ente en su ser

Ciertamente, la metafísica representa a lo ente en su ser y, por ende, también piensa el ser de lo ente. Pero no piensa el ser como tal, no piensa la diferencia entre ambos (vid. Vom Wesen des Grundes, 1929, p. 8; también Kant und das Problem der Metaphysik, 1929, p. 225, y Sein und Zeit, p. 230). La metafísica no pregunta por la verdad del ser mismo. Por tanto, tampoco pregunta nunca de qué modo la esencia del hombre pertenece a la verdad del ser. Pero no se trata sólo de que la metafísica no haya planteado nunca hasta ahora esa pregunta, sino de que dicha pregunta es inaccesible para la metafísica en cuanto metafísica. El ser todavía está aguardando el momento en que él mismo llegue a ser digno de ser pensado por el hombre. Desde la perspectiva de una determinación esencial del hombre, da igual cómo definamos la ratio del animal y la razón del ser vivo, bien sea como “facultad de los principios”, como “facultad de las categorías” o de cualquier otro modo, pues, en cualquier caso, siempre y en cada ocasión, nos encontraremos con que la esencia de la razón se funda en el hecho de que para toda aprehensión de lo ente en su ser, el ser mismo se halla ya siempre aclarado como aquello que acontece en su verdad. Del mismo modo, con el término “animal”, zoon, ya se plantea una interpretación de la “vida” que necesariamente reposa sobre una interpretación de lo ente como zoe y physis dentro de la que aparece lo vivo. Pero, aparte de esto, lo que finalmente nos queda por preguntar por encima de todo es si acaso la esencia del hombre reside de una manera inicial que decide todo por anticipado en la dimensión de la animalitas. ¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre otros, diferente de las plantas, los animales y dios? Sin duda, se puede proceder así, se puede disponer de ese modo al hombre dentro de lo ente entendiéndolo como un ente en medio de los otros. De esta suerte, siempre se podrán afirmar cosas correctas sobre el ser humano. Pero también debe quedarnos muy claro que, procediendo así, el hombre queda definitivamente relegado al ámbito esencial de la animalitas, aun cuando no lo pongamos al mismo nivel que el animal, sino que le concedamos una diferencia específica. Porque, en principio, siempre se piensa en el homo animalis, por mucho que se ponga al animal a modo de animus sive mens y en consecuencia como sujeto, como persona, como espíritu. Esta manera de poner es, sin duda, la propia de la metafísica. Pero, con ello, la esencia del hombre recibe una consideración bien menguada, y no es pensada en su origen, un origen esencial que sigue siendo siempre el futuro esencial para la humanidad histórica. La metafísica piensa al hombre a partir de la animalitas y no lo piensa en función de su humanitas. Heideggeriana: CartaH

La “lógica” entiende el pensar como el representar de lo ente en su ser, un ser que el representar se atribuye en la generalidad del concepto. Pero qué ocurre con la reflexión sobre el propio ser, esto es, con el pensar que piensa la verdad del ser? Este pensar es el primero que toca la esencia inicial del logos, que en Platón e incluso Aristóteles, el fundador de la “lógica”, ya está alterada e incluso perdida. Pensar contra “la lógica” no significa romper una lanza a favor de lo ilógico, sino simplemente repensar el logos y su esencia, manifestada en el alba del pensar, esto es: esforzarse por una vez en preparar semejante repensar. ¿Para qué nos valen todos los sistemas de la lógica, por muy amplios de miras que sean, si ya previamente e incluso sin saber lo que hacen rehuyen la tarea de preguntar aunque sólo sea por la esencia del logos? Si quisiéramos hacer objeciones, lo que desde luego sería completamente infructuoso, podríamos decir con toda la razón que es precisamente el irracionalismo, en cuanto negación de la ratio, el que reina desconocido e indiscutido en la defensa de la “lógica”, que cree poder esquivar una reflexión sobre el logos y sobre la esencia de la ratio que en él se funda. Heideggeriana: CartaH

