. Este ensayo de pensamiento no presenta en absoluto el construir a partir de la arquitectura ni de la técnica sino que va a buscar el construir en aquella región a la que pertenece todo aquello que es. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Nos preguntamos: 1. ¿Qué es HABITAR? 2.¿En qué medida el construir pertenece al HABITAR? Heideggeriana: ConstruirHabitar

Al HABITAR llegamos, así parece, solamente por medio del construir. Éste, el construir, tiene a aquél, el HABITAR, como meta. Sin embargo, no todas las construcciones son moradas. Un puente y el edificio de un aeropuerto; un estadio y una central energética; una estación y una autopista; el muro de contención de una presa y la nave de un mercado son construcciones pero no viviendas. Sin embargo, las construcciones mencionadas están en la región de nuestro HABITAR. Ésta va más allá de esas construcciones; por otro lado, sin embargo, no se limita a la vivienda. Para el camionero la autopista es su casa, pero no tiene allí su alojamiento; para una obrera de una fábrica de hilados, ésta es su casa, pero no tiene allí su vivienda; el ingeniero que dirige una central energética está allí en casa, sin embargo no habita allí. Estas construcciones albergan al hombre. Él mora en ellas, y sin embargo no habita en ellas, si HABITAR significa únicamente tener alojamiento. En la actual falta de viviendas, tener donde alojarse es ciertamente algo tranquilizador y reconfortante; las construcciones destinadas a servir de vivienda proporcionan ciertamente alojamiento; hoy en día pueden incluso tener una buena distribución, facilitar la vida práctica, tener precios asequibles, estar abiertas al aire, la luz y el sol; pero: ¿albergan ya en sí la garantía de que acontezca un HABITAR? Por otra parte, sin embargo, aquellas construcciones que no son viviendas no dejan de estar determinadas a partir del HABITAR en la medida en que sirven al HABITAR de los hombres. Así pues, el HABITAR sería en cada caso el fin que preside todo construir. HABITAR y construir están el uno con respecto al otro en la relación de fin a medio. Ahora bien, mientras únicamente pensemos esto estamos tomando el HABITAR y el construir como dos actividades separadas, y en esto estamos representando algo que es correcto. Sin embargo, al mismo tiempo, con el esquema medio-fin estamos desfigurando las relaciones esenciales. Porque construir no es sólo medio y camino para el HABITAR, el construir es en sí mismo ya el HABITAR. ¿Quién nos dice esto? ¿Quién es que puede darnos una medida con la cual podamos medir de un cabo al otro la esencia de HABITAR y construir? La exhortación sobre la esencia de una cosa nos viene del lenguaje, en el supuesto de que prestemos atención a la esencia de éste. Sin embargo, mientras tanto, por el orbe de la tierra corre una carrera desenfrenada de escritos y de emisiones de lo hablado. El hombre se comporta como si fuera él el forjador y el dueño del lenguaje, cuando en realidad es éste el que es y ha sido siempre el señor del hombre. Tal vez, más que cualquier otra cosa, la inversión, llevada a cabo por el hombre, de esta relación de dominio es lo que empuja a la esencia de aquél a lo no hogareño. El hecho de que nos preocupemos por la corrección en el hablar está bien, sin embargo no sirve para nada mientras el lenguaje siga sirviendo únicamente como un medio para expresarnos. De entre todas las exhortaciones que nosotros, los humanos, podemos traer, desde nosotros, al hablar, el lenguaje es la suprema y la que, en todas partes, es la primera. Heideggeriana: ConstruirHabitar

¿Qué significa entonces construir? La palabra del alto alemán antiguo correspondiente a construir, buan, significa HABITAR. Esto quiere decir: permanecer, residir. El significado propio del verbo bauen (construir), es decir, HABITAR, lo hemos perdido. Una huella escondida ha quedado en la palabra Nachbar (vecino). El Nachbar es el Nachgebur, el Nachgebauer, aquel que habita en la proximidad. Los verbos buri, büren, beuren, beuron significan todos el HABITAR, el habitat. Ahora bien, la antigua palabra buan, ciertamente, no dice sólo que construir sea propiamente HABITAR, sino que a la vez nos hace una seña sobre cómo debemos pensar el HABITAR que ella nombra. Cuando hablamos de morar, nos representamos generalmente una forma de conducta que el hombre lleva a calo junto con otras muchas. Trabajamos aquí y habitamos allí. No sólo habitamos, esto sería casi la inactividad; tenemos una profesión, hacemos negocios, viajamos y estando de camino habitamos, ahora aquí, ahora allí. Construir (bauen) significa originariamente HABITAR. Allí donde la palabra construir habla todavía de un modo originario dice al mismo tiempo hasta dónde llega la esencia del HABITAR. Bauen, buan, bhu, beo es nuestra palabra “bin” (”soy”) en las formas ich bin, du bist (yo soy, tú eres), la forma de imperativo bis, sei, (sé). Entonces ¿qué significa ich bin (yo soy)? La antigua palabra bauen, con la cual tiene que ver bin, contesta: “ich bin”, “du bist” quiere decir: yo habito tú habitas. El modo como tú eres, yo soy, la manera según la cual los hombres somos en la tierra es el Buan, el HABITAR. Ser hombre significa: estar en la tierra como mortal, significa: HABITAR. La antigua palabra bauen significa que el hombre es en la medida en que habita; la palabra bauen significa al mismo tiempo abrigar y cuidar; así, cultivar (construir) un campo de labor (einen Acker bauen), cultivar (construir) una viña. Este construir sólo cobija el crecimiento que, desde sí, hace madurar sus frutos. Construir, en el sentido de abrigar y cuidar, no es ningún producir. La construcción de buques y de templos, en cambio, produce en cierto modo ella misma su obra. El construir (Bauen) aquí, a diferencia del cuidar, es un erigir. Los dos modos del construir — construir como cuidar, en latín collere, cultura; y construir como levantar edificios, aedificare — están incluidos en el propio construir. HABITAR. El construir como el HABITAR, es decir, estar en la tierra, para la experiencia cotidiana del ser humano es desde siempre, como lo dice tan bellamente la lengua, lo “habitual”. De ahí que se retire detrás de las múltiples maneras en las que se cumplimenta el HABITAR, detrás de las actividades del cuidar y edificar. Luego estas actividades reivindican el nombre de construir y con él la cosa que este nombre designa. El sentido propio del construir, a saber, el HABITAR, cae en el olvido. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Este acontecimiento parece al principio como si fuera un simple proceso dentro del cambio semántico que tiene lugar únicamente en las palabras. Sin embargo, en realidad se oculta ahí algo decisivo, a saber: el HABITAR no es experienciado como el ser del hombre; el HABITAR no se piensa nunca plenamente como rasgo fundamental del ser del hombre. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Sin embargo, el hecho de que el lenguaje, por así decirlo, retire al significado propio de la palabra construir, el HABITAR, testifica lo originario de estos significados; porque en las palabras esenciales del lenguaje, lo que éstas dicen propiamente cae fácilmente en el olvido a expensas de lo que ellas mientan en primer plano. El misterio de este proceso es algo que el hombre apenas ha considerado aún. El lenguaje le retira al hombre lo que aquél, en su decir, tiene de simple y grande. Pero no por ello enmudece la exhortación inicial del lenguaje; simplemente guarda silencio. El hombre, no obstante, deja de prestar atención a este silencio. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Pero si escuchamos lo que el lenguaje dice en la palabra construir, oiremos tres cosas: 1. Construir es propiamente HABITAR. 2. El HABITAR es la manera como los mortales son en la tierra. 3. El construir como HABITAR se despliega en el construir que cuida, es decir, que cuida el crecimiento… y en el construir que levanta edificios. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Si pensamos estas tres cosas, percibiremos una seña y observaremos esto: lo que sea en su esencia construir edificios es algo sobre lo que no podemos preguntar ni siquiera de un modo suficiente, y no hablemos de decidirlo de un modo adecuado a la cuestión, mientras no pensemos que todo construir es en sí un HABITAR. No habitamos porque hemos construido, sino que construimos y hemos construido en la medida en que habitamos, es decir, en cuanto que somos los que habitan. Pero ¿en qué consiste la esencia del HABITAR? Escuchemos una vez más la exhortación del lenguaje: el antiguo sajón “wuon” y el gótico “wunian” significan, al igual que la antigua palabra bauen, el permanecer, el residir. Pero la palabra gótica “wunian” dice de un modo más claro cómo se experiencia este permanecer. “Wunian” significa: estar satisfecho (en paz); llevado a la paz, permanecer en ella. La palabra paz (Friede) significa lo libre, das Frye, y fry significa: preservado de daño y amenaza; preservado de…, es decir, cuidado. Freien (liberar) significa propiamente cuidar. El cuidar, en sí mismo, no consiste únicamente en no hacerle nada a lo cuidado. El verdadero cuidar es algo positivo, y acontece cuando de antemano dejamos a algo en su esencia, cuando propiamente realbergamos algo en su esencia; cuando, en correspondencia con la palabra, lo rodeamos de una protección, lo ponemos a buen recaudo. HABITAR, haber sido llevado a la paz, quiere decir: permanecer a buen recaudo, apriscado en lo frye, lo libre, es decir, en lo libre que cuida toda cosa llevándola a su esencia. El rasgo fundamental del HABITAR es este cuidar (mirar por). Este rasgo atraviesa el HABITAR en toda su extensión. Ésta se nos muestra así que pensamos en que en el HABITAR descansa el ser del hombre, y descansa en el sentido del residir de los mortales en la tierra. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Esta unidad de ellos la llamamos la Cuaternidad. Los mortales están en la Cuaternidad al HABITAR. Pero el rasgo fundamental del HABITAR es el cuidar (mirar por). Los mortales habitan en el modo como cuidan la Cuaternidad en su esencia. Este cuidar que habita es así cuádruple. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Los mortales habitan en la medida en que conducen su esencia propia — ser capaces de la muerte como muerte — al uso de esta capacidad, para que sea una buena muerte. Conducir a los mortales a la esencia de la muerte no significa en absoluto poner como meta la muerte en tanto que nada vacía; tampoco quiere decir ensombrecer el HABITAR con una mirada ciega dirigida fijamente al fin. Heideggeriana: ConstruirHabitar

