circunspección

Umsicht; v. Sicht, phronesis

El trato ajustado al útil, que es el único modo en que éste puede mostrarse genuinamente en su ser, p. ej., el martillar con el martillo, no aprehende temáticamente este ente como una cosa que se hace presente para nosotros, ni sabe en absoluto de la estructura pragmática en cuanto tal. El martillar no tiene un mero saber del carácter pragmático del martillo, sino que se ha apropiado de este útil en la forma más adecuada que cabe. En este modo del trato que es el uso, la ocupación se subordina al para-algo que es constitutivo del respectivo útil; cuanto menos sólo se contemple la cosa-martillo, cuanto mejor se eche mano del martillo usándolo, tanto más originaria será la relación con él, tanto más desveladamente comparecerá como lo que es, como útil. El martillar mismo descubre la «manejabilidad» específica del martillo. El modo de ser del útil en que éste se manifiesta desde él mismo, lo llamamos el estar a la mano. Sólo porque el útil tiene este «ser-en-sí» y no se limita a encontrarse ahí delante, es disponible y «manejable», en el más amplio sentido. El puro mirar-hacia tal o cual «aspecto» de las cosas, por agudo que sea, no es capaz de descubrir lo a la mano. A la mirada puramente «teorética» hacia las cosas le falta la comprensión del estar a la mano. Sin embargo, ese trato que usa y manipula no es ciego sino que tiene su propia manera de ver, que dirige el manejo y le confiere su específica seguridad. El trato con los útiles se subordina al complejo remisional del «para-algo». La visión que se da en semejante «plegarse a» es la CIRCUNSPECCIÓN. STJR §15

Lo a la mano no es conocido teoréticamente ni es primeramente temático ni siquiera para la CIRCUNSPECCIÓN. Lo peculiar de lo inmediatamente a la mano consiste en retirarse, por así decirlo, «a» su estar a la mano para estar con propiedad a la mano. Aquello con lo que ante todo tiene que habérselas el trato cotidiano no son tampoco los utensilios, sino que lo que primariamente nos ocupa y está por ende a la mano, es la obra misma, lo que en cada caso tiene que ser producido. Es la obra la portadora de la totalidad remisional dentro de la cual el útil comparece. STJR §15

Hay en la cotidianidad del estar-en-el-mundo modos de ocupación que hacen comparecer al ente sobre el que recae el ocuparse de una manera tal que en él se manifiesta la mundicidad de lo intramundano. El ente inmediatamente a la mano puede presentarse en la ocupación como imposible de usar, como no apto para el fin a que está destinado. Una herramienta puede estar averiada, el material puede ser inapropiado. Pese a ello, en esta situación el útil sigue estando a la mano. Pero la inempleabilidad no es descubierta por una contemplación constatadora de propiedades, sino por la CIRCUNSPECCIÓN del trato que hace uso de las cosas. En ese descubrimiento de la inempleabilidad, el útil llama la atención. Este llamar la atención presenta al útil a la mano en un cierto no estar a la mano. Y esto implica que lo inutilizable sólo está-ahí, que se muestra como cosa-usual (Zeugding) con tal o cual aspecto, y que en su estar a la mano ya estaba constantemente ahí teniendo tal aspecto. El puro estar-ahí se acusa en el útil, pero para retornar al estar a la mano de lo que es objeto de ocupación, e. d. de lo que está siendo reparado. Este estar-ahí de lo inservible no carece aún enteramente de todo estar a la mano, el útil que de esta manera está-ahí no es todavía una cosa que sólo se encuentra en alguna parte. El desperfecto del útil no es todavía un puro cambio en las cosas, una mera variación en las propiedades de algo que está-ahí. STJR §16

La estructura del ser de lo a la mano, en cuanto útil, está determinada por las remisiones. El peculiar y obvio «en-sí» de las «cosas» inmediatas comparece en la ocupación que hace uso de estas cosas sin advertirlas expresamente, y que puede tropezar con lo inservible. Que un útil sea inempleable implica que la constitutiva remisión del para-algo a un para-esto está impedida. Las remisiones mismas no son objeto de contemplación, pero están presentes (sind…«da») en el someterse de la ocupación a ellas. Ahora bien, al impedirse la remisión – en la inempleabilidad para – , la remisión se hace explícita, aunque no todavía como estructura ontológica, sino que se hace explícita ónticamente para la CIRCUNSPECCIÓN que tropieza con el desperfecto del utensilio. Con este despertar circunspectivo de la remisión al para-esto, se deja ver éste mismo, y con él, el contexto de la obra, el «taller» entero, como aquello en lo que la ocupación ya estaba. El contexto pragmático (Zeugzusammenhang) no resplandece como algo jamás visto, sino como un todo ya constantemente y de antemano divisado en la CIRCUNSPECCIÓN. Pero con este todo se acusa el mundo. STJR §16

De igual manera, el faltar de un ente a la mano cuya disponibilidad cotidiana era tan obvia que ni siquiera nos percatábamos de él, es un quiebre de las conexiones remisionales descubiertas en la CIRCUNSPECCIÓN. La CIRCUNSPECCIÓN se pierde en el vacío, y sólo ahora ve para qué y con qué estaba a la mano lo que falta. Una vez más se acusa el mundo circundante. Lo que así resplandece no es un ente a la mano entre otros, ni menos aun algo que está-ahí, que pudiera ser fundante del útil a la mano. Lo resplandeciente está en el «Ahí» (im «Da») antes de toda constatación y consideración. Es inaccesible incluso a la CIRCUNSPECCIÓN, en la medida en que ésta siempre se dirige hacia entes, pero ya está abierto cada vez para la CIRCUNSPECCIÓN. «Abrir» («Erschliessen») y «aperturidad» («Erschlossenheit») son términos técnicos que serán usados en adelante en el sentido de «dejar abierto» – «estado de lo que queda abierto». «Erschliefen» no significará, por consiguiente, jamás lo que esta palabra puede significar también en alemán: «alcanzar mediatamente a través de una inferencia». STJR §16

Que el mundo no «se compone» de entes a la mano, se muestra, entre otras cosas, en que, junto con el resplandecer del mundo en los modos de la ocupación que acabamos de examinar, acontece una desmundanización de lo a la mano, de tal suerte que en éste sale a luz el mero-estar-ahí. Para que en la ocupación cotidiana con el «mundo circundante» pueda comparecer el útil a la mano en su «ser-en-sí», las remisiones y totalidades remisionales en las que la CIRCUNSPECCIÓN «se absorbe» deben quedar sin tematizar para ésta, y más aun para una aprehensión «temática» no circunspeccional. El no-acusarse del mundo es la condición de posibilidad para que lo a la mano no salga de su no-llamatividad. Y ello constituye la estructura fenoménica del ser-en-sí de este ente. STJR §16

Estar-en-el-mundo, según la interpretación que hemos hecho, quiere decir: absorberse atemática y circunspectivamente en las remisiones constitutivas del estar a la mano del todo de útiles. La ocupación es, en cada caso, como es, sobre la base de una familiaridad con el mundo. En esta familiaridad, el Dasein puede perderse en las cosas que comparecen dentro del mundo y ser absorbido por ellas. ¿Qué es eso con lo que el Dasein está familiarizado? ¿Por qué puede resplandecer la mundicidad de lo intramundano? ¿Cómo debe entenderse más ajustadamente la totalidad remisional en la que la CIRCUNSPECCIÓN se «mueve», y cuyos posibles quiebres hacen recaer la atención sobre el estar-ahí del ente? STJR §16