Aquel que, entre los primero pensadores griegos, determina de un modo decisivo la esencia de lo que ha sido hasta ahora el pensar occidental, cuando trata del pensar, sin embargo, no se fija en absoluto de un modo exclusivo, y nunca en primer lugar, en aquello que a nosotros nos gustaría llamar el mero pensar. Esta determinación de la esencia del pensar descansa más bien en el hecho de que su esencia quede determinada a partir de aquello que el pensar percibe como percibir, a saber, el ente en su ser. Heideggeriana: QuePensar

En el ser, que ha aparecido como estar presente queda, sin embargo, no pensado el estado-de-desocultamiento que allí prevalece, del mismo modo como la esencia de presente y tiempo que prevalece allí. Presumiblemente, estado de desocultamiento y presente, como esencia del tiempo, se pertenecen el uno al otro. En la medida en que percibimos el ente en su ser, en la medida en que – para decirlo en el lenguaje moderno – representamos los objetos en su objetualidad, estamos ya pensando. De esta manera estamos pensando ya desde hace tiempo. Sin embargo, a pesar de esto, todavía no estamos pensando de un modo propio mientras quede sin pensar dónde descansa el ser del ente cuando aparece como presencia. Heideggeriana: QuePensar

Pero en cuanto se interroga al ente en cuanto tal, ya se lo experimenta también respecto de que es. Por eso, de la pregunta acerca de qué es el ente en cuanto tal surge al mismo tiempo esta otra: cuál, de entre todos los entes en cuanto tales, corresponde en mayor grado a aquello que se ha determinado como el qué del ente. El ente que corresponde al qué, a la essentia del ente en cuanto tal, es lo verdaderamente existente. En la pregunta: “¿qué es el ente?” se piensa a éste, al mismo tiempo, respecto de la essentia y de la existentia. De esta forma, el ente está determinado en cuanto tal, es decir, en lo que es y en cuanto que es. Essentia y existentia del ens qua ens responden a la pregunta: “¿qué es el ente en cuanto tal?”. Ellas determinan al ente en su ser. Heideggeriana: NiilismoSer

En conformidad con ello, ¿cómo se relaciona la metafísica con el ser mismo? ¿Piensa la metafísica el ser mismo? No, jamás. Piensa el ente respecto del ser. El ser es lo que responde en primer y en último lugar a la pregunta en la que lo interrogado es siempre el ente. Por eso el ser mismo permanece impensado en la metafísica, y no de manera incidental sino en correspondencia con su propio preguntar. Este preguntar y el responder, en la medida en que piensan el ente en cuanto tal, piensan necesariamente desde el ser, pero no piensan en él, y no lo hacen porque, de acuerdo con el sentido interrogativo más propio de la metafísica, el ser es pensado como el ente en su ser. En la medida en que la metafísica piensa el ente desde el ser, no piensa: ser en cuanto ser. [La diferencia ontológica como dirimir-despejamiento.] Heideggeriana: NiilismoSer

¿En qué verdad está el ente cuando es pensado como ente en la metafísica? Evidentemente, la metafísica misma es esta verdad del ente en cuanto tal. ¿Cuál es el tipo esencial de este desocultamiento? ¿Dice alguna vez la metafísica algo sobre la esencia de la verdad en la cual y desde la cual ella misma piensa el ente, verdad como la que esencia [west] incluso ella misma? Jamás. ¿O sólo hablamos así, en apariencia desmesuradamente, porque hasta ahora hemos buscado vanamente lo que dice la metafísica sobre la esencia de la verdad en que ella misma está? ¿Acaso hemos buscado vanamente sólo porque preguntábamos de un modo aún insuficiente? Si esto fuera así, tendremos que admitir una rectificación. Provisoriamente, sin embargo, la referencia al concepto metafísico de justicia de Nietzsche mostró que éste no era capaz de reconocer en la justicia que él pensaba ni su esencia de verdad en general ni el rasgo esencial de la verdad de su metafísica. ¿Radica esta incapacidad en que esta metafísica es metafísica de la voluntad de poder, o radica en que es metafísica, y sólo en ello? Radica en que la metafísica deja impensado el ser mismo. Al pensar el ente en cuanto tal, roza el ser de modo pensante para pasarlo enseguida por alto en beneficio del ente, al cual regresa y en el cual se aloja. Por eso, la metafísica piensa efectivamente el ente en cuanto tal, pero no piensa el “en cuanto tal” mismo. En el “en cuanto tal” se dice: el ente está desoculto. El he en el on he on, el qua en el ens qua ens, el “en cuanto” en el “ente en cuanto ente”, nombran el desocultamiento, impensado en su esencia. Algo tan significativo cobija el lenguaje de manera tan poco visible en voces [Wörter] tan sencillas cuando éstas son efectivamente palabras [Worte]. El “en cuanto tal” roza, nombrándolo, el desocultamiento del ente en su ser. Pero puesto que el ser mismo permanece impensado, también el desocultamiento del ente permanece impensado. Heideggeriana: NiilismoSer

