Pero si entendemos, según el modo de representación diario, al conocimiento como curso, y escuchamos aquí acerca del curso de la conciencia hacia su verdad esencial, es decir, hacia el espíritu, entonces podemos de hecho concebir todo esto “desde el punto de vista” de la conciencia natural como un “camino del alma” al espíritu absoluto. El curso es entonces un itinerarium mentís in Deum (Buenaventura). De hecho, todos los intentos de interpretar la “Fenomenología del espíritu” de Hegel han concebido también, hasta ahora, a ésta en el sentido de un curso que recorre la “conciencia natural”. Sólo que Hegel dice expresamente (parágrafo 5) que se “puede” concebir así la Fenomenología del espíritu desde el punto de vista de la conciencia natural, no filosófica. Pero con ello se dice, justamente, que esta concepción es filosóficamente no verdadera. Pues no se trata de un camino, que se encontrara ante la conciencia natural y que como caminante lo recorriera en dirección al absoluto. Antes bien, el curso mentado por Hegel es el curso que sigue el mismo absoluto, de tal modo que en este curso anda su camino y su objetivo, la verdad de su aparecer completo. En ello la conciencia natural se muestra como un saber, que aún no ha realizado en sí la verdad del saber y que por ello tiene que abandonar su obstinación. Pero aquí se abre paso renovadamente la opinión diaria y concibe este camino de la conciencia hacía su verdad y certeza al modo de Descartes, como un camino de la duda. Mas éste va en búsqueda, a lo sumo, después de recorrer lo dudoso, de tener nuevamente la cosa en la mano y en la certidumbre, como estaba antes del asomo de duda. El camino de la duda se anquilosa simplemente en la certeza, que la duda, como fe en sí misma y en su derecho, ya presupone. Pero el curso del saber que aparece hacia su verdad esencial es un curso en el que ya el primer paso piensa más allá de la esencia de la conciencia, pero haciendo esto tiene que reconocer que la esencia concebida en primer lugar, tomada en sí, no ofrece ninguna esperanza de llevar el absoluto en su verdad, es decir, absuelto y absolvente, a aparición. El primer paso en el curso del absoluto que se lleva a aparición exige un próximo, del cual rige lo mismo, y ello hasta que el todo de las figuras esenciales de la conciencia no se absuelva y sólo en la absolución sea absoluto. El curso del saber que aparece es entonces de paso en paso más bien un “camino de la desesperación” (parágrafo 6, WW II, 63). Aunque los grados precedentes tienen que ser abandonados, sin embargo tienen a su vez que ser conservados, el absolver no ha de ser una pérdida sino la única forma de alcanzar el absoluto. Pero “el camino de la desesperación” sería sólo un camino sin perspectiva, en el cual precisamente nada [habría] ni nunca más aparecería algo. El continuo abandonar absolvente de los grados anteriores es por ello necesariamente un entrar en ellos, a fin de que la correspondiente figura esencial de la conciencia pueda ser asumida; pues recién como en suma asumidas pueden en el proceso ser conservadas. El curso del saber que aparece es un sobreasumir (Aufheben) las figuras de su esencia que llegan a aparecer. Y “sobreasumir” es algo triple: las figuras recorridas de la conciencia son no sólo respectivamente recogidas en el sentido de un tollere (levantar del suelo), son a la vez sobreasumidas en el sentido de un conservare (conservar) [y en el de un elevare]. Este conservar es una tradición, en la que la conciencia entrega sus figuras recorridas mismas, en tanto en la sucesión esencial de su aparecer las toma y conserva y así las “sobreasume” en un doble sentido. De este modo la conciencia realiza, presentándose, su aparecer en una historia (Geschichte), que rige a la formación de su esencia de manera que en esta misma formación se sabe en la integridad de su aparecer. “La serie de sus configuraciones, que la conciencia recorre en este camino, es más bien la historia circunstanciada de la conformación de la conciencia misma en ciencia” (parágrafo 6, WW II, 64 medio). Heideggeriana: HegelFenomenologia