¿En qué consiste el señalar de un signo? La respuesta sólo podrá alcanzarse si logramos precisar cuál es el modo adecuado del trato con el útil señalizador. En él deberá hacerse también comprensible de un modo genuino su manera de estar a la mano. ¿Cuál es el modo adecuado de habérselas con los signos? Si tomamos el ejemplo mencionado (el de la flecha), se deberá decir lo siguiente: el comportamiento (ser) adecuado para el encuentro con el signo es el de «apartarse» o «detenerse» ante el coche que viene con la flecha. En cuanto toma de dirección, el apartarse pertenece esencialmente al estar-en-el-mundo del Dasein. Éste siempre está de alguna manera orientado y en camino; detenerse y estar detenido son tan sólo casos límites de este «estar en camino» en una dirección. El signo apela a un estar-en-el-mundo específicamente «espacial», y no puede ser verdaderamente «comprendido» como signo si nos limitamos a mirarlo y constatarlo como una cosa señaladora que estuviera allí. Ni siquiera si seguimos con la vista la dirección a que apunta la flecha y miramos hacia algo que se encuentra en la zona señalada por ella, comparecerá verdaderamente el signo. El signo se vuelve hacia la CIRCUNSPECCIÓN y acompaña al trato con las cosas, y esto de tal manera que cuando la CIRCUNSPECCIÓN sigue sus indicaciones, al ir junto con él, pone el correspondiente entorno del mundo circundante en una «visión panorámica» explícita. Este ver panorámico circunspectivo no aprehende el ente a la mano; simplemente recibe una orientación dentro del mundo circundante. Otra posibilidad de experimentar este útil consiste en que la flecha comparezca como algo que forma parte del coche, y en tal caso, el carácter específico de la flecha no necesita ser descubierto; lo que la flecha señale y cómo lo haga, puede quedar enteramente indeterminado, sin que por ello lo que comparece se convierta en una pura y simple cosa. La experiencia de las cosas exige su propia determinación frente al inmediato hallazgo de una multiplicidad en muchos sentidos indeterminada de útiles. STJR §17

Los signos de la especie descrita permiten el encuentro con entes a la mano o, más exactamente, hacen que un complejo de ellos se vuelva de tal manera accesible, que el trato de la ocupación pueda darse y asegurarse una orientación. El signo no es una cosa que esté en esa relación que es el señalar hacia otra cosa, sino que es un útil que lleva a CIRCUNSPECCIÓN explícita un todo de útiles, de tal manera que, junto con ello, se acusa la mundicidad de lo a la mano. En el indicio y el presagio «se muestra» «algo que está por ocurrir», pero no en el sentido de una cosa que sólo se hará presente sobreviniéndole a lo que ya está-ahí; lo «que está por ocurrir» es aquello para lo que nos preparamos o para lo que «no estábamos preparados» porque nos ocupábamos con otra cosa. En el vestigio o traza se hace accesible a la CIRCUNSPECCIÓN lo ocurrido, lo que ya ha tenido lugar. La marca indica «a qué atenerse». Los signos muestran siempre primariamente aquello «en lo que» se vive, aquello en lo que la ocupación se mueve, qué es lo que pasa. STJR §17

El peculiar carácter pragmático de los signos resulta especialmente claro en la «institución de signos». Ésta se produce en y por una previsión circunspectiva que necesita tener a mano la posibilidad de hacer que en todo momento el respectivo mundo circundante se anuncie a la CIRCUNSPECCIÓN por medio de un ente a la mano. Ahora bien, el ser de lo inmediatamente a la mano dentro del mundo tiene ese carácter ya descrito que es el contenerse y no destacarse. Y de ahí que el trato que se mueve circunspectivamente en el mundo circundante necesite de un útil a la mano que, en su carácter de útil, asuma la «obra» de hacer que lo a la mano llame la atención. Por eso la producción de tales útiles (de los signos) debe fijarse en su capacidad para llamar la atención. Pero, aun cuando ellos sean llamativos en este sentido, no se los deja estar-ahí en cualquier forma, sino que se los «coloca» de una manera determinada con vistas a un fácil acceso. STJR §17

Pero el establecimiento de signos no necesita llevarse a cabo forzosamente como una producción de útiles que no estaban aún a la mano. Los signos pueden instituirse también tomando como signo un ente que ya se tiene entre manos. En esta modalidad, la institución de signos manifiesta un sentido aun más originario. El señalar no se limita a proporcionarnos la capacidad de disponer, mediante la CIRCUNSPECCIÓN, de un todo de útiles a la mano, y del mundo circundante en general; la institución de los signos puede incluso descubrir algo por primera vez. Lo que se toma como signo sólo es accesible por su carácter de cosa que está a la mano. Por ejemplo, si en el trabajo del campo el viento sur «vale» como signo de lluvia, este «valer» o «valor inherente» a esa cosa, no es un añadido a algo que ya en sí mismo estuviera ahí: a la corriente de aire, en una determinada dirección geográfica. El viento sur no está jamás primeramente ahí como ese mero suceso meteorológicamente accesible, que luego asumirá eventualmente la función de un presagio. En realidad es la CIRCUNSPECCIÓN que el trabajo del campo lleva consigo la que descubre por primera vez el viento sur en su ser, en la medida en que lo toma en cuenta. STJR §17

Se replicará, sin embargo, que lo que se toma como signo tiene que haberse hecho accesible primero en sí mismo y haberse aprehendido antes de la institución del signo. Por cierto, de alguna manera tiene que ser ya constatable previamente. Pero queda en pie la pregunta acerca del modo como está descubierto el ente en este previo comparecer: si a la manera de una simple cosa que se encuentra ahí o más bien a la manera de un útil no comprendido, de un ente a la mano con el que hasta ahora no se sabía «qué hacer» y que, por lo mismo, se ocultaba a la CIRCUNSPECCIÓN. A su vez, no se debe interpretar tampoco en este caso los caracteres pragmáticos de lo a la mano, no descubiertos aún circunspectivamente, como mera cosidad ofrecida a la aprehensión de lo que sólo está-ahí. STJR §17

El estar a la mano de los signos en el trato cotidiano y su correspondiente llamatividad, que puede ser creada con diferentes propósitos y de distintas maneras, no sólo atestiguan la no-llamatividad constitutiva de lo inmediatamente a la mano, sino que hacen ver también que el signo mismo toma su llamatividad de la no-llamatividad del todo de útiles «obviamente» a la mano en la cotidianidad, como es el caso, por ejemplo, del conocido «nudo en el pañuelo» como signo recordatorio. Lo que éste tiene que mostrar es siempre algo de lo que es necesario ocuparse en la CIRCUNSPECCIÓN de la cotidianidad. Este signo puede indicar muchas y muy variadas cosas. A la amplitud de lo indicable por él corresponde la estrechez de su comprensibilidad y de su uso. No tan sólo porque generalmente su carácter de signo sólo está a la mano para el que lo «ha instituido», sino porque puede volverse inaccesible incluso para éste mismo, de modo que se haga necesario un segundo signo para la posible aplicación circunspectiva del primero. El nudo que no puede ser utilizado como signo no pierde por ello su carácter de signo, sino que cobra la intranquilizante apremiosidad de algo inmediatamente a la mano. STJR §17

La presente interpretación del signo no tenía otra función que la de ofrecer el apoyo fenoménico para la caracterización de la remisión. La relación entre signo y remisión es triple: 1. el señalar, como posible concreción del para-qué (Wozu) de una utilidad, está fundado en la estructura pragmática en general, en el para-algo (remisión). 2. El señalar del signo pertenece, como carácter pragmático de un ente a la mano, a una totalidad de útiles, a un contexto remisional. 3. El signo no sólo está a la mano con otros útiles, sino que en su estar a la mano el mundo circundante se hace cada vez explícitamente accesible a la CIRCUNSPECCIÓN. El signo está ónticamente a la mano y, en cuanto es este determinado útil, desempeña a la vez la función de algo que manifiesta la estructura ontológica del estar a la mano, de la totalidad remisional y de la mundaneidad. Aquí tiene sus raíces el carácter preferencial de este ente a la mano dentro del mundo circundante de la ocupación circunspectiva. Y, por consiguiente, si la remisión misma debe ser el fundamento ontológico del signo, ella no puede ser concebida a su vez como signo. La remisión no es la determinación óntica de un ente a la mano, puesto que ella misma es constitutiva del estar a la mano. ¿En qué sentido es la remisión el «supuesto» ontológico de lo a la mano y hasta qué punto es ella, al mismo tiempo, por ser tal fundamento ontológico, un constitutivo de la mundaneidad en general? STJR §17