Si la fundación de la verdad acerca del ente en su totalidad constituye la esencia de la metafísica, la transvaloración de todos los valores, en cuanto fundación del principio de una nueva posición de valores, es en sí metafísica. Como carácter fundamental del ente en su totalidad Nietzsche reconoce y pone lo que denomina la “voluntad de poder”. Con este concepto no sólo está delimitado qué es el ente en su ser. Este título de “voluntad de poder”, que se ha vuelto corriente de múltiples maneras desde Nietzsche, contiene para él la interpretación de la esencia del poder. Todo poder sólo es poder en la medida en que sea y mientras sea más-poder, es decir acrecentamiento del poder. El poder sólo puede mantenerse en sí mismo, es decir en su esencia, en la medida en que supere y sobrepase el nivel de poder alcanzado en cada caso, es decir, en la medida en que se supere y sobrepase a sí mismo, nosotros diremos: en que se sobrepotencie. Apenas el poder se detiene en un nivel de poder se vuelve ya impotencia. “Voluntad de poder” nunca significa sólo un “romántico” desear y aspirar a la toma de poder por parte de lo que carece aún de él, sino que “voluntad de poder” significa: el darse poder del poder para su propio sobrepotenciamiento. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Si permanecemos, no obstante, en la nota de Nietzsche, antes que ninguna otra cosa hay que plantear la pregunta ya mencionada: ¿qué tiene que ver el nihilismo con los valores y con su desvalorización? Porque, de acuerdo con su concepto, “nihilismo” quiere decir, en efecto, que todo ente es nihil, “nada”; y presumiblemente algo sólo puede no valer nada porque y en la medida en que previamente y en sí mismo es nulo y es nada. La determinación de valor y la valoración de algo como algo que tiene valor, como algo valioso o no valioso, se funda en la determinación previa de si es, y cómo es, o de si, por el contrario, no es “nada”. El nihil y el nihilismo no están en una conexión esencial con la idea de valor. ¿Por qué, sin embargo, se comprende al nihilismo (y sin una fundamentación particular) como “desvalorización de los valores supremos”, como “caducidad” de los valores? Ahora bien, seguramente a la mayoría de nosotros, en el concepto y en la palabra “nada” nos resuena inmediatamente un tono valorativo, el de lo que no tiene valor. Decimos “nada” cuando una cosa deseada, supuesta, buscada, exigida, esperada, no está allí, no es. Si en algún lugar, por ejemplo, se hace una perforación en busca de un “yacimiento de petróleo” y la perforación no tiene éxito, se dice: no se encontró “nada”, no se encontró el supuesto yacimiento y lo que habría en él, no se encontró el ente buscado. “Nada” quiere decir: el no estar allí delante, el no ser de una cosa, de un ente. La “nada”, el nihil, alude por lo tanto al ente en su ser y es por lo tanto un concepto del orden del ser y no un concepto del orden del valor. (Habría que reflexionar sobre lo que señala Jakob Wackernagel en su Vorlesungen über Syntax [Lecciones de sintaxis, 2a. serie, 2a. ed.,1928, pág. 272: “En el alemán nicht(s) […] se encuentra la palabra que en gótico, en la forma waihts, […], sirve para traducir el griego pragma.”) Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Análogo a esto es lo que ocurre con nuestro conocer en cuanto captación del ente en su ser, es decir en la idea. El conocer no sería capaz de conocer y el ente no estaría en condiciones de ser conocido, es decir de ser percibido como lo desoculto, si no hubiera un tercer elemento que proporcionara al conocer la capacidad de conocer y a lo conocido el desocultamiento. Este tercer elemento es tou agathou idea, “la idea del bien”. El bien tiene su imagen correspondiente en el sol. Pero éste no sólo brinda luz, que en cuanto claridad posibilita el ver y la visibilidad, o sea el desocultamiento. Al mismo tiempo también brinda calor, sólo gracias al cual la facultad de ver y las cosas visibles se vuelven “entes”, es decir, en griego, aquello que puede presenciar en lo desoculto, en cada caso según su especie. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En el “Teeteto”, 209a5, se dice: Logos = he tes ses diaphorótetos hermeneía; el logos es un notificar, un manifestar, un hacer expresa la diferencia respecto de las otras cosas (o la diferencia de ti respecto a los demás) (pero al lado de ellas y respecto a lo koinón) [por ejemplo, que esta cosa, en lo que se refiere a color, es verde y no roja como la de allá, carácter campal de la intelección, que decía Zubiri MJR]. (cfr. Teeteto 163c: lo que se ve en las palabras y lo que comunican quienes las explican; lo que nosotros mismos vemos y oímos en lo que leemos y escuchamos, y lo que nos enseñan gramáticos e intérpretes);(10)por tanto, no concepción o interpretación o aprehensión teoréticas sino voluntad, deseo, etc, es decir, ser, exsistencia; es decir, hermenéutica es el hacer manifiesto (el dar noticia de) el ser de un ente en su ser-respecto-a-(mí). Heideggeriana: GA63

