objetivación

Pero actualmente existe y aumenta el peligro de que el modo de pensar técnico-científico se extienda a todos los ámbitos de la vida. Con ello, se refuerza la falsa impresión de que todo pensar y hablar son objetivadores. La tesis que afirma tal cosa de modo dogmático y sin fundamento también estimula y protege por su parte la tendencia fatal a representar ya todo únicamente de modo técnico-científico tratándolo como un objeto de posible manipulación y control. De esta manera, el propio lenguaje y su determinación se ven alcanzados por este proceso de OBJETIVACIÓN técnica ilimitada. El lenguaje es falsificado y convertido en un instrumento de comunicación y de información calculable. Se trata al lenguaje como un objeto manipulable al que tiene que adaptarse la manera del pensar. Pero el decir del lenguaje no consiste necesariamente en expresar proposiciones sobre objetos. En su especificidad propia, el lenguaje es un decir de aquello que se le revela y se le asigna al hombre de múltiples maneras siempre que él no se cierra a aquello que se muestra limitándose, por culpa del dominio del pensar objetivador, a este último. Heideggeriana: FenoTeo

Cuando el pensar se encamina a su fin por haberse alejado de su elemento, reemplaza esa pérdida procurándose una validez en calidad de techne, esto es, en cuanto instrumento de formación y por ende como asunto de escuela y posteriormente empresa cultural. Paulatinamente, la filosofía se convierte en una técnica de explicación a partir de las causas supremas. Ya no se piensa, sino que uno se ocupa con la “filosofía”. En mutua confrontación, esas ocupaciones se presentan después públicamente como una serie de… ismos e intentan superarse entre sí. El dominio que ejercen estos títulos no es fruto del azar. Especialmente en la Edad Moderna, se basa en la peculiar dictadura de la opinión pública. Sin embargo, la que se suele llamar “existencia privada” no es en absoluto el ser-hombre esencial o, lo que es lo mismo, el hombre libre. Lo único que hace es insistir en ser una negación de lo público. Sigue siendo un apéndice suyo y se alimenta solamente de su retirada fuera de lo público. Así, y contra su propia voluntad, dicha existencia da fe de la rendición ante los dictados de la opinión pública. A su vez, dicha opinión es la institución y autorización de la apertura de lo ente en la OBJETIVACIÓN incondicionada de todo, y éstas, como procedentes del dominio de la subjetividad, están condicionadas metafísicamente. Por eso, el lenguaje cae al servicio de la mediación de las vías de comunicación por las que se extiende la OBJETIVACIÓN a modo de acceso uniforme de todos a todo, pasando por encima de cualquier límite. Así es como cae el lenguaje bajo la dictadura de la opinión pública. Ésta decide de antemano qué es comprensible y qué es desechable por incomprensible. Lo que se dice en Ser y tiempo (1927), §§ 27 y 35, sobre el “uno” impersonal no debe tomarse de ningún modo como una contribución incidental a la sociología. Pero dicho “uno” tampoco pretende ser únicamente la imagen opuesta, entendida de modo ético-existencial, del ser uno mismo de la persona. Antes bien, lo dicho encierra la indicación que remite a la pertenencia inicial de la palabra al ser, pensada desde la pregunta por la verdad del ser. Bajo el dominio de la subjetividad, que se presenta como opinión pública, esta relación queda oculta. Pero cuando la verdad del ser alcanza por fin el rango que la hace digna de ser pensada por el pensar, también la reflexión sobre la esencia del lenguaje debe alcanzar otra altura. Ya no puede seguir siendo mera filosofía del lenguaje. Éste es el único motivo por el que Ser y tiempo (§ 34) hace una referencia a la dimensión esencial del lenguaje y toca la simple pregunta que se interroga en qué modo del ser el lenguaje es siempre como lenguaje. La devastación del lenguaje, que se extiende velozmente por todas partes, no sólo se nutre de la responsabilidad estética y moral de todo uso del lenguaje. Nace de una amenaza contra la esencia del hombre. Cuidar el uso del lenguaje no demuestra que ya hayamos esquivado ese peligro esencial. Por el contrario, más bien me inclino a pensar que actualmente ni siquiera vemos ni podemos ver todavía el peligro porque aún no nos hemos situado en su horizonte. Pero la decadencia actual del lenguaje, de la que, un poco tarde, tanto se habla últimamente, no es el fundamento, sino la consecuencia del proceso por el que el lenguaje, bajo el dominio de la metafísica moderna de la subjetividad, va cayendo de modo casi irrefrenable fuera de su elemento. El lenguaje también nos hurta su esencia: ser la casa de la verdad del ser. El lenguaje se abandona a nuestro mero querer y hacer a modo de instrumento de dominación sobre lo ente. Y, a su vez, éste aparece en cuanto lo real en el entramado de causas y efectos. Nos topamos con lo ente como lo real, tanto al calcular y actuar como cuando recurrimos a las explicaciones y fundamentaciones de la ciencia y la filosofía. Y de éstas también forma parte la aseveración de que algo es inexplicable. Con este tipo de afirmaciones creemos hallarnos ante el misterio, como si de este modo fuera cosa asentada que la verdad del ser pudiera basarse sobre causas y explicaciones o, lo que es lo mismo, sobre su inaprehensibilidad. Heideggeriana: CartaHumanismo

Claro que para eso también es necesario librarse de las representaciones ingenuas que se suelen tener del materialismo, así como de las críticas baratas que se le suelen echar en cara. La esencia del materialismo no consiste en la afirmación de que todo es materia, sino, más bien, en una determinación metafísica según la cual todo ente aparece como material de trabajo. La concepción metafísica moderna de la esencia del trabajo ha sido pensada ya con antelación en la Fenomenología del espíritu de Hegel como el proceso que se dispone a sí mismo de la producción incondicionada, es decir, como OBJETIVACIÓN de lo efectivamente real por parte del hombre, experimentado éste como subjetividad. La esencia del materialismo se oculta en la esencia de la técnica, sobre la que ciertamente se escribe mucho, pero se piensa poco. En su esencia, la técnica es un destino, dentro de la historia del ser, de esa verdad del ser que reside en el olvido. En efecto, dicha técnica no sólo procede etimológicamente de la techne griega, sino que también procede desde el punto de vista histórico esencial de la techne comprendida como uno de los modos de la aletheuein, esto es, del hacer que se manifieste lo ente. En cuanto figura de la verdad, la técnica se funda en la historia de la metafísica. Y esta misma es una fase destacada, y hasta ahora la única abarcable, de la historia del ser. Podemos adoptar distintas posturas en relación con las doctrinas del comunismo y su fundamentación, pero lo que no cambia desde el punto de vista de la historia del ser es que en él se expresa una experiencia elemental de lo que es historia universal. El que entienda el “comunismo” solamente como un “partido” o como una “concepción del mundo” piensa tan cortamente como los que bajo el título de “americanismo” sólo entienden, y encima de modo despectivo, un particular estilo de vida. El peligro hacia el que se ve empujada Europa cada vez de modo más visible consiste probablemente en que, sobre todo, su pensar — que antaño fuera su grandeza — queda relegado por detrás del curso esencial del incipiente destino mundial, el cual, sin embargo, sigue estando determinado de modo europeo en lo que respecta a los rasgos fundamentales del origen de su esencia. Ninguna metafísica, ya sea idealista, materialista o cristiana, puede, según su esencia, y de ningún modo recurriendo solamente a los esfuerzos por desplegarse, re-tener y recuperar todavía el destino, es decir, alcanzar y recoger con su pensamiento lo que, en un sentido pleno del ser, es ahora. Heideggeriana: CartaHumanismo