En el salvar la tierra, en el recibir el cielo, en la espera de los divinos, en el conducir de los mortales acaece de un modo propio el HABITAR como el cuádruple cuidar (mirar por) de la Cuaternidad. Cuidar (mirar por) quiere decir: custodiar la Cuaternidad en su esencia. Lo que se toma en custodia tiene que ser albergado. Pero, si el HABITAR cuida la Cuaternidad ¿dónde guarda (en verdad) aquél su propia esencia? ¿Cómo llevan a cabo los mortales el HABITAR como este cuidar? Los mortales no serían nunca capaces de esto si el HABITAR fuera únicamente un residir en la tierra, bajo el cielo, ante los divinos, con los mortales. El HABITAR es más bien siempre un residir cabe las cosas. El HABITAR como cuidar guarda (en verdad) la Cuaternidad en aquello cabe lo cual los mortales residen: en las cosas. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Pero el residir cabe las cosas no es algo que esté simplemente añadido como un quinto elemento al carácter cuádruple del cuidar del que hemos hablado; al contrario: el residir cabe las cosas es la única manera como se lleva a cabo cada vez de un modo unitario la cuádruple residencia en la Cuaternidad. El HABITAR cuida la Cuaternidad llevando la esencia de ésta a las cosas. Ahora bien, las cosas mismas albergan la Cuaternidad sólo cuando ellas mismas, en tanto que cosas, son dejadas en su esencia. ¿Cómo ocurre esto? De esta manera: los mortales abrigan y cuidan las cosas que crecen, erigen propiamente las cosas que no crecen. El cuidar y el erigir es el construir en el sentido estricto. El HABITAR, en la medida en que guarda (en verdad) a la Cuaternidad en las cosas, es, en tanto que este guardar (en verdad), un construir. Con ello se nos ha puesto en camino de la segunda pregunta: ¿En qué medida pertenece el HABITAR al construir? La contestación a esta pregunta dilucida lo que es propiamente el construir pensado desde la esencia del HABITAR. Nos limitamos al construir en el sentido de edificar cosas y preguntamos: ¿qué es una cosa construida? Sirva como ejemplo para nuestra reflexión un puente. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Cuando se habla de hombre y espacio, oímos esto como si el hombre estuviera en un lado y el espacio en otro. Pero el espacio no es un enfrente del hombre, no es ni un objeto exterior ni una vivencia interior. No hay los hombres y además espacio; porque cuando digo “un hombre” y pienso con esta palabra en aquel que es al modo humano, es decir, que habita, entonces con la palabra “un hombre” estoy nombrando ya la residencia en la Cuaternidad, cabe las cosas. Incluso cuando nos las habemos con cosas que no están en la cercanía que puede alcanzar la mano, residimos cabe estas cosas mismas. No representamos las cosas lejanas meramente — como se enseña — en nuestro interior, de tal modo que, como sustitución de estas cosas lejanas, en nuestro interior y en la cabeza, sólo pasen representaciones de ellas. Si ahora nosotros — todos nosotros —, desde aquí pensamos el viejo puente de Heidelberg, el dirigir nuestro pensamiento a aquel lugar no es ninguna mera vivencia que se dé en las personas presentes aquí; lo que ocurre más bien es que a la esencia de nuestro pensar en el mencionado puente pertenece el hecho de que este pensar aguante en sí la lejanía con respecto a este lugar. Desde aquí estamos cabe aquel puente de allí, y no, como si dijéramos, cabe un contenido de representación que se encuentra en nuestra conciencia. Incluso puede que desde aquí estemos más cerca de aquel puente y de aquello que él avía que aquellos que lo usan todos los días como algo indiferente para pasar el río. Los espacios y con ellos “el” espacio están ya siempre aviados a la residencia de los mortales. Los espacios se abren por el hecho de que se los deja entrar en el HABITAR de los hombres. Los mortales son; esto quiere decir: habitando aguantan espacios sobre el fundamento de su residencia cabe cosas y lugares. Y sólo porque los mortales, conforme a su esencia, aguantan espacios, pueden atravesar espacios. Sin embargo, al andar no abandonamos aquel estar (del aguantar). Más bien estamos yendo por espacios de un modo tal que, al hacerlo, ya los aguantamos residiendo siempre cabe lugares y cosas cercanas y lejanas. Cuando me dirijo a la salida de la sala, estoy ya en esta salida, y no podría ir allí si yo no fuera de tal forma que ya estuviera allí. Yo nunca estoy solamente aquí como este cuerpo encapsulado, sino que estoy allí, es decir, aguantando ya el espacio, y sólo así puedo atravesarlo. Heideggeriana: ConstruirHabitar