La pregunta acerca de qué es el tiempo ha acabado por remitir nuestra investigación al ser-ahí, si por ser-ahí se entiende el ente en su ser que conocemos como vida humana; este ente en el respectivo instante de su ser, el ente que somos cada uno de nosotros mismos, el ente al que apuntamos en la afirmación fundamental: yo soy. La afirmación “yo soy” es la auténtica enunciación del ser que ostenta el carácter del ser-ahí del hombre. Este ente es en el respectivo instante como mío. Heideggeriana: BZ

Ahora bien, ¿cómo podemos captar este ente en su ser antes de que él alcance su fin? El hecho es que yo estoy siempre e camino con mi ser-ahí . Siempre hay algo que todavía no ha terminado. Al final, cuando ese algo no falta, el ser-ahí ya no es. Antes de este final nunca es estrictamente lo que puede ser; y cuando es lo que puede ser, entonces ya no es. Heideggeriana: BZ

La pregunta por lo que es el tiempo ha remitido nuestra consideración a la existencia, si por existencia [, por Dasein,] se entiende a aquel ente en su ser al que conocemos como vida humana; este ente en la eventualidad (Jeweiligkeit) de su ser, el ente que somos cada uno de nosotros, que atañe a cada uno de nosotros en el enunciado fundamental: yo soy. El enunciado “yo soy” es el enunciado propiamente tal del ser [que tiene] el carácter del Dasein del hombre. En su eventualidad, este ente es en cuanto mío. Heideggeriana: BZ

Pero ¿cómo debe ser conocido este ente en su ser, antes de que haya llegado a su fin (Ende)? Pues con mi Dasein todavía estoy en camino. Todavía es algo que no ha llegado a su fin. Y cuando ha llegado a fin, ya, precisamente, no es más. Antes de este fin jamás es propiamente lo que puede ser; y si lo es, entonces ya no lo es más. Heideggeriana: BZ

a) Por lo pronto, una caracterización general: el punto de partida del problema lo constituye la ontología fundamental como analítica de la existencia del Dasein. Esta analítica ocurre en perspectiva ontológico-fundamental y sólo en ésta; desde allí están regulados el punto de partida, la ejecución, el límite y el modo de la concreción de fenómenos determinados. A partir del modo de ser (Seinsart) del Dasein, que es primariamente existencia, se ha de traer a luz la comprensión de ser. Esta constitución de ser (Seinsverfassung) del Dasein es de tal especie, que en ella se hace acreditable la interna posibilidad de la comprensión de ser que esencialmente pertenece al Dasein. Por eso, no se trata de antropología ni de ética, sino de este ente en su ser en general — y por eso, de una analítica preparatoria; la metafísica del Dasein mismo no está todavía en el centro. Heideggeriana: TranscendenciaST