La ciencia histórica tiene como objeto al hombre, no como objeto biológico sino en tanto, a través de sus producciones espirituales y corporales, realiza la idea de la cultura. Esta creación cultural en su profusión y multiplicidad, transcurre en el tiempo, sufre un desarrollo, está subordinada a las más diversas transformaciones y regresiones, recibe a lo que lo antecede para elaborarlo más o para impugnarlo. Esta creación cultural del hombre, dentro de y en cooperación con las asociaciones y organizaciones (Estado) igualmente creadas por él, es en definitiva la OBJETIVACIÓN del espíritu humano. Pero al historiador no le interesa la OBJETIVACIÓN del espíritu consumada en el transcurso del tiempo en su respectiva totalidad (jedesmaligen Vollständigkeit), como si quisiera registrar todo lo que ocurre en general en el tiempo; a él le interesa sólo (se ha dicho) lo históricamente efectivo. Eduard Meyer, (369) que ha dado esta prescripción, la completa y la aclara exactamente: “La selección se basa en el interés histórico que tiene el presente en algún efecto, en el resultado del desarrollo” [Kleine Schriften, 1910, pág. 42.] Heideggeriana: TempoHistoria

Lo cualitativo del concepto de tiempo histórico no significa otra cosa que la condensación — cristalización — de una OBJETIVACIÓN de la vida dada en la historia. La ciencia histórica no trabaja pues con cantidades. ¿Pero qué son entonces las cifras históricas? En el concepto “el hambre en Fulda en el año 750” no puede el historiador con la cifra 750 hacer en sí nada; a él no le puede interesar la cifra como cuantum o como un elemento que tiene su determinado lugar en la progresión numérica del uno al infinito, como elemento que es divisible por 50 , y así sucesivamente. La cifra 750 y toda otra cifra histórica tiene en la ciencia histórica solamente valor y sentido teniendo presente lo históricamente significativo con respecto al contenido. Trecento, quattrocento, no son conceptos cuantitativos ni mucho menos. La pregunta por el cuando tiene en la física y en la historia un sentido muy diferente. Yo pregunto en la Física, por ejemplo, con respecto a la máquina de Atwood para demostrar las leyes de la caída, cuando llega la pesa a determinado lugar de la escala; cuando quiere decir en esto caso después de cuántos golpes del péndulo de los segundos. Si pregunto por el cuando de un acontecimiento histórico, en cambio, pregunto por su lugar en el contexto histórico cualitativo, no pregunto por un cuánto. Pero sin embargo el historiador se formula a veces también la pregunta por el cuánto. Así le interesará seguramente a la venidera historia de la guerra saber cuánto tiempo necesitó el ejército Mackensen para llevar adelante la ofensiva de los Cárpatos hasta el cuadrilátero fortificado ruso-polaco. Pero la determinación cuantitativa (unas doce semanas) no tiene en sí valor y significado para el historiador sino en tanto permite comprender a ella la monstruosa fuerza de empuje de nuestras tropas aliadas, la firmeza decisiva de toda la operación, y por otra parte en tanto permite juzgar la fuerza de resistencia del ejército ruso. Los números de los años son cómodas marcas numerales, pero las consideramos en si mismas sin sentido, ya que por cada número podría haber otro número equivalente si sólo se corriera el comienzo de la numeración. Pero justamente el comienzo de la cuenta del tiempo muestra que en todos los casos esta cuenta ha empezado en un acontecimiento históricamente significativo (fundación de la ciudad de Roma, nacimiento de Cristo, Hedschra o partida de Mahoma de la Meca a Medina, etc.). Heideggeriana: TempoHistoria

La OBJETIVACIÓN de todo ente en cuanto tal, realizada desde el alzamiento del hombre al exclusivo quererse de su voluntad, es la esencia, según la historia del ser, del proceso por el cual el hombre levanta su esencia en la subjetividad. De acuerdo con ella, el hombre se instala e instala lo que representa como el mundo dentro de la relación-sujeto-objeto, sustentada por la subjetividad. Toda trascendencia, ya sea la ontológica o la teológica, se representa relativamente a la relación-sujeto-objeto. Mediante el alzamiento a la subjetividad, incluso la trascendencia teológica, y por lo tanto el más ente de los entes — al que se designa, de manera suficientemente significativa, como: “el ser” — se desplazan a un tipo de objetividad, a saber, a aquella que corresponde a la subjetividad de la fe moral-práctica. El hecho de que, bajo la forma de la “providencia”, el hombre se tome en serio esta trascendencia para su subjetividad religiosa o la adopte sólo como un pretexto para la voluntad de su subjetividad egoísta, no cambia nada respecto de la esencia de esta posición fundamental metafísica del ser humano. Heideggeriana: NiilismoSer

Puesto que el permanecer fuera del ser es la historia del ser y por tanto la historia propiamente existente, el ente en cuanto tal, y especialmente en la época del dominio de la inesencia del nihilismo, cae en lo ahistórico. Signo de ello es la emergencia de la historiografía, que pretende ser la representación determinante de la historia. Toma a ésta como algo pasado y explica su surgimiento como una conexión de efectos causalmente demostrable. Lo pasado que se ha objetivado de tal manera mediante el relato y la explicación aparece en el círculo visual de aquel presente que lleva a cabo en cada caso la OBJETIVACIÓN y que, a lo sumo, se explica a sí mismo como producto del acontecer pasado. Qué son los hechos y qué la facticidad, qué sea en general el ente en este tipo de pasado, es algo que ya se cree saber, puesto que la OBJETIVACIÓN llevada a cabo por la historiografía siempre sabe aducir algún material de hechos y presentarlo en una visión fácilmente comprensible y, sobre todo, “actual”. Heideggeriana: NiilismoSer

Entretanto, en conformidad con las pretensiones y exigencias de la época, el ejercicio efectivo de la historiografía ha pasado de la ciencia especializada al periodismo. La palabra, comprendida de modo recto y no peyorativo, nombra la instauración y el aseguramiento metafísico de la cotidianidad de la época incipiente en la forma de una historiografía que trabaja de manera segura, es decir con la mayor velocidad y fiabilidad posibles, y por medio de la cual se sirve a cada uno la objetividad del día que resulte en cada caso utilizable. Ella contiene, al mismo tiempo, el reflejo de la OBJETIVACIÓN del ente en su totalidad que se está llevando a cabo. Heideggeriana: NiilismoSer

En efecto, con la metafísica de la subjetividad que llega a su acabamiento, el cual corresponde a la extrema sustracción de la verdad del ser, comienza la época de la OBJETIVACIÓN incondicionada y completa de todo lo que es. En la OBJETIVACIÓN, el hombre mismo, y todo lo que pertenece a la humanidad, se convierte en una mera existencia consistente que, computado psicológicamente, queda integrado en el proceso de trabajo de la voluntad de voluntad, independientemente de que en él algunos individuos se imaginen aún libres o que otros interpreten este proceso como algo puramente mecánico. Tanto unos como otros desconocen la oculta esencia según la historia del ser, es decir la esencia nihilista, que, dicho en el lenguaje de la metafísica, sigue siendo siempre algo espiritual. El hecho de que, en el proceso de la OBJETIVACIÓN incondicionada del ente en cuanto tal, la humanidad convertida en material humano quede incluso postergada respecto de las materias primas y los materiales de trabajo, no radica en una preferencia pretendidamente materialista por la materia y la fuerza respecto del espíritu, sino que se funda en lo incondicional de la OBJETIVACIÓN misma, que tiene que llegar a poseer y asegurar la posesión de todas las existencias consistentes, de cualquier tipo que sean. Heideggeriana: NiilismoSer