Lo a la mano comparece intramundanamente. El ser de este ente, el estar a la mano, se halla, por consiguiente, en alguna relación ontológica con el mundo y la mundaneidad. El mundo ya está siempre «presente» (schon «da») en todo lo a la mano. El mundo ya está previamente descubierto (NH: despejado (gelichtet)) en todo lo que comparece, aunque no lo está en forma temática. Pero puede también resplandecer en ciertas formas del trato en el mundo circundante. El mundo es aquello desde lo cual lo a la mano está a la mano. ¿Cómo puede hacer el mundo que comparezca lo a la mano? El análisis hecho hasta aquí ha mostrado que el ser de lo que comparece dentro del mundo queda en libertad para la CIRCUNSPECCIÓN ocupada que cuenta con aquel ente. ¿En qué consiste este previo dejar en libertad, y cómo ha de ser entendido en cuanto característica ontológica del mundo? ¿Cuáles son los problemas que plantea la pregunta por la mundaneidad del mundo? STJR §18

En el campo de la presente investigación es necesario mantener rigurosamente la distinción, repetidas veces recalcada, que se da entre las diferentes estructuras y dimensiones de la problemática ontológica: 1. el ser del ente primeramente compareciente dentro del mundo (estar a la mano); 2. el ser (estar-ahí) del ente que se puede encontrar y determinar en un proceso de descubrimiento autónomo a través del ente que primero comparece; 3. el ser de la condición óntica de posibilidad del descubrimiento del ente intramundano en general: la mundaneidad (NH: Mejor: el imperar del mundo (das Walten der Welt). del mundo. El ser mencionado en último lugar es una determinación existencial del estar-en-el-mundo, es decir, del Dasein. Los dos conceptos de ser primeramente nombrados son categorías, y se refieren a entes cuyo modo de ser es diferente del modo de ser del Dasein. El contexto remisional, que, en cuanto significatividad, constituye la mundaneidad, puede ser formalmente interpretado como un sistema de relaciones. Pero es necesario tener presente que tales formalizaciones nivelan los fenómenos hasta tal punto que éstos pierden su contenido fenoménico propio, especialmente tratándose de respectos tan «simples» como los que implica la significatividad. Estas «relaciones» y «correlatos» del para-algo, del por-mor-de, de lo que está en condición respectiva, se oponen, por su contenido fenoménico mismo, a toda funcionalización matemática; por lo demás, no son nada puramente pensado, por primera vez puesto en un «pensar», sino respectos en que se mueve la CIRCUNSPECCIÓN ocupada en todo momento. Este «sistema de relaciones», constitutivo de la mundaneidad, lejos de disolver el ser del ente que está a la mano dentro del mundo, posibilita, precisamente sobre el fundamento de la mundaneidad del mundo, el primer descubrimiento de este ente en su «en-sí» «sustancial». Y sólo cuando el ente intramundano puede llegar a comparecer, se da la posibilidad de hacer accesible, en el ámbito de este ente, lo que solamente está-ahí. En razón de su mero-estar-ahí, este ente puede ser determinado matemáticamente desde el punto de vista de sus «propiedades» mediante «conceptos funcionales». Conceptos funcionales de esta especie sólo son posibles ontológicamente en relación a entes cuyo ser tiene el carácter de pura sustancialidad. Los conceptos funcionales nunca son posibles sino como conceptos sustanciales formalizados. STJR §18

¿Hasta qué punto, en la caracterización de lo a la mano, hemos tropezado ya con su espacialidad? Hemos hablado de lo inmediatamente a la mano. No se trata tan sólo del ente que comparece antes que otro, sino también del ente que está «en la cercanía». Lo a la mano del trato cotidiano tiene el carácter de la cercanía. Si bien se mira, esta cercanía del útil queda ya señalada en el término que expresa su ser, en el «estar-a-la-mano». El ente «a la mano» tiene cada vez una cercanía variable, que no se determina midiendo distancias. Esta cercanía se regula por el manejo y el uso en un «cálculo» circunspectivo. La CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse determina lo que en esta forma es cercano considerando también la dirección en la que el útil es accesible en cada momento. La cercanía direccionada del útil significa que éste no tiene simplemente su lugar en el espacio como un ente que está-ahí en alguna parte, sino que en cuanto útil está por esencia colocado, instalado, emplazado, puesto. El útil tiene su lugar proprio o bien «está por ahí en alguna parte», lo que debe distinguirse cuidadosamente de un puro encontrarse-ahí en un lugar cualquiera del espacio. Como lugar proprio de este particular «útil para…», cada lugar proprio se determina desde un conjunto de lugares propios recíprocamente orientados en el complejo de útiles a la mano en el mundo circundante. El lugar proprio y la multiplicidad de lugares propios no deben ser interpretados como el «dónde» de un simple estar-ahí de las cosas. El lugar proprio es siempre el preciso «ahí» o «aquí» al que un útil pertenece en propiedad (des Hingehörens eines Zeugs). La «pertinencia» (Hingehörigkeit) depende siempre del carácter pragmático de lo a la mano, es decir, de su pertenencia respeccional a un todo de útiles. Pero, la pertinencia que hace determinables los lugares propios de un conjunto de útiles tiene como condición de posibilidad el adónde (Wohin) en general, hacia dentro del cual se le asigna a un determinado complejo de útiles la totalidad de lugares propios. Este adónde (Wohin) de la posible pertinencia pragmática que en el trato ocupado se halla de antemano ante la mirada circunspectiva, es lo que nosotros llamamos la zona. STJR §22

Las zonas no se constituyen mediante cosas que están-ahí juntas, sino que ya están siempre a la mano en los correspondientes lugares propios. Los lugares propios les son asignados a los entes a la mano en la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse, o son descubiertos como tales. Lo que está constantemente a la mano y que el estar-en-el-mundo circunspectivo toma en cuenta de antemano, tiene, por eso, su lugar proprio. El «donde» de su estar-a-la-mano es tomado en cuenta en la ocupación y se orienta hacia los demás entes a la mano. De esta manera, el sol, cuya luz y calor son usados cotidianamente, tiene, por la variable empleabilidad de aquello que él dispensa, sus lugares especiales, circunspectivamente descubiertos: levante, mediodía, poniente, medianoche. Los lugares propios de este ente que está constantemente a la mano de manera variable pero regular, se convierten en «indicadores» fuertes de las zonas que hay en ellos. Estos puntos cardinales (Himmelsgegenden), que no tienen todavía necesariamente un significado geográfico, proporcionan el previo adónde (Wohin) de toda particular conformación de zonas susceptibles de ser ocupadas con lugares propios. La casa tiene su lado del sol y su lado de la sombra; por ellos se orienta la distribución de los «espacios» y, dentro de éstos, la disposición del alhajamiento de acuerdo, en cada caso, al carácter que tiene como útil. Las iglesias y las tumbas, por ejemplo, están situadas de acuerdo con la salida y la puesta del sol, zonas de la vida y de la muerte, desde las cuales el Dasein mismo está determinado desde el punto de vista de sus más propias posibilidades-de-ser en el mundo. La ocupación del Dasein, a quien en su ser le va este mismo ser, descubre previamente las zonas con las cuales él tiene cada vez una relación decisiva. El previo descubrimiento de las zonas está codeterminado por la totalidad respeccional con vistas a la cual lo a la mano es puesto en libertad en su comparecer. STJR §22

