En el verano de este año de 1955 volvió a tener lugar de nuevo en Lindau el encuentro internacional de los premios Nobel. En esta ocasión, el químico norteamericano Stanley dijo lo siguiente: “Se acerca la hora en que la vida estará puesta en manos del químico, que podrá descomponer o construir, o bien modificar la sustancia vital a su arbitrio.” Se toma nota de semejante declaración. Se admira incluso la audacia de la investigación científica y no se piensa nada al respecto. Nadie se para a pensar en el hecho de que aquí se está preparando, con los medios de la técnica, una agresión contra la vida y la esencia del ser humano, una agresión comparada con la cual bien poco significa la explosión de la bomba de hidrógeno. Porque precisamente cuando las bombas de hidrógeno no exploten y la vida humana sobre la Tierra esté salvaguardada será cuando, junto con la era atómica, se suscitará una inquietante transformación del mundo. Heideggeriana: Serenidade1955
En vista de aquello que hoy es, que nos oprime como el ente y nos amenaza como posible no-ser (Nichtsein), la tesis de Kant sobre el ser nos parece abstracta, insuficiente y pálida. Se ha exigido, entre tanto, de la filosofía que no se contente ya con interpretar el mundo y se entretenga en especulaciones abstractas, sino que llegue a transformar prácticamente el mundo. Pero la transformación del mundo pensada de ese modo, reclama ante todo que se transforme el pensar, como hay también ya, detrás de la mencionada exigencia, una transformación del pensar. (Vid.. Karl Marx, Deutsche Ideologie: Thesen über Feuerbach, ad Feuerbach, 11.: “Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras, de lo que se trata es de transformarlo”). Heideggeriana: KantSer
Crítica de estas tesis: ¿existe una oposición diametral entre la interpretación y la transformación del mundo? ¿Toda interpretación no es ya una transformación del mundo – suponiendo que esta interpretación sea el caso de un pensamiento auténtico? ¿Y, por otra parte, no supone toda transformación del mundo, a título de instrumento, una previsión teórica? ¿De qué transformación del mundo se trata en Marx? De una transformación en las relaciones de producción. ¿Pero dónde tiene su lugar la producción? En la praxis. ¿Pero por qué está determinada esta praxis? Por una cierta teoría que determina la noción misma de producción en tanto que producción del hombre por sí mismo. Marx tiene, pues, una representación teórica del hombre – representación bien precisa y que comporta la filosofía hegeliana como base. Heideggeriana: SeminarioThor1969
Wisser: Son motivos muy diferentes los que llevaron a los intentos modernos tendientes a desembocar, en el plano social o en aquel de las relaciones entre individuos, a una reorientación de las finalidades y a una «reestructuración» de los datos fácticos. Evidentemente, está en juego aquí mucha filosofía, para bien o para mal. ¿Observa usted de hecho una misión social de la filosofía? Heidegger: ¡No! – En ese sentido no se puede hablar de una misión social. Si se quiere responder a esa pregunta, primero debemos preguntarnos «¿qué es la sociedad?», y meditar acerca del hecho de que la sociedad actual es la absolutización de la subjetividad moderna, y que a partir de ahí, una filosofía que ha superado el punto de vista de la subjetividad no tiene para nada el derecho a expresarse en el mismo tono. En cuanto a saber hasta qué punto podemos hablar verdaderamente de una transformación de la sociedad, eso es otro tema. La pregunta sobre la exigencia de la transformación del mundo nos lleva a una frase muy citada de las Tesis sobre Feuerbach de Karl Marx. Quisiera citarla exactamente y leerla: «Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintas maneras; de lo que se trata de transformarlo.» Al citar esta frase y al aplicarla, se pierde de vista que una transformación del mundo presupone un cambio de la representación del mundo y que una representación del mundo no puede ser obtenida más que por medio de una interpretación suficiente del mundo. Esto significa que Marx se basa en una interpretación bien determinada del mundo para exigir su «transformación» y esto demuestra que esta frase es una frase no fundada. Da la impresión de ser pronunciada resueltamente contra la filosofía, cuando en la segunda parte de la frase la exigencia de una filosofía está incluso, tácitamente, presupuesta. Heideggeriana: Wisser
P. Se lo considera a usted como el último filósofo de la tradición occidental, aquel con quien termina esta tradición, y también como el que ha pretendido abrir una nueva manera de preguntar. Hoy día la crisis de la universidad está acompañada de una gran desconfianza en cuanto al sentido mismo de la filosofía. Para muchos ésta ya no tiene más razón de ser, ha llegado a ser inútil… Heidegger: Pero éste ha sido siempre mi pensamiento. En mi curso ‘Introducción a la Metafísica’ de 1935, ya lo había sostenido: la filosofía es siempre intempestiva. Es una locura. P. ¿Una locura? Heidegger: La filosofía es esencialmente intempestiva puesto que le corresponden aquellas cosas originales cuyo destino es no poder encontrar resonancias inmediatas. P. ¿Qué representa, pues, la filosofía? Heidegger: Es una de las raras posibilidades de existencia autónoma y creadora. Su tarea original es la de hacer las cosas más pesadas y difíciles. P. ¿Puede entonces, según usted, jugar un papel en la transformación del mundo, como lo pretendía Karl Marx? Heidegger: La filosofía no puede jamás de una manera inmediata aportar las fuerzas o crear las formas de acción y las condiciones que susciten una acción histórica. P. Pero, entonces, cuál es su sentido? Heidegger: No es un ‘saber’ que se pueda adquirir y utilizar directamente. No concierne jamás sino a un reducido número de personas. No puede ser apreciada por criterios comunes. No se puede hacer nada con ella: por el contrario, es ella la que puede hacer algo de nosotros si nos comprometemos con ella. P. Puede precisar mejor lo que quiere decir? Heidegger: En el curso de su desarrollo histórico, los pueblos se hacen siempre muchas preguntas. Pero es solamente la pregunta ‘¿por qué es el ser y no más bien la nada?’ la que ha decido todo el destino del mundo occidental: a través de las respuestas que le fueron dadas por los presocráticos hace más de dos mil quinientos años. Y sin embargo, el sentido de esta pregunta no inquieta más a nadie. Heideggeriana: Towarnicki