Gewissensphänomen
Ahora bien, lo que la conciencia atestigua sólo llegará a su plena determinación una vez que se haya delimitado en forma suficientemente precisa el carácter que debe tener el escuchar que concuerda adecuadamente con la llamada. La comprensión propia, «consecuente» con la llamada, no es un simple añadido al FENÓMENO DE LA CONCIENCIA, un suceso que sobrevenga y que pudiera también faltar. La experiencia plena de la conciencia no puede entenderse sino desde la comprensión de la llamada y a una con ella. Si el vocante y el interpelado son siempre el mismo Dasein de cada cual, entonces todo desoír de la llamada, todo malcomprenderla, constituye un determinado modo de ser del Dasein. Una llamada en el vacío, de la que «nada se siguiera» es una ficción existencialmente inconcebible. «Que nada se siga» significa algo positivo en relación al Dasein. STJR §57
Pese a que la llamada no comunica ningún saber, no sólo es crítica, sino también positiva; ella abre el más originario poder-ser del Dasein como ser-culpable. La conciencia se manifiesta, por consiguiente, como una atestiguación perteneciente al ser del Dasein, en la que el Dasein es llamado ante su más propio poder-ser. ¿Se deja determinar existencialmente en forma más concreta el poder-ser propio así atestiguado? Previamente surge la pregunta si ese poder-ser atestiguado en el Dasein mismo de que hemos estado hablando puede pretender para sí una suficiente evidencia antes que haya desaparecido la extrañeza producida por el hecho de que aquí la conciencia ha sido interpretada unilateralmente desde la constitución del Dasein, sin tomar en cuenta los datos familiares a la interpretación vulgar de la conciencia. ¿Se deja siquiera reconocer en la precedente interpretación el FENÓMENO DE LA CONCIENCIA tal como él es «en realidad»? ¿No se ha deducido allí, con excesiva desenvoltura, una idea de conciencia, a partir de la constitución de ser del Dasein? STJR §58
Y así, el modo de ser ordinario del Dasein no ofrece ninguna garantía de que la interpretación de la conciencia [Gewissensauslegung] que de él surge y las teorías de la conciencia orientadas en dicha interpretación hayan alcanzado el horizonte ontológico adecuado para su labor interpretativa. Sin embargo, también la experiencia vulgar de la conciencia debe acertar de algún modo – preontológicamente – en el fenómeno. De aquí se siguen dos cosas: por una parte, la interpretación cotidiana de la conciencia no puede servir de criterio último de la «objetividad» de un análisis ontológico. Pero, por otra parte, éste no tiene ningún derecho a pasar por alto la comprensión cotidiana de la conciencia y a desentenderse de las teorías antropológicas, psicológicas y teológicas de la conciencia que en aquélla se fundan. Si el análisis existencial ha puesto al descubierto el FENÓMENO DE LA CONCIENCIA en sus raíces ontológicas, será necesario que precisamente desde allí se hagan comprensibles las interpretaciones vulgares, incluyendo – y no en último lugar – la razón por la que ellas no aciertan en el fenómeno y el por qué de su encubrimiento. Sin embargo, puesto que el análisis de la conciencia, en el contexto de problemas del presente tratado, sólo está al servicio de la pregunta ontológica fundamental, el análisis de la conexión de la interpretación existencial de la conciencia con la interpretación vulgar de ella deberá contentarse con señalar los problemas esenciales. STJR §59
Pero el «hecho» de que la voz «venga después» ¿excluye la posibilidad de que, en el fondo, la llamada sea un llamar hacia adelante? Que la voz sea captada como un movimiento consecutivo de la conciencia no es de suyo prueba de una comprensión originaria del FENÓMENO DE LA CONCIENCIA. ¿Y si el hecho de haber incurrido en culpa no fuese sino la ocasión para el clamar fáctico de la conciencia? ¿Y si la interpretación usual de la «mala» conciencia se quedase a medio camino? Que ello es así, resulta claro cuando se considera el «haber previo» ontológico en el que el fenómeno queda puesto en esta interpretación. La voz es algo que emerge, que tiene su lugar dentro de la secuencia de las vivencias que están-ahí, y que sigue a la vivencia del acto. Ahora bien, ni la llamada, ni el acto acaecido, ni la culpa en que se incurre, son eventos con el carácter de algo que está-ahí y que transcurre. La llamada tiene el modo de ser del cuidado. En la llamada el Dasein «es» anticipándose a sí mismo, de tal suerte que a la vez, se dirige hacia atrás, hacia su condición de arrojado. La posibilidad de considerar la voz como algo que «viene después», es decir, como algo posterior, que por consiguiente necesariamente remite hacia atrás, surge tan sólo cuando desde la partida se concibe el existir [Dasein] como la trama secuencial de un sucederse de vivencias. Es cierto que la voz llama hacia atrás, pero, por encima del acto acaecido, hacia el arrojado ser-culpable, que «precede» a toda caída en culpa. Pero la llamada hacia atrás llama al mismo tiempo hacia adelante, hacia el ser-culpable en cuanto tiene que ser asumido en la existencia propia, de tal suerte que el modo existentivo propio de ser-culpable viene justamente «después» de la llamada, y no a la inversa. La mala conciencia, lejos de ser, en el fondo, tan sólo censurante y remisiva al pasado, llama hacia atrás, hacia la condición de arrojado, remitiendo hacia adelante. El orden de sucesión del transcurrir de las vivencias no nos da la estructura fenoménica del existir. STJR §59
Para evitar esta consecuencia se ha interpretado la «buena» conciencia como privación de la «mala», y se la ha definido como «la vivencia del no-darse de una mala conciencia». Por consiguiente, la buena conciencia sería la experiencia del no emerger de la llamada, es decir, del hecho de que no tengo nada que reprocharme. Pero ¿cómo es «vivido» ese «no-darse» [de la mala conciencia]? Esta presunta vivencia no es en absoluto la experiencia de una llamada, sino que consiste en asegurarse de que un acto imputado al Dasein no ha sido realizado por él y que, por consiguiente, él es inocente. Pero, estar cierto de no haber realizado algo no tiene en absoluto el carácter de un FENÓMENO DE LA CONCIENCIA. Por el contrario: este estar cierto puede significar, más bien, un olvido de la conciencia, es decir, ponerse fuera de la posibilidad de ser interpelado. Aquella «certeza» lleva consigo una tranquilizante represión del querer-tener-conciencia, es decir, de la comprensión del más propio y permanente ser-culpable. La «buena» conciencia no es ni una forma autónoma ni una forma fundada de conciencia, es decir, no es en absoluto un fenómeno de conciencia. STJR §59