Cuando el Dasein pone algo cerca de sí en la ocupación, esto no significa que lo fije en un lugar del espacio a la menor distancia de algún punto de su cuerpo. «En la cercanía» significa: en el ámbito de lo inmediatamente a la mano en la CIRCUNSPECCIÓN. El acercamiento no toma como punto de referencia la «cosa-yo» dotada de un cuerpo, sino el ocupado estar-en-el-mundo, es decir, lo que en este estar-en-el-mundo comparece inmediatamente. Por eso, la espacialidad del Dasein tampoco puede determinarse indicando el lugar en el que está presente una cosa corpórea. Es cierto que también del Dasein decimos que siempre ocupa un lugar. Pero este «ocupar» es fundamentalmente distinto del estar-a-la-mano en un lugar proprio dentro de una zona. La ocupación de un lugar por parte del Dasein debe concebirse como una desalejación de lo a la mano en el mundo circundante en una zona previamente descubierta por la CIRCUNSPECCIÓN. El Dasein comprende su aquí desde el allí del mundo circundante. El aquí no mienta el dónde de algo que estuviera-ahí, sino el en-medio-de-qué de un desalejante estar-en-medio-de… y, junto con él, la des-alejación misma. En virtud de su peculiar espacialidad, el Dasein no está jamás primeramente aquí, sino más bien allí; y desde ese allí viene a su aquí; y esto ocurre, una vez más, tan sólo interpretando su ocupado estar vuelto hacia desde lo que está allí a la mano. Esto se vuelve enteramente claro si se considera una característica fenoménica de la estructura de des-alejación del estar-en. STJR §23

El Dasein, en cuanto estar-en des-alejante, tiene, a la vez, el carácter de la direccionalidad. Todo acercamiento ha tomado previamente una dirección hacia una zona dentro de la cual lo des-alejado se acerca para volverse determinable respecto de su lugar proprio. El ocuparse circunspectivo es un des-alejar direccionado. En este ocuparse, es decir, en el estar-en-el-mundo del Dasein mismo está implícita la necesidad de «signos»; el signo se hace cargo de la indicación expresa y fácilmente manejable de las direcciones. Mantiene explícitamente abiertas las zonas de las que la CIRCUNSPECCIÓN hace uso, el adónde (Wohin) de la pertinencia, del ir-hacia, del llevar o traer. Si el Dasein es, tiene ya siempre descubierta su zona, en cuanto toma dirección desalejando. Tanto la direccionalidad como la des-alejación, en cuanto modos del estar-en-el-mundo, están previamente dirigidas por la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse. STJR §23

El espacio así abierto con la mundaneidad del mundo no tiene todavía nada de la pura multiplicidad de las tres dimensiones. En esta inmediata apertura, el espacio queda todavía oculto en cuanto puro «donde» de una ordenación de lugares y determinación de posiciones de carácter métrico. Aquello en función de lo cual el espacio queda previamente descubierto en el Dasein ya lo hemos hecho ver al mostrar el fenómeno de la zona. Entendemos la zona como el adónde (Wohin) de la posible pertenencia del contexto pragmático a la mano que debe poder comparecer en cuanto direccionalmente desalejado, es decir, en su lugar proprio. La pertenencia se determina desde la significatividad constitutiva del mundo, y articula el acá y allá dentro del posible adónde (Wohin). El adónde (Wohin) en general se bosqueja mediante un todo remisional que hunde sus raíces en un por-mor-de del ocuparse y dentro del cual se mueve en sus remisiones el dejar-ser que deja en libertad. Aquello que comparece como estando a la mano tiene siempre una condición respectiva con una zona. A la totalidad respeccional, que constituye el ser de lo a la mano en el mundo circundante, le pertenece una condición respectiva espacial de carácter zonal. En base a ella, lo a la mano puede ser encontrado y determinado en su forma y dirección. Con el ser fáctico del Dasein, y según el mayor o menor grado de transparencia de la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse, lo a la mano dentro del mundo queda desalejado y orientado en cierta dirección. STJR §24

Dejar que el ente intramundano comparezca, lo que es constitutivo del estar-en-el-mundo, es un «abrir espacio» («Raumgeben»). Este «abrir espacio», que también llamamos ordenación espaciante (Einraumen) es dejar en libertad lo a la mano mirando a su espacialidad. Esta ordenación espaciante, en cuanto previa donación descubridora de una posible totalidad de lugares propios respeccionalmente determinada, posibilita la correspondiente orientación fáctica. El Dasein, en cuanto ocupación circunspectiva con el mundo, sólo puede cambiar una cosa de lugar, quitarla de ahí, «ordenar cosas en el espacio», porque a su estar-en-el-mundo le pertenece el ordenar espaciante, entendido como existencial. Pero, ni la zona previamente descubierta, ni, en general, la correspondiente espacialidad, están expresamente ante la mirada. La espacialidad está presente en sí para la CIRCUNSPECCIÓN en la no-llamatividad de lo a la mano, en cuya ocupación la CIRCUNSPECCIÓN se absorbe. Con el estar-en-el-mundo, el espacio queda descubierto primeramente en esta forma de espacialidad. Sobre la base de la espacialidad así descubierta se hace accesible al conocimiento el espacio mismo. STJR §24

La espacialidad de lo que comparece circunspectivamente en forma inmediata puede hacerse temática para la CIRCUNSPECCIÓN misma y convertirse para ella en tarea de cálculo y medida, como ocurre, por ejemplo, en la construcción de viviendas y en la agrimensura. En esta tematización de la espacialidad del mundo circundante, cuyo carácter es aún predominantemente circunspectivo, el espacio mismo cae en cierto modo bajo la mirada. Al espacio que así se muestra puede atender la mirada puramente observadora, renunciando a la única posibilidad de acceso al espacio que anteriormente se daba, vale decir, al cálculo circunspectivo. La «intuición formal» del espacio descubre las posibilidades puras de relaciones espaciales. Se da aquí una serie de gradaciones en el descubrimiento del espacio puro y homogéneo, empezando por la morfología pura de las figuras espaciales, siguiendo con el analysis situs, hasta llegar a la ciencia puramente métrica del espacio. La consideración de estas conexiones cae fuera de la presente investigación. Al ámbito de los problemas de esta investigación pertenecía sólo establecer ontológicamente la base fenoménica para el descubrimiento temático y la elaboración del espacio puro. STJR §24

El descubrimiento acircunspectivo y puramente contemplativo del espacio neutraliza las zonas circunmundanas convirtiéndolas en dimensiones puras. Los lugares propios y la totalidad de lugares propios del útil a la mano establecida por la CIRCUNSPECCIÓN se reducen a una multiplicidad de lugares que pueden ser ocupados por cualquier cosa. La espacialidad de lo intramundanamente a la mano pierde, junto con éste, su carácter de condición respectiva. El mundo pierde lo que tiene de específicamente circundante; el mundo circundante se convierte en mundo natural. El «mundo» como conjunto de útiles a la mano queda espacializado en una trama de cosas extensas que sólo están-ahí. El espacio natural homogéneo sólo se muestra por la vía de un particular modo de descubrimiento del ente que comparece, modo que tiene el carácter de una específica desmundanización de la mundicidad de lo a la mano. STJR §24

Si al ocuparse, como modo de descubrimiento de lo a la mano, le es propia la CIRCUNSPECCIÓN, de igual manera la solicitud está regida por el respeto (Rücksicht) y la indulgencia (Nachsicht). Ambos pueden recorrer, con la solicitud, los respectivos modos deficientes e indiferentes, hasta llegar a la falta de respeto y a la extrema indulgencia propia del indiferente. STJR §26