El respecto del hombre con los lugares y, a través de los lugares, con espacios descansa en el HABITAR. El modo de habérselas de hombre y espacio no es otra cosa que el HABITAR pensado de un modo esencial. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Desde la Cuaternidad, el construir toma sobre sí las medidas para toda medición transversal de los espacios y para todo tomar la medida de los espacios que están cada vez aviados por los lugares instituidos. Las construcciones mantienen (en verdad) a la Cuaternidad. Son cosas que, a su modo, cuidan (miran por) la Cuaternidad. Cuidar la Cuaternidad, salvar la tierra, recibir el cielo, estar a la espera de los divinos, guiar a los mortales, este cuádruple cuidar es la esencia simple del HABITAR. De este modo, las auténticas construcciones marcan el HABITAR llevándolo a su esencia y dan casa a esta esencia. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Este construir que acabamos de caracterizar es un dejar HABITAR distinto de los demás. Si es esto de hecho, entonces el construir ha correspondido ya a la exhortación de la Cuaternidad. Sobre esta correspondencia permanece fundado todo planificar que, por su parte, abre a los proyectos las zonas adecuadas para sus líneas directrices. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Así que intentamos pensar desde el dejar HABITAR la esencia del construir que erige, experienciamos de un modo más claro dónde descansa aquel pro-ducir como una actividad cuyos rendimientos tienen como consecuencia un resultado, la construcción terminada. Se puede representar el pro-ducir así: uno aprehende algo correcto y, no obstante, no acierta nunca con su esencia, que es un traer que pone delante. En efecto, el construir trae la Cuaternidad llevándola a una cosa, el puente, y pone la cosa delante como un lugar llevándolo a lo ya presente, que ahora, y no antes, está aviado por este lugar. Heideggeriana: ConstruirHabitar

La esencia del construir es el dejar HABITAR. La cumplimentacicín de la esencia del construir es el erigir lugares por medio del ensamblamiento de sus espacios. Sólo si somos capaces de HABITAR podemos construir. Pensemos por un momento en una casa de campo de la Selva Negra que un HABITAR todavía rural construyó hace siglos. Aquí la asiduidad de la capacidad de dejar que tierra y cielo, divinos y mortales entren simplemente en las cosas ha erigido la casa. Ha emplazado la casa en la ladera de la montaña que está a resguardo del viento, entre las praderas, en la cercanía de la fuente. Le ha dejado el tejado de tejas de gran alero, que, con la inclinación adecuada, sostiene el peso de la nieve y, llegando hasta muy abajo, protege las habitaciones contra las tormentas de las largas noches de invierno. No ha olvidado el rincón para la imagen de nuestro Señor, detrás de la mesa comunitaria; ha aviado en la habitación los lugares sagrados para el nacimiento y “el árbol de la muerte”, que así es como se llama allí al ataúd; y así, bajo el tejado, a las distintas edades de la vida les ha marcado de antemano la impronta de su paso por el tiempo. Un oficio, que ha surgido él mismo del HABITAR, que necesita además sus instrumentos y sus andamios como cosas, ha construido la casa de campo. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Sólo si somos capaces de HABITAR podemos construir. La indicación de la casa de campo de la Selva Negra no quiere decir en modo alguno que deberíamos, y podríamos, volver a la construcción de estas casas , sino que ésta, con un HABITAR que ha sido hace ver cómo este HABITAR fue capaz de construir. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Pero el HABITAR es el rasgo fundamental del ser según el cual son los mortales. Tal vez este intento de meditar en pos del HABITAR y el construir puede arrojar un poco más de luz sobre el hecho de que el construir pertenece al HABITAR y sobre todo sobre el modo como de él recibe su esencia. Se habría ganado bastante si HABITAR y construir entraran en lo que es digno de ser preguntado y de este modo quedaran como algo que es digno de ser pensado. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Sin embargo, el hecho de que el pensar mismo, en el mismo sentido que el construir, pero de otra manera, pertenezca al HABITAR es algo de lo que el camino del pensar intentado aquí puede dar testimonio. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Construir y pensar son siempre, cada uno a su manera, ineludibles para el HABITAR. Pero al mismo tiempo serán insuficientes para el HABITAR mientras cada uno lleve lo Suyo por separado en lugar de escucharse el uno al otro. Serán capaces de esto si ambos, construir y pensar, pertenecen al HABITAR, permanecen en sus propios límites y saben que tanto el uno como el otro vienen del taller de una larga experiencia y de un incesante ejercicio. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Intentamos meditar en pos de la esencia del HABITAR. El siguiente paso sería la pregunta: ¿qué pasa con el HABITAR en ese tiempo nuestro que da que pensar? Se habla por todas partes, y con razón, de la penuria de viviendas. No sólo se habla, se ponen los medios para remediarla. Se intenta evitar esta penuria haciendo viviendas, fomentando la construcción de viviendas, planificando toda la industria y el negocio de la construcción. Por muy dura y amarga, por muy embarazosa y amenazadora que sea la carestía de viviendas, la auténtica penuria del HABITAR no consiste en primer lugar en la falta de viviendas. La auténtica penuria de viviendas es más antigua aún que las guerras mundiales y las destrucciones, más antigua aún que el ascenso demográfico sobre la tierra y que la situación de los obreros de la industria. La auténtica penuria del HABITAR descansa en el hecho de que los mortales primero tienen que volver a buscar la esencia del HABITAR, de que tienen que aprender primero a HABITAR. ¿Qué pasaría si la falta de suelo natal del hombre consistiera en que el hombre no considera aún la propia penuria del morar como la penuria? Sin embargo, así que el hombre considera la falta de suelo natal, ya no hay más miseria. Aquélla es, pensándolo bien y teniéndolo bien en cuenta, la única exhortación que llama a los mortales al HABITAR. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Pero ¿de qué otro modo pueden los mortales corresponder a esta exhortación si no es intentando por su parte, desde ellos mismos, llevar el HABITAR a la plenitud de su esencia? Llevarán a cabo esto cuando construyan desde el HABITAR y piensen para el HABITAR. Heideggeriana: ConstruirHabitar

Pero ¿en qué vamos a conocer aquello que, antes que ninguna otra cosa, está dando que pensar al hombre desde siempre? ¿Cómo se nos puede mostrar lo preocupante? Se dijo: lo preocupante, en un tiempo como el nuestro, que da que pensar, se muestra en que todavía no pensamos, todavía no pensamos correspondiendo propiamente a lo preocupante (lo que más da que pensar). Hasta ahora no hemos entrado en la esencia propia del pensar para HABITAR allí. En este sentido todavía no estamos pensando propiamente. Pero esto dice precisamente lo siguiente: nosotros ya pensamos, sin embargo, a pesar de toda la Lógica, todavía no estamos familiarizados con el elemento en el que el pensar propiamente piensa. Por esto todavía no sabemos de un modo suficiente en qué elemento se mueve ya el pensar hasta ahora vigente en la medida en que es un pensar. Hasta hoy el rasgo fundamental del pensar ha sido la percepción. A la facultad de percibir se la llama la razón. Heideggeriana: QuePensar

