El estado designado con ese “ahora” no es pensado de ninguna manera como definitivo. El “ahora” no quiere decir que a partir de este momento habrá que conformarse con esa carencia de valor y con este aparecer del mundo como carente de valor. Es cierto que el título del fragmento reza simplemente “Caducidad de los valores cosmológicos” y la primera determinación esencial del nihilismo es: “Desvalorización de los valores supremos”. Sin embargo, de la proposición final que estamos comentando no sólo se desprende que la desvalorización de los valores supremos válidos hasta el momento no significa el final; en esa proposición habla el lenguaje de una actitud diferente. Se habla de introducir valores en y de retirar valores del todo del ente, todo que de cierto modo tiene consistencia en sí mismo y admite que se introduzcan y retiren valores. Los valores no caducan sólo por sí mismos, nosotros volvemos a retirarlos del mundo en el que previamente los habíamos introducido. Somos activos en la posición y en la destitución de los valores, participamos como actores. ¿Quienes son “nosotros”? ¿Qué sucede aquí? El nihilismo no es, evidentemente, una mera decadencia furtiva de valores que estuvieran en sí en alguna parte. Es una destitución de valores realizada por nosotros, que disponemos sobre su posición. Pero con “nosotros” Nietzsche se refiere al hombre de la historia occidental. No quiere decir que los mismos hombres que introducen los valores los vuelvan a retirar, sino que los que los ponen y los que los retiran son los hombres que pertenecen a una y la misma historia, la historia occidental. Nosotros mismos, los hombres de hoy de su época, formamos parte de los que vuelven a retirar aquellos valores que en un tiempo habían sido introducidos. La destitución de los valores supremos válidos hasta el momento no surge de una mera manía de destrucción ciega y de vana innovación. Surge de un estado de necesidad [Not] y de la necesidad [Notwendigkeit] de dar al mundo el sentido que no lo degrade a un mero pasaje hacia un más allá. Debe originarse un mundo que haga posible un hombre que despliegue su esencia a partir de su propia plenitud de valor. Pero para ello se precisa una transición, la travesía de una situación en la que el mundo aparezca carente de sentido y sin embargo reclame, al mismo tiempo, un valor nuevo. La travesía de este estadio intermedio tiene que llegar a comprenderlo como tal con la mayor consciencia posible: para ello es necesario reconocer la proveniencia de ese estadio intermedio y sacar a la luz la causa primera del nihilismo. Sólo desde esta consciencia del estadio intermedio surge la decisiva voluntad de superarlo. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Con ello sale el primer rasgo fundamental y sostenedor de todos los otros momentos del concepto hegeliano de experiencia, a diferencia del aristotélico pero también del kantiano. La empeiria se dirige al ente accesible a diario por doquier. La “experiencia” kantiana es la ciencia natural matemática y como tal se orienta al objeto existente “naturaleza”. Sólo que justamente Kant es quien – pero también él por primera vez al interior del pensamiento moderno – ha realizado claramente la pregunta por el ser del ente y desplegado propiamente este preguntar en cuestionamiento y caracterizado a éste mismo. Para el pensamiento moderno el ente es en la conciencia y para ésta lo a ella representado y remitido. El ente es ahora sólo Gegen-stand u Objekt. “Gegenstand” es el nombre moderno para lo que realmente se opone al re-presentar que se sabe a sí mismo, el “objeto” para el sujeto. Pensado modernamente es lo real, es decir, el ente, esencialmente objeto. En el pensamiento griego no se encuentra en ninguna parte el concepto del Gegenstand y del Objekt, porque es imposible, dado que el hombre no se experimenta como “sujeto”. Aunque verdad es que, a través de la teoría platónica de las ideas, de manera decisiva, es preparada la interpretación del ser del ente como objetividad del objeto. En tanto, pues, según Kant la metafísica pregunta completamente en el sentido de los griegos no por el ente sino por el ser, pero al mismo tiempo en el sentido de Descartes la verdad del ente, por lo tanto el ser descansa en la certeza de la representatividad, kantianamente pensada, la pregunta por el ser del ente es la pregunta por la objetividad del objeto. Este asir la objetividad del objeto es un conocimiento enteramente propio y en relación con el conocer inmediato del ente, “de la naturaleza”, de tipo nuevo. Y por ello dice Kant: “Yo denomino trascendental a todo conocimiento que en general se ocupa no tanto con objetos sino con nuestro modo de conocimiento de objetos, en tanto éste debe ser posible a priori. Un sistema de tales conceptos habría de llamarse filosofía trascendental” (Crítica de la razón pura, Introducción, B 25). El conocimiento que se ocupa de los objetos mismos es según Kant la experiencia. Pero el conocimiento que piensa la objetividad