Según Platón (Fedro 249 b 5 . c 6), un viviente que jamás ha visto la verdad no puede nunca percibir la figura de un hombre. Pues el hombre, en correspondencia con su modo de ser tiene que comprender y saber, de modo que, con tal ocasión, interpele lo conocido por él en referencia a su ser (kat eidos legein). El hombre sólo puede tener la verdad sobre algo en tanto que comprende al ente en su ser. La comprensión del ser es una rememoración de aquello que nuestra alma ya vio antes; antes, ciertamente, cuando ella todavía deambulaba junto a Dios y veía por encima de aquello que ahora denominamos el ente. Platón ve en el fenómeno de la rememoración una referencia de la comprensión de ser al tiempo, pero sólo puede esclarecérsela por medio de un mito. Heideggeriana: TranscendenciaST

Pero aplacemos, por un segundo, estas dificultades y pensemos a fondo una cosa de lejos aún más importante. Al enunciar la proposición verdadera “la moneda es redonda” – entonces esto sucede a raíz de una adecuarse de nuestro decir con la cosa [Sache]. Esa es la norma, la medida, para nuestro decir. Pero, lo que ahí es normativo, lo dador de medida, ha de sernos, por esto mismo, ya, accesible. El aspecto de las cosas tiene que habérsenos mostrado ya previamente, para que podamos enunciar algo sobre aquello. Y el modo como se muestra la visión de la cosa [Anblick des Dinges], tiene que ser, con todo, él mismo “verdadero”. En otras palabras, la verdad de la proposición, no es, en absoluto, la verdad originaria; sino más bien: que las proposiciones se adecuen a las cosas y a los hechos [en general, al ente, en aquello que es y cómo lo es], debe poder orientar; supone que el ente ya ha sido hecho patente, antes de que se haya enunciado sobre éste cualquier tipo de proposición. Esta patencia del ente en su ser es la verdad originaria. En ella – podemos decir – se halla trasladado el hombre en tanto Dasein que él es. Y si, con anterioridad, no nos fuesen ya evidentes lo natural, lo vegetal, lo animal, lo instrumental, lo espacial, lo temporal, lo histórico, lo divino, entonces seríamos incapaces, en toda la eternidad, de experimentar o de utilizar, de resistir y de adorar jamás esto o aquello como planta, esto o aquello como animal, esta cosa como martillo y tenaza, esto como figura espacial, aquello como algo temporal, esto como historia, y aquello como Dios. Somos – en la medida que estamos expuestos a lo patente [abierto] del ente en cuanto que tal. Mas en la medida que el ente es patente, asimismo también está oculto; pues el ente no es accesible siempre tan sólo en una “perspectiva” y dentro de esta también sólo en determinados estratos. Lo demás nos permanece cerrado. Allí donde existe patencia, existe a su vez ocultamiento [Verborgenheit]. Heideggeriana: FilosofiaAlema

Hemos hecho que fuera una obra la que nos dijera qué es el utensilio. De este modo también ha salido a la luz lo que obra dentro de la obra: la apertura de lo ente en su ser, el acontecimiento de la verdad. Pues bien, si la realidad de la obra sólo se puede determinar por medio de aquello que obra en la obra, ¿qué hay de nuestro propósito de buscar la verdadera obra de arte en su realidad? Ibamos por mal camino cuando en un principio creíamos que la realidad de la obra se encontraba en su base de cosa. Ahora nos encontramos ante un sorprendente resultado de nuestras reflexiones, si se puede llamar a esto un resultado. Dos asuntos están claros: Primero: los medios para captar lo que la obra tiene de cosa, esto es, los conceptos reinantes de cosa, no bastan. Segundo: lo que queríamos captar con ello como realidad más próxima a la obra, la base de cosa, no forma parte de la obra bajo esta modalidad. Heideggeriana: OOA1935