La OBJETIVACIÓN incondicionada del ente en cuanto tal proviene del dominio de la subjetividad que llega a su acabamiento. Ésta esencia [west] desde el extremo desprenderse del ente en cuanto tal en dirección del dejar fuera del ser mismo que, de esta forma, rehúsa su permanecer fuera rechazándolo a lo más lejano y en cuanto tal rehusar, hace destinación del ser en la forma del ente en cuanto tal: como el destino del total ocultamiento del ser en medio del completo aseguramiento del ente. Heideggeriana: NiilismoSer

¿Qué llega, proveniente de la necesidad de la falta de necesidad, hasta lo impensado de ser mismo, es decir, al medio del ente en cuanto tal, de modo que valga como nada? El permanecer fuera del desocultamiento del ser en cuanto tal deja que todo lo salutífero [das Heilsame] se desvanezca en el ente. Este desvanecerse de lo salutífero se lleva consigo y cierra la dimensión abierta de lo sagrado [das Heilige]. El cierre de lo sagrado ensombrece todo lucir de lo divino. Este ensombrecer solidifica y oculta la falta de Dios. La oscura falta hace que todo el ente esté en el desamparo [im Unheimischen], al mismo tiempo que, en cuanto es lo objetivo de una OBJETIVACIÓN sin limites, parece tener una posesión segura y ser siempre familiar. El desamparo del ente en cuanto tal saca a la luz la apatridad [Heimatlosigkeit] del hombre histórico en medio del ente en su totalidad. El dónde de un habitar en medio del ente en cuanto tal parece aniquilado, porque el ser mismo, en cuanto aquello que esencia en todo albergue, se rehúsa. Heideggeriana: NiilismoSer

La época que denominamos moderna, y en cuyo acabamiento comienza a entrar ahora la historia occidental, está determinada por el hecho de que el hombre se vuelve medida y centro del ente. El hombre es lo que subyace a todo ente, es decir, en la modernidad, a toda OBJETIVACIÓN y representabilidad, es el subiectum. Por mucha que sea la fuerza con la que Nietzsche se dirija repetidamente contra Descartes, cuya filosofía es la fundación de la metafísica moderna, sólo se dirige contra él porque aún no había puesto al hombre de manera completa y suficientemente decidida como subiectum. La representación del subiectum como ego, como yo, o sea la interpretación “egoísta” del subiectum, no es para Nietzsche aún suficientemente subjetivista. Sólo en la doctrina del superhombre, en cuanto doctrina de la preeminencia incondicionada del hombre dentro del ente, la metafísica moderna llega a la determinación extrema y acabada de su esencia. En esta doctrina Descartes celebra su supremo triunfo. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero ¿por qué traer aquí la tierra tiene que suponer que la obra se retire dentro de ella? ¿Qué es entonces la tierra, para que acceda al desocultamiento de semejante manera? La piedra pesa y manifiesta su pesadez. Pero al confrontarnos con su peso, la pesadez se vuelve al mismo tiempo impenetrable. Si a pesar de todo partimos la roca para intentar penetrarla, veremos que sus pedazos nunca muestran algo interno y abierto, sino que la piedra se vuelve a refugiar en el acto en la misma sorda pesadez y masa de sus pedazos. Si intentamos captar la pesadez de otra manera — esto es, depositando la piedra sobre una báscula —, lo único que conseguiremos es introducirla en el mero cálculo de un peso. Esta determinación de la piedra, tal vez muy exacta, no es más que un número, mientras que el peso se nos ha hurtado. El color luce y sólo quiere lucir. Si por medio de sabias mediciones lo descomponemos en un número de vibraciones, habrá desaparecido. Sólo se muestra cuando permanece sin descubrir y sin explicar. Asimismo, la tierra hace que se rompa contra sí misma toda posible intromisión. Convierte en destrucción toda curiosa penetración calculadora. Por mucho que dicha intromisión pueda adoptar la apariencia del dominio y el progreso, bajo la forma de la OBJETIVACIÓN técnico-científica de la naturaleza, con todo, tal dominio no es más que una impotencia del querer. La tierra sólo se muestra como ella misma, abierta en su claridad, allí donde la preservan y la guardan como ésa esencialmente indescifrable que huye ante cualquier intento de apertura; dicho de otro modo, la tierra se mantiene constantemente cerrada. Todas las cosas de la tierra, y ella misma en su totalidad, fluyen en una recíproca consonancia. Pero este fluir no es una manera de borrarse. Lo que aquí fluye es la corriente de la delimitación que reposa en sí misma y limita en su presencia a todo lo que se presenta. Así, cada una de las cosas que se cierran en sí mismas se desconocen en la misma medida. La tierra es aquello que se cierra esencialmente en sí mismo. Traer aquí la tierra significa llevarla a lo abierto, en tanto que aquello que se cierra a sí mismo. Heideggeriana: ObraArte

Ahora bien, el moderno experimento de la investigación no es sólo una observación más exacta desde el punto de vista del grado y el campo que abarca, sino que se trata de un método esencial mente diferente en cuanto a su tipo de confirmación de la ley en el marco y al servicio de un proyecto exacto de la naturaleza. En las ciencias históricas del espíritu, el equivalente de este experimento de la investigación de la naturaleza es la crítica de fuentes. Este nombre designa aquí al conjunto constituido por la búsqueda, selección, confirmación, valoración, preservación e interpretación de las fuentes. Es verdad que la explicación histórica basada en la crítica de las fuentes no pretende conducir los hechos a leyes y reglas, pero tampoco se limita a una mera descripción de los hechos. Tanto en las ciencias históricas como en las ciencias de la naturaleza, el método tiene como meta representar aquello que es constante y convertir la historia en un objeto. La historia sólo puede tornarse objetiva si es pasada. Aquello que es constante en el pasado, aquello que permite que la explicación histórica reúna lo único y lo múltiple, es aquello que siempre ha sido ya, lo comparable. En la permanente comparación de todo con todo, se puede hacer el cálculo de lo comprensible y confirmarlo y consolidarlo como rasgo fundamental de la historia. El sector de la investigación histórica sólo se extiende hasta donde alcanza la explicación histórica. Lo singular, lo raro, lo simple, en definitiva, lo grande de la historia, nunca es algo que se entiende de por sí y por eso mismo siempre permanece inexplicable. La investigación histórica no niega la grandeza de la historia, sino que la explica como excepción. En esta explicación lo grande se mide por el rasero de lo habitual y estándar. Y tampoco puede haber otra explicación histórica, mientras explicar signifique reducir a lo comprensible y mientras la ciencia histórica siga siendo una investigación, es decir, una explicación. Es precisamente porque la ciencia histórica, en tanto que investigación, proyecta y objetiva el pasado en el sentido de un conjunto de efectos explicable y visible, por lo que exige como instrumento de OBJETIVACIÓN la crítica de las fuentes. En la medida en que la ciencia histórica se aproxima al periodismo, también dicha crítica cambia de criterios. Heideggeriana: ImagemMundo

El verdadero sistema de la ciencia reside en la síntesis del proceder anticipador y la actitud que hay que tomar en relación con la OBJETIVACIÓN de lo ente resultante de las planificaciones correspondientes. La ventaja que se le exige a este sistema no es una unidad de relación cualquiera de los sectores de objetos, bien calculada y rígida, sino la movilidad más grande posible, libre aunque regulada, en la transformación o reiniciación de las investigaciones en las tareas rectoras correspondientes. Cuanto más exclusivamente se reduzca la ciencia a la puesta en marcha y control de su modo de trabajo, tanto más libres de toda ilusión se concentrarán estas empresas en centros e institutos de investigación especializados y de modo tanto más irresistible alcanzarán las ciencias la consumación de su esencia moderna. Pero cuanto más en serio y de modo más incondicionado procedan la ciencia y los investigadores con la figura moderna de su esencia, de modo tanto más evidente e inmediato se pondrán a sí mismos al servicio de la utilidad general, mientras que también se verán tanto más obligados a retirarse sin reservas al público anonimato que acompaña a todo trabajo útil para la generalidad. Heideggeriana: ImagemMundo