Pero, ¿qué más puede mostrarse todavía en el estar-en-el-mundo fuera de los respectos esenciales del estar en medio del mundo (ocupación), del coestar (solicitud) y del ser-sí-mismo (quién)? A lo sumo queda todavía la posibilidad de darle al análisis una mayor amplitud por medio de la determinación comparativa de las variaciones del ocuparse y la CIRCUNSPECCIÓN, y de la solicitud y el respeto, y queda también la posibilidad de confrontar al Dasein con todo ente de otro tipo, mediante una explicación más precisa del ser de todo posible ente intramundano. incuestionablemente, queda todavía mucho por hacer en esta dirección. Lo expuesto hasta aquí necesitaría ser completado en muchos sentidos si se quisiera obtener una elaboración exhaustiva del apriori existencial de la antropología filosófica. Pero ésa no es la finalidad de la presente investigación. Su propósito está en la línea de una ontología fundamental. Por consiguiente, cuando preguntamos temáticamente por el estar-en, no pretendemos en modo alguno acabar con la originariedad de este fenómeno derivándolo de otros, es decir, sometiéndolo a una forma inadecuada de análisis, a un análisis que lo resolvería en sus elementos. Pero lo inderivable de un fenómeno originario no es excluyente de una posible multiplicidad de caracteres ontológicos constitutivos. Si aparecen tales caracteres, serán existencialmente cooriginarios. El fenómeno de la cooriginariedad de los momentos constitutivos ha pasado frecuentemente inadvertido en la ontología, como resultado de una tendencia metodológica incontrolada a buscar el origen de todas y cada una de las cosas en un «primer principio» elemental. STJR §28

Es lo que muestra la indisposición afectiva o mal humor. En este estado de ánimo el Dasein se torna ciego para sí mismo, el mundo circundante de la ocupación se nubla, la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse se extravía. Tan poco refleja es la disposición afectiva, que sobreviene al Dasein precisamente cuando éste irreflexivamente se abandona y entrega por entero al «mundo» de la ocupación. El estado de ánimo nos sobreviene. No viene ni de «fuera» ni de «dentro», sino que, como forma del estar-en-el-mundo, emerge de éste mismo. Pero, con esto pasamos desde una delimitación negativa de la disposición afectiva frente a la aprehensión reflexiva de lo «interior» hacia una intelección positiva de su carácter aperiente. El estado de ánimo ya ha abierto siempre el estar-en-el-mundo en su totalidad, y hace posible por primera vez un dirigirse hacia… El temple anímico no se relaciona primeramente con lo psíquico, no es un estado interior que luego, en forma enigmática, se exteriorizara para colorear las cosas y las personas. De esta manera se muestra el segundo carácter esencial de la disposición afectiva. La disposición afectiva es un modo existencial fundamental de la aperturidad cooriginaria del mundo, la coexistencia y la existencia, ya que esta misma es esencialmente un estar-en-el-mundo. STJR §29

El hecho de que en virtud del carácter primariamente aperiente de la disposición afectiva, la CIRCUNSPECCIÓN cotidiana se equivoque y caiga con frecuencia en la ilusión, es, si se lo mide por la idea de un conocimiento absoluto del «mundo», un: me ón. Pero, el carácter existencial positivo de la posibilidad de ilusión es absolutamente desconocido por estas apreciaciones ontológicamente infundadas. Precisamente en la visión inestable y afectivamente oscilante del «mundo» se muestra lo a la mano en su específica mundaneidad, que es cada día diferente. La mirada teorética ya ha reducido siempre el mundo a la uniformidad de lo puramente presente, una uniformidad dentro de la cual, sin embargo, se encierra una nueva riqueza de lo que puede ser descubierto en la pura determinación. Pero ni siquiera la más pura theoria está exenta de tonalidad afectiva; lo que sólo está-ahí no se le muestra a la mirada contemplativa en su puro aspecto sino cuando ésta lo puede dejar venir hacia sí misma en el apacible demorar junto a (las cosas) en la rastone y la diagone. No debe confundirse, claro está, la mostración del constituirse ontológico-existencial del conocimiento determinativo en la disposición afectiva del estar-en-el-mundo con un intento de abandonar ónticamente la ciencia al «sentimiento». STJR §29

El tener miedo, en cuanto tal (das Fürchten selbst), es el dejarse-afectar que libera lo amenazante tal como ha sido caracterizado. No es que primero se constate un mal venidero (malum futurum) y que luego se lo tema. Pero tampoco empieza el miedo por constatar lo que se acerca, sino que primeramente lo descubre en su temibilidad. Y teniendo miedo, el miedo puede, enseguida, en una explícita mirada observadora, aclarar qué es lo temible. La CIRCUNSPECCIÓN ve lo temible porque está en la disposición afectiva del miedo. El tener miedo, en cuanto posibilidad latente del estar-en-el-mundo afectivamente dispuesto – vale decir, la «medrosidad» – , ha abierto ya de tal manera el mundo que desde él puede acercarse lo temible. El poder-acercarse mismo queda liberado por medio de la esencial espacialidad existencial del estar-en-el-mundo. STJR §30

El comprender en su carácter proyectivo constituye existencialmente eso que llamamos la visión del Dasein. La visión que tiene lugar existencialmente junto con la aperturidad del Ahí es el Dasein mismo en sus distintas maneras fundamentales de ser ya aclaradas, y lo es en todas ellas con igual originariedad: como CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse, respeto de la solicitud, visión de aquel ser por mor del cual el Dasein es siempre como es. La visión que apunta primariamente a la existencia en su integridad la llamamos transparencia (Durchsichtigkeit). Escogemos este término para designar un «autoconocimiento» bien entendido, es decir, para indicar que no se trata de la búsqueda y contemplación aprehensora de un sí-mismo puntual, sino de una toma de posesión comprensora de la plena aperturidad del estar-en-el-mundo, a través de sus momentos estructurales esenciales. El ente existente «se» tiene a la vista tan sólo en la medida en que se ha hecho cooriginariamente transparente en su estar en medio del mundo y en el coestar con los otros, como momentos constitutivos de su existencia. STJR §31

Al mostrar cómo toda visión se funda primariamente en el comprender – la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse es la comprensión en cuanto comprensión común – se le ha quitado a la pura intuición su primacía, la cual corresponde, en un plano noético, a la tradicional primacía ontológica de lo que esta-ahí. Tanto la «intuición» como el «pensar» (NH: Tómese éste como «entendimiento», dianoia; pero no se entienda el «comprender» («Verstehen») desde el entendimiento (aus Verstand).) son derivados ya lejanos del comprender. También la «intuición de esencias» de la fenomenología se funda en el comprender existencial. No es posible pronunciarse acerca de este modo del ver antes de haber obtenido los conceptos explícitos de ser y de estructura de ser, única forma posible de que pueda haber fenómenos en sentido fenomenológico. STJR §31