»La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber o saber no real. Pero al tomarse de inmediato a sí misma como el saber real, este camino tendrá para ella un significado negativo y, así, lo que es realización de su concepto antes le parece una pérdida de sí misma; porque efectivamente, en este camino pierde su verdad. Por ello, puede ser considerado como el camino de la duda o, más propiamente, como el camino de la desesperación;* en efecto, en este camino no ocurre eso que se suele entender por duda, esto es, una pasajera vacilación acerca de tal o cual supuesta verdad, a la que sucede la correspondiente desaparición de la duda y el retorno a la verdad, de tal modo que al final el asunto es entendido como al principio, sino que este camino es una aceptación consciente de la no verdad del saber que se manifiesta, al que le parece ser más real lo que en realidad sólo es concepto no realizado. Por eso, este escepticismo que se consuma no es eso que seguramente el celo más serio por la verdad y la ciencia cree haber preparado y equipado para ellas, concretamente, el propósito de no rendirse en la ciencia ante la autoridad del pensamiento de otros, sino de comprobarlo todo por sí mismo y seguir sólo la propia convicción o, mejor aún, de producir todo él mismo y tomar únicamente por verdadero su propio hacer. La serie de figuras que recorre la conciencia por este camino es más bien la historia exhaustiva de la formación de la conciencia misma en ciencia. Esta decisión presenta la formación a la manera simple de una decisión como algo inmediatamente hecho y resuelto; pero, frente a esta no verdad, este camino resulta ser la realización efectiva. Es verdad que guiarse por la propia convicción vale más que rendirse a la autoridad de otros, pero mediante la transformación de las creencias basadas en la autoridad en creencias basadas en la propia convicción, no necesariamente cambia el contenido de las mismas ni aparece la verdad en el lugar del error. Permanecer atrapado en el sistema de la opinión y el prejuicio tomando como base la propia convicción o la autoridad de otros, no se diferencia más que en la vanidad inherente a la segunda manera. Por el contrario, el escepticismo, que se dirige sobre todo a lo que abarca la conciencia que se manifiesta, permite que el espíritu examine a fondo qué es la verdad, desde el momento en que consigue que se llegue a desesperar de las representaciones, opiniones y pensamientos naturales, a los que da lo mismo llamar propios o ajenos y de los que todavía está rebosante la conciencia, la cual se lanza directamente al examen de la verdad, pero, por eso mismo es de hecho incapaz de hacer lo que quiere emprender. Heideggeriana: HegelExperiencia
»Si ahora investigamos la verdad del saber, parece como si investigáramos lo que éste sea en sí. Lo que ocurre es que, en esta investigación, el saber es nuestro objeto, él es para nosotros, y el en-sí del saber, que resultaría de allí, sería más bien su ser-para-nosotros; aquello que nosotros afirmaríamos como su esencia no sería su verdad, sino sólo nuestro saber de él. La esencia o el criterio recaerían en nosotros y lo que debería ser comparado con el criterio, a fin de tomar una decisión, no tendría necesariamente que reconocer dicho criterio. Heideggeriana: HegelExperiencia
En su manifestación, la ciencia se presenta en la plenitud de su esencia. La vacía manifestación del saber no desaparece por el hecho de que se vea desechada o cuanto menos dejada al margen. El saber que sólo se manifiesta no debe desaparecer en ningún caso, sino que debe introducirse en su manifestarse. Allí se manifiesta como el saber no verdadero, esto es, todavía no verdadero, dentro de la verdad del saber absoluto. La presentación del saber que se manifiesta tiene que reaccionar – en esa manifestación en la que la ciencia se produce – contra la apariencia del saber, pero al modo conciliador que hasta en la mera apariencia hace que brille la pura aparición del rayo. Si por el contrario se rechaza la mera apariencia tachándola de falsa, entonces ni siquiera habrá sido percibida en su aparecer. Pero esa entrada en escena de la ciencia que se despliega a sí misma tampoco consiste nunca en que ésta se limite a superar la apariencia. Así, lo verdadero permanecería esclavo de lo no verdadero. La manifestación de la ciencia tiene su necesidad en esa aparición que hasta la propia apariencia externa precisa para ser una mera apariencia. Heideggeriana: HegelExperiencia
La presentación es un camino, pero no un trecho que recorrer desde el representar prefilosófico a la filosofía. La propia filosofía es el camino como marcha del representar que presenta. Su movimiento habrá de determinarse a partir de lo que sucede a la presentación: a partir de la conciencia que se manifiesta en cuanto tal, esto es, a partir del saber real, que es la verdad del saber natural. Heideggeriana: HegelExperiencia