Esta OBJETIVACIÓN de lo ente tiene lugar en una re-presentación cuya meta es colocar a todo lo ente ante sí de tal modo que el hombre que calcula pueda estar seguro de lo ente o, lo que es lo mismo, pueda tener certeza de él. La ciencia se convierte en investigación única y exclusivamente cuando la verdad se ha transformado en certeza de la representación. Lo ente se determina por vez primera como objetividad de la representación y la verdad como certeza de la misma en la metafísica de Descartes. El título de su obra principal reza: “Meditationes de prima philosophia”, esto es, “Consideraciones sobre la filosofía primera”. prote philosophia es el nombre aristotélico para aquello que más tarde se llamará metafísica. Toda la metafísica moderna, incluido Nietzsche, se mantendrá dentro le la interpretación de lo ente y la verdad iniciada por Descartes. Heideggeriana: ImagemMundo

Para la interpretación moderna de lo ente, la noción de valor es tan esencial como la de sistema. Únicamente donde lo ente se ha convertido en objeto del re-presentar se puede decir de algún modo que lo ente pierde su ser. Esta pérdida se percibe de una manera tan poco clara y vaga que rápidamente se ve colmada de nuevo y de tal modo que al objeto y a lo ente interpretado como tal se les asigna un valor y, en general, se mide lo ente por valores y los propios valores se convierten en la meta de toda actividad. Dado que la actividad se comprende como cultura, los valores se convierten en valores culturales y, a su vez, éstos se convierten en la expresión de las supremas metas del crear al servicio de un asegurarse el hombre como subjectum. De ahí ya sólo falta un paso para convertir a los propios valores en objetos. El valor es la OBJETIVACIÓN de las metas de las necesidades del instalarse representador en el mundo como imagen. El valor parece expresar que es precisamente en la posición de relación con él donde se lleva a cabo lo más valioso y, sin embargo, el valor es Justamente el impotente y deshilachado disfraz de una objetividad de lo ente que ha perdido toda relevancia y trasfondo. Nadie muere por meros valores. A la hora de entender el siglo XIX resulta muy esclarecedora la particular posición intermedia mantenida por Hermann Lotze, el cual reinterpretó las ideas de Platón como valores y, al mismo tiempo, emprendió bajo el título “Microcosmos” el “Ensayo de una Antropología” (1856), una antropología que bebe todavía del espíritu del Idealismo alemán contribuyendo a alimentar su nobleza y la simplicidad de su modo de pensar, pero que al mismo tiempo se abre al positivismo. Como el pensamiento de Nietzsche permanece preso de la idea de valor, no le queda más remedio que explicar lo más esencial del mismo de una manera regresiva en tanto que inversión de todos los valores. Sólo cuando se consigue comprender el pensamiento de Nietzsche con independencia de la noción de valor, llegamos al punto desde el que la obra del último pensador de la metafísica se convierte en una tarea del preguntar y la hostilidad de Nietzsche contra Wagner se comprende como una necesidad de nuestra historia. Heideggeriana: ImagemMundo

Una cosa es preservar al círculo del desocultamiento, que se ve limitado en cada caso, por medio de la captación de lo presente (el hombre como metron), y otra cosa es adentrarse en el ámbito libre de límites de la posible OBJETIVACIÓN por medio del cálculo de aquello representable accesible y vínculante para todos. Heideggeriana: ImagemMundo

(9) ¿Cómo es posible que lo ente se interprete de forma señalada como subjectum y en consecuencia lo subjetivo pase a dominar? Porque hasta Descartes, e incluso dentro de su metafísica, lo ente, en la medida en que es un ente, es un sub-jectum (hypokeimenon), eso que yace por sí mismo ahí delante y que, como tal, al mismo tiempo es el fundamento de sus propiedades constantes v sus estados cambiantes. La preeminencia de un sub-jectum destacado por ser incondicionado desde un punto de vista esencial (subyaciendo como fundamento), nace de la aspiración del hombre a un fundamentum absolutum inconcussum veritatis (de un fundamento de la verdad, en el sentido de la certeza, que reposa en sí mismo y es inquebrantable). ¿Por qué y cómo llega esta exigencia a adquirir su decisiva validez? La aspiración nace de aquella liberación por la que el hombre se libera a sí mismo del poder vinculante de la verdad cristiana revelada y la doctrina de la Iglesia en favor de una normativa que se basa en sí misma y se dispone para sí misma. Por esta liberación se replantea nuevamente la esencia de la libertad, esto es, el hecho de estar atado a una obligación vinculante. Pero como, de acuerdo con esta libertad, el hombre que se autolibera es el mismo que dispone la obligación vinculante, a partir de entonces ésta puede determinarse de distintas maneras. Lo vinculante puede ser la razón humana y su ley o lo ente dispuesto y ordenado de manera objetiva a partir de dicha razón o aquel caos aún no ordenado que, como todavía tiene que ser domeñado por la OBJETIVACIÓN, exige serlo de hecho en una época. Heideggeriana: ImagemMundo

Representar significa aquí situar algo ante sí a partir de sí mismo y asegurar como tal el elemento situado de este modo. Este asegurar tiene que ser una forma de cálculo, porque sólo la calculabilidad es capaz de garantizarle por adelantado y constantemente su certeza al elemento representador. El representar ya no es esa captación de lo presente en cuyo desocultamiento la propia captación pertenece, como un modo propio de presencia, a eso que se presenta de forma no oculta. El representar ya no es el desencunbrirse para… sino la aprehensión y comprensión de… Ya no reina el elemento presente, sino que domina la aprehensión. El representar es ahora, en virtud de la nueva libertad, un proceder anticipador que parte de sí mismo dentro del ámbito de lo asegurado que previamente hay que asegurar. Lo ente ya no es lo presente, sino aquello situado en el frente opuesto en el representar, esto es, lo que está enfrente. El representar es una OBJETIVACIÓN dominadora que rige por adelantado, El representar empuja todo dentro de la unidad de aquello así objetivado. El representar es una coagitatio. Heideggeriana: ImagemMundo