¿Qué llega, proveniente de la necesidad de la falta de necesidad, hasta lo impensado de ser mismo, es decir, al medio del ente en cuanto tal, de modo que valga como nada? El permanecer fuera del desocultamiento del ser en cuanto tal deja que todo lo salutífero [das Heilsame] se desvanezca en el ente. Este desvanecerse de lo salutífero se lleva consigo y cierra la dimensión abierta de lo sagrado [das Heilige]. El cierre de lo sagrado ensombrece todo lucir de lo divino. Este ensombrecer solidifica y oculta la falta de Dios. La oscura falta hace que todo el ente esté en el desamparo [im Unheimischen], al mismo tiempo que, en cuanto es lo objetivo de una objetivación sin limites, parece tener una posesión segura y ser siempre familiar. El desamparo del ente en cuanto tal saca a la luz la apatridad [Heimatlosigkeit] del hombre histórico en medio del ente en su totalidad. El dónde de un HABITAR en medio del ente en cuanto tal parece aniquilado, porque el ser mismo, en cuanto aquello que esencia en todo albergue, se rehúsa. Heideggeriana: NiilismoSer

Al ser el Mostrar del Decir el “hacer-propio”, el poder escuchar el Decir, el pertenecerle, también reside él mismo en el advenimiento apropiador. Para percibir en toda su amplitud la cuestión de la que aquí se trata, sería necesario pensar de manera suficientemente completa la esencia de los mortales en todos sus aspectos y, antes que nada, sin duda, el advenimiento apropiador como tal. Aquí deberá bastar una indicación. [Véase Vorträge und Aufsätze (1954): Das Ding (La cosa). Bauen Wohnen Denken pág. 145 ss. (Edificar HABITAR Pensar), Die Frage nach der Technik pág. 13 ss. (La pregunta por la técnica) Hoy cuando lo apenas pensado o lo pensado a medias está propulsado de inmediato en una forma cualquiera de publicación, a muchos puede parecerles increíble el hecho de que el autor emplee en sus manuscritos desde hace veinticinco años la palabra Ereignis para la cuestión aquí pensada. Esta cuestión, aunque en sí misma sencilla, sigue, por ahora, como algo difícil de pensar porque el pensamiento debe comenzar por perder la costumbre de caer en la opinión de que aquí se piensa el “ser” como advenimiento apropiador. Pero el advenimiento apropiador es algo esencialmente distinto porque es más rico que toda determinación metafísica del ser. En cambio, el ser, en cuanto a la procedencia de su esencia. se deja pensar a partir del advenimiento apropiador.] Heideggeriana: CaminhoLinguagem

No son todos ni los muchos los mortales llamados, tan sólo “algunos”, aquellos que andan por oscuros senderos. Estos mortales pueden soportar el morir en tanto que viaje hacia la muerte. Pues en ella se reúne la más alta ocultación del ser. La muerte ha adelantado ya a todo morir. Aquellos “en el caminar” deben todavía hacerse con casa y mesa en lo oscuro de sus senderos, no sólo y ni siquiera primero para ellos mismos, sino para los muchos; pues éstos creen que, meramente instalados en sus casas y sentados a sus mesas, están ya aprovisionados y condicionados (… Schon von den Dingen be-dingt) por las cosas y han alcanzado la sede del HABITAR. Heideggeriana: Linguagem1950

Lo que el hombre hace y persigue lo adquiere y merece por su propio esfuerzo. “Sin embargo — dice Hölderlin en duro contraste —, todo esto no toca la esencia de su morada en esta tierra, todo esto no llega a la razón de ser de la existencia humana.” Esta es “poética” en su fundamento. Pero nosotros entendemos ahora a la poesía como el nombrar que instaura los dioses y la esencia de las cosas. “HABITAR poéticamente” significa estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la esencia cercana de las cosas. Que la existencia es “poética” en su fundamento quiere decir, igualmente, que el estar instaurada (fundamentada) no es un mérito, sino una donación. Heideggeriana: EssenciaPoesia

Nosotros podremos todo eso sólo si previamente a la pregunta, que según las apariencias es siempre la más inmediata y la única perentoria, qué debemos hacer, meditamos esto: ¿Cómo tendríamos que pensar? Pues el pensar es el auténtico obrar [Handeln], si obrar quiere decir ayudar [an die Hand gehen = ir de la mano de] a la esencia del Ser. Esto dice: preparar (construir) a la esencia del Ser en medio de lo ente aquel paraje, en el que él y su esencia se trae a lenguaje. El lenguaje da camino y sendero a todo querer considerar. Sin el lenguaje, a todo hacer le falta aquella dimensión [Dimension], en la que podría orientarse y actuar. Lenguaje, ahí no es jamás primeramente expresión del pensar, sentir y querer. Lenguaje es la dimensión inicial, dentro de la cual la esencia-humana puede ante todo corresponder al Ser y a su interpelación y, en el corresponder, pertenecer al Ser. Este corresponder inicial propiamente realizado, es el pensar. Pensando, nosotros aprendemos ante todo el HABITAR en el ámbito en el que acontece-apropia el restablecimiento del destino del Ser, el restablecimiento de lo dis-puesto. Heideggeriana: Kehre1949

“… poéticamente habita el hombre… Que los poetas habitan a veces poéticamente es algo que aún podríamos imaginar. Sin embargo, ¿cómo “el hombre”, y esto significa: todo hombre, y siempre, puede HABITAR poéticamente? ¿No es todo HABITAR incompatible con lo poético? Nuestro HABITAR está acosado por la carestía de viviendas. Aunque esto no fuera así, hoy en día nuestro HABITAR está azuzado por el trabajo — inestable debido a la caza de ventajas y éxitos —, apresado por el sortilegio de la empresa del placer y del ocio. Pero allí donde, en el HABITAR de hoy queda aún espacio y se ha podido ahorrar algo de tiempo para lo poético, en el mejor de los casos, esto se realiza por medio de una ocupación con las artes y las letras, ya sean éstas escritas o emitidas (por radio o televisión). La poesía queda entonces negada como un inútil languidecer o un revolotear hacia lo irreal y es rechazada como fuga a lo idílico, o bien se la cuenta entre la literatura. A la validez de ésta se la evalúa según los módulos de la actualidad de cada momento. Lo actual, a su vez, está producido y dirigido por los órganos que forman la opinión pública de la sociedad civilizadora. Uno de sus funcionarios — es decir, impulsor e impulsado a la vez — es la empresa literaria. De este modo la poesía no puede aparecer de otra manera que en forma de literatura. Incluso allí donde se la observa como un producto cultural o de un modo científico, la poesía es objeto de la Historia de la Literatura. La poesía occidental está en curso bajo el rótulo general de “Literatura europea”. Heideggeriana: HomemHabita