La conciencia natural no puede retornar hacia su verdad en la presentación absoluta del saber que se manifiesta. El camino de la presentación de lo que se manifiesta en su manifestación es «la aceptación consciente de la no verdad del saber que se manifiesta, al que le parece ser más real lo que en realidad sólo es concepto no realizado». Por este camino, la conciencia natural pierde definitivamente la verdad que tenía, pero no se pierde nunca a sí misma. Por el contrario, se instala en la nueva verdad, según su antiguo proceder. Desde el punto de vista de la ciencia del saber que se manifiesta, el camino de la presentación es, para la conciencia natural y sin que tenga saber de ello, el camino de la desesperación. Pero la propia conciencia natural nunca desespera. La duda, en el sentido de la desesperación, es asunto de la presentación, esto es, del conocimiento absoluto. Pero, siguiendo este camino, la presentación tampoco desespera de sí misma, sino sólo de la conciencia natural, en la medida en que ésta nunca quiere realizar el mero concepto del saber – ese concepto que ella es permanentemente -, pero sin embargo no cesa nunca de atribuirse la verdad del saber y de hacerse valer como la única medida del saber. Cuanto más a fondo recorre la presentación el camino de la desesperación, tanto más pronto consuma la ciencia su propio manifestarse. Heideggeriana: HegelExperiencia
Puesto que con la primera proposición sobre la conciencia se ha tornado visible la verdad de la misma, Hegel ya puede explicar ahora la conciencia natural desde la perspectiva de que es el saber no real. También llama a la conciencia natural la no-verdadera, pero esto no significa que la conciencia natural sólo sea el depósito de lo falso, engañoso y erróneo. Significa más bien que la conciencia natural es en cada caso la que todavía no es verdadera y se ve poseída y dominada por la violencia que la arrastra a su verdad. La conciencia natural siente esta violencia y cae en el temor por su propia subsistencia. Hegel, cuyo racionalismo nunca podrá ser suficientemente alabado ni desdeñado, habla en ese pasaje decisivo en el que nombra la relación del saber natural con el ser de lo ente, del «sentimiento de violencia». Este sentir la violencia de la voluntad, bajo cuya forma lo absoluto es, caracteriza el modo en que la conciencia natural «sólo es concepto del saber». Pero sería absurdo pensar que Hegel opina que el temor natural que hace retroceder a la conciencia ante el ser de lo ente, en tanto que esa relación natural con el ser, es también la manera en la que, o el órgano por el que la filosofía piensa el ser de lo ente, como si allí donde el pensar se ve obligado a remitir al sentimiento, la filosofía se viera entregada al puro sentimiento en un juego de manos en lugar de verse fundamentada sobre la ciencia. Esta opinión superficial, que hoy como ayer sigue haciendo escuela, forma parte por sí misma de la vanidad del entendimiento, que se recrea en la inercia de su falta de pensamiento y disuelve todo en ella. Al final del mismo párrafo, que con su primera frase sobre la conciencia se adentra en la visión de la verdad del saber, la no-verdad del mismo se manifiesta bajo la figura del «Yo escueto», que encuentra su única satisfacción en su limitación a eso ente que sale a su encuentro. Heideggeriana: HegelExperiencia
¿Qué es lo que investigamos cuando examinamos el saber en relación con su verdad? La verdad es el ser-en-sí. El saber es el ser para una conciencia. Si investigamos la verdad del saber, buscamos qué es el saber en sí. Pero, con nuestra investigación, el saber se convertiría en nuestro objeto. Si lo situáramos en su ser en sí ante nosotros, se habría convertido en un ser para nosotros. No captaríamos la verdad del saber, sino únicamente nuestro saber sobre él. El ser para nosotros seguiría siendo el criterio con el que mediríamos el ser en sí del saber. Pero ¿cómo llegaría el saber a someterse a un criterio que confunde aquello que debe ser medido en la propia medida? Si la presentación del saber que se manifiesta debiera llevarse a cabo de la manera que resulta de la consideración de ambas determinaciones de la conciencia, el saber y la verdad, a la presentación ya sólo le cabría invertir constantemente su propia conducta en su contrario. Heideggeriana: HegelExperiencia