Toda relación con algo el querer, el tomar posición, el sentir, es ya de entrada representadora, es cogitans, lo que se suele traducir por “pensante”. Es por eso por lo que Descartes puede adjudicarles a todos los modos de la voluntas y del affectus y a todas las actiones y passiones, el nombre de cogitatio, por chocante que resulte en un primer momento. En el ego cogíto sum el cogitare se entiende en este sentido nuevo y esencial. El subjectum, la certeza fundamental, es la representación simultánea — asegurada en todo momento — del hombre representador con lo ente representado, sea o no humano, esto es, con lo objetivo. La certeza fundamental es el me cogitare = me esse indudablemente representable y representado en todo momento. Esta es la ecuación fundamental de todo calcular que se asegura a sí mismo. En esta certeza fundamental, el hombre está seguro de que, como aquel que re-presenta toda re-presentación y por lo tanto como ámbito de toda representabilidad y, así, de toda certeza y verdad, está asegurado, lo que significa ahora, que es. Es única y exclusivamente por el hecho de que el hombre se ve necesariamente co-representado de esta manera en la certeza fundamental (en el fundamentum absolutum inconcussum del me cogitare = me esse) y porque el hombre que se autolibera en favor de sí mismo forma necesariamente parte del subjectum de esta libertad, por lo que dicho hombre puede y tiene que convertirse en ese ente destacado, en ese subjectum, que en relación con el primer y verdadero ente (o ente cierto) goza de la primacía sobre todos los demás subjecta. El hecho de que en la ecuación fundamental de la certeza y, después, en el auténtico subjectum se mencione al ego, no quiere decir que el hombre esté ahora determinado según su Yo, de modo egoísta. Lo único que quiere decir es que ser sujeto se convierte ahora en la característica distintiva del hombre como ser pensante y representador. El Yo del hombre se pone al servicio de este subjectum. Ciertamente, la certeza que subyace en el fondo de éste, es, como tal, subjetiva, esto es, reina en la esencia del subjectum, pero no es egoísta. La certeza tiene carácter vinculante para todo Yo como tal, es decir, como subjectum. Asimismo, todo aquello que desea verse fijado como algo que es, como algo asegurado, por medio de la OBJETIVACIÓN representadora, tiene también carácter vinculante. Pero nada puede escapar al control de esta OBJETIVACIÓN, que también decide qué cosas deben valer como objetos. La incondicionada eliminación de límites del ámbito de una posible OBJETIVACIÓN y del derecho a decidir sobre ella, forma parte de la esencia de la subjetividad del subjectum y del hombre como sujeto. Heideggeriana: ImagemMundo

Esta “intuición” en el sentido de Kant no puede equipararse nunca con la preeminencia de la aletheia, sino sólo con la preeminencia de la idea y con la transformación de la aletheia en omoiosis por la preeminencia de la idea, como germen del despliegue del representar en el sentido de la OBJETIVACIÓN. Heideggeriana: HistoriaSer

El recuerdo que se interna en la metafisica según la historia del ser es una pretensión [Zumutung] que de manera propia y única da a pensar al ánimo [Gemüt] la referencia del ser al hombre y requiere el ánimo [Mut] de una respuesta a la reivindicación en el sentido de o bien exponerse a la dignidad del ser o bien encontrar su satisfacción en el ente. El recuerdo conforme a la historia del ser pretende de la humanidad histórica que se percate de que, antes de toda dependencia del hombre de poderes y fuerzas, providencias y tareas, la esencia del hombre está involucrada [eingelassen] en la verdad del ser. Por eso permanece largo tiempo dejado fuera [ausgelassen] de su esencia, precisamente en cuanto está involucrado en el alzamiento del producir dentro del ámbito de despejamiento del ser en el sentido de la OBJETIVACIÓN incondicionada. El ser deja que surjan en cada caso poderes, pero también los deja hundir, junto con sus impotencias, en lo inesencial. Heideggeriana: RelembrarMetafisica

La preeminencia de lo real efectivo activa el olvido del ser. Por esa preeminencia queda también sepultada la esencial referencia al ser que hay que buscar en el pensamiento rectamente pensado. Requerido por el ente, el hombre ocupa el papel de ente que sirve de norma. Como referencia al ente basta el conocer que, de acuerdo con el carácter esencial del ente en el sentido de lo real planificablemente asegurado, tiene que desembocar en la OBJETIVACIÓN y convertirse así en cálculo. El signo de la degradación del pensar es el ascenso de la logística al rango de verdadera lógica. La logística es la organización calculante de la absoluta ignorancia acerca de la esencia del pensar, dando por supuesto que el pensar, esencialmente pensado, es aquel saber proyectante que desemboca en la conservación de la esencia de la verdad a partir del ser. Heideggeriana: RelembrarMetafisica

Lo que Hegel llama conciencia natural no se oculta en absoluto bajo la conciencia sensible. El saber natural vive en todas las figuras del espíritu, vive cada una de ellas a la manera propia de cada una, también y muy precisamente la del saber absoluto, ese que ocurre en tanto que metafísica absoluta y sólo de cuando en cuando le es dado ser visto a unos pocos pensadores. Esta metafísica no sólo no se ha venido abajo ante el positivismo de los siglos XIX y XX, sino que, antes bien, el moderno mundo técnico, en su exigencia incondicionada, no es otra cosa que la conciencia natural que consuma a la manera de su opinar la productibilidad incondicionada y autoaseguradora de todo lo ente en la OBJETIVACIÓN irrefrenable de todo y de cada cosa. Pero de todos modos, la metafísica absoluta no es la causa de aquello que se establece a su manera como confirmación de lo que ocurre en la esencia de la técnica. Lo natural de la conciencia no reside en lo sensible y perceptible con los sentidos, sino en aquello que surge inmediatamente a la conciencia y que al abrirse de este modo la penetra de modo inmediato. De esta manera, la conciencia natural acoge también a todo lo no-sensible, ya sea lo insensible de lo racional y lógico, ya sea lo suprasensible de lo espiritual. Heideggeriana: HegelExperiencia

Naturalmente, es una cuestión bien distinta determinar si acaso y en qué medida la subjetidad es un destino particular de la esencia del ser en el que el desocultamiento del ser — y no la verdad de lo ente — se sustrae determinando una época propia. Dentro de la subjetidad, todo ente como tal se convierte en objeto. Todo ente es ente a partir de y en la permanencia. Si dentro de la era de la subjetidad, en la que se funda la esencia de la técnica, la naturaleza — en cuanto ser — se enfrenta a la conciencia, entonces esa naturaleza es sólo lo ente como objeto de la moderna OBJETIVACIÓN técnica que ataca la consistencia de las cosas y del hombre sin establecer diferencias. Heideggeriana: HegelExperiencia

Todo ente es ahora o lo efectivamente real, en cuanto objeto, o lo eficiente en cuanto OBJETIVACIÓN en la que se forma la objetividad del objeto. Representando, la OBJETIVACIÓN dispone el objeto sobre el ego cogito. En este disponer se evidencia el ego cómo aquello que subyace a su propio hacer (el dis-poner poniendo-delante o re-presentando), esto es, se evidencia como subiectum. El sujeto es sujeto para sí mismo. La esencia de la conciencia es la autoconciencia. Por eso, todo ente es o bien objeto del sujeto o bien sujeto del sujeto. En todas partes, el ser de lo ente reside en el poner-se-ante-sí-mismo y, de esta manera, im-poner-se. En el horizonte de la subjetidad de lo ente el hombre se alza a la subjetividad de su esencia. El hombre accede a la subversión. El mundo se convierte en objeto. En esta OBJETIVACIÓN subvertidora de todo ente, aquello que en principio debe pasar a disposición del representar el producir, esto es la tierra es desplazado al centro de toda posición y controversia humana. La propia tierra ya sólo puede mostrarse como objeto del ataque que en cuanto OBJETIVACIÓN incondicionada, se instaura en el querer del hombre. Por haber sido querida a partir de la esencia del ser, la naturaleza aparece en todas partes como objeto de la técnica. Heideggeriana: NietzscheDeus