El ocupado estar en medio de lo a la mano se da a comprender desde la significatividad abierta en la comprensión del mundo, la condición respectiva que puede tener lo que comparece. Que la CIRCUNSPECCIÓN descubre quiere decir que ella interpreta el mundo ya comprendido. Lo a la mano accede explícitamente a la visión comprensora. Todo preparar, ordenar, arreglar, mejorar, completar, se lleva a cabo en tanto que lo circunspectivamente a la mano es explicitado en su para-qué (Wozu) y se hace objeto de un ocuparse que se rige por lo que se ha hecho visible en esta explicitación. Lo que la CIRCUNSPECCIÓN explícita en su para-qué (Wozu), y precisamente en cuanto tal, lo explícitamente comprendido, tiene la estructura de algo en cuanto algo. A la pregunta circunspectiva acerca de lo que sea este determinado ente a la mano, la interpretación circunspectiva responde diciendo: es para… La indicación del para-qué (Wozu) no consiste simplemente en nombrar algo, sino que lo nombrado es comprendido en esta forma: lo que está en cuestión debe ser considerado como tal. Lo abierto en el comprender, lo comprendido, ya es accesible siempre de un modo tal que en él se puede destacar explícitamente su «en cuanto qué». El «en cuanto» expresa la estructura explicitante de lo comprendido; es lo constitutivo de la interpretación. El trato circunspectivo-interpretante con el ente a la mano del mundo circundante, que lo «ve» en cuanto mesa, puerta, coche o puente, no tiene necesidad de exponer también en un enunciado determinativo lo circunspectivamente interpretado. Toda simple visión antepredicativa de lo a la mano ya es en sí misma comprensora-interpretante. ¿Pero no es la carencia de este «en cuanto» lo que constituye la simplicidad de la pura percepción? El ver que tiene lugar en esta visión es siempre comprensor-interpretante. Encierra en sí los respectos remisionales explícitos (del para-qué (Wozu)) que son propios de la totalidad respeccional a partir de la cual queda comprendido lo simplemente compareciente. La articulación de lo comprendido en el acercamiento interpretante del ente en la forma de «algo en cuanto algo» es previa al enunciado temático acerca de él. No es en éste donde surge por vez primera el «en cuanto», sino que en él tan sólo se expresa; lo que no sería posible si no se encontrara allí como expresable. El que a la simple visión le pueda faltar el carácter explícito de un enunciado no autoriza a negarle a esta visión toda interpretación articuladora y, consiguientemente, la estructura del «en cuanto». La simple visión de las cosas inmediatas en el habérselas con ellas comporta de un modo tan originario la estructura de la interpretación que precisamente una aprehensión de algo, por así decirlo, libre de «en cuanto» demanda una cierta readaptación. El nada-más-que-tener-ante-sí una cosa se da en el puro quedarse mirando esa cosa en cuanto ya-no-comprenderla. Esta percepción carente de «en cuanto» es una privación del simple ver comprensor, no más originaria que éste, sino derivada de él. Que el «en cuanto» no esté expresado ónticamente no debe inducir a pasarlo por alto como estructura existencial a priori del comprender. STJR §32

Pero, ¿hasta qué punto el enunciado es un modo derivado de la interpretación? ¿Qué se ha modificado en ésta? Podemos señalar esa modificación ateniéndonos a casos-límite de enunciados, considerados en la lógica como casos normales y como ejemplos de los fenómenos enunciativos «más simples». Lo que la lógica estudia como proposición enunciativa categórica (ejemplo: «el martillo es pesado») lo comprende siempre, previamente a todo análisis, «de un modo lógico». Inadvertidamente se ha supuesto de antemano como «sentido» de la proposición que la cosa-martillo tiene la propiedad de la pesantez. «En un primer momento», en la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse no hay enunciados de este tipo. Pero, en cambio, la CIRCUNSPECCIÓN tiene sus formas específicas de interpretación, que, a diferencia del «juicio teorético» mencionado, podrían expresarse (Sichaussprechen) así: «el martillo es demasiado pesado», o mejor aun: «demasiado pesado», o bien: «¡el otro martillo!». El modo originario como se lleva a cabo la interpretación no consiste en la proposición enunciativa teorética, sino en el hecho de que en la CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse se deja de lado o se cambia la herramienta inapropiada «sin decir una sola palabra». De la falta de palabras no se debe concluir la falta de interpretación. Por otra parte, la interpretación circunspectiva expresada no es necesariamente, por ese solo hecho, un enunciado en el sentido ya definido. ¿Qué modificaciones ontológico-existenciales hacen surgir el enunciado desde la interpretación circunspectiva (NH: ¿De qué modo puede realizarse el enunciado mediante la modificación de la interpretación?)? STJR §33

El estar-en-el-mundo se absorbe inmediatamente en el mundo del que se ocupa. La ocupación está dirigida por la CIRCUNSPECCIÓN, que descubre lo a la mano y lo conserva en su estar descubierto. La CIRCUNSPECCIÓN proporciona a toda realización y ejecución el modo de proceder, los medios, la ocasión justa, el momento oportuno. La ocupación puede detenerse cuando interrumpe su actividad para descansar o cuando termina de hacer lo que estaba haciendo. En el reposo la ocupación no desaparece, pero la CIRCUNSPECCIÓN queda libre, desligada del mundo del obrar. En el reposo, el cuidado se sumerge en la CIRCUNSPECCIÓN ahora libre. El descubrimiento ciscunspectivo del mundo del obrar tiene el carácter de ser del des-alejar. La CIRCUNSPECCIÓN que ha quedado libre ya no tiene nada a la mano de cuyo acercamiento hubiera de ocuparse. Por ser esencialmente des-alejante, la CIRCUNSPECCIÓN se procura nuevas posibilidades de des-alejamiento; y esto significa que, dejando lo inmediatamente a la mano, tiende hacia el mundo distante y ajeno. El cuidado se convierte en búsqueda de las posibilidades de ver el «mundo» tan sólo en su aspecto, reposando y demorando (junto a él). El Dasein busca lo lejano solamente para acercárselo en su aspecto. El Dasein se deja llevar únicamente por el aspecto del mundo, y en este modo de ser procura deshacerse de sí mismo en cuanto estar-en-el-mundo, sustrayéndose de su estar entre los entes inmediatamente a la mano en la cotidianidad. STJR §36

Lo que oprime no es esto o aquello, pero tampoco todo lo que está-ahí en su conjunto, a la manera de una suma, sino la posibilidad de lo a la mano en general, es decir, el mundo mismo. Una vez que la angustia se ha calmado, el hablar cotidiano suele decir: «en realidad no era nada». En efecto, este modo de hablar acierta ónticamente en lo que era. El decir cotidiano atañe a un ocuparse y a un hablar de lo a la mano. Aquello ante lo que la angustia se angustia no es nada de lo a la mano dentro del mundo. Pero esta nada de lo a la mano, que es lo único que el decir cotidiano de la CIRCUNSPECCIÓN entiende, no es una nada total. La nada del estar a la mano se funda en el más originario «algo» (NH: Por lo tanto, lo dicho aquí no tiene, justamente, nada que ver con «nihilismo».): en el mundo. Sin embargo, por esencia éste pertenece ontológicamente al ser del Dasein en cuanto estar-en-el-mundo. Si, por consiguiente, la nada, es decir, el mundo en cuanto tal, se ha mostrado como el ante-qué de la angustia, esto significa que aquello ante lo cual la angustia se angustia es el estar-en-el-mundo mismo (NH: como determinante del Ser en cuanto tal; lo absolutamente inesperado e insoportable – lo que provoca extrañeza.). STJR §40

La interpretación tempórea de la cotidianidad e historicidad consolida la mirada para el tiempo originario en forma suficiente como para ponerlo al descubierto en cuanto condición de la posibilidad y de la necesidad de la experiencia cotidiana del tiempo. El Dasein en cuanto ente al que le va su ser, se prodiga primariamente, en forma expresa o no, para sí mismo. Inmediata y regularmente el cuidado es ocupación circunspectiva. Prodigándose por mor de sí mismo, el Dasein se consume. Consumiéndose, se necesita a sí mismo, es decir, necesita de su tiempo. Necesitando de tiempo, cuenta con él. La ocupación circunspectiva calculante descubre inmediatamente el tiempo y lleva a desarrollar un cálculo del tiempo. Contar con el tiempo es constitutivo del estar-en-el-mundo. Contando con su tiempo, el descubrimiento ocupado de la CIRCUNSPECCIÓN hace que el ente a la mano y el ente que está-ahí, que han sido descubiertos, vengan a comparecer en el tiempo. El ente intramundano se hace de esta manera accesible como «estando en el tiempo». A la determinación del tiempo del ente intramundano la llamaremos intratemporeidad. El «tiempo» encontrado primeramente en ella en forma óntica se convierte en base para la formación del concepto vulgar y tradicional del tiempo. Ahora bien, el tiempo como intratemporeidad brota de un modo esencial de temporización de la temporeidad originaria. En virtud de este origen, el tiempo «en el que» lo que está-ahí llega a ser y deja de ser es un auténtico fenómeno de tiempo, y no una exteriorización de un «tiempo cualitativo» que convirtiera a éste en espacio, como lo pretende la interpretación del tiempo hecha por Bergson, una interpretación que, desde el punto de vista ontológico, es enteramente indeterminada e insatisfactoria. STJR §66