Ahora bien, si la poesía tiene ya de entrada su única forma de existencia en lo literario, ¿de qué modo el HABITAR humano puede estar fundado en lo poético? Las palabras que dicen que el hombre habita poéticamente provienen por otra parte de un poeta solamente, y de aquel poeta además que, como se dice, no se las arregló con la vida. Lo característico de los poetas es no ver la realidad. En vez de actuar, sueñan. Lo que ellos hacen son sólo imaginaciones. Las imaginaciones son cosas que simplemente se hacen. Al acto de hacer se le llama en griego poiesis. ¿El HABITAR del hombre sería entonces poesía y sería poético? Pero esto sólo puede admitirlo el que está al margen de lo real y no quiere ver en qué estado se encuentra hoy, histórica y socialmente, la vida del hombre; lo que los sociólogos llaman el colectivo. Heideggeriana: HomemHabita

Sin embargo, antes de que, de un modo tan burdo, declaremos inconciliables HABITAR y poetizar, será bueno que, de una manera fría, prestemos atención a las palabras del poeta. Habla del HABITAR del hombre. No describen estados del HABITAR de hoy. Sobre todo no sostiene que morar signifique tener una morada. Tampoco dice que lo poético se agote en el fuego irreal de la imaginación poética. Entonces, ¿quién, de entre los que reflexionan, puede pretender explicar, desde unas alturas un tanto cuestionables, que el HABITAR y el poetizar sean incompatibles? Quizás sean compatibles los dos. Más aún. Quizás ocurre incluso que el uno entraña al otro, de modo que éste, el HABITAR, descanse en aquél, lo poético. Pero si suponemos tal cosa, entonces lo que se nos está exigiendo es, por difícil que nos parezca, que pensemos el HABITAR y el poetizar desde su esencia. Si no nos cerramos a esta exigencia, entonces, a aquello que normalmente se le llama la existencia del hombre lo pensaremos desde el HABITAR. Ahora bien, lo que estamos haciendo con esto es abandonar la representación que habitualmente tenemos del HABITAR. Según ella el HABITAR no pasa de ser una forma de comportamiento del ser humano junto con otras muchas. Trabajamos en la ciudad, pero habitamos fuera de ella. Estamos de viaje y habitamos ahora aquí, ahora allí. Lo que en estos casos llamamos HABITAR es siempre, y no es más que esto, tener un alojamiento. Heideggeriana: HomemHabita

Cuando Hölderlin habla del HABITAR, está mirando el rasgo fundamental del estar del hombre. Pero lo “poético” lo ve él desde la relación con este HABITAR entendido de un modo esencial. Heideggeriana: HomemHabita

Esto, ciertamente, no significa que lo poético sea un adorno y un aditamento del HABITAR. Lo poético del HABITAR no quiere decir tampoco sólo que lo poético, de alguna u otra forma, ocurra en todo HABITAR. Las palabras: “… poéticamente habita el hombre… dicen más bien esto: el poetizar es lo que antes que nada deja al HABITAR ser un HABITAR. Poetizar es propiamente dejar HABITAR. Ahora bien, ¿por qué medio llegamos a tener un habitáculo? Por medio del edificar. Poetizar, como dejar HABITAR, es un construir. Heideggeriana: HomemHabita

De este modo estamos ante una doble exigencia: primero pensar lo que denominamos la existencia del hombre desde la esencia del HABITAR; luego pensar la esencia del poetizar en tanto que dejar HABITAR como un construir, incluso como el construir por excelencia. Si buscamos la esencia de la poesía desde la perspectiva de la que acabamos de hablar, llegaremos a la esencia del HABITAR. Heideggeriana: HomemHabita

Ahora bien, ¿de dónde nosotros, los humanos, tenemos noticia sobre la esencia del HABITAR y del poetizar? ¿De dónde es que el hombre toma la interpelación de llegar hasta la esencia de una cosa? El hombre sólo puede tomar esta interpelación de allí de donde él la recibe. La recibe de la exhortación del lenguaje. Ciertamente, sólo cuando presta atención, y mientras presta atención, a la esencia propia del lenguaje. Pero mientras tanto, a la vez incontrolada y diestra, por el globo terráqueo se desata una carrera desbocada de palabras habladas, escritas y emitidas por los medios de comunicación. El hombre se comporta como si fuera el forjador y el dueño del lenguaje, cuando es éste, y lo ha sido siempre, el que es señor del hombre. Cuando esta relación de señorío se invierte, el hombre cae en extrañas maquinaciones. El lenguaje se convierte en medio de expresión. En tanto que expresión, el lenguaje puede descender a mero medio de presión. Que incluso en este uso del lenguaje se cuide la manera de hablar está bien. Sólo que esto, a pesar de todo, no nos servirá nunca para salir de esta inversión de la relación de dominio entre el lenguaje y el hombre. Pues en realidad quien habla es el lenguaje. El hombre habla, antes que nada y solamente, cuando corresponde al lenguaje, cuando escucha la exhortación de éste. De entre todas las exhortaciones que nosotros, los humanos, podemos llevar al lenguaje, el lenguaje es la primera de todas. El lenguaje es lo primero, y también lo último, que. con una seña dirigida a nosotros, nos lleva ala esencia de una cosa. Sin embargo. esto no quiere decir nunca que el lenguaje, con el significado de cualquier palabra que cojamos, de un modo directo y definitivo, como si se tratara de un objeto listo para ser usado, nos suministre la esencia transparente de la cosa, directa y definitivamente, como si de un objeto de uso se tratara. Pero el corresponder en el que el hombre propiamente escucha la exhortación del lenguaje es aquel decir que habla en el elemento del poetizar. Cuanto más poético es un poeta, tanto más libre, es decir, más abierto y más dispuesto a lo insospechado es su decir; de un modo más puro confía lo dicho a la escucha, siempre más atenta; tanto más lejano es lo dicho por él del mero enunciado con el que tratamos sólo en vistas a su corrección o incorrección. Heideggeriana: HomemHabita

Antes vienen las palabras: “Lleno de méritos, sin embargo… Esto suena casi como si la palabra que sigue, “poéticamente”, aportara una restricción en el HABITAR lleno de méritos del hombre. Pero es lo contrario. Esta restricción se dice en el giro “lleno de méritos”, al que debemos añadir un “sin duda”. Es cierto que el hombre, con su HABITAR, se hace acreedor a múltiples méritos. El hombre cuida las cosas que crecen de la tierra y abriga lo que ha crecido para él. Cuidar y abrigar (colere, cultura) es un modo del construir. Pero el hombre labra (cultiva, construye) no sólo aquello que despliega su crecimiento desde sí mismo sino que construye también en el sentido de aedificare, erigiendo aquello que no puede surgir ni mantenerse por el crecimiento. Lo construido y las construcciones, en este sentido, son no sólo los edificios sino todas las obras debidas a la mano y los trabajos del hombre. Sin embargo, los méritos de este múltiple construir no llenan nunca la esencia del HABITAR. Al contrario: llegan incluso a impedir al HABITAR su esencia así que se va a la caza de. ellos y que se adquieren sólo por ellos mismos. Porque entonces estos méritos, precisamente por su profusión, restringen en todas partes este HABITAR a las fronteras del construir del que hemos hablado. Éste persigue, la satisfacción de las necesidades del HABITAR. El construir, en el sentido del cuidado campesino del crecimiento y en el sentido del levantar edificios y obras así como de producir instrumentos, es ya una consecuencia esencial del HABITAR, pero no su fundamento, ni menos aún su fundamentación. Ésta tiene que acontecer en otro construir. El construir habitual y que a menudo se impulsa de un modo exclusivo — y que por ello es el único que se conoce — aporta sin duda profusión de méritos al HABITAR. Sin embargo el hombre sólo es capaz de HABITAR si ha construido ya y construye de otro modo y si permanece dispuesto a construir. Heideggeriana: HomemHabita