de los objetos, pregunta por las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia. Este asir la objetividad del objeto de la experiencia en sentido kantiano es el conocimiento trascendental u ontológico. Y justamente a este hacer surgir el nuevo verdadero objeto a diferencia del antiguo, no verdadero, al asir trascendental de la objetividad del objeto denomina Hegel “experiencia”. Por lo tanto, para Hegel “la experiencia” no es como para Kant el conocimiento óntico, sino el ontológico. Esta experiencia trascendental hace surgir la objetividad del objeto “de la conciencia”, ante todo originarse, de tal modo que ahora esta objetividad misma es el objeto recién originado y por ello nuevo. Este, el objeto trascendental, es esencialmente, no sólo de paso, “el nuevo” objeto. Su objetividad consiste en la “novedad”, en el originamiento del originarse a través de la experiencia. Pero “originarse” (“ent-stehen”), no significa aquí: ser confeccionado como cosa, sino llegar a estar en medio del re-presentar y para éste, es decir, aparecer, pensado platónicamente: hacerse “visible”. Pero en tanto según el paso fundamental de Kant, determinado desde Descartes, las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia se encuentran “en la conciencia”, es decir, no son otra cosa que la “autoconciencia”, el objeto esencialmente nuevo, es decir, trascendental, es decir, de la “experiencia” hegeliana, no es otra cosa que la autoconciencia como tal. Pero en tanto ésta constituye la esencia de la conciencia, la experiencia trascendental es esencialmente “experiencia de la conciencia” y ello en el triple sentido: La conciencia es lo experimentado en esta experiencia, a saber la objetividad del objeto. Pero es al mismo tiempo la que experimenta, la que ejercita la experiencia. Y es entonces aquello a que lo experimentado y el experimentar pertenece, de modo que ella misma “es” esta experiencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Pero ¿qué ocurre con el tránsito en la experiencia trascendental? Pone en vista y consideración la objetividad del objeto. Lo que es el primer objeto, o sea lo que experimentamos sobre él como objeto, su objetividad, no se muestra aquí en “otro” objeto, sino justamente en este primero mismo y sólo en él. Aquí no dejamos ir al primer objeto, sino que lo experimentamos, pasamos por él en cierto modo a través. Y a saber, se muestra lo que experimentamos, o sea la experiencia que hacemos, de tal modo, en el primero, que él mismo se convierte en otro, es decir, resulta en su objetividad. Este otro objeto, en el cual tenemos ahora en consideración lo a experimentar, surgió sin embargo recién a través de la experiencia como este otro devenido. En la experiencia habitual, vamos del primer objeto a otro objeto ya presente en la dirección directa de la conciencia acostumbrada, apartándonos de [ese] algo para sólo comprender este otro. Por el contrario, en aquella experiencia trascendental permanecemos justamente en el primer objeto de la conciencia, de modo que se muestra lo conciente como conciente de una conciencia de él. El primer objeto y no otro sino él mismo se muestra ahora él mismo pero en la dirección de su o-ponerse al representar. En esta dirección, en la que el objeto se opone a la conciencia, la objetividad del objeto – es decir, el otro nuevo objeto – llega a “consideración”. Por ello Hegel dice de esta consideración, con referencia a lo que llega a “consideración” en la experiencia trascendental: “Pero en esa consideración se muestra el nuevo objeto como devenido a través de la inversión de la conciencia misma” (p.73 y sig.). Con ello se dice: 1. La objetividad del nuevo objeto es el originamiento (Enständnis). 2. La experiencia trascendental en la que se da este originarse es una autoinversión de la conciencia. La experiencia trascendental, en la que se ha de mostrar el otro nuevo objeto mismo, no es según ello ninguna mera aprehensión y ningún mero “mirar”. La inversión de la conciencia, que domina y sostiene la experiencia trascendental, es un mirar singular y tan “singular” que Hegel tiene que decir lo siguiente de este tipo de consideración: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Heideggeriana: HegelFenomenologia
Nuestra intervención es la “inversión de la conciencia”. En tanto preguntamos trascendentalmente, es decir, [en tanto] dirigimos nuestra mira a que se muestre la objetividad del objeto, giramos la dirección de la mirada de la conciencia, que si no va a los objetos, [va] a la dirección opuesta, a saber, a la conciencia de los objetos. El objeto que se muestra en esta percepción trascendental, a saber, el anterior en el cómo de su objetividad, es decir, ésta misma, es el objeto que así recién se origina y [es] con ello nuevo. Hegel denomina a este objeto nuevo, trascendental, en la decisiva determinación de la esencia de la experiencia, pero al mismo tiempo [lo llama] el “objeto verdadero”. La verdad del objeto se encuentra en lo que condiciona y