Si ahora pasamos a describir la estructura del concepto de tiempo en la ciencia histórica, parece por de pronto ser muy dudoso que aquí se pueda formular un nuevo problema. Porque también para la ciencia histórica el tiempo en cierto modo es una ordenación de sitios, con relación a la cual los acontecimientos tienen asignados su determinada colocación temporal, y por esto están fijados históricamente. Así, Frischeisen-Köhler escribe recientemente que “bajo ciertas circunstancias la fijación temporal (..) basta para hacer de un concepto construido según principios científicos naturales un concepto histórico” [NA: Wissenschaft und Wirklichkeit, 1912, pág. 168.]. De este modo, el concepto “el hambre en Fulda en 750” designa un muy determinado acontecimiento individual, -y es por consiguiente un concepto histórico.
Estamos aquí ante una alternativa: o bien no estamos con respecto al concepto mencionado anteriormente frente a un concepto histórico en cuanto no se comprende porqué la mera determinación temporal tendría que hacer de un concepto general un concepto histórico, ya que también los fenómenos de la física se determinan temporalmente, o bien estamos frente a un concepto histórico, lo que en realidad es exacto, Pero entonces es la determinación temporal que en él se puede hallar una determinación temporal muy particular, que sólo se puede comprender a partir de la esencia de la ciencia histórica.
Algo ha quedado por lo menos aclarado: en el concepto de tiempo de la ciencia histórica reside un problema. Hay derecho y tiene sentido preguntarnos, por tanto, por la estructura del concepto de tiempo histórico. A esta estructura la podemos reconocer por la función en la ciencia histórica, función que por otra parte sólo comprensible a partir de la finalidad y el objeto de la ciencia histórica.
[…]Estos ejemplos deberían bastar para advertir inmediatamente lo esencial del concepto de tiempo histórico. Los tiempos de la historia se distinguen cualitativamente. Las “tendencias directrices” (Ranke) de una época dan la base para la delimitación de esta época de otra. El concepto de tiempo en la ciencia histórica no posee el carácter homogéneo del concepto de tiempo científico natural. El tiempo histórico no puede por eso ser expresado tampoco matemáticamente por medio de una serie (Reihe), ya que no hay ninguna ley que determine cómo se suceden las épocas. Los momentos temporales del tiempo físico se distinguen sólo por su posición en la serie. Los tiempos históricos también se suceden, por cierto, (si no, no serían tiempos), pero cada uno es, en la estructura de su contenido, diferente.
Lo cualitativo del concepto de tiempo histórico no significa otra cosa que la condensación -cristalización- de una objetivación de la vida dada en la historia. La ciencia histórica no trabaja pues con cantidades. ¿Pero qué son entonces las cifras históricas? En el concepto “el hambre en Fulda en el año 750” no puede el historiador con la cifra 750 hacer en sí nada; a él no le puede interesar la cifra como cuantum o como un elemento que tiene su determinado lugar en la progresión numérica del uno al infinito, como elemento que es divisible por 50 , y así sucesivamente. La cifra 750 y toda otra cifra histórica tiene en la ciencia histórica solamente valor y sentido teniendo presente lo históricamente significativo con respecto al contenido. Trecento, quattrocento, no son conceptos cuantitativos ni mucho menos. La pregunta por el cuando tiene en la física y en la historia un sentido muy diferente. Yo pregunto en la Física, por ejemplo, con respecto a la máquina de Atwood para demostrar las leyes de la caída, cuando llega la pesa a determinado lugar de la escala; cuando quiere decir en esto caso después de cuántos golpes del péndulo de los segundos. Si pregunto por el cuando de un acontecimiento histórico, en cambio, pregunto por su lugar en el contexto histórico cualitativo, no pregunto por un cuánto. Pero sin embargo el historiador se formula a veces también la pregunta por el cuánto. Así le interesará seguramente a la venidera historia de la guerra saber cuánto tiempo necesitó el ejército Mackensen para llevar adelante la ofensiva de los Cárpatos hasta el cuadrilátero fortificado ruso-polaco. Pero la determinación cuantitativa (unas doce semanas) no tiene en sí valor y significado para el historiador sino en tanto permite comprender a ella la monstruosa fuerza de empuje de nuestras tropas aliadas, la firmeza decisiva de toda la operación, y por otra parte en tanto permite juzgar la fuerza de resistencia del ejército ruso. Los números de los años son cómodas marcas numerales, pero las consideramos en si mismas sin sentido, ya que por cada número podría haber otro número equivalente si sólo se corriera el comienzo de la numeración. Pero justamente el comienzo de la cuenta del tiempo muestra que en todos los casos esta cuenta ha empezado en un acontecimiento históricamente significativo (fundación de la ciudad de Roma, nacimiento de Cristo, Hedschra o partida de Mahoma de la Meca a Medina, etc.).
La disciplina auxiliar de la ciencia histórica, la cronología histórica, es por lo tanto sólo significativa para la teoría del concepto del tiempo histórico, desde el punto de vista del comienzo de la cuenta del tiempo. Se cuenta por ejemplo que a los cristianos al principio les disgustó la fijación del comienzo del año en el primero de Enero, “porque no tenía ningún tipo de relación con la religión cristiana” [NA: Rül, Cronologie des Mittelalters und der Neuzeit, 1897, pág. 24]. La Iglesia trasladó por esto a este día la fiesta de la circuncisión, para darle a éste una significación eclesiástica.
Siempre fueron fiestas significativas (Pascuas, Navidad), aquellas en las que fue fijado el comienzo del año. Esto muestra que lo que ocurre en general con respecto a la numeralidad (Zahlenmässige), a las numeraciones con referencia al tiempo en la ciencia histórica, está determinado cualitativamente por la forma y el modo de la fijación del comienzo de la numeración. Se puede decir incluso que en la base (Ansatz) de la cuenta del tiempo se manifiesta el principio de la formación conceptual histórica: la relación valorativa [NA: Con referencia a este concepto fundamental para la formación cultural-conceptual histórica, véase: H. Rickert, Die Grenzen der naturwissenschaftliche Bergiffbildung, 2ª edición, 1913, pág. 333 y ss.].
El reconocimiento de la significatividad fundamental del concepto del tiempo histórico y de su radical diferencia con respecto al concepto del tiempo físico posibilitará introducirse más en forma científico-teórica en el carácter peculiar de la ciencia histórica y permitirá fundar teóricamente a ésta como posición intelectual original e irreductible con respecto a otras ciencias. [CTCH]