Ahora bien, para Protágoras, lo ente sigue refiriéndose al hombre en tanto que ego. ¿De qué tipo es esa referencia al Yo? El ego permanece en el círculo de aquello desocultado que le ha sido adjudicado a él mismo como siendo ése. De esta forma capta todo lo que está presente en ese círculo como eso que es. Esta captación de lo presente se funda en la permanencia en el interior del círculo del desocultamiento. Por medio de la permanencia junto a lo presente, la pertenencia del Yo a lo presente es. Esta pertenencia a lo presente abierto delimita a éste frente a lo no presente. El hombre recibe y preserva la medida para aquello que se presenta o ausenta a partir de dicho límite. En una restricción a lo que se desoculta en cada ocasión, el hombre se da a sí mismo la medida que limita cada vez a un ‘sí mismo’ con relación a esto y aquello. El hombre no dispone la medida a partir de un Yo aislado al que tiene que supeditarse todo ente en su ser. El nombre de la relación fundamental griega con lo ente y su desocultamiento es el metron (medida), desde el momento en que se compromete a restringiese al círculo de desocultamiento limitado por el Yo y, de este modo, reconoce el ocultamiento de lo ente y la imposibilidad de decisión respecto a su presencia o ausencia o, también, respecto a la apariencia de esa presencia y ausencia. Por eso dice Protágoras (Diels, “Fragmente der Vorsokratiker”; Protágoras B, 4): “En lo tocante a saber algo sobre los dioses (lo que en griego quiere decir “contemplar” algo, “ver” algo), no tengo capacidad ni para decir qué son ni qué no son ni cómo puede ser su aspecto (idea).” “En efecto, son muchas las cosas que nos impiden captar a lo ente como tal; tanto la falta de apertura (el ocultamiento) de lo ente, como la brevedad de la historia del hombre.” Heideggeriana: EIM Apéndices

A pesar de que sus esfuerzos adquieren con frecuencia la apariencia contraria, Nietzsche no demuestra que “la esencia más íntima del ser es voluntad de poder” (La voluntad de poder, n. 693; 1888) en base a un recorrido inductivo de todas las regiones del ente, gracias al cual llegaría a la conclusión: en todas partes el ente en su ser es voluntad de poder; antes bien, en cuanto pensador, piensa de antemano y siempre desde el proyecto del ente en su totalidad que se dirige al ser de éste como voluntad de poder. Heideggeriana: VontadePoder Apéndices

La interpretación de toda metafísica llevada a cabo desde el pensamiento del valor es la interpretación “moral”. Pero Nietzsche no realiza esta interpretación de la metafísica y de su historia como una consideración historiográfico-erudita del pasado sino como una decisión histórica de lo venidero. Si el pensamiento del valor se convierte en hilo conductor de la reflexión histórica sobre la metafísica en cuanto fundamento de la historia occidental, esto quiere decir ante todo: la voluntad de poder es el principio único de la posición de valores. Allí donde la voluntad de poder osa reconocerse como el carácter fundamental del ente, todo tiene que estimarse en referencia a si acrecienta o disminuye e inhibe la voluntad de poder. En cuanto carácter fundamental, la voluntad de poder condiciona todo ente en su ser. Esta condición suprema del ente en cuanto tal es el valor determinante. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche Apéndices

A pesar de ello, no necesita ser vana, como preparación del salto al pensar que piensa el ser del ente. Ahora bien, en la metafísica de Hegel – y en la metafísica del idealismo alemán en general – se trata no sólo de pensar el ser, sino que aquí se hace necesario pensar absolutamente al ente en su ser como lo absoluto, de manera absoluta. Aquí se exige un salto que tiene que salvarse nuevamente a sí mismo: el salto absoluto al absoluto. La presentación de la “Fenomenología del espíritu” osa realizar este salto. Heideggeriana: HegelFenomenologia Apéndices