constituye su objetividad en su esencia. Pero la experiencia hegeliana trascendental no se detiene en la autoconciencia como condición de la objetividad del objeto natural sino que – después del proceso de Fichte y Schelling – también interroga a la autoconciencia kantiana trascendental finita, como primer objeto nuevo, en su objetividad, y de este modo se interna a preguntar en un contexto indicador de condiciones y [en] su condicionamiento, que se trasciende hasta lo incondicionado. La novedad del nuevo objeto y la verdad del objeto verdadero consisten en la integridad de su surgimiento, es decir, de su originarse. Esta integridad del aparecer reposa sin embargo originariamente en la autoconciencia incondicionada, absoluta. La conciencia absoluta “es” la verdad del objeto verdadero. La conciencia absoluta, es decir, esencialmente absolverte, “es” el originamiento, es decir, la novedad del nuevo objeto, es decir, su continuo aparecer. El aparecer es precisamente el ser-nuevo.(Un “nuevo libro” nos es “nuevo” en tanto que aparece, concebido en el aparecer). Heideggeriana: HegelFenomenologia
La pureza del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace mostrarse sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de Hegel. (“Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden mostrarse. El acusar es un mostrarse y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant – y con él el idealismo alemán – denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, [en tanto] conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello Hegel, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Esta diferenciación de “para nosotros” y “para ella” vuelve continuamente en el curso de toda la obra. El “para nosotros” es el objeto para los que experimentan trascendental-sistemáticamente, quienes miran a la objetividad del objeto, es decir, al originamiento de su originarse. “Para nosotros”, no mienta a “nosotros”, los que vivimos de este modo aquí diariamente y llegamos precisamente al saber que aparece, sino nosotros, los que miramos en el modo de la inversión. Pero “para ella” mienta la conciencia, que como autoconciencia despliega histórica libremente sus figuras y las conserva en la memoria de la historiografía y de este modo se sabe en la plenitud de su contenido. Tanto lo que es “para ella”, la conciencia, como lo que es “para nosotros”, no se corresponde con el circuito de los objetos habitualmente mentado por nosotros. Antes bien, esta distinción concierne cada vez al espíritu absoluto, y a saber en el “para ella” al espíritu absoluto en su historia, en el “para nosotros” al espíritu absoluto en la historicidad de la historia de su aparecer. La historicidad es la sistemática desplegada, es decir, la organización del trabajo del concepto. (Comp. la proposición final de toda la obra). Heideggeriana: HegelFenomenologia
Pero lo que en la experiencia de la conciencia es “para nosotros”, la verdad esencial de su objetividad, se muestra sólo según la inversión. En ésta tomamos al objeto no según lo que por el contenido nos atrae en él, de modo que dirigiéndonos hacia él lo tomemos por delante. En la inversión de la conciencia, es decir, en el mirar a la objetividad del objeto, no nos dirigimos a éste sino que vamos en torno y lo tomamos en cierto modo por detrás. Pero la objetividad a la que mira la experiencia que invierte, es la conciencia misma. Por ello Hegel dice acerca del origen del nuevo objeto, que “en cierto modo procede detrás de sus espaldas (a saber, de la conciencia)” (ibíd.). Para la conciencia, es decir, “para ella”, todo lo que en ella se origina es sólo como lo originado mismo. “Para nosotros” el objeto originado es como el “nuevo verdadero objeto”, es decir, en su originarse, es decir, el objeto “al mismo tiempo como movimiento y devenir” (ibíd.). Pero este originarse es en su originamiento la esencia y la verdad de la conciencia. Este originarse es con ello, como esta esencia, un necesario destacarse, una necesidad de la conciencia misma, si por otra parte su verdad es la incondicionada certeza de sí misma en la integridad de lo esencialmente por saber. Heideggeriana: HegelFenomenologia
Ahora se hacen más comprensibles las proposiciones con las que concluye el parágrafo 15 y a la vez conduce a un breve parágrafo intermedio, que conforma el puente al parágrafo 16 como capítulo V: “Sólo que esta necesidad misma, o el origen del nuevo objeto, que se ofrece a la conciencia sin saber cómo le acontece, es lo que para nosotros en cierto modo procede detrás de sus espaldas. Llega a través de ello, a su movimiento, un momento del ser en sí o ser para sí, que no se presenta a la conciencia, que es concebida en la experiencia misma; pero el contenido de lo que se nos origina, es para ella, y nosotros concebimos sólo lo formal del mismo o su puro originarse; para ella es esto surgido sólo como objeto, para nosotros al mismo tiempo como movimiento y devenir” (ibíd). Heideggeriana: HegelFenomenologia