La lucha por el dominio de la tierra ya es, en su esencia histórica, la consecuencia de que lo ente como tal se manifieste al modo de la voluntad de poder sin haber sido sin embargo conocido o tan siquiera comprendido como dicha voluntad. De cualquier modo, las doctrinas coetáneas de la acción y las ideologías de la representación nunca dicen lo que es, ni por lo tanto qué pasa. Con el inicio de la lucha por el dominio de la tierra la era de la subjetidad se encamina hacia su consumación. Forma parte de esta consumación el hecho de que lo ente, que es en el sentido de la voluntad de poder, adquiera certeza de su propia verdad sobre sí mismo según su modo y desde cualquier perspectiva y, por tanto, también sea consciente. Tomar conciencia de algo es un instrumento necesario del querer que quiere a partir de la voluntad de poder. Esto ocurre, en lo tocante a la OBJETIVACIÓN, bajo la forma de la planificación. Ocurre, dentro del ámbito de la subversión del hombre, en el querer-se por medio de un análisis constante de la situación histórica. Pensada metafísicamente, la situación es siempre la estación de la acción del sujeto. Cualquier análisis de la situación se funda, sépalo o no, en la metafísica de la subjetidad. Heideggeriana: NietzscheDeus

El “gran mediodía” es el tiempo de la claridad más clara, la de la conciencia, que se ha vuelto consciente de sí misma de manera incondicionada y a todos los respectos en cuanto ese saber que consiste en querer conscientemente la voluntad de poder como ser de lo ente y, en cuanto tal querer y subvirtiéndose a sí misma, superar cada fase necesaria de la OBJETIVACIÓN del mundo y, de este modo, asegurar las existencias permanentes de lo ente para el querer más regular posible en forma y medida. En el querer de esta voluntad, le sobreviene al hombre la necesidad de querer también las condiciones de semejante querer. Esto significa: instaurar valores y estimar todo según valores. De este modo, el valor determina todo ente en su ser. Esto nos conduce ante la pregunta siguiente: ¿Qué es ahora, en la época en que se abre manifiestamente el dominio incondicionado de la voluntad de poder, y eso manifiesto y su publicidad se convierte a su vez en una función de dicha voluntad? ¿Qué es? No preguntamos por sucesos y hechos para cada uno de los cuales se podrían crear o eliminar testimonios según la necesidad en el ámbito de la voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheDeus

La pregunta ¿Qué es metafísica? sigue siendo pregunta. Para el que persevera tenazmente en esta pregunta, el siguiente epílogo es más bien un prólogo más inicial. La pregunta Qué es metafísica pregunta más allá de la metafísica. Nace de un pensamiento que ya se ha introducido en la superación de la metafísica. Es parte de la esencia de estos tránsitos el que tengan que hablar todavía, dentro de ciertos límites, en la lengua de eso mismo que contribuyen a superar. La circunstancia particular en la que se ha planteado la pregunta por la esencia de la metafísica no debe hacernos creer que este preguntar está obligado a partir de las ciencias. La investigación moderna, con otros modos de representar y producir ente, se encuentra involucrada en el rasgo fundamental de esa verdad según la cual todo ente se define por medio de la voluntad de voluntad, cuya primera aparición tuvo lugar bajo la forma preliminar de la “voluntad de poder”. “Voluntad” entendida como rasgo fundamental de la entidad de lo ente es la equiparación de lo ente con lo real, de tal modo que la realidad de lo real obtiene el poder para llevar a cabo la factibilidad sin condiciones de la OBJETIVACIÓN total. La ciencia moderna no sirve a una meta que le haya sido antepuesta ni tampoco busca una “verdad en sí”. Como modo de la OBJETIVACIÓN calculante de lo ente, es una condición planteada por la propia voluntad de voluntad y mediante la cual ésta se asegura el dominio de su esencia. Pero como, no obstante, toda OBJETIVACIÓN de lo ente se sume en la procura y aseguramiento de lo ente y a partir de ahí se hace con las posibilidades para su desarrollo, la OBJETIVACIÓN se queda detenida en lo ente y lo toma por el ser. Así, toda conducta en relación con lo ente denota un saber del ser, a la vez que la incapacidad para mantenerse por sí mismo dentro de los límites de la ley de la verdad de este saber. Esta verdad es la verdad sobre lo ente. La metafísica es la historia de esta verdad. Ella dice qué es lo ente desde el momento en que lleva al concepto la entidad de lo ente. La metafísica piensa el ser en la entidad de lo ente aunque sin poder pensar la verdad del ser en el modo de su pensar. La metafísica se mueve siempre en el ámbito de la verdad del ser, que, desde un punto de vista metafísico, sigue siendo para ella el fundamento desconocido e infundamentado. Pero suponiendo que no sólo el ente nace del ser, sino que también y de modo aún más inicial el propio ser reposa en su verdad y la verdad del ser se presenta como el ser de la verdad, entonces es necesaria la pregunta acerca de qué es la metafísica en su fundamento. Este preguntar debe pensar metafísicamente y al mismo tiempo desde el fundamento de la metafísica, o, lo que es lo mismo, ya no metafísicamente. Semejante preguntar sigue siendo ambiguo en un sentido esencial. Heideggeriana: MetafisicaEpilogo

Traer algo ante sí de tal modo que eso traído determine desde todos los puntos de vista, en tanto que algo previamente representado, todos los modos de la producción, es un rasgo fundamental de la conducta que conocemos como querer. El querer aquí mencionado es la producción en el sentido de esa autoimposición intencional o deliberada de la OBJETIVACIÓN. Plantas y animales no quieren, en la medida en que ensordecidos en el estupor de su deseo, nunca traen ante sí lo abierto como objeto. No pueden marchar junto con el riesgo en cuanto elemento representado. Debido a que están inscritos dentro de lo abierto, la pura percepción nunca llega a ser eso otro enfrentando a ellos, objetivo. Por el contrario, el hombre marcha “con” el riesgo porque es, en el sentido mencionado, ese ser que quiere: … Sólo que nosotros, — más aún que la planta o el animal — marchamos con ese riesgo, lo queremos. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Las construcciones informes de la producción técnica se interponen ante lo abierto de la pura percepción. Las cosas que fueron creciendo anteriormente desaparecen a toda velocidad. Ya no pueden mostrar lo que les es propio a través de la OBJETIVACIÓN. En una carta del 13 de noviembre de 1925, Rilke escribe así: Todavía para nuestros abuelos una ‘casa’, una ‘fuente’, una torre conocida, incluso su propio vestido, su abrigo, eran infinitamente más e infinitamente más familiares; casi cada cosa era un recipiente en el que encontraban algo humano y acumulaban lo humano. Ahora, procedentes de América, nos invaden cosas vacías e indiferentes, cosas sólo aparentes, engañifas de vida… Una casa, según la concepción americana, una manzana americana o un racimo de uvas de los de allí, no tienen nada en común con la casa, el fruto, el racimo en el que se habían introducido la esperanza y la meditación de nuestros ancestros… (Cartas desde Muzot, pp. 335 y s.). Heideggeriana: ParaQuePoetas

