En los principios tecno-calculadores de esta transformación del lenguaje por la que el lenguaje como “decir” queda convertido en lenguaje como un notificar por vía de tal producción formal de signos, descansa la estructura y modo de operar de los grandes ordenadores y de los grandes centros de cálculo. Lo decisivo para nuestra meditación y reconsideración radica en que son las posibilidades técnicas de la máquina las que prescriben cómo el lenguaje puede y debe ser todavía lenguaje. Forma y carácter del lenguaje se determinan conforme a las posibilidades técnicas de la producción formal de signos, la cual efectúa con la mayor celeridad posible una secuencia de continuas decisiones si-no. Qué programas se dan a la calculadora, con qué programas, como suele decirse, se la alimenta, es cosa que depende de la estructura y capacidad de rendimiento de la máquina. La forma del lenguaje viene determinada por la técnica. Pero, ¿no es verdad también lo inverso?, ¿no se orienta la estructura de la máquina por tareas lingüísticas, como es, por ejemplo, la tarea de traducir? Pero aun así las tareas lingüísticas vendrían de antemano y por principio ligadas a la máquina, que en todas partes exige la univocidad de los signos y de las secuencias de signos. De ahí que por principio una poesía sea algo que no puede programarse. Heideggeriana: LTLT