Ahora bien, si Hölderlin se atreve a decir que el HABITAR de los mortales es poético, con sólo decir esto despierta en nosotros la impresión de que el HABITAR “poético” lo que hace justamente es arrancar a los hombres de la tierra. Porque lo “poético”, cuando se entiende la poesía como género literario, pertenece al reino de la fantasía. El HABITAR poético, por la vía de la fantasía, sobrevuela todo lo real. Con este temor se topa el poeta cuando dice expresamente que el HABITAR poético es el HABITAR “en esta tierra”. De este modo Hölderlin no sólo preserva a lo “poético” de una mala interpretación, que es fácil que se dé, sino que, añadiendo las palabras “en esta tierra”, señala propiamente la esencia del poetizar. Éste no sobrevuela la tierra ni se coloca por encima de ella para abandonarla y para flotar sobre ella. El poetizar, antes que nada pone al hombre sobre la tierra, lo lleva a ella, lo lleva al HABITAR. Heideggeriana: HomemHabita

“Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita el hombre sobre esta tierra”. ¿Sabemos ahora en qué medida el hombre habita poéticamente? No lo sabemos todavía. Corremos incluso el peligro de introducir, de nuestra cosecha, elementos extraños en la palabra poética de Hölderlin. Porque si bien Hölderlin nombra el HABITAR del hombre y sus méritos, sin embargo no pone, como ocurrió antes, el HABITAR del hombre en conexión con el construir. No habla de construir, ni en el sentido de abrigar, cuidar y erigir, ni de tal modo que llegue a representarse el poetizar como un modo propio del construir. Según esto, del HABITAR poético Hölderlin no dice lo mismo que nuestro pensar. Sin embargo pensamos lo Mismo que piensa Hölderlin en este poema. Heideggeriana: HomemHabita

Si seguimos con el pensamiento lo que Hölderlin poetiza sobre el HABITAR poético del hombre, sospecharemos la existencia de un camino en el que, por lo pensado de un modo distinto, nos acercaremos a lo Mismo que el poeta poetiza. Heideggeriana: HomemHabita

Pero ¿qué dice Hölderlin del HABITAR poético del hombre? Buscamos la contestación a esta pregunta escuchando los versos 24 a 38 del mencionado poema. Porque es desde el ámbito de éstos como han hablado los dos versos explicados al principio. “¿Puede, cuando la vida es toda fatiga, un hombre mirar hacia arriba y decir: así quiero yo ser también? Sí. Mientras la amabilidad dura aún junto al corazón, la Pura, no se mide con mala fortuna el hombre con la divinidad. ¿Es desconocido Dios? ¿Es manifiesto como el cielo? Esto es lo que creo más bien. La medida del hombre es esto. Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita el hombre en esta tierra. Pero más pura no es la sombra de la noche con las estrellas, si yo pudiera decir esto, como el hombre, que se llama una imagen de la divinidad. ¿Hay en la tierra una medida? No hay ninguna.” Heideggeriana: HomemHabita

Vamos a considerar sólo una pequeña parte de estos versos, y vamos a hacerlo con la única intención de oír más claramente lo que Hölderlin quiere decir cuando llama al HABITAR del hombre un HABITAR “poético”. Los primeros versos que hemos leído (24 a 26) nos dan una seña. Están en la forma de una pregunta afirmada de un modo confiado. Ésta dice con otras palabras lo que, de un modo inmediato, expresan los versos que acabamos de dilucidar: “Lleno de méritos, sin embargo, poéticamente habita el hombre sobre esta tierra.” Hölderlin pregunta: “¿Puede, cuando la vida es toda fatiga, un hombre mirar hacia arriba y decir: así quiero yo ser también? Sí.” Heideggeriana: HomemHabita

Sólo en la zona de la mera fatiga se esfuerza el hombre por tener “méritos”. Allí se los procura en gran cantidad. Pero al mismo tiempo al hombre le está permitido, en esta zona, desde ella, a través de ella, mirar hacia arriba, a los celestes. Este mirar hacia arriba recorre el hacia arriba, hasta el cielo, y permanece, no obstante, en el abajo, sobre la tierra. Este mirar mide el entre de cielo y tierra. Este entre está asignado como medida al HABITAR del hombre. A esta medida transversal, asignada al hombre, entre cielo y tierra la llamaremos ahora: dimensión. Ésta no surge del hecho de que cielo y tierra estén vueltos el uno hacia el otro. Es más bien lo contrario, es este “estar vuelto” lo que descansa en la dimensión. Ésta tampoco es una extensión del espacio tal como nos representamos a éste habitualmente; pues todo lo espacial, en tanto que espaciado (en tanto que algo a lo que se ha aviado espacio), necesita a su vez ya de la dimensión, es decir, de esto a lo que se le ha dejado entrar. Heideggeriana: HomemHabita

La esencia de la dimensión es la asignación de medida del entre, una asignación despejada y por ello medible de un cabo al otro: del hacia arriba, hacia el cielo, y del hacia abajo, hacia la tierra. Vamos a dejar a la esencia de la dimensión sin nombre. Según las palabras de Hölderlin, el hombre mide la dimensión al medirse con los celestes. Esta medición no la emprende el hombre de un modo ocasional, sino que es en esta medición, y sólo en ella, como el hombre es hombre. De ahí que, si bien el hombre puede cerrar esta medición, acortarla o deformarla, no puede sustraerse a ella. El hombre, como hombre, se ha medido ya siempre en relación con algo celeste y junto a algo celeste. También Lucifer viene del cielo. Por esto, en los versos siguientes (28 al 29) se dice: “El hombre se mide… con la divinidad”. Ella es “la medida” con la cual el hombre establece las medidas de su HABITAR, la residencia en la tierra bajo el cielo. Sólo en tanto que el hombre mide de este modo su HABITAR, es capaz de ser en la medida de su esencia. El HABITAR del hombre descansa en el medir la dimensión, mirando hacia arriba, una dimensión a la que pertenecen tanto el cielo como la tierra. Heideggeriana: HomemHabita

El medir de la esencia del hombre en relación con la dimensión asignada a él como medida lleva el HABITAR a su esquema fundamental. El medir de la dimensión es el elemento en el que el hombre tiene su garantía, una garantía desde la cual él mora y perdura. Esta medición es lo poético del HABITAR. Poetizar es medir. Pero ¿qué quiere decir medir? Si tiene que ser pensado como medir, está claro que no podemos alojar el poetizar en una representación cualquiera del medir y de la medida. Heideggeriana: HomemHabita