Tampoco los seres (plantas y animales) están especialmente protegidos, por mucho que estén inscritos en lo abierto y allí asegurados. Frente a ellos, el hombre, en tanto que aquel que se quiere a sí mismo, no sólo no está especialmente asegurado por la totalidad de lo ente, sino que carece de toda protección (verso 13). En cuanto representador y productor se encuentra ante lo abierto limitado. Así, se encuentra expuesto, él mismo y sus cosas, al peligro creciente de convertirse en un mero material, en una mera función de la OBJETIVACIÓN. El propio propósito de esa autoimposición desarrolla el ámbito del peligro consistente en que el hombre pierda su mismidad en la producción ilimitada. La amenaza que afecta a la esencia del hombre, surge a partir de esa misma esencia. Dicha esencia reside sin embargo en la relación del ser con él. Así, por medio de ese quererse a sí mismo, el hombre se encuentra amenazado en un sentido esencial, esto es, se ve precisado de protección, aunque al mismo tiempo, por esa misma naturaleza esencial, se encuentra carente de protección. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Esta “desprotección” nuestra (verso 13) sigue siendo diferente y en la misma medida que ese no estar especialmente protegidos de las plantas y los animales como su “oscuro deseo” es diferente del quererse así mismo del hombre. La diferencia es infinita porque no existe tránsito alguno entre el oscuro deseo y la OBJETIVACIÓN dentro la autoimposición. Pero el deseo no sólo sitúa al hombre “fuera de toda protección”, sino que la imposición de la OBJETIVACIÓN del mundo elimina cada vez con más decisión hasta la posibilidad de protección. En la medida en que el hombre construye técnicamente el mundo como objeto, se obstruye voluntaria y completamente el camino hacia lo abierto, que de todas formas ya estaba bloqueado. El hombre que se autoimpone es asimismo, quiéralo o no, sépalo o no, el funcionario de la técnica. No sólo se encuentra fuera de lo abierto y ante él, sino que a través de la OBJETIVACIÓN del mundo se aparto propiamente de la “pura percepción”. El hombre se separa de la pura percepción. El hombre de la era de la técnica se encuentra en semejante separación frente a lo abierto. Esta separación no es una separación de…, sino una separación frente o contra… Heideggeriana: ParaQuePoetas

La técnica es la instauración incondicionada — situada en la autoimposición del hombre — de la desprotección incondicionada sobre el fundamento de la aversión reinante en toda OBJETIVACIÓN contra la pura percepción, bajo cuya forma el inaudito centro de todo ente atrae hacía sí todas las fuerzas puras. La producción técnica es la organización de la separación. La palabra separación es, en el sentido recién esbozado, otra palabra fundamental de la poesía válida de Rilke . Heideggeriana: ParaQuePoetas

Como todos los seres, sólo somos entes en cuanto arriesgados dentro del riesgo del ser. Como, sin embargo, en cuanto seres que quieren marchamos junto con el riesgo, somos más arriesgados y, por tanto, estamos más a merced del peligro. En la medida en que el hombre se enclava en la autoimposición intencional y se instala por medio de la OBJETIVACIÓN incondicionada en la separación frente a lo abierto, es él mismo el que provoca su propia desprotección. Heideggeriana: ParaQuePoetas

En contrapartida, el riesgo más arriesgado nos crea una seguridad. Ahora bien, esto no ocurre por medio de la edificación de protecciones en torno a lo desprotegido, pues de este modo simplemente se erigirían protecciones en donde falta protección. Para ello haría precisamente falta una producción. Tal cosa sólo es posible en la OBJETIVACIÓN, pero ésta nos corta el camino frente a lo abierto. El riesgo más arriesgado no produce ninguna protección, pero nos procura una seguridad. Seguro, securus, sine cura, significa: sin cuidado. El cuidado tiene aquí la naturaleza de la autoimposición intencional por los caminos y con los medios de la producción incondicionada. Sólo estaremos libres de cuidado si no instalamos nuestro ser exclusivamente en el ámbito de la producción y el encargo, de lo útil y lo susceptible de protección. Sólo estamos seguros donde no contamos ni con la desprotección ni con una protección edificada sobre el querer. Una seguridad sólo existe fuera de la aversión de la OBJETIVACIÓN contra lo abierto, “fuera de toda protección”, fuera de la separación frente a la pura percepción. La percepción es el centro inaudito de toda atracción que atrae a cada cosa dentro de lo ilimitado y la conduce al centro. Este centro es el “allí” donde actúa la gravedad de las fuerzas puras. La seguridad es el reposo resguardado dentro del tejido de la completa percepción. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Los versos 12-16 definen en qué consiste el riesgo más arriesgado, que osa salir fuera de la protección y nos lleva allí a una seguridad. El riesgo no elimina en absoluto la desprotección impuesta por la autoimposición intencional. En la medida en que el ser del hombre se sume en la OBJETIVACIÓN de lo ente, permanece sin protección en medio de lo ente. Así desprotegido, el hombre permanece relacionado con la protección desde la perspectiva de que carece de ella y, por tanto, permanece dentro de la protección. Por contra, la seguridad está fuera de toda relación con la protección: “fuera de toda protección”. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Visto desde lo abierto, también la desprotección parece ser algo negativo, en tanto que separación frente a la pura percepción. La autoimposición de la OBJETIVACIÓN separadora de la naturaleza quiere siempre la permanencia de los objetos producidos y sólo deja valer como ente y positivo a dicha permanencia La autoimposición — de naturaleza separadora — de la OBJETIVACIÓN técnica es la negación permanente de la muerte. Por medio de dicha negación la propia muerte se convierte en algo negativo, lo no permanente y nulo por antonomasia. Si, a pesar de todo, volvemos la desprotección hacia lo abierto, la introduciremos en el más amplio círculo de lo ente, dentro del cual sólo podemos afirmar la desprotección. La vuelta hacia lo abierto es la renuncia a leer negativamente aquello que es. ¿Pero qué es más ente, es decir, pensado modernamente, qué es más cierto que la muerte? La citada carta del 6 de enero de 1923 dice que se trata de “leer la palabra ‘muerte’ sin negación”. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Pero ¿qué es lo que viene a tocarnos inmediatamente desde el mas amplio círculo? ¿Qué es lo que nos bloquea el paso y se nos sustrae por nuestra propia causa en nuestro habitual querer la OBJETIVACIÓN del mundo? La otra percepción: la muerte. Ella es la que toca a los mortales en su esencia y de este modo los coloca en el camino hacia el otro lado de la vida y por tanto en la totalidad de la pura percepción. La muerte reúne y agrupa, así, en la totalidad de lo ya planteado opuesto, en el positum de la completa percepción. En cuanto tal agrupación del poner, la muerte es la pro-posición o ley, así como la cordillera es la reunión de las montañas en la totalidad de su configuración. Allí, donde nos toca la ley, se encuentra dentro del más amplio círculo el lugar en el que podemos dejar entrar positivamente en la totalidad de lo ente a la desprotección invertida. La desprotección así invertida nos resguarda finalmente, fuera de toda protección, dentro de lo abierto. Pero ¿cómo es posible semejante inversión? ¿De qué manera puede ocurrir la inversión de la aversión separadora contra lo abierto? Presumiblemente, sólo puede ocurrir si la inversión nos vuelve previamente hacia el más amplio círculo y nos hace entrar a nosotros mismos dentro de él en nuestra esencia. El ámbito de la seguridad debe habérsenos mostrado primero, debe sernos primero accesible en cuanto posible terreno para que se produzca la inversión. Lo que, con todo, nos aporta una seguridad y con ella la dimensión de la seguridad, es ese riesgo que a veces arriesga más que la propia vida. Heideggeriana: ParaQuePoetas