La interpretación tempórea del Dasein cotidiano debe comenzar con las estructuras en que se constituye la aperturidad. Ellas son: el comprender, la disposición afectiva, la caída y el discurso. Los modos de temporización de la temporeidad que deberán descubrirse en relación a estos fenómenos darán el fundamento para determinar la temporeidad del estar-en-el-mundo. Esto nos llevará de nuevo al fenómeno del mundo y permitirá acotar la problemática tempórea específica de la mundaneidad. Este trabajo deberá confirmarse mediante la caracterización del estar-en-el-mundo inmediatamente cotidiano, es decir, de la ocupación circunspectiva cadente. La temporeidad de esta última hace posible la modificación de la CIRCUNSPECCIÓN en percepción contemplativa y en el conocimiento teorético fundado en ella. La temporeidad del estar-en-el-mundo que así sale a luz, se muestra a la vez como fundamento de la específica espacialidad del Dasein. Será necesario mostrar la constitución tempórea de la desalejación y de la direccionalidad. El conjunto de estos análisis revelará una posibilidad de temporización de la temporeidad que funda ontológicamente la impropiedad del Dasein, y conducirá ante la pregunta acerca del modo como debe comprenderse el carácter tempóreo de la cotidianidad, el sentido tempóreo del «inmediata y regularmente», del cual hemos hecho constante uso hasta ahora. La exposición de este problema hará ver hasta qué punto la aclaración del fenómeno alcanzada hasta ese momento es insuficiente. STJR §67

Empezaremos el análisis mostrando la temporeidad del miedo. El miedo fue caracterizado como una disposición afectiva impropia. ¿Hasta qué punto es el haber-sido el sentido existencial que hace posible el miedo? ¿Qué modalidad de este éxtasis caracteriza la específica temporeidad del miedo? Éste consiste en tener miedo ante algo amenazante que, siendo perjudicial para el poder-ser fáctico del Dasein, se acerca de la manera ya descrita, en el ámbito de lo a la mano y de lo que está-ahí. El miedo abre en la forma de la CIRCUNSPECCIÓN cotidiana algo que amenaza. Un sujeto puramente intuitivo jamás podría descubrir nada semejante. Pero este abrir del tener miedo ante… ¿no es acaso un dejar venir a sí? ¿No se ha definido, con razón, el miedo como la espera de un mal venidero (malum futurum)? ¿No es el futuro el sentido tempóreo primario del miedo, más bien que el haber-sido? Indiscutiblemente el miedo no sólo se «relaciona» con «algo futuro», en el sentido de lo que ha de venir «en el tiempo», sino que ese relacionarse mismo es venidero en el sentido tempóreo originario. Manifiestamente, a la constitución tempóreo-existencial del miedo le pertenece también un estar a la espera. Pero esto sólo significa, por lo pronto, que la temporeidad del miedo es impropia. ¿Es el tener miedo ante… tan sólo la espera de algo amenazador que se aproxima? La espera de algo amenazador que se aproxima no es necesariamente miedo, y tan poco lo es, que a ella le falta precisamente el específico carácter afectivo del miedo. Este carácter consiste en que el estar a la espera que es inherente al miedo retrotrae lo amenazante hacia el ocupado poder-ser fáctico. Retrocediendo hacia el ente que soy yo, lo amenazante sólo puede ser aguardado y, por consiguiente, el Dasein amenazado, si el «hacia qué» del retroceder hacia ya está extáticamente abierto en general. El carácter de estado de ánimo o carácter afectivo del miedo consiste en que el estar a la espera – sintiendo miedo – «se» atemoriza, es decir, que el miedo ante es siempre un miedo por… El sentido tempóreo-existencial del miedo se constituye por un olvido de sí, por el confuso escapar ante el propio poder-ser fáctico en que el amenazado estar-en-el-mundo se ocupa de lo a la mano. Aristóteles define, con razón, el miedo como lype tis he tarache, como un abatimiento o confusión. El abatimiento obliga al Dasein a volver a su condición de arrojado, pero de tal manera que ésta precisamente se cierra. La confusión se funda en un olvido. El escapar olvidante que huye de un poder-ser fáctico resuelto se atiene a las posibilidades de salvarse y de evadirse descubiertas de antemano por la CIRCUNSPECCIÓN. Presa del miedo, la ocupación salta de una posibilidad a otra, porque, al olvidarse de sí, no asume ninguna determinada. Todas las posibilidades «posibles», es decir, también las imposibles, se le ofrecen. El que tiene miedo no se detiene en ninguna de ellas; el «mundo circundante» no desaparece, sino que comparece en un ya no saber a qué atenerse dentro de él. Al olvido de sí que tiene lugar en el miedo, le es propia esta confusa presentación de lo primero que viene. Sabido es, por ejemplo, que los habitantes de una casa en llamas muchas veces «salvan» lo menos importante, lo primero que tienen a mano. La presentación auto-olvidada de una maraña de posibilidades flotantes hace posible la confusión que constituye el carácter afectivo del miedo. El olvido, propio de la confusión, modifica también el estar a la espera y le confiere el carácter de un abatido o confuso estar a la espera, diferente de una pura espera de algo. STJR §68

La presentación que, reteniendo, está a la espera, constituye aquella familiaridad en virtud de la cual el Dasein en cuanto convivir «sabe cómo habérselas» («sich auskennt») en el mundo público circundante. Al dejar estar en respectividad lo comprendemos existencialmente como un dejar-«ser». Sobre este fundamento, lo a la mano puede comparecer para la CIRCUNSPECCIÓN como el ente que él es. Por consiguiente, podremos precisar aun más la temporeidad del ocuparse si prestamos atención a aquellos modos del dejar comparecer circunspectivo que más arriba hemos caracterizado como llamatividad, apremiosidad y rebeldía. El útil a la mano no comparece en su «verdadero en-sí» para una percepción temática de las cosas, sino que comparece en la no llamatividad de lo «obvia» y «objetivamente» encontrable. Pero si una cosa llama la atención en el todo de estos entes, se da entonces la posibilidad de que el todo pragmático en cuanto tal se haga también notorio. ¿Cómo debe estar estructurado existencialmente el dejar estar en respectividad para que pueda dejar comparecer algo que llama la atención? La pregunta no se dirige ahora a las circunstancias fácticas que orientan la atención hacia algo ya dado, sino al sentido ontológico de la posibilidad misma de orientarse. STJR §69

