Pero para que nosotros, los que vivimos ahora, podamos llegar a la dimensión de la verdad del ser y podamos meditarla, no nos queda más remedio que empezar por poner en claro cómo atañe el ser al hombre y cómo lo reclama. Este tipo de experiencia esencial nos ocurre en el momento en que nos damos cuenta de que el hombre es en la medida en que exsiste. Si empezamos por decir esto en el lenguaje de la tradición diremos que la ex-sistencia del hombre es su substancia. Es por eso por lo que en Ser y tiempo vuelve a aparecer a menudo la frase: “La substancia del hombre es la existencia” (pp. 117, 212 y 314). Lo que pasa es que, pensado desde el punto de vista de la historia del ser, “substancia” ya es la traducción encubridora del griego ousia, una palabra que nombra la presencia de lo que se presenta y que normalmente, y debido a una enigmática ambigüedad, alude también a eso mismo que se presenta. Si pensamos el nombre metafísico de “substancia” en este sentido (un sentido que en Ser y tiempo, de acuerdo con la “destrucción fenomenológica” que allí se lleva a cabo, ya está en el ambiente), entonces la frase “la substancia del hombre es la ex-sistencia” no dice sino que el modo en que el hombre se presenta al ser en su propia esencia es el extático estar dentro de la verdad del ser. Mediante esta determinación esencial del hombre ni se desechan ni se tildan de falsas las interpretaciones humanísticas del ser humano como animal racional, “persona”, o ser dotado de espíritu, alma y cuerpo. Por el contrario, se puede afirmar que el único pensamiento es el de que las supremas determinaciones humanistas de la esencia del hombre todavía no llegan a experimentar la auténtica dignidad del hombre. En este sentido, el pensamiento de Ser y tiempo está contra el humanismo. Pero esta oposición no significa que semejante pensar choque contra lo humano y favorezca a lo inhumano, que defienda la inhumanidad y rebaje la dignidad del hombre. Sencillamente, piensa contra el humanismo porque éste no pone la humanitas del hombre a suficiente altura. Es claro que la altura esencial del hombre no consiste en que él sea la substancia de lo ente en cuanto su “sujeto” para luego, y puesto que él es el que tiene en sus manos el poder del ser, dejar que desaparezca el ser ente de lo ente en esa tan excesivamente celebrada “objetividad”. Heideggeriana: CartaH
Finalmente, el ser entra en contraposición y en competencia con el devenir en cuanto éste reclama el lugar del ser. La contraposición entre ambos se despliega sobre el suelo no explícitamente considerado de lo “real efectivo”, la realidad de lo cual reivindica el ser porque es contraria a lo irreal y lo nulo, pero al mismo tiempo exige para sí el carácter de devenir, ya que no quisiera ser algo que está allí delante rígido y sin “vida”. Hegel da el primer paso para eliminar esta contraposición en favor del “devenir”, entendiendo a éste desde lo suprasensible, desde la idea absoluta, como su autoexposición. Nietzsche, que invierte el platonismo, traslada el devenir a lo “viviente” en cuanto caos “que vive corporalmente”. Este suprimir la contraposición de ser y devenir invirtiéndola constituye el auténtico acabamiento. En efecto, ahora ya no hay ninguna salida, ni en la división ni en una fusión más adecuada. Esto se muestra en que el “devenir” pretende haber asumido la preeminencia respecto del ser, mientras que la preponderancia del devenir no hace más que llevar a cabo la confirmación extrema del inconmovido poder del ser en el sentido del volver consistente del presenciar (aseguramiento); pues la interpretación del ente y de su entidad como devenir es el volver consistente del devenir en la presencia incondicionada. Para salvar su preponderancia, el devenir se entrega a la tutela del volver consistente del presenciar. En este volver consistente impera la inicial, aunque no reconocida ni fundada, verdad del ser, sólo que desviada a su inesencia, en la que se olvida a sí Misma. Este dar al devenir el poder del ser le quita a aquél la última posibilidad de preeminencia y a éste le devuelve su esencia inicial (el carácter de physis), pero llevada al acabamiento en su inesencia. Ahora, la entidad lo es todo y cubre todo a la vez: cambio y consistencia. Satisface de modo incondicionado las pretensiones del ente (de la “vida”). En tal satisfacer aparece como lo incuestionado y como el más amplio albergue. Heideggeriana: EternoRetorno Apéndices