En la medida en que la voluntad quiere la superación de su propio poder, no descansa por muy rica que sea su vida. Ejerce su poder en la exuberancia de su propia voluntad. De este modo, retorna constantemente hacia sí misma en cuanto lo mismo. La manera en que lo ente en su totalidad, cuya essentia es la voluntad de poder, existe, esto es, su existentia, es el “eterno retorno de lo mismo”. Ambas fórmulas fundamentales de la metafísica de Nietzsche, “voluntad de poder” y “eterno retorno de lo mismo”, determinan lo ente en su ser desde las dos perspectivas que guían desde la Antigüedad a la metafísica, desde el ens qua ens en el sentido de essentia y existentia. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices

Si la metafísica piensa lo ente en su ser como voluntad de poder, piensa necesariamente lo ente como instaurador de valores. Piensa todo en el horizonte de los valores, de la validez de dichos valores, de la desvalorización y la transvaloración. La metafísica de la Modernidad comienza y tiene su esencia en el hecho de que busca lo incondicionadamente indudable, lo cierto, la certeza. Según las palabras de Descartes, se trata de firmum et mansurum quid stabilire, esto es, conseguir mantener algo firme y estable. Esto estable. en cuanto objeto, le resulta satisfactorio a esa esencia, que reina desde antiguo, de lo ente en cuanto eso que permanentemente se presenta, que subyace siempre en todas partes (hypokeimenon, subiectum) También Descartes, como Aristóteles, pregunta por el hypokeimenon. En la medida en que Descartes busca ese subiectum en la vía prediseñada de la metafísica y pensando la verdad como certeza encuentra el ego cogito en cuanto ego permanentemente presente. Así es como el ego sum se convierte en subiectum, esto es, el sujeto se convierte en autoconciencia. La sujetidad del sujeto se determina a partir de la certeza de esta conciencia. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices

Dentro de la metafísica moderna es Leibniz el primero en pensar el subiectum como ens percipiens et appetens. A partir del carácter de vis del ens, piensa por primera vez claramente la esencia del ser de lo ente como voluntad. Piensa de manera moderna la verdad de lo ente como certeza. En sus 24 tesis sobre la metafísica, Leibniz dice así (tesis núm. 20): “iustitia nihil aliud est quam ordo seu perfectio circa mentes”. Las mentes, esto es, las res cogitantes, son, según la tesis 22, las primariae Mundi unitates. Verdad como certeza es aseguramiento de la seguridad, es orden (ordo) y comprobación ** permanente, esto es, acabamiento total, perfección (perfectio) ***. El carácter de esa puesta en seguridad o aseguramiento **** de lo que es en primer lugar y verdaderamente ente en su ser, es la iustitia (justicia). Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices

El “gran mediodía” es el tiempo de la claridad más clara, la de la conciencia, que se ha vuelto consciente de sí misma de manera incondicionada y a todos los respectos en cuanto ese saber que consiste en querer conscientemente la voluntad de poder como ser de lo ente y, en cuanto tal querer y subvirtiéndose a sí misma, superar cada fase necesaria de la objetivación del mundo y, de este modo, asegurar las existencias permanentes de lo ente para el querer más regular posible en forma y medida. En el querer de esta voluntad, le sobreviene al hombre la necesidad de querer también las condiciones de semejante querer. Esto significa: instaurar valores y estimar todo según valores. De este modo, el valor determina todo ente en su ser. Esto nos conduce ante la pregunta siguiente: ¿Qué es ahora, en la época en que se abre manifiestamente el dominio incondicionado de la voluntad de poder, y eso manifiesto y su publicidad se convierte a su vez en una función de dicha voluntad? ¿Qué es? No preguntamos por sucesos y hechos para cada uno de los cuales se podrían crear o eliminar testimonios según la necesidad en el ámbito de la voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus Apéndices

