La afirmación negativa en la cita de Wilhelm v. Humboldt acentúa que el lenguaje no es un simple medio de intercambio y de entendimiento. Ahora bien, precisamente esta manera habitual de ver el lenguaje experimenta mediante la dominación de la técnica moderna no sólo una nueva revitalización, sino también una consolidación y auge unilateral, que la ha llevado hasta el extremo. Esa idea se condensa hoy en la frase: el lenguaje es información.
Pues bien, cabría pensar que la interpretación técnica del lenguaje como medio de comunicación y de transmisión de información puede considerarse natural y obvia habida cuenta de que la técnica se entiende a sí misma como medio y de que, por tanto, tiene que representarse todo conforme a ese aspecto. Pero a la luz de lo que hemos logrado poner en claro hasta aquí acerca de lo propio de la técnica y del lenguaje, esta explicación se queda en la superficie. En vez de eso hemos de preguntarnos: ¿en qué medida en esta redefinición o reacuñación por la que el lenguaje queda convertido en pura información se expresa también, o se expresa señaladamente, lo propio de la técnica moderna, a saber, que esa técnica desafía y provoca al hombre a poner a punto y asegurar energía natural, es decir, lo pone a ello? ¿Y en qué medida es el propio lenguaje quien ofrece la superficie de ataque para, y la posibilidad de, esa reacuñación del lenguaje por la que éste queda convertido en lenguaje técnico, es decir, en información?
Para dar siquiera un bosquejo de respuesta a esta cuestión, son menester dos cosas: primero es preciso determinar suficientemente lo propio del lenguaje, es decir, aquello que el hablar del hombre propiamente es. Segundo, hay que delimitar con suficiente exactitud qué quiere decir información en sentido estrictamente técnico.
[…]Pues bien, el decir en tanto que mostrar, podemos también representárnoslo y efectuarlo de modo que mostrar sólo signifique: producir signos, hacer señales, Zeichen geben. El signo se convierte entonces en aviso y noticia de algo que en sí mismo no se muestra. Un ruido que suena, una luz que se enciende un instante, no son, tomados en sí mismos, signo alguno. Sólo se los produce y emplea como signos cuando antes se ha convenido, es decir, se ha dicho qué es lo que han de significar. Pensemos en los signos del alfabeto Morse, que se limitan a punto y raya, cuyo número y disposición queda en correspondencia con los signos fónicos que utilizamos al hablar. El signo individual sólo puede constar en cada caso de una de dos formas, el punto o la raya. Tiene lugar, por tanto, una reducción de la secuencia de signos a una secuencia de decisiones si/no, para cuya obtención se emplean máquinas, cuyas secuencias de corriente y golpes de corriente reproducen el esquema de la previa asignación abstracta de signos suministrando los correspondientes mensajes. Pero para que sea posible tal tipo de transmisión de mensajes y noticias, cada signo tiene que venir unívocamente definido; e igualmente, cada una de sus combinaciones tiene que significar unívocamente un determinado enunciado. El único carácter del lenguaje, que permanece en este lenguaje reducido a información, es la forma abstracta de la escritura, que queda aquí retraducida a las fórmulas de un cálculo lógico. La univocidad de los signos y fórmulas, que en tal cálculo necesariamente se exige, asegura la posibilidad de una comunicación segura y rápida.
[…]Con la incondicional dominación de la técnica moderna se acrecienta el poder (tanto en orden a pretensión como en orden a resultados) del lenguaje técnico enderezado a la mayor amplitud posible de la información. Y porque el lenguaje técnico discurre en sistemas formalizados de toma de contacto y producción de signos en el sentido indicado, el lenguaje técnico es el ataque más agudo y amenazador contra lo propio del lenguaje: contra el decir, mostrar y hacer aparecer lo presente y lo ausente, lo real en el sentido más lato.
[…]Pero si en el sentido de la dominación de la técnica, una dominación que todo lo determina, se considera la información como forma suprema del lenguaje a causa de la univocidad, de la seguridad y de la celeridad del suministro de noticias e instrucciones, ello ha de tener también por consecuencia una correspondiente concepción de ser del hombre y de la vida humana. Así, leemos en Norbert Wiener, uno de los fundadores de la cibernética, es decir, de la disciplina de la técnica moderna, que más lejos va: “Ver todo el mundo e impartir ordenes a todo el mundo, es casi lo mismo que estar en todas partes” (Mensch und Menschmaschine[6], pág. 95). Y en otro lugar: “Vivir activamente, vida activa, significa vivir con la información adecuada” (loc. cit., pág. 114).
En la perspectiva de la idea que la teoría de la información proyecta acerca del lenguaje y acerca del hombre, una actividad como es el aprendizaje no tiene más remedio que ser interpretada también técnicamente. Y así, escribe Nobert Wiener: “Aprender es esencialmente una forma de conexión retroalimentativa, en la que el esquema comportamental queda modificado por la experiencia que se ha producido” (loc. cit., pág. 63). “La retroalimentación es … una característica muy general de las formas de comportamiento” (ibid.) “La retroalimentación es el control y regulación de un sistema mediante la reintroducción de los resultados de su trabajo en el sistema mismo” (loc. cit., pág. 65).