Podría pensarse en caracterizar el vuelco que experimenta el manejo y el uso circunspectivo «práctico» al transformarse en investigación «teorética», diciendo lo siguiente: la mirada puramente contemplativa hacia el ente surge porque el ocuparse se abstiene de toda manipulación. Lo decisivo en la «génesis» del comportamiento teorético radicaría entonces en la desaparición de la praxis. Precisamente cuando se sostiene la tesis de que la ocupación «práctica» es el modo de ser primario y predominante del Dasein fáctico, la «teoría» deberá su posibilidad ontológica a la falta de una praxis, es decir, a una privación. Sin embargo, la suspensión de un específico manejo en el trato del ocuparse no deja atrás como un simple residuo la CIRCUNSPECCIÓN que lo rige. Por el contrario, el ocuparse se emplaza entonces expresamente en un puro-mirar-en-torno de sí. Pero con esto aún no se ha alcanzado en absoluto la actitud «teorética» de la ciencia. Al contrario, el detenerse que interrumpe el manejo puede cobrar el carácter de una CIRCUNSPECCIÓN más intensa, en la forma de un «mirar cuidadoso», de un examen de lo logrado, o de una mirada de conjunto al «quehacer momentáneamente paralizado». Abstenerse del uso de útiles no es de suyo una «teoría», tanto menos, cuanto que la CIRCUNSPECCIÓN que entonces queda detenida y que «considera» (lo que pasa), está totalmente aprisionada en el útil a la mano del ocuparse. El trato «práctico» tiene sus propias formas de permanencia. Y así como a la praxis le corresponde su específica visión («teoría»), así también a la investigación teorética, su propia praxis. La lectura de los índices de medición, como resultado de un experimento, requiere a menudo un complicado montaje «técnico» del proyecto experimental. La observación al microscopio depende de la elaboración de los «preparados». La excavación arqueológica previa a la interpretación del «descubrimiento» demanda muy rudas operaciones. Pero incluso la más «abstracta» elaboración de problemas y fijación de logros opera, por ejemplo, con útiles de escribir. Aunque tales elementos de la investigación científica sean «poco interesantes» y «obvios», no son de ningún modo ontológicamente indiferentes. La referencia explícita al hecho de que el comportamiento científico, en cuanto modo del estar-en-el-mundo, no es tan sólo una «actividad puramente intelectual», puede parecer una complicación superflua. Pero, ¡no vaya a resultar que en esta trivialidad se nos aclare que no es en absoluto evidente por dónde pasa, en definitiva, el límite ontológico entre el comportamiento «teorético» y el «ateorético»! STJR §69

Se replicará que en la ciencia toda manipulación está exclusivamente al servicio de la mera contemplación, del descubrimiento investigador y de la apertura de «las cosas mismas». El «ver», tomado en su sentido más amplio, regula todos los «preparativos» y mantiene la primacía. «Sean cuales fueren la manera y los medios por los que un conocimiento se relaciona con los objetos, aquella en que la relación es inmediata y a la que todo pensar tiende como un medio hacia su fin (subrayado por nosotros) es la intuición». La idea de un intuitus orienta desde los comienzos de la ontología griega hasta hoy toda interpretación del conocimiento, sea ese intuitus fácticamente alcanzable o no. De acuerdo con la primacía del «ver», la presentación de la génesis existencial de la ciencia deberá partir caracterizando la CIRCUNSPECCIÓN que dirige la ocupación «práctica». STJR §69

La CIRCUNSPECCIÓN se mueve en las relaciones de respectividad del contexto de útiles que está a la mano. Además, ella misma queda regida por una visión de conjunto más o menos explícita del todo de útiles que conforman cada vez el mundo pragmático y su correspondiente mundo circundante público. La visión de conjunto no se reduce a recoger ulteriormente unos entes que estuvieran-ahí. Lo esencial de la visión de conjunto radica en la comprensión primaria de la totalidad respeccional dentro de la cual se mueve en cada caso el ocuparse fáctico. La visión de conjunto que ilumina la ocupación recibe su «luz» del poder-ser del Dasein, por mor del cual cobra existencia el ocuparse en cuanto cuidado. La CIRCUNSPECCIÓN del ocuparse «dotada de visión de conjunto» lleva, en el correspondiente uso y manejo, lo a la mano más cerca del Dasein mediante la interpretación de lo visto. Al acercamiento específico de lo que es objeto de ocupación, que tiene lugar en la CIRCUNSPECCIÓN interpretativa, lo llamamos la deliberación. Su esquema característico es el «si – entonces»: si esto o aquello debe ser, por ejemplo, producido, usado o evitado, entonces son necesarios tales o cuales re-cursos, expedientes, circunstancias, ocasiones. La deliberación circunspectiva ilumina la correspondiente situación fáctica del Dasein en el mundo circundante del que se ocupa. Jamás se reduce, pues, a «constatar» la presencia de un ente que está-ahí o de sus propiedades. La deliberación también puede llevarse a cabo sin que lo que en ella queda circunspectivamente acercado esté a la mano en forma palpable y se halle presente al alcance inmediato de la vista. El acercamiento del mundo circundante en la deliberación circunspectiva tiene el sentido existencial de una presentación. En efecto, la re-presentación no es sino un modo de ésta. En ella la deliberación logra ver directamente lo necesitado que no está a la mano. La CIRCUNSPECCIÓN representativa no tiene que habérselas, como podría pensarse, con «meras representaciones». STJR §69

Para la primera caracterización de la génesis del comportamiento teorético a partir de la CIRCUNSPECCIÓN, hemos puesto como fundamento una forma de la captación teorética del ente intramundano que es la naturaleza física, en la que la modificación de la comprensión del ser equivale a un vuelco. En la afirmación de carácter «físico» «el martillo es pesado», no sólo se prescinde del carácter de útil del ente que comparece, sino también de aquello que pertenece a todo útil a la mano: su lugar proprio (sein Platz). Éste se torna indiferente. No quiere decir que lo que está-ahí haya perdido totalmente su «lugar» (seinen Ort). El lugar proprio se convierte en una mera posición en el espacio y en el tiempo, en un «punto dentro del mundo», que en nada se distingue de los demás. Y esto significa que la multiplicidad de lugares propios de los útiles a la mano delimitada por el mundo circundante no sólo se modifica convirtiéndose en una pura multiplicidad local, sino que, más aun, el ente del mundo circundante queda, en general, sacado de sus límites. El todo de lo que está-ahí se convierte en tema. STJR §69

El proyecto científico del ente con el que de alguna manera nos encontramos siempre, hace comprender explícitamente su modo de ser, y de esta forma se tornan manifiestas las posibles vías hacia el puro descubrimiento del ente intramundano. La totalidad de ese proyectar del que forma parte la articulación de la comprensión del ser, la delimitación del ámbito de objetos, guiada por esa comprensión del ser, y el bosquejo del aparato conceptual a la medida del ente, es lo que llamamos tematización. La tematización busca dejar en libertad al ente que comparece dentro del mundo, de tal manera que éste pueda «arrojarse al encuentro» de un puro descubrir, es decir, pueda volverse objeto. La tematización objetiviza. Ella no «pone» el ente, sino que lo deja de tal manera en libertad que él se hace «objetivamente» interrogable y determinable. El objetivante estar en medio de lo que está-ahí dentro del mundo tiene el carácter de una muy particular presentación (La tesis según la cual todo conocimiento tiende a una «intuición» tiene el sentido tempóreo de que todo conocer es presentación. Quede aquí sin zanjar si acaso toda ciencia y, en especial, todo conocimiento filosófico, aspira a ser una presentación. Husserl usa el término «presentación» para caracterizar la percepción sensible. Cf. Log. Untersuchungen, 1a ed. (1901), tomo II, p. 588 y 620. El análisis intencional de la percepción y de la intuición en general no podía menos de sugerir esta caracterización «tempórea» del fenómeno. En la sección siguiente se mostrará que la intencionalidad de la «conciencia» se funda en la temporeidad extática del Dasein, y el modo como se funda en ella.). Ella se distingue del presente de la CIRCUNSPECCIÓN sobre todo por el hecho de que el descubrir de la correspondiente ciencia se halla únicamente a la espera del descubrimiento de lo que está-ahí. El estar a la espera de ese descubrimiento se funda existentivamente en una resolución del Dasein por medio de la cual éste se proyecta hacia el poder-ser en «la verdad». Este proyecto sólo es posible porque el estar-en-la-verdad constituye una determinación de la existencia del Dasein. El origen de la ciencia a partir de la existencia propia no puede ser investigado aquí más a fondo. Por ahora se trata únicamente de comprender que la tematización del ente intramundano tiene como supuesto la constitución fundamental del Dasein, el estar-en-el-mun

Heidegger – Fenomenologia e Hermenêutica

Responsáveis: João e Murilo Cardoso de Castro

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