El hombre no es sólo esencialmente más arriesgado que la planta o el animal. A veces, el hombre hasta es más arriesgado “que la propia vida”. La vida significa aquí: lo ente en su ser, la naturaleza. El hombre es a veces más osado que el riesgo, más ente que el ser de lo ente. Pero el ser es el fundamento de lo ente. Quien es más arriesgado que el fundamento, se atreve a ir allí, a donde se deshace todo fundamento, al abismo. Pero si el hombre es el arriesgado que marcha junto con el riesgo, en la medida en que lo quiere, entonces esos hombres que a veces son más arriesgados, deben querer aún más. Ahora bien ¿existe un aumento de ese querer por encima de lo incondicionado de la autoimposición intencional? No. Entonces, aquellos que a veces son más arriesgados, sólo pueden querer más en la medida en que su querer es otro en su esencia. Así, querer y querer no serían inmediatamente lo mismo. Esos que quieren más a partir de la esencia del querer, siguen siendo más conformes a la voluntad en cuanto ser de lo ente. Corresponden antes al ser que se muestra como voluntad. Quieren más en la medida en que son más dispuestos. ¿Quiénes son esos más dispuestos que arriesgan más? Parece como si el poema no contestase expresamente a esta pregunta. Heideggeriana: ParaQuePoetas Apéndices

Para la metafísica moderna el ser del ente aparece como voluntad. Ahora bien: en la medida que el hombre, según su esencia como el animal pensante, se refiere por vía de representación al ente en su ser y, consecuentemente, a este ultimo, siendo por esto determinado a partir del ser en esta medida y de acuerdo con esta relación del ser (que ahora es la voluntad) con la esencia del hombre, debe aparecer el ser-hombre de manera expresa como querer. Heideggeriana: GA8 Apéndices

En la forma del trabajador y su dominio ya no se mira a la subjetiva, y mucho menos entonces a la subjetidad subjetivista de la esencia humana. El ver metafísico de la forma del trabajador corresponde al proyecto de la forma esencial de Zaratustra dentro de la metafísica de la voluntad de poder. ¿Qué se esconde en ese aparecer de la subjetividad objetiva del subjectum (del Ser del ente), que es pensada como forma humana, y no como un hombre aislado? Hablar de la subjetidad (no subjetividad) de la esencia humana como el fundamento de la objetividad de todo subjectum (de todo presente) parece en todos los aspectos paradójico y artificial. Esta apariencia tiene su fundamento en que apenas hemos comenzado a preguntar por qué y de qué manera será necesario dentro de la metafísica moderna un pensar que Zaratustra representa como forma. La información dada a menudo de que el pensamiento de Nietzsche había caído fatalmente en la poesía, es ella misma sólo el abandono del preguntar pensante. A pesar de todo, ni siquiera necesitamos volver a pensar hasta la deducción trascendental kantiana de las categorías para ver que, al mirar la forma como la fuente de la donación de sentido, se trata de la legitimación del Ser del ente. Sería una explicación demasiado grosera si se dijera que [397] aquí, en un mundo secularizado, el hombre como creador del Ser del ente ocupa el lugar de Dios. Que, en efecto, la esencia humana está en juego, no admite duda. Pero la esencia (verbal) del hombre, “el ser-ahí [Dasein] en el hombre” (véase Kant y el problema de la metafísica; 1 ed., 1929, § 43) no es algo humano. Para que la idea de la esencia humana pueda alcanzar el rango de lo que fundamenta ya a todo presente como la presencia, que permite primero una “representación” en el ente, y así legitima a éste como el ente, tiene el hombre ante todo que ser representado en el sentido de un fundamento normativo. Pero, ¿normativo para qué? Para el asegurarse del ente en su ser. ¿En qué sentido aparece “Ser” cuando se trata del asegurarse del ente? En el sentido de lo en todas partes y en todo tiempo constatable, es decir, representable. Descartes, entendiendo así el Ser, encontró la subjetividad del subjectum en el ego cogito del hombre finito. El aparecer de la forma metafísica del hombre como fuente de donación de sentido es la consecuencia última de la posición de la esencia humana como subjectum normativo. Conforme a ello, se transforma la forma interna de la metafísica, que consiste en lo que puede denominarse como la trascendencia. Ésta es dentro de la metafísica por razones esenciales ambigua. Allí donde esa ambigüedad no se tiene en cuenta se extiende una confusión incurable, que puede valer como característica del representar metafísico todavía hoy usual. Heideggeriana: PreguntaSer Apéndices