El poetizar es probablemente un medir especial distinto de los demás. Más aún. Tal vez la proposición: poetizar es medir debemos pronunciarla acentuándola de esta otra manera: poetizar es medir. En el poetizar acaece propiamente lo que todo medir es en el fondo de su esencia. Por esto se trata de prestar atención al acto fundamental del medir. Este acto consiste en empezar por tomar la medida con la cual habrá que medir en los demás casos. En el poetizar acaece propiamente la toma de medida. El poetizar es la toma-de-medida, entendida en el sentido estricto de la palabra, por la cual el hombre recibe por primera vez la medida de la amplitud de su esencia. El hombre esencia como el mortal. Se llama así porque puede morir. Poder morir quiere decir esto: ser capaz de la muerte como muerte. Sólo el hombre muere, y además continuamente, mientras permanece en esta tierra, mientras habita. Pero su HABITAR descansa en lo poético. La esencia de lo “poético” la ve Hölderlin en la toma-de-medida por medio de la cual se cumplimenta la medición de la esencia del hombre. Heideggeriana: HomemHabita

Porque el hombre es en tanto que resiste la dimensión, su esencia tiene que ser siempre medida. Para esto necesita de una medida que, de una vez, alcance toda la dimensión. Avistar esta medida, sacar la medida de esta medida y tomarla como la medida quiere decir para el poeta: poetizar. El poetizar es esta toma-de-medida, y además para el HABITAR del hombre. Y en efecto, inmediatamente después de las palabras “es la medida del hombre” siguen en el poema los versos: “Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, mora el hombre sobre esta tierra”. Heideggeriana: HomemHabita

“…la sombra de la noche” — la noche misma es la sombra, lo oscuro que nunca puede llegar a ser tiniebla sin más, porque, como sombra, permanece confiado a la luz, proyectada por ésta. La medida que toma el poetizar como lo extraño en el que el Invisible cuida su esencia se destina a lo familiar de los aspectos del cielo. Por esto la medida es del modo de la esencia del cielo. Pero el cielo no es mera luz. El resplandor de sus alturas es en sí mismo la oscuridad de la amplitud suya, que todo lo alberga. El azul del dulce azur del cielo es el color de la profundidad. El resplandor del cielo es el emerger y el hundirse del crepúsculo que alberga todo aquello de lo que se puede dar noticia. Este cielo es la medida. Por esto el poeta tiene que preguntar: “¿Hay en la tierra una medida?” Y tiene que contestar: “no hay ninguna”. ¿Por qué? Porque aquello que nosotros nombramos cuando decimos “sobre la tierra” sólo está de un modo consistente en la medida en que el hombre toma-morada en la tierra y en el HABITAR deja a la tierra ser como tierra. Heideggeriana: HomemHabita

Pero el HABITAR acontece sólo si el poetizar acaece propiamente y esencia, y si lo hace en el modo cuya esencia ya presentimos, es decir, en la toma-de-medida para todo medir. Ella es lo que es propiamente el medir, no un mero sacar la medida con los módulos ya dispuestos para la confección de planos. Por esto el poetizar no es ningún construir en el sentido de levantar edificios y equiparlos. Pero el poetizar, en tanto que el propio sacar la medida de la dimensión del HABITAR, es el construir inaugural. El poetizar es lo primero que deja entrar el HABITAR del hombre en su esencia. El poetizar es el originario dejar HABITAR. Heideggeriana: HomemHabita

La proposición: el hombre habita en tanto que construye, ha recibido ahora su sentido propio. El hombre no habita sólo en cuanto que instala su residencia en la tierra bajo el cielo, en cuanto que, como agricultor, cuida de lo que crece y al mismo tiempo levanta edificios. El hombre sólo es capaz de este construir si construye ya en el sentido de la toma-de-medida que poetiza. Propiamente el construir acontece en cuanto que hay poetas, aquellos que toman la medida de la arquitectónica, del armazón del HABITAR. Heideggeriana: HomemHabita

El poetizar construye la esencia del HABITAR. Poetizar y HABITAR no sólo no se excluyen. No, poetizar y HABITAR, exigiéndose alternativamente el uno al otro, se pertenecen el uno al otro. “Poéticamente habita el hombre… ¿Habitamos nosotros poéticamente? Probablemente habitamos de un modo absolutamente impoético. Si esto es así, ¿queda desmentida la palabra del poeta y se convierte en algo no verdadero? No. La verdad de su palabra queda corroborada del modo más inquietante. Porque un HABITAR sólo puede ser impoético si el HABITAR, en su esencia, es poético. Para que un hombre pueda ser ciego tiene que ser, según su esencia, un vidente. Un trozo de madera no puede nunca volverse ciego. Pero cuando un hombre se vuelve ciego queda siempre la pregunta sobre si la ceguera proviene de una falta o de una pérdida, o si descansa en una sobreabundancia o en una sobremedida. Hölderlin, en el mismo poema en el que medita sobre lo que es la medida para todo hombre, dice (verso 75-76): “El rey Edipo tenía tal vez un ojo de más”. De este modo podría ser que nuestro HABITAR impoético, su incapacidad para tomar la medida, viniera de la extraña sobremedida de un furioso medir y calcular. Heideggeriana: HomemHabita

El hecho de que nosotros moremos de un modo impoético, y hasta qué punto moramos así, es algo que sólo podemos experienciarlo si sabemos lo que es lo poético. Si nos alcanzará o no un giro del HABITAR impoético, y cuándo nos alcanzará, es algo que sólo podemos esperar si no perdemos de vista lo poético. De qué modo, y hasta qué punto, nuestro hacer y dejar de hacer pueden tener parte en este giro es algo de lo que nosotros mismos daremos garantía si tomamos en serio lo poético. Heideggeriana: HomemHabita

El poetizar es la capacidad fundamental del HABITAR humano. Pero el hombre únicamente es capaz de poetizar según la medida en la que su esencia está apropiada a aquello que por sí mismo tiene poder sobre el hombre y que por esto necesita y pone en uso su esencia. Según la medida de esta apropiación, el poetizar es propio o impropio. Heideggeriana: HomemHabita

Y sin embargo, una meditación suficiente y perseverante gana la visión: la metafísica no permite nunca por su esencia al HABITAR humano el establecerse propiamente en la localidad, es decir, en la esencia del olvido del Ser. Por ello tiene el pensar y poetizar que volver allí donde, en cierto modo, siempre ya ha estado y sin embargo aún no construyó. Sin embargo, nosotros sólo podemos por medio de un construir preparar el HABITAR en aquella localidad. Semejante construir apenas puede ya meditar sobre la erección de la casa para el dios y de las moradas para los mortales. Tiene que contentarse con edificar junto al camino que trae la vuelta a la localidad de la torsión de la metafísica y por ello permite recorrer lo destinal de una superación del nihilismo. Heideggeriana: PreguntaSer