¿Cuál es la esencia de la desprotección si consiste en la OBJETIVACIÓN que reside a su vez en la autoimposición intencional? Lo objetivo del mundo se torna permanente en la producción representadora. Esta representación presenta. Pero lo presente está presente en una representación que tiene la naturaleza de un cálculo. Esta representación no conoce nada visible. Lo visible del aspecto de las cosas, la imagen que ofrecen a la intuición inmediata sensible, desaparece. La producción calculadora de la técnica es un “hacer sin imagen” (IX elegía). Con sus diseños, la autoimposición intencional pone ante la imagen visible el proyecto de una figura meramente calculada. Cuando el mundo se sume en lo objetivo de la figura solamente pensada, se sitúa en lo no sensible e invisible. Eso permanente debe su presencia a un poner, cuya actividad pertenece a la res cogitans, esto es, a la conciencia. La esfera de la objetividad de los objetos permanece dentro de la conciencia. Lo invisible propio de lo objetivo pertenece al interior de la inmanencia de la conciencia. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Ahora bien, si la desprotección es la separación frente a lo abierto, pero la separación consiste en la OBJETIVACIÓN que pertenece a lo invisible e interno de la conciencia calculadora, entonces, la esfera esencial de la desprotección es lo invisible e interno de la conciencia. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Por contra, en cuanto ese que se autoimpone intencionalmente, el hombre es arriesgado en la desprotección. La balanza del peligro permanece en manos del hombre así arriesgado esencialmente inquieta. El hombre que se quiere a sí mismo cuenta siempre con las cosas y los hombres como con elementos objetivos. Lo contabilizado se convierte en mercancía. Todo cambia constantemente transformándose en nuevos órdenes. La separación frente a la pura percepción se instala en la inquietud de la balanza constantemente sopesadora. Por medio de la OBJETIVACIÓN del mundo y en contra de su propia intención, la separación da lugar a lo inconstante. Arriesgado de esta manera en la desprotección, el hombre se mueve en el medio de los negocios y el “cambio”. El hombre que se autoimpone vive de las apuestas de su querer. Vive esencialmente arriesgando su esencia en la vibración del dinero y el valer de los valores. El hombre, como permanente cambista e intermediario es “el mercader”. Pesa y sopesa constantemente y sin embargo no conoce el auténtico peso de las cosas. Tampoco sabe nunca lo que dentro de él tiene verdaderamente peso y pesa más que nada. En uno de sus poemas tardíos (pp. 21 y ss.) Rilke dice así: ¡Ah! ¡Quién sabe lo que predomina en él! — ¿Clemencia? ¿Terror? ¿Miradas, voces, libros? Pero, al mismo tiempo, fuera de toda protección, el hombre puede encontrar una “seguridad”, en la medida en que vuelve la desprotección como tal hacia lo abierto y la introduce en el espacio del corazón de lo invisible. Siendo esto así, lo inquieto de la desprotección pasa al lugar donde, en la unidad equilibrada del espacio interno del mundo, aparece el ser que hace que brille el modo en que esa unidad unifica y de esta manera representa al ser. La balanza del peligro pasa del ámbito del querer calculador al ángel. Se conservan cuatro versos de la última época de Rilke que parecen representar el inicio de un proyecto para un poema más largo. No es necesario decir nada más sobre esos versos. Rezan así (Obras Completas, vol. III, p. 438). — Cuando de manos del mercader — la balanza pasa — a las del ángel, quien en el cielo — la aquieta y apacigua con el equilibrio del espacio. Heideggeriana: ParaQuePoetas

Se llama al hombre moderno ese que quiere. Los más arriesgados son los que quieren más, desde el momento en que quieren de otra manera que la autoimposición intencional de la OBJETIVACIÓN del mundo. Su querer no quiere nada de eso. Si querer sigue siendo únicamente la autoimposición, entonces no quieren nada. No quieren nada en ese sentido porque son más dispuestos. Concuerdan más con la voluntad que, como riesgo mismo, atrae hacia sí todas las puras fuerzas en tanto que completa percepción de lo abierto. El querer de los más arriesgados es la buena disposición de los que dicen más, esos que están resueltos y ya no están cerrados en la separación respecto a esa voluntad, bajo cuya forma el ser quiere lo ente. La esencia de los más arriesgados, que consiste en que son más dispuestos, dice con mayor capacidad de decir (según las palabras de la elegía IX): Tierra ¿no es eso lo que quieres? Invisible — surgir en nosotros? ¿No es acaso tu sueño — ser invisible alguna vez? ¡Tierra! ¡Invisible! — ¿Qué es, sino metamorfosis, tu imperiosa tarea? — Tierra, amada, yo quiero.” Heideggeriana: ParaQuePoetas

Entre tanto he seguido siempre ese “nota bene” al leer sus escritos y me he preguntado si para usted los conceptos, los significados de palabras, y ante todo el lenguaje, sólo podrían ser un “sistema óptico” [402], si frente a esos sistemas hay una realidad en sí, de la que los sistemas al igual que aparatos atornillados pueden ser de nuevo quitados y sustituidos por otros. ¿No subyace ya al sentido de “magnitudes de trabajo” el que ellas sólo codeterminan la realidad, el carácter total de trabajo de todo lo real, en la medida en que ellas mismas ya están determinadas por él? Los conceptos están sin duda “para el comprender ahí”. Pero el representar moderno de lo real, la OBJETIVACIÓN, en la que se mueve anticipadamente el com-prender, sigue siendo en general un ataque a lo real, en cuanto se le exige a éste que se muestre en el círculo visual del prender representante. La exigencia lleva consigo en el ámbito del com-prender contemporáneo-moderno el que la realidad com-prendida, de improviso, y sin embargo, durante largo tiempo desatendida, pase al contraataque, que sorprenda de repente, y a pesar de Kant, a la ciencia de la naturaleza moderna, y que sólo pueda explicarse esa sorpresa mediante descubrimientos propios dentro del proceder científico como un conocimiento asegurado. Heideggeriana: PreguntaSer

Es cierto que no puede derivarse nunca directamente la relación de indeterminación de Heisenberg de la interpretación kantiana del conocimiento físico de la naturaleza. Pero tampoco puede ser jamás representada, es decir pensada, aquella relación sin que este representar retroceda primero al ámbito trascendental de la relación sujeto-objeto. Cuando esto ha sucedido, sólo entonces comienza la pregunta por el origen esencial de la OBJETIVACIÓN del ente, es decir, por la esencia del “comprender”. Heideggeriana: PreguntaSer

De ese modo ha quedado desconocida para el pensamiento griego la presencia en el sentido de la objetualidad (Gegenständlichkeit) de los objetos. Para ellos la presencia no se daba nunca como objeto (Objekt). Presencia en el sentido de la OBJETIVACIÓN (Objektivität) comienza recién a volverse pensable para la filosofía cuando lo presente — en griego: lo hypokeimenon, lo desde sí mismo preyaciente, en romano: el subiectum — fuera encontrado por Descartes en el Ego sum del Ego cogito. Conforme a esto, aparece el yo del hombre, el hombre mismo, como aquel sujeto privilegiado que, en lo venidero, reclamará exclusivamente para sí el nombre de sujeto. Es por eso que, la subjetivación configura de aquí en adelante el dominio dentro del cual y para el cual se constituye recién cualquier objetividad. Heideggeriana: AssuntoPensar

Mas ¿para quién se torna disponible lo presente de esta manera? No para los hombres individuales que como sujetos hacen frente a los objetos. La disponibilidad de los stocks, de las existencias, se organiza y regula a partir de la relación de lo que hay de colectivo y de mutua solicitud en la sociedad industrial. En efecto, ésta aparece con frecuencia aún como la subjetivación determinante, puesta sobre sí misma y siendo la norma para la OBJETIVACIÓN de los productos e instituciones de la civilización técnica mundial. La sociedad industrial, sobre cuyas demandas y arreglos el pensamiento sociológico quiere sabidamente referir todo lo que es, se piensa de acuerdo a esto ampliamente todavía como subjetividad en el esquema sujeto-objeto, y esto quiere decir, como la base de explicación para todos los fenómenos. Sólo que, la sociedad industrial no es ni sujeto, ni objeto. Contraria a la apariencia que da de su auto-nomía (Selbst-Ständigkeit), puesta por ella misma, y la medida que ella sola da a todo, ella es mucho más que esto, desde el mismo poder del poner provocador (herausfordernden Stellen) puesto en la sumisión, que ha transformado también la antigua objetualidad de los objetos en mera disponibilidad de existencias. Heideggeriana: AssuntoPensar