Nos volvemos aún más pensativos y preguntamos: ¿qué hay, hoy en día, de esto que dice Johann Peter Hebel? ¿Se da todavía ese apacible HABITAR del hombre entre cielo y tierra? ¿Aún prevalece el espíritu meditativo en el país? ¿Hay todavía tierra natal de fecundas raíces sobre cuyo suelo pueda el hombre asentarse y tener así arraigo? Muchos alemanes han perdido su tierra natal, tuvieron que abandonar sus pueblos y ciudades, expulsados del suelo natal. Otros muchos, cuya tierra natal les fue salvada, emigraron sin embargo y fueron atrapados en el ajetreo de las grandes ciudades, obligados a establecerse en el desierto de los barrios industriales. Se volvieron extraños a la vieja tierra natal. ¿Y los que permanecieron en ella? En muchos aspectos están aún más desarraigados que los exiliados. Cada día, a todas horas están hechizados por la radio y la televisión. Semana tras semana las películas los arrebatan a ámbitos insólitos para el común sentir, pero que con frecuencia son bien ordinarios y simulan un mundo que no es mundo alguno. En todas partes están a mano las revistas ilustradas. Todo esto con que los modernos instrumentos técnicos de información estimulan, asaltan y agitan hora tras hora al hombre — todo esto le resulta hoy más próximo que el propio campo en torno al caserío; más próximo que el cielo sobre la tierra; más próximo que el paso, hora tras hora, del día a la noche; más próximo que la usanza y las costumbres del pueblo; más próximo que la tradición del mundo en que ha nacido. Heideggeriana: Serenidade1955

El primer recuerdo se remonta al mes de agosto de 1951. Nos encontramos en la ciudad alemana de Darmstadt, donde en bien ceñido marco se celebran anualmente conferencias sobre un tema determinado. Aquel año versaban sobre el tema “El hombre y el espacio”. Entre los hombres de ciencia y arquitectos que habían sido requeridos a hablar, nos contábamos Ortega y yo. Después de mi conferencia, que llevaba el título “Edificar, HABITAR, pensar”, un orador empezó a disparar violentos ataques contra lo que yo había dicho y afirmó que mi conferencia no había resuelto las cuestiones esenciales, que más bien las había “despensado”, es decir, disuelto en nada por medio del pensamiento. En este momento pidió la palabra Ortega y Gasset, cogió el micrófono del orador que tenía a su lado y dijo al público lo siguiente: “El buen Dios necesita de los “despensadores” para que los demás animales no se duerman”. La ingeniosa salida hizo cambiar de golpe la situación. Pero no era sólo una salida ingeniosa, era sobre todo caballeresca. Este espíritu caballeresco de Ortega, manifestado también en otras ocasiones frente a mis escritos y discursos, ha sido tanto más admirado y estimado por mí pues me consta que Ortega ha negado a muchos su asentimiento y sentía cierto desasosiego por alguna parte de mi pensamiento que parecía amenazar su originalidad. Una de las noches siguientes volví a encontrarle con ocasión de una fiesta en el jardín de la casa del arquitecto municipal. En hora avanzada iba yo dando una vuelta por el jardín, cuando topé a Ortega solo, con su gran sombrero puesto, sentado en el césped con un vaso de vino en la mano. Parecía hallarse deprimido. Me hizo una seña y me senté junto a él, no sólo por cortesía, sino porque me cautivaba también la gran tristeza que emanaba de su figura espiritual. Pronto se hizo patente el motivo de su tristeza. Ortega estaba desesperado por la impotencia del pensar frente a los poderes del mundo contemporáneo. Pero se desprendía también de él al mismo tiempo una sensación de aislamiento que no podía ser producida por circunstancias externas. Al principio sólo acertamos a hablar entrecortadamente; muy pronto el coloquio se centró en la relación entre el pensamiento y la lengua materna. Los rasgos de Ortega se iluminaron súbitamente; se encontraba en sus dominios y por los ejemplos lingüísticos que puso, adiviné cuán intensa e inmediatamente pensaba desde su lengua materna. A la hidalguía se unió en mi imagen de Ortega la soledad de su busca y al mismo tiempo una ingenuidad que estaba ciertamente a mil leguas de la candidez, porque Ortega era un observador penetrante que sabía muy bien medir el efecto que su aparición quería lograr en cada caso. Heideggeriana: OrtegaEncontros

Sin embargo, nos preguntamos de nuevo: ¿quién es este Amigo de la Casa? ¿En qué es Hebel un amigo, y de qué casa? Pensamos en primer término en las casas que habitan campesinos y citadinos. Con mucha ligereza y corrientemente también por necesidad, nos representamos hoy las casas como un conjunto de piezas en donde se desarrolla la vida cotidiana de los hombres. La casa se convierte por así decir en un simple local en donde HABITAR. Pero la casa no llega a ser verdaderamente casa más que por la habitación. La construcción por la que se erige la casa no es lo que en verdad es si no está orientada previamente por un “permitir-habitar”, “permitir” que despierta y ofrece las posibilidades primordiales de la habitación. Heideggeriana: HebelAmigo

Si consideramos el verbo “HABITAR” en un sentido suficientemente amplio, si lo pensamos en su esencia, nos indica la manera como los hombres hacen su camino del nacimiento a la muerte, sobre la tierra, bajo los cielos. Ese caminar, rico en cambios, reviste aspectos diferentes. Sin embargo, continúa siendo de un cabo a otro el rasgo fundamental de la habitación, en cuanto permanencia humana entre cielo y tierra, entre el nacimiento y la muerte, entre la alegría y el dolor, entre la obra y la palabra. Heideggeriana: HebelAmigo

Es menester para esto constructores que sepan que el hombre no vivirá de la energía atómica sino que podrá cuando más perecer — es decir —, que perderá su esencia inclusive si esta energía atómica es empleada únicamente para fines pacíficos, mientras esos fines pacíficos continúen siendo los únicos decisivos para toda ambición y toda determinación humanas. Ante esta situación, los verdaderos constructores piensan que el simple hecho de vivir no es todavía HABITAR: pues el hombre, cuando habita, “habita”, de acuerdo con la frase de Hölderlin, “poéticamente sobre esta tierra”. Heideggeriana: HebelAmigo

En la frase que precede al doble punto y que dice “la esencia del habla”. el habla es el sujeto. aquello acerca de lo cual debe establecerse lo que es. Esto que algo es, to ti estin, el “qué es” (Wassein), contiene desde Platón lo que habitualmente denominamos das Wesen, essentia, la esencia de una cosa. La esencia así entendida se enmarca en lo que más tarde se denomina der Begriff, el concepto, die Vorstellung, la representación, con la ayuda de los que nos procuramos y asimos lo que una cosa es. Entendida menos estrictamente, la frase que precede al doble punto dice: lo que el habla es, lo comprendemos cuando entramos allá hacia donde el doble punto, por así decirlo. abre una perspectiva. Esto es el habla de la esencia. En esta frase. “esencia” asume el rol de sujeto al que le es propia el habla. Pero ahora, la palabra “esencia” no significa ya aquello que algo es. Oímos “esencia” como verbo; wesend, “esenciante”, en el sentido de presente y ausente (Wesend wie anwesend und abwesend). “Esencia” significa perdurar, permanecer. Con todo, la expresión es west, es “esenciante”, dice más que sólo: esto perdura y permanece. Es west quiere decir: esto “esencia” en presencia (es west an) y perdurando nos concierne, nos en-camina y nos de-manda. La esencia entendida de este modo nombra lo que perdura (das Währende), lo que viene hacia nosotros y en todo nos concierne porque en-camina. La segunda versión de la frase rectora: “El habla de la